mujer y ave

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martes, 25 de diciembre de 2018

Reencuentros I parte



Aras del pasado, capítulo 54.

Reencuentros I parte.



Las horas seguían su curso imperceptible e inexorable en todo lugar, rincón, ciudad…Es la segunda cosa en la cual, los hombres no tenemos incidencia alguna y no podemos controlar o manejar a nuestro antojo queramos o no.

Y aunque el frío calase hasta los huesos y el paisaje se haya vestido de una fina capa blanca. No era obstáculo para que la rutina se detuviese en lo más mínimo. Como dicen los lugareños hay que vivir en lo extremo para saber lo que es hacer soberanía y luchar a brazo partido por hacer de las circunstancias producción para supervivencia.


Habían visto nevar por una horas por los ventanales de la casa y aunque sabían de nevazones en su país, Inglaterra. Sin duda, que aquello era muy distinto ya que  Londres es una gran urbe y otras ciudades británicas, pero ahí. La ciudad con claros signo de construcción europea entre francesa, italiana, española, croata e inglesa. No contaba con la densidad demográfica de Britania. Y sin embargo, su encanto residía en ser una ciudad muy bella, limpia y con el encanto místico de conservarse eterna como el hielo.

─ Toma una taza de chocolate caliente ─ dijo una suave voz de mujer  a espaldas de la persona que miraba por la ventana.
─ Gracias princesa. ¡Um huele rico! ─ señaló la joven.
─ Dentro de unos momentos más podremos ir a la universidad hablar con el jefe de unidad técnica ─ mencionó la morena. ─ solo falta que llegue Sara y nos iremos enseguida.
─ De seguro ha tenido algún inconveniente en casa ─ repuso Anabelle sorbiendo su chocolate. ─ En verdad esto está riquísimo. Es delicioso porque no he probado otro igual.
─ Creo que exageras un poco cielo ─ refutó Raniel sonriendo ampliamente. ─ De seguro que en Londres también hay lugares que deben hacer una buena cocoa junto con unos ricos pastelillos ingleses.
─ Muy cierto. ─ afirmó Anabelle. ─ Pero este es mucho más rico de lo que ya he probado en casa.
─ Ha de ser porque el lugar y el frío es muy distinto ─ expuso Raniel. ─ Acá no es como cualquier otro lugar. No tenemos casi nada de agricultura y todo se basa en la ganadería bovina y ovina. En la pesca de centolla. En la extracción del petróleo, el comercio y el fuerte es el turismo tanto terrestre como naviero.
─ Sin duda que sí ─ apoyó Anabelle bebiendo de su taza. ─ Tengo muy buenas referencias de Alesia sobre el parque nacional Torres del Paine… ¡Creo que así se dice!
─ Lo has dicho correctamente ─ afirmó Raniel. ─ Es el lugar más bello de esta tierra magallánica. Y hablando de Alesia ¿Qué se ha sabido de ella?
─ Mamá habló con tía Mariana y me dijo a grandes rasgos que está bien dentro de todo ─ confidenció Anabelle. ─ Pero que el tema era un tanto delicado y que llegando a casa nos pondría al corriente puesto que no desea arruinar nuestra estadía acá. Lo único que nos adelantó es que Misha ya está viviendo con mi prima en el palacio. Es todo cuanto ha dicho mi madre.
─ Comprendo ─ sopesó un poco Raniel. ─ Ha de ser un tema un tanto delicado para hablarlo por teléfono y el hecho de que Alesia ya esté con su esposa significaba que las cosas comienzan arreglarse un poco.
─ Efectivamente pienso lo mismo, princesa ─ concordó Anabelle.
Un toque en la puerta las distrajo de su plática y vieron como Nataniel abría la puerta y en eso, asomaba Sara junto a Francis.
─ ¡Al fin llegan chicas! ─ espetó en bromas Raniel. ─ Pensé que íbamos a llegar cuando estuvieran cerrando la facultad. O ¿Se quedaron en otro lugar prohibido?
─ ¡Aha! Y tú tan chistosita como siempre monstruito ─ reclamó Sara, viendo a su novia. ─ Mi padre requería de nosotras dos.
─ ¡OH! ─ exclamó Raniel tomándole el pelo a Francis. ─ Tu suegrito te llevo al cadalso y te hizo jurar que no tocarás un pelo a su querido bebé hasta llegar el día de su boda. O ¿Me equivoco?
─ ¡Algo así! ─ confesó avergonzada Francis hasta las orejas.
─ Tío Pietro es el guardián más celoso de mi flamita ─ reveló entre risas Raniel. ─ Tendrás que salir con chaperona quieras o no. En verdad la tienes difícil no podrán estar juntas por el momento.
