Destino implacable. Capítulo 6
Una noche larga y
lluviosa fue la que se dejó sentir en toda la pampa. Un fenómeno poco
usual, ya que la lluvia suele durar un par de horas con mucha suerte y en este
caso llevaba casi 24 horas de precipitaciones y estaba acompañado de fuertes
vientos que alcanzaban los 120 kilómetros por hora y también de granizos.
Quizás la naturaleza expresará de ese modo su sentir y
solidarizará un poco con la reina del lugar. Augurio de que se venían tiempos
complicados para muchos en esos parejos.
Flash back
─ No me interesa saber
cómo y porqué estás vestida así ─ manifestó Marcela, mientras conducía ─ Lo
único que interesa es que tú estás bien y que de ahora en adelante te mantendré
alejada de esa mujer a como dé lugar.
Bianca, en vez de rebatir
los cuestionamientos de su jefa, simplemente bajó la cabeza.
No es que deseará evadir
los hechos sino que estaba aún aturdida
con todo lo que le tocó vivir en
casa de Ariza Pedrales y no era un hecho
menor aislado. Todo lo contrario sino uno trascendental que involucraba su
permanencia en dichas tierras.
Huir por tanto tiempo de
los recuerdos que le atormentaban y encontrarse a boca de jarro con la
responsable en la otra vida de su sufrimiento y que para colmo de males, era
una persona con la misma apariencia de antaño y a diferencia de ella. Recordaba
a la perfección todo su pasado.
No era fácil tener sólo
por recuerdos una angustia injustificada que le lleva de cabeza a huir, ya que se tiene la certeza de estar
en peligro, ¿Paranoia o presentimiento?
Como decirle a la razón
que no es locura o sueño; sino la realidad más absoluta de todas, su verdad y
era de encontrarse una vez más cara a cara con la mujer que tanto amó y que la
traicionó.
─ ¿estás bien? ─ Preguntó
de súbito Marcela.
─ ¡Este!...Sí ─ balbuceó
la joven.
─ Parecías muy distante ─
señaló la inspectora ─ Cuando llegues a la casa. Tomas un baño y a la cama. No
quiero quejas. Yo iré a Sodexo a retirar tus alimentos.
─ No tengo apetito,
Marce. ─ mencionó Bianca.
─ Tomarás algo caliente y
un poco de sólidos para ayudar a tu estómago ─ replicó Marcela ─ has estado
todo el día sin ingerir alimentos.
─ Marcela en verdad no
quiero nada ─ suplicó la joven Rangel.
─ No discutas conmigo ─
contravino la inspectora ─ Mi obligación es velar por esta empresa y todo el
personal que aquí trabaja. Harás lo que se te manda.
Bianca, prefirió no
objetar más las cosas, ya que su situación era algo delicada y podría ser un
precedente negativo para su carrera profesional.
─ Como tú mandes ─
contestó sin ganas Bianca.
─ Otra casa más ─ agregó
Marcela muy seria ─ Mañana irás a estampar una denuncia contra Ariza Pedrales
por secuestro e intento de homicidio.
─ ¡Estás loca! ─ Protestó
Bianca en el acto ─ Eso que me pides es muy delicado y podría ser motivo de que
ella vaya a la cárcel. No me prestaré para ese tipo de locuras. Todo porque
ustedes tienen conflictos con Ariza.
─ Creo que no estás
entendiendo las cosas ─ criticó severamente Marcela ─ No se trata de un
conflicto de intereses sino que la señorita Pedrales por poco y te mata. Y eso
te guste o no, es intento de homicidio y las pruebas que lo respaldan es ver en
cómo quedo tu automóvil. No puedes pretender tapar el sol con un dedo.
─ No estoy tapando los
hechos ─ contraatacó Bianca ─ Solo que ustedes pueden arreglar las cosas y
hacer que ella se mantenga lejos de mí. Eso es todo.
─ Es que esto no se trata
de ti solamente sino que todos podemos estar expuestos a una situación como la
que te tocó vivir y todo porque a esa bendita mujer se le dio la gana de
acosarte ─ escupió con desprecio Marcela ─ Todo tiene un límite en la vida y
Ariza, se paso de la raya.
Bianca, sintió
sobrecogerse un poco su corazón porque no deseaba tener más conflictos de los
que ya tenían con ella y por más que deseará huir cuanto antes del lugar nunca
se le pasaría por la cabeza meterla de lleno a la cárcel. Así no era ella, no
arreglaba las cosas de ese modo.
