mujer y ave

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miércoles, 30 de abril de 2014

Un duelo personal.


Destino implacable. Capítulo 6

Una noche larga y  lluviosa fue la que se dejó sentir en toda la pampa. Un fenómeno poco usual, ya que la lluvia suele durar un par de horas con mucha suerte y en este caso llevaba casi 24 horas de precipitaciones y estaba acompañado de fuertes vientos que alcanzaban los 120 kilómetros por hora y también de granizos.

Quizás la naturaleza expresará de ese modo su sentir y solidarizará un poco con la reina del lugar. Augurio de que se venían tiempos complicados para muchos en esos parejos.


Flash back

─ No me interesa saber cómo y porqué estás vestida así ─ manifestó Marcela, mientras conducía ─ Lo único que interesa es que tú estás bien y que de ahora en adelante te mantendré alejada de esa mujer a como dé lugar.

Bianca, en vez de rebatir los cuestionamientos de su jefa, simplemente bajó la cabeza.

No es que deseará evadir los hechos sino que estaba aún aturdida  con todo lo que  le tocó vivir en casa  de Ariza Pedrales y no era un hecho menor aislado. Todo lo contrario sino uno trascendental que involucraba su permanencia en dichas tierras.

Huir por tanto tiempo de los recuerdos que le atormentaban y encontrarse a boca de jarro con la responsable en la otra vida de su sufrimiento y que para colmo de males, era una persona con la misma apariencia de antaño y a diferencia de ella. Recordaba a la perfección todo su pasado.

No era fácil tener sólo por recuerdos una angustia injustificada que le lleva de cabeza  a huir, ya que se tiene la certeza de estar en peligro, ¿Paranoia o presentimiento?

Como decirle a la razón que no es locura o sueño; sino la realidad más absoluta de todas, su verdad y era de encontrarse una vez más cara a cara con la mujer que tanto amó y que la traicionó.

─ ¿estás bien? ─ Preguntó de súbito Marcela.
─ ¡Este!...Sí ─ balbuceó la joven.
─ Parecías muy distante ─ señaló la inspectora ─ Cuando llegues a la casa. Tomas un baño y a la cama. No quiero quejas. Yo iré a Sodexo a retirar tus alimentos.
─ No tengo apetito, Marce. ─ mencionó Bianca.
─ Tomarás algo caliente y un poco de sólidos para ayudar a tu estómago ─ replicó Marcela ─ has estado todo el día sin ingerir alimentos.
─ Marcela en verdad no quiero nada ─ suplicó la joven Rangel.
─ No discutas conmigo ─ contravino la inspectora ─ Mi obligación es velar por esta empresa y todo el personal que aquí trabaja. Harás lo que se te manda.

Bianca, prefirió no objetar más las cosas, ya que su situación era algo delicada y podría ser un precedente negativo para su carrera profesional.

─ Como tú mandes ─ contestó sin ganas Bianca.
─ Otra casa más ─ agregó Marcela muy seria ─ Mañana irás a estampar una denuncia contra Ariza Pedrales por secuestro e intento de homicidio.
─ ¡Estás loca! ─ Protestó Bianca en el acto ─ Eso que me pides es muy delicado y podría ser motivo de que ella vaya a la cárcel. No me prestaré para ese tipo de locuras. Todo porque ustedes tienen conflictos con Ariza.
─ Creo que no estás entendiendo las cosas ─ criticó severamente Marcela ─ No se trata de un conflicto de intereses sino que la señorita Pedrales por poco y te mata. Y eso te guste o no, es intento de homicidio y las pruebas que lo respaldan es ver en cómo quedo tu automóvil. No puedes pretender tapar el sol con un dedo.
─ No estoy tapando los hechos ─ contraatacó Bianca ─ Solo que ustedes pueden arreglar las cosas y hacer que ella se mantenga lejos de mí. Eso es todo.
─ Es que esto no se trata de ti solamente sino que todos podemos estar expuestos a una situación como la que te tocó vivir y todo porque a esa bendita mujer se le dio la gana de acosarte ─ escupió con desprecio Marcela ─ Todo tiene un límite en la vida y Ariza, se paso de la raya.

Bianca, sintió sobrecogerse un poco su corazón porque no deseaba tener más conflictos de los que ya tenían con ella y por más que deseará huir cuanto antes del lugar nunca se le pasaría por la cabeza meterla de lleno a la cárcel. Así no era ella, no arreglaba las cosas de ese modo.

