Capítulo 5. Conflicto. Destino
implacable
En la vida hay muchas ocasiones en que
todas las decisiones que tomemos, nos repercutirán en un determinado momento,
ya sea en el presente o en el futuro y quién sabe si en otra vida también,
tengamos que lidiar con esa carga.
Para la mujer más temida de la comarca
magallánica, no sería la excepción a la regla, era la responsable de haber
desencadenado una hecatombe en uno de los mandamases de la empresa petrolera,
quién cansado de soportar los caprichos de la estanciera, estaba decidido en
frenarla de una vez por todas, aunque ello, le causará serios problemas en
aspecto laboral.
Alejandro Miranda,
intendente del campamento de Posesión, ya estaba a bordo del Airbus que lo
llevaría con destino a Santiago y en cinco horas, se reuniría con subsecretario
de minería para ponerlo al tanto de los pormenores que estaba sucediendo en la
empresa y las consecuencias que conllevaría aceptar todos los argumentos que
pudiesen esgrimir los demás estancieros y utilizar a la empresa petrolera como
una vía rápida de hacerse dinero a costa de ella y así, conseguir el cierre
definitivo de la estatal.
Miranda, había tenido éxito al
contactar a uno de los senadores que estaba a cargo de la comisión de minería y
éste le derivo de inmediato con el seremi y de comprometerse personalmente en
recibirlo e investigar dicha situación anómala.
─ Es hora de tomar el toro por las astas
─ murmuró Alejandro ─ te detendré
Ariza Pedrales, cueste lo que cueste.
Sin duda, el hombre había llegado al
límite de su paciencia y decidió ponerse los pantalones y no continuar siendo
un títere más de la estanciera. Sin embargo, todo en la vida tiene un costo que
pagarse y este sería muy alto, pues estaba por jugarse hasta el pellejo, como
se dice en jerga chilena.
Por su parte, en las tierras australes,
estaba la segunda persona y por lo demás, clave en toda esta historia, que provocaría
una serie de sin sabores en la dueña de la estancia los pozos.
Bianca Rangel, aún conmocionada por su
cuasi accidente, no reaccionó en todo el trayecto y se mantuvo con la vista
perdida en el camino. Su cabeza era un mar de confusiones y por paradójico que
fuese todo lo que estaba viviendo, las pesadillas de su infancia, comenzaron a
devorarle la poca paz que le estaba quedando, era como hienas hambrientas en
espera de que su víctima diera el paso fatal para abalanzarse de inmediato
sobre ella.
Después de un buen rato de conducir
bajo la intensa lluvia, la camioneta entró por dos sendos portones muy al
estilo norteamericano y que tenía apostados casetas en cada uno y un vigilante
armado hasta la huesos, muy propio de la reina de las pampas, una mujer
desconfiada y como solían decirle los lugareños, una verdadera forajida.
Los hombres, saludaron a su patrona con
una leve inclinación de cabeza y se aprestaron en cerrar las puertas, una vez
que el vehículo cruzara.
A unos 500 metros más allá,
se divisó la propiedad de la mujer, que por cierto, era bastante grande en
metros cuadrados y con un estilo muy colonial, con techumbre de tejas y de
ventanas con doble hoja, y resaltaban además, sus dos grandes chimeneas de
piedra lasca, jaspe y granito.
A mano derecha, se
encontraban seis casas pequeñas, que albergaban a las familias del
personal que trabajaba directo en la casa de la estanciera. A unos metros
más allá, se hallaban las oficinas, un casino para su personal, bodega,
galpones, y un frigorífico dónde se faenaban los corderos. Y por
último y más alejado se encontraban los corrales de los animales y establos de
sus caballos.
Cuando la camioneta se detuvo frente a
la puerta principal de la casona, un leve resoplido se escuchó en el interior
del coche y unos ojos verdes, se clavaron en el rostro de la joven Rangel,
escudriñando lentamente por sus facciones.
─ Pierdes muy rápido la paciencia ─ señaló Ariza ─ si no consigues controlar aquello, pronto tendrás un serio problema de
colon irritable.
