mujer y ave

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sábado, 23 de diciembre de 2017

Los ribetes y contra caras de una demanda


Destino Implacable

Capítulo 22

Los ribetes y contra caras de una demanda.

A pesar de que había transcurrido tan solo dos días; mejor dicho 48 horas; las más larga e intensas desde que todo se descubriese en ese reten. El escenario no había variado mucho que digamos. Amenazas iban y venían. Reclamos y quejas estaban sentados como barajas sobre la mesa. Enojos y temores adornaban el escaparate continuo del lugar. Suspicacias y suposiciones estaban a la orden del día en ambos bandos. Represalias y extorsiones estaban dando coletazos en los dos campos. Y lo mejor estaba por venir.

Cómo dicen los ojos a simple vista de leer unos cuántos párrafos por el deslinde de un libro…« Aquí olía a drama por doquier» Y no era para nada errado en suponer tal cosa porque esta historia estaba cargada de eso precisamente y acompañado de mucho sentimiento a flor de piel. Emociones era lo que más puede apreciarse en cada una de las protagonistas tanto como los demás personajes.  Y es que la vida cotidiana de cada ser humano es precisamente eso, un ir y venir de emociones y un drama constantemente. Es la estampa o sello de la propia humanidad.
Fuera de esta observación, diríamos que al despuntar el nuevo día en las estepas o pampas australes no solo comenzaba un nuevo día si no que se gestaba el inicio de un segundo raund de complicaciones para algunos individuos.
─ ¡Buenos días! ─ fue el saludo cortante de un varón al dirigirse a otro hombre de chaqueta verde con el logo de la estatal.
─ ¡Buenos días! ─ correspondió el funcionario de Enap. ─ ¿En qué puedo ayudarle? No sé si usted esté enterado pero en esta área está prohibida la entrada a personas ajenas a la empresa. Solo personal autorizado.
─ Estoy buscando a Don Alejandro Miranda ─ respondió con marcado y golpeado acento el hombre. ─ No me tomaría la molestia en pisar este pedazo de terruño de la petrolera si no fuese extremadamente necesario hablar con el mandamás de esta empresa.
─ ¿Y con quién tendría el gusto de hablar para decirle a mi superior? ─ preguntó el funcionario que le sentó como patada en el trasero las ínfulas (aires) del foráneo.
─ Marcial Pedrales Astaburuaga. ─ se presentó éste haciendo énfasis y modulando más de lo propio para dejar claro la importancia de sus apellidos.
─ ¿Pedrales? ─ preguntó el Enapino tratando de atar nexos con…─ Es alcance de  apellido o ¿Tiene alguna relación con la Quintrala? ¡Perdón!; usted disculpe, quise decir la señorita Pedrales.
La ceja enmarcada y la quijada con un rictus inmaculado de tensión del hombre de tez morena, vino a indicarle al funcionario de la petrolera que había cometido un graso error al referirse de ese modo a la dueña de los pozos. Porque aún no tenía certeza si había algún grado de parentesco o simplemente eran coincidencias nada más. Y pronto fueron respondidas sus dudas…
─ Para su conocimiento e información a futuro para relacionarse con desconocidos; ha de saber señor que: Ariza Pedrales en las actas y partes de nacimiento señalan que ella es efectivamente mi hermana menor ─ respondió con firmeza y severidad, Marcial. ─ Y ruego, que dadas las circunstancias desafortunadas que tenemos en conocernos evite a futuro dirigirse a ella con esa falta de respeto de su parte.  De lo contrario le haré tragar cada una de sus palabras de un modo lo que no lo olvidara en su miserable vida.
─ Me disculpé señor Pedrales ─ replicó el funcionario avergonzado por un lado pero por otro, le hervía la sangre que le diesen zendo sermón y más de un extraño a la empresa. ─ Por el comentario y por otro lado; le recuerdo que está en propiedad de Enap Chile y no de sus tierras.
─ ¿Y? ─ siseó Marcial. ─ ¿Debo acobardarme por la sugerencia?
─ No. ─ respondió el funcionario. ─ Solo le recordaba nada más.
─ Y fui bastante cortes en presentarme y saludarle. E indicando a usted el motivo que me lleva a estar en las inmediaciones de la petrolera. ─ repuso tajante Marcial. ─ No estoy aquí por placer o de tour turístico. He venido a reunirme con su jefe por cuestiones de índole legal junto a mi hermana. ¡Hágame el favor de llamarle y anuncie nuestra presencia!
─ Tendrá que esperar unos momentos porque él se encuentra desayunando porque comprenderá que son las 6:·30 de la mañana y es algo temprano para sostener reuniones que les corresponde a personal de RRHH solamente solucionar impasses con los ganaderos. Para ello, está asignado un funcionario con total disposición a ustedes ─ aclaró con saña el funcionario sin levantar la voz, pero siendo bien sarcástico. ─ Los demás funcionarios nos debemos a otras labores y asignaciones. ¿Podrá esperar señor Pedrales?
─ Por supuesto ─ respondió lacónico Marcial. ─ De aquí no me moveré.
─ Como guste ─ repuso el Enapino e indicando la salida. ─ Lo que sí debo indicarle que espere en su vehículo porque como le mencioné  anteriormente, es un área restringida. Le aclaro esto, para que no lo tome en forma personal ¿Usted comprende? Sigo órdenes nada más.
─ Descuide. Es de mayor confortabilidad y prestancia;  mi vehículo que el sucucho que tienen por dirección de obras ─ replicó irónicamente Marcial viéndolo con desprecio.
Ni siquiera dejo que el funcionario pudiese emitir una palabra en defensa del insulto, si no que dio media vuelta y salió con dirección hacia el Audi Q7. Dónde le esperaban su chofer junto a su hermana.
