mujer y ave

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miércoles, 24 de enero de 2024

Costumbre

 




La luz que amenaza con abarcar todo a su paso sin siquiera pedirte permiso y te deja tan abrumado como impotente porque buscas por ratos, esa oscuridad que todo quede en letanía y poder detener el tiempo aunque sea solo unos minutos, los más extensos que se pueda.

Aspiras aire pesada pesadamente como asumido que la función de hoy debe continuar porque el teatro de la vida no se detiene ni por ti y por nadie. Es una función que siempre está en  constante movimiento y debes ir a la par o te romperás en el proceso.

De pronto te volteas a un costado de tu cama y fijas tus ojos en esa ventana que muestra el firmamento cubierto con algunas gruesas nubes tan blancas como la nieve y un sol que gana terreno por el horizonte como saludando a todos a su paso con una energía alegre que trae consigo esperanza y mucho más. Te quedas pensando en que parece mentira que ver el amanecer es simplemente sobre cogedor.

Llevas tu mano debajo de la almohada y sacas tu móvil para revisar la hora y te asombras que aún sean las cinco de la madrugada y todo comience a primeras horas en estas tierras alejadas de la muchedumbre. Lo vuelves a dejar en su lugar y sabes que aún te quedan unos minutos más antes de  darle sentido a tu día.

Dejas caer la cabeza sobre la almohada y suspiras como si te doliera respirar porque estás consciente de que el aire es muy frio como estar dentro de un mismo bloque de hielo y es que así lo has decidido por el bien de tu propia salud y no repetir viejos patrones del pasado que te llevaron a estar por las cuerdas con tus pulmones y es que no es aconsejable depender tanto de calefaccionar un hogar cuando a largo plazo trae consecuencias no muy agradables y tendrás una visita muy regular con los amos de la salud. Muerto antes que volver a pasar por una larga sección de has esto y esto otro y nos vemos la semana que viene. ¡Ahórrate la mortificación!

Vuelves a inhalar aire y  te palmeas la cara para subir el ánimo porque solo uno puede y nadie más puede hacer los cambios y progresos. Cómo solo decía decir ese viejo amigo de años…

─ “No importa cuánto quieran los demás aligerarte la carga o limpiarte el camino, eres tú, el dueño de tu propia esencia, quién debe y tiene que ponerse de pie sin importar cuántas veces te caigas en el proceso, sólo pon esas piernas en movimiento y sí te duele, te aguantas. Verás que más adelante te sentirás bien contigo mismo”.

Ese condenado tenía razón, mejor dicho, tiene razón. Los costalazos vienen y van en todo el camino pero aunque te tome un poco de tiempo hay que seguir rodando por esta larga y angosta franja de camino que e s la vida.

Hinchas el pecho y dejas salir todo el aire contenido al rememorar esas rancias y significativas palabras. Cómo lo detestas por momentos pero sabes que no se irán que estarán contigo como un viejo abrigo todo roído, descolorido y polvoso y sin embargo, muy difícil de cambiar por otro. Son de los que llegan para quedarse y se vuelven el favorito.

En eso…

Una melodía se escucha en tu móvil y sabes que es la melodía frondosa de bosques que has puesto por alarma porque aunque pasen mil años siempre necesitas una ayuda extra para despertar. Así funcionas tú y no hay más que decir.

Tiras las mantas hacia atrás y de un salto cama abajo y lo primero de la jornada es beber una vaso grande agua con varias gotas de limón y auto convencerte de que tienen propiedades depurativas.

Una hornilla dónde dejas una cafetera lista para unas dos tazas de este brebaje e inyectarte una buena dosis de dopamina para estar en buenas condiciones y sacar provecho máximo de tus deberes diarios.

Al instante, una ducha rápida y su aseo respectivo para volver a tu dormitorio y arroparte bien para el día. Luego, quitas las mantas de tu cama y la dejas como nueva para otra loca noche de vientos, si es qué te permiten dormir como hoy.

De regreso a la cocina, te avientas una fruta con semillas y yogurt con la dosis precisa de fructuosa para el día. Deberíamos decir azúcar, pero no es el caso porque sabes lo que te dijo el matasanos, a raya con la diabetes. Así que  todo es naturalmente hablando desabrido pero te acomodaste a ello.

