mujer y ave

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martes, 25 de diciembre de 2018

Equinoccio de la luna llena y el rapto de la luna roja


La Maldición de la Luna

Capitulo 27



Después de dejar a Cristina junto a su esposa y constatar de que ya todo estaba bien e incluso nada afectaba la gestación del embarazo de la que sería su sobrina de sangre. Kiara, buscó un lugar apartado de aquella aldea y poder meditar en todo lo sucedido. De cómo terminó siendo la hermana de la que por mucho tiempo fue su amiga fiel y con quién estuvo a punto de liarse sentimentalmente.


Había tantas preguntas por ser respondida tanto por su esposa, Jamiel y la propia Durían, que para colmo de males estaba en un estado de invernacíon a causa de profusas heridas provocadas en un enfrentamiento, según le explicaron a medias; con una fiera. Claro está, que la joven Milovic, era bien escéptica de creerse semejante cuentos para niños y es que razones fundamentadas tenía de dudar en lo que se le decía, ya que las había descubierto engañándola en varias ocasiones.

─ Necesito descubrir la verdad por mi misma o de lo contrario enloqueceré ─ murmuró para sí, Kiara.

Milovic, llevó su mano a la frente, como queriendo despejar su cabeza de todo aquello que la abrumaba y no conseguía poner en orden sus pensamientos, por lo que encaminó sus pasos a lo largo de ese caminillo empedrado de variadas piedras de mármol y cristales de cuarzo. Algo muy peculiar, porque en su vida había visto cosa semejante, ni siquiera en palacios lujosos de monarquías antiguas, que suelen estar impresos en libros de historia, moda o arte.

Dejó que sus pasos la guiasen por el trayecto sin importarle nada más. Cada vez que veía la silueta de algunos lugareños, se detenía para no ser vista y cuando ya la figura desaparecía de su campo visual, proseguía su caminar. Kiara, no estaba prestando atención a su alrededor y no se estaba percatando que se estaba alejando cada vez más y más de la aldea. Internándose en lo profundo del bosque.

Y es que la joven no estaba pensando con claridad, debido a que su cabeza daba vuelta con tantas preguntas que le estaban nublando la razón y un fuerte dolor de cabeza se estaba apoderando de sus sienes, lo que iba a provocarle molestias muy pronto.

Deambuló por senderos de tierra húmeda con matorrales y plantas casi tan grandes que alcanzaban la altura de una persona promedio, con mullidos tapices de musgos que cubrían los inmensos troncos de secoyas que habían por doquier.

Cuando ya comenzó a sentir cansancio mental y físico, recién ahí, detuvo sus pasos y tras observar detenidamente el lugar, dejo reposar su cuerpo sobre la raíz profusa de una secoya que yacía expuesta a modo de asiento y la  joven Milovic, decidió llevar su cuerpo a ese sitio y descansar por unos momentos.

─ Todo parece de otro mundo. ─ murmuró Kiara al momento de sentarse, deslizando su mano por su corteza. ─ No me atrevo a imaginar en qué lugar me hayo y qué estoy haciendo; porque sin duda, no me va a gustar las respuestas que me van a dar.

Cerró sus ojos miel por un segundo y aspiró profundamente para inundarse de ese aire presente, entre humedad y fresco; tan puro como solo en las montañas se suele hallar. Dejó que pasaran algunos minutos hasta conseguir que su alma se tranquilice y los pensamientos se aquietaran dentro de su cabeza.  No es sencillo llegar a una calma total o dominio de sí mismo, porque son años de entrenamiento físico y mental para conseguir aquello, si no recordemos los monjes tibetanos, años de dominio y control.
Kiara, estaba con muchas emociones encima de su apesadumbrado corazón y que venía arrastrando desde hace mucho tiempo, desde el momento mismo que se llevó la mayor desilusión y tenía relación con su gran amor…Mariana Santillán. Sin duda, que desde ahí, se envolvió en una transformación extrema, dónde se volvió parco y frío al punto de no permitirle acercamiento alguno a ninguna mujer hasta la irrupción de Elizabeth Erlington, volviéndose un desafió tan difícil de contener, ya que fue como el paso de un huracán; cuya fuerza no se puede contener como tampoco esquivar y es que todas las artimañas de las que se valió la Marquesa de Cronwell en un principio, desataron el coraje vivo de la joven Milovic, al punto de sacar la flor innata de la soberbia y tuvo que derramarse muchas lágrimas y pasar por situaciones algo extremas como embarazosas para poder darle una oportunidad al corazón de volverse a manifestarse. Eso sí, dictaba mucho de ser un sentimiento intenso como el Amor, ya que Kiara, aún no daba indicios de profesar esa hermosa emoción por la que actualmente es su esposa. Solo asomado una tibia emoción más parecida al cariño, que a un amor profundo de pareja.

