Aras del pasado, capítulo 54.
Reencuentros I parte.
Las
horas seguían su curso imperceptible e inexorable en todo lugar, rincón,
ciudad…Es la segunda cosa en la cual, los hombres no tenemos incidencia alguna
y no podemos controlar o manejar a nuestro antojo queramos o no.
Y
aunque el frío calase hasta los huesos y el paisaje se haya vestido de una fina
capa blanca. No era obstáculo para que la rutina se detuviese en lo más mínimo.
Como dicen los lugareños hay que vivir en lo extremo para saber lo que es hacer
soberanía y luchar a brazo partido por hacer de las circunstancias producción
para supervivencia.
Habían
visto nevar por una horas por los ventanales de la casa y aunque sabían de
nevazones en su país, Inglaterra. Sin duda, que aquello era muy distinto ya
que Londres es una gran urbe y otras
ciudades británicas, pero ahí. La ciudad con claros signo de construcción
europea entre francesa, italiana, española, croata e inglesa. No contaba con la
densidad demográfica de Britania. Y sin embargo, su encanto residía en ser una
ciudad muy bella, limpia y con el encanto místico de conservarse eterna como el
hielo.
─ Toma una taza de chocolate caliente ─ dijo una
suave voz de mujer a espaldas de la
persona que miraba por la ventana.
─ Gracias princesa. ¡Um huele rico! ─ señaló la
joven.
─ Dentro de unos momentos más podremos ir a la
universidad hablar con el jefe de unidad técnica ─ mencionó la morena. ─ solo
falta que llegue Sara y nos iremos enseguida.
─ De seguro ha tenido algún inconveniente en casa ─
repuso Anabelle sorbiendo su chocolate. ─ En verdad esto está riquísimo. Es
delicioso porque no he probado otro igual.
─ Creo que exageras un poco cielo ─ refutó Raniel
sonriendo ampliamente. ─ De seguro que en Londres también hay lugares que deben
hacer una buena cocoa junto con unos ricos pastelillos ingleses.
─ Muy cierto. ─ afirmó Anabelle. ─ Pero este es
mucho más rico de lo que ya he probado en casa.
─ Ha de ser porque el lugar y el frío es muy
distinto ─ expuso Raniel. ─ Acá no es como cualquier otro lugar. No tenemos
casi nada de agricultura y todo se basa en la ganadería bovina y ovina. En la
pesca de centolla. En la extracción del petróleo, el comercio y el fuerte es el
turismo tanto terrestre como naviero.
─ Sin duda que sí ─ apoyó Anabelle bebiendo de su
taza. ─ Tengo muy buenas referencias de Alesia sobre el parque nacional Torres
del Paine… ¡Creo que así se dice!
─ Lo has dicho correctamente ─ afirmó Raniel. ─ Es
el lugar más bello de esta tierra magallánica. Y hablando de Alesia ¿Qué se ha
sabido de ella?
─ Mamá habló con tía Mariana y me dijo a grandes
rasgos que está bien dentro de todo ─ confidenció Anabelle. ─ Pero que el tema
era un tanto delicado y que llegando a casa nos pondría al corriente puesto que
no desea arruinar nuestra estadía acá. Lo único que nos adelantó es que Misha
ya está viviendo con mi prima en el palacio. Es todo cuanto ha dicho mi madre.
─ Comprendo ─ sopesó un poco Raniel. ─ Ha de ser un
tema un tanto delicado para hablarlo por teléfono y el hecho de que Alesia ya
esté con su esposa significaba que las cosas comienzan arreglarse un poco.
─ Efectivamente pienso lo mismo, princesa ─
concordó Anabelle.
Un toque en la puerta las distrajo de su plática y
vieron como Nataniel abría la puerta y en eso, asomaba Sara junto a Francis.
─ ¡Al fin llegan chicas! ─ espetó en bromas Raniel.
─ Pensé que íbamos a llegar cuando estuvieran cerrando la facultad. O ¿Se
quedaron en otro lugar prohibido?
─ ¡Aha! Y tú tan chistosita como siempre monstruito
─ reclamó Sara, viendo a su novia. ─ Mi padre requería de nosotras dos.
─ ¡OH! ─ exclamó Raniel tomándole el pelo a
Francis. ─ Tu suegrito te llevo al cadalso y te hizo jurar que no tocarás un
pelo a su querido bebé hasta llegar el día de su boda. O ¿Me equivoco?
─ ¡Algo así! ─ confesó avergonzada Francis hasta
las orejas.
─ Tío Pietro es el guardián más celoso de mi
flamita ─ reveló entre risas Raniel. ─ Tendrás que salir con chaperona quieras
o no. En verdad la tienes difícil no podrán estar juntas por el momento.
─ ¡Raniel! ─ masculló Sara con pica. ─ Deja de
molestar que nos llamó para asegurar la
fecha del compromiso y viajar con tiempo. Papá solo quiere seriedad en nuestra
relación.
