Un
nuevo amanecer
Capítulo
13
Conociéndote
un poco más.
─
¿Estás segura de querer ir en eso? ─ preguntó Mariela, viendo la moto de la
joven constructora. ─ Sin ofender, pero ¿no hace mucho frío como para ir
montadas en una motocicleta?
─
Estamos bien abrigadas ─ respondió Sofía y viendo a su novia, acotó. ─ Además,
que le prometí a Flo que iríamos en su moto y que arrendar otro vehículo es
mucho tramite en este momento. ¿No te parece?
─
En eso estamos de acuerdo, es un lío llamar a un renta car ─ afirmó Mariela y
volvió a la carga. ─ Pero no me cuesta nada pasar a dejarlas a casa de la
familia de Florencia y de paso, también puedo conocerlos ¿Qué me dicen?
─
Yo ya di mis argumentos porque no puedo ─ refutó Sofía suspirando pesado.
─
Sofí ─ dijo Florencia.
─
Dime cariño ─ contestó la Arquitecta.
─
Dejemos que nos acompañen por esta vez ─ sugirió Florencia. ─ Mañana podemos
hacerlo nosotras y dar una vuelta por la ciudad ¿te parece amor?
─
¡Está bien! ─ cedió finalmente Sofía que solo por petición de su novia accedió
y viendo a su socia, añadió. ─ Solo lo hago por mi novia.
─
¡Lo sé! ─ respondió Mariela complacida de salirse con la suya. ─ verán que me lo van agradecer, porque yo no
sé nada de meteorología local, pero estoy segura que esas nubes no son muy amigables
que digamos.
De
inmediato varios pares de ojos quedaron viendo hacia el cielo y…
─
Eres muy perceptiva amor ─ señaló en esta ocasión Carla. ─ En unos momentos más
tendremos un gran aguacero con algo de granizo.
─
¡¿Vez?! ─ indicó Mariela y olvidándose por completo de… dijo en voz alta. ─
Definitivamente no podría vivir aquí.
Sofía,
quedo viendo en dirección de la contadora y ver su rostro serio, salió de
inmediato en socorro de su colega y amiga…
─
Estoy segura que nos costará acostumbrarnos un poco Mariela y no te lo discuto
porque es un clima diferente para nosotras ─ mencionó mediáticamente Sofía. ─
Más tú sabes mejor que nadie que debemos viajar mucho a esta región por muchas
razones y de peso y la principal porque se lo debemos a ellas ¿No lo crees tú?
Solo
bastó lo último para que la Arquitecta Sopric, comprendiese que había sido oída
y que su novia no estaba nada contenta con ello y que la intervención pronta de
su mejor amiga, le ayudó para tomar conciencia de los hechos.
─
¡Por supuesto Sofí! ─ coincidió Mariela y tomando la mano de su novia y
envolviéndola con la suya, agregó. ─ Por muy difícil que sea el clima, vendré
las veces que sea necesario con tal de estar a tu lado las veces que tú lo
pidas, mi Cary
─
Es bueno oírlo Arquitecta ─ dijo Carla, viéndola aún seria. ─ Comenzaba a
preocuparme un poco y en especial porque tenía planeado venir con mi príncipe y
pasar unos días con su bisabuelo. ¿Habías olvidado la promesa a mi yayo?
─
¡Ups! ─ exclamó nerviosa Mariela, rascando su cabeza. ─ No, para nada. Sólo
hablé de vivir definitivamente.
─
¡Ah! ─ dijo Carla. ─ No será necesario. Solo vendremos de vacaciones o por
razones laborales nada más. Benja, aún es muy pequeño y no tengo pensado
regresar todavía.
─
¡Ya veo! ─ señaló más aliviada Mariela y con un suspiro quedo viendo a la otra
pareja. ─ ¡Las concesiones! Ustedes saben.
