mujer y ave

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domingo, 19 de enero de 2014

Deseos.


En aras del pasado, capítulo 13.

 Señora, tiene una llamada desde Londres dijo el mayordomo.
─ Por favor Albert pásela al despacho ─ ordenó Anette.
─ Enseguida señora. ─ contestó éste.

Momentos después…



─ Diga
─ Mi querida dama, es un honor saludarle ─ se escuchó al otro lado de la línea.
David, ¡al fin!, ¿qué novedades me tienes? demoraste más de lo previsto ─ señaló Anette.
─ Usted disculpara, pero no fue fácil la tarea encomendada mencionó el abogado.
─ ¡Entonces!…
─ Es preciso que viajes mi querida Anette. No es algo que pueda ser dado a conocer a  través del teléfono ─ explicó David.
¡Está bien!, partiré hoy mismo. ─ indicó la señora Calguiere.
Anette,  esto tomará unos días. ─ enfatizó David.
¿Por qué tanto tiempo? – preguntó incrédula Anette.
 Verás. He contactado también a Joseph Mcraune, para informarle de la situación, pues es de sumo interés para su familia tanto como lo es para la tuya. ─ explicó el abogado.
─ ¡Ya veo! pero antes de haber hecho tal cosa, deberías haberme informado primeramente,  David. ─ amonestó Anette.
─ Lo siento mi dama. Pero el tiempo apremiaba, ya que me percate que en la visita que hice a vuestro hogar que la muchacha parecía disgustada, por lo que supuse que  se precipitaría su partida señaló éste.
─ En ese aspecto has hecho bien. Estuvimos a punto de perderla David, por causa de mi hija, pero ya está todo solucionado. ¿Cuánto es lo que sabe big Jo? ─ expuso Anette.
─ No mucho. Sólo hice una exposición a grandes rasgos e indicándole que usted le informaría con más detalles dentro de unos días ─ refirió el abogado.
─ Has hecho bien. ─ concluyó la señora.
─ Además Anette; con respecto a ello; hay algo debo comentarle que deberías hacer antes que cualquier cosa ─ hizo hincapié en eso David.
¿Qué podría ser eso? ─ preguntó ésta.
─ Es la razón por la que  deseo que viajes a Londres y lo conversemos personalmente. ─ Indicó el abogado, sabiendo que era un tema algo complejo para ser resuelto vía fono.
─ Saldré en estos instantes. Dispón de todo para mi estadía en Londres – señaló Anette.
─ Tus deseos son órdenes para mí. ─ respondió David.
 Una vez que colgó el auricular, Anette, tocó su campanilla y de inmediato entró su doncella…
¿Desea algo la señora? ─ preguntó la doncella.
─ Sí. Busque a mi hija y dígale que necesito hablar con ella a la brevedad. Otra cosa,  informe a Marcus que disponga todo,  ya que salimos rumbo a Londres en este mismo instante. ─ demandó Anette.
─ ¿Dispondrá de equipaje, mi señora? ─ indagó la empleada.
─ No Clarice, cualquier cosa qué necesite lo veré allá. ─ indicó la señora Calguiere.
─ Como usted diga, mi señora. ─ contestó la mujer y se retiró del lugar.
A los poco minutos…
─ ¡Adelante! ─ instó Anette.
─ Madre, ¿me has mandado a llamar? ─ preguntó Anabelle.
─ Toma asiento,  Anabelle. ─ ordenó su madre.
─ Tú dirás. ¿Qué es eso tan urgente por la cual necesitabas mi presencia? ─ inquirió ésta.
─ Salgo en estos precisos momentos a Londres; estaré fuera de casa unos día; tal vez, una semana a lo sumo ─ explicó Anette.
 ¿Cuál es la precisa madre? ─ inquirió Anabelle.
─ Hay asuntos de suma importancia que debo resolver. Es por ello que necesito que me prometas que en mi ausencia harás hasta lo imposible por llevarte bien con Raniel, sé un poco más flexible con ella. No olvides que es nuestra huésped y para mí es vital que prolongue su estadía aquí lo más posible ─ refirió Anette muy seria a su hija.
¿Por qué tanto  misterio madre? ─ indagó asombrada Anabelle.
