Destino Implacable
Capítulo
22
Los
ribetes y contra caras de una demanda.
A
pesar de que había transcurrido tan solo dos días; mejor dicho 48 horas; las
más larga e intensas desde que todo se descubriese en ese reten. El escenario
no había variado mucho que digamos. Amenazas iban y venían. Reclamos y quejas
estaban sentados como barajas sobre la mesa. Enojos y temores adornaban el
escaparate continuo del lugar. Suspicacias y suposiciones estaban a la orden
del día en ambos bandos. Represalias y extorsiones estaban dando coletazos en
los dos campos. Y lo mejor estaba por venir.
Cómo
dicen los ojos a simple vista de leer unos cuántos párrafos por el deslinde de
un libro…« Aquí olía a drama por doquier» Y no era para nada errado en suponer
tal cosa porque esta historia estaba cargada de eso precisamente y acompañado
de mucho sentimiento a flor de piel. Emociones era lo que más puede apreciarse
en cada una de las protagonistas tanto como los demás personajes. Y es que la vida cotidiana de cada ser humano
es precisamente eso, un ir y venir de emociones y un drama constantemente. Es
la estampa o sello de la propia humanidad.
Fuera
de esta observación, diríamos que al despuntar el nuevo día en las estepas o
pampas australes no solo comenzaba un nuevo día si no que se gestaba el inicio
de un segundo raund de complicaciones para algunos individuos.
─
¡Buenos días! ─ fue el saludo cortante de un varón al dirigirse a otro hombre
de chaqueta verde con el logo de la estatal.
─
¡Buenos días! ─ correspondió el funcionario de Enap. ─ ¿En qué puedo ayudarle?
No sé si usted esté enterado pero en esta área está prohibida la entrada a
personas ajenas a la empresa. Solo personal autorizado.
─
Estoy buscando a Don Alejandro Miranda ─ respondió con marcado y golpeado
acento el hombre. ─ No me tomaría la molestia en pisar este pedazo de terruño
de la petrolera si no fuese extremadamente necesario hablar con el mandamás de
esta empresa.
─
¿Y con quién tendría el gusto de hablar para decirle a mi superior? ─ preguntó
el funcionario que le sentó como patada en el trasero las ínfulas (aires) del
foráneo.
─
Marcial Pedrales Astaburuaga. ─ se presentó éste haciendo énfasis y modulando
más de lo propio para dejar claro la importancia de sus apellidos.
─
¿Pedrales? ─ preguntó el Enapino tratando de atar nexos con…─ Es alcance
de apellido o ¿Tiene alguna relación con
la Quintrala? ¡Perdón!; usted disculpe, quise decir la señorita Pedrales.
La
ceja enmarcada y la quijada con un rictus inmaculado de tensión del hombre de
tez morena, vino a indicarle al funcionario de la petrolera que había cometido
un graso error al referirse de ese modo a la dueña de los pozos. Porque aún no
tenía certeza si había algún grado de parentesco o simplemente eran
coincidencias nada más. Y pronto fueron respondidas sus dudas…
─
Para su conocimiento e información a futuro para relacionarse con desconocidos;
ha de saber señor que: Ariza Pedrales en las actas y partes de nacimiento
señalan que ella es efectivamente mi hermana menor ─ respondió con firmeza y
severidad, Marcial. ─ Y ruego, que dadas las circunstancias desafortunadas que
tenemos en conocernos evite a futuro dirigirse a ella con esa falta de respeto
de su parte. De lo contrario le haré
tragar cada una de sus palabras de un modo lo que no lo olvidara en su
miserable vida.
─
Me disculpé señor Pedrales ─ replicó el funcionario avergonzado por un lado
pero por otro, le hervía la sangre que le diesen zendo sermón y más de un
extraño a la empresa. ─ Por el comentario y por otro lado; le recuerdo que está
en propiedad de Enap Chile y no de sus tierras.
─
¿Y? ─ siseó Marcial. ─ ¿Debo acobardarme por la sugerencia?
─
No. ─ respondió el funcionario. ─ Solo le recordaba nada más.
─
Y fui bastante cortes en presentarme y saludarle. E indicando a usted el motivo
que me lleva a estar en las inmediaciones de la petrolera. ─ repuso tajante
Marcial. ─ No estoy aquí por placer o de tour turístico. He venido a reunirme
con su jefe por cuestiones de índole legal junto a mi hermana. ¡Hágame el favor
de llamarle y anuncie nuestra presencia!
─
Tendrá que esperar unos momentos porque él se encuentra desayunando porque
comprenderá que son las 6:·30 de la mañana y es algo temprano para sostener
reuniones que les corresponde a personal de RRHH solamente solucionar impasses
con los ganaderos. Para ello, está asignado un funcionario con total
disposición a ustedes ─ aclaró con saña el funcionario sin levantar la voz,
pero siendo bien sarcástico. ─ Los demás funcionarios nos debemos a otras
labores y asignaciones. ¿Podrá esperar señor Pedrales?
─
Por supuesto ─ respondió lacónico Marcial. ─ De aquí no me moveré.
─
Como guste ─ repuso el Enapino e indicando la salida. ─ Lo que sí debo
indicarle que espere en su vehículo porque como le mencioné anteriormente, es un área restringida. Le
aclaro esto, para que no lo tome en forma personal ¿Usted comprende? Sigo
órdenes nada más.
─
Descuide. Es de mayor confortabilidad y prestancia; mi vehículo que el sucucho que tienen por
dirección de obras ─ replicó irónicamente Marcial viéndolo con desprecio.
Ni
siquiera dejo que el funcionario pudiese emitir una palabra en defensa del
insulto, si no que dio media vuelta y salió con dirección hacia el Audi Q7.
Dónde le esperaban su chofer junto a su hermana.