Al funcionario no le quedo más que tragarse las palabras que nunca salieron de su garganta y de mala gana sacó su móvil y llamó al superior.
─ Siento ser portador de malas noticias tan temprano, pero están esperando por ti ─ mencionó el subordinado. ─ Son peso pesado.
─ ¿Quiénes? ─ fue la pregunta al otro lado de la línea.
─ Tu peor pesadilla. ─ respondió el empleado. ─ Los hermanitos Pedrales.
─ ¡Se dignaron en venir! ─ adujo el mandamás. ─ Huele a tormenta. ¿Vinieron con alguien  más?
─ Solo ellos dos y el chofer ─ contestó el funcionario. ─ Están esperando en el estacionamiento. ¡Date prisa! Al parecer están malas pulgas.
─ ¡No sería novedad! ─ coincidió Alejandro Miranda. ─ Voy enseguida.
─ Ok ─ dijo el Enapino. ─ Les avisaré.
Se cortó la llamada y tal como lo indicó, fue hasta el lugar en que se encontraba el automóvil de los estancieros y les comunicó el recado. Después volvió a su lugar en la oficina sin prestar mayor atención afuera del recinto.
─ Tendremos que esperar ─ repuso Marcial y viendo a su acompañante, preguntó. ─ ¿Preparada para enfrentarlos hermana?
─ Por supuesto ─ respondió Ariza acompañada de esas sonrisas que denotan seguridad. ─ Hace mucho que deseo ponerlos en su sitio y ¡Créeme que muy poco tiene que ver mi esposa con este sentimiento que albergo por ellos.
─ Estoy consciente de eso ─ adujo Marcial. ─ Si no fuese porque la expropiación de tierras es un tema demasiado burocrático y de largo tiempo, el estado chileno hubiese arrebatado todo a un muy bajo precio y sin tomarles el parecer.
─ Fue bueno que nos hubiésemos unidos todos los estancieros y hacerle enfrente en ese entonces. ─ acotó Ariza. ─ De lo contrario nos hubieran obligado a vender por una miseria nuestras tierras.
─ Parece ayer cuando compraste estas tierras a esos colonos alemanes ─ rememoró Marcial. ─ Nuestro padre tuvo plena certeza de que habías hecho el mejor arreglo y el paso del tiempo demostró que tenía razón. Hiciste de todo esto, una comarca de prestigio ganadero y  multiplicaste la plusvalía de este suelo como ningún otro ganadero lo ha hecho en toda la historia de la región.
─ Aprecio el reconocimiento hermano ─ admitió Ariza y agregó. ─ Pero de nada servirá tan esfuerzo si no consigo sacarme de encima la ambición de la estatal. Porque estoy segura que van con otros fines en tramitar una demanda a nivel de estado para la expropiación de mis tierras. Tienen que tener nuevos objetivos de exploración y por ello, de sus acciones.
─ Precisamente comentábamos eso con Zañartu ─ concordó Marcial. ─ Y de ser ese el caso, deberemos adelantarnos Ariza, a las planes de la petrolera y tendremos que hacerlo desde adentro.
─ ¡Explícate hermano! ─ instó Ariza. ─ ¿Qué tienes en mente?
─ Si Enap considera tus tierras valiosas podrías plantearte pertenecer al círculo cerrado de inversionista que busca el estado chileno para exploraciones en busca de petróleo y gas ─ expuso Marcial cabalmente. ─ ¿Qué dices?
─ ¡Vaya! ─ admitió Ariza mientras pasaba sus dedos por su mentón meditando sobre lo expuesto. ─ Sin duda, una buena jugada de tu parte.
─ ¿Estás de acuerdo entonces? ─ preguntó Marcial. ─ Y así plantearlo dentro de tus demandas básicas.
─ No solo estoy de acuerdo, hermano mío ─ aceptó Ariza. ─ Tu propuesta me permite tener un nuevo escenario favorable. Tendría dividendos en inversiones a un mediano plazo, participación en la toma de decisiones, sabría de primera mano las acciones que tomase la petrolera en asuntos laborales y por último, me daría una considerable ventaja sobre mi rival.
─ ¡Astuta como siempre hermana! ─ alabó Marcial la capacidad de raciocinio de su pariente. ─ Has pensado en todo y lo celebro verdaderamente.
Prosiguieron con sus cavilaciones en el momento preciso que una camioneta de la estatal se estacionó muy cerco de ellos. Y de su interior se vio la figura del mandamás de la petrolera. Con un dejo de fastidio en su semblante. Hizo señas con su mano y les indicó que les siguieran.
De vehículo descendieron los dos hermanos Pedrales y se reunieron con el encargado de Obras y superior de la plana técnica de Enap.
─ ¡Buenos días! ─ saludó Alejandro Miranda. ─ Tengan la amabilidad de pasar.
─ ¡Buenos días! ─ fue el saludo en conjunto de ambos hermanos.
Una vez que ingresaron al interior, los condujo hacia la parte final del lugar y les hizo entrar en su oficina.

─ ¡Tomen asiento por favor! ─ indicó el mandamás de la estatal.
Una vez que todos los interesados ocuparon sus respectivos lugares y tras observarse sigilosamente por ambas partes. Fue el turno del dueño de casa de iniciar tal particular reunión.
─ Antes de comenzar esta reunión. Me gustaría saber ¿Cómo y dónde se encuentra Bianca? ─ fue de lleno Alejandro. ─ Porque las razones de su presencia en mi oficina se deben precisamente a ella. ¿No es así?
─ Es gran parte es afirmativo su deducción ─ concordó Marcial que tomó primeramente la palabra en responder. ─ Pero sin duda, no es lo único por cual hemos solicitado está reunión Don…
─ Alejandro Miranda ─ tuvo que presentarse el mandamás aunque sabía de sobra que todas esas formalidades estaban demás.
