mujer y ave

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domingo, 22 de marzo de 2015

Desafiando al destino, I parte.


Destino implacable, capítulo 8


─ Contigo deseaba hablar Paredes ─ advirtió sumamente molesta Ariza, al bajarse de su camioneta.

Cuando la inspectora, descendió de la suya, quedo viendo a la estanciera y tuvo la certeza que tendría un desagradable momento con esa mujer.


─ ¡Aquí me tienes, Ariza! ─ respondió Marcela, con un claro tono de desafío. ─ ¿cuál es tu problema ahora?

Ariza, se plantó de frente y sin más, le estampó una bofetada a la Enapina, que se sintió tan fuerte como un martillo golpeando cemento.

─ Tú eres mi problema, estúpida ─ masculló con total enconó Ariza, que la miraba casi en forma asesina ─ Estoy devolviéndote el favor del otro día y dejarte muy en claro que si vuelves a poner un pie en mi hogar, tendré el placer de volarte los sesos de un disparo y me interesa un carajo tu estúpida denuncia; ya verás que no podrán hacer nada en mi contra; pues les falta muchas agallas para desafiarme. Y si se me da la gana;  les cierro el paso definitivo a las instalaciones de tu empresa y dudo mucho que tus líderes quieran irse a la quiebra por no extraer un mísero gramo de petróleo de mis tierras.

La jefa de inspectores, volteó lentamente su cabeza, después de recibir la bofetada y sobando su mejilla, le vio de una forma que dejaba entrever no solo el desprecio sino en forma innata, se reflejaba el antagonismo entre las dos.

─ Sin duda por muchos años el personal de Enap, te ha temido al punto de besar tus pies y seguir como perritos falderos; todos y cada uno de tus caprichos ─ reprochó Marcela ─ Más no te creas que puedes estar por sobre la ley y tienes razón que nos puedes perjudicar seriamente en la producción de crudo. Más no te sientas tan victoriosa en ese punto; porque si sigues presionando puedes hacer que el gobierno tome cartas en el asunto y decidan  expropiarte de tus tierras, por lo que te sugiero; que seas tú la que te vayas con mucho cuidado y es que gracias a ella, aprendimos nuestra lección de no temerte más, Ariza.
─ ¿Quién es ella? ─ preguntó con sorna Ariza ─ para que se sientan tan bravucones en esta ocasión.
─ Realmente pecas de idiota, Ariza ─ se mofó Marcela ─ debo recordarte que la única persona que ha sido capaz de encararte y no dejarse intimidar por ti, no es otra más que la mujer que persigues y que estuviste a punto de lastimarla. Me refiero a Bianca Rangel.
─ ¡¿Cómo te atreves a inmiscuirla en esto?! ─ bramó Ariza ─ Te advertí que no lo hicieras y por lo visto, continuas intentando ponerla en mi contra. Cuando fui muy clara que no puedes romper el vínculo que ambas tenemos y que ni en tus sueños podrás romper.
─ Del mismo modo en que te mencioné que no dejaré que te acerques más a mi personal y que estoy dispuesta a todo con tal de protegerla de una mujer como tú ─ mencionó seca Marcela.
─ Ya estoy enterada de que te las arreglaste para mantenerla fuera de mis tierras ─ confrontó Ariza ─ de nada te valdrá, pues has sido tú misma la que ha dejado a Bianca entre la espada y la pared y ella, tendrá que decidir entre Enap y su destino. Por lo tanto, déjame decirte inspectorcita que te estoy profundamente agradecida que me la hayas entregado en bandeja de plata.
─ ¿De qué rayos estás hablando? ─ inquirió Marcela, cuyo rostro era un poema al desconcierto puro ─ ¿Cómo sabes lo de Bianca?
─ ¡Ja! ─ se jactó con alevosía Ariza ─ debes lavar tus oídos, Paredes. Fue la misma Bianca, que me contó del castigo que le impuso Enap y eso ha sido el detonante de que ella, tenga que escoger entre la empresa y su corazón.
─ ¡No te creo! ─ refutó molesta Marcela ─ Bianca es la más interesada de perderse de tu vista.
─ Puede que en un principio haya sido de ese modo ─ rebatió Ariza, en forma tan altiva, que su mentón estaba levantado con tal soberbia. ─ Pero en este preciso momento y después de recordar su pasado. No pensará igual, te lo puedo asegurar.
─ ¡Ya veremos, Ariza! ─ amenazó Marcela, que se dio media vuelta con rumbo a su camioneta e ir en busca de lo que vino. ─ Aún no está dicha la última palabra y no dejaré que te salgas con la tuya.

La inspectora, se subió a su vehículo y echo andar, tirándole el auto encima a la estanciera para que se quitase de su camino.

A la estanciera, no le quedo de otra que subir al propio y darle paso al vehículo de Enap, pues esas sí eran tierras de la estatal.

Al enfrentarse ventanilla con ventanilla, ambos ojos verdes, se vieron con tal furia que podrían haber escrito la más espeluznante escena de terror y es que ambas mujeres, se detestaban demasiado al punto de no importarles lo que debiesen hacer con tal de no dejar que la otra ganase la partida. Un duelo inconsciente, pero letal y es que amar puede desencadenar profundas pasiones que pueden derivar en enfrentar una lucha sin cuartel con tal de conquistar lo más querido y deseado por sus corazones como mentes.

El coche Enapino, se perdió por el estrecho camino del desfiladero, dejando una estela de polvo y piedra que salpicaba por ambos lados y es que su chofer llevaba casi estrangulado el pedal del acelerador del coraje que sentía en ese preciso momento.

─ ¿Qué diantres estabas pensando, Bianca? ─ se preguntó Marcela con la mandíbula apretada─ ahora no podré mantenerte fuera de su alcance… ¡Eres una tonta de capirote!