─ Escucha Marce. No voy
hacerte cambiar de parecer en ese punto ─ aclaró Bianca irritada ─ Puedes hacer
lo que se te venga en gana por algo eres la que manda en este lugar pero de una
cosa te voy advertir; y es que no intentes manipularme en algo personal porque
no haré lo que atente contra mis principios y si tengo que solucionar este
maldito problema con la misma Ariza, lo haré porque este es un asunto mío y no
de la empresa.
Terminó de hablar y se
bajo más que rauda de la camioneta que justo llegaba frente a la casa I de
mujeres y le importó un comino dejar hablando sola a su superiora. Golpeó
fuerte la puerta y por suerte se hallaba
Valeria; la enfermera; que quedo con la boca abierta al verla mojada y casi
desnuda cubierta solo por la chaqueta de la empresa y con un genio de los mil
demonios en su rostro como en sus ojos grises.
Bianca, entró llevada por
el coraje de que era presa, sacó la chaqueta y la tiro sobre el sofá de la sala
y se fue rauda a su dormitorio y se encerró en el dando un fuerte portazo.
─ ¿De qué me perdí? ─
preguntó Vale a la inspectora que también entraba en ese momento. ─ ¿Qué le
pasa a Bianca que entró como alma que lleva al diablo? ¿Y tú porqué estás tan
mojada?
─ Es una largar historia ─
declaró Marcela, bastante cabreada ─ A esta niñita casi la mata la tal Ariza y
ahora porque la obligó a denunciarla, se pone brava como toro salvaje.
─ ¡Wow!...Un momento y ve
más despacio y cuéntamelo desde el principio ─ solicitó la enfermera, sacando
un par de toallas y entregándola a su compañera. ─ Toma y sécate antes que
nada.
La inspectora, sacó su
camisa y comenzó a secarse al mismo tiempo que Valeria, colocaba el hervir para
darle café.
Cuando hubo acabado,
recibió una taza de humeante café cortado y se dispuso en la mitad del sofá.
Aceptó el cigarrillo que le ofreciese la enfermera y le relató todos los
pormenores de la jornada y sucedido con su subordinada y la reina de las
pampas.
─ Esto se ha escapado de
las manos ─ expresó una preocupada Valeria, mientras aspiraba su cigarro ─ y
mucho me temo que dentro de las siguientes semanas esta parte se librará una
batalla campal con la estanciera. Definitivamente, Bianca, debe presentar esa
denuncia ya que será el único respaldo
fehaciente que tendrá Enap para respaldar a Don Alejandro.
─ Así es ─ concordó
Marce, entre un sorbo de café ─ pero esta niñita no lo ve de esa forma.
─ Dale tiempo para que se
calme y luego me dejas hablar con ella ─ presentó esa idea Vale ─ Tú sabes muy
bien que yo puedo influenciar en ella, pero en ese estado te aseguro que me
manda a freír espárragos al África.
─ No solo a ti sino a
todos ─ acotó Marcela, que volteó sus ojos verdes en dirección del dormitorio
de la joven Rangel ─ Nunca la había visto comportarse de ese modo. No me
preguntes porque, pero siento que algo grave sucedió entre esas dos para que
Bianca, cambiase de ese modo.
─ Tú sabes tan bien como
yo, que todo el que conoce a Ariza Pedrales, saca la peor parte de todas y le
pudre el genio hasta los mismos santos ─ expuso Valeria.
─ Eso no cabe duda ─
agregó Marce ─ Pero aquí hay algo más y voy averiguar qué es.
─ Ten cuidado Marce ─
advirtió la enfermera ─ no es aconsejable meterse en los asuntos de la estanciera.
─ Lo sé muy bien ─ repuso
ésta y mirando fijamente a su compañera, agregó. ─ Pero Bianca, no es de su
propiedad y le guste o no a la tal Ariza, no dejaré que se acerque más a mi
empleada.
─ ¿Estás muy segura de
ello? ─ preguntó Valeria, viendo en el rostro de la rubia ─ Puedes salir
lastimada, Marce.
─ No le tengo miedo a
Ariza ─ manifestó Marcela ─ y si quiere emprenderlas conmigo necesitará de
mucha paciencia para conseguir siquiera amedrentarme.
─ Buena suerte con ello ─
mencionó Vale. ─ Creo que será mejor que nos vayamos a descansar, mañana nos
espera un día largo para variar.
─ Movido dirás ─ repuso
Marce, con cierta ironía y se fue rumbo a su cuarto, no sin antes llamar a la
puerta de su empleada, pero no obtuvo respuesta alguna.
« Yo no te dejaré sola en
esto. No sé qué intenciones tenga contigo esa estúpida, pero yo voy a cuidar de
ti de ahora en adelante» reflexionó interiormente Marcela.