─ Alejandro, permítame referirme de ese modo ya que los títulos de cortesía son poco relevantes en este momento ─ repuso Marcial. ─ Prefiero un entendimiento más personal ¿espero no le moleste?
─ De ninguna manera ─ respondió éste.
─ Como le decía, hemos venido con el propósito de resolver algunos asuntillos que son de suma importancia para nosotros ─ comentó Marcial. ─ Y dada las circunstancias es propio darle un carácter mayor y zanjar cualquier mal entendido que pudiese haberse suscitado de parte de ustedes.
─ Aprecio su honestidad y sin embargo, siento que no han respondido mi pregunta antes de iniciar cualquier dialogo con ustedes ─ rebatió Alejandro.
Comenzaban a notarse los primeros resquemores de parte de la estatal y también, se iniciaba la disputa por parte de los estancieros.
─ Mi esposa se encuentra descansando en nuestro hogar ─ señaló seria Ariza. ─ Si es eso lo que le preocupa.
─ ¿Cómo? ─ preguntó con asombro Miranda. ─ ¡Perdón! ¿He oído  bien? Dijo usted esposa.
─ Ha escuchado perfectamente ─ repuso Ariza alzando su barbilla en forma desafiante. ─ Dije esposa.
─ ¡Perdone que le insista en el tema! ─ contrarió Alejandro. ─ Pero está diciendo usted que Bianca Rangel, mi empleada ¿Es su esposa?
─ Efectivamente ─ fue el turno de Marcial en responder. ─ Su subalterna como usted dice; es la esposa de mi hermana Ariza.
─ ¡Eso es imposible! ─ refutó de inmediato Alejandro. ─ Los antecedentes de Bianca indican bien claro que su estado civil es soltera y no como ha comentado aquí su hermana.
─ ¿Por qué tendría yo que mentirle? ─ preguntó Ariza. ─ No tengo necesidad alguna de tomarme la molestia de inventar un hecho de esta naturaleza.
─ No la estoy tratando de mentirosa ─ defendió el mandamás. ─ Simplemente dije que es imposible que estuviese casada ya que sus antecedentes personales así lo indican.
─ ¿¡Sugiere que le presente pruebas entonces!? ─ inquirió Ariza.
─ Por supuesto que no ─ respondió secamente Alejandro que comenzaba por alterarse un poco. ─ Mire Ariza, nosotros hemos tenido una relación comercial con usted de la mejor manera posible. Recompensando cualquier pérdida que hubiese tenido por causa de los funcionarios de Enap. Y esto ha sido así hasta hace muy poco.
─ Hasta la llegada de Bianca, mi esposa ─ hizo nuevamente hincapié Ariza.
─ Hasta que la joven Rangel llegó a trabajar al campamento ─ adujo Alejandro resistiéndose en admitir le vínculo con la estanciera. ─ Y en su ficha profesional indicaba claramente la situación civil de Bianca. Por eso, me resulta insólito lo que usted insinúa.
─ Yo no he insinuado nada ─ contradijo Ariza. ─ Por el contrario, indiqué mi relación con ella y el lugar en que se encuentra. Le guste a  usted o no. Bianca es mi esposa.
─ Podemos esclarecer estos hechos en su momento, Alejandro ─ indicó Marcial. ─ Precisamente en casa hay un funcionario del registro civil que pudiese aclarar sus dudas. ¿Si es relevante para ti o para la empresa?
─ Tendré que consultarlo con la oficina principal ─ comentó Alejandro. ─ Si me permiten hacer una llamada para proseguir con esta reunión.
─ ¡Adelante! ─ instó Marcial.
El mandamás de la petrolera, salió un momento al pasillo y llamó directo al móvil de su superior… Carlos Gallardo. Tras unos minutos al habla, optó por seguir las indicaciones del estratega y continuar con la reunión.
Tras un momento, entró nuevamente a su oficina siendo escudriñado por ambos hermanos.

─ ¿Y bien? ─ fue la pregunta directo al grano de parte de Ariza.
─ No es necesario que presente ningún documento ─ admitió Alejandro guardándose en el fondo sus impresiones al respecto. ─ Me indica mi superior que escuché sus planteamientos y peticiones al respecto.
─ ¡Nos estamos entendiendo! ─ alabó sarcásticamente Ariza.
─ Ustedes dirán entonces ─ continuó Alejandro obviando la actitud de la estanciera. ─ ¿Qué solicitan de la estatal?
─ Son muchas cosas Alejandro ─ señaló Marcial. ─ ¿Está dispuesto a escucharlas?
─ Por supuesto ─ respondió éste. ─ estoy en representación de la empresa.
─ Perfecto entonces. ─ correspondió el gesto Marcial y sacando unos documentos de su portafolio, entregó al mandamás. ─ Sírvase en leer por favor. Y después discutiremos junto Ariza, los términos de un acuerdo.
─ Ok ─ fue la respuesta de Alejandro tras recibir la carpeta.
Se tomó varios minutos en leer los dichosos documentos y a medida que  se internaba en la lectura. Sus expresiones pasaban del asombro, escepticismo y a un tenor mayor de cierta molestia tanto en su mirada como en lo tensa de su quijada.
Luego de otros minutos más de lectura. El mandamás cerró dicha carpeta y la devolvió a su propietario para luego, reclinarse en su asiento y desde ahí, contemplarlos con un rostro poco afable.
─ Por lo que veo si no desistimos de la demanda en su contra. Ustedes llevaran este asunto a instancias mayores y de un tribunal superior ─ refirió Alejandro con los ojos clavados en la estanciera. ─ ¿Qué es lo que pide para solucionar este asunto?
