mujer y ave

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sábado, 23 de diciembre de 2017

Conociéndote un poco más.


Un nuevo amanecer
Capítulo 13
Conociéndote un poco más.

─ ¿Estás segura de querer ir en eso? ─ preguntó Mariela, viendo la moto de la joven constructora. ─ Sin ofender, pero ¿no hace mucho frío como para ir montadas en una motocicleta?
─ Estamos bien abrigadas ─ respondió Sofía y viendo a su novia, acotó. ─ Además, que le prometí a Flo que iríamos en su moto y que arrendar otro vehículo es mucho tramite en este momento. ¿No te parece?


─ En eso estamos de acuerdo, es un lío llamar a un renta car ─ afirmó Mariela y volvió a la carga. ─ Pero no me cuesta nada pasar a dejarlas a casa de la familia de Florencia y de paso, también puedo conocerlos ¿Qué me dicen?
─ Yo ya di mis argumentos porque no puedo ─ refutó Sofía suspirando pesado.
─ Sofí ─ dijo Florencia.
─ Dime cariño ─ contestó la Arquitecta.
─ Dejemos que nos acompañen por esta vez ─ sugirió Florencia. ─ Mañana podemos hacerlo nosotras y dar una vuelta por la ciudad ¿te parece amor?
─ ¡Está bien! ─ cedió finalmente Sofía que solo por petición de su novia accedió y viendo a su socia, añadió. ─ Solo lo hago por mi novia.
─ ¡Lo sé! ─ respondió Mariela complacida de salirse con la suya. ─  verán que me lo van agradecer, porque yo no sé nada de meteorología local, pero estoy segura que esas nubes no son muy amigables que digamos.

De inmediato varios pares de ojos quedaron viendo hacia el cielo y…
─ Eres muy perceptiva amor ─ señaló en esta ocasión Carla. ─ En unos momentos más tendremos un gran aguacero con algo de granizo.
─ ¡¿Vez?! ─ indicó Mariela y olvidándose por completo de… dijo en voz alta. ─ Definitivamente no podría vivir aquí.
Sofía, quedo viendo en dirección de la contadora y ver su rostro serio, salió de inmediato en socorro de su colega y amiga…
─ Estoy segura que nos costará acostumbrarnos un poco Mariela y no te lo discuto porque es un clima diferente para nosotras ─ mencionó mediáticamente Sofía. ─ Más tú sabes mejor que nadie que debemos viajar mucho a esta región por muchas razones y de peso y la principal porque se lo debemos a ellas ¿No lo crees tú?
Solo bastó lo último para que la Arquitecta Sopric, comprendiese que había sido oída y que su novia no estaba nada contenta con ello y que la intervención pronta de su mejor amiga, le ayudó para tomar conciencia de los hechos.