─ Escucha Marce. No voy hacerte cambiar de parecer en ese punto ─ aclaró Bianca irritada ─ Puedes hacer lo que se te venga en gana por algo eres la que manda en este lugar pero de una cosa te voy advertir; y es que no intentes manipularme en algo personal porque no haré lo que atente contra mis principios y si tengo que solucionar este maldito problema con la misma Ariza, lo haré porque este es un asunto mío y no de la empresa.

Terminó de hablar y se bajo más que rauda de la camioneta que justo llegaba frente a la casa I de mujeres y le importó un comino dejar hablando sola a su superiora. Golpeó fuerte la puerta y por suerte se  hallaba Valeria; la enfermera; que quedo con la boca abierta al verla mojada y casi desnuda cubierta solo por la chaqueta de la empresa y con un genio de los mil demonios en su rostro como en sus ojos grises.

Bianca, entró llevada por el coraje de que era presa, sacó la chaqueta y la tiro sobre el sofá de la sala y se fue rauda a su dormitorio y se encerró en el dando un fuerte portazo.

─ ¿De qué me perdí? ─ preguntó Vale a la inspectora que también entraba en ese momento. ─ ¿Qué le pasa a Bianca que entró como alma que lleva al diablo? ¿Y tú porqué estás tan mojada?
─ Es una largar historia ─ declaró Marcela, bastante cabreada ─ A esta niñita casi la mata la tal Ariza y ahora porque la obligó a denunciarla, se pone brava como toro salvaje.
─ ¡Wow!...Un momento y ve más despacio y cuéntamelo desde el principio ─ solicitó la enfermera, sacando un par de toallas y entregándola a su compañera. ─ Toma y sécate antes que nada.

La inspectora, sacó su camisa y comenzó a secarse al mismo tiempo que Valeria, colocaba el hervir para darle café.
Cuando hubo acabado, recibió una taza de humeante café cortado y se dispuso en la mitad del sofá. Aceptó el cigarrillo que le ofreciese la enfermera y le relató todos los pormenores de la jornada y sucedido con su subordinada y la reina de las pampas.

─ Esto se ha escapado de las manos ─ expresó una preocupada Valeria, mientras aspiraba su cigarro ─ y mucho me temo que dentro de las siguientes semanas esta parte se librará una batalla campal con la estanciera. Definitivamente, Bianca, debe presentar esa denuncia  ya que será el único respaldo fehaciente que tendrá Enap para respaldar a Don Alejandro.
─ Así es ─ concordó Marce, entre un sorbo de café ─ pero esta niñita no lo ve de esa forma.
─ Dale tiempo para que se calme y luego me dejas hablar con ella ─ presentó esa idea Vale ─ Tú sabes muy bien que yo puedo influenciar en ella, pero en ese estado te aseguro que me manda a freír espárragos al África.
─ No solo a ti sino a todos ─ acotó Marcela, que volteó sus ojos verdes en dirección del dormitorio de la joven Rangel ─ Nunca la había visto comportarse de ese modo. No me preguntes porque, pero siento que algo grave sucedió entre esas dos para que Bianca, cambiase de ese modo.
─ Tú sabes tan bien como yo, que todo el que conoce a Ariza Pedrales, saca la peor parte de todas y le pudre el genio hasta los mismos santos ─ expuso Valeria.
─ Eso no cabe duda ─ agregó Marce ─ Pero aquí hay algo más y voy averiguar qué es.
─ Ten cuidado Marce ─ advirtió la enfermera ─ no es aconsejable meterse en los asuntos de la estanciera.
─ Lo sé muy bien ─ repuso ésta y mirando fijamente a su compañera, agregó. ─ Pero Bianca, no es de su propiedad y le guste o no a la tal Ariza, no dejaré que se acerque más a mi empleada.
─ ¿Estás muy segura de ello? ─ preguntó Valeria, viendo en el rostro de la rubia ─ Puedes salir lastimada, Marce.
─ No le tengo miedo a Ariza ─ manifestó Marcela ─ y si quiere emprenderlas conmigo necesitará de mucha paciencia para conseguir siquiera amedrentarme.
─ Buena suerte con ello ─ mencionó Vale. ─ Creo que será mejor que nos vayamos a descansar, mañana nos espera un día largo para variar.
─ Movido dirás ─ repuso Marce, con cierta ironía y se fue rumbo a su cuarto, no sin antes llamar a la puerta de su empleada, pero no obtuvo respuesta alguna.