─ Quiero completa libertad de mi esposa ─ respondió de plano Ariza. ─ Y eso incluye que no se le prohíba realizar su trabajo en el lugar que le corresponda.
Segundo, Ella a contar de hoy vivirá en mi estancia y su estadía en el campamento se relacionara en horarios de trabajo nada más.
Tercero, una vez cumplido la relación contractual que mantiene con ustedes, cesaran sus servicios en esta empresa y cualquier obstáculo e impedimento que incurriesen, los demandaré por daños y perjuicios en el menoscabo y persecución laboral en contra de mi esposa.
Además, de establecer un horario de cierre de portones al finalizar la jornada o turno respectivo. No transaré más en que  algunos funcionarios continúen arrollando mi ganado por no frenar sus ansias de correr en una tierra de privados. Ya son muchas las consideraciones que he tenido para con la estatal.
Según yo vea una clara disposición de parte de ustedes en aceptar mis condiciones y evitar irnos a un juicio internacional. Entonces podré llegar a un acuerdo mayor con ustedes que serán sumamente ventajoso para ambas partes y para ello, le solicito una reunión con quién orquesta todo esto. Es decir, quién verdaderamente está detrás de usted y mueve los hilos de esta empresa porque no me negará que se necesita de un mayor poder. El cuál usted no posee Miranda.
─ Discúlpeme, Ariza ─ interrumpió Alejandro viéndola fijamente. ─ Pero dice usted ¿Qué no soy capaz de llegar a un acuerdo con ustedes?
─ No mal interprete lo que dije ─ rebatió la estanciera. ─ Está en representación de su empresa y de la persona que está por encima de usted. No puede tomar decisiones tan solo oírnos nada más porque carece del poder que mencioné anteriormente.
La dueña de los pozos sabía perfectamente cómo meter el dedo en la llaga y enrostrar las carencias de personas con muy poca capacidad y débiles de carácter. Le disgustaba de sobre manera tener que tratar con ese tipo de personas, pero bien sabía que en el juego había peones y que estaban ahí con un mero propósito de hacer tiempo para que la pieza más valiosa del tablero hiciese su jugada. En este caso  hablamos que sobre el campo de batalla ya estaba la Reina; lo lógico sería que la pieza faltante e importante era nada menos que el Rey…Es decir, la mente maestra de Enap, el estratega de negocios de la estatal.
El mandamás no tuvo más remedio que morder por dentro su labio y aparentar una tranquilidad digna del encargado del campamento en terreno. No podía darse el lujo de disgustar más a la estanciera y más que estaba acompañada de un miembro de su familia y sabía que iban a dar más dolores de cabezas y patadas de trasero que cualquier otro estanciero de la comarca. No en vano estaban sobre su escritorio copias de las demandas interpuestas a nivel de consulados y eso significaba que el estado podría tener complicaciones mayores de unirse otros ganaderos extranjeros.
Se tragó su coraje y orgullo para seguirle las de abajo a la dichosa estanciera. Una vez más tenía que besarle la planta de sus zapatos y soportar sus caprichos. Aunque éste sobrepasaba cualquier otro, ya que involucraba inmiscuirse en asuntos propiamente en la gestión de la empresa e involucraba a una funcionaria que esta vez no sería despedida ni desplazada a otro campamento sino que debía regirse bajo los términos de la ganadera.
─ Por supuesto que no cuento con ese poder de decisión porque de lo contrario estaría pasando a llevar a mi superior y aquí en Enap, sabemos regirnos a las normas de la institución ─ refirió Alejandro. ─ Pero no quita, que el informe que entregué a mis superiores tiene cierta influencia. Por algo, tengo el cargo de velar por los objetivos e intereses de mi empresa y de sus funcionarios.
─ No quita el mérito que posees Alejandro. ─ intervino Marcial. ─ Y no está en discusión alguna tu desempeño si no a lo que hace alusión mi hermana, es que necesitamos entrevistarnos con una mayor instancia para ofertar un buen acuerdo con la estatal provechoso para todos y por ello, te pido que comuniques a tu superior lo que te acaba de mencionar con respecto a los términos de un arreglo para la restitución en las labores de la petrolera y eso, mi estimado, requiere de un acuerdo inmediato y sin objeciones en todo lo que respecta a la esposa de Ariza.
─ Lo que ustedes piden va más allá de toda lógica ─ refutó Alejandro. ─ Están interfiriendo en asuntos netamente de gestión de un privado como lo es la estatal. Comprendo que nos pidan un cierre en los portones para salvaguardar el ganado y estoy seguro que no tendrán objeciones al respecto. No obstante, involucrarse con respecto a cómo debe proceder la empresa con respecto a uno de sus empleados va más allá de sus derechos.
─ No estamos hablando de cualquier funcionario si no de mi esposa ─ contradijo inmediatamente Ariza─ ¿Cree usted que puede importarme otro de sus empleados?
─ Por supuesto que no ─ respondió Alejandro. ─ Nunca ha tenido un trato preferencial con ningún otro funcionario.
─ Ni lo tendré jamás ─ rebatió Ariza. ─ Lo he dicho ya varias veces y espero que sea la última vez que lo repita. Bianca Rangel, mi esposa, es todo lo que me importa. El resto no existe para mí y carece de importancia.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Miranda sin inmutarse. ─ Deberé comunicarlo a mi superior y platearle su petitorio.
─ No es un petitorio, Alejandro ─ aclaró Marcial que comenzaba a disgustarse con la actitud del mandamás. ─ Es una exigencia fundamental. De no aceptarla se arriesgan a una acción mayor de nuestra parte y contando en este momento con personeros de gobierno que están de observadores de este litigio.