La rabia estaba en su punto más alto en su persona y es que Marcela, casi nunca pierde los estribos como su paz interior a causa de otros o terceras personas. Sin embargo, desde que conoció aquella jovencita muy jovial y espontanea simultáneamente, supo en el acto que se complementarían muy bien como compañeras de casa y de trabajo. Sumado a que ambas compartían un deporte en común y el cual gustaban practicar juntas y es el basquetbol.

No obstante, en ese momento, lo único que le importaba era encontrar a la muchacha y encararla por desobedecer sus órdenes como alejarse de la seguridad de la empresa; y para colmo de males, poner sobre aviso a la estanciera.

─ ¡Metiste las patas a fondo,  Bianca!  ─ masculló indignada Marcela, tratando de mantener el control del volante ya que iba demasiado rápido descendiendo por el desfiladero ─ más que seguro que en Santiago querrán tu cabeza y Héctor, va hacerte  trizas en Punta Arenas apenas se entere.

La jefa de inspectores, realmente estaba en el máximo frenesí del encono y es que le resultaba duro de digerir la confesión de Ariza Pedrales. Esa mujer estaba al tanto de los planes de la empresa y más encima, presumía con soberbia de salir impune de cualquier acción que decidiera hacer en su contra la estatal.

─ Más te vale que sea yo la que te encuentre;  antes que lo haga Héctor y su grupo ─ murmuró Marcela.

En eso alzó sus ojos y pudo distinguir a lo lejos una pequeña silueta de un coche que se acercaba en dirección contraria en el camino Argentino. Sus ojos verdes, no perdieron detalle de la dirección que llevaba dicho vehículo y sacó rápido conclusiones de su maniobra, por lo que al llegar al final del acantilado, y en vez de tomar la ruta hacia la planta de Dunguenes como es rigor dentro de los empleados de Enap, tomó el sendero alternativo de su izquierda y darle caza a dicho coche.

La maniobra funcionó a las mil maravillas y es que al llegar al cruce de los tres caminos, todo vehículo desaparece de la visión de un conductor que viene proveniente del Faro o de la planta. Por lo tanto, el jeep de la joven Rangel, no podría saber qué dirección tomó la camioneta de la empresa. Y es que no solo era perderse de vista, sino que el camino tomado por Marcela, estaba en una hendidura y no permitía estar en la mirada de los vehículos contrarios hasta llegar a la altura del humedal y santuario de aves marinas; para ser notado por los demás conductores.

Por su parte, Bianca, venía pendiente del camino y cruzando los dedos para no toparse con el coche que tenía la sospecha de que era de la empresa.

Condujo con cautela y medianamente veloz a unos 80 Km/H y así, pasar desapercibido. Estaba mentalizada en seguir un plan que le permitiese eludir el control de Enap y llegar detrás del campamento muy cerca de la casa en la que se albergaba.

Estaba llegando al cruce del venado como le dicen los argentinos: a la bifurcación que separaba a Dunguenes de la refinería  trasandina y límite entre ambos países. Rodó unos cuantos metros y entró al humedal, cuando como en una carrera de rally, asomó de súbito y de un salto por la velocidad con la que venía; la camioneta Enapina. Helando la sangre de la joven de Rangel, ya que dicho vehículo tras aquel salto, su conductor giró bruscamente su volante y se posesionó en forma diagonal a ella, atravesándose en su camino y levantando un sinfín de agua lodosa de los charcos que estaba en su paso.

El manto de agua, se convirtió en una verdadera cascada que se levantó en la medida que el coche se desplazaba hasta desacelerar del todo, provocando que el jeep de Bianca, frenara en seco y todo el charco de agua y barro le cayó de golpe sobre su parabrisas, retumbando en forma estruendosa.

─ ¡Con un demonio! ─ exclamó espantada Bianca, que casi azota su cabeza en el parabrisas y recuperándose de la impresión, agregó ─ ¿Qué rayos están pensando estas locas?

La joven Ingeniero, ya tenía una clara idea de quién podría estar al volante y por ello, dijo eso último. Del asombro paso a la indignación y es que no era para menos, debido a que ambas mujeres han estado a un paso de darle el susto de su vida o mandarla al patio de los callados como suele decirse en Chile, al lugar que van los difuntos.

Se desabrochó su cinturón y se bajo del jeep. En cuanto se giró para ver el coche contrario, se encontró con la figura de la jefa de inspectores; que ya se había bajado y estaba en un costado; con los brazos cruzados sobre su torso y una cara totalmente desencajada.

Bianca, tragó en seco y en cierta medida;  el coraje se esfumó de frentón. Y es que el rostro de Marcela, era tan intimidante que hacía que el más osado, se replantease dos veces las cosas antes de enfrentársele.

Fue la propia, Marcela, que abandonó su postura y avanzó hasta dónde se encontraba su empleada.

─ ¿Se puede saber qué rayos pasa por tu cabecita? ─ preguntó Marcela en un tono más que autoritario ─ ¿Te das cuenta que has desobedecido las órdenes de Alejandro al alejarte sin permiso del campamento?
─ Ustedes no me dejaron más alternativa ─ respondió Bianca, haciendo acopió de su valor y es que a esas alturas ya estaba harta de enfrentamientos ─ Al tenerme como prisionera en Buque.
─ Que no te das cuenta que es por tu propio bien ─ confrontó Marcela.
─ ¿Mi propio bien! ─ inquirió Bianca, cuyo término si le dolió muchísimo ─ ¿De cuál bien me hablas, Marce? Si vivo peor que una reo, vista con malos ojos por mis propios compañeros.
─ El de mantenerte a salvo de la dueña de los pozos ─ soltó con enojo Marcela ─ o debo recordarte que estuvo a punto de provocar que te volcases y que además, eres tú misma la que no desea tener un contacto con esa mujer.
─ No te negaré que deseaba mantenerme a mil leguas de Ariza, pero eso no quita que ustedes me mantengan como un ave dentro de una jaula ─ refuto seca Bianca ─ Yo acepté quedarme un año en el campamento por no tener otro lugar donde ir y así se me permitió. Pero no les da derecho a tenerme bajo estas condiciones. No se me permite salir, no se me deja renunciar como tampoco decidir qué hacer con mi tiempo libre.
─ ¡Eso no es tan así, Bianca! ─ replicó Marcela e intentó tomar su mano, pero fue rechazada por la joven ─ Siempre se te ha permitido ir libremente dentro del campamento.
─ ¡Libre! ─ soltó sarcásticamente ésta y apuntó con el dedo a la inspectora ─ ¿De qué me estás hablando? Cuando estás pendiente de cada paso que doy, les pides a mis compañeros que me sigan hasta llegar a la casa, y presumo que deben haber intervenido mi auto para dar conmigo, porque no tenías cómo saber el lugar exacto en el qué me encontraba o ¿Me lo vas a negar?