No había duda de que Kiara Milovic, era una mujer muy difícil de conquistar y demasiado terca. Pero quién no lo sería cuando ha sido lastimado profundamente y toma muchos años sanar heridas tan profundas como un corazón destruido por el engaño y la mentira.

─ ¿Por qué la vida está llena de tantos misterios? ─ se preguntó Kiara, a la vez que dejó descansar su cuerpo sobre esa gran raíz saliente de la secoya y se recostó en ella como queriendo aliviar la incertidumbre presente en ella.

En eso el sonido de un ave revolotear en las cercanías, interrumpió sus reflexiones y consiguió que abriera sus ojos y quedase en estado de alerta; porque es bien sabido que cuando en los bosques las aves revolotean es por extraños o criaturas  que deambulan en sus proximidades, lo que las hace huir despavoridas por temor a ser atacadas.

Por unos breves segundos, el bosque enmudeció por completo, casi envolviéndolo en un silencio sepulcral y aterrador para un ser humano, que no está acostumbrado a tal nivel de quietud.

La retina de esos ojos miel, se podía vislumbrar la ansiedad como la expectación que sentía al no poder saber qué estaba sucediendo o qué podría pasar. Un eventual ataque de algún animal o quién sabe qué.

─ ¡Esto es demencial! ─ exclamó Kiara, que resopló todo el aire contenido en sus pulmones. ─ Creo que la naturaleza no va conmigo. Por poco y me da un infarto tanto silencio.

En el momento en que la joven Milovic, decide que ya ha sido suficiente de la madre natura, siente el crujir de una plantas al ser arrancadas o tal vez pisadas por algo grande.

─ ¡¿Qué diantres fue eso?! ─ inquirió Kiara, volteando a ver de dónde provenía el ruido.

Otra vez, el bosque guardó silencio y todo se camufló para que la joven no pudiese percatar en qué dirección había provenido aquel sonido.

Sus ojos se empequeñecieron tanto del coraje que ya comenzaba a inundarla, porque parecía jugarreta de pacha mamá al querer tenerla al borde de los nervios. Cansada de tanta tensión, se puso de pie y sacudió sus ropas y se preparó para largarse de aquel lugar.

─ Para ser una de aquellas princesas, eres bastante cobarde ─ se escuchó decir desde la profundidad de una maleza alta como densa.

La joven, se giró rápidamente hacia su derecha en la dirección de la cual provinieron aquellas palabras.

─ ¿Quién eres? ─ preguntó de inmediato Kiara ─. ¿Y por qué me llamas princesa?, ¿me conoces?
─ ¿Curiosidad princesa? ─ Se mofó aquella voz, sin responder a las preguntas con la diferencia que ahora, su voz provenía del costado izquierdo de la muchacha.

Kiara, volvió a girarse en la dirección opuesta y su postura era completamente defensiva, porque su instinto le advirtió del peligro.

─ ¿Por qué te ocultas y no das la cara? ─ inquirió la joven Milovic, cuyas manos  comenzaron a empuñarse.
─ ¿Estás segura qué es eso lo que quieres? ─ indagó maliciosamente aquella voz,  a espaldas de la muchacha provocando un susto tremendo.
─ ¡Maldición! ─ fue la exclamación espontanea que brotó de los labios de Kiara ante tamaño sobresalto. Girando 180 grados su cuerpo instintivamente.

A pesar del rápido movimiento no se encontró con persona alguna detrás suyo y sus ojos buscaron afanosamente en los alrededores indicios de aquella persona que le estaba jugando una de las bromas más pesadas que hubiese vivido hasta el momento.

─ ¿A qué rayos estás jugando? ─ amonestó Kiara, cuyo corazón ya estaba bastante acelerado y sus palpitaciones estaban cobrando más fuerza dentro de su pecho ─ ¡Muéstrate de una vez!