─ ¿Cuál es el reclamo exacto de este asunto? ─ interpeló el mandamás. ─ Para así planteárselo a mi superior.
─  El restablecimiento de las operaciones de la estatal en forma inmediata a su favor a cambio de que Bianca Rangel quede completamente bajo la protección de mi hermana Ariza y se respete sus derechos como su esposa ─ planteó Marcial. ─ Además de solicitar la entrevista con su superior y proponer un plan de negocios a futuro.
─ Comprendo ─ dijo Miranda. ─ avisaré de inmediato. Tengan la gentileza de esperarme unos momentos.
─ Hable en presencia nuestra ─ demandó Ariza. ─ Quiero oír lo que tenga que decir su jefe.
─ Es muy justo lo que plantea mi hermana ─ respaldó Marcial.
─ De acuerdo ─ terminó por acceder Alejandro.
Levantó el auricular y marcó de inmediato el anexo de…

─ Carlos ─ habló Alejandro directo al punto. ─ Te llamó porque tengo en mi oficina a la señora Ariza Pedrales y su hermano…
─ Habla ─ instó él. ─ Y ponme en alta voz para escucharle sus requerimientos.
Tras una breve explicación que no tomó más que unos cinco minuto. El mandamás puso al corriente de lo que estaban solicitando ambos hermanos Pedrales. Luego de terminada la explicación por parte del funcionario de Posesión y tras unos segundos de silencio de parte de la oficina central, se escuchó decir…
─ Los derechos legítimos que tiene sobre, la funcionaria de Enap… Bianca Rangel. No son de relevancia para nuestra empresa y no obstante, comprendo su sentir Ariza ─ refirió Carlos. ─ Pero debo ser muy claro con ustedes y hacerle ver que toda relación interpersonal es ajena al funcionamiento de nuestra empresa.
El manejo del desempeño de cada funcionario es exclusivamente competencia de la empresa y no puede permitirse intromisión alguna de extraños porque estaríamos pasando a llevar los reglamentos y estatutos de la institución.
Ahora, convengo con ustedes que debemos velar por un acuerdo propicio para ambas partes porque es bien sabido de que es usted, Ariza, la más importante y mayor empresaria de ganadería ovina del lugar y cuenta con un total respaldo de los demás hacendados de la comarca.  Y sería mal visto y un mal precedente de un litigio internacional con su persona. Por lo tanto, estoy llano en escuchar su propuesta definitiva y zanjar este inconveniente que tenemos actualmente.
─ Usted ha sido puesto en conocimiento de una parte de nuestra propuesta ─ alegó Ariza por la negación de su demanda. ─ Que no la acepte ahora, es otra cosa muy distinta.
─ Por favor. ¡Entendámonos! ─ defendió Carlos. ─ Reconozco su derecho como esposa de mi funcionaria, pero no puedo permitir una intervención mayor en asuntos laborales o ejercicios de funciones a menos que fuese parte del directorio de Enap como para tal derecho.
─ ¡Exactamente ese es el punto al cual queremos llegar! ─ intervino sagazmente Marcial.
─ ¡Disculpe usted! ─ dijo Carlos un poco desconcertado con el comentario. ─ Creo no entender.
─ Me haré explicar Carlos ─ señaló Marcial. ─ Aquí hablamos de derechos de amas partes. Mi hermana aquí presente platea sus derechos fundamentales y de interés comerciales. Por su parte, usted nos refiere sobre los derechos que asisten a Enap. ¿Hasta este punto nos hacemos entender?
─ Sin duda ─ convino Carlos. ─ por favor, prosiga.
─ Se agradece ─ dijo Marcial, haciendo gala de su educación. ─ Ya que ambas partes están planteando sus legítimos derechos y que no queremos vernos involucrados en un escándalo de proporciones. Proponemos a ustedes hacer una estrategia de negocios entre nuestra familia y Enap. ¿Qué dice al respecto?
─ ¿Desean formar parte del directorio de Enap? ─ preguntó sin más Carlos.
─ Más que eso, estimado ─ refutó Marcial. ─ No deseamos ser parte de un grupo de gestión de empresa porque no estamos para hacer lobbies políticos en esto.
─ No entiendo entonces ─ repuso Carlos.
─ Lo que proponemos es ser inversionistas ─ reveló al fin Marcial. ─ Queremos invertir en proyectos de exploración y extracción de petróleo y gas. Es un área que atractiva para los interés de mi familia y como he sabido que una empresa como Enap Chile, busca patrocinadores extranjeros para seguir sustentando sus operaciones y progresos. Estoy al tanto que ha sido un poco infructuosa la labor de buscar accionista dado que demandan mucha ganancia y pocas pérdidas. Aquí estamos hablando de un conglomerado familiar y también nacional con un buen poder adquisitivo que favorecería mucho en las necesidades económicas que requiere una petrolera. ¿No es así estimado?
─ Veo que usted está muy bien informado del asunto en cuestión ─ respondió Carlos, sopesando sus opciones como estratega. ─ es la primera vez en la historia que estancieros quieren participar de las actividades de una petrolera.
─ Siempre hay una primera vez para todo ─ adujó Marcial. ─ Y los riesgos también son dantescos ¿No le parece?
─ Sin duda lo son ─ convino Carlos. ─ Pocos invierten en un proyecto a ciegas hablando verdaderamente.
─ Solo los perseverantes y los con visión de negocios a futuro son los que arriesgan y apuestan por cosas grandes ─ aclaró suspicazmente Marcial. ─ El resto se deja llevar por lo seguro. Por eso, estamos hablando hoy con usted. Somos  una familia que siempre juega  a ganar y busca el triunfo en todo lo que pone en su mira.