─ Ni que lo digas ─ se burló Raniel con una cara
pícara, añadió. ─ De seguro te haré llevar cinturón de castidad para que
cumplas como todo una señorita de familia.
─ ¡Tarada! ─ protestó Sara de malas pulgas y le
lanzó un cojín directo a la cara. ─ Te odio ¿Lo sabías?
─ Jajaja ─ soltó la risotada Raniel. ─ Tú sabes que
no. ¡Me adoras hasta los huesitos!
─ ¡Uy cretina! ─ rabió Sara. ─ No sé ¿cómo te
soporta la pobre de Anabelle?
─ Princesa ¡Déjala en paz! ─ solicitó la Duquesa al
ver lo incómoda que estaba su cuñada. ─ Además, veo que mi hermanita está muy
callada. ¿Estás bien Francis?
─ La verdad estoy bien ─ respondió la rubia menor
de los Calguiere. ─ Lo que si no me dejaran estar con Sara por las noches y eso
no me hace gracia.
─ ¡Ups! ─ exclamó Raniel que reparó en el rostro de
su cuñada ─ ¿Y qué vas hacer al respecto?
─ Estaba pensando ─ contestó Francis. ─ En que voy
a necesitar tu ayuda para estar un tiempo a solas con mi novia lejos de mi
futuro suegro.
─ ¡Aha! ─ exclamó pícara Raniel. ─ ¡Cuenta conmigo
para ello!
─ ¿Qué vas hacer princesa? ─ preguntó Anabelle. ─
¿Cómo puedes ayudar a las chicas?
─ ¡Muy fácil! ─ respondió risueña Raniel. ─ Resulta
que tengo una amiga y compañera de esgrima que sus padres tienen un hostal a
las afueras camino al aeropuerto y tienes unos favores pendientes conmigo.
Podemos ir después de ir a la universidad y pasarnos un rato por el hostal.
─ ¡Genial! ─ alabó Francis que le cambió el
semblante de un segundo a otro.
─ Tienes toda la razón monstruito ─ coincidió Sara.
─ Roxana es la solución perfecta.
─ ¿No ves que soy todo para ti? ─ se jactó Raniel a
expensas de su amiga del alma.
─ Eres brillante, princesa ─ ensalzó Anabelle y a
la vez, dijo. ─ Pero no seas tan malita que nosotras también estamos bajo
escrutinio y deberemos irnos con cuidado hasta llegar a casa y ahí, la cosa
cambia para todas.
─ ¡Exacto! ─ concordó Francis. ─ Otro gallo nos
cantará estando en casa. Ni todos los suegros del mundo podrán apartarme un
solo minuto de ti, mi tesoro.
─ ¿Cómo que suegros? ─ preguntó seria Sara. ─ Que
yo sepa solo tienes uno y una sola novia.
─ ¡Ups! ─ fue la escueta exclamación de parte de
Francis.
─ Jajaja ─ se mofó Raniel. ─ Te lo había dicho…Sara
es de sangre italiana y lo que la hace muy celosa de lo suyo.
─ Me doy cuenta…Me doy cuenta ─ repuso Francis,
abrazando a su novia. ─ Pero tan solo era un decir nada más. Solo lo decía
porque nadie impedirá que no esté contigo tesoro. Y por lo demás, soy una chica
fiel y toda yo, soy tuya.
─ ¡Francis! ─ susurró encantada Sara.
En eso…Aparece junto a ellas, la madre de las
chicas Calguiere.
─ ¿Listas para irnos? ─ preguntó Anette.
─ Sí ─ fue la respuesta de ambas hijas.
─ Pues andando entonces ─ señaló Anette. ─ una vez
que hablemos con el decano. Saldré con los padres de ambas a conocer la ciudad
por lo que tendrán gran parte del día para ustedes. Espero que no hagan ninguna
locura que deba justificar ante mis anfitriones ¿Está claro?
─ Por supuesto, madre ─ respondió Anabelle que veía
de reojo a su hermana como leyendo la mente. ─ Nos sabremos comportar ¡¿no es
así Francis?!
─ ¡Por supuesto! ─ secundó la menor de los
Calguiere. ─ Dignas jovencitas británicas.
─ ¡Por favor! Que no nací ayer hijas mías y por
mucho que estén ambas a un paso del matrimonio deben guardar cierto decoro en
otros lugares ─ corrigió Anette. ─ Solo les pido que estén de regreso antes que
nosotros.
─ Madre, tú…─ comenzó por explicar Francis.
─ ¡Shis! ─ mandó a callar Anette a su retoño y
habló. ─ Conozco las necesidades de toda pareja y no deseo entrar en detalles.
Sean discretas es todo lo que pido.
─ Lo seremos, madre ─ convino esta vez Anabelle que
agradecía el gesto para con ellas. ─ Gracias por tu apoyo.
─ También fui joven hija mía ─ adujo Anette. ─
conozco el sentimiento y entiendo su sentir. Más entiendan ustedes que estamos
fuera de casa y debemos respeto a nuestros anfitriones.