─ ¡Raniel! ─ masculló Sara con pica. ─ Deja de molestar  que nos llamó para asegurar la fecha del compromiso y viajar con tiempo. Papá solo quiere seriedad en nuestra relación.
─ Ni que lo digas ─ se burló Raniel con una cara pícara, añadió. ─ De seguro te haré llevar cinturón de castidad para que cumplas como todo una señorita de familia.
─ ¡Tarada! ─ protestó Sara de malas pulgas y le lanzó un cojín directo a la cara. ─ Te odio ¿Lo sabías?
─ Jajaja ─ soltó la risotada Raniel. ─ Tú sabes que no. ¡Me adoras hasta los huesitos!
─ ¡Uy cretina! ─ rabió Sara. ─ No sé ¿cómo te soporta la pobre de Anabelle?
─ Princesa ¡Déjala en paz! ─ solicitó la Duquesa al ver lo incómoda que estaba su cuñada. ─ Además, veo que mi hermanita está muy callada. ¿Estás bien Francis?
─ La verdad estoy bien ─ respondió la rubia menor de los Calguiere. ─ Lo que si no me dejaran estar con Sara por las noches y eso no me hace gracia.
─ ¡Ups! ─ exclamó Raniel que reparó en el rostro de su cuñada ─ ¿Y qué vas hacer al respecto?
─ Estaba pensando ─ contestó Francis. ─ En que voy a necesitar tu ayuda para estar un tiempo a solas con mi novia lejos de mi futuro suegro.
─ ¡Aha! ─ exclamó pícara Raniel. ─ ¡Cuenta conmigo para ello!
─ ¿Qué vas hacer princesa? ─ preguntó Anabelle. ─ ¿Cómo puedes ayudar a las chicas?
─ ¡Muy fácil! ─ respondió risueña Raniel. ─ Resulta que tengo una amiga y compañera de esgrima que sus padres tienen un hostal a las afueras camino al aeropuerto y tienes unos favores pendientes conmigo. Podemos ir después de ir a la universidad y pasarnos un rato por el hostal.
─ ¡Genial! ─ alabó Francis que le cambió el semblante de un segundo a otro.
─ Tienes toda la razón monstruito ─ coincidió Sara. ─ Roxana es la solución perfecta.
─ ¿No ves que soy todo para ti? ─ se jactó Raniel a expensas de su amiga del alma.
─ Eres brillante, princesa ─ ensalzó Anabelle y a la vez, dijo. ─ Pero no seas tan malita que nosotras también estamos bajo escrutinio y deberemos irnos con cuidado hasta llegar a casa y ahí, la cosa cambia para todas.
─ ¡Exacto! ─ concordó Francis. ─ Otro gallo nos cantará estando en casa. Ni todos los suegros del mundo podrán apartarme un solo minuto de ti, mi tesoro.
─ ¿Cómo que suegros? ─ preguntó seria Sara. ─ Que yo sepa solo tienes uno y una sola novia.
─ ¡Ups! ─ fue la escueta exclamación de parte de Francis.
─ Jajaja ─ se mofó Raniel. ─ Te lo había dicho…Sara es de sangre italiana y lo que la hace muy celosa de lo suyo.
─ Me doy cuenta…Me doy cuenta ─ repuso Francis, abrazando a su novia. ─ Pero tan solo era un decir nada más. Solo lo decía porque nadie impedirá que no esté contigo tesoro. Y por lo demás, soy una chica fiel y toda yo, soy tuya.
─ ¡Francis! ─ susurró encantada Sara.
En eso…Aparece junto a ellas, la madre de las chicas Calguiere.
─ ¿Listas para irnos? ─ preguntó Anette.
─ Sí ─ fue la respuesta de ambas hijas.
─ Pues andando entonces ─ señaló Anette. ─ una vez que hablemos con el decano. Saldré con los padres de ambas a conocer la ciudad por lo que tendrán gran parte del día para ustedes. Espero que no hagan ninguna locura que deba justificar ante mis anfitriones ¿Está claro?
─ Por supuesto, madre ─ respondió Anabelle que veía de reojo a su hermana como leyendo la mente. ─ Nos sabremos comportar ¡¿no es así Francis?!
─ ¡Por supuesto! ─ secundó la menor de los Calguiere. ─ Dignas jovencitas británicas.
─ ¡Por favor! Que no nací ayer hijas mías y por mucho que estén ambas a un paso del matrimonio deben guardar cierto decoro en otros lugares ─ corrigió Anette. ─ Solo les pido que estén de regreso antes que nosotros.
─ Madre, tú…─ comenzó por explicar Francis.
─ ¡Shis! ─ mandó a callar Anette a su retoño y habló. ─ Conozco las necesidades de toda pareja y no deseo entrar en detalles. Sean discretas es todo lo que pido.
─ Lo seremos, madre ─ convino esta vez Anabelle que agradecía el gesto para con ellas. ─ Gracias por tu apoyo.
─ También fui joven hija mía ─ adujo Anette. ─ conozco el sentimiento y entiendo su sentir. Más entiendan ustedes que estamos fuera de casa y debemos respeto a nuestros anfitriones.