Por más que volteaba una y otra vez, buscando a su alrededor a esa persona, no conseguía descubrir nada y su angustia comenzaba a jugarle una mala pasada y una gota de sudor frío cruzó desde su cien hasta la mejilla izquierda y lo más asombroso de todo, que aquella simple acción desapercibida para cualquier humano corriente, fue percibida con tal claridad que se sintió como el sonido de una avalancha abriéndose camino en la ladera. Esa fue la nitidez con que unos ojos percibieron aquella débil y diminuta gota de sudor caer de la frente de la joven.

─ ¿Me temes princesa? ─ se escuchó decir a la voz, a un costado sin dejarse ver.
─ ¿Por qué habría de temerte? ─ indagó Kiara, girando una vez más en dirección del sonido.
─ Princesa ─ se burló la voz nuevamente de espaldas a la joven, tan veloz como el rayo ─ no te servirá de nada, puedo oler tus miedos.
─ ¡Maldito! ─ masculló Kiara, que por poco se tropieza al girarse tan brusco ─. Deja de llamarme princesa y da la cara para que veas que no te temo.

La joven Milovic, se estabilizó tan rápido como pudo y camino en círculos tratando de adivinar en el lugar que podría estar aquella persona o criatura que le tenía los nervios a flor de piel.

─ ¡Sal ya de tu escondite! ─ demandó Kiara, girándose de un lugar a otro en  la medida que avanzaba ─ ¡Me oyes! ¡Sal de una vez!

Ya no eran palabras las que salían de la joven Milovic, sino un grito desesperado que surgió de lo profundo de su garganta y es que a esas alturas, el miedo ya la había invadido casi por completo y dar tantas vueltas sobre su eje, la estaba enloqueciendo a tal punto que su respiración se volvió pesada como si hubiese corrido en una maratón.

─ ¡Maldita seas! ─ exclamó sulfurada Kiara, que se detuvo en seco mareada de tantas vueltas que dio producto de la desesperación ─ ¡Muéstrate ya!
─ Deberías cuidar tus palabras princesa ─ amonestó la voz ─ tus deseos podrían cumplirse y te lamentarías si ello llega a pasar.
─ Ya te dije que no te temo ─ desafió Kiara.

La joven Milovic, se inclinó sobre sus rodillas y poder recuperar el aliento. Sintió que el aire se volvió muy pesado al punto que por cada exhalación una nube de vapor salía de su boca y fue que tomó conciencia que algo no estaba nada bien y alzó sus ojos al frente en el preciso momento que en esa dirección, emergió un brillo intenso dentro de las hojas del follaje y sin previo aviso, se abalanzó sobre la muchacha.

─ ¡Pues deberías temerme! ─ bramó amenazante la voz, que dejo sentir su fuerza en ese momento.

Fue tal la embestida que, Kiara, no tuvo tiempo de reaccionar y fue arrastrada por la magnitud de esa fuerza que la estrelló contra uno de los árboles del lugar. Sintiendo como sus huesos se removían dentro de su cuerpo, provocando un aullido de dolor que murió en su garganta, ya que inmediatamente un antebrazo se incrusto a esa altura, privándola de emitir cualquier sonido como así mismo, dejándola inmovilizada e indefensa frente a su atacante.

A pesar de la fuerza descomunal que estaban ejerciendo sobre ella y que estaban a punto de hacerla desvanecerse. Los ojos miel, pudieron enfocar con dificultad su visión y apreciar a su atacante.

Aquellos ojos miel, quedaron tan helados de ver unos profundos ojos que jamás en su vida olvidaría y es que esa mirada ya la había visto antes. Ese color, ese resplandor y brillo, solo podía tratarse de una sola cosa…de…

─ ¡Kiara! ─ fue el grito que se oyó en la lejanía en el preciso instante en que la joven Milovic, terminó por desvanecerse ante la mirada más aterradora de todas.

No se supo cómo la criatura o fuerza que había atacado a Kiara, se disolvió en un manto de neblina negra y unos brazos tan blancos como la nieve, sostuvieron a la joven Milovic al momento en que su atacante la dejó caer.