« Yo no te dejaré sola en esto. No sé qué intenciones tenga contigo esa estúpida, pero yo voy a cuidar de ti de ahora en adelante» reflexionó interiormente Marcela.
Sin más, entró  a su cuarto y se fue derecho a la cama sin dejar de pensar en la joven Rangel y su actitud.

Mientras a unos 5 Kilómetros de ahí…

Una mujer, repasa mentalmente toda la escena que vivió con su antiguo amor y con la interrupción de la Enapina. Y el coraje volvió a presentarse en su rostro, puesto que no podía concebir que fuese amenazada en su propia casa y que más encima le arrebatarán a la mujer de su vida.

Ariza, a diferencia de Bianca, llevaba a cuesta los recuerdos nítidos de su vida anterior y desde muy pequeña, comenzó a tener visiones y escenas al lado de una mujer joven que llegó a convertirse en su gran amor.

Sus padres que eran descendientes Europeos, y con cierto origen gitano; no tardaron mucho en reconocer que su hija mayor, venía con el karma de otra mujer y que en esta vida debía solucionar lo que dejo pendiente en la otra.

Como familia de comerciantes, vivían de un lugar a otro. Estuvieron bastante tiempo en la zona central antes de trasladarse a la zona norte del país, donde tuvieron a su primera de ocho hijos. Prolongando su estadía por seis años dónde se les ofreció formar una sociedad ganadera en Tierra del Fuego. Todo el clan Pedrales Loaiza, partió rumbo a tierras australes.

En un lapso de 10 años les tomó formar un poderoso emporio ganadero, siguiendo con este legado todos sus hijos y que por fuerza mayor gran parte de la familia se trasladó a Buenos Aires para ampliar más el negocio y sólo Ariza, permaneció en tierra australes y ella misma formó el mayor   poderío ganadero de toda la región y su centro neurálgico se ubicó en la zona de mayor conflicto con el estado Chileno por cuestiones de riquezas petroleras.

La joven Pedrales, con el mismo olfato de negocios que su padre y respaldada por este mismo, contando con solo 16 años decidió comprar una pequeña estancia en ruinas que poseía dos hermanos Alemanes y que producto del exploración de compañías norteamericanas y chilenas, habían dejado sus tierras muy deplorables y tuvieron que venderla a bajo precio por las cuantiosas deudas que tenían.

A partir de ese día mismo día, comenzó a escribirse la leyenda de la reina de las pampas, ya que en esa misma jornada con escopeta en mano y escritura, corrió a todos los trabajadores que estaban por el lugar sin permitirles el acceso por varios meses, generando un revuelo y una pérdida cuantiosa para el estado.

En poco tiempo y asesorada por abogados, logró mantener a raya a todos en el lugar y muy astutamente fue comprando gran parte de las estancias que estaban arruinadas y así consiguió ser la dueña de tres cuartas partes de Posesión y su nombre se hizo respetar en toda la comarca. No hubo un solo oponente que pusiera en jaque a la soberana de las estepas y cualquiera que osase llevarle la contra terminaba en la ruina o pegándose en un tiro como sucedió en varias ocasiones.

Y fue así que Ariza con 18 años, asumió el control absoluto de la ganadería de la zona como la región de Magallanes y parte de la Patagonia Argentina.

Hoy a 17 años desde que se convirtiese en la estanciera más poderosa, nunca tuvo impedimentos en tener cuanto desease y para ello, jugaba a su antojo con todo el personal de las dos empresas petroleras que se hallaban en sus tierras y jamás se disculpó como tampoco le interesó que cabeza rodase a causa suya. Lo único que contaba para ella, es el control y el poder y claramente estos estaban de su parte.

No obstante, las cosas podrían sufrir un pequeño revés en las desoladas tierras y la estanciera tendría momentos amargos. Y es bien sabido a lo largo de la historia de que todo hombre poderoso tiene un pequeño talón de Aquiles que suele llevarlos a la perdición y sin duda que Ariza, no era la excepción y estaba demás decir desde que Bianca Rangel, puso un pie en el campamento Enapino, comenzó a vislumbrase ese pequeño punto débil.

Esos ojos verdes brillaban muchísimos aún inundados por el coraje que le provocase saberse burlados por la arrogancia de una simple funcionaria, que la tenía amenazada con las autoridades y lo que más le disgustaba, era que se atrevió a llevarse lo más preciado que ella tenía y se trataba de su viejo amor.

─ Esto no se quedará así, Marcela ─ rabió con disgusto Ariza, que no conseguía conciliar el sueño y daba vueltas en la cama, ya que si no fuese por la lluvia, estaría ya en el campamento en busca de la joven Rangel.