─ Gracias, madre ─ dijo Francis sopesando las palabras de ésta.
─ No sé diga más y marchemos a solucionar de una vez por todas el pendiente de la universidad ─ apremió Anette. ─ Además, estoy deseando conocer algunas instalaciones inglesas y visitar al cónsul acá. Me han dicho que es una ciudad espectacular para hacer negocios ganaderos.
─ Así es Anette ─ confirmó Raniel. ─ Hay muchos tratados con el Reino Unido, China y Austria sobre ganado ovino.
─ Es lo que me refirió mi esposo y que desea ver si es aconsejable ver algún proyecto para nuestra familia ─ confesó Anette. ─ Buscamos nuevos horizontes en que expandir el mercado ovino. Además, tengo planeado ponerme en contacto con amistades que residen en Fuckland y concertar una reunión antes de partir a Inglaterra.
─ ¿Quieres visitar las islas Fuckland, Anette? ─ preguntó una curiosa Raniel.
─ Eso sería poco factible por el momento. Aunque confieso que hace mucho tiempo que no veo a una vieja amiga de universidad y nada me daría más placer que compartir con ella ─ admitió Anette. ─ Sin embargo, hay que  tramitar cierta documentación extra para ir a Fuckland por lo que es más sugestivo que reunamos acá que ir yo para allá.
─ Comprendo ─ dijo Raniel. ─ Debes llamar lo antes posible porque es un día de viaje por avioneta o dos en barcaza.
─ De hecho ya estoy en contacto con un alcalde de la isla para contactar a
Bárbara ─ repuso Anette.
─ ¡Todo bien planeado! ─ exclamó la joven Larson sonriendo a su futura suegra.
─ Soy inglesa, querida. ─ justificó Anette palmando el hombro de su nuera. ─ Te permito recordar que dentro de nuestras cualidades está la organización anticipada de las cosas u asuntos en  trámite o carpeta. No en vano estudie negocio y comercio exterior.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó admirada Raniel. ─ es la vena empresarial que llevan todos ustedes.
─ Corrección querida ─ refutó sutilmente Anette. ─ Un inglés que se precia de serlo siempre será pulcro, organizado, educado y sensato sin esas cualidades genéticas no sería un buen ciudadano británico. Nos caracterizamos por ello en el mundo y como familia le damos ese realce a nuestras costumbres y tradiciones.
─ ¡El buen nombre de! ─ murmuró sorpresivamente Raniel.
─ ¿Qué sucede princesa? ─ preguntó de inmediato Anabelle que vio el semblante de su prometida. ─ ¿por qué de tus palabras?
─ Nada bien relevante, solo recordé algunas cosas ─ respondió Raniel.
─ ¿Quisieras compartir con nosotras? ─ instó ahora Anette. ─ Sentí un dejo de molestia mientras hablabas.
─ ¡Discúlpenme! ─ repuso la joven Larson. ─ Recordé hechos anteriores que en «en el buen nombre de Inglaterra » se cometieron atrocidades al igual que suelen usarlo en la religión.
─ Muchas veces nos vemos obligados a realizar cosas que no deseamos y solo cuando vemos que pasan a llevar el derecho de otros. Es cuando tomamos conciencia de nuestros errores y comenzamos a cambiar lo que esté mal ─ justificó y explicó Anette. ─ Estamos tan ensimismados en nosotros mismos que pasamos por alto la necesidad de otro individuo y hasta que es muy tarde volvemos a recuperar la sensibilidad de ponernos en una determinada situación. Con esto quiero decir que muchas veces las naciones han cometido atrocidades y han tenido que pedir perdón por los daños causados y aun así, no se dejará de cometer errores niña mía. Debes quedarte con lo mejor de las cosas y de las personas.
─ Recordaré tus palabras ─ repuso Raniel meditando un poco.
─ No olvides querida que también llevas sangre inglesa por tus venas ─ indicó Anette. ─ Y es parte tu legado como también respetar una cultura de las que te has crecido hoy por hoy.
─ Es lo que precisamente hemos estado hablando con mi prometida ─ secundó Anabelle. ─ la identidad con la que venimos es importante pero también; como bien dices tu madre; respetar el legado que viene de nuestros ancestros.
