Recobrando mi identidad
En Aras del pasado, capítulo 44
Inglaterra…
Aeropuerto de Londres…
Ya habían transcurridos casi 40
minutos desde que el Boeing se posará sobre la loza del aeropuerto y la mayoría
de sus pasajeros se encontraba en retirando sus pertenencias y otros ya estaban
en inmigración en caso de los extranjeros.
Una mujer recogía la última de sus
maletas y los sacó con el carrito de equipaje. Luego, declaró ante la policía
de aduana no traer nada peligros que perjudicara a la nación y cuando ya hubo
quedado libre de todo el papeleo. Se fue hasta el sector de estacionamiento del
aeropuerto, en busca de transporte que la llevase directo al centro de la
metrópolis.
Al cruzar las puertas principales, una
pequeña limosina le estaba esperando y el chofer del coche se apresuró en
recibirla y guardar el equipaje de la mujer y luego, le abrió las puertas del
automóvil sin omitir palabra que no fuese el protocolar saludo de rigor.
Cuando el coche con la mujer ya estaba
fuera del área de afluencia. Ésta consultó su reloj de pulsera y lo ajustó a la
hora británica y de ahí, en más se dedico a contemplar los edificios del lugar
y no dejo sentir cierta nostalgia al respecto.
─ Peter,
¿Puedes decirme si mis padres se encuentran en casa o están de viaje? ─
preguntó la joven sin dejar de contemplar el paisaje urbano.
─ Los
señores Renout están en las afueras de Sheffield ─ respondió el chofer.
─ ¡Ya veo! ─
exclamó sin emoción la joven e indagó más ─ ¿Han ido por negocios?
─ Los
señores fueron invitados por uno de sus socios a un descanso en una de sus
fincas ─ aclaró Peter.
─ Comprendo
─ repuso ella ─ Entonces llévame directo a mi apartamento. Necesito solucionar
algunas cosas antes de ir a casa.
─ Como
usted ordene señorita ─ respondió el chofer.
El hombre
reviso por el retrovisor el tráfico que estaba detrás del automóvil y así,
cambiarse de pista para seguir al pie de la letra con las órdenes de su
patrona.
Por su
parte, la joven Renout, sacó de su abrigo el móvil y marcó un determinado
número.
─ ¡Buenos
días, Mildren! ─ saludo la joven ─ ya estoy en el país y estaré unos días
recluida en mi apartamento antes de presentarme ante el resto.
─ ¡Buenos
días, Camille! ─ respondió al saludo la secretaria y prima de la joven ─ ¿Cómo
estuvo tu viaje?
─ ¿Sucede
algo, Mildren? ─ preguntó con recelo Camille.
─ No ─
contestó ésta ─ Solo preguntaba cómo fue el viaje. Eso era todo.
─
Comprendo, querida ─ soltó con burla Camille ─ Si no te conociera hubiese
creído tu pregunta. Así que, por esta vez dejaré pasar tu estupidez porque tú
jamás preguntas por cosas como esa a menos que estés bajo presión. O
Simplemente los años te estén afectando.
─ Eres muy
déspota cuando te lo propones ─ acusó Mildren ─ Me tratas peor que a un
empleado y eso que somos parientes.
─ ¡Por
favor! ─ exclamó con burla Camille ─ Lo último que me faltaba que ahora te
sintieras ofendida con mi comentario. No seas estúpida y deja de lado esas
patrañas, mira que no te sienta, Mildren.
La
secretaria de la Duquesa, ahogó su sentir y sólo vino a confirmarle la clase de
mujer que era Camille Renout. Tragó en seco y guardarse su ego herido y volvió
a su acostumbrada forma de ser.
─
¡Entonces, Camille! ─ instó Mildren ─ ¿Cuál es el siguiente paso a seguir?
─ ¡Así me
da gusto! ─ señaló con sorna Camille ─ Estamos hablando el mismo idioma.
─ ¿Qué
deseas que haga ahora? ─ inquirió Mildren sin más.
─ Necesito
saber ¿Cómo van los trámites que te encargué? ─ preguntó Camille.
─ Está casi
listo ─ respondió la secretaria ─ sólo falta un contrato más y todo estará en
tu poder.
─ ¡Excelente!
─ repuso Camille y luego, añadió ─ ¿Y cómo va lo del buzón de recibimiento?
─ Todo se
le ha hecho llegar a la universidad y fue dejado en su casillero y está a la
espera de qué ella retorne al país ─ informó Mildren.
─ ¿Con que
está fuera de Inglaterra? ─ inquirió una sorprendida Camille. ─ ¡Interesante!
¿Y Anabelle, dónde está?
─ La
Duquesa viajó con ella a su país natal ─ confidenció Mildren ─ Se fueron hace
dos días.
─ ¡Um! ─
exclamó pensativa Camille ─ ¿Cuál era el nombre de país tercer mundista?
─ Ese país
es Chile, prima ─ aclaró Mildren ─ Y está al final de Sudamérica por si no lo
sabías. Es algo que te pasan en la escuela y se llama historia.
─ Deja de
lado las ironías conmigo ─ protestó en el acto Camille ─ No sacas nada con ser
tan sabionda. Además, ese país el que menciona no lo ha conocer nadie. De lo
contrario figuraría como una nación relevante en la bolsa de comercio del
mundo.
─ Tú
siempre te dejas llevar solo por los negocios y el bendito dinero ─ señaló
Mildren con algo de escepticismo ─ Hay naciones que no son grandes potencias
financieras pero que su materia prima las hace valiosas o debo recordarte que
el mayor exportador de cobre al cual recurre Inglaterra es precisamente ese
país.
─
¡Interesante! ─ solo atinó en decir la joven Renout ─ Valdrá la pena investigar
un poco.
─ Yo diría
que es mucho más que investigar, Camille ─ instó Mildren ─ se trata de cultura,
cosa que tú haces mucho hincapié y que además, es la nación en la cual nació tu
rival.
─ Esa pobre
diabla nunca podrá considerarse mi oponente ─ aclaró ésta bastante ofendida ─
No lo llegó a serlo cuando fue Rowine Mcraune, menos lo será en esta ocasión y
te aseguro que esta vez me será más fácil que en el pasado deshacerme de ella.
─ ¡Ten
cuidado! ─ advirtió Mildren ─ en un duelo; no puedes dos veces hacer el mismo ataque
contra tu oponente, pues al igual que tú, quizás ella recuerde todo y eso sería
tu punto débil.
─ ¡JA! ─
exclamó soberbia Camille ─ Eso es imposible. Si tú misma me dejaste claro que
ella; al escuchar las conversaciones de Anabelle; que no tiene la menor idea
quién fue en su anterior vida y solo lo asoció a recuerdos de otra persona.
¿Qué podría hacerme una mujer carente de recuerdos?... ¡Absolutamente nada!...
Es inofensiva, ya verás que de una patada la saco de mi camino.
─ Camille,
no seas tan soberbia ─ señaló Mildren ─ Mira que la balanza puede equilibrarse
en tu contra y ser esa joven, quién te destruya.
─
¡Nunca!... ¿Me oyes? ─ exclamó con ira la joven Renout. ─ No pudo antes conmigo
menos lo hará ahora, esa pobre infeliz.
─ Yo sólo
te digo que no te fíes. ─ convino Mildren ─ Eso es todo.
─ Y yo te
lo repito una vez más ─ persistió Camille ─ Rowine o como quiera que se haga
llamar ahora, jamás podrá conmigo pues le falta carácter para enfrentarse a un
adversario como yo.