─
Jajaja ─ bromeó Sofía a costa de su amiga y socia. ─ Hay que hacer buenos
acuerdos, querida Mariela. Cómo dicen en la marina, ¡dónde va el capitán, va…
─
El marino ─ terminó por decirlo Mariela y sacudiendo su cabeza, agregó. ─
¡Quizás un poco de aire de montañas no nos haga mal de vez en cuando!
─
Tú lo has dicho amiga mía ─ concordó Sofía. ─ Nos hará bien a todas y en
especial a Casy.
─
Ni lo digas. ─ coincidió Mariela, subiendo ya a la camioneta. ─ Esa loca será
quién más lo va a disfrutar, transformando todo el concepto de construcción que
por acá haya existido. (Viendo a) Esta vez, serás tú quién me acompañe, Flo.
Conoces el camino hacia a la casa de tus padres y así, no daremos tantas
vueltas.
─
¿Puedo? ─ preguntó Florencia viendo a su novia.
─
No tienes porque pedirme permiso para ese tipo de cosas, cariño. ─ aclaró Sofía
de inmediato. ─ Eres la más indicada para guiarnos.
─
Gracias ─ respondió Flo, acercándose a besar la mejilla a su novia y se fue a
la parte delantera de la camioneta y tomó su lugar junto a Mariela.
─
¡Niña que no te voy a comer! ─ Se quejó Mariela. ─ Como para que andes pidiendo
permiso. Mira que lo mismo debería hacer yo si fuese el caso.
─
Cof- cof ─ carraspeó Carla y dijo con pica. ─ Pues Flopy, sabe respetar a su
pareja y darle su lugar. ¿No te parece a ti?
─
¡Shet! ─ masculló pasmada Mariela, quedando de una pieza y al verla por el
espejo retrovisor y ver esos ojos pardos, vio la burla reflejada de su novia. ─
¡Está bien!... ¡Tú ganas!... ¿me dejas que tu mejor amiga me acompañe?
─
¡Esa es la actitud correcta! ─ mencionó pícara y complacida Carla. ─ Por
supuesto que Flopy, te acompañen esta ocasión.
─
¡Dios! ─ exclamó Mariela y sin dejar de verla. ─ ¡Está bien!... No me quejaré
más.
─
Jajaja ─ Sofía no pudo evitar reírse de buena gana y en la cara de su socia y
tapándose la boca ante la severa mirada de ésta, dijo. ─ ¡Lo siento!
─
Será mejor que nos vayamos ─ despotricó Mariela y viendo a su copiloto. ─ ¿por
dónde?
─
Da la vuelta y toma calle…─ señaló Florencia, tratando de acostumbrarse a ese
trato de impersonal con sus antiguas jefas. Que se convirtieron de la noche en
la mañana: una en su novia y la otra, por así decirlo, casi cuñada por ser la
mejor amiga de su pareja.
─
¡Vayamos entonces a conocer a tus padres! ─ mencionó Mariela, que arrancó
sutilmente casi a 70 de golpe.
─
Te lo dije ─ repuso Carla al ver el rostro espantando de su mejor amiga. ─
Ellas son las reinas de las pistas y esto, es diversión para niños.
─
¡Ya veo!... ¡Ya veo! ─ asumió Florencia con pavor.
─
Cariño ─ dijo Sofía. ─ ¡Tranquila! Estás en buenas manos.
─
Sí tú lo dices ─ casi susurró Florencia que sujetó instintivamente sus palmas
en el asiento y no pudo evitar decir. ─ Creo que me siento más segura en mi
moto que un auto.
─
¡Oye dame crédito! ─ exigió seria Mariela, jugando con esa caja de cambios como
si fuese un juego de niños. ─ Mira que no por nada tengo mis cuatro licencias
sin una mancha en mis registros.
─
¿4? ─ preguntó Florencia viéndola con asombro e indicando que doblase a la
derecha.
─
Así es ─ confirmó Mariela. ─ Tengo clase B, A, A4 y de D sin mencionar la
profesional para correr en circuitos de rally.