En el acto, Bianca, volteó a verla y
sus ojos grises chispeaban ante el comentario de la estanciera.
─ ¿Es broma? ─ preguntó de
frentón la
muchacha.
─ No es ninguna broma, Bianca ─ aclaró
Ariza y giró un
poco más su
cuerpo para hurgar aún más en aquellos ojos. ─ estoy hablando muy en serio. Debes conseguir no sulfurarte tanto por
cualquier pequeñez.
─ No puedo creerlo. Usted es el colmo ─ reprochó
Bianca, viéndole
con una mirada severa. ─ tan sólo llevo dos días de conocerla y usted
habla de mi persona como si me conociese de toda una vida y se atreve a darme
consejos para no perder mi paz. ¿Qué parezco una desquiciada o qué?
─ Sólo mírate un poco y verás que tengo razón ─ argumentó
Ariza, haciendo un pequeño
mohín en
sus labios, muestra de cansancio para con la joven.
Sus ojos grises, se abrieron mucho ante
el comentario de la mujer y la dejaron en shock, porque cayó en cuenta de que
para su desgracia tenía razón, estaba a punto de reventar y es que esa señora
tenía el poder de hacerle perder los estribos al primer cruce de palabras.
«Dios, esta mujer me enloquece y saca
lo peor de mí» se dijo mentalmente Bianca.
En eso…
─ Será mejor que entremos y podamos tomar un
baño
caliente o de lo contrario llevar esta ropa mojada nos pasará la cuenta más adelante ─ mencionó
Ariza, que ya tenía su
mano sobre el pomo de la puerta y bajarse del carro.
─ Espere un momento ─ demandó
Bianca.
─ Dime ─
acotó
Ariza, que
se detuvo enseguida.
─ ¿Para qué me trajo a este lugar? ─ inquirió
Bianca y añadió ─ deseo que me lleve devuelta al campamento.
─ Ya te dije que no ─ aclaró
Ariza, dándole la
espalda, que ocultaban sus ojos empequeñecidos. ─ voy
a responder a tus preguntas sólo cuando estés en
condiciones de hacerlo, por lo que te sugiero que sigas mi consejo de tomarte
un baño y
después
hablamos.
Y sin más, abandonó la camioneta,
dejando sola a la joven, que no dejo de seguirle con la mirada y con un suspiro
de resignación, procedió a emularla, ya que una cosa estaba clara, no podría
irse de regreso al campamento con semejante lluvia, ya que tenía una hora de
camino y con lo gélido del agua, podría conseguirse gratuitamente una pulmonía.
─ Ni modo, tendré que tomarme ese baño ─ masculló
Bianca y salió
rauda de la camioneta, sintiendo como la lluvia se dejaba caer por todo su ser
como pequeños látigos que hacían doler su rostro al no
estar acostumbrada a un aguacero como ese.
Cuando ya se disponía en posar su mano
en la manija de hierro forjado, la inmensa puerta de pino Oregón, se abrió
desde adentro.
─ Tenga la bondad de pasar, mi señora, la está esperando en la segunda
planta ─ señaló una joven empleada, que la recibió y le indicó las escaleras.
─ Muchas gracias ─ repuso Bianca ─ disculpe si le dejo el piso mojado.
─ No se preocupe, estoy para limpiar ─ mencionó la
empleada, haciendo una ademán con las manos. ─ vaya de prisa, a mi señora, no le gusta que la
hagan esperar.
─ Le agradezco una vez más ─ acotó la
joven y se fue en la dirección señalada.
Subió lentamente las escaleras, porque
no tenía intención alguna de correr por la señorita Pedrales, aunque su cuerpo
ya comenzaba a tiritar por el frío de sus ropas.
Cuando llego al segundo nivel, otra
empleada la estaba esperando con toallas y una bata.
─ Acompáñeme por favor ─ indicó la
mujer.
─ De acuerdo ─ respondió la
joven Rangel.