─ ¡Por supuesto Sofí! ─ coincidió Mariela y tomando la mano de su novia y envolviéndola con la suya, agregó. ─ Por muy difícil que sea el clima, vendré las veces que sea necesario con tal de estar a tu lado las veces que tú lo pidas, mi Cary
─ Es bueno oírlo Arquitecta ─ dijo Carla, viéndola aún seria. ─ Comenzaba a preocuparme un poco y en especial porque tenía planeado venir con mi príncipe y pasar unos días con su bisabuelo. ¿Habías olvidado la promesa a mi yayo?
─ ¡Ups! ─ exclamó nerviosa Mariela, rascando su cabeza. ─ No, para nada. Sólo hablé de vivir definitivamente.
─ ¡Ah! ─ dijo Carla. ─ No será necesario. Solo vendremos de vacaciones o por razones laborales nada más. Benja, aún es muy pequeño y no tengo pensado regresar todavía.
─ ¡Ya veo! ─ señaló más aliviada Mariela y con un suspiro quedo viendo a la otra pareja. ─ ¡Las concesiones! Ustedes saben.
─ Jajaja ─ bromeó Sofía a costa de su amiga y socia. ─ Hay que hacer buenos acuerdos, querida Mariela. Cómo dicen en la marina, ¡dónde va el capitán, va…
─ El marino ─ terminó por decirlo Mariela y sacudiendo su cabeza, agregó. ─ ¡Quizás un poco de aire de montañas no nos haga mal de vez en cuando!
─ Tú lo has dicho amiga mía ─ concordó Sofía. ─ Nos hará bien a todas y en especial a Casy.
─ Ni lo digas. ─ coincidió Mariela, subiendo ya a la camioneta. ─ Esa loca será quién más lo va a disfrutar, transformando todo el concepto de construcción que por acá haya existido. (Viendo a) Esta vez, serás tú quién me acompañe, Flo. Conoces el camino hacia a la casa de tus padres y así, no daremos tantas vueltas.
─ ¿Puedo? ─ preguntó Florencia viendo a su novia.
─ No tienes porque pedirme permiso para ese tipo de cosas, cariño. ─ aclaró Sofía de inmediato. ─ Eres la más indicada para guiarnos.
─ Gracias ─ respondió Flo, acercándose a besar la mejilla a su novia y se fue a la parte delantera de la camioneta y tomó su lugar junto a Mariela.
─ ¡Niña que no te voy a comer! ─ Se quejó Mariela. ─ Como para que andes pidiendo permiso. Mira que lo mismo debería hacer yo si fuese el caso.
─ Cof- cof ─ carraspeó Carla y dijo con pica. ─ Pues Flopy, sabe respetar a su pareja y darle su lugar. ¿No te parece a ti?
─ ¡Shet! ─ masculló pasmada Mariela, quedando de una pieza y al verla por el espejo retrovisor y ver esos ojos pardos, vio la burla reflejada de su novia. ─ ¡Está bien!... ¡Tú ganas!... ¿me dejas que tu mejor amiga me acompañe?
─ ¡Esa es la actitud correcta! ─ mencionó pícara y complacida Carla. ─ Por supuesto que Flopy, te acompañen esta ocasión.
─ ¡Dios! ─ exclamó Mariela y sin dejar de verla. ─ ¡Está bien!... No me quejaré más.
─ Jajaja ─ Sofía no pudo evitar reírse de buena gana y en la cara de su socia y tapándose la boca ante la severa mirada de ésta, dijo. ─ ¡Lo siento!
─ Será mejor que nos vayamos ─ despotricó Mariela y viendo a su copiloto. ─ ¿por dónde?
─ Da la vuelta y toma calle…─ señaló Florencia, tratando de acostumbrarse a ese trato de impersonal con sus antiguas jefas. Que se convirtieron de la noche en la mañana: una en su novia y la otra, por así decirlo, casi cuñada por ser la mejor amiga de su pareja.
─ ¡Vayamos entonces a conocer a tus padres! ─ mencionó Mariela, que arrancó sutilmente casi a 70 de golpe.
─ Te lo dije ─ repuso Carla al ver el rostro espantando de su mejor amiga. ─ Ellas son las reinas de las pistas y esto, es diversión para niños.
─ ¡Ya veo!... ¡Ya veo! ─ asumió Florencia con pavor.
─ Cariño ─ dijo Sofía. ─ ¡Tranquila! Estás en buenas manos.
─ Sí tú lo dices ─ casi susurró Florencia que sujetó instintivamente sus palmas en el asiento y no pudo evitar decir. ─ Creo que me siento más segura en mi moto que un auto.
─ ¡Oye dame crédito! ─ exigió seria Mariela, jugando con esa caja de cambios como si fuese un juego de niños. ─ Mira que no por nada tengo mis cuatro licencias sin una mancha en mis registros.
─ ¿4? ─ preguntó Florencia viéndola con asombro e indicando que doblase a la derecha.
─ Así es ─ confirmó Mariela. ─ Tengo clase B, A, A4 y de D sin mencionar la profesional para correr en circuitos de rally.
─ ¿Tú manejas camiones y maquinaria pesada? ─ inquirió incrédula Flo sin poder asumirlo del todo.
─ Por supuesto ─ respondió Mariela. ─ ¿Quién piensas tú que opera la excavadora Ford?
─ Pensé que era un hombre que operaba tremendo armatoste ─ repuso Florencia, sin salir de su asombro y añadió. ─ Jamás pensé que una de las dueñas operase una máquina como esa ya que tiene personal para hacerlo.
