mujer y ave

mujer y ave

viernes, 17 de enero de 2014

Volveré a intentarlo.


En aras del pasado, capítulo 12.

Son las 8 en punto y en el comedor de la residencia, una sombría Anabelle, toma asiento junto a su madre para desayunar.
Estás un poco demacrada hija mía, ¿sucede algo? preguntó Anette.

No pasa nada madre. Debe el cansancio producto que tuvimos que trabajar durísimo estos tres días para tener todo listo para el embarque de hoy señaló la muchacha.


¿Qué va a desayunar my lady hoy? inquirió la criada.
Lo de costumbre Clarice. Te agradecería que no me llames así, mientras esté nuestra invitada. ─ demandó la joven.
Como usted diga dijo la criada.
Anette, miró de reojo a su hija y vio que ella estaba muy pensativa.
Por cierto madre, ya va una semana que Charles está en casa de mis tíos, ¿acaso no debe volver a Londres por sus estudios?  repuso Anabelle esto mientras le daba un sorbo a su café.
Una madre siempre conoce a la perfección a cada uno de sus hijos y es capaz de percibir el menor cambio que se pueda producir en ellos, por esto Anette, comprendió que su hija mayor tenía otros motivos que encerraba su pregunta.
Estaba consciente que su preocupación no era por su hermano, sino por otra persona, como madre era muy consciente del cariño que se tenían los hermanos.
Tal vez él tenga un motivo poderoso para permanecer más tiempo del debido, ¿no te parece a ti?  se limitó a decir una reposada Anette.
Así parece madre respondió la joven, quién torció la comisura de sus  labios y siguió degustando su café.
Pero estarán de vuelta está tarde o mañana temprano. Todo dependo de cuánto tiempo quiera dejarla ir tu prima, tú sabes que le ha tomado un gran cariño a Raniel. Según me comentó tu tía fueron de excursión los tres, han estado fotografiando todo cuánto se le atraviesa en el camino. ─ refirió Anette en busca de un indicio de parte de su hija.
─ Que bueno dijo Anabelle indiferente se me ha hecho tardísimo debo irme madre, nos vemos más tarde que estés bien.
─ Claro hija, recuerda que hoy debemos firmar esos documentos. ─ mencionó Anette.
─ No lo olvido madre, estaré a la hora señaló Anabelle y salió raudamente del comedor.
─ No eres nada sincera contigo misma hija mía. No te atreviste a preguntar por ella, tal vez se vuelva a repetir la historia sin fin murmuró entre suspiros Anette.
Mientras en otro lado del condado de Calguiere…
«Te amo, por favor quédate a mi lado, y déjame  hacerte  feliz»  susurró una voz femenina y sólo entonces Raniel se levantó de golpe.
Otra vez ella... ─ murmuró la joven sin percatarse de nada.
¿Quién? preguntó una sonriente Alesia, quién la contemplaba sentada desde otra cama continúa a la de Raniel.
¡Eh!... nadie, solo fue un sueño y tú ¿qué haces levantada tan temprano? ─ comentó Raniel para distraerla.
Jajaja, eres muy escurridizas al cambiar el tema querida mía ─acotó y  sonrió Alesia.
─ ¿Llevas mucho tiempo ahí? ─indagó la joven Larson.
─ Lo suficiente para verte dormir profundamente.
¡Eh! ─ exclamó pasmada Raniel.
Jajaja,  eres una dulzura cuando te sonrojas  comentó burlonamente Alesia.
Alesia ─ reprochó Raniel, y lanzó una almohada en dirección de ésta.
─ ¡Malvada!, eso no es correcto en una señorita el andar lanzando cosas por ahí ─ expuso Alesia, mientras esquivaba el objeto y con una cara llena de malicia pura. mira que no respondo de mis actos y luego no te vengas a quejar.
─ ¡Madre mía! en las manos que vine a caer  dijo Raniel, estirando las manos al cielo como pidiendo explicaciones.
Jajaja,  estás en las mejores y por cierto son suaves  y dóciles y expertas en dar masajes ─ susurró muy sexy Alesia, mientras se frotaba las manos y acotó. ─ si quieres puedo darte uno.
Jajaja no gracias ─ agregó Raniel muerta de la risa al contemplar el rostro de la otra joven y remató con lo siguiente ─ no estoy estresada.
¡Qué cruel! estoy siendo considera contigo ofreciendo mis servicios a tus pies y tus les rechazas ─ reprochó Alesia y tocó su corazón señalando que estaba roto.