─
¿Tú manejas camiones y maquinaria pesada? ─ inquirió incrédula Flo sin poder
asumirlo del todo.
─
Por supuesto ─ respondió Mariela. ─ ¿Quién piensas tú que opera
la excavadora Ford?
─ Pensé que era un hombre que operaba tremendo
armatoste ─ repuso Florencia, sin salir de su asombro y añadió. ─ Jamás pensé
que una de las dueñas operase una máquina como esa ya que tiene personal para
hacerlo.
─ Es muy válido de punto de vista Flo, pero estamos
hablando de una máquina cuyo valor económico asciende a 180 millones y no se la
voy a pasar a cualquier trabajador para
que dañe la inversión de Almapric ─ explicó Mariela, mientras conducía. ─ Ya
tuvimos una mala experiencia con una retro y dos bodcat. Por lo que decidimos
que no ser un operador sénior en la construcción lo haríamos nosotras mismas.
─ ¡Wow! ─ exclamó pasmada Flo, cuya cara lo decía
todo y volteando a ver a su pareja. ─ ¡No lo puedo creer! ¿En serio tú también
operas ese tipo de maquinaria?
─ ¡Así es! ─ respondió Sofía. ─ No lo hago todo el
tiempo pero le dedico horas extras cuando se trata de una edificación muy
importante y requiere de prolijidad.
─ Flopy no bromeaba cuando te comenté que no habían
muchas cosas que Sofía no hubiese ya hecho─ intervino Carla. ─ Acostúmbrate
porque el eslogan de Almapric es: Hacerlo todo por sí mismo y cubrir todas las necesidades
del cliente.
─ ¡Gracias por el cumplido Carla! ─ dijo risueña
Sofía bastante alagada. ─ No necesito una mejor publicidad.
─ De nada ─ soltó sin un ápice de vergüenza la
contadora.
─ Ustedes dan un poco de miedo ─ murmuró en voz
alta Florencia, pestañeando varias veces tras meditar en qué se había metido.
─ ¿Por? ─ fue la pregunta a coro qué hicieron las
otras tres mujeres.
─ ¡Eh! ─ exclamó con espanto Flo al ladear la
cabeza y ver cómo la estaban viendo todos esos ojos. ─ Yo… ¡Este!...
─ ¿Sí? ─ apremiaron otra vez las tres.
─ ¡Um!... ─ se trabó definitivamente la joven
Villar, que no le salía la voz por su tic nervioso.
─ ¡Vamos cariño! ─ instó Sofía, sobando su brazo. ─
No te esfuerces por hablar, solo respira despacio.
Tras varios respiros pausados, la locuacidad
retornó de algún modo a la joven constructora. Y retomó el tema nuevamente.
─ Digo que soy la más tranquila de todas ustedes. ─
aclaró finalmente Florencia.
─ ¡Eso sí! ─ concordó Carla. ─ Porque
definitivamente tú eres un gatito en comparación a estas felinas de las pistas.
─ ¡¿What’s?! ─ chilló Mariela. ─ ¿Y eso?
─ ¡Mira quién lo dice! ─ refuto Sofía, haciéndose
la ofendida. ─ La chica que no usa ascensores y es experta en escapadas
libres. Tienes las piernas más rápidas
de todo Almapric. Aún recuerdo lo que tuvo que correr Casy para poder
alcanzarte en las Vizcachas.
─ ¡Ups! ─ exclamó Carla guiñando un ojo a la joven
constructora. ─ Sé hace lo que se puede.
─ Y yo que creía que estaba en buenas manos ─ dijo
Florencia poco convencida en la seriedad de todas ellas.
─ Jajaja ─ fue la risa espontanea de Sofía y de
estar encantada con las diversas expresiones en la cara de su novia. ─ ¡Eres
realmente una delicia!
Fue la gota que rebalsó el vaso porque las mejillas
de la joven Villar se tiñeron de rojo
total por la vergüenza que le dio de ser llamada así frente a las demás.