─ Es muy válido de punto de vista Flo, pero estamos hablando de una máquina cuyo valor económico asciende a 180 millones y no se la voy  a pasar a cualquier trabajador para que dañe la inversión de Almapric ─ explicó Mariela, mientras conducía. ─ Ya tuvimos una mala experiencia con una retro y dos bodcat. Por lo que decidimos que no ser un operador sénior en la construcción lo haríamos nosotras mismas.
─ ¡Wow! ─ exclamó pasmada Flo, cuya cara lo decía todo y volteando a ver a su pareja. ─ ¡No lo puedo creer! ¿En serio tú también operas ese tipo de maquinaria?
─ ¡Así es! ─ respondió Sofía. ─ No lo hago todo el tiempo pero le dedico horas extras cuando se trata de una edificación muy importante y requiere de prolijidad.
─ Flopy no bromeaba cuando te comenté que no habían muchas cosas que Sofía no hubiese ya hecho─ intervino Carla. ─ Acostúmbrate porque el eslogan de Almapric es: Hacerlo todo por sí mismo y cubrir todas las necesidades del cliente.
─ ¡Gracias por el cumplido Carla! ─ dijo risueña Sofía bastante alagada. ─ No necesito una mejor publicidad.
─ De nada ─ soltó sin un ápice de vergüenza la contadora.
─ Ustedes dan un poco de miedo ─ murmuró en voz alta Florencia, pestañeando varias veces tras meditar en qué se había metido.
─ ¿Por? ─ fue la pregunta a coro qué hicieron las otras tres mujeres.
─ ¡Eh! ─ exclamó con espanto Flo al ladear la cabeza y ver cómo la estaban viendo todos esos ojos. ─ Yo… ¡Este!...
─ ¿Sí? ─ apremiaron otra vez las tres.
─ ¡Um!... ─ se trabó definitivamente la joven Villar, que no le salía la voz por su tic nervioso.
─ ¡Vamos cariño! ─ instó Sofía, sobando su brazo. ─ No te esfuerces por hablar, solo respira despacio.
Tras varios respiros pausados, la locuacidad retornó de algún modo a la joven constructora. Y retomó el tema nuevamente.
─ Digo que soy la más tranquila de todas ustedes. ─ aclaró finalmente Florencia.
─ ¡Eso sí! ─ concordó Carla. ─ Porque definitivamente tú eres un gatito en comparación a estas felinas de las pistas.
─ ¡¿What’s?! ─ chilló Mariela. ─ ¿Y eso?
─ ¡Mira quién lo dice! ─ refuto Sofía, haciéndose la ofendida. ─ La chica que no usa  ascensores y es experta en escapadas libres.  Tienes las piernas más rápidas de todo Almapric. Aún recuerdo lo que tuvo que correr Casy para poder alcanzarte en las Vizcachas.
─ ¡Ups! ─ exclamó Carla guiñando un ojo a la joven constructora. ─ Sé hace lo que se puede.
─ Y yo que creía que estaba en buenas manos ─ dijo Florencia poco convencida en la seriedad de todas ellas.
─ Jajaja ─ fue la risa espontanea de Sofía y de estar encantada con las diversas expresiones en la cara de su novia. ─ ¡Eres realmente una delicia!
Fue la gota que rebalsó el vaso porque las mejillas de la joven Villar se tiñeron  de rojo total por la vergüenza que le dio de ser llamada así frente a las demás.
─ Jajaja ─ secundó en risotada Mariela, que le impresionaba ver a la muchacha siendo tan ella, que no ocultaba sus impresiones.
─ ¡Ay Flopy! ─ reprendió cariñosamente Carla. ─ No tienes arreglo, hasta los tomates palidecen a tu lado.
─ ¡Carlanga no sigas! ─ explotó en un pequeño arrebató la muchacha y bajo la cabeza de inmediato. ─ Es vergonzoso.
─ Cariño ─ consoló Sofía, acercándose hasta el lugar de su pareja y tomando su mano entre la suya. ─ No tienes porque sentirte cohibida con nosotras. Estás con personas que te quieren mucho y les gusta como tú eres.
─ No puedo controlarlo y quedo en evidencia todo el tiempo que no entiendo algo o se burlan de mí ─ se quejó sentida Florencia. ─ No me agrada tener que ponerme colorada todo el tiempo, es incómodo.
─ ¡Florencia Mírame! ─ demandó Sofía, tomando la barbilla de su novia. ─ Jamás nos burlaremos de ti y de mí parte puedo decirte, que adoro cuando te sonrojas. Es una de las tantas debilidades que tengo contigo. ¡Por favor! No vuelvas a sentirte mal ¿me lo prometes?
─ Lo intentaré ─ afirmó Florencia, calmando un poco su timidez. ─ Solo porque tú me lo pides.
─ Gracias, Cariño ─ dijo Sofía y depositó un beso sobre los labios de su amada.
Por su parte, las otras dos mujeres se quedaron viendo y decidieron no decir nada más porque ese momento era muy íntimo y les pertenecía solo a ellas dos.
Mariela, se concentró en la conducción y dejo de lado sus comentarios para darle tiempo a que su acompañante volviese a ser ella misma.
Momentos después…
─ ¡Por favor toma ese camino de ripio a tu izquierda. ─ ordenó Florencia, indicando el objetivo.