Marcela, entrecerró sus ojos al oír lo expuesto por su subalterna y solo guardo silencio a modo de respuesta.

─ ¡Respóndeme, Marcela! ─ apremió Bianca. ─ Dime si estoy equivocada o no.

Con un suspiro profundo, la inspectora no tuvo más remedio que confesar sus actos.

─ Es verdad. Yo he mandado a algunos trabajadores que te sigan y saber que estabas en el lugar correcto ─ admitió Marcela ─ En cuanto a tu jeep, se le incorporó un GPS que está oculto y así, saber tu ubicación en caso de estar en problemas o que decidieses abandonar el campamento. Sólo he seguido las órdenes que se me indicaron de la casa central.
─ ¿Pusieron un GPS en mi jeep? ─ preguntó estupefacta Bianca ─ ¿Con qué derecho lo han intervenido? No es de su propiedad.
─ Ya te dije, fueron las instrucciones de Santiago ─ afirmó Marcela ─ tu vehículo sigue siendo tuyo, pero está bajo el amparo de la empresa y debes regirte a las normas de Enap. Además, te recuerdo que a ningún otro funcionario se le ha permitido una cosa así, por lo tanto, no seas majadera.
─ Por lo visto, no soy más que un títere para ustedes ─ espetó Bianca, pateando una piedra del coraje que le inundaba en esos instantes al oír lo dicho por su jefa ─ Y para mi desgracia también resulté serlo para Ariza. ¡Qué un rayo me parta en dos!

La joven Rangel, se alejó unos paso para tratar de calmarse, pero más pudo su rabia y dejo salir su molestia.

─ ¡Maldición!─ exclamó Bianca y le dio un punta pie a una mata de coirón que estaba a sus pies, de la cual, salieron una decena de ratoncitos despavoridos por el brutal golpe en su refugio. ─ No puede ser tanta mi mala suerte.

Aquella escena, provocó que la joven, tomará conciencia que otros no debían pagar los platos rotos de sus actos, aunque fuesen diminutas criaturas, un tanto pavorosas para muchos.

─ Solo quiero largarme de este lugar ─ murmuró amargamente la joven y se abrazó a sí misma, dando paso a que gruesas lágrimas cubriesen sus mejillas.
─ ¡Bianca! ─ susurró Marcela, que la abrazó por la espalda y trató de confortarla ─ Eso no puede ser por el momento.
─ ¿Y cuándo será, Marce? ─ preguntó entre llanto y angustia la joven.
─ Dentro de unos meses, podrás regresar a tu hogar ─ respondió la inspectora ─ siempre y cuando tú lo decidas, ya que Alejandro, independiente a todo lo que está sucediendo. Tiene planes para ti, porque te considera un buen elemento para la empresa.
─ Créeme que no deseo permanecer más en este lugar ─ adujo Bianca, aún dolida a pesar de lo expresado por la inspectora.
─ Lo sé ─ confirmó Marcela ─ sólo te pido que seas paciente y no te expongas más ¿Quieres? No deseo que nada malo te suceda hasta lo que dure tu contrato.
─ ¿Por qué lo haces, Marce? ─ preguntó Bianca y se despegó de sus brazos y se giró para verla directo a los ojos  ─ ¿Qué ganas tú con todo esto?
─ Yo no hago esto para ganar nada a cambio ─ respondió francamente Marcela y movida por un impulso, acarició su mejilla con el torso de su mano ─ Simplemente, tú me importas mucho.
─ ¿Qué buscas de mí? ─ se atrevió a preguntar Bianca al sospechar algo y retrocedió unos pasos al contacto con esa caricia ─ Yo no deseo que se me acerquen con otra intención que no sea de compañeros de trabajo o amigos nada más.
─ ¡Bianca! ─ exclamó Marcela, y la atrapó justo en el momento en que la muchacha por retroceder, chocó con el mismo arbusto que pateó.

Ambas mujeres quedaron de lleno en un abrazo íntimo, que hubiese sido otra la circunstancias habría pasado desapercibido y sin importancia. No obstante, el solo contacto entre ellas, generó que las pulsaciones cardiacas de una se aceleran demasiado; y en la otra, se fracturase en mil pedazos por dentro, debido aquel mimo que surgió espontáneamente entre ellas.

Sin duda, que eran distintas las emociones que estaban sintiendo, pero claro estaba que había surtido tal efecto entre ambas mujeres, que no podían desconocer que no era casualidad que un simple abrazo consiguiera estremecerlas de semejante manera.

La primera en romper aquel contacto, fue Bianca; cuyas mejillas estaban teñidas de un leve rubor y lo atribuyo al estado frágil en que se hallaba.

Por su parte, Marcela, aún conmocionada por lo que provocó esa cercanía, no dejaba de tener la vista clavada en su rostro y sólo cuando la muchacha bajo la cabeza avergonzada, recién reaccionó y se armó de fuerzas mentales y salir del paso.