Sin más, entró a su cuarto y se fue derecho a la cama sin
dejar de pensar en la joven Rangel y su actitud.
Mientras a unos 5
Kilómetros de ahí…
Una mujer, repasa
mentalmente toda la escena que vivió con su antiguo amor y con la interrupción
de la Enapina. Y el coraje volvió a presentarse en su rostro, puesto que no
podía concebir que fuese amenazada en su propia casa y que más encima le
arrebatarán a la mujer de su vida.
Ariza, a diferencia de
Bianca, llevaba a cuesta los recuerdos nítidos de su vida anterior y desde muy
pequeña, comenzó a tener visiones y escenas al lado de una mujer joven que llegó
a convertirse en su gran amor.
Sus padres que eran
descendientes Europeos, y con cierto origen gitano; no tardaron mucho en
reconocer que su hija mayor, venía con el karma de otra mujer y que en esta
vida debía solucionar lo que dejo pendiente en la otra.
Como familia de
comerciantes, vivían de un lugar a otro. Estuvieron bastante tiempo en la zona
central antes de trasladarse a la zona norte del país, donde tuvieron a su
primera de ocho hijos. Prolongando su estadía por seis años dónde se les
ofreció formar una sociedad ganadera en Tierra del Fuego. Todo el clan Pedrales
Loaiza, partió rumbo a tierras australes.
En un lapso de 10 años
les tomó formar un poderoso emporio ganadero, siguiendo con este legado todos
sus hijos y que por fuerza mayor gran parte de la familia se trasladó a Buenos
Aires para ampliar más el negocio y sólo Ariza, permaneció en tierra australes
y ella misma formó el mayor poderío ganadero
de toda la región y su centro neurálgico se ubicó en la zona de mayor conflicto
con el estado Chileno por cuestiones de riquezas petroleras.
La joven Pedrales, con el
mismo olfato de negocios que su padre y respaldada por este mismo, contando con
solo 16 años decidió comprar una pequeña estancia en ruinas que poseía dos
hermanos Alemanes y que producto del exploración de compañías norteamericanas y
chilenas, habían dejado sus tierras muy deplorables y tuvieron que venderla a
bajo precio por las cuantiosas deudas que tenían.
A partir de ese día mismo
día, comenzó a escribirse la leyenda de la reina de las pampas, ya que en esa
misma jornada con escopeta en mano y escritura, corrió a todos los trabajadores
que estaban por el lugar sin permitirles el acceso por varios meses, generando
un revuelo y una pérdida cuantiosa para el estado.
En poco tiempo y
asesorada por abogados, logró mantener a raya a todos en el lugar y muy
astutamente fue comprando gran parte de las estancias que estaban arruinadas y
así consiguió ser la dueña de tres cuartas partes de Posesión y su nombre se
hizo respetar en toda la comarca. No hubo un solo oponente que pusiera en jaque
a la soberana de las estepas y cualquiera que osase llevarle la contra
terminaba en la ruina o pegándose en un tiro como sucedió en varias ocasiones.
Y fue así que Ariza con
18 años, asumió el control absoluto de la ganadería de la zona como la región
de Magallanes y parte de la Patagonia Argentina.
Hoy a 17 años desde que
se convirtiese en la estanciera más poderosa, nunca tuvo impedimentos en tener
cuanto desease y para ello, jugaba a su antojo con todo el personal de las dos
empresas petroleras que se hallaban en sus tierras y jamás se disculpó como
tampoco le interesó que cabeza rodase a causa suya. Lo único que contaba para
ella, es el control y el poder y claramente estos estaban de su parte.
No obstante, las cosas
podrían sufrir un pequeño revés en las desoladas tierras y la estanciera
tendría momentos amargos. Y es bien sabido a lo largo de la historia de que
todo hombre poderoso tiene un pequeño talón de Aquiles que suele llevarlos a la
perdición y sin duda que Ariza, no era la excepción y estaba demás decir desde
que Bianca Rangel, puso un pie en el campamento Enapino, comenzó a vislumbrase
ese pequeño punto débil.
Esos ojos verdes
brillaban muchísimos aún inundados por el coraje que le provocase saberse
burlados por la arrogancia de una simple funcionaria, que la tenía amenazada
con las autoridades y lo que más le disgustaba, era que se atrevió a llevarse
lo más preciado que ella tenía y se trataba de su viejo amor.
─ Esto no se quedará así,
Marcela ─ rabió con disgusto Ariza, que no conseguía conciliar el sueño y daba
vueltas en la cama, ya que si no fuese por la lluvia, estaría ya en el
campamento en busca de la joven Rangel.