De pronto recordó un hecho y procedió a buscar en su velador, su teléfono móvil.

─ ¡Buenas noches, Marina! ─ saludó Ariza ─ ¿Puedes darme con Mateo? 
─ Enseguida, Ariza ─ respondió la mujer.

Después de un breve momento de espera, se escuchó al otro lado de la línea.

─ Ariza, cariño ─ saludó Mateo ─ ¿A qué debo el honor de tu llamada?
─ Tengo problemas ─ señaló Ariza, algo seca ─ Y necesito que te hagas cargo cuánto antes.
─ ¿Con quién debemos enfrentarnos esta vez?  ─ inquirió Mateo.
─ Con los empleados de Enap ─ Mencionó con desprecio Ariza ─ Hace un par de horas, una empleadita de esa empresa, tuvo la osadía de denunciarme en el reten de carabineros de intento de homicidio y secuestro, ¿Puedes creerlo?
─ ¡¿Qué?! ─ exclamó estupefacto el hombre ─ ¿De qué pendejada está hablando esa mujercita y de quién estamos hablando?
─ Hablamos de Marcela Paredes, jefa de inspectores y segunda a bordo en esa empresa ─ explicó la estanciera ─ Escúchame muy bien lo que te voy a contar y así tengas claro lo que debes hacer.
─ Soy todo oídos, Ariza ─ repuso Mateo.
─ Verás… ─ comenzó a explicar Ariza.

Fue así que la estanciera puso al tanto a su abogado de los hechos acaecidos en el transcurso del día y cómo es que la inspectora llegó a su propiedad e invadió su privacidad.

─ ¡Vaya!... ─ exclamó Mateo ─ Esto no pinta bien, Ariza. Es la primera vez que das un motivo para ser usado en tu contra. Sin embargo, podemos cambiarlo a nuestro favor por un simple detalle y es el hecho de que ella invadió propiedad privada sin la orden de un juez y sólo llevada por la arrogancia de un simple tenientico, que se puede  sacar del camino con solo llamar al mayor de Punta Arenas.
─ No me importa lo que debas hacer, sólo hazlo ─ ordenó Ariza, con dureza en su voz.
─ Será como tú digas ─ señaló el abogado ─ Corto y llamo al mayor de carabineros.
─ ¡Perfecto! ─ mencionó Ariza ─ Otra cosa.
─ Dime ─ instó Mateo.
─ Quiero que investigues a Marcela. Necesito saber de su familia, deudas, pareja. Absolutamente todo ─ Demandó Ariza ─ Pretendo tener un as bajo la manga en caso de que lo llegase a necesitar.
─ Para que tú te tomes la molestia de investigar a una simple empleada, es porque el asunto es muy personal ─ evidenció perspicaz Mateo.
─ Sin duda que lo es ─ aclaró seca Ariza ─ No consiento que una mujer venga a mi casa y en mis narices me amenace. No se lo permito a nadie, semejante atropello.
─ Comprendo ─ apoyó Mateo ─ Pondré a Fabián, de lleno en ese asunto y en cuanto tenga novedades, te informaré al respecto.
─ Estaré esperando tu llamada ─ acotó Ariza y cortó la llamada.

Guardó su teléfono en su lugar y volvió acomodarse en su lecho para quedar con la vista fija en el cielo raso y su exquisita mampostería y pinturas que había en el centro.

«Está muy lejos la persona que doblegue mi mano en este tiempo. No volveré a permitir que una mujer vuelva a humillarme como lo hiciste tú, Anaí» reflexiones nacidas del dolor y resentimiento que aún guardaba en su memoria, Ariza.

Tomó sus cobijas y cubrió su cuerpo por completo e intentó descansar ya que mañana le esperaba una jornada cargada de asuntos que resolver. En poco tiempo consiguió conciliar el sueño gracias al arrulló de la lluvia cayendo sobre el tejado de su mansión.

Sólo viento y lluvia fue lo que se escuchaba y sentía por todo Posesión, causando algunos inconvenientes al personal de Enap que debía trasladarse a Dunguenes y descender por el desfiladero para llegar a la planta del lugar. Siendo este el único movimiento que se pudiese realizar a altas horas de la noche para salvaguardar el constante flujo de abastecimiento para la región.


Las horas pasaron raudas en las pampas y en el campamento volvía a la vida con los primeros movimientos del personal que se preparaba para trasladarse a las distintas estaciones.