─ ¡Qué bien! ─ dijo Anette que por ratos quedaba  un poco extrañada de cierta hostilidad de partes de ambas futuras nueras con respecto a la cultura inglesa. ─ Me parce estupendo que puedan ver el valor significativo de otra diversidad ajena a ustedes. Comparto en que muchas veces una postura les sea adversa y compleja, pero que si no se interiorizan más en ello no podrán convivir pacíficamente con algo desconocido y muy apabullado por quienes no viven a diario inmersos en nuestra cultura.
Tanto para Raniel como para Sara, aquellas palabras estaban dirigidas a sus personas y les demostraba que la matriarca de los Calguiere siempre ha estado consciente de la forma de pensar de quiénes recién comienzan a integrarse a la familia.
Después de un breve silencio,  aquellos ojos esmeraldas buscaron los grises de su amiga de infancia y vieron reflejada la sorpresa como también lo avergonzada por quedar en evidencia su cierto antagonismo con el modo inglés de vivir.
─ Les permito recordar que ahora ustedes dos formaran parte de nuestra familia que tiene muy arraigada el estilo y tradición inglés porque nos debemos a ello por obligación e identidad ─ continuó Anette haciendo referencia a esos impasses. ─ Espero que nos den la oportunidad de que les demostremos con hechos que no hay nada malo en ello. Y que además, al desposarse como mis hijas adoptaran la nacionalidad por gracia al cabo de un tiempo. ¡Quiéranlo o no! Por lo que las instó a que dejen que tanto Anabelle y Francis les vayan preparando a una aceptación y compromiso que tendrán que asumir dentro de muy poco. ¿Están de acuerdo niñas mías?
Solo bastó unos segundos apenas para…
─ De mi parte estoy de acuerdo ─ aceptó Sara viendo directo a la madre de su novia. ─ Dejaré que Francis me guie.
─ Cuenta conmigo, tesoro ─ dijo Francis tomando de la cintura a su novia. ─ Para lo que necesites.
Por su parte, la otra rubia de los Calguiere, observaba a su prometida y estaba a la espera de su respuesta. Tenía muy claro su forma de pensar que habían discutido camino al panteón de la ciudad. Y en esa ocasión sacó una rápida visión del sentir de su pareja.
─ Si bien tengo un linaje inglés del pasado y también toca  a mi vida presente. ─ señaló Raniel sinceramente sin dejar de ver a la madre de su prometida. ─ Estoy criada en una cultura distinta que discrepa de ciertas cosas suyas; pero que a su vez; admira muchas otras de su modo de vivir. Y pienso que no han de ser un impedimento en mi amor por Anabelle y que tampoco lo serán para acostumbrar a convivir con ello. Como bien dices Anette, asumiré  junto a ella este compromiso y volveré a adoptar el estilo de vida inglés una vez más en mi vida.
─ ¡Princesa! ─ murmuró Anabelle, tomando su mano y depositando un beso en ella. ─ Nada me dará más gusto que regresarte a tu verdadero hogar de dónde nunca debiste salir y más aún si tengo la dicha de que hagamos realidad nuestro anhelo del pasado que es estar juntas por siempre.
─ ¡Anabelle! ─ susurró Raniel y acortó ya la poca distancia entre ambas y solo atinó en besar sus labios demostrando ahí, lo que realmente sentía.
Las demás, las contemplaron felices de seguir comprobando que el amor prevalecía entre ellas y se había fortalecido tanto que parecían cadenas de acero que no podrían ser rotas. Si bien, el amor no encadena de un modo maligno sino que libera se hace tan fuerte el sentimiento llegando al punto de ser tan potente como lo indestructible que podría ser una cadena. Pero ésta, era una cadena invisible pero palpable en sus actos o sentimientos demostrativos.
─ Bueno niñas. Es hora de irnos con ese famoso decano ─ interrumpió Anette.
─ Claro ─ fue la respuesta de casi todas.
─ ¡Vayamos entonces! ─ ordenó finalmente Anette.
─ ¿Quién nos llevará? ─ preguntó Sara a la joven Larson.
─ Ni idea ─ mencionó Raniel.
─ He solicitado a Emmanuel que me llame a un taxi ─ respondió la pregunta Anette. ─ Necesitamos resolver esto cuanto antes y nos atañe solo a nosotras porque ustedes dos ahora, son miembros de la familia Calguiere.
─ ¡Oh! ─ exclamó Raniel viendo a su prometida y no dijo nada más.
─ No quiero acaparar el tiempo de tus padres con nuestros asuntos ─ expuso Anette. ─ Como dije, es menester nuestro resolverlos.
─ Me parece una excelente idea, madre ─ coincidió Anabelle. ─ Solo de este modo puede ser.