─ Jajaja ─ secundó en risotada Mariela, que le
impresionaba ver a la muchacha siendo tan ella, que no ocultaba sus
impresiones.
─ ¡Ay Flopy! ─ reprendió cariñosamente Carla. ─ No
tienes arreglo, hasta los tomates palidecen a tu lado.
─ ¡Carlanga no sigas! ─ explotó en un pequeño
arrebató la muchacha y bajo la cabeza de inmediato. ─ Es vergonzoso.
─ Cariño ─ consoló Sofía, acercándose hasta el
lugar de su pareja y tomando su mano entre la suya. ─ No tienes porque sentirte
cohibida con nosotras. Estás con personas que te quieren mucho y les gusta como
tú eres.
─ No puedo controlarlo y quedo en evidencia todo el
tiempo que no entiendo algo o se burlan de mí ─ se quejó sentida Florencia. ─
No me agrada tener que ponerme colorada todo el tiempo, es incómodo.
─ ¡Florencia Mírame! ─ demandó Sofía, tomando la
barbilla de su novia. ─ Jamás nos burlaremos de ti y de mí parte puedo decirte,
que adoro cuando te sonrojas. Es una de las tantas debilidades que tengo
contigo. ¡Por favor! No vuelvas a sentirte mal ¿me lo prometes?
─ Lo intentaré ─ afirmó Florencia, calmando un poco
su timidez. ─ Solo porque tú me lo pides.
─ Gracias, Cariño ─ dijo Sofía y depositó un beso
sobre los labios de su amada.
Por su parte, las otras dos mujeres se quedaron
viendo y decidieron no decir nada más porque ese momento era muy íntimo y les
pertenecía solo a ellas dos.
Mariela, se concentró en la conducción y dejo de
lado sus comentarios para darle tiempo a que su acompañante volviese a ser ella
misma.
Momentos después…
─ ¡Por favor toma ese camino de ripio a tu
izquierda. ─ ordenó Florencia, indicando el objetivo.
─ Como tú mandes ─ convino Mariela y cambio de
pista para poder tomar la bifurcación y acceder al camino que le indicase su
copiloto.
Una vez que lograron su cometido, la camioneta se
desplazó por un camino bastante turbulento de agua, escarcha y hoyos.
─ Nada que envidiarle a los de Rally ─ comentó
Mariela. ─ serían la codicia de muchos corredores.
─ Nuestra ciudad es famosa por competencia de
motocrós ─ acotó Florencia. ─ Siempre vienen de Argentina a competir acá.
─ ¿No me digas? Interesante ─ señaló Mariela. ─ ¿Y
tú participas en ellos? Porque no es casualidad que tengas una moto deportiva.
─ Lo hacía cuando vivía aquí ─ confirmó Florencia. ─
Pero no lo hago hace casi un año que deje las competiciones.
─ Supongo que has de haber ganado alguna ─
intervino en la conversación Sofía. ─ ¿No es así?
─ Algunas ─ respondió Florencia bajando un poco el
perfil a la pregunta.
─ ¿Cuántas son algunas? ─ insistió su novia, que
deseaba saber porque tenía la certeza que la forma en que condujo su moto era
profesional avezado.
─ Unas cuantas nada más, Sofí ─ repuso Florencia. ─
Es algo sin importancia.
─ Cariño ─ apremió sutilmente Sofía que le quedo
viendo fijamente. ─ ¿Cuántas?
─ ¡Ay!...17 ─ terminó por confesar Florencia.
─ ¿Qué? ─ exclamaron Carla y Mariela con asombro.
─ ¡Y dices que son unas pocas! ─ Señaló Sofía
viéndola inquisitivamente.
─ ¿De qué edad compites? ─ preguntó Mariela,
jugando con los cambios y el camino.
─ Desde los doce años ─ respondió Florencia.