─ ¿Qué vas hacer con ella? ─ preguntó Atalías ─ Alejandro aún no llama y no sabemos qué hará la empresa a nivel central.
─ Por el momento, la pondré a trabajar con Mario en Buque Quemado durante dos semanas y así mantenerla al margen de lo que decida nuestros superiores ─ convino Marcela, revisando unas Solpe que debía entregar a Nexo.
─ Me parece lo más sensato, tenerla alejada de la estanciera ─ concordó Atalías ─ Aunque no le va hacer mucha gracia estar aislada del resto de sus compañeros.
─ Mientras no decida firmar esa denuncia, no tendrá más opción que aceptar que permanecerá ahí por un buen tiempo ─ sentenció Marcela, sin levantar la vista de los documentos que revisaba ─ En cuanto a esa mujer, no dejaré que vuelva acercarse a Bianca ni a ningún otro trabajador. Ella es una amenaza para cualquier empleado de esta empresa.
─ En eso concuerdo contigo y es que Ariza, sobrepaso todos los límites al intentar chocar a Bianca ─ comentó Atalías ─ Hubieses visto en qué posición dejó al jeep, por muy poco lo hace darse vuelta en ese alambrado.

Al escuchar el relato de Ata. Los ojos verdes de la inspectora se alzaron de golpe sobre su empleado y su rostro expresaron lo mismo que sus ojos…una profunda molestia.

─ Dime una cosa Ata ─ preguntó Marcela ─ ¿Sacaste fotos en la posición en que quedo el auto de Bianca?
─ Claro que tome fotos y Alejandro, también lo hiso para presentarlas en Santiago como evidencia de las locuras de la estanciera ─ respondió Atalías.
─ ¿Las tienes aquí? ─ inquirió Marce.
─ Sí, están en mi celular ─ repuso el empleado.
─ Enseñármelas por favor ─ demandó la inspectora.
─ Aquí tienes ─ dijo Ata, entregando su móvil con las fotos del incidente.

La joven, reviso cuidadosamente cada foto en que salía el jeep de su empleada y en cada una pudo apreciar que no era una exageración haber puesto una denuncia en contra de la dueña de los pozos.  Y es que el incidente podría haberse convertido en una desgracia que lamentar y la empresa ya tenía una lista de sucesos nefastos en que hubo una muerte que lamentar, ya sean por accidentes causados por errores humanos como otros originados por las condiciones adversas en las que el personal desarrollaba su trabajo.

─ Si Bianca no está dispuesta a denunciarla formalmente usaré esto como prueba en contra de Ariza ─ señaló seria Marcela ─ No dejaré que esa mujer quede impune como siempre. Ata, envíamelas por Bluetooh a mi celular, las archivaré en mi computador y así, tenerlas a mano.
─ Dame un segundo y te las envío al instante ─ respondió éste y en pocos movimientos ya enviaba el archivo a su jefa ─ ¡Ya está!
─ Perfecto ─ repuso la rubia inspectora ─ Con esto puedo al menos justificar esa denuncia y poder respaldar a nuestro intendente contra las represalias que nos hará esa mujer.
─ Que no te quepa la menor duda que Ariza, se irá contra nosotros en menos que canta un gallo ─ concordó Ata. ─ Es cuestión de tiempo y hablando de ello, ¿quieres que sea yo el que me haga cargo de asignarle trabajo a Bianca?
─ Sería de mucha ayuda, Ata ─ comentó Marcela ─ Hoy tengo dos reuniones a primera hora y necesito ponerla a trabajar cuanto antes. Lo dejaré en tus manos, pero antes habla con Mario y hazle saber que no debe dejarla sola bajo ninguna circunstancia.
─ Como tú digas ─ contestó Atalías ─ Iré enseguida a verlo al casino ya que debe estar desayunando a esta hora y de paso le pongo al tanto de tus órdenes.
─ Genial ─ mencionó Marcela ─ Ahora si me disculpas iré al Cop a hablar con Pato de lo que sucedió en Gregorio, anoche.
─ Entonces nos vemos más tarde ─ dijo Atalías y se fue en busca del operador de Buque quemado.

Solo cuando su compañero se retiró de su oficina, la inspectora, se preparó un café para aliviar el frío de la mañana y también sacarse el sueño que tenía encima, debido a que anoche muy poco durmió a causa de la joven Rangel.