─ Descuida, Bianca, no estoy buscando nada que no sea una amistad ─ respondió Marcela, a la pregunta hecha hace un rato y cogiendo su brazo la arrastró a su jeep ─ Creo es mejor ponernos en marcha antes de que oscurezca. ─ Ve tú primero y entras por el vertedero hasta llegar a la casa.
─ Eso ya lo tenía pensado ─ convino Bianca antes de subir a su coche y verla de reojo.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó sin extrañeza Marcela ─ Yo daré una vuelta antes a  Dunguenes antes de ir a casa. Allá vamos hablar sin problemas tú y yo, para ponernos de acuerdo y no dar pie a que Héctor, haga un espectáculo de esto.
─ Está bien ─ respondió la joven Rangel.
─ No dejes que te vean ─ solicitó Marcela y subió a su camioneta.

La chica, alzo su pulgar derecho en señal afirmativa y también subió a su jeep y esperó a que la inspectora moviera su camioneta para poder proseguir con su marcha.

Solo cuando Marcela, pasó por su lado sin dejar de verla, la joven ingeniero salió rauda del lugar y alcanzar estar a tiempo antes que fuese la hora de la cena y la descubriesen que no estaba en casa. Por lo que pisó un poco más el acelerador y no hacer que la bocina se activase; ya que su coche estaba intervenido, era lógico pensar que también tenía el dichoso aparato acusa enapinos.

Los dos vehículos se distanciaron uno del otro y ya no se podían ver por el retrovisor de éstos, por lo que dejaron que sus pensamientos cobrasen fuerza y meditasen cada una en lo sucedido hace un momento atrás.

─ ¿Qué sucede contigo Marcela? ─ Se preguntó la inspectora al reflexionar sobre el asunto. ─ Debo dejar que me afecté de ese modo.

Con un fuerte resoplido, Paredes, se recriminó todo el trayecto a la planta por su comportamiento con su subalterna. Y es que desde un tiempo a esta parte, cosas extrañas estaban gestándose en su interior y eso la tenía en guardia. Razones para estar inquieta tenía de sobra y es que ella, no podía darse el lujo para otra cosa que no fuese su trabajo y estar cien por ciento concentrada en lo que hacía o de lo contrario podría afectar la vida de sus trabajadores.

Cuando llegó a Dunguenes, ubicó a Carlitos Pachi; encargado de la estación petrolera y estuvo platicando con él, mientras revisaban válvulas, presiones y líneas de gas y petróleo para que nada interfiriese con el correcto funcionamiento de la planta y así, entregar el suministro a Punta Arenas y a la refinería de Con- Con.

Por su parte, en la otra arista de la moneda…Bianca, también se debatía entre las emociones que sintió en compañía de Marcela.

─ No puede ser ─ murmuró con los dientes apretados, la joven a su vez se mantenía la vista fija en el camino. ─ De seguro que lo descubierto sobre Ariza, me tiene que tener tan vulnerable que estoy difareando y viendo cosas donde no las hay.

Condujo con mucho cuidado por el angosto y vertiginoso camino de ripio y piedras que había desde Dunguenes hasta Daniel Central y es que si te descuidabas un poco, te ibas barranco a bajo y las consecuencia no había que mencionarlas, porque eran más que obvias.

Al momento de pasar por la estación Enapina, se cuido de no ser vista por Alejandro, que a esa hora daba una ronda a las instalaciones. Bajo su velocidad casi a 20 K/m y tras una breve esperar de cerciorarse que no había moros en la costa, prosiguió su camino muy despacio y no llamar la atención del operador.

─ En mi vida he tenido que cuidarme tanto de que no me vean ─ resopló con fastidio Bianca, viendo el camino ya que en ese momento ya comenzaba a oscurecer y eso en parte le favorecía mucho para no ser descubierta.

Se concentró por completo en la conducción que no prestó mayor atención a nada que no fuera el camino y mucho menos reparó cuando al llegar a la altura de la propiedad de Ariza Pedrales y pasar por la portería de la estanciera. Varios puntos de luces comenzaron a brillar a lo largo del camino a medida que la joven pasaba con su jeep sin prestarles mayor atención. Y es que estaba tan concentrada en conducir que lo inusual de esas luces pasara desapercibida por su persona…Un graso error de su parte y es que en zonas abiertas y tan desoladas, se suelen comunicar con ciertas señales unos a los otros trasmitiendo un mensaje, previamente acordado. Y como era lógico al no ser criada en tierras sureñas, aquello fuese desconocido por la muchacha y a la larga le iba a pesar desconocer las costumbre de los lugareños, sería una clara desventaja para ella.

Justo cuando debía pasar por el paso 14, en vez de proseguir recto, tomo un camino alternativo detrás del depósito de chatarra de la estatal, un camino tan angosto como casi todos los del lugar y muy oscuro, que parecía una verdadera boca de lobos y es que no se suele transitar por ahí, salvo que sea una emergencia y acortarse la distancia, ya que esa senda conecta con tres puntos neurálgicos de las instalaciones Enapinas.

Bajando la velocidad al máximo, se adentro por aquella ruta y fue esquivando los baches en el camino como si fuese un barco meciéndose con el vaivén de las olas. Cada caída en esos hoyos la ponía tensa y es que no era bueno conducir en oscuridad y quedar botado por pinchar algún neumático u otro desperfecto, cosa que le sentaría fatal si le llegase a suceder.

Luego de unos 25 minutos de sube y baja por hoyos, laderas con curvas muy cerradas, la joven Rangel, pudo vislumbrar las luces del campamento y ver los faroles de la pequeña placita que estaba junto a las casas de mujeres de la empresa.

Sin que nadie la notara, dobló en la esquina y tomó aquel caminito hacia su casa, cuando se dio cuenta que toda la hilera de casas que estaban a mano derecha, estaban completamente a oscuras, incluyendo la de ella y que además, la postación eléctrica frente a su hogar, también estaba en igual condición. Hecho que le pareció extraño, pero no sospechoso como para ponerse en guardia.