─ ¿La tienes? ─ preguntó una suave voz de mujer a espaldas de la otra persona que sostenía en brazos a Kiara.
─ Llegamos justo a tiempo ─ señaló ésta. ─ estoy segura que su propósito era matarla.
─ Esto no está nada bien ─ mencionó la joven de voz suave ─ Fue capaz de venir a la tierra en busca de la sucesora.
─ Al igual que nosotras también hemos venido por nuestra hermana ─ repuso la otra joven, que sostenía firmemente entre sus brazos a Kiara. ─ Debemos irnos cuanto antes y llevar a cabo el plan de nuestra madre.
─ La puerta del silencio ha comenzado para nuestra hermana Kiara ─ mencionó la joven de voz dulce, cuyo rostro estaba oculto detrás de una capucha y solo se dejaban ver sus verdes ojos. ─ Y deberemos procurar que nadie intervenga en este proceso. Sobre todo el responsable de la tragedia y la maldición de nuestra familia.
─ El peligro acecha a la futura soberana ─ señaló la joven al igual que su acompañante, mantenía oculto su rostro ─ y es nuestro deber velar por su bienestar como su lanza.
─ Así es hermana ─ acotó la joven, descubriendo su capucha y sus cabellos dorados quedaron al descubierto y arrancó de su cuerpo la capa que la envolvía, tomando su verdadera figura. Su vestimenta dorada, sus brazaletes plateados y su dije, en el cual se podía leer el nombre de Fardinen (luna creciente) y en cuya mano asomó su báculo lunar. ─ Somos la lanza de la soberana de la luna.

Al igual que su hermana, la capa de la otra joven voló por los aires y dejo al descubierto  a una muchacha de ropajes de tonalidad caoba, con un cinto de hilos dorados en su cintura, que guardaban la alforja de una daga plateada, brazaletes en forma de espiral en ambos brazos. Su larga cabellera rosada pronto se acomodó entre sus hombros como espalda y de su pecho se podía distinguir un dije con dos lunas entrelazadas y una gema de piedra lunar, que simbolizaban las dos etapas opuestas del ciclo lunar. Y cuyo significado era el de…Luna Boreal o Arsyus, más conocida como transmutación de la materia. El semblante de la joven, era muy serio y blanquecino y su mirada la más gélida que se hubiese visto,  ya  que sus ojos dorados mantenían una constante variación en sus emociones y lo que provocaba que se volviesen tan cristalinos como el agua y tendieran a tornarse azulinos hasta quedar completamente de un color púrpura y con destellos dorados en toda su pupila. Dándole el origen a su nombre…Boreal.

A lo mismo que su hermana, de su mano derecha surgió su báculo en forma de tridente y de su frente asomó una diadema con las mismas lunas entrelazadas y un destello carmesí comenzó a brillar intensamente. Una señal de advertencia que debían ponerse en marcha.

─ Fardinen ─ señaló Arsyus, apuntando con su báculo al suelo y descargando su poder en él. ─ la hora ha llegado y debemos ponernos en marcha al lugar dónde tienen a Krastian y llevárnosla con nosotras.  No hay tiempo que perder. Invoca a los sigran.
─ Como tu ordenes, hermana ─ respondió ésta y golpeó con su báculo en la tierra y surgió de las extrañas de la misma, un vapor que comenzó a medida que se recitaba su invocación. ─ Al gorenim dosten callen tutkasen ingomen dilenti correntu espactrum Lienal coseem aquellef dietten ninken olted sakur ni zokef  Ma (A las fuerzas que convergen en el poder de la luz de nuestra raza, llamo al guardián de mi puerta y legado, preséntate ante mí)

Muy pronto el vapor se arremolinó en el centro y de su interior se vislumbra una enorme sombra que comenzó a crecer en ese torbellino de vapor y el brillo rojo de unos ojos rojos se divisó nítidamente; hasta que su transformación se completó y el manto de humo se desvaneció dejando ver la presencia de un gran oso gris con espinas de plata en su lomo y cuyo hocico sobresalían cuatro colmillos filosos, dispuestos a desgarrar de una sola mordida cualquier presa u oponente. Y su costado se hallaba una segunda criatura, siendo una enorme águila blanca de penacho dorado y alas cobrizas, que representaba el poder del fuego.