─ Gracias, madre ─ dijo Francis sopesando las
palabras de ésta.
─ No sé diga más y marchemos a solucionar de una
vez por todas el pendiente de la universidad ─ apremió Anette. ─ Además, estoy
deseando conocer algunas instalaciones inglesas y visitar al cónsul acá. Me han
dicho que es una ciudad espectacular para hacer negocios ganaderos.
─ Así es Anette ─ confirmó Raniel. ─ Hay muchos
tratados con el Reino Unido, China y Austria sobre ganado ovino.
─ Es lo que me refirió mi esposo y que desea ver si
es aconsejable ver algún proyecto para nuestra familia ─ confesó Anette. ─
Buscamos nuevos horizontes en que expandir el mercado ovino. Además, tengo
planeado ponerme en contacto con amistades que residen en Fuckland y concertar
una reunión antes de partir a Inglaterra.
─ ¿Quieres visitar las islas Fuckland, Anette? ─
preguntó una curiosa Raniel.
─ Eso sería poco factible por el momento. Aunque
confieso que hace mucho tiempo que no veo a una vieja amiga de universidad y
nada me daría más placer que compartir con ella ─ admitió Anette. ─ Sin
embargo, hay que tramitar cierta
documentación extra para ir a Fuckland por lo que es más sugestivo que reunamos
acá que ir yo para allá.
─ Comprendo ─ dijo Raniel. ─ Debes llamar lo antes
posible porque es un día de viaje por avioneta o dos en barcaza.
─ De hecho ya estoy en contacto con un alcalde de
la isla para contactar a
Bárbara ─ repuso Anette.
Bárbara ─ repuso Anette.
─ ¡Todo bien planeado! ─ exclamó la joven Larson
sonriendo a su futura suegra.
─ Soy inglesa, querida. ─ justificó Anette palmando
el hombro de su nuera. ─ Te permito recordar que dentro de nuestras cualidades
está la organización anticipada de las cosas u asuntos en trámite o carpeta. No en vano estudie negocio
y comercio exterior.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó admirada Raniel. ─ es la vena
empresarial que llevan todos ustedes.
─ Corrección querida ─ refutó sutilmente Anette. ─ Un
inglés que se precia de serlo siempre será pulcro, organizado, educado y
sensato sin esas cualidades genéticas no sería un buen ciudadano británico. Nos
caracterizamos por ello en el mundo y como familia le damos ese realce a
nuestras costumbres y tradiciones.
─ ¡El buen nombre de! ─ murmuró sorpresivamente
Raniel.
─ ¿Qué sucede princesa? ─ preguntó de inmediato
Anabelle que vio el semblante de su prometida. ─ ¿por qué de tus palabras?
─ Nada bien relevante, solo recordé algunas cosas ─
respondió Raniel.
─ ¿Quisieras compartir con nosotras? ─ instó ahora
Anette. ─ Sentí un dejo de molestia mientras hablabas.
─ ¡Discúlpenme! ─ repuso la joven Larson. ─ Recordé
hechos anteriores que en «en el buen nombre de Inglaterra » se cometieron
atrocidades al igual que suelen usarlo en la religión.
─ Muchas veces nos vemos obligados a realizar cosas
que no deseamos y solo cuando vemos que pasan a llevar el derecho de otros. Es
cuando tomamos conciencia de nuestros errores y comenzamos a cambiar lo que esté
mal ─ justificó y explicó Anette. ─ Estamos tan ensimismados en nosotros mismos
que pasamos por alto la necesidad de otro individuo y hasta que es muy tarde
volvemos a recuperar la sensibilidad de ponernos en una determinada situación.
Con esto quiero decir que muchas veces las naciones han cometido atrocidades y
han tenido que pedir perdón por los daños causados y aun así, no se dejará de
cometer errores niña mía. Debes quedarte con lo mejor de las cosas y de las
personas.
─ Recordaré tus palabras ─ repuso Raniel meditando
un poco.
─ No olvides querida que también llevas sangre
inglesa por tus venas ─ indicó Anette. ─ Y es parte tu legado como también
respetar una cultura de las que te has crecido hoy por hoy.
─ Es lo que precisamente hemos estado hablando con
mi prometida ─ secundó Anabelle. ─ la identidad con la que venimos es
importante pero también; como bien dices tu madre; respetar el legado que viene
de nuestros ancestros.
─ ¡Qué bien! ─ dijo Anette que por ratos quedaba un poco extrañada de cierta hostilidad de
partes de ambas futuras nueras con respecto a la cultura inglesa. ─ Me parce
estupendo que puedan ver el valor significativo de otra diversidad ajena a
ustedes. Comparto en que muchas veces una postura les sea adversa y compleja,
pero que si no se interiorizan más en ello no podrán convivir pacíficamente con
algo desconocido y muy apabullado por quienes no viven a diario inmersos en
nuestra cultura.