«Aunque se desate el mismo infierno, yo te protegeré de esa mujer. Algo me dice que tú y ella se conocen de alguna parte, por la forma de reaccionar de ambas en el poco tiempo que se conocen» Reflexiones profundas de la inspectora.

Tras beberse el café en tres sorbos, tomó la carpeta y se fue en dirección de su camioneta para irse a las oficinas del Cop que estaban bien alejadas de la dirección de obras.

Mientras que en el casino, Atalías, ya había dado con Mario, poniéndole al corriente de lo qué debía hacer con su compañera.

─ Va a poner el grito en el cielo y tú lo sabes bien ─ reclamó Mario ─ Es como desterrarla de todo lo que ella ama, porque su lugar de trabajo es  en la planta de Daniel Este y Central.
─ Estoy muy consciente de ello, pero son órdenes de Marcela ─ rebatió Atalías.
─ Bueno amigo mío. Entonces te deseo la mejor de las suerte porque aquí viene Bianca ─ mencionó Mario, apuntando con el dedo en la dirección en la que entraba precisamente la joven.
─ ¡Aquí Vamos! ─ exclamó resignado Atalías.

El inspector, hizo señas a la joven Rangel, para que le acompañase afuera para platicar y la joven le siguió. En cosa de segundos, Atalías, le dio la noticia a Bianca y tal como dijese su compañero, se quejó en el acto y lo tomó a mal, como si fuese un castigo todo por no denunciar a la estanciera.

─ Por lo visto esto se prolongará hasta que la denuncie, ¿No es así? ─ inquirió con molestia Bianca.
─ Tú lo sabes tan bien como yo, que la seguridad del personal está ante todo ─ explicó Atalías ─ Ninguno de nosotros estamos por sobre el reglamento interno y las órdenes de nuestro intendente.
─ Nunca he infringido ningún reglamento, pero esto es absurdo ─ protestó Bianca, cabreada ─ Ustedes ganan, iré con Mario y estaré todo el tiempo que sea necesario.
─ Es por tu bien, Bianca ─ repuso serio Atalías ─ De lo contrario deberán pedir tu traslado a Punta Arenas.
─ Por lo visto nunca debí venir a esta región ─ masculló Bianca, visiblemente irritada y con una mano en alto, interrumpió al inspector. ─ No digas nada más, ¡Ya sé lo que vas a decirme!
─ Bianca ─ se limitó en decir el inspector.
─ Discúlpame, Ata, pero esta situación me sobre pasó ─ acotó la joven ─ Estoy harta de que en menos de una semana, tenga tantos problemas en mi trabajo.  Ahora, se me dispensas voy por un café antes de irme a Buque.
─ Ve muchacha ─ instó éste ─ yo les alcanzo allá.
─ De acuerdo ─ respondió Bianca y entró al casino.

La joven Rangel, se fue directo a un lugar apartado de todo el resto y desayuno de malas ganas. Tenía tanta impotencia de ver que hiciese lo que hiciese, nunca podría huir de aquella mujer que la marcó en la otra vida y las consecuencias eran irreversibles para ella.

─ Eres mi Karma, Ariza ─ murmuró entre dientes Bianca, con pesar en su voz ─ ¿Porqué tuve que llegar al mismo lugar en que te encontrabas?

Bebió de un sorbo el contenido que le restaba y se levantó para dejar su bandeja en la cocina y largarse a trabajar.

Una vez afuera, Mario, le esperaba para darle las llaves de su camioneta y pudiese estar un momento a solas. No deseaba incomodarla con su presencia por lo que decidió asignarle un vehículo aparte.

La joven, recibió las llaves y se puso en marcha hacia el sector norte del campamento.

─ ¡Maldito destino! ─ Masculló con resentimiento, Bianca, mientras golpeaba el volante al conducir ─ ¿Cuándo me dejarás en paz?

Un nudo se formó en su garganta, conteniendo las ganas de llorar producto del coraje y de la impotencia de no poder cambiar su destino que la perseguía en forma implacable y se cobraba revancha por el pasado y decisión que en ese tiempo tomó.

El camino se hizo extenuante y larguísimo para la muchacha que dado a la lluvia del día de ayer, el camino estaba horrible para conducir. Todo era un barrial y lleno de lagunas a su paso.

Le tomaría más de una hora en llegar al lugar, seguida muy de cerca del operador del sector. Que fueron recibidos por Chinito, el cocinero del lugar que les invitó a servirse un chocolate caliente antes de comenzar su jornada.