─ Inclínate Dambrius, espíritu de la conciencia ─ demandó Arsyus, apuntando su báculo hacia el oso.
─ ¿Qué desea de mí, la hija de la Luna? ─ preguntó la bestia antes de acatar su llamado ─ para que hayas invocado mi presencia, sin el permiso de la reina, custodia del pergamino azul.
─ La profecía ha comenzado a cumplirse y el reino está en grave peligro ─ señaló Arsyus, cuyos ojos cambiaron al instante a la tonalidad boreal y la diadema en su frente brilló al instante. ─ Es hora que los espíritus protectores vuelvan a la vida y cumplan su deber.
─ ¿Entonces la milenaria princesa ha surgido en este mundo? ─ inquirió el sigran.
─ No solo ella está en la tierra sino el responsable de nuestra maldición, que está buscando destruirla y acabar con todos los hijos de la luna ─ respondió seria Arsyus.

Un gruñido fue la respuesta de la bestia al oír lo expuesto por la princesa lunar y de inmediato se acercó hasta ella e inclinó su torso sin oposición alguna.

─ Has pronto tu decreto princesa y desata tu autoridad sobre mí ─ indicó el sigran. ─ y defender a la hija de la paz.

Arsyus, entregó a Kiara a los cuidados de Fardinen y posó su báculo sobre el lomo de la bestia y del tridente una flama multicolor se desprendió envolviendo todo el cuerpo del sigran.

─ Por el poder que se me otorgó desde mi nacimiento y ser la hija de Ankerius, soberana del reino de la Luna, decreto que otorgó mi luz y poder sobre este sigran para hacerlo mi espíritu guardián ─ ordenó Arsyus y todo su poder se desató sobre aquel animal y ambas mentes quedaron unidas en un solo pensamiento.
─ Yo, Dambrius, espíritu de la conciencia y legado, te prometo lealtad absoluta y servirte siempre ─ respondió el sigran, bajando su cabeza en señal de reverencia. ─ ordena, señora mía.

La joven princesa, se volteó hasta donde se encontraba su hermana e hizo señas para que trajese el cuerpo de su hermana menor.

─ Baja tus púas y envuelve con ellas,  el cuerpo de la princesa Kiara y llévala hasta las crestas de Dávalon y espera a  nuestro regreso ─ indicó Arsyus.
─ Como tú ordenes, mi señora ─ respondió Dambrius.
─ ¡Vete ya! ─ ordenó la princesa boreal.

La bestia, tras acomodar el cuerpo de Kiara sobre su lomo y envolverla cuidadosamente con sus púas en forma de cúpula para protegerla, salió velozmente del lugar. Dejando solas a ambas princesas y al otro sigran.

─ ¡Es mi turno! ─ aclaró Fardinen y apuntó con su cetro a la otra bestia ─ Preséntate ante mí, Adeuz, espíritu de la sabiduría y del fuego.

Un circulo de luz dorado se formó en el lugar que apuntó la joven Fardinen con su báculo y una serie de letras en egeo comenzaron a invadir toda la circunferencia; y una vez que unieron a su comienzo, el fuego fue el que apareció en escena y del mismo centro de éste, surgieron cuatro cadenas flameantes en fuego y se abalanzaron en dirección en dónde se hallaba aquella águila, aprisionando su cuerpo por completo y se llevo a cabo su transfiguración final, en la cual resurgió un ave completamente de fuego y cuyos ojos azules, desprendían una luminosidad que podría cegar a cualquiera que le viese en ese momento.

─ Tú me has llamado, princesa de la luna creciente ─ bramó el ave ─ y he oído claramente lo que se le ha dicho a Dambrius. Así que,  vuelve las cadenas en la proclamación de tu autoridad en mí. De lo contrario tu vida corre peligro si no llevas el sello de la reina.

Fardinen, sin  perder tiempo abrió las dos palmas de su mano frente a su rostro y comenzó su invocación…

Dette nieg seleim saque due Lie Sagnemfus aquete cuetr kiliem decuf agtes nikies othlam kiskief soren inde posterem line a cruscifix carneu de la lie caterfus engen dolem casmerun.

En el momento en que la joven princesa recitaba en su lengua natal, delante de sus manos asomó un destello de luz  y que fue escribiendo en el aire cada una de las palabras que la joven invocaba y cuando acabó su cometido, un marco de luz azul, selló el contenido, en lo que se denominó por muchos siglos…El escriba del pergamino azul.