Justo en el momento en que terminaban de hablar. Un vehículo tocaba su claxon y al asomar  por la ventana  vieron que se trataba del taxi que había sido solicitado.
─ Ha llegado nuestro taxi. ─ indicó Raniel. ─ Creo que debemos irnos.
─ ¡Vamos entonces! ─ convino Anette que tomaba su portafolio del sofá y llamó a. ─  Anabelle.
─ Dime, madre ─ contestó la Duquesa.
─ ¿Has traído la documentación de la cual hablamos en casa? ─ preguntó Anette al momento de salir hacia la calle.
─ Por supuesto. ─ respondió Anabelle. ─ La traigo conmigo y junto con otros documentos que vamos a necesitar.
─ ¡Muy bien! ─ acotó Anette. ─ Es imprescindible  zanjar esto hoy mismo.
Llegando al coche…
─ ¡Muchachas! ─ llamó Anette (Refiriéndose  a sus futuras nueras) al subir al vehículo. ─ Por favor ocúpense de solicitar todos los certificados que precisen en asuntos estudiantiles de los años cursados acá y así, obtener su título profesional sin inconveniente alguno. Dado que no podemos estar viajando seguido por trámites de esta índole. Ustedes saben que no estamos a la vuelta de la esquina de esta universidad. Espero hacerme entender niñas mías.
─ Entendemos perfectamente  Anette. ─ repuso Raniel viendo a su amiga. ─ apreciamos mucho todo tu apoyo.
─ Pienso igual que Rani. ─ Concordó. ─ Ya que la tramitación a la larga distancia es muy engorrosa.
─ Sin duda que lo es ─ coincidió Anabelle. ─ Mis hermanas estuvieron bastante tiempo detrás del decano de Arquitectura para conseguir los documentos de intercambio para Raniel y sin duda, mamá tiene razón, no es sano volver a pasar por esa situación.
─ Descuida Anabelle, nos haremos cargo. ─ repuso Sara. ─ Iremos al DAE (Dirección de asuntos estudiantiles) y pedir dichos certificados de acreditación y poder obtener nuestro título de Arquitectas.
─ Chicas para que vayan desde ya mentalizándose quiero informarles que en Inglaterra la obtención del título les va a requerir de un semestre más en preparación y aparte tomar taller de tesis. ─ Mencionó Francis. ─ Deberán tener ánimos y paciencia porque no finalizaran este año junto al resto de sus compañeros.
Deben pasar por exámenes que convaliden las asignaturas que ya aprobaron en la universidad de acá y tomar otros que no estaban en la malla curricular de esta casa de estudios y que para Kingston son relevantes. Y solo ahí, podrán tomar el semestre preparación y defensa de tesis. ─ finalizó la aclaración Francis.
─ ¿Cuánto tiempo toman esos exámenes? ─ preguntó pensativa Sara que vio un cierto retroceso en sus planes.
─ Tesoro, no quiero mentirles en decir que podrían tomarles otro semestre más. ─ respondió Francis. ─ Tomen en cuenta que estamos hablando de cuatro años de estudios y requiere que cada asignatura sean preparadas con antelación. Y tal como les mencioné anteriormente hay materias que ustedes no vieron y como es el caso de patrimonio y legado arquitectónico de Inglaterra. Ustedes saben que cada país tiene su propio sistema normativo aunque hallan normas universales establecidas y la esencia de la  materia sea la misma en todo el mundo.
─ ¡Wow! ─ exclamó consternada Raniel. ─ ¿Un semestre más? Y yo que pensé que aquel examen que rendí al comienzo era precisamente para probar mi capacidad.
─ Raniel, ese examen fue solo para acceder al intercambio y medir tu nivel de conocimientos y por ser admitida en una casa de estudios como Kingston. ─ aclaró Francis. ─ Y muy diferente es recibirse de Arquitecto y más aún en nuestro país que tiene una tradición de tener los mejores  profesionales de la rama a nivel mundial y son célebres los estudios de arquitectos contratados por grandes conglomerados inmobiliarios.
─ ¡Ups! Hablamos de 1 año más  y ya comienzo arrepentirme. ─ dijo Raniel sin mucha emoción.
─ ¡Raniel! ─ reprendió Anabelle en el acto y su mirada era intimidante hacia su joven prometida.
─ Solo estaba bromeando nada más. ─ Se retractó de inmediato la joven Larson. ─ ¡Discúlpame por favor!
─ No tengo nada que disculparte princesa. ─ repuso Anabelle. ─ Tan solo son algunos exámenes  nada más y yo creo firmemente en tu capacidad y sé que lo van a superar exitosamente tanto tú como Sara. Verán que ese semestre pasara volando.
─ Gracias por tu apoyo, mi vida. ─ dijo Raniel gratamente admirada. ─ Esas palabras son un buen incentivo para dar el mejor esfuerzo de mi parte.
─ Igualmente aprecio tu voto de confianza Anabelle. ─ secundó Sara. ─ Agradezco todo el apoyo que nos brindan a Rani y a mí, ustedes la familia Calguiere.