─ Si tú lo
dices, ha de ser ─ acabó por asumir Mildren ─ ¿Necesitas algo más?
─ Por el
momento nada más ─ afirmó Camille ─ Yo te avisaré cualquier cosa y ya sabe; concluye con lo que te pedí y cuídate de
Alesia.
─ ¿Por qué
lo dices? ─ se atrevió a preguntar Mildren para indagar que tanto sabía su
prima de la Condesa.
─ Sé porque
te lo digo ─ Reveló Camille ─ Alesia puede aparecer como una mujer muy
distraída y con una apariencia estúpida; más no te confíes de ello, porque la
actual Condesa de Bringston tiene un agudo sentido de la observación y es la
persona más perspicaz de toda Inglaterra. Siempre se destacó en la universidad
por sus acertadas deducciones que fueron elogiadas por casi la mayoría de los
decanos. Ella es una mujer que no tiene un solo pelo de tonta, por lo tanto,
cuídate de ella y toma los resguardos necesarios.
─ Tendré en
cuenta tu consejo ─ dijo Mildren, guardando las apariencias.
─ Perfecto
entonces ─ repuso Camille ─ ahora te dejo para que continúes con tu labor.
─ De
acuerdo ─ respondió Mildren y finalizó la llamada.
« Muy tarde
llegó tu consejo, primita. Si supieras que ella está al tanto de tus andanzas.
Dudo que deseases continuar adelante con este complot» pensamientos de Mildren.
Quién no
tuvo más opción que colaborar con la Condesa o se exponía a pasar el resto de
su vida tras las rejas y tuvo que revelar todo el plan que estaba urdiendo
Camille Renout. Bueno hasta dónde ella sabía, porque sin duda la joven ex
compañera de universidad, nunca revelaba todas sus acciones a una sola persona.
Era demasiado desconfiada en ese aspecto y mantenía en secreto algunas cosas.
En eso y
observando desde un rincón…
─ ¿Quién
era Mildren? ─ preguntó Alesia, interrumpiendo los pensamientos de la
secretaria y cuya postura de brazos cruzados, advertían una actitud defensiva
para con la mujer.
La
susodicha, llegó a saltar tras escuchar la voz de Alesia, pues la pilló una vez
más desprevenida y por si fuera poco, no la dejaba casi ni respirar de la
constante vigilancia que tenía sobre su persona. Mildren, se sentía tan
intimidada por su jefa al punto de ya sentirse paranoica y es que la Condesa de
Bringston era implacable con sus adversarios.
─
Era…Era…Camille ─ tartamudeó Mildren, que no se recobraba del susto aún.
─ ¿Ya está
en el país? ─ preguntó sin rodeos Alesia.
─ Acaba de
llegar ─ señaló Mildren.
─ Así que
la arpía llegó ─ mencionó con desprecio Alesia ─ ¿cuándo quedaron en verse?
─ Aún no ─
explicó Mildren ─ Ella estará una semana en su departamento recluida y después,
se presentará ante los demás.
─ ¡Ya veo! ─
exclamó Alesia, meditando en ese punto. ─ Haz el favor de llamar a Joseph
Mcraune a mi oficina.
─ Cómo
usted ordene, Condesa ─ respondió Mildren.
─ Luego
quiero que busques las copias que Camille hizo mandar a Raniel a la universidad
─ ordenó Alesia ─ y por último, averíguame en que hotel se hospeda Robert.
─ Así se
hará ─ afirmó Mildren ─ ¿Necesita algo más Condesa?
─ Cuando
acabes con todo, quiero que me acompañes al centro. ─ demandó Alesia ─ Iremos a
ver una dirección en particular. ¿Espero
no tengas inconvenientes?
─ Ninguno ─
fue la pronta respuesta de Mildren.
─ Perfecto ─
mencionó Alesia ─ ahora cumple con lo que te pedí.
Sin más que
decir, Alesia, se retiró a su despacho no sin antes echarle un vistazo de reojo
a su personal y continuó su camino.
Al ingresar
a su oficina, buscó en su ordenador a cierta persona y su dirección particular.
Le quedo observando por un buen rato, cuyos ojos azules estaban irradiando
enojo contenido por muchísimo tiempo.
─ Es hora
de saldar cuentas, Bastían Wilson ─ masculló con encono Alesia ─ Vas a lamentar
el chantaje que hiciste a Misha y el haberte entrometido entre
nosotras.
Tomó su
teléfono de escritorio y marcó a un número en particular…
─ ¡Buenos
días, Kat! ─ Saludo Alesia.
─ ¡Buenos
días, Alesia! ─ saludo de igual modo ésta ─ ¡Estás muy madrugadora, querida!
¿Cuál sería la causa?
─ ¿Tienes
listo los informes bancarios de Wilson? ─ preguntó seria Alesia.
─ Ya están
en mi poder ─ mencionó Kat ─ Te sorprendería saber lo endeudado que está. Por
lo visto, no todos sus negocios han funcionado o simplemente es un
despilfarrador consumado.
─ Diría que
la segunda opción ─ acotó seca Alesia ─ Ese hombre es muy dado en aparentar y
no me extrañaría que hubiese gastado más de la cuenta en sus fiestecitas.
─ Eso, ni
mencionarlo ─ concordó Kat ─ sus fiestas son célebres en Londres y de las más
excéntricas que se han visto.
─ ¡Ves! ─
exclamó Alesia ─ Ese idiota nunca aprende.
─ Más ese
no es tu problema, my Darling ─ recordó Kat drásticamente ─ lo único que debe
tener importancia para ti es y será, tu esposa; y no dejar en la impunidad lo
que hizo Bastían.
─ Descuida,
Kat; jamás he pasado por alto ningún incidente en mi vida y no es cuestión de
ser rencorosa o algo por estilo, porque no lo soy. No obstante, tengo como
prioridad frenar en seco cualquier ataque o peligro que vea venir de parte de
personas inescrupulosas ─ refuto sin remordimientos Alesia.
─ Eso lo sé
de sobra. ─ Acotó Kat ─ han sido años compartiendo contigo y Anabelle; para
saber lo expuestos que están a personas oportunistas, que aspiran de una forma
u otra a sacar ventaja de sus títulos y obtener algo para sí.
─ Gracias a
Dios; nosotras tenemos la dicha de ser hijas de dos mujeres extraordinarias que
nos supieron dar valores y una formación distinta que el resto de la nobleza ─
repuso Alesia ─ Ser descendiente de los Calguiere marca la diferencia y eso nos
hace únicos.
─ Así es
amiga ─ concordó Kat ─ Y es que Mariana como Anette, tienen una visión muy
distinta de la vida y para ellas la familia está por sobre todas las cosas. Han
sustentado su familia con amor y confianza plena; cosa que no todos se precian
de hacer.
─ Por
eso…Soy lo más extraordinario que hay en este mundo ─ señaló Alesia con su
habitual humor de siempre.
─ ¡Pero qué
ego el tuyo! ─ exclamó espantada Kat ─ Unas clases de humildad no te vendrían
mal de vez en cuando.
─ Jajaja ─ estalló
en risas Alesia, al escuchar la reacción de su amiga y el hacerla rabiar, era
lo que más disfrutaba desde el college ─ Es que tantos años compartiendo junto a ti, terminó
afectándome, ¿Si no me equivoco ese era tu objetivo?
─ ¡Ay,
Alesia! ─ reprochó Kat ─ ¿Cuándo te comportarás como una adulta? Nunca puedo
hablar seriamente contigo sin que salgas con una burrada.