Tanto para Raniel como para Sara, aquellas palabras
estaban dirigidas a sus personas y les demostraba que la matriarca de los
Calguiere siempre ha estado consciente de la forma de pensar de quiénes recién
comienzan a integrarse a la familia.
Después de un breve silencio, aquellos ojos esmeraldas buscaron los grises
de su amiga de infancia y vieron reflejada la sorpresa como también lo
avergonzada por quedar en evidencia su cierto antagonismo con el modo inglés de
vivir.
─ Les permito recordar que ahora ustedes dos
formaran parte de nuestra familia que tiene muy arraigada el estilo y tradición
inglés porque nos debemos a ello por obligación e identidad ─ continuó Anette
haciendo referencia a esos impasses. ─ Espero que nos den la oportunidad de que
les demostremos con hechos que no hay nada malo en ello. Y que además, al
desposarse como mis hijas adoptaran la nacionalidad por gracia al cabo de un
tiempo. ¡Quiéranlo o no! Por lo que las instó a que dejen que tanto Anabelle y
Francis les vayan preparando a una aceptación y compromiso que tendrán que
asumir dentro de muy poco. ¿Están de acuerdo niñas mías?
Solo bastó unos segundos apenas para…
─ De mi parte estoy de acuerdo ─ aceptó Sara viendo
directo a la madre de su novia. ─ Dejaré que Francis me guie.
─ Cuenta conmigo, tesoro ─ dijo Francis tomando de
la cintura a su novia. ─ Para lo que necesites.
Por su parte, la otra rubia de los Calguiere,
observaba a su prometida y estaba a la espera de su respuesta. Tenía muy claro
su forma de pensar que habían discutido camino al panteón de la ciudad. Y en
esa ocasión sacó una rápida visión del sentir de su pareja.
─ Si bien tengo un linaje inglés del pasado y
también toca a mi vida presente. ─
señaló Raniel sinceramente sin dejar de ver a la madre de su prometida. ─ Estoy
criada en una cultura distinta que discrepa de ciertas cosas suyas; pero que a
su vez; admira muchas otras de su modo de vivir. Y pienso que no han de ser un
impedimento en mi amor por Anabelle y que tampoco lo serán para acostumbrar a
convivir con ello. Como bien dices Anette, asumiré junto a ella este compromiso y volveré a
adoptar el estilo de vida inglés una vez más en mi vida.
─ ¡Princesa! ─ murmuró Anabelle, tomando su mano y
depositando un beso en ella. ─ Nada me dará más gusto que regresarte a tu
verdadero hogar de dónde nunca debiste salir y más aún si tengo la dicha de que
hagamos realidad nuestro anhelo del pasado que es estar juntas por siempre.
─ ¡Anabelle! ─ susurró Raniel y acortó ya la poca
distancia entre ambas y solo atinó en besar sus labios demostrando ahí, lo que
realmente sentía.
Las demás, las contemplaron felices de seguir
comprobando que el amor prevalecía entre ellas y se había fortalecido tanto que
parecían cadenas de acero que no podrían ser rotas. Si bien, el amor no
encadena de un modo maligno sino que libera se hace tan fuerte el sentimiento
llegando al punto de ser tan potente como lo indestructible que podría ser una
cadena. Pero ésta, era una cadena invisible pero palpable en sus actos o
sentimientos demostrativos.
─ Bueno niñas. Es hora de irnos con ese famoso
decano ─ interrumpió Anette.
─ Claro ─ fue la respuesta de casi todas.
─ ¡Vayamos entonces! ─ ordenó finalmente Anette.
─ ¿Quién nos llevará? ─ preguntó Sara a la joven
Larson.
─ Ni idea ─ mencionó Raniel.
─ He solicitado a Emmanuel que me llame a un taxi ─
respondió la pregunta Anette. ─ Necesitamos resolver esto cuanto antes y nos
atañe solo a nosotras porque ustedes dos ahora, son miembros de la familia
Calguiere.
─ ¡Oh! ─ exclamó Raniel viendo a su prometida y no
dijo nada más.
─ No quiero acaparar el tiempo de tus padres con
nuestros asuntos ─ expuso Anette. ─ Como dije, es menester nuestro resolverlos.
─ Me parece una excelente idea, madre ─ coincidió
Anabelle. ─ Solo de este modo puede ser.
Justo en el momento en que terminaban de hablar. Un
vehículo tocaba su claxon y al asomar
por la ventana vieron que se
trataba del taxi que había sido solicitado.
─ Ha llegado nuestro taxi. ─ indicó Raniel. ─ Creo
que debemos irnos.
─ ¡Vamos entonces! ─ convino Anette que tomaba su
portafolio del sofá y llamó a. ─ Anabelle.
─ Dime, madre ─ contestó la Duquesa.
─ ¿Has traído la documentación de la cual hablamos
en casa? ─ preguntó Anette al momento de salir hacia la calle.
─ Por supuesto. ─ respondió Anabelle. ─ La traigo
conmigo y junto con otros documentos que vamos a necesitar.