─ ¡Tesoro! ─ intervino Francis, tocando el torso de su novia  a la altura en que se hallaba su corazón y añadió. ─ Tú y Raniel ya son parte de esta familia y es nuestro deber entregar todo cuanto esté a nuestro alcance para velar por su bienestar y felicidad.
─ ¡Así se habla hija mía! ─ fue el turno de Anette en hablar que había permanecido callada solo se limitaba en ser oyente. ─  Raniel y Sara ahora son miembros de la familia Calguiere y como familia nos apoyamos en todo. Un clan familiar crece unido y todos construyen un mejor futuro. En este seno familiar no hacemos exclusiones. ¿Queda claro?
─ Muy claro, Anette. ─ respondió por su parte Raniel  viendo a Anette.
Iba a ser el turno de Sara en responder, cuando el taxista, la interrumpió.
─ ¿Dónde las llevo damas? ─ preguntó un señor relativamente mayor que estaba al tanto del idioma.
─ ¡Lo sentimos! ─ se disculpó Raniel al mirarse entre todas por no anunciar su destino. ─ Llévenos la Umag, por favor.
─ Entendido ─ contestó el taxista.
─ ¿Umag? ─ preguntaron al mismo tiempo las dos rubias Calguiere al escuchar las señas que diera la joven
Larson.
─ ¡Tenía entendido que íbamos a su antigua casa de estudios! ─ intervino confundida Anette viendo a ambas jóvenes. ─ ¿pueden decirnos a dónde vamos?
El intercambio de mirada entre Raniel y Sara fue de complicidad ya que no olvidaban que estaban tratando con extranjeras que desconocían la jerga nacional en usar en la vida diaria.
─ Umag es la sigla de nuestra casa de estudios. ─ explicó Sara. ─ Universidad de Magallanes.
─ Comprendo ─ dijo Anette por su parte al oír la explicación.
─ ¡Qué simplón! ─señaló   Francis poco convencida. ─ No es precisamente una sigla compuesta si no que universidad Magallanes solo que le quitan el «de» que en nuestro caso sería «of» es poco relevante mejor les hubiese quedado Magallanes of university…M.O.U. Eso sí es una sigla ¿No les parece?
─ ¡Francis Calguiere! ─ reprendió de inmediato su madre. ─ modera tus comentarios, por favor. No es competencia nuestra en cómo ellos deseen nombrar sus lugares públicos o instituciones.
─ Lo siento, madre ─ contestó la menor de los Calguiere. ─ No lo pude evitar.
─ ¡No es conmigo con quién tienes que disculparte! ─ corrigió Anette contrariada por la imprudencia de su hija. ─ estoy tratando de que sus parejas se acostumbren y acepten nuestro estilo de vida y tú haces gala de lo personalista y arrogante con que los demás ven a los ingleses.
Por un momento se hizo un silencio incomodo en el vehículo por parte de todos, dado que la joven Calguiere quedo realmente avergonzada más por la reprimenda que admitir que se había equivocado en algo que ella encontraba sin gracia y bien justificados sus dichos.
E incluso la propia Duquesa no sabía qué decir para aliviar un poco el ambiente que se creó por un descuido de juventud. Aunque comprendía la mentalidad de su hermana menor, pero cómo bien dijo su madre, no era asuntos de ellas. Y sin embargo, podía palpar el sentir de su cuñada al igual que su prometida. Aquél argumento no solo estuvo demás si no que les daba la razón en su recelo hacia la sociedad inglesa. Y bien lo sabía ella, que tenía que lidiar con muchos empresarios e inversionistas inmigrantes que mantenían cierto recelo por mucho que la economía inglesa era muy bien evaluada a nivel mundial.
─ ¡Estoy esperando Francis! ─ exigió su madre viendo severamente a su hija.
No hubo que esperar una nueva réplica de parte de la matriarca ante lo reflejado en esos azules.
─ Chicas yo…─ le costaba disculparse a Francis que era un tanto orgullosa. Tratándose de asuntos vánales y sin mayor relevancia.
─ Tranquila ─ intervino Raniel viendo lo incómoda que estaba su cuñada. ─ Lo que cuenta es que vayamos a la universidad al fin y al cabo. ¿No es así Sara?
─ Seguro ─ confirmó ésta y viendo por la ventanilla. ─ Además estamos llegando ya.
Las tres Calguiere contemplaron por sus ventanillas, un campus de coloridos edificios bastantes separados unos de otros y mantuvieron guardadas sus impresiones al respecto por no distender el impasse que ocasionó el comentario anterior.
─ ¿Desean ingresar? ─ preguntó de pronto el chofer.
─ Sí. ─ respondió Raniel. ─ ¿puede ingresar por Kuzmoslavic por favor?
─ Por supuesto ─ contestó el taxista y prosiguió su marcha por la avenida Bulnes hasta llegar a la esquina que citara la muchacha y a la mitad del terreno universitario dieron con un acceso solo a público general.
Tal como se espera, un guardia les recibió en la portería y al tomar los datos de ambas alumnas; porque seguían siéndolo hasta no retirarse por completo; dejó ingresar al vehículo de pasajeros. Una vez que aparcaron, las cinco mujeres descendieron del coche, pero no sin antes…