Al
funcionario no le quedo más que tragarse las palabras que nunca salieron de su
garganta y de mala gana sacó su móvil y llamó al superior.
─
Siento ser portador de malas noticias tan temprano, pero están esperando por ti
─ mencionó el subordinado. ─ Son peso pesado.
─
¿Quiénes? ─ fue la pregunta al otro lado de la línea.
─
Tu peor pesadilla. ─ respondió el empleado. ─ Los hermanitos Pedrales.
─
¡Se dignaron en venir! ─ adujo el mandamás. ─ Huele a tormenta. ¿Vinieron con
alguien más?
─
Solo ellos dos y el chofer ─ contestó el funcionario. ─ Están esperando en el
estacionamiento. ¡Date prisa! Al parecer están malas pulgas.
─
¡No sería novedad! ─ coincidió Alejandro Miranda. ─ Voy enseguida.
─
Ok ─ dijo el Enapino. ─ Les avisaré.
Se
cortó la llamada y tal como lo indicó, fue hasta el lugar en que se encontraba
el automóvil de los estancieros y les comunicó el recado. Después volvió a su
lugar en la oficina sin prestar mayor atención afuera del recinto.
─
Tendremos que esperar ─ repuso Marcial y viendo a su acompañante, preguntó. ─
¿Preparada para enfrentarlos hermana?
─
Por supuesto ─ respondió Ariza acompañada de esas sonrisas que denotan seguridad.
─ Hace mucho que deseo ponerlos en su sitio y ¡Créeme que muy poco tiene que
ver mi esposa con este sentimiento que albergo por ellos.
─
Estoy consciente de eso ─ adujo Marcial. ─ Si no fuese porque la expropiación
de tierras es un tema demasiado burocrático y de largo tiempo, el estado
chileno hubiese arrebatado todo a un muy bajo precio y sin tomarles el parecer.
─
Fue bueno que nos hubiésemos unidos todos los estancieros y hacerle enfrente en
ese entonces. ─ acotó Ariza. ─ De lo contrario nos hubieran obligado a vender
por una miseria nuestras tierras.
─
Parece ayer cuando compraste estas tierras a esos colonos alemanes ─ rememoró
Marcial. ─ Nuestro padre tuvo plena certeza de que habías hecho el mejor
arreglo y el paso del tiempo demostró que tenía razón. Hiciste de todo esto,
una comarca de prestigio ganadero y multiplicaste
la plusvalía de este suelo como ningún otro ganadero lo ha hecho en toda la
historia de la región.
─
Aprecio el reconocimiento hermano ─ admitió Ariza y agregó. ─ Pero de nada servirá
tan esfuerzo si no consigo sacarme de encima la ambición de la estatal. Porque
estoy segura que van con otros fines en tramitar una demanda a nivel de estado
para la expropiación de mis tierras. Tienen que tener nuevos objetivos de
exploración y por ello, de sus acciones.
─
Precisamente comentábamos eso con Zañartu ─ concordó Marcial. ─ Y de ser ese el
caso, deberemos adelantarnos Ariza, a las planes de la petrolera y tendremos
que hacerlo desde adentro.
─
¡Explícate hermano! ─ instó Ariza. ─ ¿Qué tienes en mente?
─
Si Enap considera tus tierras valiosas podrías plantearte pertenecer al círculo
cerrado de inversionista que busca el estado chileno para exploraciones en
busca de petróleo y gas ─ expuso Marcial cabalmente. ─ ¿Qué dices?
─
¡Vaya! ─ admitió Ariza mientras pasaba sus dedos por su mentón meditando sobre
lo expuesto. ─ Sin duda, una buena jugada de tu parte.
─
¿Estás de acuerdo entonces? ─ preguntó Marcial. ─ Y así plantearlo dentro de
tus demandas básicas.
─
No solo estoy de acuerdo, hermano mío ─ aceptó Ariza. ─ Tu propuesta me permite
tener un nuevo escenario favorable. Tendría dividendos en inversiones a un
mediano plazo, participación en la toma de decisiones, sabría de primera mano
las acciones que tomase la petrolera en asuntos laborales y por último, me daría
una considerable ventaja sobre mi rival.
─
¡Astuta como siempre hermana! ─ alabó Marcial la capacidad de raciocinio de su
pariente. ─ Has pensado en todo y lo celebro verdaderamente.
Prosiguieron
con sus cavilaciones en el momento preciso que una camioneta de la estatal se
estacionó muy cerco de ellos. Y de su interior se vio la figura del mandamás de
la petrolera. Con un dejo de fastidio en su semblante. Hizo señas con su mano y
les indicó que les siguieran.
De
vehículo descendieron los dos hermanos Pedrales y se reunieron con el encargado
de Obras y superior de la plana técnica de Enap.
─
¡Buenos días! ─ saludó Alejandro Miranda. ─ Tengan la amabilidad de pasar.
─
¡Buenos días! ─ fue el saludo en conjunto de ambos hermanos.
Una
vez que ingresaron al interior, los condujo hacia la parte final del lugar y
les hizo entrar en su oficina.
─
¡Tomen asiento por favor! ─ indicó el mandamás de la estatal.
Una
vez que todos los interesados ocuparon sus respectivos lugares y tras
observarse sigilosamente por ambas partes. Fue el turno del dueño de casa de
iniciar tal particular reunión.
─
Antes de comenzar esta reunión. Me gustaría saber ¿Cómo y dónde se encuentra
Bianca? ─ fue de lleno Alejandro. ─ Porque las razones de su presencia en mi
oficina se deben precisamente a ella. ¿No es así?
─
Es gran parte es afirmativo su deducción ─ concordó Marcial que tomó
primeramente la palabra en responder. ─ Pero sin duda, no es lo único por cual
hemos solicitado está reunión Don…
─
Alejandro Miranda ─ tuvo que presentarse el mandamás aunque sabía de sobra que
todas esas formalidades estaban demás.