─ ¡Muy bien! ─ acotó Anette. ─ Es imprescindible zanjar esto hoy mismo.
Llegando al coche…
─ ¡Muchachas! ─ llamó Anette (Refiriéndose a sus futuras nueras) al subir al vehículo. ─
Por favor ocúpense de solicitar todos los certificados que precisen en asuntos
estudiantiles de los años cursados acá y así, obtener su título profesional sin
inconveniente alguno. Dado que no podemos estar viajando seguido por trámites
de esta índole. Ustedes saben que no estamos a la vuelta de la esquina de esta
universidad. Espero hacerme entender niñas mías.
─ Entendemos perfectamente Anette. ─ repuso Raniel viendo a su amiga. ─
apreciamos mucho todo tu apoyo.
─ Pienso igual que Rani. ─ Concordó. ─ Ya que la
tramitación a la larga distancia es muy engorrosa.
─ Sin duda que lo es ─ coincidió Anabelle. ─ Mis hermanas
estuvieron bastante tiempo detrás del decano de Arquitectura para conseguir los
documentos de intercambio para Raniel y sin duda, mamá tiene razón, no es sano
volver a pasar por esa situación.
─ Descuida Anabelle, nos haremos cargo. ─ repuso
Sara. ─ Iremos al DAE (Dirección de asuntos estudiantiles) y pedir dichos
certificados de acreditación y poder obtener nuestro título de Arquitectas.
─ Chicas para que vayan desde ya mentalizándose
quiero informarles que en Inglaterra la obtención del título les va a requerir
de un semestre más en preparación y aparte tomar taller de tesis. ─ Mencionó
Francis. ─ Deberán tener ánimos y paciencia porque no finalizaran este año
junto al resto de sus compañeros.
Deben pasar por exámenes que convaliden las
asignaturas que ya aprobaron en la universidad de acá y tomar otros que no
estaban en la malla curricular de esta casa de estudios y que para Kingston son
relevantes. Y solo ahí, podrán tomar el semestre preparación y defensa de
tesis. ─ finalizó la aclaración Francis.
─ ¿Cuánto tiempo toman esos exámenes? ─ preguntó
pensativa Sara que vio un cierto retroceso en sus planes.
─ Tesoro, no quiero mentirles en decir que podrían
tomarles otro semestre más. ─ respondió Francis. ─ Tomen en cuenta que estamos
hablando de cuatro años de estudios y requiere que cada asignatura sean
preparadas con antelación. Y tal como les mencioné anteriormente hay materias
que ustedes no vieron y como es el caso de patrimonio y legado arquitectónico
de Inglaterra. Ustedes saben que cada país tiene su propio sistema normativo
aunque hallan normas universales establecidas y la esencia de la materia sea la misma en todo el mundo.
─ ¡Wow! ─ exclamó consternada Raniel. ─ ¿Un
semestre más? Y yo que pensé que aquel examen que rendí al comienzo era precisamente
para probar mi capacidad.
─ Raniel, ese examen fue solo para acceder al
intercambio y medir tu nivel de conocimientos y por ser admitida en una casa de
estudios como Kingston. ─ aclaró Francis. ─ Y muy diferente es recibirse de
Arquitecto y más aún en nuestro país que tiene una tradición de tener los
mejores profesionales de la rama a nivel
mundial y son célebres los estudios de arquitectos contratados por grandes
conglomerados inmobiliarios.
─ ¡Ups! Hablamos de 1 año más y ya comienzo arrepentirme. ─ dijo Raniel sin
mucha emoción.
─ ¡Raniel! ─ reprendió Anabelle en el acto y su
mirada era intimidante hacia su joven prometida.
─ Solo estaba bromeando nada más. ─ Se retractó de
inmediato la joven Larson. ─ ¡Discúlpame por favor!
─ No tengo nada que disculparte princesa. ─ repuso
Anabelle. ─ Tan solo son algunos exámenes
nada más y yo creo firmemente en tu capacidad y sé que lo van a superar
exitosamente tanto tú como Sara. Verán que ese semestre pasara volando.
─ Gracias por tu apoyo, mi vida. ─ dijo Raniel
gratamente admirada. ─ Esas palabras son un buen incentivo para dar el mejor
esfuerzo de mi parte.
─ Igualmente aprecio tu voto de confianza Anabelle.
─ secundó Sara. ─ Agradezco todo el apoyo que nos brindan a Rani y a mí,
ustedes la familia Calguiere.
─ ¡Tesoro! ─ intervino Francis, tocando el torso de
su novia a la altura en que se hallaba
su corazón y añadió. ─ Tú y Raniel ya son parte de esta familia y es nuestro
deber entregar todo cuanto esté a nuestro alcance para velar por su bienestar y
felicidad.
─ ¡Así se habla hija mía! ─ fue el turno de Anette
en hablar que había permanecido callada solo se limitaba en ser oyente. ─ Raniel y Sara ahora son miembros de la familia
Calguiere y como familia nos apoyamos en todo. Un clan familiar crece unido y
todos construyen un mejor futuro. En este seno familiar no hacemos exclusiones.