─ Como tú mandes ─ convino Mariela y cambio de pista para poder tomar la bifurcación y acceder al camino que le indicase su copiloto.
Una vez que lograron su cometido, la camioneta se desplazó por un camino bastante turbulento de agua, escarcha y hoyos.
─ Nada que envidiarle a los de Rally ─ comentó Mariela. ─ serían la codicia de muchos corredores.
─ Nuestra ciudad es famosa por competencia de motocrós ─ acotó Florencia. ─ Siempre vienen de Argentina a competir acá.
─ ¿No me digas? Interesante ─ señaló Mariela. ─ ¿Y tú participas en ellos? Porque no es casualidad que tengas una moto deportiva.
─ Lo hacía cuando vivía aquí ─ confirmó Florencia. ─ Pero no lo hago hace casi un año que deje las competiciones.
─ Supongo que has de haber ganado alguna ─ intervino en la conversación Sofía. ─ ¿No es así?
─ Algunas ─ respondió Florencia bajando un poco el perfil a la pregunta.
─ ¿Cuántas son algunas? ─ insistió su novia, que deseaba saber porque tenía la certeza que la forma en que condujo su moto era profesional avezado.
─ Unas cuantas nada más, Sofí ─ repuso Florencia. ─ Es algo sin importancia.
─ Cariño ─ apremió sutilmente Sofía que le quedo viendo fijamente. ─ ¿Cuántas?
─ ¡Ay!...17 ─ terminó por confesar Florencia.
─ ¿Qué? ─ exclamaron Carla y Mariela con asombro.
─ ¡Y dices que son unas pocas! ─ Señaló Sofía viéndola inquisitivamente.
─ ¿De qué edad compites? ─ preguntó Mariela, jugando con los cambios y el camino.
─ Desde los doce años ─ respondió Florencia.
─ Y tienes 23 años. Eso quiere decir que has estado ganando todos los años en forma consecutiva y por lo menos habrás participado en otras categorías o en otros circuitos que han de ser los otros cinco triunfos que tienes ─ Calculó Sofía, que no daba crédito a lo dicho por su novia. ─ Le restas meritos a tus logros, cariño y eso no es bueno. Debes sentirte orgullosa de lo que has conseguido.
─ ¡Vaya, Vaya! ─ Alabó Mariela y secundó a su colega y amiga. ─ ¡Todo un record de triunfos! Y coincido con Sofí, no debes bajarle el perfil a tus logros. ¡Saca pecho de ello! ¡Rayos eres muy buena Flo!
─ Así es, Mar ─ coincidió Sofía. ─ Mi novia es una campeona e imagina las ganas que tendrá Casy, de competir contigo y junto a ti, cuando sepa que eres corredora de motos.
─ ¿Participa en motocrós? ─ preguntó Florencia, quitando tantas alabanzas a sus triunfos.
─ No te hagas la loca, Florencia Villar ─ reprendió Mariela. ─ Tienes que aceptarte como eres y con todo lo bueno que haces. ¡Deja de restarle importancia!
─ ¡Lo siento! ─ se disculpó ésta. ─ No acostumbró a recibir tantos elogios porque uno se vuelve soberbio con el éxito.
─ Cariño. Es verdad que la autovaloración excesiva hace soberbio al ser humano, pero no es tú caso. ─ aclaró una paciente Sofía. ─ Deja que ensalcen tus éxitos. Lo necesitas para tu crecimiento personal.
─ ¡Está bien! ─ dijo Florencia que le costaba mucho ese tipo de situaciones. ─ Lo acepto y tiene razón. Hace bien oír felicitaciones de vez en cuando.
─ Claro que sí ─ convino Sofía más conforme con el acuerdo alcanzado con su pareja.
─ Y sí, Casandra compite en motocrós y en carreras de Buge ─ respondió al fin Mariela que no quiso interrumpir la charla entre las chicas.
─ ¡Qué bien!  ─ mencionó encantada Florencia, cuyos ojos brillaron como los de una niña. ─ Tal vez podríamos participar en alguna carreja juntas.
─ Eso será así, cariño. Tenlo por seguro ─ expuso Sofía que le gustaba la idea y también se visualizaba participar con ella en algunos eventos deportivos. ─ ¡Sin duda será genial!
─ Jajaja ─ Fue la risotada de parte de Mariela y Carla, que les causó mucha gracia ver los semblantes de ambas mujeres.
─ ¿De qué se ríen?  ─ preguntó Sofía viendo primeramente a Ramos y luego a su socia.
─ De nada ─ respondió Mariela. ─ Solo recordé unas cosas por ahí.
─ ¡Aha! ─ exclamó sin mucha credibilidad Sofía. ─ ¿Y lo hicieron telepáticamente las dos?
─ ¡Ups! ─ murmuró divertida Carla que sabía que el engaño no se lo tragó la Arquitecta Almagro.
─ Estamos llegando. ─ señaló Florencia, interrumpió la disputa entre las demás; con su dedo índice.
─ ¿Cuál? ─ preguntó Mariela. ─ de todas esas es ¿la casa de tus padres?
─ Todas ─ contestó Flo.
─ ¿Todas? ─ inquirió la arquitecta Sopric.
─ En parte sí ─ repuso Florencia. ─ El terreno pertenece a mis padres y las otras casas son de mis hermanos y sus familias.
─ ¡Ya veo! ─ dijo Mariela.
─ Cariño ¿Están tus hermanos casados? ─ inquirió Sofía, viendo las cuatro casas de madera que estaban en el lugar.