─ Sellado es en ti, la sentencia que me proclama como tu ama y tú, mi guardián ─ manifestó Fardinen, bajando sus manos y de inmediato las palabras se volvieron un rayo de luz que unificó a las cadenas del ave.
─ Ordena pues, señora mía ─ instó Adeuz, cerrando sus alas e inclinando su cabeza ante su señora.
─ Vuela en busca de la aldea que alberga a los hijos de Antimorus y encuentra a Krastian, sin que te vean ─ ordenó Fardinen.
─ Tus órdenes serán acatadas de inmediato ─ respondió Adeuz.

Aquella ave de fuego, extendió sus alas y alzó el vuelo, dejando una estela de llamas a su paso, con dirección norte.

─ Debemos ocultar nuestra presencia antes que la hija de Durían, nos detecte ─ indicó Arsyus y un torbellino la envolvió de pies a cabeza y su apariencia se volvió la de un venado.

De igual forma, Fardinen, cubrió su cuerpo con destellos dorados y tomó la apariencia de un lince ibérico. Y ambas criaturas, tomaron rumbos distintos para evitar ser descubiertas por algún miembro del clan Dinkaire.

Mientras todo ello sucedió en lo profundo de los bosques escoses, en la aldea de los Dinkaire. Una joven permanece inquieta en su interior, pero con su cuerpo rígido sobre el portal de una fuente de cristal a la espera de su hermana.

─ No te angusties más, Elizabeth ─ confortó Jamiel, que salió del cuarto con tres escoltas. ─ Ella estará de regreso. Debes otorgarle ese tiempo como espacio para que serene su espíritu o de lo contrario, nuevamente tendremos sobre nosotras la ira de Kiara y créeme que podrías perder en esta ocasión; ya que solo ha utilizado la mitad de su poder.
─ Es imposible lo que me pides, hermana ─ expuso la Marquesa, tratando de controlar al máximo su ansiedad, cosa muy inusual para un Inglés. ─ Jamiel, algo no está bien. Lo presiento.
─ ¡Ten calma Elizabeth! ─ ordenó serenamente la princesa Dinkaire y obligó a controlar sus impulsos, ya que sus ojos verdes desbordaba esa angustia que estaba desatada en su interior.
─ Jamiel ─ murmuró ésta, colocando su mano sobre el ante brazo de su hermana. ─ ¿Y si le sucede algo mientras yo estoy aquí?
─ Enviaré a mis hombres a buscarla ─ señaló la joven e hizo señas a dos de sus súbditos y partieron enseguida tras oír las indicaciones de su señora. ─ Mientras tanto, me acompañaras a ver a nuestra madre.
─ Iré con la única condición de que no me detendrás en caso de que mi esposa se encuentre en peligro. ─ objetó Elizabeth.
─ Te lo prometo ─ respondió Jamiel, poniéndose en marcha ─ ¡Acompáñame! De lo contrario enloquecerás si sigues pensando.
─ ¡Cómo no hacerlo! ─ refutó Elizabeth ─ Olvidas que su madre está detrás de todo esto y para colmo, Kiara; está a punto de enfrentar su desafío y eso significan problemas.
─ ¿Te preocupas de su madre o de lo que encierra su desafío? ─ inquirió Jamiel, viéndola de soslayo, mientras se acercaban a una recámara.
─ En los años que llevo en este mundo hay muchas cosas que pueden preocupar a un ser humano ─ expuso Elizabeth ─. Pero sin duda, no hay nada más complicado que un viejo amor que dejó una huella imborrable para bien o mal.
─ Comprendo ─ señaló Jamiel ─. Es inevitable que Kiara se enfrente con su mayor temor. Sin embargo, debes confiar en ella como nunca lo has hecho en tu vida; ya que es la única que debe elegir.
─ Lo sé ─ respondió con desgano Elizabeth y haciendo una mueca en sus labios. ─ Lo sé mejor que nadie.
─ Debes controlar tus celos, hermana ─ mencionó algo risueña Jamiel y poniendo su mano sobre el hombre de la Marquesa ─ Sólo confía en ella. No por nada eres su esposa y eso, nadie lo puede cambiar.
─ Le confiaría mi vida ─ acotó Elizabeth ─ es en esa mujer, en quién no confío.
─ Nada puedes hacer hasta que tu esposa resuelva sus asuntos ─ explicó Jamiel al momento de entrar a la habitación.