─ Estoy viendo qué tipo de personas son ─ repuso Carlos.
─ Inversionistas ─ defendió Marcial. ─ Y un futuro aliado para Enap y sus proyectos.
─ Comprendo ─ fue lo que dijo Carlos sopesando todo en su mente.
─ Entonces ¿Qué nos responde a nuestras propuestas? ─ preguntó de plano Marcial.
─ ¿A cuál de las dos? ─ Contra preguntó Carlos, uniendo los últimos cabos.
─ Ambas ─ respondió Marcial. ─ Mejor dicho y aclarando bien las cosas. Ambas propuestas están unidas entre sí. La segunda propuesta depende altamente de la primera por lo que vuelvo a insistir en que estaríamos cumpliendo con las expectativas de la estatal en sus derechos y de paso nos aseguramos de acuerdo sustancial para Enap y que Ariza, quede plenamente satisfecha en su petición.
─ Sin una, no existe la otra ¿no es así? ─ inquirió Carlos.
─ Efectivamente ─ firmó Marcial. ─ Los grandes acuerdos requieren también de ciertos sacrificios. El bien mayor es lo que cuenta a larga ¿No lo cree usted?
─ Totalmente ─ coincidió Carlos. ─ Un sacrificio con un ribete de mayor envergadura. Parece lo apropiado dadas las circunstancias.
─ ¿Entonces? ─ orilló Marcial a una respuesta de inmediato. ─ usted dirá.
─ En una primera instancia sería favorable a ustedes la petición ─ respondió Carlos especulando un detalle más. ─ Más debo confirmarla definitivamente con el gerente general de Enap ¿Con cuánto tiempo estaríamos contando?
─ El mínimo posible ─ aseveró Marcial que sabía que debía presionar más para alcanzar su objetivo. ─ Algunas oportunidades se presentan una sola vez en la vida. Se toman o dejan ir. Usted, decide.
─ Rogaría me diera unos minutos y doy la confirmación pertinente ─ solicitó Carlos.
─ Proceda Carlos ─ consintió Marcial. ─ Le daremos ese tiempo. Que no sea eterno eso sí.
─ No lo será, se lo aseguro ─ afirmó el estratega.
─ Perfecto ─ adujo Marcial.
Al instante la llamada quedo suspendida con una música de fondo. Mientras el estratega hacia las gestiones respectivas para contactarse con la persona principal de la petrolera.
Por su parte, los hermanos conversaban entre sí de algunas cosas superficiales de ganadería sin dejar de ser observados por el mandamás del campamento. Sin duda, tenía un mal sabor de boca ya que los planes de los estancieros iba afectar indirectamente a todos ellos, porque intuía que esa supuesta inversión le daría derechos en las decisiones de la empresa y su personal. Veía un escenario intrincado para cierta parte de su personal, incluyéndolo.
Mientras el funcionario quedaba inmerso en sus cavilaciones. La estanciera, no dejaba de verle por el rabillo de sus ojos y maquinaba un plan en caso de encontrar cierta oposición de parte de la plana mayor de la petrolera. Específicamente hablando del personal del campamento.
Al cabo de unos treinta minutos, cesó la melodía y se escuchó la voz del encargado de operaciones…
─ ¿Y bien? ─ fue la pregunta directa de Ariza.
─ Estamos dispuestos a firmar un acuerdo bajo sus requerimientos, Ariza  ─ respondió Carlos. ─ Desde Santiago, la propuesta ha sido aceptada.
─ ¡Magnífico! ─ alabó la estanciera que se ufanaba desde lo profundo de su corazón porque comenzaba el desquite para ella por los atropellos cometidos en su contra.
─ Excelente gestión, Carlos ─ se unió al triunfo Marcial. ─ Será todo un placer realizar negocios con usted.
─ También lo creo ─ concordó el estratega. ─ Lo que si deseo es que podamos reunirnos a la brevedad posible y firmar estos acuerdos y revisar algunos proyectos que tenemos en carpeta.
─ Cuento con ello ─ respondió Marcial. ─ Personalmente me encargaré de concretar este acuerdo. Viajo en la tarde a Punta Arenas con el encargado de relaciones exteriores y el fiscal que fue dispuesto para este litigio.
─ ¿No viajara la señora Pedrales? ─ indagó Carlos.
─ Lo hará en su momento ─ afirmó Marcial. ─ seré yo, quién la represente estos días mientras ella se encarga de velar por el cumplimiento del acuerdo de parte de ustedes.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Carlos. ─ Comprendo su recelo.
─ Ambos velamos por nuestros intereses, Carlos─ mencionó Marcial. ─ Usted por la estatal y mi hermana, por los suyos.
─ Es lo justo ─ repuso el estratega.
─ Así es ─ coincidió Marcial. ─ Le ruego, disponga de todo para esta tarde y veamos la redacción del acuerdo físico y los proyectos en los que vamos a invertir.
─ Lo tendrá ─ aseguró Carlos. ─ El acuerdo, los proyectos y la junta directiva de Enap Magallanes. Estarán esperando por su usted.
─ Ahora si nos disculpa. Deberemos partir y poner en antecedentes a los observadores ─ mencionó Marcial.
─ ¡Adelante por favor! ─ convino Carlos.
─ Nos estamos viendo ─ dijo Marcial.
Ambos hermanos, se levantaron de sus asientos y de despedirse de Alejandro Miranda con la cabeza a modo de saludo. Se retiraron de la oficina del mandamás.
─ Reúne las pertenencias de Bianca y tenlas listas para que las retiren ─ ordenó Carlos.
─ ¿Hablas en serio? ─ preguntó decepcionado Alejandro.
─ Muy en serio ─ contestó Carlos. ─ Tengo órdenes precisas de concretar este acuerdo por el bien de Enap. Sin importar, las opiniones del personal.