─ Y tienes 23 años. Eso quiere decir que has estado
ganando todos los años en forma consecutiva y por lo menos habrás participado
en otras categorías o en otros circuitos que han de ser los otros cinco
triunfos que tienes ─ Calculó Sofía, que no daba crédito a lo dicho por su
novia. ─ Le restas meritos a tus logros, cariño y eso no es bueno. Debes
sentirte orgullosa de lo que has conseguido.
─ ¡Vaya, Vaya! ─ Alabó Mariela y secundó a su
colega y amiga. ─ ¡Todo un record de triunfos! Y coincido con Sofí, no debes
bajarle el perfil a tus logros. ¡Saca pecho de ello! ¡Rayos eres muy buena Flo!
─ Así es, Mar ─ coincidió Sofía. ─ Mi novia es una
campeona e imagina las ganas que tendrá Casy, de competir contigo y junto a ti,
cuando sepa que eres corredora de motos.
─ ¿Participa en motocrós? ─ preguntó Florencia,
quitando tantas alabanzas a sus triunfos.
─ No te hagas la loca, Florencia Villar ─ reprendió
Mariela. ─ Tienes que aceptarte como eres y con todo lo bueno que haces. ¡Deja
de restarle importancia!
─ ¡Lo siento! ─ se disculpó ésta. ─ No acostumbró a
recibir tantos elogios porque uno se vuelve soberbio con el éxito.
─ Cariño. Es verdad que la autovaloración excesiva
hace soberbio al ser humano, pero no es tú caso. ─ aclaró una paciente Sofía. ─
Deja que ensalcen tus éxitos. Lo necesitas para tu crecimiento personal.
─ ¡Está bien! ─ dijo Florencia que le costaba mucho
ese tipo de situaciones. ─ Lo acepto y tiene razón. Hace bien oír
felicitaciones de vez en cuando.
─ Claro que sí ─ convino Sofía más conforme con el
acuerdo alcanzado con su pareja.
─ Y sí, Casandra compite en motocrós y en carreras
de Buge ─ respondió al fin Mariela que no quiso interrumpir la charla entre las
chicas.
─ ¡Qué bien!
─ mencionó encantada Florencia, cuyos ojos brillaron como los de una
niña. ─ Tal vez podríamos participar en alguna carreja juntas.
─ Eso será así, cariño. Tenlo por seguro ─ expuso
Sofía que le gustaba la idea y también se visualizaba participar con ella en
algunos eventos deportivos. ─ ¡Sin duda será genial!
─ Jajaja ─ Fue la risotada de parte de Mariela y
Carla, que les causó mucha gracia ver los semblantes de ambas mujeres.
─ ¿De qué se ríen? ─ preguntó Sofía viendo primeramente a Ramos y
luego a su socia.
─ De nada ─ respondió Mariela. ─ Solo recordé unas
cosas por ahí.
─ ¡Aha! ─ exclamó sin mucha credibilidad Sofía. ─
¿Y lo hicieron telepáticamente las dos?
─ ¡Ups! ─ murmuró divertida Carla que sabía que el
engaño no se lo tragó la Arquitecta Almagro.
─ Estamos llegando. ─ señaló Florencia, interrumpió
la disputa entre las demás; con su dedo índice.
─ ¿Cuál? ─ preguntó Mariela. ─ de todas esas es ¿la
casa de tus padres?
─ Todas ─ contestó Flo.
─ ¿Todas? ─ inquirió la arquitecta Sopric.
─ En parte sí ─ repuso Florencia. ─ El terreno
pertenece a mis padres y las otras casas son de mis hermanos y sus familias.
─ ¡Ya veo! ─ dijo Mariela.
─ Cariño ¿Están tus hermanos casados? ─ inquirió
Sofía, viendo las cuatro casas de madera que estaban en el lugar.
─ Así es. ─ respondió Florencia. ─ Mis hermanos
están casados y Marcos fue el último en casarse hace un año. Papá es de lo que
creen que el negocio es familiar y deben involucrarse en ello: Por eso, les
cedió en vida la parte que les corresponde de herencia y así, apoyarlos en sus
proyectos de familia. Además, de asegurar que cada uno tuviese involucrado en
la continuación de su empresa.