─ Así es. ─ respondió Florencia. ─ Mis hermanos están casados y Marcos fue el último en casarse hace un año. Papá es de lo que creen que el negocio es familiar y deben involucrarse en ello: Por eso, les cedió en vida la parte que les corresponde de herencia y así, apoyarlos en sus proyectos de familia. Además, de asegurar que cada uno tuviese involucrado en la continuación de su empresa.
─ Comprendo ─ aseveró Sofía, sopesando las palabras de su novia. ─ Es una buena práctica hacerlos participe de sus esfuerzos y velar por la continuidad del proyecto familiar.  Supongo que solo que les estarías faltando solo tú ¿No es así cariño?
─ Es lo que papá esperaba ─ admitió Florencia, pero frunció el ceño un tanto mientras hablaba. ─ Desde un comienzo.
─ Solo que no formaban parte de tus planes o ¿me equivoco? ─ Supuso Sofía.
─ Estás en lo correcto ─ confirmó Florencia. ─ Nunca fue mi intención hacerme cargo del negocio de mi padre. Por esta razón estudié Construcción para tener independencia y solvencia económica propia. Ellos estuvieron en desacuerdo a que estudiase dicha carrera porque pensaban que era un rubro solo para hombres. Fue difícil al comienzo hacerles entender.
Sofía, permaneció en silencio por unos momentos. Mientras que Mariela y Carla se veían por el espejo retrovisor y la última sacudía su cabeza para que la anterior no dijese nada por respeto a la Arquitecta Almagro.
─ ¿A qué se dedica tu padre? ─ preguntó Sofía tras el silencio.
─ Mi padre es comerciante y criador de ganado ovino ─ respondió Flo.
─ ¿Y tus hermanos? ─ persistió en preguntar Sofía.
─ El mayor es contador, el segundo veterinario y el menor es administrador de empresas ─ contestó Florencia.
─ ¡Ya veo! ─ mencionó Sofía. ─ Todos estudios relacionados con los rubros que se dedica tu padre. Sólo me queda una duda sobre eso.
─ ¿Cuál duda, Sofí? ─ fue el turno de Florencia en indagar.
─ ¿Las profesiones que escogieron tus hermanos es por decisión propia o fueron influenciados por tu padre? ─ formuló esa pregunta con la mayor de las sutilezas posibles.
─ Papá influyó en sus decisiones antes de entrar a la universidad ─ confesó Flo. ─ Les hizo ver que una empresa familiar unida podría permanecer en el tiempo y ser sustentable para todos sus miembros. Mis hermanos aceptaron el planteamiento de papá y estudiaron carreras que fueran aporte para la empresa.
─ Entiendo ─ dijo Sofía, arrugando ella ahora el ceño. ─ ¿Por qué decidiste no aceptar la propuesta de tu padre, cariño?
─ Porque no podría ser yo misma ─ reveló Florencia. ─ Hubiese estado atada a algo que no deseaba en realidad y con el tiempo me hubiese frustrado demasiado hasta la amargura. Lo mío no es el comercio como tampoco la ganadería. Habría traicionado mis sueños y pospuestos mis metas a favor de otros y acabaría como una profesional mediocre y sin aspiraciones. Por eso no fui capaz de hacer algo que iba en contra de lo que realmente anhelaba.
─ Hiciste bien, cariño ─ apoyó Sofía muy orgullosa de haberle oído defender sus aspiraciones. ─ Uno primeramente debe ser fiel a sí mismo para luego, ocuparse de las aspiraciones de otros. Me siento muy orgullosa de ti.
─ Gracias ─ murmuró contenta Florencia.
─ ¡Bueno chicas hasta acá llegamos nosotras! ─ indicó Mariela que estacionó la camioneta en el frontis de la entrada sin cruzar los portones del sitio.
─ ¿No vendrán con nosotras? ─ preguntó Florencia, viendo a Carla.
─ Esta vez no ─ fue la respuesta de Mariela. ─ Es algo íntimo de ustedes dos que deben compartir. ¡Quizás para mañana! Si la situación lo amerita y tus padres lo desean, será un honor para nosotras conocer a tu familia.
─ ¡Oh! Qué pena ─ repuso Florencia con algo de pesar. ─ Hubiese sido bonito. Pero comprendo a lo que te refieres.
─ Pronto tendremos esa dicha, mi Flopy ─ indicó Carla, besando la mejilla de su amiga. ─ Ahora ve y preséntale a tu novia.
─ Claro que sí ─ afirmó una sonriente Florencia.
─ Gracias por traernos ─ dijo Sofía, bajando de la camioneta. ─ Te aviso para que nos vengas a recoger.
─ Para eso estamos ─ convino Mariela. ─ Espero esa llamada.
─ Vale ─ consintió Sofía y se despidió de Carla. ─ Nos vemos.
La pareja tomo distancia del vehículo y ambas fueron testigos como arrancó con la misma dirección que venía.
─ ¡Ahora es mi turno de conocer a tus padres! ─ mencionó Sofía algo ansiosa internamente. ─ ¿Vamos?
─ Vamos ─ respondió Florencia que gustosa entrelazó su mano con la de su novia y entraron por aquel portón de madera.