─ Tengo mis razones, cómo tú las tienes  para no querer a darte a conocer como Duquesa, así que respételas, hija mía. ─ dijo sin rodeos Anette.
Jaque mate para la joven, que no pudo rebatir ninguno de los puntos expuestos por su madre. Con resignación levantó su mirada y asintió, por lo que la señora respiró más aliviada.
─ Intenta ser su amiga, conócela un poco más. Todos en casa se llevan de maravillas con ella, sólo contigo hay un cierto roce y ninguna de las dos se dirige la palabra ultimadamente manifestó Anette.
Anabelle, miró a su madre. ¿Cómo era posible que se haya percatado de esos detalles? si había sido lo más cuidadosa posible para que no se notase que prefería evitar cualquier contacto con ella y así, evitar un posible enfrentamiento, ya que eso hacían cada vez que se veían.
─ Tú ganas madre. Buscaré el modo de ser más condescendiente con ella admitió Anabelle.
Debes prometerme que la cuidarás, que velarás por ella ─ instó Anette.
─ Madre, ella no es ninguna niña para que tenga que ser yo, su niñera expresó contrariada Anabelle.
 Anabelle Calguiere,  no me repliques. ─ protestó con voz alzada Anette, poniendo en su sitio a su hija.
─ Ok. Lo prometo. Vigilaré noche y día a Raniel. Si eso te hace feliz y quedes así más tranquila ─ cedió una resignada Anabelle, que sabía muy bien que no era aconsejable oponerse a los deseos de su madre.
─ Gracias hija. Ahora debo irme y ya sabes volvió a recalcar la señora.
─ ¡Ya sé!... ¡ya sé! Ahora vete tranquila madre. ─ acotó la joven.
Mucho tiempo después de irse su madre, Anabelle,  contemplaba los bocetos de Raniel. Podía percibir la sensibilidad con que ella veías las cosas, su pasión en cada uno de sus  dibujos y lo que le había producido a ella misma, al ver el retrato de la antigua duquesa.
Tanto la antigua Duquesa Anabelle XVII como ella, eran idénticas, a excepción de su cabello. Ambos eran de una tonalidad dorada, pero se diferenciaban en que la primera era larga y lisa, hasta llegar a la altura de la cintura. En cambio el de Anabelle,  era  ondeado y a la altura los hombros.
La figura corporal en ambas, era de mujeres bastante altas, bordeando casi el metro ochenta, de complexión delgada pero estilizada por la práctica de deportes. Además, en su rostro resaltaban algunas pecas, no muchas y el color de sus ojos era exactamente el mismo; un azul profundo. Cualquiera sin conocer su historia, podría decir que se trataba de una única mujer.
─ Tal vez ellos tiene razón, todo lo que haces es impresionante. Aunque te empeñes en bajarle el perfil  a todo lo que haces. ─ confesó Anabelle.
Fue así, que decidió ir en su busca y aprovechar la ocasión de disculparse por su comportamiento anterior. Además, que su madre quedaría conforme por este hecho.
─ ¡Mentira!... ¿a quién tratas de engañar? quieres verle. Hace dos días que regresó y no te habla. Siempre está acompañada de Charles, Francis o Alesia, parecen sus fans número uno ─ admitió para sus adentros.
En eso se topó con el mayordomo…
-Albert, ¿ha visto a la señorita Larson? ─ preguntó Anabelle.
─ No,  señorita respondió éste.
 ─ ¿Y Alesia?  ¿Dónde está? ─ inquirió Anabelle.
─ En la biblioteca, señorita Anabelle ─ informó el mayordomo.
─ ¡Vaya!, ¿en qué andará? lleva dos días encerrada ahí, ya parece ratón de biblioteca. Nunca fue amante de visitarlas en sus años de colegio y que decir en la universidad. ─ comentó en voz alta Anabelle, demasiada sorprendida por el comportamiento de su prima.
El mayordomo, carraspeó para llamar un poco su atención y una vez obtenido lo que deseaba, añadió…