─
Alejandro, permítame referirme de ese modo ya que los títulos de cortesía son
poco relevantes en este momento ─ repuso Marcial. ─ Prefiero un entendimiento
más personal ¿espero no le moleste?
─
De ninguna manera ─ respondió éste.
─
Como le decía, hemos venido con el propósito de resolver algunos asuntillos que
son de suma importancia para nosotros ─ comentó Marcial. ─ Y dada las
circunstancias es propio darle un carácter mayor y zanjar cualquier mal
entendido que pudiese haberse suscitado de parte de ustedes.
─
Aprecio su honestidad y sin embargo, siento que no han respondido mi pregunta
antes de iniciar cualquier dialogo con ustedes ─ rebatió Alejandro.
Comenzaban
a notarse los primeros resquemores de parte de la estatal y también, se
iniciaba la disputa por parte de los estancieros.
─
Mi esposa se encuentra descansando en nuestro hogar ─ señaló seria Ariza. ─ Si
es eso lo que le preocupa.
─
¿Cómo? ─ preguntó con asombro Miranda. ─ ¡Perdón! ¿He oído bien? Dijo usted esposa.
─
Ha escuchado perfectamente ─ repuso Ariza alzando su barbilla en forma
desafiante. ─ Dije esposa.
─
¡Perdone que le insista en el tema! ─ contrarió Alejandro. ─ Pero está diciendo
usted que Bianca Rangel, mi empleada ¿Es su esposa?
─
Efectivamente ─ fue el turno de Marcial en responder. ─ Su subalterna como
usted dice; es la esposa de mi hermana Ariza.
─
¡Eso es imposible! ─ refutó de inmediato Alejandro. ─ Los antecedentes de
Bianca indican bien claro que su estado civil es soltera y no como ha comentado
aquí su hermana.
─
¿Por qué tendría yo que mentirle? ─ preguntó Ariza. ─ No tengo necesidad alguna
de tomarme la molestia de inventar un hecho de esta naturaleza.
─
No la estoy tratando de mentirosa ─ defendió el mandamás. ─ Simplemente dije
que es imposible que estuviese casada ya que sus antecedentes personales así lo
indican.
─
¿¡Sugiere que le presente pruebas entonces!? ─ inquirió Ariza.
─
Por supuesto que no ─ respondió secamente Alejandro que comenzaba por alterarse
un poco. ─ Mire Ariza, nosotros hemos tenido una relación comercial con usted
de la mejor manera posible. Recompensando cualquier pérdida que hubiese tenido
por causa de los funcionarios de Enap. Y esto ha sido así hasta hace muy poco.
─
Hasta la llegada de Bianca, mi esposa ─ hizo nuevamente hincapié Ariza.
─
Hasta que la joven Rangel llegó a trabajar al campamento ─ adujo Alejandro
resistiéndose en admitir le vínculo con la estanciera. ─ Y en su ficha
profesional indicaba claramente la situación civil de Bianca. Por eso, me
resulta insólito lo que usted insinúa.
─
Yo no he insinuado nada ─ contradijo Ariza. ─ Por el contrario, indiqué mi
relación con ella y el lugar en que se encuentra. Le guste a usted o no. Bianca es mi esposa.
─
Podemos esclarecer estos hechos en su momento, Alejandro ─ indicó Marcial. ─
Precisamente en casa hay un funcionario del registro civil que pudiese aclarar
sus dudas. ¿Si es relevante para ti o para la empresa?
─
Tendré que consultarlo con la oficina principal ─ comentó Alejandro. ─ Si me
permiten hacer una llamada para proseguir con esta reunión.
─
¡Adelante! ─ instó Marcial.
El
mandamás de la petrolera, salió un momento al pasillo y llamó directo al móvil
de su superior… Carlos Gallardo. Tras unos minutos al habla, optó por seguir
las indicaciones del estratega y continuar con la reunión.
Tras
un momento, entró nuevamente a su oficina siendo escudriñado por ambos
hermanos.
─
¿Y bien? ─ fue la pregunta directo al grano de parte de Ariza.
─
No es necesario que presente ningún documento ─ admitió Alejandro guardándose
en el fondo sus impresiones al respecto. ─ Me indica mi superior que escuché
sus planteamientos y peticiones al respecto.
─
¡Nos estamos entendiendo! ─ alabó sarcásticamente Ariza.
─
Ustedes dirán entonces ─ continuó Alejandro obviando la actitud de la
estanciera. ─ ¿Qué solicitan de la estatal?
─
Son muchas cosas Alejandro ─ señaló Marcial. ─ ¿Está dispuesto a escucharlas?
─
Por supuesto ─ respondió éste. ─ estoy en representación de la empresa.
─
Perfecto entonces. ─ correspondió el gesto Marcial y sacando unos documentos de
su portafolio, entregó al mandamás. ─ Sírvase en leer por favor. Y después
discutiremos junto Ariza, los términos de un acuerdo.
─
Ok ─ fue la respuesta de Alejandro tras recibir la carpeta.
Se
tomó varios minutos en leer los dichosos documentos y a medida que se internaba en la lectura. Sus expresiones
pasaban del asombro, escepticismo y a un tenor mayor de cierta molestia tanto
en su mirada como en lo tensa de su quijada.
Luego
de otros minutos más de lectura. El mandamás cerró dicha carpeta y la devolvió
a su propietario para luego, reclinarse en su asiento y desde ahí,
contemplarlos con un rostro poco afable.
─
Por lo que veo si no desistimos de la demanda en su contra. Ustedes llevaran
este asunto a instancias mayores y de un tribunal superior ─ refirió Alejandro
con los ojos clavados en la estanciera. ─ ¿Qué es lo que pide para solucionar
este asunto?