Jajaja ─ Raniel, no paraba de reír a costa de Alesia. 
Jajaja ─ igualmente contagiada al final la joven Bringston
Ambas chicas se llevaban de maravillas y estuvieron recorriendo en estos días toda la campiña de los padres de Alesia. Ella les presentó a sus amistades y Charles se ofreció de chofer para llevarlas a todos lados.
─ Por cierto, ¿qué haremos hoy? preguntó vivaz Raniel.
─ Debemos volver a casa de tía Anette Respondió Alesia y fijó su vista en el rostro de la muchacha.
─ Entiendo ─ dijo con desgano la joven.
─ Ella no es mala, Raniel ─ explicó Alesia, adivinando por donde iba esa cierta tristeza.
─ ¡¿Disculpa?! ─ exclamó anonada Raniel.
─ Digo: que mi prima no es tan antipática como parece ─ aclaró Alesia.
─ ¡Um! ─ fue el único murmullo de Raniel.
─ Sé qué has tenido algunos malos entendidos, pero si le das la oportunidad de conocerla verás que es muy amable ─ refirió Alesia, a favor de su prima.
No sé, no he visto su amabilidad por ninguna parte Alesia ─ mencionó contrariada Raniel.
¡Uf!, lo sé, ella está un poco extraña en este último tiempo. ─ contravino Alesia.
Sólo hubo silencio en respuesta de parte de la joven Raniel.
─ Tal vez sea por el exceso de trabajo y eso le esté afectando. Es época de exportaciones para la mayoría de los hacendados de por estos lados y créeme todo es caos y tensión ─ explicó con infinita paciencia Alesia.
─ Pero eso no es motivo para desquitarse con otros Alesia. Además que ella me viene conociendo hace muy poco y da la impresión que le caigo mal o tiene algún problema conmigo enfatizó seca Raniel.
« Sí que tiene un problema contigo»  se dijo para sus adentros Alesia «y eso es algo que voy a averiguar»
─ Tan sólo dale una chance Raniel ─ instó Alesia.
─ Lo pensaré ─ expresó Raniel con desgano.
─ Vamos Raniel, te aseguro que no te arrepentirás sugirió Alesia.
¡Vale! ─ concordó Raniel solo para cortar la conversación.
─ Ahora vámonos que deseo mostrarte algo antes que partamos a casa de mis tíos.  ─ agregó Alesia que se percató del hecho.
En una de las oficinas que hay en el departamento de aduana, Anabelle, ultima los últimos detalles antes de despachar  los camiones que llevaran todo al puerto de Bristol. Una vez que terminó de revisar que todos los documentos estuvieran en regla, firmó y los entregó al agente que estaba junto a ella.
─ Bien. Vamos Marcus, debemos llegar a casa a tiempo, para firmar ese acuerdo. ─ ordenó Anabelle.
─ Como usted diga  señorita.
Una vez arriba del automóvil, Anabelle, terminó de hablar con su madre y se dispuso a relajarse de una mañana muy agitada.
¿Señorita desea escuchar algo de música hoy? ─ preguntó el chofer.
─ No Marcus, muchas gracias ─ respondió ella
Y sus ojos se perdieron por la ventanilla, siempre era lo mismo corriendo de un lugar a otro, desde que egresó de la universidad  hace unos años, después cumplidos los 25 y como era costumbre en la familia, asumió como la nueva Duquesa de Calguiere y las responsabilidades aumentaron al tener que encargarse de los negocios propios y los de la familia.
Llevaba tres años sin poder tener vacaciones y de verdad le hacía falta un pequeño descanso, pero no podía darse ese lujo por el momento, no al menos en esta época. Habían acordado con Robert, que dentro de  dos meses más viajarían a Tailandia para relajarse, pero así cómo iban las cosas, estaba dudando que eso sea posible.
Con Robert, lejos en Norteamérica y con un huésped en casa no se podría. Sus hermanos estaban cada uno ocupados en sus estudios y sus padres había delegado todo en ella, por ser la heredera y mayor de sus hijos.
Cerró sus ojos y trato de dormir un poco...
«Raniel»  fue lo que se oyó en su mente, y abrió de par en par sus ojos, ya iba una semana desde aquel desencuentro, y no había tenido la ocasión de disculparse.
Robert, ¿qué me está sucediendo? Ella está trastornando mi vida y tú no estás se lamentó Anabelle.