Bianca Rangel, no era tan dada a ser desconfiada de cosas normalmente insólitas como fenómenos naturales, desperfectos caseros y esas cosas, por lo que se encogió de hombros nada más y conduzco su jeep hasta casi el fondo de ese pasaje y estacionó su vehículo como de costumbre.

Al bajarse de éste, no reparó mucho en los demás vehículos estacionados a mano izquierda y como era costumbre, los demás empleados solían dejar sus camionetas en ese lugar  y solo ella y Marcela lo hacían en el mismo lugar de siempre.

Sacó su cámara y su termo, cerrando con seguro las puertas de su coche y se encaminó por la vereda que la llevaría a su casa. En eso se dejo sentir una brisa de viento helado, que la obligó apurar el paso y es que le dio escalofríos sentir ese aire tan helado en su rostro y a la mitad del camino, se cruzó un zorro culpeo de la nada, que la quedo viendo por unos momentos y mostró sus colmillos en forma intimidante como si ella fuese una amenaza para aquel animal. Y del mismo modo en que apareció se escabulló por unos matorrales adyacentes, dejando pasmada a la muchacha.

─ ¡Um! ─ exclamó Bianca, retomando su marcha. ─ ¡¿Qué raro?!...Algo malo va a pasar, de eso estoy segura.

Sin duda que,  la joven ingeniero estaba  bien encaminada en sus deducciones, ya que siempre le prestaba atención a hechos o cosas inusuales que se le presentaba y era bastante supersticiosa en ese aspecto. Algo no estaba bien y tenía un presentimiento que comenzó a rondarle en su cabeza.

Al momento de poner las llaves sobre la cerradura, se dio cuenta al instante que estaba extraña, ya que normalmente era una odisea abrir esa puerta que tenía más mañas que vieja de antaño. Nunca se abrió a la primera postura de una llave y en esta ocasión; como arte de magia, dejo pasar el llavín sin problema alguno y casi al punto de no necesitar de aquella para abrirse.

Al instante, Bianca, se puso en guardia y busco el interruptor de la luz, pero éste no encendió. Lo que derivo que la joven, sacase de su chaqueta una pequeña linterna de bolsillo y encaminase sus pasos hasta donde se encontraba el tablero eléctrico. Abrió la tapa y subió el alzhéimer que estaba caído, vaya a saber porqué. Al instante se prendió la luz de la sala de estar de la casa.

La joven, comenzó a revisar todo el lugar, cocina, baños y los dormitorios de sus compañeras y dejo para el final la sala de estar. No halló nada fuera de lugar, ni alterado, como tampoco estaban las otras chicas, echó un vistazo al patio a través de la ventana de la cocina y nada.

Tras comprobar que todo estaba bien, sacó su chaqueta y la dejó en el perchero junto a su gorra y las llaves. Fue hasta la sala de estar y programó el televisor con un canal de música orquestada a un nivel un poco más alto de lo normal. Dejó hirviendo agua para tomar café y así, esperar a la inspectora y poder hablar. Encaminó sus pasos a uno de los baños y tomar una ducha para sacar el frío de su cuerpo.

Se despojó de su ropa y entró al cubículo de la regadera, dejo que el agua caliente se dejará sentir por todo su cuerpo y procedió a enjabonarse. Estuvo unos cinco minutos aseándose, cuando el click del hervidor sonó, indicándole que el agua ya estaba lista, por lo que cerró la llave de la ducha y tomó una toalla y procedió a secarse. Colocó aceite en toda su piel, cepilló sus cabellos y aplicó un poco de loción detrás de sus orejas como solía hacerlo diariamente. Luego, tomo una toalla limpia, pero diminuta y se envolvió en ella. Tras dejar limpio el lugar, salió del bañó rumbo a la cocina, sacó un tazón y preparó su café de moka, dejándolo reposar unos momentos y el agua sobrante la vació sobre un termo para guardarla para cuando llegase sus compañeras y Marcela.

Encendió un incienso de miel en la sala y se fue hasta su dormitorio, el cual no había revisado antes. Al momento de encender la luz de su habitación; se llevó la mayor de todas las sorpresas, que la golpeó tan fuerte como si un rayo le haya caído encima…

─ ¿No me digas que te has puesto así de hermosa para mí? ─ murmuró provocativamente, una morena de ojos verdes, que yacía recostada sobre su cama.

Aquellos ojos grises estaban abiertos desmesuradamente al contemplar aquella mujer que descansaba sobre su lecho. No podía dar crédito a lo que veía como tampoco conseguía reaccionar. Ni en sus locas pesadillas, se lo hubiese imaginado como tampoco sospechado. Aquella mujer, yacía a lo largo de su cama, con un brazo que apoyaba su cabeza, mientras que con la mano disponible jugaba con su larga cabellera en forma sensual y su sonrisa, era la prueba viva de la coquetería femenina.

─ ¡Vamos Anaí! ─ provocó aún más la mujer ─ Antes no hubieses desperdiciado el tiempo quedándote muda, vida mía. O ¿quieres que te recuerde cómo solías recibirme cada vez que visitaba tu alcoba?

Solo eso bastó, para hacer reaccionar a la muchacha…

─ Ariza ─ Balbuceó Bianca, que permanecía estática sobre el umbral de su puerta, sin entrar del todo. ─ Pero… ¿Cómo?... ¡¿Qué rayos haces aquí?! (Terminó por decir la joven Rangel)

La estanciera, se levantó muy despacio de la cama de la joven Enapina, midiendo las reacciones de la muchacha y sugestivamente, acomodó su vestido dejando bien expuesto un escote, muy, pero muy provocativo; que dejaba ver gran parte de sus pechos y que mataría de un infarto a cualquiera ante semejante espectáculo. Y es que Ariza, sabía muy bien lo que hacía y como lo hacía. Jugaba muy bien sus cartas y estaba completamente segura de su victoria sobre la joven. Era cuestión de tiempo nada más para tenerla en el lugar que deseaba…Su vida, su hogar y en su lecho como en los viejos tiempos. Por sus venas aún corría sangre gitana y sabía cómo embaucar a sus víctimas. Además de ser dueña de una belleza exuberante, elegancia, sensualidad y para desgracia de muchos…Tenía poder y riquezas; una combinación letal en manos de una mujer que se ganó el respeto a punta de inteligencia y soberbia; por algo era llamada la Reina de las pampas.