Al final del corredor, se detuvieron
frente a una habitación y la empleada, le entregó la ropa y abriendo la puerta,
la invitó a entrar.
─ Esta es su habitación y la tina ya está dispuesta para que tome
su baño ─ mencionó la
mujer y antes de retirarse, agregó. ─ Mi
señora,
le ruega que se reúna
con ella en el salón.
─ Gracias ─ fue
la escueta respuesta de Bianca y procedió entrar en la habitación.
Una vez adentro, quedo sin palabras al
contemplar el cuarto. No podía creer que en un lugar cómo ese pudiese verse
cosas así, ya que toda la habitación estaba decorada en una forma exquisita y a
usanza antigua, una cama con dosel de color celeste, una banqueta a los pies de
la cama con una tonalidad parecida, que además hacían juego con el color de
cortinas, un armario y tocador junto con un espejo en el centro, un secreter y
su respectivo taburete, un sofá de un solo respaldo, mesitas de noche, una
mampara llena de detalles, un tablero de ajedrez con sus dos respectivas petit
sillas victorianas y por último una pequeña repisa que servía para los libros.
Cabe destacar, que todo el mobiliario era de color blanco con detalles
decorativos en un tono dorado y hacían un buen contraste con las telas de ese
dormitorio.
Si ello, dejo impresionada a la joven
Rangel, aún más estupefacta quedó cuando entró a la sala de baño, eso sí que
era elegante y hermoso por así decirlo, al igual que la alcoba, tenía una
tonalidad blanca y celeste con la salvedad que el mueble del lavabo era de
mármol rojo y que la jarra que lo acompañaba era de porcelana de la misma
tonalidad, una mampara de mimbre, vanitorio, toma toallas de bronce forjado,
muy brillantes de tanto ser pulidos, un pequeño sofá para descansar después del
baño y por si esto fuese poco, la estrella principal era la inmensa tina de
mármol verde que estaba montada sobre patas de plata y que para sorpresa de la
muchacha, ya estaba dispuesta con sales aromáticas y una incitadora espuma le
daba la bienvenida a su confort.
─ Vaya a esta mujer sí que le gusta vivir con estilo y opulencia ─ murmuró
Bianca.
Y sólo le tomó unos dos minutos de
salir de su ensoñación, debido a que su cuerpo tembló por el frío y comenzó a
despojarse de su ropa hasta quedar completamente desnuda y sin dudarlo mucho,
se introdujo a la tina y se relajó al máximo, tanto que no se dio cuenta y
habían pasado treinta minutos y cuando recordó que la estaban esperando, por lo
que decidió dejar tan exquisito placer y salir para reunirse con Ariza, aunque
de buenas ganas la dejaría plantada una eternidad, pero no deseaba ser grosera
con la dueña de casa, por lo que después de abandonar la tina, secó su cuerpo y
se enfundo en la bata que tenía en el sofá.
─ Es hora de terminar con todo esto de
una buena vez ─ se dijo Bianca y salió de la habitación para encontrarse en el
pasillo con la misma mujer de servicios que aguardaba por ella.
─ La acompañaré hasta el salón principal ─ indicó la
empleada.
─ Creo que me demoré un poco en el baño ─ se excusó
Bianca por la demora. ─ estaba muy relajante después de esa lluvia.
─ Descuide. Era muy lógico con semejante
aguacero que se pierda la noción del tiempo en un baño ─ expuso amablemente la
mujer, que sonrió un
poco con la joven. ─ Mi señora, dejó que usted disfrutará de su baño.
─ Su señora es muy considerada por lo visto ─ masculló con
desagrado Bianca.
─ Ella, procura atender muy bien a sus
huéspedes y los acomoda en el ala este de la planta baja y sólo su familia
disfruta de los mejores privilegios al situarlos en la segunda planta ─ explicó la
empleada.
Bianca, tragó en seco ante la
infidencia de la empleada, al darse cuenta que ella estaba siendo tratada como
un miembro de su familia, no pudo evitar ruborizarse un poco, a decir verdad,
le dio cierta vergüenza.