─ Kat, ya
no te enojes sólo deseaba recordar viejos tiempo nada más. Un poco de humor
baja las tensiones, ¿no te parece? ─ mencionó Alesia.
─ Pero hay
momentos y momentos, Condesa de Bringston ─ recalcó algo contrariada Kat.
─ ¡Ups! ─
exclamó Alesia ─ Ya me sacó el título y eso es sinónimo de que me matarás en
este preciso momento.
─ Pues
debería ─ reprendió Kat ─ ¡Pedazo de idiota! Estás frente a cosas graves y que
requieren que estés con todos tus sentidos bien puestos porque lo que se viene
es muy delicado y es que desenmascarar a Camille, no será nada fácil y esa
bruja es capaz de convencer hasta el mismo pontífice de que es inocente.
Alesia, al escuchar los argumentos
esgrimidos por su amiga y colega, sólo consiguieron dejarla más seria de lo
normal y es que sabía de sobra que su ex compañera era una maestra en el engaño
y la mentira. Era una adversaria bien peligrosa y capaz de encubrir muy bien
sus pisadas sin dejar rastro alguno de sus actos.
Una prueba palpable de ello, fue el
tiempo que le tomó a su tía Anette, descubrir que la dichosa joven era ni más
ni menos que la amante del que iba ser su futuro yerno. Fueron cuatro años de
una larga investigación que demandó dinero y tiempo para encontrar las pruebas
necesarias que la inculpaban así como también estar encubriendo a Robert, en la
estafa que causó en la sociedad con su tío y otros dos socios más.
Camille Renout, nunca daba un paso sin
tener todo previamente calculado con anterioridad y si las deducciones de
Alesia, estaban al cien por ciento basadas en las evidencias que la vinculaban
con su ante pasado. No cabía duda que sería un hueso duro de roer y de sacar
del camino. Pues Vivian Bringston en su
época obtuvo todo lo que ambicionó; a excepción de lo más anhelado en su vida…
La Duquesa de Calguiere XVII.
Suspiró tan pesadamente y es que
razones no faltaban para estar preocupados. Y es que ninguno podía dar por
sentado hasta dónde sería capaz de llegar esta vez.
─ Descuida
Kat ─ convino Alesia ─ estoy muy consciente de lo que se nos viene encima y por
eso es que mande a buscar a Big Jo y así ganar tiempo antes de que Raniel,
regrese al país.
─ Entonces
me reuniré con ustedes enseguida ─ repuso ésta.
─ Me parece
perfecto ─ respondió Alesia ─ Joseph está por llegar dentro de unos quince
minutos más.
─ Tiempo
suficiente para llegar a la empresa ─ señaló Kat.
─ Te espero
entonces ─ acordó Alesia y cortó la llamada.
La joven Brigston, buscó una carpeta
con ciertos archivos y salió de su despacho con rumbo a la sala de juntas para
preparar todo con el socio de las empresas Calguiere y descendiente directo de
Rowine Mcraune, quién estaba a la espera de conocer personalmente a la
reencarnación de su desaparecida tía y eso sería más pronto de lo que todos
suponían, pues estaba por suceder un hecho que iba a cambiar muchas cosas en la
vida de las protagonistas como en sus respectivas familias.
Mientras todo esto se desarrollaba en
Inglaterra y muy lejos de tierras anglosajonas. En el rincón más apartado de un
continente…
Había comenzado otro día en la vida
cotidiana de los Magallánicos y nuevamente el frío y el viento hicieron
presente su hegemonía y así sentir un poco de su cariño y ya avanzado en buen
trecho de la jornada.
En casa de la familia Larson…
─ ¡Cielos
pero que frío hace en este lugar! ─ exclamó Francis castañeando sus dientes al
entrar al hogar de su cuñada. ─ Y yo que pensaba que el invierno Inglés era el
más gélido de todos.
─ Toda la
razón, hermanita ─ concordó Anabelle, quitándose su chaqueta y dejarla sobre
una percha ─ y qué diferente cuando entras al hogar. Todo está cálido gracias
al sistema de calefacción que tienen.
─ Si no
fuese por eso. Creo que hubiese muerto por hipotermia ─ mencionó una
consternada Francis.
Justo en
ese momento fueron recibidas por Raniel y Sara, que las abrazaron y hacerlas
entrar en calor y a la vez, compensarlas por pasar otra noche; separadas a
causa del padre de ésta última que no consintió que ninguna de las dos chicas
estuviese con sus parejas hasta celebrar el compromiso.
Aquello
vino a echar por tierra los planes que tenían Francis y Sara de casarse una vez
que concluyesen sus estudios y esto había sido acordado de mutuo acuerdo entre
Pietro Taffra y Anette Calguiere.
─ Nuestro
clima es considerado único en el mundo ─ señaló Sara, que alcanzó a oír la
conversación entre ambas hermanas. ─ ¡Buenos días, cielo!
─ Tesoro,
tu tierra es bella pero muy extrema ─ repuso Francis.
─
¡Bienvenida amor! ─ saludo Raniel, depositando un beso en los labios de la
Duquesa─ ¿Cómo amaneciste mi vida?
─ ¡Buenos
días, princesa! ─ saludo cariñosamente Anabelle ─ Amanecí bien, pero te extraño
mucho mi vida y es injusto que debamos estar separadas.
─ Lo sé
amor ─ convino Raniel ─ Mi tío no cederá en su postura hasta que las chicas
acepten sus términos y sólo ahí, nos dejará a todas estar juntas.
─ ¡No es
justo! ─ protestó la Duquesa ─ nosotras ya estamos comprometidas y a un paso de
casarnos.
─ Te
aseguro que a tío Pietro nada de este mundo le convencerá ─ mencionó entre
suspiros Raniel y viendo a su mejor amiga y cuñada, agregó. ─ Lamento decirlo
chicas, pero no veo más alternativas posibles y tendrán que replantearse las
cosas.
─ ¡Uf! ─
exclamó con desgano Francis ─ desde que lo vi, supe que no me iba a poner las
cosas fáciles y es que tu padre, tesoro. Es un egoísta y no desea que le quiten
a su princesa.
─ ¡Cielo! ─
murmuró avergonzada Sara ─ por favor, no digas eso. Es sólo que mi padre se
preocupa mucho.
─ Jajaja ─
estalló en risas Raniel ─ más bien diría que es un padre sumamente celoso.
─ ¡Oye tú! ─
rabió Sara y le golpeó su ante brazo ─ Monstruito perverso. Papá es algo
chapado a la antigua.
─ ¡Aha! ─
contravino Raniel ─ lo que tú digas, bebé.
─ ¡No
empieces, Raniel Larson! ─ amenazó Sara con pica ─ mira que estás con Anabelle
y por respeto a ella, no te doy lo que te mereces.
En eso…
─ ¿Sucede
algo, chicas? ─ preguntó Pietro Taffra.
─ Nada papá
─ respondió apurada Sara ─ sólo estábamos hablando cosas de mujeres. Eso es
todo.
─ ¡Hablando
de Roma! ─ murmuro entre dientes Francis con una sonrisa gélida en el rostro y
es que el padre de su novia, la tenía hasta la coronilla con sus demandas.
─ Comprendo
─ señaló Pietro ─ entonces pasen a la sala en vez de estar en el recibidor.
─ Enseguida
padre ─ contestó Sara y jaló a su novia para que no fuera a decir nada
inapropiado porque alcanzó a escuchar su murmullo y lo tensa que se puso al
verlo.