─ ¡Ya veo! ─ exclamó Alejandro. ─ Todos tenemos un precio al final de cuentas.
─ Y el precio de Ariza Pedrales es el de su esposa ─ respondió tajantemente Carlos. ─ Y el nuestro es  velar porque esté contenta para que invierta en la empresa y sus proyectos.
─ Cambian las cosas con dinero de por medio ─ evidenció con malestar Alejandro.
─ Todo se mueve con dinero. El progreso se financia con dinero y no con ideales utópicos ─ aclaró en respuesta el estratega. ─ no tienes con que parar la olla (No hay con que comer) si no hay dinero de por medio a fin de mes. Hasta tú trabajas por dinero y no por amor a la camiseta. ¡Asúmelo de una vez Alejandro!
─ Bonita manera de hacer valer nuestro trabajo ─ señaló el mandamás. ─ Pensé que era una prestación de servicios.
─ ¡Pon las frases bonitas que quieras! ─ respondió secamente Carlos. ─ al final de cuentas todo es por dinero. Trabajo, casamiento, casa,  estudios, familia, viajes, vacaciones…Etc., Etc.
─ No continuaré hablando más del asunto ─ asumió con enojo Alejandro. ─ Pensé que buscabas lo mejor para Enap y no que la vendieras al mejor postor.
─ ¿Y qué crees que estoy haciendo? ─ espetó Carlos. ─ Velando por el bienestar de todos y la empresa. Una labor ingrata por lo demás. Haciendo que los objetivos de Enap se concreten y haya pega (Trabajo) para todos y no les falte el sustento a sus familias.
─ Dijiste que tenían un proyecto con una empresa Argentina que nos daría los fondos por unos años para mantener funcionando la extracción de crudo y gas. ─ replicó Alejandro.
─ Por supuesto que hay inversión extranjera ─ contestó sulfurado Carlos. ─ ¿Pero sabes a qué costo para nosotros? Solo tendremos apenas un 40 % del producto ¿Te parece justo que se lleven todo lo demás cuando somos lo que tenemos la materia prima?
─ Claro que no ─ fue la respuesta de Alejandro.
─ Por eso es que se está aceptando la propuesta de los hermanos Pedrales ─ aclaró Carlos. ─ Ellos van a invertir en nosotros, Dándonos una mayor participación y disminuyendo el porcentaje de ganancia de los argentinos. ¡Rebajamos los daños y costos!
─ ¡Ya veo! ─ exclamó al fin Alejandro sopesando las acciones del estratega.
─ A eso súmale una mayor duración de años en los proyectos ─ explicó Carlos. ─ Toma en cuenta que el conglomerado Pedrales tiene un 60 % de incidencia en la minería d este país. ¿Ganamos o perdemos a la larga?
─ Ganamos  ─ fue la contestación de Miranda y añadió. ─ Pero…
─ ¿Pero qué hombre? ─ interpeló Carlos.
─ Hay quienes perderán en este acuerdo por si no te habías percatado ─ Repuso Alejandro.
─ ¿Te refieres a Marcela? ─ Contra preguntó Carlos.
─ Sí ─ respondió Alejandro. ─ No le va asentar nada bien y además, está Bianca que será la que más pierda en todo esto.
─ ¿Crees tú que Bianca Rangel pierde? ─ preguntó Carlos.
─ Supongo ─ dijo Alejandro.
─ Estamos hablando de la esposa de Ariza Pedrales ─ señaló Carlos. ─ Ella se encargará de que nada le suceda a su disque esposa.
─ ¿Ahora resulta que tienes dudas de ese matrimonio? ─ preguntó con cinismo Miranda. ─ ¿No fuiste tú mismo que le creyó todo de buenas a primeras?, ¿En qué quedamos le crees o no?
─ ¡A ver! Aclaremos ─ reprendió Carlos. ─ Por diplomacia acepté los términos de la estanciera y mantener un dialogo para alcanzar acuerdos. De lo contrario me hubiese golpeado contra una pared de un grosor cien veces mayor y necesitamos siempre mantener la vista en los objetivos ante todo. Lo que no quita que discrepe de lo que ella estaba afirmando tan propiamente y es algo que estará sujeto a investigación como un as bajo la mano por cualquier suspicacia que pudiese salir en el camino.
─ A veces no sé qué me sorprende más.  Si las actitudes déspotas de la estanciera o tus manipulaciones descaradas ─ replicó Alejandro. ─ ¿cuál de los dos es más peligroso?
─ Te daré un consejo como amigo y es que no nos pierdas de vista a ninguno de los dos y cuides la retaguardia siempre ─ dijo Carlos. ─ Y el punto relevante aquí es que tengo mis dudas en cuanto a la veracidad de ese matrimonio porque soy muy cuidadoso al contratar al nuevo personal y releo muchas veces sus antecedentes personales. Pero como dicen los más avezados tiempos al tiempo para responder esa pregunta ¿no te parece colega?
─ Ya veremos lo que dice el tiempo y en cuanto a tu consejo. Descuida que lo tendré muy presente ─ respondió Miranda.
─ Bueno hombre te dejo porque hay cosas que debo realizar antes de salir por cuenta propia al registro civil hablar con un viejo amigo ─ mencionó Carlos. ─ Mantenme informado de cualquier suceso y de la hora exacta en que se abran los portones de todos los pasos a Daniel Central y el resto de las plantas.
─ Te aviso apenas se restablezcan las operaciones en la parte sur ─ contestó Alejandro.
─ No. Quiero que me digas la hora de apertura de los portones ─ contradijo Carlos. ─ No que vengas una hora después que todo esté funcionando. Necesito constatar la veracidad de este acuerdo ¿me entiendes ahora?