De pronto recordó un
hecho y procedió a buscar en su velador, su teléfono móvil.
─ ¡Buenas noches, Marina!
─ saludó Ariza ─ ¿Puedes darme con Mateo?
─ Enseguida, Ariza ─
respondió la mujer.
Después de un breve
momento de espera, se escuchó al otro lado de la línea.
─ Ariza, cariño ─ saludó
Mateo ─ ¿A qué debo el honor de tu llamada?
─ Tengo problemas ─
señaló Ariza, algo seca ─ Y necesito que te hagas cargo cuánto antes.
─ ¿Con quién debemos
enfrentarnos esta vez? ─ inquirió Mateo.
─ Con los empleados de
Enap ─ Mencionó con desprecio Ariza ─ Hace un par de horas, una empleadita de
esa empresa, tuvo la osadía de denunciarme en el reten de carabineros de
intento de homicidio y secuestro, ¿Puedes creerlo?
─ ¡¿Qué?! ─ exclamó
estupefacto el hombre ─ ¿De qué pendejada está hablando esa mujercita y de
quién estamos hablando?
─ Hablamos de Marcela
Paredes, jefa de inspectores y segunda a bordo en esa empresa ─ explicó la
estanciera ─ Escúchame muy bien lo que te voy a contar y así tengas claro lo
que debes hacer.
─ Soy todo oídos, Ariza ─
repuso Mateo.
─ Verás… ─ comenzó a
explicar Ariza.
Fue así que la estanciera
puso al tanto a su abogado de los hechos acaecidos en el transcurso del día y
cómo es que la inspectora llegó a su propiedad e invadió su privacidad.
─ ¡Vaya!... ─ exclamó
Mateo ─ Esto no pinta bien, Ariza. Es la primera vez que das un motivo para ser
usado en tu contra. Sin embargo, podemos cambiarlo a nuestro favor por un
simple detalle y es el hecho de que ella invadió propiedad privada sin la orden
de un juez y sólo llevada por la arrogancia de un simple tenientico, que se
puede sacar del camino con solo llamar
al mayor de Punta Arenas.
─ No me importa lo que
debas hacer, sólo hazlo ─ ordenó Ariza, con dureza en su voz.
─ Será como tú digas ─
señaló el abogado ─ Corto y llamo al mayor de carabineros.
─ ¡Perfecto! ─ mencionó
Ariza ─ Otra cosa.
─ Dime ─ instó Mateo.
─ Quiero que investigues
a Marcela. Necesito saber de su familia, deudas, pareja. Absolutamente todo ─
Demandó Ariza ─ Pretendo tener un as bajo la manga en caso de que lo llegase a
necesitar.
─ Para que tú te tomes la
molestia de investigar a una simple empleada, es porque el asunto es muy
personal ─ evidenció perspicaz Mateo.
─ Sin duda que lo es ─
aclaró seca Ariza ─ No consiento que una mujer venga a mi casa y en mis narices
me amenace. No se lo permito a nadie, semejante atropello.
─ Comprendo ─ apoyó Mateo
─ Pondré a Fabián, de lleno en ese asunto y en cuanto tenga novedades, te
informaré al respecto.
─ Estaré esperando tu
llamada ─ acotó Ariza y cortó la llamada.
Guardó su teléfono en su
lugar y volvió acomodarse en su lecho para quedar con la vista fija en el cielo
raso y su exquisita mampostería y pinturas que había en el centro.
«Está muy lejos la
persona que doblegue mi mano en este tiempo. No volveré a permitir que una
mujer vuelva a humillarme como lo hiciste tú, Anaí» reflexiones nacidas del
dolor y resentimiento que aún guardaba en su memoria, Ariza.
Tomó sus cobijas y cubrió
su cuerpo por completo e intentó descansar ya que mañana le esperaba una
jornada cargada de asuntos que resolver. En poco tiempo consiguió conciliar el
sueño gracias al arrulló de la lluvia cayendo sobre el tejado de su mansión.
Sólo viento y lluvia fue
lo que se escuchaba y sentía por todo Posesión, causando algunos inconvenientes
al personal de Enap que debía trasladarse a Dunguenes y descender por el
desfiladero para llegar a la planta del lugar. Siendo este el único movimiento
que se pudiese realizar a altas horas de la noche para salvaguardar el
constante flujo de abastecimiento para la región.
Las horas pasaron raudas
en las pampas y en el campamento volvía a la vida con los primeros movimientos
del personal que se preparaba para trasladarse a las distintas estaciones.