Fue así, que la muchacha asumió con amargura que pasaría una larga temporada en ese lugar. A menos que decidiera denunciar a la estanciera,  ¿Podría siquiera denunciar a su viejo amor?, ¿Sería capaz de aprovechar esta circunstancia y deshacer de ella de una buena vez?... Ya se vería más adelante.

El reloj prosiguió con su habitual trabajo de hacer avanzar las horas del día y en poco tiempo ya estaban a medio día en el campamento y una camioneta llegaba al estacionamiento de la oficina principal de Enap.

─ ¡Buenos días, señorita Pedrales! ─ Saludó el encargado de portería ─ ¿En qué puedo ayudarle?
─ Estoy en busca de Alejandro Miranda o Héctor ─ mencionó Ariza a secas.
─ Don Alejandro está ausente en este momento y designó a Marcela como la encargada de Enap en su lugar ─ mencionó el hombre ─ Y Héctor se encuentra en Punta Arenas.
─ ¡Vaya con razón! ─ exclamó con despreció Ariza ─ Entonces dígale a Paredes que deseo hablar con ella personalmente en este momento y que no tengo todo el día para esperarla.
─ Le daré su mensaje ─ dijo el empleado, que no se extrañó para nada con el tono prepotente de la dueña de los pozos. ─ Tenga la bondad de esperarme aquí, por favor.

Ariza, no se dignó en responder solo tomó asiento en un gran sillón que había en el recibidor a la espera de una respuesta.

El tiempo que debió aguardar fue un poco largo y después de quince minutos, se escuchó decir.

─ ¿Qué es lo que deseas hablar conmigo, Ariza? ─ inquirió la misma Marcela.

En el acto, la mencionada, alzó sus ojos y quedo de frente con los verdes de la inspectora. Fue un choque de miradas que no necesitaban decirse con palabras el disgusto que les provocaba verse una vez más. El sentimiento de antipatía era mutuo y muy marcado en ambas mujeres.

─ Quiero que retires esa denuncia hoy mismo ─ demandó Ariza, que se puso de pie y alzó su mentón en forma altanera, ya que la encontraba inferior a ella.
─ ¿Y qué sucederá si me niego? ─ desafió la inspectora, que no se dejo intimidar.
─ Haré que tú y tu empresita se lamenten de ello ─ replicó autoritaria Ariza.
─ Pues lamento informarte de que no voy a retirar esa denuncia ─ provocó Marcela, plantándose  de frente con la estanciera para añadir lo siguiente. ─ Y para tu desgracia, haré que Bianca, también estampe una en tu contra por intentar matarla.

Eso último, consiguió darle un duro golpe bajo a la estanciera, ya que los ojos verdes de Ariza, se abrieron muchísimo al oír el nombre de la chica y de las siniestras intenciones de la inspectora.

─ ¿No serías capaz de una bajeza como esa? ─ sopesó Ariza, que buscaba en la otra mirada un solo titubeo de su parte para hacerlo pedazos ahí mismo. ─ Estarías usando a tu personal sólo para satisfacer tu ego, Paredes.
─ Ponme a prueba Ariza y verás ─ desafió Marcela ─ Tú sabes tan bien como yo que Bianca, no te soporta y desde el primer día en que se toparon en obras delante de todos; quedo de manifiesto su molestia para contigo. ¿Quieres que lo comprobemos con ella misma?
─ Estás yendo muy lejos Paredes con tus amenazas ─ advirtió Ariza ─ Podrías arrepentirte de intentar desafiarme. No estás a mi altura, de hecho, no me llegas ni a los talones como para considerarte una oponente de la cual deba preocuparme.
─ La arrogancia no te deja ver la realidad de lo hechos, Ariza ─ Refutó con propiedad Marcela ─ Permíteme recordarte que los grandes de la historia han caído a manos de gente pequeña y sencilla. Un caso muy claro es el de David y Goliat o para generalizártelo más, diré que los reyes e imperios sucumbieron a manos de simples plebeyos sin ninguna connotación social, riqueza o poder. ¿No te parece un argumento de peso a considerar?
─ No te hagas la lista conmigo, inspectorcita ─ masculló ésta, mordiendo cada palabra con soberbia. ─ Estamos hablando de un hecho muy puntual y es referente a Bianca Rangel, trata de no inmiscuirla en este pleito entre tú y yo, porque si osas hacerlo, te advierto que te hará mucha falta más que dinero para lidiar conmigo.

Tras decir lo último, la reina de las pampas, cansada de las amenazas de la encargada de Enap, optó por largarse de ahí y resolver el pleito de otra manera, una que más le acomodase a ella.