¿Queda claro?
─ Muy claro, Anette. ─ respondió por su parte
Raniel viendo a Anette.
Iba a ser el turno de Sara en responder, cuando el
taxista, la interrumpió.
─ ¿Dónde las llevo damas? ─ preguntó un señor
relativamente mayor que estaba al tanto del idioma.
─ ¡Lo sentimos! ─ se disculpó Raniel al mirarse
entre todas por no anunciar su destino. ─ Llévenos la Umag, por favor.
─ Entendido ─ contestó el taxista.
─ ¿Umag? ─ preguntaron al mismo tiempo las dos
rubias Calguiere al escuchar las señas que diera la joven
Larson.
Larson.
─ ¡Tenía entendido que íbamos a su antigua casa de
estudios! ─ intervino confundida Anette viendo a ambas jóvenes. ─ ¿pueden
decirnos a dónde vamos?
El intercambio de mirada entre Raniel y Sara fue de
complicidad ya que no olvidaban que estaban tratando con extranjeras que
desconocían la jerga nacional en usar en la vida diaria.
─ Umag es la sigla de nuestra casa de estudios. ─
explicó Sara. ─ Universidad de Magallanes.
─ Comprendo ─ dijo Anette por su parte al oír la
explicación.
─ ¡Qué simplón! ─señaló Francis poco convencida. ─ No es precisamente
una sigla compuesta si no que universidad Magallanes solo que le quitan el «de»
que en nuestro caso sería «of» es poco relevante mejor les hubiese quedado
Magallanes of university…M.O.U. Eso sí es una sigla ¿No les parece?
─ ¡Francis Calguiere! ─ reprendió de inmediato su
madre. ─ modera tus comentarios, por favor. No es competencia nuestra en cómo
ellos deseen nombrar sus lugares públicos o instituciones.
─ Lo siento, madre ─ contestó la menor de los
Calguiere. ─ No lo pude evitar.
─ ¡No es conmigo con quién tienes que disculparte! ─
corrigió Anette contrariada por la imprudencia de su hija. ─ estoy tratando de
que sus parejas se acostumbren y acepten nuestro estilo de vida y tú haces gala
de lo personalista y arrogante con que los demás ven a los ingleses.
Por un momento se hizo un silencio incomodo en el
vehículo por parte de todos, dado que la joven Calguiere quedo realmente
avergonzada más por la reprimenda que admitir que se había equivocado en algo
que ella encontraba sin gracia y bien justificados sus dichos.
E incluso la propia Duquesa no sabía qué decir para
aliviar un poco el ambiente que se creó por un descuido de juventud. Aunque
comprendía la mentalidad de su hermana menor, pero cómo bien dijo su madre, no
era asuntos de ellas. Y sin embargo, podía palpar el sentir de su cuñada al
igual que su prometida. Aquél argumento no solo estuvo demás si no que les daba
la razón en su recelo hacia la sociedad inglesa. Y bien lo sabía ella, que
tenía que lidiar con muchos empresarios e inversionistas inmigrantes que
mantenían cierto recelo por mucho que la economía inglesa era muy bien evaluada
a nivel mundial.
─ ¡Estoy esperando Francis! ─ exigió su madre
viendo severamente a su hija.
No hubo que esperar una nueva réplica de parte de
la matriarca ante lo reflejado en esos azules.
─ Chicas yo…─ le costaba disculparse a Francis que
era un tanto orgullosa. Tratándose de asuntos vánales y sin mayor relevancia.
─ Tranquila ─ intervino Raniel viendo lo incómoda
que estaba su cuñada. ─ Lo que cuenta es que vayamos a la universidad al fin y
al cabo. ¿No es así Sara?
─ Seguro ─ confirmó ésta y viendo por la
ventanilla. ─ Además estamos llegando ya.
Las tres Calguiere contemplaron por sus
ventanillas, un campus de coloridos edificios bastantes separados unos de otros
y mantuvieron guardadas sus impresiones al respecto por no distender el impasse
que ocasionó el comentario anterior.
─ ¿Desean ingresar? ─ preguntó de pronto el chofer.
─ Sí. ─ respondió Raniel. ─ ¿puede ingresar por
Kuzmoslavic por favor?
─ Por supuesto ─ contestó el taxista y prosiguió su
marcha por la avenida Bulnes hasta llegar a la esquina que citara la muchacha y
a la mitad del terreno universitario dieron con un acceso solo a público
general.
Tal como se espera, un guardia les recibió en la
portería y al tomar los datos de ambas alumnas; porque seguían siéndolo hasta
no retirarse por completo; dejó ingresar al vehículo de pasajeros. Una vez que
aparcaron, las cinco mujeres descendieron del coche, pero no sin antes…
─ ¡Por favor espérenos aquí! ─ solicitó Anette que
dio por anticipado un billete de cien dólares como pago anticipado y bien remunerado
la tarifa. ─ Esto será suficiente por la demora en que pudiéramos incurrir.