Cuando ambas mujeres cruzaron el umbral que las separaba del corredor. Hallaron el cuerpo de Durían, envuelto en una mortaja de luz.

─ ¿Aún no despierta mi madre? ─ preguntó Jamiel, a uno de los médicos.
─ No, princesa ─ respondió éste ─ las heridas son muy profusas y permanece en letargo. Es la forma en que nuestra raza cura heridas internas.
─ Mi madre, reservó sus últimas energías para darnos el mensaje sobre el peligro que corría Cristina ─ indicó pensativa Jamiel, apostándose en el lecho que se hallaba la reina, acariciando sus mejillas. ─ Debió ser muy fuerte su atacante para dejarla en ese estado.
─ Mi señora ─ dijo Ananías ─ todo indica que nuestra reina, enfrentó a más de un adversario.
─ ¿De qué hablas? ─ fue Elizabeth, quién preguntó esta vez.
El sumo sacerdote, quedo viendo a la Marquesa de un modo peculiar, puesto que no se permitía a extraños participar en temas delicados del reino Dinkaire.

─ Puedes hablar tranquilo ─ ordenó Jamiel, anticipándose a los pensamientos del sacerdote ─. Elizabeth, ahora es una de las hijas de Durían, que la hace mi hermana de sangre y como un miembro más del clan Dinkaire. Deberá ser tratada con respeto.
─ Comprendo alteza ─ acató de inmediato Ananías ─ Le pido que disculpe mi proceder. Su hermana será tratada con la misma consideración que nos impone nuestra ley.
─ Eso espero Ananías ─ señaló Jamiel ─ Ahora, puedes hablar en libertad frente a mi hermana.

El sacerdote, asintió y procedió a explicar sus dichos. Extrayendo de su morral, un pequeño objeto.

─ Nuestra reina fue atacada por una segunda persona a mansalva ─ explicó Ananías y entregó el objeto a su señora ─ Esta es la prueba que encontramos en sus ropas.
─ ¡No puede ser! ─ exclamó sorprendida Jamiel, al recibir en sus manos un trozo de cristal negro.
─ ¿Qué sucede Jamiel? ─ indagó Elizabeth, acercándose hasta donde su hermana. ─ ¿qué es eso?

Los ojos grises de Jamiel, se alzaron y se encontraron con los de su hermana. Estaba claro, que había señales de espanto en sus pupilas.

─ Esto es…─ balbuceó con dificultad Jamiel ─ Un mineral de Orión, cuyo planeta es el hogar de los hechiceros oscuros y además, de ser uno de los componente con que forjaron la espada de la rosa negra, quién destruyó a mi pueblo.
─ No estoy entendiendo nada, Jamiel ─ dijo confundida Elizabeth. ─ ¿qué es Orión y quién es la rosa negra?
─ No hay tiempo para explicaciones hermana ─ respondió Jamiel, girándose hacia el sumo sacerdote, añadió ─ Aposten guardias en toda la villa de inmediato. Desde hoy queda prohibido el paso a cualquier extraño. Tienen orden de atacar inmediatamente. Nuestro enemigo es un miembro de la Luna.
─ ¡¿Qué?! ─ fue la exclamación que brotó de los labios de Elizabeth.
─ Sus órdenes serán acatadas de inmediato ─ mencionó Ananías y se retiró de prisa, llevándose a tres más con él.

En cosa de minutos, hombres armados con espadas y arcos, fueron dispuestos en todos los flancos de la aldea Dinkaire. Otros tantos, guardaron vigía en lo alto de las copas de los árboles con aves de caza. La artillería pesada se apostó en las columnas de entrada a la villa, redoblada con una muralla de grandes osos.

El palacio principal, fue vigilado por una guardia de soldados, acompañados cada uno con felinos y grandes lanzas.

Mientras que en el corazón de la villa, se hallaba catapultas hirviendo en metal y un grupo de sacerdotes con libros de hechizos, presto a cualquier ataque que pudiese surgir.

El resto del pueblo, fue ubicado debajo del templo principal, resguardado por un conjuro que los mantenía a salvo en una barrera de energía que solo la reina puede anular con su poder y en ausencia de Durían, recaía la responsabilidad y autoridad en su hija menor y sucesora al trono. Jamiel.