Al momento
en que Francis, cruzó miradas con el progenitor de su novia, el aire se cortó
entre ellos como hilo filoso y ambos se vieron sin decir una sola palabra y es
que la tensión se podía percibir a metros. Todo esto pasaba porque ambos
estaban defendiendo su postura firmemente y no cederían con tanta facilidad.
Aunque había algo que la joven Calguiere desconocía del todo.
Sin duda
que los acuerdos que realizan los padres al igual que solían hacerse en el
pasado, en lo referente a un arreglo matrimonial en la pareja. Buscaban el
bienestar para ambas partes y por lo general, se omitían las opiniones de los
involucrados, dado a que la experiencia
de los años; les otorgaban ese derecho para decidir por sus descendientes lo
mejor para su futuro. No obstante, los tiempos han cambiado y hoy, los jóvenes
pelean por ser escuchados y tomados en cuenta y ser respetados como tal.
Francis,
desconocía la voluntad de su madre como la del padre de su novia y estaba por
llevarse una mayúscula sorpresa dentro de muy poco. Le gustase o no, debería
acatar las órdenes de ambos progenitores ya que se trataba de su futuro y el de
su pareja y es bien sabido que en el seno de la familia Calguiere hay
obligaciones que cumplir y nada del mundo libraría a la menor de esa familia de
tales responsabilidades.
Las chicas
fueron recibidas por los demás miembros de la familia Larson e invitadas a
desayunar como es costumbre en aquellas tierras australes del confín del mundo.
─ ¿Han
tenido un buen descanso muchachas? ─ preguntó Emanuel al momento de sentarse a
la mesa.
Al momento
de la pregunta, ambas hermanas se quedaron viendo por unos segundos y se podía
percibir un leve destello de molestia en ambas y es que aquella consulta,
provocó sentimientos encontrados en ellas y fue, Anabelle, la que decidió
contestar.
─ En cierto
modo, hemos tratado de acostumbrarnos a los horarios de este país y no es fácil
ya que son pocos días los que llevábamos acá ─ respondió Anabelle, siendo lo
más educada posible como buen inglés ─ Agradezco en nombre de mi familia, su
hospitalidad para con nosotras.
─ Anabelle.
Quiero recordarle que ya eres parte de nuestra familia al comprometerse con mi
hija y como tal, es mi deber velar por su bienestar ─ rebatió el señor Larson ─
y mi esposa, hijos como quién les habla, estamos a su disposición para todo lo
que necesiten. No duden en decirnos lo que necesiten como su sentir en lo que
está sucediendo.
─ Emanuel,
quisiera disculparme con usted por el comportamiento de mis hijas y es que
estas jovencitas olvidan que el separarse de sus novias por unos momentos; no
es sinónimo de muerte o que la vida se les acaba ─ intervino sabiamente Anette,
dando sutilmente una mirada reprobatoria a sus descendientes y retornando su
atención en el anfitrión ─ De mi parte, te puedo asegurar que he dormido
plácidamente como hace muchos años no lo hacía y disfruto mucho de tan acogedor
hogar, tus hijos son unos verdaderos caballeros y se han desvividos en sus
atenciones. Se nota mucho las raíces inglesas en esta familia.
Al
finalizar de exponer sus impresiones Anette. Anabelle como Francis al escuchar
a su madre, bajaron la vista avergonzadas de su conducta, ya que se habían
comportado como niñas caprichosas y no como adultas al ser separadas de sus
respectivas parejas.
─ Es muy
comprensible su comportamiento, mi querida Anette ─ señaló éste, apoyando de
cierto modo el sentir de las chicas ─ ¿Quién no ha sido impetuoso en su
juventud en asuntos del corazón?
─ Tienes
toda la razón. ─ concordó ella, sonriendo complacida ─ la juventud es una etapa
bella y especial en nuestras vidas.
─ Dejemos
de lado un poco la plática y sírvanse el desayuno, por favor ─ instó
gentilmente Emanuel.
Todos,
procedieron a desayunar gustosamente, pues todo lo que estaba en la mesa se
veía delicioso, ya que habían muchos pastelillos ingleses como italianos.
Además, de mucha fruta y otras exquisiteces.
─ ¡Esta
delicioso! ─ exclamó Anette, encantada del tipo de desayuno que estaba servido.
Mientras la mayoría disfrutaban del
desayuno. En unos ojos verdes, resplandecían un cierto brillo y es que lo
último desprendido de las palabras de la matriarca de la familia Calguiere,
provocaron un sentimiento especial en su corazón y la familia, desconocía lo
sucedido el día anterior en el cementerio de la ciudad y es guardó celosamente
lo vivido en el panteón familiar.
─ Anette ─
demandó la joven Larson.
─ Dime
querida ─ respondió ésta.
─ ¿A qué te
refieres con las raíces de mi familia? ─ preguntó sin rodeos Raniel, clavando
su mirada en el rostro de la mujer.
─ ¡Em! ─
tocio un poco Anette, ocultando el hecho de casi se ahoga con la pregunta y en
forma muy, prudente respondió ─ A que tus hermanos son muy educados y la
formación familiar se nota mucho, tanto como la de un Inglés.
─ Pero has
hablado de raíces, Anette y no de educación ─ contravino Raniel, sin dejarle de
ver y agudizando aún más su mirada al punto de poner nerviosa a la madre de su
novia.
─ Mi
querida niña, es bien sabido que el origen de tu padre es Inglés ─ reafirmó
Anette, que al momento de ver fijamente esos ojos esmeralda, pudo apreciar ese
destello, que la sorprendió muchísimo ─ Por lo tanto, no hay nada malo que me
refiera a la educación inglesa que ustedes tienen o ¿hay algo más que desees
saber?
─ Solo
preguntaba por la raíces a las que hicieras mención ─ respondió tajantemente la
muchacha y de forma evasiva a la vez. ─ me dio la sensación de que hablabas del
tema con mucha seguridad y pensé que podrías decirme algo que tal vez, yo no
sepa.
No solo fue
Anette, la sorprendida ante el comentario de Raniel, sino que todos los
presentes, le quedaron viendo anonadados por las palabras de la joven como el
tono empleado. Y es como si de un momento a otro, no fuese ella y se podía
apreciar el enojo en el timbre de su voz.
─ Raniel ─
reprendió Emanuel a su hija ─ Esa no es la forma adecuada de comportarse de una
señorita. Y te exijo que te disculpe con Anette.
─ ¡Lo
siento padre! ─ expresó Raniel, que escondió su sentir en el acto y es que
comprendió que no era la forma de buscar respuestas ─ Por favor, Anette, ruego
me disculpes por mi comportamiento. No he querido incomodarte, solo fue
curiosidad nada más.
─ Descuida,
Raniel ─ mencionó de inmediato Anette, que tuvo la certeza de que su futura
nuera, iba a buscar las respuestas de su pasado y que era su obligación
ayudarle en todo, pues era una deuda familiar para con ella. ─ Si gustas
podemos platicar al respecto después de desayunar ¿Si tú quieres?
─ Lo tendré
en cuenta Anette ─ respondió Raniel y esbozo una sonrisa algo tímida ─ y
nuevamente te pido disculpas.
─
Tranquila, mi niña ─ mencionó Anette ─ ya está en el pasado.
Aunque
todos volvieron a disfrutar de los alimentos y buscaron la forma de olvidarse
del incidente. Se notaba que les preocupaba aquellos descargos hechos por la
muchacha que estaban cargados de cierta ironía, como si tratase de hacerles ver
que le estaban mintiendo y que ella se daba cuenta.