─ ¿Qué pretendes con Bianca? ─ preguntó de frentón Marcela, cogiendo del brazo a la estanciera e impidiéndole que se marchase. ─ Desde cuándo un funcionario de Enap, es tan importante para ti al punto de perseguirlo sin cuartel.
─ Lo que pretenda con ella, no es asunto tuyo ─ confrontó Ariza, volteándose a verla, más que molesta. ─ Para mí, Bianca, es más importante de lo que te puedes imaginar. Ella está por encima de ustedes y de esta parodia de empresa de la  que presumen tanto.

Ahora fue el turno de Marcela, de sorprenderse ante las palabras de la estanciera y claramente sintió un escozor en su pecho por el tenor de ese comentario y de confirmar con ello, que esas dos ya se conocían de antes.  Lo que despertó un sentimiento de molestia inconsciente al percatarse de que la dueña de los pozos, iba detrás de su empleada con claras intenciones amorosas.

Y es que la intuición de una mujer casi nunca se equivoca en cuestiones sentimentales. Es como un sexto sentido o un radar sensorial que les acompaña desde su nacimiento, permitiéndoles descubrir cosas más allá de lo evidente o lo no tangible.

Sin duda, que la inspectora, estaba más que acertada en sus deducciones con respecto a esas dos mujeres, porque lo ellas vivieron en otra vida las unió y hoy, las volvía a reunir para así concluir con su historia de amor.

─ Escúchame muy bien, Ariza ─ señaló Marcela ─ No dejaré que te acerques más a Bianca y no me interesan los motivos que tengas. Te quiero lejos de ella ¿Me has oído?
─ Ya te dije que no me amenaces ─ bramó Ariza, que se puso a la par de la inspectora y sus rostros estaban a escasos centímetros, llenos de encono de ambas partes. ─ Ni tú ni nadie me va alejar de ella. Bianca, está unida a mí por un nexo que nada ni nadie puede romper y muy pronto lo vas a descubrir de su propia boca.
─ Hasta no llegar ese día, no te creeré nada de lo que digas ─ rebatió Marcela, que la soltó del brazo ─ Para mí es suficiente ver el fastidio con que te ve para asegurarme de tenerte a raya.
─ ¡Qué mal por ti! ─ se mofó Ariza, que la vio de pies a cabeza, para terminar torciendo sus labios en una mueca burlona ─ no puedes tapar el sol con un dedo y menos, evitar que ocurra lo inevitable. Ella vendrá a mí tarde o temprano y créeme que a partir de ese día, ya no la volverás a ver más en tu vida.
─ No estés tan segura de ello ─ replicó la inspectora ─ Ninguna guerra se gana solo con palabras sino con hechos y pequeñas batallas.
─ ¡Si a eso te aferras! ─ ironizó Ariza, que ya marchaba del lugar ─ Allá tú. Sólo sigue mi consejo y retira esa denuncia por tu propio bien.
─ No esperes que eso suceda ─ desafió Marcela, con la misma soberbia que la estanciera.
─ No te lamentes después ─ advirtió Ariza, cerrando la puerta tras de sí.

El rostro de la inspectora también se tensó al máximo, pues comprendía que estaba por vivir el mayor reto de su vida y lo que estaba en juego era mucho. Ya que desafiar a una de las mujeres más influyente de la ganadería local, era simplemente algo desquiciado. No obstante, arriesgarlo todo por la convicción de que se está haciendo lo correcto y defender férreamente una postura de vida, era sin duda lo más valioso y preciado que se puede tener y más si está estrechamente ligado a un ser especial.

─ ¡No perderé!…Bianca ─ murmuró con dientes apretados, Marcela.

A varios kilómetros de ahí, una joven, comenzó a estornudar de la nada y se mantuvo así un buen rato sin poder remediarlo.

─ ¡Toma! ─ dijo Mario, pasándole un pañuelo ─ Por lo visto, vas a resfriarte.
─ No lo creo ─ rebatió Bianca, aceptando el ofrecimiento y frotando su nariz, agregó ─ Yo diría que alguien se estaba acordando de mí, por la forma en qué surgió.

¡Qué acertada que estaba! Sin duda que la joven Rangel, no sospechaba lo que había sucedido entre dos mujeres por su causa. Se había desatado una batalla campal entre esas dos y tendría ribetes excepcionales por ganarse el corazón de la muchacha… ¿Quién se quedará con la joven Anaí y será su amor definitivo?




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