─ Si permite un consejo señorita. Tal vez debe preguntarle directamente a Ralph, ya que la joven Raniel, gusta mucho de cabalgar sugirió el mayordomo.
─ Tienes toda la razón, gracias Albert. ─ repuso Anabelle.
La joven Calguiere, se dirigió a las caballerizas y al encontrar a Ralph, éste le indicó que Raniel, había salido a dar un paseo sola.
─ Gracias Ralph, por favor ensílleme a Pegasus, voy a buscarla. ─ ordenó Anabelle.
─ Como ordene, mi señora. ─ respondió el hombre.
─ Dime Ralph, ¿hacia dónde se dirigió ella? ─ indagó Anabelle.
─ Le sugiero que se dirija al sector del lago o junto al río, ya que la jovencita quedo muy impresionada con aquellos lugares y sin temor a equivocarme que ha de haber ido nuevamente a ese sitio ─ concluyó éste.
─ Tomaré en cuenta tu consejo, muchas gracias nuevamente ─ acotó la joven.
Una vez ensillado su caballo, Anabelle, procedió ir en su busca. Se dirigió al lago en primer lugar, pero no le halló en ese sitio. Entonces fue hacia el río;  eso iba ser un poco más complicado; ya que dicho río atravesaba gran parte de sus tierras y a decir verdad, eran muy extensas. No obstante, estaba dispuesta a  hacerlo con tal de hallarle y poder platicar un poco con ella.
Mientras en otro lugar…
A orillas del río, una muchacha disfrutaba de un refrescante baño y extendía su cuerpo sobre una de las rocas que estaban en medio del cauce.
Cerró sus ojos por unos momentos, para disfrutar del ruido de las aguas y de las aves. Quería distraerse un poco, ya que llevaba varias noches sin conciliar el sueño, debido a que cierta personita aparecía en ellos, jurándole amor y que decir las cosas que hacían ambas…del deseo y la pasión que surgía de esos encuentros…aún con los ojos cerrados sintió arder sus mejillas al evocar esas visiones.
─ ¡Condenada  Anabelle!  Eres mi tormento en el día y mi carcelera en las noches murmuró esto con rabia.
Raniel suspiró, todo esfuerzo era en vano. No podía llevarse bien con ella y tampoco sacarla de su cabeza, ¿porqué tuvo que poner sus ojos en una persona como ella? que además estaba comprometida. Se limitó en cerrarlos nuevamente y dejar de pensar.
Por otro lado,  Anabelle, llevaba ya varios minutos sin poder hallarla. Continuó río abajo y en eso sintió un caballo relinchar. Buscó de dónde procedía el sonido hasta que dio con Espíritu Indomable, que estaba pastando alrededor de unos árboles. Entonces, intentó dar con su paradero, no se veía por ningún lado.
 Cuidadosamente penetró un poco más con su caballo y así tener más amplitud de observación. Sin embargo, su esfuerzo fue infructuoso, ya que tampoco se encontraba en la orilla como en  sus alrededores. Cuando ya comenzaba en retirarse del lugar, y cómo guiada por un sexto sentido, fijó la vista unos 10 metros más abajo y fue ahí que la vio. Descansando sobre una roca, completamente desnuda e inconsciente de su alrededor o los peligros que pudiesen surgir.
Como si un rayo le hubiese caído encima, Anabelle, quedo totalmente paralizada. Sus ojos no podían dar crédito a lo que estaba viendo. Aquella muchacha desnuda…era hermosa, sus largas piernas, su abdomen perfecto producto de haber sido cuidadosamente trabajado,  sus senos, su cabello enmarañado, la hacían ver como una sirena de la mitología griega. Una mujer de ensueño.
Anabelle,  inconscientemente, sintió un deseo incontenible de poseer aquella criatura. Era tal la magnitud de su deseo que le  estaba costando respirar. Nunca antes había experimentado  nada parecido y jamás por una mujer, pero esa joven despertó en ella algo que nunca creyó  ser capaz de sentir.