Anabelle,
sintió más extraña que nunca a su pareja y a pesar de estar en el lado
contrario de lo que su novia estaba, observaba el disgusto en sus ojos verdes y
eso le preocupaba bastante. De hace ya unos días que estaba comportándose de
manera extraña por momentos y no le permitía saber qué le estaba sucediendo.
Incluso ayer salió muy temprano y no le quiso decir en el lugar que estuvo,
respondiendo con evasivas cada vez que le tocaba el tema. Aún así, podía palpar
que no estaba bien y que en su mirada había un cierto dejo decepción y mal
estar. Buscaría la forma de aclarar la situación lo antes posible o de lo
contrario podrían presentarse serios problemas a futuro y es que Raniel, no
estaba siendo ella misma, era como si por momentos fuese otra persona con un
elevado sentimiento antagonista y rencor en sus ojos. Como si hubiese sido
herida en lo más profundo de su corazón y por ello, su sarcasmo.
La Duquesa
de Calguiere, iba a llegar hasta las últimas consecuencias para saber de una
vez por todas qué le estaba sucediendo a la mujer que amaba y dar con el motivo
de esa tristeza como rencor que percibía por momentos. Su intuición le decía
que posiblemente estuviese recordando cosas del pasado que la lastimaban y por
ello, de su comportamiento, pero no conseguiría remediar las cosas de eso modo,
si la hacía a un lado y no la hacía participe de sus sufrimientos y juntas
enfrentar esos obstáculos.
Anabelle,
no era la única que estaba inquieta del comportamiento de Raniel, sino que
Sara, tampoco era ajena a la conducta de su amiga de infancia. La conocía de
sobra y sabía que algo estaba más que mal en ella. Y como estaba a su lado,
decidió salir de dudas enseguida.
─ ¿Qué
sucede contigo? ─ preguntó Sara muy bajito para no ser oída por los demás.
Raniel,
llevándose la taza a los labios para disimular, respondió de la siguiente
forma…
─ Estoy
harta de las mentiras ─ reprochó seca Raniel, sin dejar de ver a su padre como
los demás miembros de su familia.
─ ¿A qué
refieres con eso monstruito? ─ volvió a indagar Sara, emulando el gesto de su
amiga.
─ Sara ─
susurró seria Raniel, volteando a ver a su amiga y ofrecerle pastelillos a la
vez para encubrir la conversación ─ a que yo soy…
La joven
Larson, cortó justo la conversación cuando su madre, puso atención a la
conversación de las chicas.
─ A ti te
gustan más estos budines más que a mí ─ mencionó Raniel, desviando la atención
de su progenitora ─ Así que no porque esté tu bella noviecita presente, te
hagas la remilgosa.
─ ¡Gracias
por el detalle, monstruito! ─ acotó risueña, Sara, confabulándose como siempre
con su amiga fiel en sus fechorías ─ a ti nunca podré engañarte.
─ ¡Por
supuesto que no! ─ respondió con total desenfado Raniel y guiñó su ojo a su
amiga, compañera y confidente ─ Soy la única personita que te comprende mejor y
sin mí, no harías nada.
─ ¡Oye tú,
Monstruito! ─ reprochó Sara, muerta de la risa ─ Una dosis de humildad te haría
más que bien en este momento.
─ ¿Tú
crees? ─ preguntó Raniel, en forma traviesa.
Ambas
muchachas estallaron en risas, lo que causó que los demás miembros les viesen
en forma más tranquila y así, se olvidaron gradualmente de lo sucedido. En
especial Fabiola, que retomó su plática con Helemiah.
Después de
unos minutos en que todos estaban abstraídos en las conversaciones. Sara, se
acercó al oído de su amiga y le susurró…
─ ¿Tú eres
quién? ─ preguntó Sara en un hilo de voz y al formular la pregunta iba a
retornar a su lugar cuando, la detuvo firmemente una mano que le impidió
alejarse.
─ Soy
Rowine ─ respondió velozmente la joven y en el acto el brillo en sus ojos se
hizo presente cargado de una fuerza indescriptible, pues era tal la intensidad
de su mirada que intimidaba muchísimo. Y tal como la sujeto del brazo, dejo ir
a su amiga para que retornase a su ubicación.
La joven
Taffra, quedo de piedra al escuchar decir aquel nombre y llevo su mano
temblorosa a sus labios y es que la confesión, la conmocionó tanto que quedo
prácticamente muda por unos largos minutos y sólo cuando su padre, le llamó
retiradamente, despertó de su desconcierto.
─ ¿Qué
sucede contigo, bambina mía? ─ inquirió Pietro ─ Acaso el amor te tiene tan
sumida en las nubes que no prestas atención a nada más.
─
¡Perdóname padre! ─ Se disculpó Sara ─ estaba algo distraída y nostálgica del
hogar.
─ ¿Tanto
extrañabas tu hogar hija mía? ─ preguntó Pietro y clavó su mirada en la joven
Calguiere como desafiándola inconscientemente como si de un rival se tratase.
─ Sí,
padre. ─ mintió de cierta forma Sara para no delatar a su amiga de su
revelación.
─ ¿Y
entonces? ─ inquirió éste ─ ¿Por qué te vas a un país extranjero tan lejos de
tu familia?
La pregunta
del progenitor de la joven Taffra, consiguió su objetivo de poner entre la
espada y la pared a la joven pareja. Y es que Francis, sintió un escalofrío al
escuchar como su novia le daba la razón a su padre y sus ojos azules se
posesionaron de lleno en la persona de su pareja y la obligó a reaccionar y
sopesar sus palabras o su respuesta porque de ello, dependía su futuro.
Sara, tragó
saliva al darse cuenta que se había metido en un lío por no estar atenta al
escenario que la llevo su padre y podía sentir como la quemaban los ojos de su
novia como también la mirada expectante de la madre de ésta.
Con un
suspiro muy profundo, se armó de valor y de fuerzas mentales para defender su
amor y a su pareja de la inquisición que le estaba sometiendo su padre. Debía
enfrentar los hechos, de lo contrario no conseguiría el respeto como el
respaldo de su familia y la considerarían una inmadura para una responsabilidad
tan grande como era el matrimonio y la familia.
─ Padre ─
comenzó los descargos Sara y viendo fijamente a su novia, prosiguió ─ Es lógico
que extrañe a mi familia porque es la primera vez que estoy tan lejos de casa y
tan sorpresivamente. Mi deber y lugar es estar al lado de la mujer que amo y es
Francis, la mujer perfecta e indicada para mí y lo supe desde el primer momento
en que la vi. Es con ella, con quién deseo formar una familia y es la razón
principal por la decidimos viajar y pedir su bendición para nuestra unión en un
futuro cercano. Padre, no tengo duda alguna de que Francis, es la mujer
correcta y el complemento perfecto en mi vida y mi corazón está cien por ciento
seguro de los sentimientos que por ella profeso y es el motivo por el cual me
alejo de mi hogar paterno para formar mi propio hogar al lado de la mujer que
amo y con la cual quiero formar una familia.
Aquel fue
un discurso como la más sincera declaración de amor de una joven muchacha ante
sus padres, familia y amigos. Y la reacción no se hizo esperar, ya que en el
acto y movida como resorte, Francis Calguiere, ya estaba estrechando en sus
brazos a su novia y demostrando sus emociones algo muy peculiar proviniendo de
los protocolares ingleses.