─ ¿Qué hago aquí? ─ Contra preguntó Ariza, arrastrando las palabras en forma seductora. ─ ¿No te haces a…la idea?...Esposa mía.

Al escuchar eso último, un escalofrío recorrió de pies a cabeza a la joven Rangel y tragó en seco al ser llamada de eso modo y quiso desviar la atención de inmediato.

─ No has respondido mi pregunta, Ariza ─ insistió Bianca, retrocediendo unos pasos al ver avanzar a la estanciera.

Y como una fiera al acecho, la estanciera se abalanzó sobre su presa en el momento justo en que se iba a girar para irse. La agarró del brazo velozmente y la envolvió en sus brazos, quedando pegada a su cuerpo, sus rostros estaban a escasos centímetros uno del otro y una sonrisa malévola como pícara se dibujó en Ariza, desarmando por completo a Bianca, que quedo hipnotizada y muy temblorosa al estar nuevamente en brazos de su viejo amor.

─ Si Mahoma no va a la montaña. La montaña va a Mahoma ─ susurró sensual Ariza, muy cerca de sus labios. ─ Es tiempo de reclamar lo que me pertenece por derecho, Anaí.
─ ¡Detente! ─ demandó a duras penas Bianca, sobreponiéndose a aquel contacto tan íntimo.
─ ¿Por qué quieres que me detenga? ─ inquirió Ariza, y sin dejar de ver esos labios que tanto deseaba volver a probar. ─ Cuando ambas sabemos que añoras mis besos como mis caricias.
─ Eso fue antes, Ariza ─ mencionó Bianca, tratando de buscar una salida. ─ Hoy no somos nada, ni lo seremos. Te lo dije ya, hazte a la idea de una buena vez.
─ Y yo, ya te dije que lo que unimos en el pasado, nada ni nadie puede disolver ─ refutó Ariza, casi pegada a esa boca, que deseaba degustar pronto. ─ Eres mía y eso no lo puedes cambiar, amor mío.

Antes de que la joven pudiese rebatir, hacer o decir algo, se apoderó definitivamente de sus labios, asumiendo con ello, su derecho como esposa y que por circunstancias de la vida, le fue arrebatado tal privilegio.

Esta vez a diferencia de lo qué sucedió en casa de la estanciera, Ariza, si aprovechó la ocasión de reclamar a la joven. Apegó del todo su cuerpo con el de Bianca, inmovilizó sus manos al forzarlas a quedar atrapada entre la pared y la muchacha. Dejando vía libre, para que las suyas comenzasen a recorrer despacio a la mujer que amaba.

Si bien, su boca estaba ávida de esos labios tantas veces añorados en otro tiempo y que desde el momento en que ambas se reencontraron en un costado del camino. Sintió un fuego quemarle la comisuras de los suyos como si le hiciera agua la boca por adueñarse de los labios de esa muchacha al reconocer la imagen exacta del que fuera su otrora amor.

Esos labios le sabían a gloria, a miel y frescura como nunca antes tuvo la dicha de probar; y eso que conoció a mocetones en su vida pasada que la cortejaron tanto antes de contraer nupcias por orden de su padre y ni siquiera su esposo; pudo compararse con la joven Anaí. Desde el momento en que se conocieron, que la joven gitana puso la mirada en la hija del mercader del pueblo; que había estado ausente por muchos años de su familia; a partir de ese encuentro en una tertulia en casa de sus padres, no apartó sus ojos de la muchacha y a pesar que sus posiciones no les permitían tener un tipo de contacto directo, se las ingenió para ser presentadas y congeniaron muy bien y desde ahí, se volvieron inseparables al punto de descubrir que ambas tenían sentimientos muy intensos la una con la otra, uno que no era precisamente amistad.

Sus constantes reuniones en casa de Arlyn, hacía que la jóvenes no perdieran la ocasión para perderse por los jardines y pasar largas horas compartiendo hasta que, un día Arlyn, se dejo llevar por los dictámenes de su corazón y en una noche de luna llena, poder y misticismo entre los gitanos; hizo suya a la joven Anaí y a contar de ese día, veló con celo a su pareja, al punto de desposarla en un ritual gitano en complicidad con el curandero o chamán de su pueblo.

Siendo sus nupcias las más breves de su clan y esto, debido a que solo estuvieron 4 meses desposadas, ya que la hija del rey gitano, no tuvo más opción que acatar el compromiso pactado desde su niñez y contra su voluntad cedió. No sin antes de confesar a su padre la verdad acerca de su unión ante la ley de su pueblo. El rey indignado y todo, tuvo que ceder en su postura y hablar con el futuro esposo de su hija y llegar a un arreglo conveniente para ambas partes y no levantar sospechas ante la comunidad.

De nada le serviría a la joven Arlyn; hacer arreglos con su padre como su prometido; ya que fue descubierta por la misma Anaí, la noche en que se celebró dicha unión, en una fiesta de gala si precedentes. Donde fueron invitados la gran mayoría de los ciudadanos y nobles de toda la comarca. Aunque procuró mantener apartada a su enamorada de esa festividad y ser ella misma, quién le explicará los hechos como eran; no tuvo ese privilegio; puesto que la muchacha fue informada por unos de sus criados de que la hija del rey iba a contraer nupcias con un noble ese mismo día.

Sin pensarlo mucho, escapó de los guardianes que Arlyn, dejo apostado en uno de sus palacios donde la mantenía alejada de todos y con ayuda de su criado, llegó a dicha celebración cuando ya estaba consumándose todo. Derrumbándose su mundo de golpe ante el espectáculo que estaba presenciando. Por mucho dolor y rabia que sentía en ese momento, fue incapaz de detener dicho compromiso y dejo que todo concluyese en forma normal, procurando no ser vista hasta el momento en que todos procedieron a felicitar a la pareja y presentar sus respetos.