Limpias las cosas que usaste y agarras las llaves de tu camioneta, móvil y documentos y te lanzas afuera dónde el viento ya te saluda crudamente y te quita de una tu jockey de la cabeza. Puteas pero te las arreglas para atajarlo antes de que lo lleven a lo profundo del estrecho, es exageración pero sabes que 80 kilómetros es una caricia para todos ustedes. Así que, lo limpias y lo vuelves a tu sitio sin más.

Revisas que todo esté bien en el vehículo, enciendes y verificas luces, frenos y esperas los minutos necesarios para darle cierta ventaja a tu batería y comienzas a rodar, despacio para no pasar arrollar a un niño, perro, gato o cualquier loco que tiene delirios de todopoderoso con más vidas que los propios gatos.

Ya saliendo de esas enmarañadas curvas y recovecos de tu población, entras de lleno a una de esas bajadas que te erizan los pelos de tus brazos de ver lo empinada que es, pero ahí estas, echándole para adelante sin inmutarte porque la costumbre puede al temor o eso es lo que dicen los más creyentes.

Es increíble que sin pisar mucho el acelerador ya tu velocímetro va más allá del límite reglamentario, pero sabes que solo es la velocidad de caída y debes estar igual pilas al camino. Te ríes consigo misma porque sabes que el termino se te pego como el adhesivo a la piel y que los dichos en cualquier lugar terminan siendo adoptados por cada uno. Es un pequeño precio a pagar por el placer de viajar a dónde lo desees.

Unos minutos más tarde te detienes en una parada para recoger a tus compañeros de trabajo y entablas los protocolares saludos de la ocasión y emprendes nuevamente la marcha para ir dónde los están convocando y no puedes dejar de verlos por el retrovisor, cada loco, cada persona con sus pro y contras, pero tus colegas después de todo.

Es ahí, precisamente en que caes en cuenta que no importa dónde vayas y cuántos puedas estar en un lugar. Siempre será lo mismo. Todos son ajenos a ti, no forman parte de las raíces de tu ser, no están entrelazadas con las marañas de las emociones y tampoco figuran en el organigrama de tus prioridades afectivas y emocionales porque sabes mejor que nadie que solo son aves de paso y comparten solo un vínculo laboral, social o quizás algunos estudios por ahí, pero nada serio o relevante.

Puedes con esto y lo sabes, eres un especialista en observar y no involucrarte demasiado en poner granitos de cualquier semilla para una tierra que no es fructífera ya sea por las razones que sean.

Te hacen una pregunta, te tomas unos segundos y como lo tienes cronometrado psicológicamente,  das la respuesta apropiada y esperada. Una ventajosa para no caer en debates absurdos y crear casos innecesarios porque sabes muy bien que el ser humano es apasionado e impulsivo que no se detiene en meditar en sus actos antes de acertar el golpe de gracia que deja el descalabro total o parcial.

Uno se ríe de tu respuesta diciendo que eres muy pragmático y siempre correcto y ahora eres tú quien se burla de él mentalmente por encontrarlo tan estúpido y simplón que no sabe que la vida es así, cuidarse es un derecho completo y absoluto, eres quién debe estar en constante vigilia de no tropezar dos veces con la misma piedra y como diría tu ex compañera de universidad, el mejor agente de seguridad es uno mismo y no está errada claro está y no obstante, no es cuestión de seguridad laboral sino también personal.

Así que te armas de dos segundos de astucia y das un argumento un poco más intencionado a tu contra parte y le haces ver con una sola pregunta cuales serían las ventajas de hacer lo contrario y entonces el silencio se hace un poco incómodo porque estás claro que le propinaste un golpe bajo y conciso, que no deseabas pero te cabrean cuando le buscan la quinta pata al gato para iniciar una pelea absurda y más que ridícula.

Al final unos a otros se miran y se encojen de hombros para luego, cambiar de tema como si nada. Así es cómo son, no pudieron tomar el toro por las astas así que buscan otro camino para olvidar el traspié y ver si pueden volver a hincar los dientes para salirse con la suya.

Tanto tiempo, días, meses y años para ver que todo es igual dónde vayas, siempre cosas que no tienen pie ni cabeza, pero que es una costumbre.

En eso algo llama tu atención…

 

El vuelo rasante de una silueta muy cerca del camino y tus ojos se abren con impacto porque sabes lo que es y no lo puedes creer…

 

Un águila te acompaña en tu viaje…


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