─
Quiero completa libertad de mi esposa ─ respondió de plano Ariza. ─ Y eso
incluye que no se le prohíba realizar su trabajo en el lugar que le
corresponda.
Segundo,
Ella a contar de hoy vivirá en mi estancia y su estadía en el campamento se
relacionara en horarios de trabajo nada más.
Tercero,
una vez cumplido la relación contractual que mantiene con ustedes, cesaran sus
servicios en esta empresa y cualquier obstáculo e impedimento que incurriesen,
los demandaré por daños y perjuicios en el menoscabo y persecución laboral en
contra de mi esposa.
Además,
de establecer un horario de cierre de portones al finalizar la jornada o turno
respectivo. No transaré más en que
algunos funcionarios continúen arrollando mi ganado por no frenar sus
ansias de correr en una tierra de privados. Ya son muchas las consideraciones
que he tenido para con la estatal.
Según
yo vea una clara disposición de parte de ustedes en aceptar mis condiciones y
evitar irnos a un juicio internacional. Entonces podré llegar a un acuerdo
mayor con ustedes que serán sumamente ventajoso para ambas partes y para ello,
le solicito una reunión con quién orquesta todo esto. Es decir, quién
verdaderamente está detrás de usted y mueve los hilos de esta empresa porque no
me negará que se necesita de un mayor poder. El cuál usted no posee Miranda.
─ Discúlpeme, Ariza ─ interrumpió Alejandro
viéndola fijamente. ─ Pero dice usted ¿Qué no soy capaz de llegar a un acuerdo
con ustedes?
─ No mal interprete lo que dije ─ rebatió la
estanciera. ─ Está en representación de su empresa y de la persona que está por
encima de usted. No puede tomar decisiones tan solo oírnos nada más porque
carece del poder que mencioné anteriormente.
La dueña de los pozos sabía perfectamente cómo
meter el dedo en la llaga y enrostrar las carencias de personas con muy poca
capacidad y débiles de carácter. Le disgustaba de sobre manera tener que tratar
con ese tipo de personas, pero bien sabía que en el juego había peones y que
estaban ahí con un mero propósito de hacer tiempo para que la pieza más valiosa
del tablero hiciese su jugada. En este caso
hablamos que sobre el campo de batalla ya estaba la Reina; lo lógico
sería que la pieza faltante e importante era nada menos que el Rey…Es decir, la
mente maestra de Enap, el estratega de negocios de la estatal.
El mandamás no tuvo más remedio que morder por
dentro su labio y aparentar una tranquilidad digna del encargado del campamento
en terreno. No podía darse el lujo de disgustar más a la estanciera y más que
estaba acompañada de un miembro de su familia y sabía que iban a dar más
dolores de cabezas y patadas de trasero que cualquier otro estanciero de la
comarca. No en vano estaban sobre su escritorio copias de las demandas
interpuestas a nivel de consulados y eso significaba que el estado podría tener
complicaciones mayores de unirse otros ganaderos extranjeros.
Se tragó su coraje y orgullo para seguirle las de
abajo a la dichosa estanciera. Una vez más tenía que besarle la planta de sus
zapatos y soportar sus caprichos. Aunque éste sobrepasaba cualquier otro, ya
que involucraba inmiscuirse en asuntos propiamente en la gestión de la empresa
e involucraba a una funcionaria que esta vez no sería despedida ni desplazada a
otro campamento sino que debía regirse bajo los términos de la ganadera.
─ Por supuesto que no cuento con ese poder de
decisión porque de lo contrario estaría pasando a llevar a mi superior y aquí
en Enap, sabemos regirnos a las normas de la institución ─ refirió Alejandro. ─
Pero no quita, que el informe que entregué a mis superiores tiene cierta
influencia. Por algo, tengo el cargo de velar por los objetivos e intereses de
mi empresa y de sus funcionarios.
─ No quita el mérito que posees Alejandro. ─
intervino Marcial. ─ Y no está en discusión alguna tu desempeño si no a lo que
hace alusión mi hermana, es que necesitamos entrevistarnos con una mayor
instancia para ofertar un buen acuerdo con la estatal provechoso para todos y
por ello, te pido que comuniques a tu superior lo que te acaba de mencionar con
respecto a los términos de un arreglo para la restitución en las labores de la
petrolera y eso, mi estimado, requiere de un acuerdo inmediato y sin objeciones
en todo lo que respecta a la esposa de Ariza.
─ Lo que ustedes piden va más allá de toda lógica
─ refutó Alejandro. ─ Están interfiriendo en asuntos netamente de gestión de un
privado como lo es la estatal. Comprendo que nos pidan un cierre en los
portones para salvaguardar el ganado y estoy seguro que no tendrán objeciones
al respecto. No obstante, involucrarse con respecto a cómo debe proceder la
empresa con respecto a uno de sus empleados va más allá de sus derechos.
─ No estamos hablando de cualquier funcionario si
no de mi esposa ─ contradijo inmediatamente Ariza─ ¿Cree usted que puede
importarme otro de sus empleados?
─ Por supuesto que no ─ respondió Alejandro. ─
Nunca ha tenido un trato preferencial con ningún otro funcionario.
─ Ni lo tendré jamás ─ rebatió Ariza. ─ Lo he
dicho ya varias veces y espero que sea la última vez que lo repita. Bianca
Rangel, mi esposa, es todo lo que me importa. El resto no existe para mí y
carece de importancia.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Miranda sin inmutarse. ─
Deberé comunicarlo a mi superior y platearle su petitorio.
─ No es un petitorio, Alejandro ─ aclaró Marcial
que comenzaba a disgustarse con la actitud del mandamás. ─ Es una exigencia
fundamental. De no aceptarla se arriesgan a una acción mayor de nuestra parte y
contando en este momento con personeros de gobierno que están de observadores
de este litigio.