En el momento en que Arlyn, recibe las bendiciones de la familia de la propia Anaí; que desconocían el amor entre su hija y la gitana; ésta apareció detrás de ellos para felicitar a la pareja; sorprendiendo a sus padres como a la mismísima Arlyn, que por poco creyó morir cuando esos ojos grises que tanto amaba, le miraron con tanta frialdad como proclamando su desengaño y traición. Después de presentar sus respetos, se retiró del salón y se fue con rumbo a su carruaje, dónde le estaban esperado.

Por su parte, la belleza gitana esperó unos momentos para apartarse del gentío y se fue rauda en busca de su gran amor y hacerle entender de algún modo lo que había sucedido y el porqué de las cosas. Para su desgracia, alcanzó a la joven Anaí, cuando estaba presta a subirse a su carruaje y lo que sobrevino, fue difícil de imaginar ya que la muchacha tras una fuerte discusión, terminó apuntándole con un arma; imposibilitándole cualquier acción que quisiese hacer en su persona.

Fue así, que su historia de amor terminó abruptamente para nunca más verse en lo que les restó de vida. Sometiéndolas a ambas a un constante sufrimiento de por vida, ya que ninguna pudo ser feliz sin la otra; por mas que se esforzaron por tratar de cambiar su destino, no lo consiguieron al final de cuentas.

Por eso, que para Ariza Pedrales, ese beso le sabía a gloria después de tanta espera y aunque no era el primero que le robaba a Bianca en esta vida. Sin duda que era el mejor de todos, puesto que al momento de apoderarse de sus labios, se percató que algo era distinto en la joven Rangel. Volvió a revivir aquel sentimiento que tuviese junto a Anaí, el día que besó por primera vez sus labios y la muchacha correspondió en forma tímida a la vez ávida de más caricias.

La satisfacción se hizo presente en aquellos ojos verdes y abrió sus parpados para contemplar aquel rostro, que mantenía los suyos cerrados y dejándose llevar simplemente por el momento.

Ariza, profundizo más el beso sin dejar de ser delicada y suave al besar a la mujer que aún amaba. De a poco se desató un juego personal entre sus lenguas para someter la una a la otra. Consiguiendo arrancar un pequeño gemido en la garganta de Bianca, que fue como música para los oídos de la estanciera, que sin previo aviso la tomó en brazos y la llevó hasta la cama; sin dejar de besarla. La depositó con cuidado sobre la cama y comenzó a acariciar muy despacio su cuerpo.


Ariza, se inclinó sobre el cuerpo de la joven, sin posesionarse sobre ella como tampoco se recostó a su lado, sino que se mantenía en esa posición inclinada sobre la muchacha y a la vez casi rozando su cuerpo, ya que Bianca; podía sentir la respiración de la estanciera pegada su mejilla; dejándola tan vulnerable e incapaz de resistirse al juego de seducción que la estaba sometiendo Ariza y como un mero espectador, mantenía su papel de sometido y expectante de todo lo que aquella mujer le diera la gana de hacer en su cuerpo. Y es que la estanciera mantendría un papel dominante en esta historia y es que no estaba dispuesta a perder dos veces en la vida, por lo que no tuvo contemplación alguna en lanzar toda su artillería y encantos femeninos en el campo de batalla y hacer padecer a la joven Rangel y lo que jugaba a su favor, era conocer de la otra vida, los puntos vulnerables de su amada, así que, todo debía salir a las mil maravillas.

Sus dedos recorrieron lentamente sus piernas desde la pantorrilla hasta la altura de la cadera y se quedo unos segundos jugueteando deliberadamente sin proseguir con su marcha. Para luego, avanzar por sobre esa diminuta toalla hasta llegar a la altura de unos de sus pechos y en vez de seguir recto, desvió su camino hasta situarse al centro a la altura de la unión; que mantenía aún cerrada esa toalla; y traviesamente, comenzó a introducir sus dedos en el lugar hasta aflojar aquella cerradura que le impedía tener acceso directo con el cuerpo de la que era su esposa.

La estanciera, acercó su rostro al de Bianca y su nariz se refregó a modo de beso esquimal con la de la chica,  respirando entrecortado producto de la excitación que estaba presente en ella y sus ojos verdes no dejaban de verle con adoración en ese momento.


─ ¡No te sabes cuánto te he extrañado, vida mía! ─ susurró Ariza, pegada a los labios de Bianca, rozando con los suyos en una pequeña y enloquecedora caricia. ─ Ha sido tan larga la condena a la que me sometiste, que una noche no será suficiente para saciarme por completo de ti y esta noche será el principio de muchas más.

Los ojos grises de Bianca, se abrieron desmesuradamente con solo oírla hablar y por más que sus caricias la estuviesen enloqueciendo; y es que así lo reconocía, más no admitiría delante de ella; comprendió que se iba a desatar el mismo infierno sino detenía todo aquello; ya que estaba por llegar su jefa como demás compañeras. Y esta semana iban a estar las cinco y eso era multitud; y qué decir de la hecatombe que provocaría saber que se estaba involucrando sexualmente con la mayor oponente de la empresa Enapina.

Como pudo, se las arregló para liberar una de sus manos e interponerla entre las dos, provocando en el acto, que Ariza, se detuviera.

─ ¿Qué sucede ahora, Anaí? ─ preguntó con algo de impaciencia Ariza sin apartarse mucho de los labios de la joven. ─ ¿Por qué te esfuerzas tanto en detener algo que es tan obvio y necesario entre nosotras? ¿Cuándo reconocerás que lo deseas tanto como yo?

Bianca, ahogó dentro de su garganta, el suspiro de agobio que surgió dentro de su ser interno y movió un poco su cabeza en señal clara de cansancio. Aspirando profundamente, zanjó el tema a la brevedad.