─ Tenga la bondad de pasar ─ señaló la mujer y antes de
cerrar la puerta, añadió. ─ Mi señora
se reunirá con
usted en unos cinco minutos, por favor, póngase cómoda.
La joven, solo asintió en vez de
responder, cuando ya estuvo dentro del salón, suspiro por partida doble, ya que
volvió a ser sorprendida con la elegancia y lujo con que esa casa estaba
decorada. Realmente se sentía muy incómoda en medio de todo ello y su ansiedad
salió a flote de inmediato y solo quería que la dueña de la estancia llegase
rápido para aclarar las cosas y marcharse cuanto antes de ahí.
En vez de sentarse y esperar
tranquilamente, se fue hasta el ventanal y se quedó viendo caer la lluvia sobre
las pampas magallánicas, era conmovedor ver ese espectáculo y tan absorta se
encontraba que no sintió entrar a cierta persona al salón.
─ Contemplar la lluvia es un placer
incomparable ─ susurró una sensual voz, en la espalda de
Bianca.
Como un resorte, la Joven Rangel,
se volteó a ver y no fue sorpresa hallarse con Ariza Pedrales a unos escasos
centímetros suyos, cuyos ojos verdes la veían de un modo muy peculiar, distinto
a la mirada de ayer, hoy y hace unos minutos atrás. Algo no estaba bien o
simplemente el baño le afecto y veía todo distinto.
─ Veo que el baño te sentó bien ─ comentó
Ariza.
─ ¡Em!…sí ─
respondió
Bianca e iba a agregar algo más cuando, reparó en
la forma en que estaba vestida, la anfitriona y sus labios se despegaron
sutilmente por la escena que tenía delante de sus ojos.
Ariza Pedrales, estaba ataviada
sencillamente en una corta bata de seda negra, que se ceñía mucho al cuerpo,
dejando ver todas sus cuervas y demás encantos. Además de ser muy diminuta,
alcanzando a tapar un poco más debajo de su trasero y que realzaban unas hermosas
y bien formadas piernas largas y que de paso estaba descalza.
Su cabellera mojada y alborotada por el
baño, hacían relucir aún más su aspecto gitano, sumado a ello, su forma de
mirar, la hacían lucir endiabladamente sexy.
Definitivamente no habría persona
alguna que pudiese resistirse a los encantos de semejante mujer y sólo ahí,
Bianca, pudo comprender porque muchos hombres de la zona estaban locos por
ella. Ariza, tenía una belleza exótica y embrujadora, muy parecido al que tuvo
cierta mujer en la época colonial, cuya belleza fue la perdición de muchos y
estamos hablando de la legendaria Quintrala.
─ ¿Sucede algo? ─ preguntó con
sagacidad Ariza, que ya sospechaba que la joven estaba nerviosa con su aspecto
y eso la deleitaba muchísimo.
─ ¡Eh!...No ─
carraspeó
Bianca y añadió para zafarse de la
pregunta. ─ creo que debe aclararme por qué me
trajo a su casa, si mal no recuerdo.
Una sonrisa se dibujó en la comisura de
los labios de la estanciera, que intuyó las intenciones de la muchacha.
« Eres muy escurridiza querida, ya
veremos qué tanto puedes evadirme y por cuánto tiempo» reflexionó Ariza.
Sin mucho preámbulo y deliberadamente,
se ubicó frente a un sofá victoriano y procedió a sentarse, cruzando sus
piernas y al hacerlo, quedaba claro que no dejaba nada a la imaginación y
Bianca, se ruborizó de golpe y si la escena de bajos instintos dejo NK a Michael
Douglas, lo mismos sucedió con ella. Tragó en seco y no sabía hacia dónde mirar
por que una y otra vez sus ojos, volvían al punto focal…Ariza y su sexy
postura.