─ Comprendo ─ aseveró Sofía, sopesando las palabras
de su novia. ─ Es una buena práctica hacerlos participe de sus esfuerzos y
velar por la continuidad del proyecto familiar.
Supongo que solo que les estarías faltando solo tú ¿No es así cariño?
─ Es lo que papá esperaba ─ admitió Florencia, pero
frunció el ceño un tanto mientras hablaba. ─ Desde un comienzo.
─ Solo que no formaban parte de tus planes o ¿me
equivoco? ─ Supuso Sofía.
─ Estás en lo correcto ─ confirmó Florencia. ─
Nunca fue mi intención hacerme cargo del negocio de mi padre. Por esta razón
estudié Construcción para tener independencia y solvencia económica propia.
Ellos estuvieron en desacuerdo a que estudiase dicha carrera porque pensaban
que era un rubro solo para hombres. Fue difícil al comienzo hacerles entender.
Sofía, permaneció en silencio por unos momentos.
Mientras que Mariela y Carla se veían por el espejo retrovisor y la última
sacudía su cabeza para que la anterior no dijese nada por respeto a la
Arquitecta Almagro.
─ ¿A qué se dedica tu padre? ─ preguntó Sofía tras
el silencio.
─ Mi padre es comerciante y criador de ganado ovino
─ respondió Flo.
─ ¿Y tus hermanos? ─ persistió en preguntar Sofía.
─ El mayor es contador, el segundo veterinario y el
menor es administrador de empresas ─ contestó Florencia.
─ ¡Ya veo! ─ mencionó Sofía. ─ Todos estudios
relacionados con los rubros que se dedica tu padre. Sólo me queda una duda
sobre eso.
─ ¿Cuál duda, Sofí? ─ fue el turno de Florencia en
indagar.
─ ¿Las profesiones que escogieron tus hermanos es
por decisión propia o fueron influenciados por tu padre? ─ formuló esa pregunta
con la mayor de las sutilezas posibles.
─ Papá influyó en sus decisiones antes de entrar a
la universidad ─ confesó Flo. ─ Les hizo ver que una empresa familiar unida
podría permanecer en el tiempo y ser sustentable para todos sus miembros. Mis
hermanos aceptaron el planteamiento de papá y estudiaron carreras que fueran
aporte para la empresa.
─ Entiendo ─ dijo Sofía, arrugando ella ahora el
ceño. ─ ¿Por qué decidiste no aceptar la propuesta de tu padre, cariño?
─ Porque no podría ser yo misma ─ reveló Florencia.
─ Hubiese estado atada a algo que no deseaba en realidad y con el tiempo me
hubiese frustrado demasiado hasta la amargura. Lo mío no es el comercio como
tampoco la ganadería. Habría traicionado mis sueños y pospuestos mis metas a
favor de otros y acabaría como una profesional mediocre y sin aspiraciones. Por
eso no fui capaz de hacer algo que iba en contra de lo que realmente anhelaba.
─ Hiciste bien, cariño ─ apoyó Sofía muy orgullosa
de haberle oído defender sus aspiraciones. ─ Uno primeramente debe ser fiel a
sí mismo para luego, ocuparse de las aspiraciones de otros. Me siento muy
orgullosa de ti.
─ Gracias ─ murmuró contenta Florencia.
─ ¡Bueno chicas hasta acá llegamos nosotras! ─
indicó Mariela que estacionó la camioneta en el frontis de la entrada sin
cruzar los portones del sitio.
─ ¿No vendrán con nosotras? ─ preguntó Florencia,
viendo a Carla.
─ Esta vez no ─ fue la respuesta de Mariela. ─ Es
algo íntimo de ustedes dos que deben compartir. ¡Quizás para mañana! Si la
situación lo amerita y tus padres lo desean, será un honor para nosotras
conocer a tu familia.