─ Ariza, eres tú la que no entiende las cosas. ─ rebatió Bianca, tratando de enderezarse pero la estanciera no la dejó y sujeto sus manos, apegándolas en la cama. ─ Vienes a mi casa sin pedir permiso como si fuese parte de tus propiedades y más encima, te atreves a quedarte a escondidas como cual vil ladrón, exponiéndote a que Marcela, llegue en cualquier momento y esta vez, sí consigas que te detengan por allanamiento de propiedad privada. Sin contar, que podrían acusarte por acoso y abuso hacia mí persona. ¿No te das cuentas que te estás metiendo en serios problemas al entrar a esta casa?
Ariza, escuchó todo los descargos de la joven y solo una sonrisa ladina se bordó en sus labios y cuyos ojos eran un monumento a la burla en sí, pues aquellas palabras no hicieron mella alguna en su persona, todo lo contrario de causaron gracia y algo que hacía tiempo no experimentaba…Perversión.

Acercó su cuerpo por completo al de Bianca y dejando que éste cubriese por completo a la muchacha y de este modo tomar control y posesión sobre su pareja.

─ ¿Crees tú que me importa lo que puedan hacerme? ─ susurró con ironía Ariza, mientras destrababa por completo la toalla que envolvía a la joven y quitándola para que no entorpeciera con sus planes. ─ Déjame decirte que me tienen sin cuidado y lo único que sí me importa, es reclamar mis derechos de esposa, cosa que nadie ni siquiera tú, me puede privar.

Ariza, no perdió más su tiempo y se dejo de tanta palabrería en cuestión, Y sin preámbulos, acalló de golpe cualquier protesta que pudiera hacer Bianca, besándola ferozmente y profundizado ese beso como nunca antes había sucedido entre las dos. Sus manos comenzaron a escudriñar aquel cuerpo tantas veces añorado y deseado hasta lo indecible, estaban ávidas de rememorar viejas vivencias de antaño.

Esta vez todo iba a ser distinto, no habría más equivocaciones, más engaños o personas que se interpusieran entre las dos. No había marcha atrás y solo un camino a seguir, de cualquier forma la vida es eso…Arriesgarse siempre y hasta el final.

Lo que el tiempo había dejado suspendido en el tiempo y se había dormido en lo más profundo de un corazón se despertó de su letargo y desataría sus emociones reprimidas por tanto años y tanto tiempo.

La temperatura de aquella diminuta habitación comenzó a subir velozmente, entre tantas caricias, deseos y pasión desatada al son de los latidos de dos corazones que a pesar de la separación, aún seguían reconociéndose y estaba por verse, sí aún se amaban como en la otra vida.

No hacían falta las palabras para expresar lo que sus cuerpos necesitaban en ese preciso momento y las caricias fueron subiendo de tono y nivel al punto de que la propia Ariza, llevada por el fuego de la pasión, se despojó de su vestido en un ágil movimiento y dejándose ver por completo tal y como Dios la hecho al mundo. Sin duda, que la estanciera no se andaba con rodeos e iba de lleno por lo que interesaba y más aún, si se trataba de la mujer que tanto amó y que aún en esta vida seguía amando.

Mientras que en aquel cuarto estaba por desatarse una hoguera de amor, pasión y algo más…En ese preciso momento, una llave era introducida por la cerradura de la puerta principal y una sombra asomó en el umbral.

Unos ojos escudriñaron todo el lugar sin moverse siquiera y sus pasos comenzaron avanzar hacia el interior de la vivienda…

─ ¿Bianca, estás aquí? ─ fue la voz de una mujer llamar a medida que se acercaba hacia la habitación de la joven Rangel.

No hubo respuesta a la pregunta, solo unos gemidos es todo lo que se escuchó y en el acto, unos ojos verdes, se abrieron desmesuradamente y su mano instintivamente se poso sobre el pomo de la puerta de la joven ingeniero.


Las puertas del averno estaban por desatar una batalla campal y de proporciones insospechadas. ¿Una batalla sin igual o quizás no? Solo dependería de una sola persona, la protagonista de esta historia…

4 comentarios:

Unknown dijo...

Wow el capitulo estuvo genial. Es verdad que me repele eso de mujeres dominantes pero esto fue sexy xq no fue la tipica protagonista con complejo de hombre que domina toda la historia. Si yo fuera Bianca, mandaria a volar a la estaciera.
puff me pudre que sea tan arrogante xd ahora con el final del capitulo cadi me da algo. Osea Ariza no tiene en su vocabulario la palabra prudencia, terrible esta mujer jajajaja

Espero ver muy pronto otro capitulo de esta historia que de por si se esta poniendo buena.

Te quiero tesoro.

Unknown dijo...

Wow el capitulo estuvo genial. Es verdad que me repele eso de mujeres dominantes pero esto fue sexy xq no fue la tipica protagonista con complejo de hombre que domina toda la historia. Si yo fuera Bianca, mandaria a volar a la estaciera.
puff me pudre que sea tan arrogante xd ahora con el final del capitulo cadi me da algo. Osea Ariza no tiene en su vocabulario la palabra prudencia, terrible esta mujer jajajaja

Espero ver muy pronto otro capitulo de esta historia que de por si se esta poniendo buena.

Te quiero tesoro.

Unknown dijo...

oh mai ga e.e!! esa Ariza esta dispuesta a todo, pero todo!! por Bianca jajaja ya tengo ganas de saber que pasara despues >u< ay me emocione Cx
Espero con ansias tu siguiente entrega <3 Saludos y besos

Sayuri dijo...

Wowwwww estuvo magnifico este capitulo,siempre tiene que haber un mal tercio en todo.te odiooo marcela por interrumpir los que tanto esperaba.en finn arizaaa no te rindasss tarde o temprano ese corderito caera en tua fauces jiji.un beso enorme

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