Así estuvieron por espacio de cinco
minutos, que para Bianca, fueron eternos y sofocantes y sólo Ariza, disfrutaba
como nunca en su vida, era una delicia tenerla a su merced, a la misma
mujer que tanto amó en la otra vida y qué por cosas del destino volvieron en
esta vida a reencontrarse, ¿ironías de la vida o jugarretas?, cualquiera fuese,
se sentía afortunada de poder concretar en este tiempo su más anhelado sueño
del pasado…tener con ella a su gran amor y no la dejaría escapar otra vez y si
tuviese que ir más lejos, la haría su prisionera.
─ Es mejor que te pongas cómoda y tomes asiento, en
vez de estar de pie ─ susurró Ariza y la invitó a ubicarse junto a ella.
─ así podremos platicar tranquilamente.
Tamaños ojos, fueron los que abrió
Bianca, se sentía como animal enjaulado, queriendo huir desaforadamente de ahí
y torpemente se sentó en el sofá más apartado de todos, muy lejos de la
estanciera, provocando que una sonora carcajada se escapara de sus labios por
su acto.
─ ¿Se puede saber qué es tan gracioso? ─ Inquirió
algo seria Bianca, que se sentía muy vulnerable en esos instantes.
─ La presa sabe instintivamente cuando
es acechada por el cazador ─ provocó Ariza y al mismo tiempo
que jugo sensualmente con sus cabellos sin perder el contacto visual con la
joven. ─ aun así, no puede evitar lo inevitable.
─ Sólo un intento de cada cinco, resulta
efectivo ─ desafió Bianca, en respuesta a la provocación de la otra.
─ No obstante, consigue su objetivo
tarde o temprano ─ aclaró Ariza, viéndola fijamente y puso énfasis en lo último ─ la presa, será
suya al final de cuentas.
Ante las palabras, Bianca, enmudeció
porque no sabía cómo bajarle el perfil a las palabras e insinuaciones de la
reina de las pampas y con un profundo suspiró, volvió al ataque con sus
preguntas pausadas con anterioridad.
─ Creo que nos estamos desviando de lo
que realmente es importante y que usted ha evadido ya varias veces ─ concluyó
Bianca y clavando su mirada en su interlocutora, prosiguió. ─ ¿cuál es el motivo de qué me trajese hasta su
hogar?
─ Sigues siendo muy impaciente ─ indicó
Ariza ─ ¿cuál es la prisa?
─ Veo que usted sigue empeñada en jugar
conmigo ─ exclamó Bianca y se dispuso a levantarse e
irse de una vez por todas, ya que nada conseguiría con esa mujer.
─ Vuelve a sentarte ─ ordenó
Ariza y añadió. ─ es grosero de tu parte dejarme hablando sola.
En el acto, Bianca, se detuvo y volvió
a ocupar su sitio, estaba algo intimidada por el tono imperativo de Ariza y no
sabía porque, no le era muy agradable descubrir que tenía cierto poder de
anularla o hacerla estallar con poco.
Sus ojos grises, buscaron en los verdes
de Ariza, una respuesta a su pregunta y sólo halló un brillo que no supo cómo
definir solo que en nada le agrado esa mirada, por el contrario la perturbó
bastante y eso era un enigma, pero se supo sobreponer a ello y continuó en
busca de respuestas.
─ Lamento si fui grosera con usted, pero
no ayuda mucho que digamos, yéndose por las ramas ─ espetó Bianca, cruzando sus
brazos en su pecho, clara señal defensiva y antagonismo para con la estanciera.
─ ¿Quién lo diría?...has cambiado mucho, Anaí ─ reveló Ariza, al momento en que sus dedos acariciaban su mentón y
debajo de la comisura de sus labios.
─ ¿Cómo me llamó? ─ preguntó en
seco Bianca, cuyos ojos casi parecían desorbitarse de su cavidad y no era
para menos, ya que sólo
una persona sabía
cómo se llamó en la otra vida.
─ Anaí ─
murmuró
despacio Ariza, al tiempo que escudriñaba en el rostro de la joven, sus
reacciones internas y acotó. ─ ¿sucede algo malo con tu nombre?
─ Debería decirle que no, pero no acostumbro a
mentir y la verdad, sí hay
un problema con ese nombre ─ respondió llanamente Bianca ─ dígame,
¿qué le hace suponer que me
llamo Anaí?