─ ¿Cuál es el reclamo exacto de este asunto? ─
interpeló el mandamás. ─ Para así planteárselo a mi superior.
─ El
restablecimiento de las operaciones de la estatal en forma inmediata a su favor
a cambio de que Bianca Rangel quede completamente bajo la protección de mi
hermana Ariza y se respete sus derechos como su esposa ─ planteó Marcial. ─
Además de solicitar la entrevista con su superior y proponer un plan de
negocios a futuro.
─ Comprendo ─ dijo Miranda. ─ avisaré de
inmediato. Tengan la gentileza de esperarme unos momentos.
─ Hable en presencia nuestra ─ demandó Ariza. ─
Quiero oír lo que tenga que decir su jefe.
─ Es muy justo lo que plantea mi hermana ─
respaldó Marcial.
─ De acuerdo ─ terminó por acceder Alejandro.
Levantó el auricular y marcó de inmediato el anexo
de…
─ Carlos ─ habló Alejandro directo al punto. ─ Te
llamó porque tengo en mi oficina a la señora Ariza Pedrales y su hermano…
─ Habla ─ instó él. ─ Y ponme en alta voz para
escucharle sus requerimientos.
Tras una breve explicación que no tomó más que
unos cinco minuto. El mandamás puso al corriente de lo que estaban solicitando
ambos hermanos Pedrales. Luego de terminada la explicación por parte del
funcionario de Posesión y tras unos segundos de silencio de parte de la oficina
central, se escuchó decir…
─ Los derechos legítimos que tiene sobre, la
funcionaria de Enap… Bianca Rangel. No son de relevancia para nuestra empresa y
no obstante, comprendo su sentir Ariza ─ refirió Carlos. ─ Pero debo ser muy
claro con ustedes y hacerle ver que toda relación interpersonal es ajena al
funcionamiento de nuestra empresa.
El manejo del desempeño de cada funcionario es
exclusivamente competencia de la empresa y no puede permitirse intromisión
alguna de extraños porque estaríamos pasando a llevar los reglamentos y estatutos
de la institución.
Ahora, convengo con ustedes que debemos velar por
un acuerdo propicio para ambas partes porque es bien sabido de que es usted,
Ariza, la más importante y mayor empresaria de ganadería ovina del lugar y
cuenta con un total respaldo de los demás hacendados de la comarca. Y sería mal visto y un mal precedente de un
litigio internacional con su persona. Por lo tanto, estoy llano en escuchar su
propuesta definitiva y zanjar este inconveniente que tenemos actualmente.
─ Usted ha sido puesto en conocimiento de una
parte de nuestra propuesta ─ alegó Ariza por la negación de su demanda. ─ Que
no la acepte ahora, es otra cosa muy distinta.
─ Por favor. ¡Entendámonos! ─ defendió Carlos. ─
Reconozco su derecho como esposa de mi funcionaria, pero no puedo permitir una
intervención mayor en asuntos laborales o ejercicios de funciones a menos que
fuese parte del directorio de Enap como para tal derecho.
─ ¡Exactamente ese es el punto al cual queremos
llegar! ─ intervino sagazmente Marcial.
─ ¡Disculpe usted! ─ dijo Carlos un poco
desconcertado con el comentario. ─ Creo no entender.
─ Me haré explicar Carlos ─ señaló Marcial. ─ Aquí
hablamos de derechos de amas partes. Mi hermana aquí presente platea sus
derechos fundamentales y de interés comerciales. Por su parte, usted nos
refiere sobre los derechos que asisten a Enap. ¿Hasta este punto nos hacemos
entender?
─ Sin duda ─ convino Carlos. ─ por favor, prosiga.
─ Se agradece ─ dijo Marcial, haciendo gala de su
educación. ─ Ya que ambas partes están planteando sus legítimos derechos y que
no queremos vernos involucrados en un escándalo de proporciones. Proponemos a
ustedes hacer una estrategia de negocios entre nuestra familia y Enap. ¿Qué
dice al respecto?
─ ¿Desean formar parte del directorio de Enap? ─
preguntó sin más Carlos.
─ Más que eso, estimado ─ refutó Marcial. ─ No
deseamos ser parte de un grupo de gestión de empresa porque no estamos para
hacer lobbies políticos en esto.
─ No entiendo entonces ─ repuso Carlos.
─ Lo que proponemos es ser inversionistas ─ reveló
al fin Marcial. ─ Queremos invertir en proyectos de exploración y extracción de
petróleo y gas. Es un área que atractiva para los interés de mi familia y como
he sabido que una empresa como Enap Chile, busca patrocinadores extranjeros
para seguir sustentando sus operaciones y progresos. Estoy al tanto que ha sido
un poco infructuosa la labor de buscar accionista dado que demandan mucha
ganancia y pocas pérdidas. Aquí estamos hablando de un conglomerado familiar y
también nacional con un buen poder adquisitivo que favorecería mucho en las
necesidades económicas que requiere una petrolera. ¿No es así estimado?
─ Veo que usted está muy bien informado del asunto
en cuestión ─ respondió Carlos, sopesando sus opciones como estratega. ─ es la
primera vez en la historia que estancieros quieren participar de las
actividades de una petrolera.
─ Siempre hay una primera vez para todo ─ adujó
Marcial. ─ Y los riesgos también son dantescos ¿No le parece?
─ Sin duda lo son ─ convino Carlos. ─ Pocos
invierten en un proyecto a ciegas hablando verdaderamente.
─ Solo los perseverantes y los con visión de
negocios a futuro son los que arriesgan y apuestan por cosas grandes ─ aclaró
suspicazmente Marcial. ─ El resto se deja llevar por lo seguro. Por eso,
estamos hablando hoy con usted. Somos
una familia que siempre juega a
ganar y busca el triunfo en todo lo que pone en su mira.
─ Estoy viendo qué tipo de personas son ─ repuso
Carlos.