Todos los ojos estaban puestos en ella y su decisión. De este modo, los descendientes de la estrella azul nuevamente se veían enfrentados al mismo escenario que casi les costó el exterminio de su estirpe.
Un mismo adversario, uno que se encargó de llevarlos a la aniquilación y los obligó a llevar una vida errante en el exilio, lejos de su planeta natal…El más implacable de todos, la reina de la luna…Ikarus.

─ ¡No volverá ocurrir! Yo te detendré a como dé lugar ─ masculló con molestia por primera vez Jamiel y desató su poder con una fuerte onda de energía, que la envolvió con su armadura de batalla y de espaldas a su hermana, ordenó. ─ ¿qué estás esperando Elizabeth para ir por tu esposa?
─ No hace falta que me lo digas dos veces ─ replicó ésta y se echó a correr hacia el norte de la villa. ─ Invoca el conjuro de una vez y conviérteme en lobo.

La princesa Dinkaire, extendió su palma de la mano y recitó el poema del legado.

¡Drinket bas Enkhion Elliburus! (te libero espíritu de Enkhion) ─ ordenó Jamiel ─ date prisa, Elizabeth.
─ ¿Eso es todo? ─ preguntó Elizabeth a la carrera ─ ¿así de simple es el hechizo?
─ Recuerda hermana ─ mencionó Jamiel ─ Hoy habrá luna llena y solo abrí la puerta para que se cumpla tu legado. Ahora, cúbrete con el manto del lobo de la luna.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Elizabeth, mientras corría por las callejuelas empedradas ─ En ese caso…

Los pies de Elizabeth, aumentaron la velocidad al mismo tiempo que un calor sofocante comenzó a invadirla por completo.

─ ¡Corre veloz Elizabeth! ─ gritó Jamiel y fue testigo de cómo se perdió en un parpadeo al saltar las murallas de cristal de la villa y se dio la vuelta para proseguir su camino. ─ Ahora es mi turno.

Mientras la princesa Dinkaire, enfila con rumbo desconocido hacia el interior…La Marquesa de Cronwell, emprendía su loca carrera al mismo tiempo que su cuerpo se iba transformando.

El efecto de la luna ejercicio por completo su poder en la persona de Elizabeth. Sus ropas se fueron rasgando en la medida que sus brazos y piernas se alargaban descomunalmente y la cubrían de un denso pelaje. Su rostro se desfiguró por completo, sus ojos verdes se inyectaron en sangre, su mandíbula se desencajó y se proyectó una quijada pronunciada, de la cual, asomaban un largos colmillos al mismo tiempo que cientos de vellos blancos cubrían por completo el rostro de la mujer.

Ya no eran pisadas humanas las que iban quedando en el camino, sino huellas de un animal, que se abría paso entre el follaje.

En eso…

Un fuerte aullido, irrumpió la paz de todo el lugar. Sobrecogiendo a las criaturas del bosque y advirtiendo a todos que un lobo estaba al acecho…

─ ¡Elizabeth! ─ susurró Jamiel, mientras se dirigía a la alcoba de su esposa.

No solo la hija de Durían, sintió el llamado de su hermana, sino que otros seres advirtieron de que el sigran de la luna roja estaba en camino.

─ ¡Ya está aquí! ─ murmuró Fardinen, entre unos árboles.

Al mismo tiempo…

─ ¡Enkion! ─ exclamó una sombra.

En otro sitio…

─ ¡Al fin! ─ masculló la figura maligna de… ─ Veremos quién se quedará con ella.

Y en el reino de la Luna…

─ Ha llegado la hora… ─ sentenció una mujer de cabellos plateados y de ojos carmesí ─ ¡Ábranse puertas del silencio y reclamen a sus vasallos!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Hola tanto tiempo esperando un nuevo capítulo y por fin gracias por publicar lo está historia está atraparte espero con ancian un nuevo capítulo no tardes por favor

maria dijo...

Hola mucho tiempo ya ha pasado espero puedo continuar con sus historia son muy buenas de hecho si usted sacara un libro no dudaría en comprar uno sus historias son excelentes ya no recuerdo cuantas veces las eh leído espero se encuentre bien y por favor no nos deje con las ganas de leer mas de sus maravillosas historias

Jackynder5225 dijo...

Ha pasado tanto tiempo y tu historia como me encanta, ojalá la continúes, en serio escribes increíble

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