─ ¿Qué vas hacer con
ella? ─ preguntó Atalías ─ Alejandro aún no llama y no sabemos qué hará la
empresa a nivel central.
─ Por el momento, la
pondré a trabajar con Mario en Buque Quemado durante dos semanas y así
mantenerla al margen de lo que decida nuestros superiores ─ convino Marcela,
revisando unas Solpe que debía entregar a Nexo.
─ Me parece lo más
sensato, tenerla alejada de la estanciera ─ concordó Atalías ─ Aunque no le va
hacer mucha gracia estar aislada del resto de sus compañeros.
─ Mientras no decida
firmar esa denuncia, no tendrá más opción que aceptar que permanecerá ahí por
un buen tiempo ─ sentenció Marcela, sin levantar la vista de los documentos que
revisaba ─ En cuanto a esa mujer, no dejaré que vuelva acercarse a Bianca ni a
ningún otro trabajador. Ella es una amenaza para cualquier empleado de esta
empresa.
─ En eso concuerdo
contigo y es que Ariza, sobrepaso todos los límites al intentar chocar a Bianca
─ comentó Atalías ─ Hubieses visto en qué posición dejó al jeep, por muy poco
lo hace darse vuelta en ese alambrado.
Al escuchar el relato de
Ata. Los ojos verdes de la inspectora se alzaron de golpe sobre su empleado y
su rostro expresaron lo mismo que sus ojos…una profunda molestia.
─ Dime una cosa Ata ─
preguntó Marcela ─ ¿Sacaste fotos en la posición en que quedo el auto de
Bianca?
─ Claro que tome fotos y
Alejandro, también lo hiso para presentarlas en Santiago como evidencia de las
locuras de la estanciera ─ respondió Atalías.
─ ¿Las tienes aquí? ─
inquirió Marce.
─ Sí, están en mi celular
─ repuso el empleado.
─ Enseñármelas por favor
─ demandó la inspectora.
─ Aquí tienes ─ dijo Ata,
entregando su móvil con las fotos del incidente.
La joven, reviso
cuidadosamente cada foto en que salía el jeep de su empleada y en cada una pudo
apreciar que no era una exageración haber puesto una denuncia en contra de la
dueña de los pozos. Y es que el
incidente podría haberse convertido en una desgracia que lamentar y la empresa
ya tenía una lista de sucesos nefastos en que hubo una muerte que lamentar, ya
sean por accidentes causados por errores humanos como otros originados por las
condiciones adversas en las que el personal desarrollaba su trabajo.
─ Si Bianca no está
dispuesta a denunciarla formalmente usaré esto como prueba en contra de Ariza ─
señaló seria Marcela ─ No dejaré que esa mujer quede impune como siempre. Ata,
envíamelas por Bluetooh a mi celular, las archivaré en mi computador y así,
tenerlas a mano.
─ Dame un segundo y te
las envío al instante ─ respondió éste y en pocos movimientos ya enviaba el
archivo a su jefa ─ ¡Ya está!
─ Perfecto ─ repuso la
rubia inspectora ─ Con esto puedo al menos justificar esa denuncia y poder
respaldar a nuestro intendente contra las represalias que nos hará esa mujer.
─ Que no te quepa la
menor duda que Ariza, se irá contra nosotros en menos que canta un gallo ─
concordó Ata. ─ Es cuestión de tiempo y hablando de ello, ¿quieres que sea yo
el que me haga cargo de asignarle trabajo a Bianca?
─ Sería de mucha ayuda,
Ata ─ comentó Marcela ─ Hoy tengo dos reuniones a primera hora y necesito
ponerla a trabajar cuanto antes. Lo dejaré en tus manos, pero antes habla con
Mario y hazle saber que no debe dejarla sola bajo ninguna circunstancia.
─ Como tú digas ─
contestó Atalías ─ Iré enseguida a verlo al casino ya que debe estar
desayunando a esta hora y de paso le pongo al tanto de tus órdenes.
─ Genial ─ mencionó
Marcela ─ Ahora si me disculpas iré al Cop a hablar con Pato de lo que sucedió
en Gregorio, anoche.
─ Entonces nos vemos más
tarde ─ dijo Atalías y se fue en busca del operador de Buque quemado.
Solo cuando su compañero
se retiró de su oficina, la inspectora, se preparó un café para aliviar el frío
de la mañana y también sacarse el sueño que tenía encima, debido a que anoche
muy poco durmió a causa de la joven Rangel.
«Aunque se desate el
mismo infierno, yo te protegeré de esa mujer. Algo me dice que tú y ella se
conocen de alguna parte, por la forma de reaccionar de ambas en el poco tiempo
que se conocen» Reflexiones profundas de la inspectora.