─ Inversionistas ─ defendió Marcial. ─ Y un futuro
aliado para Enap y sus proyectos.
─ Comprendo ─ fue lo que dijo Carlos sopesando
todo en su mente.
─ Entonces ¿Qué nos responde a nuestras
propuestas? ─ preguntó de plano Marcial.
─ ¿A cuál de las dos? ─ Contra preguntó Carlos,
uniendo los últimos cabos.
─ Ambas ─ respondió Marcial. ─ Mejor dicho y
aclarando bien las cosas. Ambas propuestas están unidas entre sí. La segunda
propuesta depende altamente de la primera por lo que vuelvo a insistir en que
estaríamos cumpliendo con las expectativas de la estatal en sus derechos y de
paso nos aseguramos de acuerdo sustancial para Enap y que Ariza, quede
plenamente satisfecha en su petición.
─ Sin una, no existe la otra ¿no es así? ─
inquirió Carlos.
─ Efectivamente ─ firmó Marcial. ─ Los grandes
acuerdos requieren también de ciertos sacrificios. El bien mayor es lo que
cuenta a larga ¿No lo cree usted?
─ Totalmente ─ coincidió Carlos. ─ Un sacrificio
con un ribete de mayor envergadura. Parece lo apropiado dadas las
circunstancias.
─ ¿Entonces? ─ orilló Marcial a una respuesta de
inmediato. ─ usted dirá.
─ En una primera instancia sería favorable a
ustedes la petición ─ respondió Carlos especulando un detalle más. ─ Más debo
confirmarla definitivamente con el gerente general de Enap ¿Con cuánto tiempo
estaríamos contando?
─ El mínimo posible ─ aseveró Marcial que sabía
que debía presionar más para alcanzar su objetivo. ─ Algunas oportunidades se
presentan una sola vez en la vida. Se toman o dejan ir. Usted, decide.
─ Rogaría me diera unos minutos y doy la
confirmación pertinente ─ solicitó Carlos.
─ Proceda Carlos ─ consintió Marcial. ─ Le daremos
ese tiempo. Que no sea eterno eso sí.
─ No lo será, se lo aseguro ─ afirmó el estratega.
─ Perfecto ─ adujo Marcial.
Al instante la llamada quedo suspendida con una
música de fondo. Mientras el estratega hacia las gestiones respectivas para
contactarse con la persona principal de la petrolera.
Por su parte, los hermanos conversaban entre sí de
algunas cosas superficiales de ganadería sin dejar de ser observados por el
mandamás del campamento. Sin duda, tenía un mal sabor de boca ya que los planes
de los estancieros iba afectar indirectamente a todos ellos, porque intuía que
esa supuesta inversión le daría derechos en las decisiones de la empresa y su
personal. Veía un escenario intrincado para cierta parte de su personal,
incluyéndolo.
Mientras el funcionario quedaba inmerso en sus
cavilaciones. La estanciera, no dejaba de verle por el rabillo de sus ojos y
maquinaba un plan en caso de encontrar cierta oposición de parte de la plana
mayor de la petrolera. Específicamente hablando del personal del campamento.
Al cabo de unos treinta minutos, cesó la melodía y
se escuchó la voz del encargado de operaciones…
─ ¿Y bien? ─ fue la pregunta directa de Ariza.
─ Estamos dispuestos a firmar un acuerdo bajo sus
requerimientos, Ariza ─ respondió
Carlos. ─ Desde Santiago, la propuesta ha sido aceptada.
─ ¡Magnífico! ─ alabó la estanciera que se ufanaba
desde lo profundo de su corazón porque comenzaba el desquite para ella por los
atropellos cometidos en su contra.
─ Excelente gestión, Carlos ─ se unió al triunfo
Marcial. ─ Será todo un placer realizar negocios con usted.
─ También lo creo ─ concordó el estratega. ─ Lo
que si deseo es que podamos reunirnos a la brevedad posible y firmar estos
acuerdos y revisar algunos proyectos que tenemos en carpeta.
─ Cuento con ello ─ respondió Marcial. ─
Personalmente me encargaré de concretar este acuerdo. Viajo en la tarde a Punta
Arenas con el encargado de relaciones exteriores y el fiscal que fue dispuesto
para este litigio.
─ ¿No viajara la señora Pedrales? ─ indagó Carlos.
─ Lo hará en su momento ─ afirmó Marcial. ─ seré
yo, quién la represente estos días mientras ella se encarga de velar por el
cumplimiento del acuerdo de parte de ustedes.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Carlos. ─ Comprendo su
recelo.
─ Ambos velamos por nuestros intereses, Carlos─
mencionó Marcial. ─ Usted por la estatal y mi hermana, por los suyos.
─ Es lo justo ─ repuso el estratega.
─ Así es ─ coincidió Marcial. ─ Le ruego, disponga
de todo para esta tarde y veamos la redacción del acuerdo físico y los
proyectos en los que vamos a invertir.
─ Lo tendrá ─ aseguró Carlos. ─ El acuerdo, los
proyectos y la junta directiva de Enap Magallanes. Estarán esperando por su
usted.
─ Ahora si nos disculpa. Deberemos partir y poner
en antecedentes a los observadores ─ mencionó Marcial.
─ ¡Adelante por favor! ─ convino Carlos.
─ Nos estamos viendo ─ dijo Marcial.
Ambos hermanos, se levantaron de sus asientos y de
despedirse de Alejandro Miranda con la cabeza a modo de saludo. Se retiraron de
la oficina del mandamás.
─ Reúne las pertenencias de Bianca y tenlas listas
para que las retiren ─ ordenó Carlos.
─ ¿Hablas en serio? ─ preguntó decepcionado
Alejandro.