─ ¡Oh! Qué pena ─ repuso Florencia con algo de
pesar. ─ Hubiese sido bonito. Pero comprendo a lo que te refieres.
─ Pronto tendremos esa dicha, mi Flopy ─ indicó
Carla, besando la mejilla de su amiga. ─ Ahora ve y preséntale a tu novia.
─ Claro que sí ─ afirmó una sonriente Florencia.
─ Gracias por traernos ─ dijo Sofía, bajando de la
camioneta. ─ Te aviso para que nos vengas a recoger.
─ Para eso estamos ─ convino Mariela. ─ Espero esa
llamada.
─ Vale ─ consintió Sofía y se despidió de Carla. ─
Nos vemos.
La pareja tomo distancia del vehículo y ambas
fueron testigos como arrancó con la misma dirección que venía.
─ ¡Ahora es mi turno de conocer a tus padres! ─
mencionó Sofía algo ansiosa internamente. ─ ¿Vamos?
─ Vamos ─ respondió Florencia que gustosa entrelazó
su mano con la de su novia y entraron por aquel portón de madera.
Ambas fueron caminando por el sendero de mosaicos
de piedra de volcánica que comunicaba las cuatro casas.
Sin duda que las circunstancias en esta ocasión era
muy distintas de las que le tocó vivir a la joven Villar, porque no había el
glamur y opulencia que ostentaban la familia Almagro. Acá todo era muy
distinto. Había un buen pasar que se notaba y sin embargo, era un gran
contraste con esas casas sureñas de madera labrada y con techumbre hecha con
tejas de madrea. Un estilo muy sureño y campesino por lo demás.
Mientras las chicas caminaban por aquel camino. Una
silueta asomó en la segunda de las casas
observando a la pareja que entraba a sus inmediaciones.
─ ¡Así que has venido hija mía! ─ murmuró una mujer
morena de ojos negros.
Sin más, salió a su encuentro y acortando las
distancias.
─ Nunca deja de ser intimidante conocer a la
familia de mi pareja ─ se dijo para sí, Sofía. ─ Debería decir…Suegros.
Había llegado la hora en que la Arquitecta Almagro
conociese a la familia de la mujer de la cual se enamoró y que le cambió todo
sus patrones de vida. ¡Al fin sabría si era aceptada o no! Porque una cosa
había sido conocer a los padres de su difunto esposo y otra muy diferente era
al de su actual pareja. ¡La vida podría dar sorpresas!
Mientras ellas enfrentaban un nuevo desafío…En
Santiago…
─ ¡Buenos días Alicia! ─ Saludó una colorina. ─
¿Has mandado a llamarme?
─ ¡Buenos días Colomba! ─ saludó la madre de Sofía,
invitándola a pasar. ─ Estábamos esperando por ti con mi hijo.
─ ¿Hijo? ─ preguntó sorprendida Colomba.
Adentrándose a una pequeña oficina privada. ─ ¿Cuál hijo?
─ Soy yo ─ respondió un hombre que cerró la puerta
detrás de Colomba.
─ ¡Efraín! ─ murmuró con asombro Colomba al darse
la vuelta y quedar enfrente de su
esposo.
El semblante que tenía el esposo de Colomba daba
pavor a decir verdad. Su mirada estaba oscurecida, su quijada estaba tensa y su
ceño muy fruncido. Y un pálpito seco en su corazón y el sudor frío que le
recorrió toda la espina dorsal. Hizo tomarse conciencia a la mujer que algo
malo estaba pasando.
─ ¿Qué sucede? ─ preguntó Colomba, retrocediendo
unos pasos. ─ ¿Por qué me miras de ese modo?
─ Es lo mismo qué me pregunto yo ─ mascullo con
dientes apretados Efraín. ─ ¿Qué está sucediendo contigo?
La hora de la verdad había llegado para algunos y
la cosecha no iba a ser productiva desde el punto moral. La ley de la siembra
es implacable…Siembra y recoge tus acciones para bien o para mal.
Tema escrito con Run de Pink
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