─ ¡Tesoro
mío! ─ susurró extasiada Francis, llenando de besos el rostro de su pareja ─ me
has hecho la mujer más feliz de esta tierra.
─ Francis ─
murmuró con dificultad Sara, que la emoción la embargaba hasta lo infinito.
Sin duda,
que no solo era Francis, la que estaba emocionada con la confesión y
declaración de amor de la joven Taffra sino que todos en la sala, estaban
complacidos de lo sucedido como de la reacción propia de la joven Calguiere.
─ Esto es
suficiente prueba del amor que ellas se profesan ─ exclamó Anette, complacida
del comportamiento de las chicas.
─ Te concedo
la razón, querida Anette ─ convino Pietro muy orgulloso ─ Ha sido la
declaración perfecta de compromiso que hubiese esperado y ahora, es el momento
de fijar la fecha del matrimonio cuánto antes.
─ ¡¿Qué?! ─
fue la exclamación simultánea y espontánea de parte de ambas jóvenes que se
soltaron del abrazo y quedaron viendo a ambos padres de forma estupefacta e
incrédula.
─ Jajaja ─
fue la risa generalizada de parte de todos los presentes que disfrutaron de ver
el rostro de ambas chicas con tremendo signo de interrogación presente en
ellas.
─
¡Felicidades hermanita! ─ bromeó Anabelle ─ acaban de sellar su compromiso de la
mejor forma y magistralmente.
─ ¿Pero de
qué hablas, Anabelle? ─ preguntó confundida Francis ─ ¿Cuál compromiso?
─ El que
acabas de sellar junto a tu novia ─ espetó risueña Raniel, que se olvido por
completo de su situación ─ Cuñada ni yo lo hubiese hecho mejor.
─ ¿Qué
insinúas monstruito? ─ inquirió más confundida Sara.
─ ¡Ay
bebita! ─ se mofó Raniel de lo lindo ─ tan lista para algunas cosas y tan
ingenua para otras cosas.
─ Aclara
tus dichos, Raniel Larson o tu juro que te hago padecer hasta el infinito ─
demandó picada Sara, que la retuvo del brazo para impedir que se alejara y la
dejara con la duda.
─
¡Sarita!... ¡Sarita! ─ se burló olímpicamente Raniel y soltándose del agarre se
fue hasta la esquina del mostrador y le mostró un aparato que ahí se encontraba
─ ¿Sabes qué es esto?
Tanto Sara
como Francis, palidecieron al percatarse de qué se trataba.
─ Es… una… ─
balbuceó Sara y llevándose su mano a la boca ─ ¡Oh por Dios!...Estamos en video
conferencia.
─ ¡Bingo! ─
apuntó Raniel y con saña, indicó ─ Saluda Sarita con una linda sonrisa al resto
de la familia Calguiere que te está viendo.
El color
escarlata cubrió las mejillas de Sara hasta la misma médula.
─ ¡Madre! ─
exclamó Francis, pidiendo una explicación al respecto.
─ Lo siento
hija mía ─ expuso Anette de lo más divertida y levantándose de su lugar fue
hasta donde se encontraba su retoño ─ ustedes dos no nos han dejado más alternativa
a Pietro y a mí, que ponerles en esta situación dado a que son tan libres en su
forma de pensar e iban a esperar un siglo si se decidían en pedir formalmente
la mano la una de la otra y por lo tanto, tuvimos que hacerlo a su manera y
hacerlo a su modo; en forma espontanea y natural como a ustedes les gusta.
Ahora, saluda a tu padre, hermanos y primos.
─
¡Felicidades! ─ fue la exclamación desde el otro lado del continente y cuyos
rostros estaban más que sonrientes de ser participes en la distancia del
compromiso de Francis y Sara.
─ ¡Mam! ─
reprochó Francis, como cuando era pequeña y profundamente avergonzada al tener
que saludar con la mano al resto de su familia, que no dejaban de verle
divertidos ─ Esto es muy vergonzoso.
─ Nada de
quejas, Francis Anziel Calguiere Yerboew ─ reprendió su madre y le paso el
cofre con las alhajas a su hija ─ debes asumir tu compromiso ante la familia y
te recuerdo jovencita, las obligaciones que ello conlleva y tienes un plazo de
cinco meses con Sara, para que fijen la fecha de su unión y se ha de celebrar
en el castillo a su regreso junto a la familia Taffra. O ¿Deseas qué seamos
nosotros quiénes pongamos la fecha?
─ Claro que
no, madre ─ respondió en el acto Francis,
y tomando del brazo a su pareja; conduciéndola en el centro de la sala y
en la mejor ubicación frente a todos los presentes e hizo señas con la cabeza a
su madre de estar lista.
─ Francis,
dime ¿porqué me has traído aquí? ─ preguntó una inquieta y aturdida Sara, que
no lograba descifrar los hechos ─ ¿Qué vamos hacer?
─
Tranquila, tesoro mío ─ murmuró dulcemente Francis y depositando un delicado
beso sobre su mano, le explicó a leves rasgos lo que iba a suceder a
continuación. ─ Llegó la hora de formalizar nuestra relación ante nuestros
padres y toda la familia.
─ Pero…
Pero ─ balbuceó atónita Sara de que se llevará a cabo la ceremonia en ese
preciso momento ─ Tu familia no está presente y no hemos hablado con mis padres
de lo que deseamos.
─ Mi
hermosa Sara ─ exclamó con infinita paciencia Francis, acariciando su mejilla
con sus dedos para serenarla ─ Están todos los involucrados y la familia en
pleno se encuentra reunida en esta sala y lo que vamos hacer aquí es la primera
de las etapas que nos permitirá desposarnos como las leyes de mi familia nos
obligan.
─ Francis… ─
murmuró con dificultad Sara, llevando una de su mano al corazón ─ ¿Estás
segura? Tú deseabas esperar un tiempo.
─ Estoy muy
segura de lo que voy hacer ─ respondió con total convicción ésta y unió su mano
a la de su novia y volteó a ver a su madre ─ ¡Ya estamos listas, madre!
─ Perfecto ─
mencionó Anette, indicando a los padres de Sara que se ubicaran a un costado de
la pareja ─ Raniel y Alexandra, serán sus testigos.
Raniel, se
acomodó al costado de su mejor amiga y le brindó una gran sonrisa dando su
apoyo, por su parte Alexandra estaba expectante al otro extremo, siendo la
testigo de su prima.
─
Comencemos de una vez muchachas ─ instó Anette.
─ Sara ─
comenzó Francis por decir y tomando la mano derecha de la joven Taffra ─ frente
a tus padres y familia, pido formalmente tu mano para comprometernos en
matrimonio y con este anillo, selló mi promesa de amor y lealtad ante ti y
ruego me aceptes como tu prometida y futura esposa.
Al
finalizar sus votos, la joven Calguiere procedió en colocar el anillo familiar
de oro blanco e incrustaciones de turmalina en la mano de su flamante novia,
junto al que ella ya le había obsequiado hace un mes.
Fue el
turno para la joven Taffra y recibiendo la sortija de parte de su mejor amiga,
procedió a solicitar la mano de su novia ante los padres de ésta y su propia
familia.
─ Francis,
acepto feliz en ser tu prometida y ante tus padres y familia, solicito tu mano
para comprometernos en matrimonio y
sello mi promesa de amor y fidelidad ante ti por medio de este anillo ─ recitó
su promesa Sara.
Al igual
que lo hiciera su pareja, colocó la sortija en la mano derecha de la que ahora
es su prometida según las leyes que dictan la familia Calguiere.