─ Muy en serio ─ contestó Carlos. ─ Tengo órdenes
precisas de concretar este acuerdo por el bien de Enap. Sin importar, las
opiniones del personal.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Alejandro. ─ Todos tenemos un
precio al final de cuentas.
─ Y el precio de Ariza Pedrales es el de su esposa
─ respondió tajantemente Carlos. ─ Y el nuestro es velar porque esté contenta para que invierta
en la empresa y sus proyectos.
─ Cambian las cosas con dinero de por medio ─
evidenció con malestar Alejandro.
─ Todo se mueve con dinero. El progreso se financia
con dinero y no con ideales utópicos ─ aclaró en respuesta el estratega. ─ no
tienes con que parar la olla (No hay con que comer) si no hay dinero de por
medio a fin de mes. Hasta tú trabajas por dinero y no por amor a la camiseta.
¡Asúmelo de una vez Alejandro!
─ Bonita manera de hacer valer nuestro trabajo ─
señaló el mandamás. ─ Pensé que era una prestación de servicios.
─ ¡Pon las frases bonitas que quieras! ─ respondió
secamente Carlos. ─ al final de cuentas todo es por dinero. Trabajo, casamiento,
casa, estudios, familia, viajes,
vacaciones…Etc., Etc.
─ No continuaré hablando más del asunto ─ asumió
con enojo Alejandro. ─ Pensé que buscabas lo mejor para Enap y no que la
vendieras al mejor postor.
─ ¿Y qué crees que estoy haciendo? ─ espetó Carlos.
─ Velando por el bienestar de todos y la empresa. Una labor ingrata por lo
demás. Haciendo que los objetivos de Enap se concreten y haya pega (Trabajo)
para todos y no les falte el sustento a sus familias.
─ Dijiste que tenían un proyecto con una empresa
Argentina que nos daría los fondos por unos años para mantener funcionando la
extracción de crudo y gas. ─ replicó Alejandro.
─ Por supuesto que hay inversión extranjera ─
contestó sulfurado Carlos. ─ ¿Pero sabes a qué costo para nosotros? Solo tendremos
apenas un 40 % del producto ¿Te parece justo que se lleven todo lo demás cuando
somos lo que tenemos la materia prima?
─ Claro que no ─ fue la respuesta de Alejandro.
─ Por eso es que se está aceptando la propuesta de
los hermanos Pedrales ─ aclaró Carlos. ─ Ellos van a invertir en nosotros,
Dándonos una mayor participación y disminuyendo el porcentaje de ganancia de
los argentinos. ¡Rebajamos los daños y costos!
─ ¡Ya veo! ─ exclamó al fin Alejandro sopesando
las acciones del estratega.
─ A eso súmale una mayor duración de años en los
proyectos ─ explicó Carlos. ─ Toma en cuenta que el conglomerado Pedrales tiene
un 60 % de incidencia en la minería d este país. ¿Ganamos o perdemos a la
larga?
─
Ganamos ─ fue la contestación de Miranda
y añadió. ─ Pero…
─ ¿Pero qué
hombre? ─ interpeló Carlos.
─ Hay
quienes perderán en este acuerdo por si no te habías percatado ─ Repuso
Alejandro.
─ ¿Te
refieres a Marcela? ─ Contra preguntó Carlos.
─ Sí ─ respondió Alejandro. ─
No le va asentar nada bien y además, está Bianca que será la que más pierda en
todo esto.
─ ¿Crees tú que Bianca Rangel
pierde? ─ preguntó Carlos.
─ Supongo ─ dijo Alejandro.
─ Estamos hablando de la esposa
de Ariza Pedrales ─ señaló Carlos. ─ Ella se encargará de que nada le suceda a
su disque esposa.
─ ¿Ahora resulta que tienes
dudas de ese matrimonio? ─ preguntó con cinismo Miranda. ─ ¿No fuiste tú mismo
que le creyó todo de buenas a primeras?, ¿En qué quedamos le crees o no?
─ ¡A ver! Aclaremos ─ reprendió
Carlos. ─ Por diplomacia acepté los términos de la estanciera y mantener un
dialogo para alcanzar acuerdos. De lo contrario me hubiese golpeado contra una
pared de un grosor cien veces mayor y necesitamos siempre mantener la vista en
los objetivos ante todo. Lo que no quita que discrepe de lo que ella estaba
afirmando tan propiamente y es algo que estará sujeto a investigación como un
as bajo la mano por cualquier suspicacia que pudiese salir en el camino.
─ A veces no sé qué me
sorprende más. Si las actitudes déspotas
de la estanciera o tus manipulaciones descaradas ─ replicó Alejandro. ─ ¿cuál
de los dos es más peligroso?
─ Te daré un consejo como amigo
y es que no nos pierdas de vista a ninguno de los dos y cuides la retaguardia siempre
─ dijo Carlos. ─ Y el punto relevante aquí es que tengo mis dudas en cuanto a
la veracidad de ese matrimonio porque soy muy cuidadoso al contratar al nuevo
personal y releo muchas veces sus antecedentes personales. Pero como dicen los
más avezados tiempos al tiempo para responder esa pregunta ¿no te parece colega?
─ Ya veremos lo que dice el
tiempo y en cuanto a tu consejo. Descuida que lo tendré muy presente ─
respondió Miranda.
─ Bueno hombre te dejo porque
hay cosas que debo realizar antes de salir por cuenta propia al registro civil
hablar con un viejo amigo ─ mencionó Carlos. ─ Mantenme informado de cualquier
suceso y de la hora exacta en que se abran los portones de todos los pasos a
Daniel Central y el resto de las plantas.
─ Te aviso apenas se
restablezcan las operaciones en la parte sur ─ contestó Alejandro.
─ No. Quiero que me digas la
hora de apertura de los portones ─ contradijo Carlos. ─ No que vengas una hora
después que todo esté funcionando. Necesito constatar la veracidad de este
acuerdo ¿me entiendes ahora?