Tras beberse el café en
tres sorbos, tomó la carpeta y se fue en dirección de su camioneta para irse a
las oficinas del Cop que estaban bien alejadas de la dirección de obras.
Mientras que en el
casino, Atalías, ya había dado con Mario, poniéndole al corriente de lo qué
debía hacer con su compañera.
─ Va a poner el grito en
el cielo y tú lo sabes bien ─ reclamó Mario ─ Es como desterrarla de todo lo
que ella ama, porque su lugar de trabajo es
en la planta de Daniel Este y Central.
─ Estoy muy consciente de
ello, pero son órdenes de Marcela ─ rebatió Atalías.
─ Bueno amigo mío.
Entonces te deseo la mejor de las suerte porque aquí viene Bianca ─ mencionó
Mario, apuntando con el dedo en la dirección en la que entraba precisamente la
joven.
─ ¡Aquí Vamos! ─ exclamó
resignado Atalías.
El inspector, hizo señas
a la joven Rangel, para que le acompañase afuera para platicar y la joven le
siguió. En cosa de segundos, Atalías, le dio la noticia a Bianca y tal como
dijese su compañero, se quejó en el acto y lo tomó a mal, como si fuese un
castigo todo por no denunciar a la estanciera.
─ Por lo visto esto se
prolongará hasta que la denuncie, ¿No es así? ─ inquirió con molestia Bianca.
─ Tú lo sabes tan bien
como yo, que la seguridad del personal está ante todo ─ explicó Atalías ─
Ninguno de nosotros estamos por sobre el reglamento interno y las órdenes de
nuestro intendente.
─ Nunca he infringido
ningún reglamento, pero esto es absurdo ─ protestó Bianca, cabreada ─ Ustedes
ganan, iré con Mario y estaré todo el tiempo que sea necesario.
─ Es por tu bien, Bianca
─ repuso serio Atalías ─ De lo contrario deberán pedir tu traslado a Punta
Arenas.
─ Por lo visto nunca debí
venir a esta región ─ masculló Bianca, visiblemente irritada y con una mano en
alto, interrumpió al inspector. ─ No digas nada más, ¡Ya sé lo que vas a
decirme!
─ Bianca ─ se limitó en
decir el inspector.
─ Discúlpame, Ata, pero
esta situación me sobre pasó ─ acotó la joven ─ Estoy harta de que en menos de
una semana, tenga tantos problemas en mi trabajo. Ahora, se me dispensas voy por un café antes
de irme a Buque.
─ Ve muchacha ─ instó
éste ─ yo les alcanzo allá.
─ De acuerdo ─ respondió
Bianca y entró al casino.
La joven Rangel, se fue
directo a un lugar apartado de todo el resto y desayuno de malas ganas. Tenía
tanta impotencia de ver que hiciese lo que hiciese, nunca podría huir de
aquella mujer que la marcó en la otra vida y las consecuencias eran
irreversibles para ella.
─ Eres mi Karma, Ariza ─
murmuró entre dientes Bianca, con pesar en su voz ─ ¿Porqué tuve que llegar al
mismo lugar en que te encontrabas?
Bebió de un sorbo el
contenido que le restaba y se levantó para dejar su bandeja en la cocina y
largarse a trabajar.
Una vez afuera, Mario, le
esperaba para darle las llaves de su camioneta y pudiese estar un momento a
solas. No deseaba incomodarla con su presencia por lo que decidió asignarle un
vehículo aparte.
La joven, recibió las
llaves y se puso en marcha hacia el sector norte del campamento.
─ ¡Maldito destino! ─
Masculló con resentimiento, Bianca, mientras golpeaba el volante al conducir ─
¿Cuándo me dejarás en paz?
Un nudo se formó en su
garganta, conteniendo las ganas de llorar producto del coraje y de la
impotencia de no poder cambiar su destino que la perseguía en forma implacable
y se cobraba revancha por el pasado y decisión que en ese tiempo tomó.
El camino se hizo
extenuante y larguísimo para la muchacha que dado a la lluvia del día de ayer,
el camino estaba horrible para conducir. Todo era un barrial y lleno de lagunas
a su paso.
Le tomaría más de una
hora en llegar al lugar, seguida muy de cerca del operador del sector. Que
fueron recibidos por Chinito, el cocinero del lugar que les invitó a servirse
un chocolate caliente antes de comenzar su jornada.