Anette,
extrajo de un pequeño baúl, un copón con agua bendita, reliquia familiar.
Además del libro de ceremonias. Entregó el copón a Raniel y tomó las manos de
ambas jóvenes y las unió, para luego, posar la mano de Pietro Taffra y la suya
sobre la de las muchachas e hizo los votos de compromiso al ser abierto el
libro ceremonial.
─ Según las
leyes que rigen a todo miembro de la familia Calguiere, pasado, presente y
futuro. Procedemos a bendecir esta unión entre mi hija Francis y Sara por medio
de estas sortijas y aceptamos su voluntad de desposarse según nuestras reglas. ─
Recitó Anette Calguiere y el agua se derramó entre las manos de las chicas y
sus sortijas ─ Con esto queda sellado este pacto de amor y ustedes quedan
unidas en compromiso ante nosotros.
─ Ahora
joven Francis, ya eres un miembro oficial en nuestra familia. ─ mencionó Pietro
Taffra y acogió en un cálido abrazo a la muchacha y muy cerca de su oído,
añadió ─ Cuida de mi hija y procura hacerla feliz si no me tendrás detrás de
ti.
─ Descuide
señor Taffra, dedicaré cada momento de vida en velar que Sara, sea feliz y
entregaré todo para que ello se concrete cada día ─ expresó con firmeza
Francis, sonriendo dentro de lo que se podía ya que ese hombre la intimidaba
aún.
Por su
parte Anette Calguiere a nombre de toda la familia, acogía a la joven como
nuevo miembro de su familia y al igual que Raniel, la muchacha contaba con su
apoyo y se había ganado con su sencillez un lugar en su corazón como todo su
respeto. Además, estaba el hecho que al momento de conocerla, tuvo la impresión
o sexto sentido de que aquella jovencita podría relacionarse con alguno de sus
hijos, aunque jamás imaginó que fuese la menor. No obstante, estaba feliz por
el amor que ambas muchachas se profesaban y sabía que Francis, estaría en muy
buenas manos. Una tranquilidad para todo padre.
─ Sara, tendrás
todo nuestro respaldo de ahora en adelante y te prepararé para que una vez
terminado tus estudios, asumas junto a Francis, el rol que deben tener frente a
los negocios de la familia y lo que le corresponde por derecho y herencia ─ mencionó
Anette, develando una obligación de cada hijo de esa familia ─ Estoy muy
consciente de que deseas ejercer tu profesión, más haremos que la complementes
con los deberes como miembros de la familia Calguiere. Estoy más que segura que
serás de gran apoyo y un pilar fundamental para mi hija, mientras ella termina
sus estudios.
La joven
Taffra, quedo conmocionada ante la noticia, dado que no se esperaba un hecho
como aquel y menos en sus planes a futuro. Fue ahí, que comprendió que no
bastaba con ser la prometida y futura esposa de Francis y ser como una sencilla
pareja de novias; sino que demandaba una serie de responsabilidades y es que no
era para menos ya que su novia no era cualquier joven sino que era nada menos
que la hija de una Duquesa y eso era sinónimo de una serie de obligaciones y
estar en centro de todas las miradas por ser una familia perteneciente a la
nobleza Inglesa.
─ Anette,
no te mentiré con respecto a lo que acabas de mencionar ─ manifestó con
honestidad Sara ─ es algo que no me esperaba y no estaba en mis planes. Mas
comprendo la seriedad del asunto y aunque me da algo de pavor, puedes contar
conmigo para ello, porque mi deber como futura esposa de Francis es apoyarla en
todos los aspectos.
─ No sabes
cómo me complace oírte y más aún aprecio tu sinceridad ─ expresó gratamente
Anette ─ Tal como lo mencioné, iré preparándote de a poco junto a Anabelle para
cuando llegue el momento asumas junto a mi hija; sus derechos como
responsabilidades.
─ Siendo
así, será un honor colaborar con todos ustedes ─ expuso Sara.
Mientras
Sara, mantenía su pequeña plática con su futura suegra. Francis, recibía las
felicitaciones de la familia Taffra en pleno y de los miembros del clan Larson.
─ Por lo
visto, otro miembro de los Calguiere, se lleva a una hermosa magallánica a su
país ─ señaló Piero, hermano mayor de Sara ─ Yo sabía que tarde o temprano al
irse una de las chicas, arrastraría a la otra, dado a que son inseparables y
encontraron el amor en la misma familia.
─ Está
comprobado que son como siamesas, harán todo juntas ─ mencionó Enrico, otro
hermano de Sara ─ Solo les falta que se casen el mismo día y lo habré visto todo en esta vida.
─ Jajaja ─
fueron las carcajadas generalizadas entre los chicos Larson y Taffra.
Todos reían
salvo Francis, quién quedo pensando con respecto a lo último y su hermana, la
sacó de sus cavilaciones…
─ ¿Qué
estás pensando, hermanita? ─ preguntó Anabelle.
─ En la
fecha de la boda ─ respondió Francis ─ Nuestra madre, no nos permitirá casarnos
en dos años más como teníamos planeado con Sara. Así que; deberemos
replantearnos las cosas lo antes posible y cumplir con mi deber como hija de la
Duquesa Anette Calguiere.
─ Te
advertí que nuestra madre no lo consentiría ─ convino Anabelle ─ En ese aspecto
no somos una familia común y tenemos normas por las cual regirnos nos guste o
no, Francis.
─ Lo sé muy
bien ─ concordó ésta ─ es por la misma razón por lo que nunca antes quise
presentar a ninguno de mis pretendientes a la familia. No me sentía preparada
para asumir tal responsabilidad y sólo quería dedicarme a mis estudios, pues
siempre pensé que tendría tiempo para buscar a la persona correcta y hacer mis
votos ante la familia.
─ ¿Y ahora?
─ indagó con suspicacia Anabelle. ─ ¿Sigues pensando igual?
─ ¡Por
supuesto que no! ─ refutó Francis, muy seria ─ Desde que el primer minuto en
que la vi, supe que era especial y no me tomó más que dos días en saber que
ella era la persona indicada para comprometerme y presentarla a la familia. Y
aunque yo sea la menor y tenga menos experiencia que tú en la vida, tengo muy
claro lo que quiero y necesito en mi vida y es Sara, la escogida por mi corazón
para ser mi esposa y es por ella que estoy dispuesta a someterme a las normas
de esta familia, me guste o no.
─ ¡Has
cambiado, hermanita! ─ exclamó complacida Anabelle e instintivamente la abrazó ─
no eres la misma chica de hace unos meses atrás que no deseaba saber nada del
amor y el compromiso. Y recuerdo muy bien, que te burlabas por lo melosas que
éramos con mi princesa.
─ ¡Ay por
favor, Anabelle! ─ protestó en el acto Francis ─ ustedes siguen siendo las
mujeres más melosas que he visto en mi corta vida, pero no te puedo negar que
sí he cambiado mucho desde que conocí a Sara y cómo bien dijiste tú, el amor te
cambia mucho en ese sentido, pues no pienso igual que en el pasado. Ahora, me
parece perfecto estar a las puertas del matrimonio, aunque sea muy joven para
ello. Estoy haciendo lo correcto con la persona perfecta en el tiempo correcto.
─ ¡Vaya,
vaya! Si estoy escuchando a la nueva Francis Calguiere ─ se burlo Anabelle ─ la
señorita perfección.