─ ¡Por favor espérenos aquí! ─ solicitó Anette que dio por anticipado un billete de cien dólares como pago anticipado y bien remunerado la tarifa. ─ Esto será suficiente por la demora en que pudiéramos incurrir.
─ Pues sí ─ respondió el taxista viendo el billete y sopesando el tiempo. ─ ¿Cuánto tiempo permanecerán en la universidad?
─ No sabría decirle con certeza. ─ respondió Anette y anticipando a los hechos, agregó. ─ Pero si es mucho más de lo presupuestado, tenga por seguro que será recompensado ya que solo le dado un extra por la demora y no por sus servicios.
─ Disculpe usted, pero solo preguntaba ya que nosotros trabajamos por taxímetro. ─ señaló el chofer de transporte. ─ Y los minutos suman una mayor tarifa.
─ No sé preocupe que entiendo perfectamente su modo de trabajo ─ dijo educadamente Anette. ─ Yo solicité un servicio de transporte completo y me haré cargo de sus honorarios como corresponde. Puede tener la confianza y mi palabra en garantía.
─ No sabía del servicio completo ─ se disculpó el hombre al enterarse de lo solicitada por la distinguida mujer. ─ No sé me informó cuando llamó la central que requerían de un móvil con disponibilidad total.
─ Comprendo ─ acotó Anette viendo al hombre y siendo bien sincera en sus deseos, agregó. ─ No soy dada a cambiar de chofer por las razones que sean y en las circunstancias que sean. Y la verdad, me gustaría seguir contando con sus servicios, siempre y cuando usted también esté de acuerdo en este arreglo.
─ Encantado, esperaré por ustedes ─ respondió el taxista, admirado por la actitud de la mujer mayor.
─ Nos vemos, entonces ─ repuso Anette y viendo a sus futuras nueras, añadió. ─ ¡Señoritas por favor tengan la amabilidad de mostrarnos el camino!
─ Vamos Anette ─ dijo Raniel, tomando del brazo a su suegra. ─ Como verás no es tan grande el lugar como lo es Kingston. Nuestro complejo es pequeño en comparación al de ustedes.
─ Puedo verlo ─ coincidió Anette sin dejar de observar toda esa pequeña amplitud de campus en el que habían estudiado sus futuras nueras. ─ La comparación no tiene precedente con otras casas de estudios y sin embargo, niña mía. Es dónde ustedes dos se han formado profesionalmente y personalmente creo que los conocimientos adquiridos de esta universidad se ve reflejado en la capacidad que ambas tienen en defenderse y definirse un ámbito educacional distinto como es la educación inglesa ¿no están de acuerdo conmigo?
─ Nuestra formación se la debemos a esta casa de estudios ─ respondió Raniel viendo el complejo de edificios de Enfermería, biblioteca, casino, y la facultad de educación docente. ─ Nos encargaremos de dejar bien puesto su nombre en dónde nos encontremos ¿no es así Sara?
─ Por supuesto Rani ─ acotó la joven Taffra admirando con nostalgia todo su entorno. ─ Extrañare mucho a nuestra querida Umag.
─ ¿Cuánto tiempo les faltaba por concluir sus estudios? ─ preguntó Anette y sin dejar de observar las reacciones de sus hijas.
─ Un semestre para concluir con la carrera en sí y un mes para los exámenes finales ─ respondió Raniel viéndose con Sara.
─ Les quedaba muy poco ─ señaló Anette  tras sopesar el porqué de la reticencia de prolongar por más tiempo sus estudios. ─ ¡Animo niñas mías! Todo esfuerzo extra, la vida te lo compensa con creces.
─ Mamá tiene razón. ─ intervino Anabelle viendo con cariño a su prometida. ─ este pequeño retraso será ampliamente premiado en su momento. Se los puedo asegurar.
─ ¡Quizás no se reciban con sus compañeros de promoción! ─ complementó Francis tomando entre sus manos las de su novia. ─ Como ustedes lo tenían planeado, pero estoy segura que todos ellos estarán pendientes cuando ustedes se reciban en Inglaterra y su dicha, será también la de ellos. Nunca se olvidan las cosas buenas y las personas valiosas y ustedes serán recordadas en esta casa de estudio.
─ Por favor…No sigas ─ solicitó Sara mordiendo sus labios al sentir congoja de ver alterados sus planes y propósitos del pasado, pero sabía de sobra que esa pérdida lo valía por encima de todo. ─ Aún no vea a mis compañeros y ya siento que deseo llorar antes de partir.
─ Tesoro mío. ─ murmuró Francis envolviéndola en sus brazos. ─ ¡Todo va estar bien! Te lo prometo.
Las demás se limitaron en observarlas al igual que muchos jóvenes y adultos que caminaban por ese corredor de cemento que unía todos esos edificios.
A pesar de que ver a dos mujeres abrazarse tan afectivamente no era del otro mundo, aún dejaba perplejo a muchos más cautelosos y otros tantos, en desacuerdo.
─ ¡Prosigamos con lo que hemos venido hacer! ─ instó educadamente Anette tras darle un breve tiempo de afectos.