─ Pues sí ─ respondió el taxista viendo el billete
y sopesando el tiempo. ─ ¿Cuánto tiempo permanecerán en la universidad?
─ No sabría decirle con certeza. ─ respondió Anette
y anticipando a los hechos, agregó. ─ Pero si es mucho más de lo presupuestado,
tenga por seguro que será recompensado ya que solo le dado un extra por la
demora y no por sus servicios.
─ Disculpe usted, pero solo preguntaba ya que
nosotros trabajamos por taxímetro. ─ señaló el chofer de transporte. ─ Y los
minutos suman una mayor tarifa.
─ No sé preocupe que entiendo perfectamente su modo
de trabajo ─ dijo educadamente Anette. ─ Yo solicité un servicio de transporte
completo y me haré cargo de sus honorarios como corresponde. Puede tener la
confianza y mi palabra en garantía.
─ No sabía del servicio completo ─ se disculpó el
hombre al enterarse de lo solicitada por la distinguida mujer. ─ No sé me
informó cuando llamó la central que requerían de un móvil con disponibilidad
total.
─ Comprendo ─ acotó Anette viendo al hombre y
siendo bien sincera en sus deseos, agregó. ─ No soy dada a cambiar de chofer
por las razones que sean y en las circunstancias que sean. Y la verdad, me
gustaría seguir contando con sus servicios, siempre y cuando usted también esté
de acuerdo en este arreglo.
─ Encantado, esperaré por ustedes ─ respondió el
taxista, admirado por la actitud de la mujer mayor.
─ Nos vemos, entonces ─ repuso Anette y viendo a
sus futuras nueras, añadió. ─ ¡Señoritas por favor tengan la amabilidad de
mostrarnos el camino!
─ Vamos Anette ─ dijo Raniel, tomando del brazo a
su suegra. ─ Como verás no es tan grande el lugar como lo es Kingston. Nuestro
complejo es pequeño en comparación al de ustedes.
─ Puedo verlo ─ coincidió Anette sin dejar de
observar toda esa pequeña amplitud de campus en el que habían estudiado sus
futuras nueras. ─ La
comparación no tiene precedente con otras casas de estudios y sin embargo, niña
mía. Es dónde ustedes dos se han formado profesionalmente y personalmente creo
que los conocimientos adquiridos de esta universidad se ve reflejado en la
capacidad que ambas tienen en defenderse y definirse un ámbito educacional
distinto como es la educación inglesa ¿no están de acuerdo conmigo?
─
Nuestra formación se la debemos a esta casa de estudios ─ respondió Raniel
viendo el complejo de edificios de Enfermería, biblioteca, casino, y la
facultad de educación docente. ─ Nos encargaremos de dejar bien puesto su
nombre en dónde nos encontremos ¿no es así Sara?
─ Por
supuesto Rani ─ acotó la joven Taffra admirando con nostalgia todo su entorno. ─
Extrañare mucho a nuestra querida Umag.
─
¿Cuánto tiempo les faltaba por concluir sus estudios? ─ preguntó Anette y sin
dejar de observar las reacciones de sus hijas.
─ Un
semestre para concluir con la carrera en sí y un mes para los exámenes finales
─ respondió Raniel viéndose con Sara.
─ Les
quedaba muy poco ─ señaló Anette tras
sopesar el porqué de la reticencia de prolongar por más tiempo sus estudios. ─
¡Animo niñas mías! Todo esfuerzo extra, la vida te lo compensa con creces.
─ Mamá
tiene razón. ─ intervino Anabelle viendo con cariño a su prometida. ─ este
pequeño retraso será ampliamente premiado en su momento. Se los puedo asegurar.
─
¡Quizás no se reciban con sus compañeros de promoción! ─ complementó Francis
tomando entre sus manos las de su novia. ─ Como ustedes lo tenían planeado,
pero estoy segura que todos ellos estarán pendientes cuando ustedes se reciban
en Inglaterra y su dicha, será también la de ellos. Nunca se olvidan las cosas
buenas y las personas valiosas y ustedes serán recordadas en esta casa de
estudio.
─ Por
favor…No sigas ─ solicitó Sara mordiendo sus labios al sentir congoja de ver
alterados sus planes y propósitos del pasado, pero sabía de sobra que esa
pérdida lo valía por encima de todo. ─ Aún no vea a mis compañeros y ya siento
que deseo llorar antes de partir.
─
Tesoro mío. ─ murmuró Francis envolviéndola en sus brazos. ─ ¡Todo va estar
bien! Te lo prometo.
Las
demás se limitaron en observarlas al igual que muchos jóvenes y adultos que
caminaban por ese corredor de cemento que unía todos esos edificios.
A
pesar de que ver a dos mujeres abrazarse tan afectivamente no era del otro
mundo, aún dejaba perplejo a muchos más cautelosos y otros tantos, en
desacuerdo.
─
¡Prosigamos con lo que hemos venido hacer! ─ instó educadamente Anette tras
darle un breve tiempo de afectos.