 Después de dos horas de viaje, ella se encontraba junto a su madre firmando los documentos que la convertían en la nueva socia de un prestigioso club.
─ Al final hemos cerrado el trato señorita Calguiere señaló un hombre de baja estatura que era el abogado y representante de la otra parte.
Así es. Tomo un tiempo, pero la espera valió la pena respondió Anabelle.
─ Bueno, entonces no me resta más que felicitarle y despedirme dijo el hombre.
─ Muchas gracias por venir dijo Anette.
Por el contrario, gracias a ustedes por formar esta nueva alianza ─ convino el hombre.
─ Estaremos en contacto ─ indicó Anabelle.
Después de unos minutos la muchacha se dejó caer en unos de los sofás.
─ ¿Has de estar agotada hija mía? ─ inquirió Anette.
─ Sí.  Ha sido una jornada maratónica la de hoy  señaló la muchacha.
Anette, miró a su hija y vio que volvía a quedar pensativa como en la mañana.
¿Robert no te ha llamado? preguntó de súbito la señora.
─ No. Debe estar muy ocupado con el seminario y visitas que debe hacer en los distintos hospitales en las cuales se iban a dictar conferencias ─ comentó Anabelle.
¿Y tú no le has llamado? inquirió Anette.
─ No madre. Detesto interrumpir y lo sabes ─ refutó Anabelle.
En esos momentos tocaron a la puerta...
─ ¡Adelante! ─ dijo Anette e interrumpiendo la conversación con su hija.
─ Señora, estamos listo para servir el almuerzo ─ señaló el mayordomo.
─ Gracias Albert contestó Anette.
─ ¿Estamos solas hoy madre? preguntó Anabelle con cierto titubeo.
─ Sí respondió su madre.
─ Señora, le informo que la señorita Alesia, el jovencito Charles y su invitada acaban de llegar mencionó el mayordomo.
─ Gracias nuevamente, Albert.
En el  momento en que ambas mujeres bajaban las escaleras; los tres jóvenes entraban muy sonrientes, y platicando a gusto de ciertos sucesos que lograron sacarles carcajadas... y al verlas,  los tres enmudecieron por unos breves segundos.
─ ¿Les comió la lengua los ratones queridos? ─ preguntó Anette con cierta picardía.
─ ¡Hola madre! replicó Charles.
─ Tú sabes que no, tía ─ acotó en respuesta Alesia.
─ ¡Buenas tardes Anette! ─ saludó Raniel
─ Y… ¿cómo estuvo esas excursiones? preguntó Anette.
¡Fantástica madre! Déjame decirte que Raniel es una excelente escaladora para ser una persona que no está acostumbrada a practicarlo ─ refirió Charles.
─ ¡Vaya! otra sorpresa más  señaló la señora Calguiere.
─ No es para tanto, solo se vuelve más fácil cuando uno se divierte. Es nada más que eso ─ contravino Raniel.
─ Eso no es así. No te desmerezcas, querida ─ reprochó en el acto Alesia.
─ No lo hago. Conozco mis capacidades, pero ustedes exageran todo lo que hago, son cosas simples nada más replicó Raniel.
─ ¡¿Si tú lo dices?! ─ exclamó con ironía Alesia.
Mientras todos daban sus impresiones con respecto al viaje y disfrutaban del almuerzo. Una distraída Anabelle, jugaba con el servicio y no prestaba mayor atención a la conversación.
Esto no paso desapercibido a los ojos de Raniel, algo había cambiado en ella, y al momento de volver a mirarla, se toparon con los ojos de Anabelle, los ojos del color del cielo brillaron y quedaron fijos en los de Raniel.
La muchacha, sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo y su corazón acelerarse, por lo que desvió la vista de inmediato.
Anabelle, al ver esto, bajo su mirada apenada.

─ Está bien Alesia,  lo intentaré una vez más. Buscaré la forma de conocerla un poco más  se dijo Raniel a sí misma.

1 comentario:

Ángelus dijo...

Vaya, había olvidado donde estan en conflicto las dos petardas de turno. Y Anabelle ruega por el regreso de ese idiota de Robert, je, menuda sorpresa se va a llevar muy pronto. Y Alesia, madre mía... hace de cupido o de celestina, porqué no se separa mucho tiempo de Raniel para que haga las paces con Anabelle. Cada vez me cae mejor jajajajaja.

Ángelus Drakul

Publicar un comentario

Una verdad del pasado

  Capítulo 24, atada por un testamento. —Amor — murmuró quedamente sopesando cada letra de esa palabra. Mientras que a la distancia era ...