Fue así, que la muchacha
asumió con amargura que pasaría una larga temporada en ese lugar. A menos que
decidiera denunciar a la estanciera,
¿Podría siquiera denunciar a su viejo amor?, ¿Sería capaz de aprovechar
esta circunstancia y deshacer de ella de una buena vez?... Ya se vería más
adelante.
El reloj prosiguió con su
habitual trabajo de hacer avanzar las horas del día y en poco tiempo ya estaban
a medio día en el campamento y una camioneta llegaba al estacionamiento de la
oficina principal de Enap.
─ ¡Buenos días, señorita
Pedrales! ─ Saludó el encargado de portería ─ ¿En qué puedo ayudarle?
─ Estoy en busca de
Alejandro Miranda o Héctor ─ mencionó Ariza a secas.
─ Don Alejandro está
ausente en este momento y designó a Marcela como la encargada de Enap en su
lugar ─ mencionó el hombre ─ Y Héctor se encuentra en Punta Arenas.
─ ¡Vaya con razón! ─
exclamó con despreció Ariza ─ Entonces dígale a Paredes que deseo hablar con
ella personalmente en este momento y que no tengo todo el día para esperarla.
─ Le daré su mensaje ─
dijo el empleado, que no se extrañó para nada con el tono prepotente de la
dueña de los pozos. ─ Tenga la bondad de esperarme aquí, por favor.
Ariza, no se dignó en
responder solo tomó asiento en un gran sillón que había en el recibidor a la
espera de una respuesta.
El tiempo que debió
aguardar fue un poco largo y después de quince minutos, se escuchó decir.
─ ¿Qué es lo que deseas
hablar conmigo, Ariza? ─ inquirió la misma Marcela.
En el acto, la
mencionada, alzó sus ojos y quedo de frente con los verdes de la inspectora.
Fue un choque de miradas que no necesitaban decirse con palabras el disgusto
que les provocaba verse una vez más. El sentimiento de antipatía era mutuo y
muy marcado en ambas mujeres.
─ Quiero que retires esa
denuncia hoy mismo ─ demandó Ariza, que se puso de pie y alzó su mentón en
forma altanera, ya que la encontraba inferior a ella.
─ ¿Y qué sucederá si me
niego? ─ desafió la inspectora, que no se dejo intimidar.
─ Haré que tú y tu
empresita se lamenten de ello ─ replicó autoritaria Ariza.
─ Pues lamento informarte
de que no voy a retirar esa denuncia ─ provocó Marcela, plantándose de frente con la estanciera para añadir lo
siguiente. ─ Y para tu desgracia, haré que Bianca, también estampe una en tu
contra por intentar matarla.
Eso último, consiguió
darle un duro golpe bajo a la estanciera, ya que los ojos verdes de Ariza, se
abrieron muchísimo al oír el nombre de la chica y de las siniestras intenciones
de la inspectora.
─ ¿No serías capaz de una
bajeza como esa? ─ sopesó Ariza, que buscaba en la otra mirada un solo titubeo
de su parte para hacerlo pedazos ahí mismo. ─ Estarías usando a tu personal
sólo para satisfacer tu ego, Paredes.
─ Ponme a prueba Ariza y
verás ─ desafió Marcela ─ Tú sabes tan bien como yo que Bianca, no te soporta y
desde el primer día en que se toparon en obras delante de todos; quedo de
manifiesto su molestia para contigo. ¿Quieres que lo comprobemos con ella
misma?
─ Estás yendo muy lejos
Paredes con tus amenazas ─ advirtió Ariza ─ Podrías arrepentirte de intentar
desafiarme. No estás a mi altura, de hecho, no me llegas ni a los talones como
para considerarte una oponente de la cual deba preocuparme.
─ La arrogancia no te
deja ver la realidad de lo hechos, Ariza ─ Refutó con propiedad Marcela ─ Permíteme
recordarte que los grandes de la historia han caído a manos de gente pequeña y
sencilla. Un caso muy claro es el de David y Goliat o para generalizártelo más,
diré que los reyes e imperios sucumbieron a manos de simples plebeyos sin
ninguna connotación social, riqueza o poder. ¿No te parece un argumento de peso
a considerar?
─ No te hagas la lista
conmigo, inspectorcita ─ masculló ésta, mordiendo cada palabra con soberbia. ─
Estamos hablando de un hecho muy puntual y es referente a Bianca Rangel, trata
de no inmiscuirla en este pleito entre tú y yo, porque si osas hacerlo, te
advierto que te hará mucha falta más que dinero para lidiar conmigo.
Tras decir lo último, la
reina de las pampas, cansada de las amenazas de la encargada de Enap, optó por
largarse de ahí y resolver el pleito de otra manera, una que más le acomodase a
ella.