Y estaba demás decir, que con su prometido Robert, ya habían intimado, dado el compromiso que existía y los tiempos que corren, era muy lógico que algo así ocurriese.
Sin hacer mucho ruido, se acercó con su caballo hasta la orilla y la contempló por unos minutos. Sin duda, aumentaba en ella la lujuria por esa muchacha y necesitaba terminar con ello. Sin más le llamó enseguida.
Raniel ─ llamó Anabelle.
─ Pero hasta en mis sueños oigo tú voz, ¡pero qué fastidio! ─ Se dijo la joven, recostada en la roca sin ánimos de abrir sus ojos.
Raniel volvió a llamar Anabelle, sólo que está vez un poco más fuerte.
─ ¿Pero qué rayos? ─ masculló ésta,  y de golpe abrió los ojos y levantó un poco su torso y fijó su vista en la orilla. Fue ahí que la vio, montada en su caballo blanco, que la hacía ver la criatura más hermosa, como en los cuentos medievales. Desde su posición pudo apreciar la intensidad de la mirada de la joven Calguiere, sus ojos estaban oscuros, algo a normal en ella.
« ¡Vaya! me pillaron infraganti» reflexionó Raniel «De seguro será otro sermón. ¡Espera un momento!... sus ojos… ¡¿Será posible!?»
Tales pensamientos la dejaron algo intrigada y como si nada malo estuviese haciendo preguntó…
Dime Anabelle, ¿necesitas algo? ─ inquirió sin apuros.
─ Ten la amabilidad de venir,  por favor ─ espetó ésta, un poco molesta por la falta de escrúpulos de la joven.
«Acá vamos. ¡Adiós reconciliación! » Pensó la joven, dejando la tranquilidad de su roca y en vez de apurarse,  todo lo hizo muy lentamente como provocando a Anabelle y  luego de ello, se zambulló en el río.
Anabelle,  no le perdió de vista un según y cada paso que esta demoraba, más aumentaba su libido.
« ¡Rayos!… ¡niña estúpida!,  te estás demorando a propósito… ¡cielos me estás volviendo loca! » rabiaba en su fuero interno la joven Calguiere.
Lentamente Raniel, salió del agua y caminó muy seductoramente en dirección de Anabelle. Ésta bajo de su caballo para encararla.
Raniel, muy consciente de que era observada de una manera muy peculiar, demoró más su caminar, como si arrastrase sus pasos, prolongando la agonía de Anabelle.
Ésta por su parte, no podía despegar sus ojos de la joven Larson,  y es que estaba realmente sexy, provocando cosas impensadas para ella. Una mujer criada en un régimen estricto y muy chapado a la antigua.
Una vez que estuvo a su lado…
─ Y bien. Tú  dirás, ¿qué deseas de mí?  preguntó Raniel, sin inmutarse por su desnudes.
¿Se puede saber que haces? ─ inquirió seca Anabelle.
─ Pues lo que viste. Disfrutando del río y tomando un poco de sol. Quería relajarme. ─ expresó con desenfado Raniel.
─  Para tú información Raniel, está prohibido nadar en este río ─ mencionó sin rodeos Anabelle.
─ ¡Uf! ─ exclamó con desgano la muchacha. (Aquí vamos una vez más).
─ Desde que murieron dos jóvenes hace un par de años. Mi padre determinó que nadie más volvería a estar en peligro y cada cierto tiempo nuestros trabajadores recorren este sitio para evitar otro accidente que lamentar ─ relató seria Anabelle.
─ ¡Disculpa!...no sabía ─ expuso Raniel, pasando su mano por su larga caballera muy sensualmente, lo que hizo estremecer a Anabelle.
─ Además, has puesto tu vida en riego ─ continuó la joven Calguiere.
¿En qué forma?
─ Es un poco tentador para un hombre,  ver a una mujer  desnuda. Es indecoroso ─ soltó Anabelle.
¡¿Así?! ─ murmuró Raniel, arqueando una ceja burlonamente.
─ Hay que ser… ¿cómo se podría decirlo para no ofender?… ser más moral. ─ Dijo sin cortarse mucho en lo expuesto y con algo de pica.
Jajaja  se burló Raniel de buena gana y añadió ¡moral!... no me vengas con esas.
─ ¿Podrías explicarte mejor? ─ instó Anabelle.