─ ¡Ya entendí! ─ repuso
Alejandro.
─ Perfecto entonces ─ dijo
Carlos y se despidió. ─ nos estamos hablando.
Al instante se escuchó el tono
inconfundible de finalizada la llamada y el mandamás, puso el auricular en su
lugar. Decir que el hombre estaba cómodamente sentado en su escritorio sería una
cosa ilusa porque dictaba mucho de lo que sucedía en ese lugar. El funcionario
de la estatal estaba por perder la paciencia y la rabia iba en aumento con cada
respiración que daba. Mantenía sus puños apretados conteniendo al máximo su
coraje y el semblante estaba tan rígido que pareciera como palpar una piedra
afilada a punto de rebanarte tus dedos.
─ ¡Mierda! ─ exclamó un
enajenado Alejandro que finalmente cedió a la presión y dejó salir toda la
furia contenida y volteó todo el contenido de encima de su escritorio. ─ ¡Hijo
de puta!
Justo en ese momento asomaba
por el lugar su lugar teniente….Atalías, el segundo inspector que solo alcanzó
asomar la cabeza cuando se topó con la furia mal contenida de su jefe…
─ ¡Lárgate! ─ vociferó Miranda que mandaba a volar una de
las sillas en contra de la pared. ─ ¿Qué no ven que no estoy para atender sus
huevadas?
No hubo necesidad de repetir la
orden porque se esfumó toda su humanidad, mejor dicho; cabeza.
─ Vuelvo más rato cuando estés
más calmado ─ dijo Atalías al otro lado de la pared.
No hubo respuesta de parte del
mandamás porque no estaba para respuestas imbéciles o de bajo talante.
Mientras que se terminaba de
enmarañar más el ambiente en la estatal y ajeno de todo lo que sucedía. Una
joven de cabellos castaños, abría sus pesados parpados. Le costó bastante
enfocarlos hacia la pared que se veía borrosa por unos instantes. Parpadeó
muchas veces hasta que se acostumbró a la tenue luz de la habitación y sus ojos
comenzaron a escudriñar el lugar. Y todo fue desconocido para ella y trató de
levantar la cabeza pero le pareció que le pesaba una enormidad.
─ ¡Cielos me pesa una
enormidad! ─ exclamó aquella joven sobando su costado. ─ ¿En qué lugar estoy?
Esta no es mi habitación.
─ Por supuesto que no lo es ─
fue la respuesta que se oyó a un costado. ─ Ahora es aquí donde perteneces.
La profundidad de la órbita de
aquellos ojos grises se dilató bruscamente al escuchar aquella voz y supo de
inmediato de quién se trataba y del lugar en qué podía estar.
─ Ariza ─ fue el sonido en
palabras que se desprendieron de la joven, que se sentó sobre el lecho y giró a
su costado para ver a la mujer detrás de esa voz.
─ Bianca ─ fue la respuesta de
la estanciera que la veía con los brazos cruzados desde el umbral de la puerta.
─ ¡al fin has despertado!
─ ¡Eh! ─ exclamó Bianca que
buscó rápidamente con la mirada un reloj que le indicase la hora. ─ ¡¿Son las
10?! No puede ser yo vine hablar contigo como a las 12. Debe estar mal ese
reloj.
─ No tiene nada de mal ese
reloj ─ refutó Ariza sin moverse del lugar observando a la muchacha. ─
Efectivamente viniste a las 12 hablar conmigo, pero eso fue ayer. Hoy es otro
día.
─ ¿Qué? ─ exclamó pasmada
Bianca. ─ ¡No puede ser!
─ ¿No recuerdas lo sucedido
ayer? ─ preguntó Ariza.
─ Un poco. ─ respondió Bianca,
frotando su cabeza. ─ sé que hablamos y que luego, tú me llevaste a caballo a
dar una vuelta pero no sé más de lo que sucedió.
─ Te desmayaste ─ repuso Ariza.
─ ¿Me desmayé? ─ inquirió
Bianca. Viendo a la estanciera.
─ Así es ─ confirmó Ariza. ─ Te
hice revisar por un médico y me dijo que estabas con demasiado estrés y
cansancio.
─ Eso explica porque dormí
tanto ─ dijo Bianca. ─ ¿Dónde estoy? ¿Llevas mucho ahí observándome?
─ Estás en nuestra alcoba ─
respondió Ariza, que descruzó sus brazos y comenzó avanzar en dirección del
lecho. ─ Es parte del acuerdo en que llegamos de convivir el tiempo que
necesites y he estado lo necesario viéndote dormir. Tratando de hacerme a la
idea que hay otra mujer que está intentando quitarme tu corazón. Además de
llegar a un acuerdo con la estatal por el bien de todos.
─ ¿Qué acuerdo? ─ preguntó
Bianca alzando su rostro al mismo tiempo que la estanciera acercaba el suyo al
de ella. ─ ¿Qué hiciste Ariza?
─ Lo que te dije que haría ayer
─ respondió la estanciera sin dejar de observar la retina de los ojos de su
Romí, leyendo sus emociones. ─ Que sería yo la que velaría por ti.
─ Ariza ─ susurró Bianca. ─ Tú
no…
─ Acuerdo es acuerdo, Romí ─
intervino ésta. ─ Y tú debes honrar el nuestro.
─ Yo ─ intentaba hilvanar palabras
la joven Rangel.
─ Tú ahora estás conmigo y como
te lo prometí ayer. Voy hacer que te olvides del pasado y me veas solo a mí ─
fueron las palabras que salieron de Ariza antes de tomar posesión de los labios
de la joven.
Sellando con aquel acto el acuerdo
que ambas llegaron y se daban la primera oportunidad de aceptarse y conocerse
en un lapso de tiempo que sería decisivo
en sus vidas y en la vida de una tercera persona.
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