Ambas fueron caminando por el sendero de mosaicos de piedra de volcánica que comunicaba las cuatro casas.
Sin duda que las circunstancias en esta ocasión era muy distintas de las que le tocó vivir a la joven Villar, porque no había el glamur y opulencia que ostentaban la familia Almagro. Acá todo era muy distinto. Había un buen pasar que se notaba y sin embargo, era un gran contraste con esas casas sureñas de madera labrada y con techumbre hecha con tejas de madrea. Un estilo muy sureño y campesino por lo demás.
Mientras las chicas caminaban por aquel camino. Una silueta asomó en la segunda de las casas  observando a la pareja que entraba a sus inmediaciones.

─ ¡Así que has venido hija mía! ─ murmuró una mujer morena de ojos negros.
Sin más, salió a su encuentro y acortando las distancias.
─ Nunca deja de ser intimidante conocer a la familia de mi pareja ─ se dijo para sí, Sofía. ─ Debería decir…Suegros.
Había llegado la hora en que la Arquitecta Almagro conociese a la familia de la mujer de la cual se enamoró y que le cambió todo sus patrones de vida. ¡Al fin sabría si era aceptada o no! Porque una cosa había sido conocer a los padres de su difunto esposo y otra muy diferente era al de su actual pareja. ¡La vida podría dar sorpresas!