─ ¡Ya no te
burles, Anabelle! ─ protestó Francis con pica ─ mira que tú aun sigues siendo
la reina del… «Del amor empalagoso» o ¿me lo negarás, hermanita?
─ Jajaja ─
bromeó Anabelle feliz ─ a mucha honra soy la reina del amor como dices tú, mi
querida Francis.
─ Eres el
colmo, Anabelle Calguiere ─ apuntó divertida Francis.
En eso,
fueron interrumpidas por la joven Taffra, que fue entregada por Anette y ambas
chicas hicieron lo que les dictó su corazón en ese instante y se envolvieron en
un abrazo y sellaron su amor con un beso. La mejor prueba del sentimiento que
se profesaban ambas.
Mientras la
pareja, se prodigaban caricias. Anabelle, aprovechó la ocasión para acercarse a
su prometida y la envolvió en sus brazos y a su oído susurró.
─ ¿Qué
haces princesa tan alejada de mí? ─ inquirió sensual la Duquesa, robándole un
beso al mismo tiempo.
─ Anabelle ─
murmuró entre suspiros Raniel y sus ojos volvieron a mostrar el destello de
hace un rato. ─ estaba recordando viejos tiempos.
─ ¿Viejos
tiempos? ─ preguntó asombrada Anabelle ─ Explícame amor, ¿cómo es eso? Cuando
nos prometimos hace unos meses nada más.
Un fuerte
suspiró salió de lo profundo de la garganta de Raniel, que no le agrado mucho
escuchar aquellas palabras…
─ ¿Acaso no
lo recuerdas, Anabelle? ─ inquirió Raniel, clavando sus ojos esmeraldas en los
azules de su pareja ─ Aquella promesa que hicimos aquel día.
─ Raniel…
¿de qué promesas me hablas? ─ preguntó confundida Anabelle y se percató de lo
inusual de su mirada ─ ¿qué sucede contigo amor?
─ No me
suceda nada, Anabelle ─ respondió escuetamente Raniel, empequeñeciendo sus
ojos.
─ ¡Ya basta
Raniel! ─ confrontó Anabelle, que perdió la serenidad al ver que su prometida
intentaba eludir una vez más las cosas. ─ No puedo ayudarte o entender lo que
te está sucediendo, si no me dices nada y me dejas al margen de tu vida. Amor,
yo soy tu pareja y muy pronto me convertiré en tu esposa y tengo todo el
derecho de conocer la verdad y de este modo me dificultas mucho las cosas. No
puedes hacerme a un lado. No lo merezco, Raniel.
Aquellos
ojos esmeraldas centellaron tanto que daba la impresión que fuesen verdaderas
gemas sus vistas al contemplar el rostro de la mujer que tanto amaba y que amó
en otra vida. Pues en ese preciso momento era la antigua mirada de Rowine
Mcraune, la que miraba con adoración a la joven Duquesa.
─ Anabelle…
─ Murmuró despacio Raniel ─ ¿Has olvidado la promesa que hicimos en el río?
Oír
aquellas palabras desprenderse de los labios de Raniel, fueron descargas
simultaneas para el corazón de la Duquesa, que no daba crédito a lo que estaba
escuchando ya que en esta vida no habían hecho promesa alguna en un río en este tiempo y lo único posible o
justificable para ello, sólo podría tratarse de una sola cosa... La memoria de
Rowine Mcraune despertó por completo o en su totalidad en la mente de Raniel.
─ Ra… ─
apenas pudo balbucear Anabelle y no pudo continuar debido a que su mente quedo
totalmente en blanco e incapaz de articular más palabra. Era muy grande la
conmoción que la embargaba que no dejaba de pestañear tratando de salir del
shock en el que se hallaba.
Por su
parte, Raniel, mantenía sus ojos prendados del rostro de Anabelle y más
agudizaba su mirada en ella, como leyendo sus impresiones que se impregnaban en
su retina. Era indispensable para ella que su viejo amor la reconociese y
supiera que había regresado para ella por el inmenso amor que una vez sintió
por la joven Calguiere y que por culpa de Vivian Bringston, no pudo tener un
final feliz.
─ ¿Lo
recuerdas Anabelle? ─ insistió Raniel.
─ Raniel ─
susurró a duras penas Anabelle, que no sabía qué decirle en esos precisos
momentos.
─ O ¿será
que tú corazón me olvido por completo? ─ acusó sin rodeos Raniel.
Aquella
acusación fue el detonante para que la joven Duquesa reaccionase y pudiese
defenderse de algún modo.
─ ¿Qué
insensatez estás diciendo, Raniel? ─ inquirió muy seria Anabelle y la tomó de
la mano y colocó sobre su propio pecho ─ Siente cómo late por ti y dime ¿Cómo
puedes pensar que podría olvidarte o dejar de amarte?
─ Si es
así, porqué no me dices nada sobre nuestra promesa que hicimos en el río cuando
nos amamos por primera vez ─ Confrontó Raniel y emuló el gesto de su prometida
de llevarse su mano hasta su corazón ─ Porque yo no te olvidé y la prueba más
fiel es que este corazón aún te sigue amando a pesar del tiempo.
Fue ahí,
que la joven Duquesa comprendió que estaba en presencia de su antiguo amor y no
de la joven Larson. Todos los recuerdos del pasado despertaron en Raniel y ahora,
era nada menos que su viejo amor, quién la encaraba…
─ ¡Mi
Dios!... Rowine ─ exclamó impresionada Anabelle y fue todo lo que alcanzó a
decir porque la conmoción fue tan grande que provocó que toda la sala girara en
torno suyo y perdió el conocimiento al instante, desvaneciéndose en los brazos
del amor de su vida pasada y presente.
─
¡Anabelle! ─ Gritó Raniel con estupor, alzando su cuerpo en brazos.
Todos los
presentes, al oír el grito de la muchacha, voltearon en dirección de la joven
pareja y vieron con espanto que la joven Duquesa, estaba desvanecida en los
brazos de su prometida.
Unos ojos
azules, se abrieron desmesuradamente y una fuerte clavada sintió desgarrarse a
la altura de su corazón al observar aquella escena…
─ ¡Has
regresado! ─ fueron las balbuceantes palabras de Anette Calguiere al momento de
contemplar la figura de la joven doncella de piel trigueña y cabellos azabaches
como la noche y cuyos ojos eran gemas preciosas brillando tan intensamente que
se mostraban desafiantes y dispuestos a cobrar cuentas con todos aquellos que
en otra vida desgraciaron su vida y le negaron el amor de su vida.
Definitivamente
el pasado se hacía presente en aquella sala del hogar de los que son los
descendientes directos de una de las protagonistas y hoy, comienza a escribirse
un nuevo guión en la vida de todos los involucrados.
Al final de
cuentas y del tiempo transcurrido, aquella promesa se cumplía a cabalidad y la
joven recobraba su identidad la de…Rowine Mcraune.
6 comentarios:
Antes que nada dejame felicitarte por tus grandiosas historias,más que nada que -en aras del pasado- es mi historia favorita pero en si, todas son super geniales..Tienes una forma -diria yo-especial al escribir que haces que el lector se enganche con la historia.En lo personal me considero tu fan #1(si no lo digo yo,nadie lo va a decir)..Así que estare al pendiente de cualquier capitulo que subas de tus historias..Y te sigo desde mucho tiempo, más nunca te deje un comentario, hasta hoy..bueno ya no la hago más larga.Nos vemos y que estes bien.....
excelenteeee!!!!
excelenteeee!!!!
Realmente excelente.
Realmente excelente.
Hermoso capitulo, me encanto.
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