─ Sí ─
repuso de inmediato Sara que rompió el abrazo y secó con el dorso de su mano
algunas traviesas lágrimas que se habían escurrido sin su permiso. ─ ¡Vayamos!
Caminaron
las cinco entre comentarios que daban ambas chicas a las demás, poniéndolas al
tanto de una reseña histórica de la universidad. Mostrando y señalando el
nombre de cada facultad con su respectivo edificio. Saludaron algunos conocidos
de otras especialidades y finalizaron justo frente al edificio mayor.
─ Aquí
está la facultad de Arquitectura y Construcción ─ informó Raniel. ─ Junto con
el auditorio principal de la Umag.
─ ¿De
toda la universidad? ─ preguntó Francis al ver un pequeño cubículo circular.
─ Sí ─
contestó Sara. ─ ¿por qué?
─ Algo
pequeño para una casa de estudios ─ refirió despectivamente Francis. ─ Esperaba
más de la única universidad estatal de tu ciudad.
─
Francis Calguiere ─ reprendió de inmediato Anette. ─ Muestra un poco más de
respeto, por favor.
─ Me
disculpo, si mi comentario fue ofensivo ─ excusó Francis. ─ Creía tontamente
encontrar una mayor amplitud de algunas cosas por los comentarios tan
apasionados con la cuál hablan de su casa de estudios.
¿No se
sabría decir si la justificación mejoró la explicación o la empeoró? Dado a las
miradas que se daban entre sí, Raniel y Sara como a su vez, intercambiaban
miradas Anette con Anabelle.
─ No
buscamos competir con los demás por extensión de tierra en campus. ─ replicó
Sara seriamente.
─
Competimos por ser considerados mejores profesionales de una casa de estudios. ─
culminó la réplica Raniel sin dejar de ver a su futura cuñada.
─
Comprendo ─ admitió Francis que sopesó la firmeza en ambas respuesta. ─
¡Excelencia académica!
─
¿Podrían mostrarnos la facultad? Por favor ─ intervino astutamente Anette que
vio la mirada seria de ambas muchachas con respecto al expresado por su hija
menor.
─
Claro ─ respondió Raniel.
La
joven Larson se encargó de ser anfitriona del lugar y señaló cada departamento
dentro del edificio que gracias a la falta de alumnados que estaban en sus
respectivas clases. Tras un breve recorrido por los tres pisos del lugar,
volvieron a la planta baja para llegar a la oficina del jefe de carrera.
Solicitaron
a la secretaria ser recibidas en entrevista con la docente encargada del área,
que las recibió con mucha emoción y luego, de los saludos protocolares y
preguntas pertinentes de su estadía en Londres. Pasaron directo al despacho de
la autoridad universitaria justo en el preciso momento que finalizaba una
reunión extra programática con alumnos de Arquitectura que resultaron ser
compañeros de ambas chicas.
El
reencuentro con sus antiguos compañeros fue tan expresivo como emotivo que…La
emoción, sorpresa, gritos de júbilo, alegría y abrazos al por mayor, dejaron
relegada tanto a Anette como a sus hijas
a un segundo plano.
─ Esto
es la ante sala de lo que nos espera ─
mencionó Anabelle al observar a su prometida y comprobar que se olvidaron de
ellas por completo.
─ ¡Así
veo hermana! ─ concordó Francis con una mueca de labios. ─ Estos latinos son
tan efusivos por cosas tan simplonas.
─ Hijas
mías, les recuerdo que están fuera de casa ─ amonestó Anette sutilmente,
mientras sonreía cortésmente frente a los demás. ─ Guarden la compostura y el
debido decoro. Sus prometidas tienen todo el derecho de recibir los afectos de
los suyos. Hay un tiempo para ceder jovencitas y éste es el propicio.
Ambas
hermanas Calguiere tuvieron que aceptar los términos de su madre y asentir
sutilmente con su cabeza en concordancia con la matriarca. Era un tiempo para
ceder y dejar que sus parejas tuvieran ese reencuentro que apenas comenzaba y
que sería merecido dado que las alejarían de aquellas tierras y personas que
las vieron nacer y crecer.
Un
tiempo de reencontrarse con sus raíces y seres amados.
5 comentarios:
geniiiaaaalll super capítulo, pero que no parece que apenas era el número 49 o me perdí en alguno, xd, bueno saludos, nunca pierdes tu magia.
Gracias por subir estos capitulos, felices fiestas
Que bueno volver a encontrarme con un nuevo capítulo de esta maravillosa historia. Feliz navidad y próspero año nuevo para ti.
Estimada, no pretendo ser pretenciosa ni nada que se le parezca, pero, vamos ya en el capítulo 54. Revisa por favor, el menú y busca Aras del pasado. ¡ahí lo comprobarás!.
Hasta pronto.
Un mega largo capítulo como siempre y también dejándonos con ganas de seguir leyendo más. Nos vemos en el siguiente...Saludos..
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