─ ¡Ya entendí! ─ repuso Alejandro.
─ Perfecto entonces ─ dijo Carlos y se despidió. ─ nos estamos hablando.
Al instante se escuchó el tono inconfundible de finalizada la llamada y el mandamás, puso el auricular en su lugar. Decir que el hombre estaba cómodamente sentado en su escritorio sería una cosa ilusa porque dictaba mucho de lo que sucedía en ese lugar. El funcionario de la estatal estaba por perder la paciencia y la rabia iba en aumento con cada respiración que daba. Mantenía sus puños apretados conteniendo al máximo su coraje y el semblante estaba tan rígido que pareciera como palpar una piedra afilada a punto de rebanarte tus dedos.
─ ¡Mierda! ─ exclamó un enajenado Alejandro que finalmente cedió a la presión y dejó salir toda la furia contenida y volteó todo el contenido de encima de su escritorio. ─ ¡Hijo de puta!
Justo en ese momento asomaba por el lugar su lugar teniente….Atalías, el segundo inspector que solo alcanzó asomar la cabeza cuando se topó con la furia mal contenida de su jefe…
─ ¡Lárgate!  ─ vociferó Miranda que mandaba a volar una de las sillas en contra de la pared. ─ ¿Qué no ven que no estoy para atender sus huevadas?
No hubo necesidad de repetir la orden porque se esfumó toda su humanidad, mejor dicho; cabeza.
─ Vuelvo más rato cuando estés más calmado ─ dijo Atalías al otro lado de la pared.
No hubo respuesta de parte del mandamás porque no estaba para respuestas imbéciles o de bajo talante.
Mientras que se terminaba de enmarañar más el ambiente en la estatal y ajeno de todo lo que sucedía. Una joven de cabellos castaños, abría sus pesados parpados. Le costó bastante enfocarlos hacia la pared que se veía borrosa por unos instantes. Parpadeó muchas veces hasta que se acostumbró a la tenue luz de la habitación y sus ojos comenzaron a escudriñar el lugar. Y todo fue desconocido para ella y trató de levantar la cabeza pero le pareció que le pesaba una enormidad.

─ ¡Cielos me pesa una enormidad! ─ exclamó aquella joven sobando su costado. ─ ¿En qué lugar estoy? Esta no es mi habitación.
─ Por supuesto que no lo es ─ fue la respuesta que se oyó a un costado. ─ Ahora es aquí donde perteneces.
La profundidad de la órbita de aquellos ojos grises se dilató bruscamente al escuchar aquella voz y supo de inmediato de quién se trataba y del lugar en qué podía estar.
─ Ariza ─ fue el sonido en palabras que se desprendieron de la joven, que se sentó sobre el lecho y giró a su costado para ver a la mujer detrás de esa voz.
─ Bianca ─ fue la respuesta de la estanciera que la veía con los brazos cruzados desde el umbral de la puerta. ─ ¡al fin has despertado!
─ ¡Eh! ─ exclamó Bianca que buscó rápidamente con la mirada un reloj que le indicase la hora. ─ ¡¿Son las 10?! No puede ser yo vine hablar contigo como a las 12. Debe estar mal ese reloj.
─ No tiene nada de mal ese reloj ─ refutó Ariza sin moverse del lugar observando a la muchacha. ─ Efectivamente viniste a las 12 hablar conmigo, pero eso fue ayer. Hoy es otro día.
─ ¿Qué? ─ exclamó pasmada Bianca. ─ ¡No puede ser!
─ ¿No recuerdas lo sucedido ayer? ─ preguntó Ariza.
─ Un poco. ─ respondió Bianca, frotando su cabeza. ─ sé que hablamos y que luego, tú me llevaste a caballo a dar una vuelta pero no sé más de lo que sucedió.
─ Te desmayaste ─ repuso Ariza.
─ ¿Me desmayé? ─ inquirió Bianca.  Viendo a la estanciera.
─ Así es ─ confirmó Ariza. ─ Te hice revisar por un médico y me dijo que estabas con demasiado estrés y cansancio.
─ Eso explica porque dormí tanto ─ dijo Bianca. ─ ¿Dónde estoy? ¿Llevas mucho ahí observándome?
─ Estás en nuestra alcoba ─ respondió Ariza, que descruzó sus brazos y comenzó avanzar en dirección del lecho. ─ Es parte del acuerdo en que llegamos de convivir el tiempo que necesites y he estado lo necesario viéndote dormir. Tratando de hacerme a la idea que hay otra mujer que está intentando quitarme tu corazón. Además de llegar a un acuerdo con la estatal por el bien de todos.
─ ¿Qué acuerdo? ─ preguntó Bianca alzando su rostro al mismo tiempo que la estanciera acercaba el suyo al de ella. ─ ¿Qué hiciste Ariza?
─ Lo que te dije que haría ayer ─ respondió la estanciera sin dejar de observar la retina de los ojos de su Romí, leyendo sus emociones. ─ Que sería yo la que velaría por ti.
─ Ariza ─ susurró Bianca. ─ Tú no…
─ Acuerdo es acuerdo, Romí ─ intervino ésta. ─ Y tú debes honrar el nuestro.
─ Yo ─ intentaba hilvanar palabras la joven Rangel.
─ Tú ahora estás conmigo y como te lo prometí ayer. Voy hacer que te olvides del pasado y me veas solo a mí ─ fueron las palabras que salieron de Ariza antes de tomar posesión de los labios de la joven.
Sellando con aquel acto el acuerdo que ambas llegaron y se daban la primera oportunidad de aceptarse y conocerse en un  lapso de tiempo que sería decisivo en sus vidas y en la vida de una tercera persona.






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