─ ¿Qué pretendes con
Bianca? ─ preguntó de frentón Marcela, cogiendo del brazo a la estanciera e
impidiéndole que se marchase. ─ Desde cuándo un funcionario de Enap, es tan
importante para ti al punto de perseguirlo sin cuartel.
─ Lo que pretenda con
ella, no es asunto tuyo ─ confrontó Ariza, volteándose a verla, más que
molesta. ─ Para mí, Bianca, es más importante de lo que te puedes imaginar.
Ella está por encima de ustedes y de esta parodia de empresa de la que presumen tanto.
Ahora fue el turno de
Marcela, de sorprenderse ante las palabras de la estanciera y claramente sintió
un escozor en su pecho por el tenor de ese comentario y de confirmar con ello,
que esas dos ya se conocían de antes. Lo
que despertó un sentimiento de molestia inconsciente al percatarse de que la
dueña de los pozos, iba detrás de su empleada con claras intenciones amorosas.
Y es que la intuición de
una mujer casi nunca se equivoca en cuestiones sentimentales. Es como un sexto
sentido o un radar sensorial que les acompaña desde su nacimiento,
permitiéndoles descubrir cosas más allá de lo evidente o lo no tangible.
Sin duda, que la
inspectora, estaba más que acertada en sus deducciones con respecto a esas dos
mujeres, porque lo ellas vivieron en otra vida las unió y hoy, las volvía a
reunir para así concluir con su historia de amor.
─ Escúchame muy bien,
Ariza ─ señaló Marcela ─ No dejaré que te acerques más a Bianca y no me
interesan los motivos que tengas. Te quiero lejos de ella ¿Me has oído?
─ Ya te dije que no me
amenaces ─ bramó Ariza, que se puso a la par de la inspectora y sus rostros
estaban a escasos centímetros, llenos de encono de ambas partes. ─ Ni tú ni
nadie me va alejar de ella. Bianca, está unida a mí por un nexo que nada ni
nadie puede romper y muy pronto lo vas a descubrir de su propia boca.
─ Hasta no llegar ese día,
no te creeré nada de lo que digas ─ rebatió Marcela, que la soltó del brazo ─ Para
mí es suficiente ver el fastidio con que te ve para asegurarme de tenerte a
raya.
─ ¡Qué mal por ti! ─ se
mofó Ariza, que la vio de pies a cabeza, para terminar torciendo sus labios en
una mueca burlona ─ no puedes tapar el sol con un dedo y menos, evitar que
ocurra lo inevitable. Ella vendrá a mí tarde o temprano y créeme que a partir
de ese día, ya no la volverás a ver más en tu vida.
─ No estés tan segura de
ello ─ replicó la inspectora ─ Ninguna guerra se gana solo con palabras sino
con hechos y pequeñas batallas.
─ ¡Si a eso te aferras! ─
ironizó Ariza, que ya marchaba del lugar ─ Allá tú. Sólo sigue mi consejo y
retira esa denuncia por tu propio bien.
─ No esperes que eso
suceda ─ desafió Marcela, con la misma soberbia que la estanciera.
─ No te lamentes después ─
advirtió Ariza, cerrando la puerta tras de sí.
El rostro de la
inspectora también se tensó al máximo, pues comprendía que estaba por vivir el
mayor reto de su vida y lo que estaba en juego era mucho. Ya que desafiar a una
de las mujeres más influyente de la ganadería local, era simplemente algo
desquiciado. No obstante, arriesgarlo todo por la convicción de que se está
haciendo lo correcto y defender férreamente una postura de vida, era sin duda
lo más valioso y preciado que se puede tener y más si está estrechamente ligado
a un ser especial.
─ ¡No perderé!…Bianca ─
murmuró con dientes apretados, Marcela.
A varios kilómetros de
ahí, una joven, comenzó a estornudar de la nada y se mantuvo así un buen rato
sin poder remediarlo.
─ ¡Toma! ─ dijo Mario, pasándole
un pañuelo ─ Por lo visto, vas a resfriarte.
─ No lo creo ─ rebatió
Bianca, aceptando el ofrecimiento y frotando su nariz, agregó ─ Yo diría que alguien
se estaba acordando de mí, por la forma en qué surgió.
¡Qué acertada que estaba!
Sin duda que la joven Rangel, no sospechaba lo que había sucedido entre dos
mujeres por su causa. Se había desatado una batalla campal entre esas dos y
tendría ribetes excepcionales por ganarse el corazón de la muchacha… ¿Quién se
quedará con la joven Anaí y será su amor definitivo?
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