Mientras ellas enfrentaban un nuevo desafío…En Santiago…

─ ¡Buenos días Alicia! ─ Saludó una colorina. ─ ¿Has mandado a llamarme?
─ ¡Buenos días Colomba! ─ saludó la madre de Sofía, invitándola a pasar. ─ Estábamos esperando por ti con mi hijo.
─ ¿Hijo? ─ preguntó sorprendida Colomba. Adentrándose a una pequeña oficina privada. ─ ¿Cuál hijo?
─ Soy yo ─ respondió un hombre que cerró la puerta detrás de Colomba.
─ ¡Efraín! ─ murmuró con asombro Colomba al darse la vuelta  y quedar enfrente de su esposo.

El semblante que tenía el esposo de Colomba daba pavor a decir verdad. Su mirada estaba oscurecida, su quijada estaba tensa y su ceño muy fruncido. Y un pálpito seco en su corazón y el sudor frío que le recorrió toda la espina dorsal. Hizo tomarse conciencia a la mujer que algo malo estaba pasando.

─ ¿Qué sucede? ─ preguntó Colomba, retrocediendo unos pasos. ─ ¿Por qué me miras de ese modo?
─ Es lo mismo qué me pregunto yo ─ mascullo con dientes apretados Efraín. ─ ¿Qué está sucediendo contigo?
La hora de la verdad había llegado para algunos y la cosecha no iba a ser productiva desde el punto moral. La ley de la siembra es implacable…Siembra y recoge tus acciones para bien o para mal.






Tema escrito con Run de Pink

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