─ Ustedes las Inglesas,  son mojigatas. Son las primeras en desnudarse en las playas de cualquier país, sin importarles nada y aquí, se hacen las recatadas y están al pendiente de su buen nombre. ─ protestó enérgica Raniel y agregó más ─ Tienen el descaro de llamar inmoral a otros cuando osan hacerlo en su amada Inglaterra, atentando a las buenas costumbres. Son unas hipócritas.
Anabelle, abrió muchos los ojos ante tal comentario…
─ ¡Es diferente! ─ rebatió Anabelle.
¿En qué es diferente?
─ Nosotros tenemos ciertas normas y modales con nuestra sociedad, siendo un deber y obligación de cada uno, saber comportarse en lugares públicos sentenció Anabelle.
─ Sin duda que esas « normas de moralidad» las aplican cuando están en casa. Sin embargo, dejar de tener efecto cuando salen a otros países, pueden hacer lo que se les dé la gana, ¿No es así? Porque son incapaces de mostrarse tal cuan son ─ reprochó duramente Raniel y lanzándole una mirada burlona, se alejó en dirección dónde se hallaba su ropa.
Anabelle, impidió que continúe y  la sujetó del brazo.
─ Para tu información, nosotros igual sentimos como todo el mundo─ refutó Anabelle, visiblemente molesta ante las palabras de la joven.
Raniel, se detuvo en seco y se dio media vuelta. Sus ojos brillaban, como tramando algo…
¡Así! ─ murmuró entre dientes y se acercó peligrosamente a Anabelle, tanto que casi rozaba su nariz y aspiró su olor y sonrió malévolamente.
¿Qué pretendes?  preguntó una nerviosa Anabelle.
¡Yo! ─ exclamó la aludida, sin responder a la pregunta.
─ Acaso… ─  dijo Anabelle y no terminó de hablar cuando Raniel, la atrajo fuertemente hacia sí y la calló con sus labios.
Al principio, Anabelle, quedo inmóvil ante el beso de Raniel, pero era tan grande el sentimiento y deseo que tenía por ella, que no supo cuándo se vio devolviendo el beso con pasión.  Sentir la desnudez de la muchacha, ese cuerpo que emanaba un calor que la devoraba por dentro. Cada caricia que la joven le proporcionaba despertaba en ella, su sensualidad.
Entonces… el beso se detuvo y abrió sus ojos, para ver los ojos esmeraldas observándola detenidamente.
¿Por qué hiciste eso? se atrevió preguntar Anabelle.
Quería comprobar si las mujeres Inglesas son frígidas como dicen se burló Raniel.
─ ¡Estúpida! rabió en el acto, Anabelle.
─ Pero no te preocupes, tú tenías razón en lo que dijiste hace un rato. Ustedes, sí sienten, al menos tú, sí  se mofó aún más Raniel.
Anabelle, cerró sus ojos para no estallar y en eso,  recordó las palabras de su madre.
─ Por favor, ten la amabilidad de vestirte y acompañarme a casa. Cuándo decidas darte un baño nuevamente, hazlo en nuestra piscina, mi padre te lo agradecerá sentenció seca Anabelle.
Cuando Raniel, terminó de vestirse, subió sobre espíritu y fue en busca de Anabelle, que la esperaba más arriba.
Aunque había sido muy osada de su parte en lo que hizo, disfrutó de ese beso y pudo comprobar que lo que vio en los ojos de Anabelle, era deseo y para nada se arrepentía de ello.
Sin embargo, por la reacción de la muchacha y sus palabras, sabía que  habría más problemas. Esas eran las conclusiones que sacaba Raniel, de todo lo sucedido.
Anabelle, por otra parte,  había descubierto que esa joven le gustaba mucho y que la deseaba más que nadie. Pero ahora, se sentía humillada por eso beso y por la forma burlona que vio en el rostro de Raniel así como su comentario.



1 comentario:

Ángelus dijo...

Jajajajajajajaaa.... La escena del lago y Raniel desnuda. Esta es muy buena. Pobre Anabelle, y Raniel encantada por la vergüenza de la joven duquesa.

Ángelus Drakul

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