─ Sí ─ repuso de inmediato Sara que rompió el abrazo y secó con el dorso de su mano algunas traviesas lágrimas que se habían escurrido sin su permiso. ─ ¡Vayamos!
Caminaron las cinco entre comentarios que daban ambas chicas a las demás, poniéndolas al tanto de una reseña histórica de la universidad. Mostrando y señalando el nombre de cada facultad con su respectivo edificio. Saludaron algunos conocidos de otras especialidades y finalizaron justo frente al edificio mayor.
─ Aquí está la facultad de Arquitectura y Construcción ─ informó Raniel. ─ Junto con el auditorio principal de la Umag.
─ ¿De toda la universidad? ─ preguntó Francis al ver un pequeño cubículo circular.
─ Sí ─ contestó Sara. ─ ¿por qué?
─ Algo pequeño para una casa de estudios ─ refirió despectivamente Francis. ─ Esperaba más de la única universidad estatal de tu ciudad.
─ Francis Calguiere ─ reprendió de inmediato Anette. ─ Muestra un poco más de respeto, por favor.
─ Me disculpo, si mi comentario fue ofensivo ─ excusó Francis. ─ Creía tontamente encontrar una mayor amplitud de algunas cosas por los comentarios tan apasionados con la cuál hablan de su casa de estudios.
¿No se sabría decir si la justificación mejoró la explicación o la empeoró? Dado a las miradas que se daban entre sí, Raniel y Sara como a su vez, intercambiaban miradas Anette con Anabelle.
─ No buscamos competir con los demás por extensión de tierra en campus. ─ replicó Sara seriamente.
─ Competimos por ser considerados mejores profesionales de una casa de estudios. ─ culminó la réplica Raniel sin dejar de ver a su futura cuñada.
─ Comprendo ─ admitió Francis que sopesó la firmeza en ambas respuesta. ─ ¡Excelencia académica!
─ ¿Podrían mostrarnos la facultad? Por favor ─ intervino astutamente Anette que vio la mirada seria de ambas muchachas con respecto al expresado por su hija menor.
─ Claro ─ respondió Raniel.
La joven Larson se encargó de ser anfitriona del lugar y señaló cada departamento dentro del edificio que gracias a la falta de alumnados que estaban en sus respectivas clases. Tras un breve recorrido por los tres pisos del lugar, volvieron a la planta baja para llegar a la oficina del jefe de carrera.
Solicitaron a la secretaria ser recibidas en entrevista con la docente encargada del área, que las recibió con mucha emoción y luego, de los saludos protocolares y preguntas pertinentes de su estadía en Londres. Pasaron directo al despacho de la autoridad universitaria justo en el preciso momento que finalizaba una reunión extra programática con alumnos de Arquitectura que resultaron ser compañeros de ambas chicas.
El reencuentro con sus antiguos compañeros fue tan expresivo como emotivo que…La emoción, sorpresa, gritos de júbilo, alegría y abrazos al por mayor, dejaron relegada tanto a Anette como  a sus hijas a un segundo plano.
─ Esto es la ante sala  de lo que nos espera ─ mencionó Anabelle al observar a su prometida y comprobar que se olvidaron de ellas por completo.
─ ¡Así veo hermana! ─ concordó Francis con una mueca de labios. ─ Estos latinos son tan efusivos por cosas tan simplonas.
─ Hijas mías, les recuerdo que están fuera de casa ─ amonestó Anette sutilmente, mientras sonreía cortésmente frente a los demás. ─ Guarden la compostura y el debido decoro. Sus prometidas tienen todo el derecho de recibir los afectos de los suyos. Hay un tiempo para ceder jovencitas y éste es el propicio.
Ambas hermanas Calguiere tuvieron que aceptar los términos de su madre y asentir sutilmente con su cabeza en concordancia con la matriarca. Era un tiempo para ceder y dejar que sus parejas tuvieran ese reencuentro que apenas comenzaba y que sería merecido dado que las alejarían de aquellas tierras y personas que las vieron nacer y crecer.
Un tiempo de reencontrarse con sus raíces y seres amados.

5 comentarios:

elisiem dijo...

geniiiaaaalll super capítulo, pero que no parece que apenas era el número 49 o me perdí en alguno, xd, bueno saludos, nunca pierdes tu magia.

Unknown dijo...

Gracias por subir estos capitulos, felices fiestas

SEMA dijo...

Que bueno volver a encontrarme con un nuevo capítulo de esta maravillosa historia. Feliz navidad y próspero año nuevo para ti.

Anrhia dijo...

Estimada, no pretendo ser pretenciosa ni nada que se le parezca, pero, vamos ya en el capítulo 54. Revisa por favor, el menú y busca Aras del pasado. ¡ahí lo comprobarás!.
Hasta pronto.

Delfi Castillo dijo...

Un mega largo capítulo como siempre y también dejándonos con ganas de seguir leyendo más. Nos vemos en el siguiente...Saludos..

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