Una burlona sonrisa, se bordó en los
labios de la estanciera, no podía resultar más excitante ver que su amor,
luchaba por tener control sobre la situación y poder adelantarse a los hechos y
así, no revelar mucho de su pasado, a menos que…
« Acaso puede ser posible qué no
recuerde mucho» sopesó mentalmente Ariza.
Sus ojos verdes, volvieron a tornarse
más oscuros y penetrantes para la joven Rangel, desde el fondo de su corazón,
sentía que estaba frente algo muy grande y un pequeño palpito, le vino a
confirmar sus sospechas…esa mujer, tan imponente y prepotente, iba a causarle
serios problemas y estaba a punto de descubrir su mayor temor que se iba a
volver realidad.
─ ¿En verdad, no recuerdas nada de tu
pasado, Anaí? ─ provocó
Ariza, muy segura que sus palabras conseguirían despertar su conciencia y por
ello, dejó su postura sexy y descruzó sus piernas y llevó su mano al mentón,
apoyándola debajo de éste, a modo de postura de pensador griego.
─ ¿Pasado?... ─ inquirió
Bianca y en eso cayó en
cuenta de todo y contraatacó con preguntas. ─ ¿qué sabe usted de mi
pasado?... ¿y cómo sabe que me llamé Anaí?
─ Muy simple…─ sentencio Ariza ─ yo soy…tu
pasado.
En el acto, Bianca, se levantó de golpe
y acortó la distancia que había entre ambas, quedando a unos cuantos pasos y
clavó severamente sus ojos en la estanciera.
─ ¿Quién diantre es usted? ─ espetó la
joven y sus ojos grises ya a esas alturas echaban chispas. ─ ¿Y por
qué
dice qué es
mi pasado?
Ariza, sin dejarle verla fijamente y
menos, intimidarse con lo fiero de su mirada, se fue enderezándose, al mismo
tiempo que hablaba…
─ «Podrás huir todo lo que
desees, pero yo te encontraré tarde o temprano porque nunca te librarás de mí» ─ citó
textual Ariza, quedando frente a frente, cuyos ojos también se clavaron en los de
su amor.
Los ojos grises de Bianca, se abrieron
como platos y su memoria se abrió de golpe como se si despertase de su
letargo. Su más grande temor y pesadilla se hizo palpable una vez más en esta
vida…
─ ¡Por todos los cielos!...no puede ser ─ exclamó
balbuceante, Bianca. ─
Arlyn.
─ Así es, Anaí ─
susurró
Ariza y acercándose
a la muchacha hasta casi quedar pegada a ella, añadió. ─ Al
fin de encontré, mi viejo amor.
─ No…no, puede ser ─ contravino Bianca, sacudiendo su cabeza, aterrada por el
descubrimiento. ─ tú, no puedes ser Arlyn.
─ Pues lo soy ─ refutó
Ariza, con una mirada altanera y soberbia a la vez. ─ fui en otra vida Arlyn, tu amor, a quién tu abandonaste cobardemente.
─ Maldita sea…cállate ─ explotó
Bianca, temblando de la rabia y miedo, añadió. ─ no
es suficiente que tú lo
digas…dame
pruebas y sólo
entonces creeré.
─ Sigues siendo una niña estúpida, Anaí. Así que quieres pruebas ─ sentenció
Ariza y abriéndose
la bata, dejo ver sus pechos, para luego acotar. ─ míralo por ti misma y
ahora, niégame
que sea la reencarnación de
Arlyn.
Los labios de Bianca, temblaron por sí
sólo, ya que sus ojos estaban fijos en la cicatriz que Ariza, tenía en su
seno derecho, una luna entrelazada con otra, símbolo de los gitanos de Europa,
un antiguo clan y eso no fue todo, ya que en su cintura, llevaba un pequeño
tatuaje de letras romané, que hacían alusión a un nombre…Tú, Anaí. En tiempos
de antaño, cuando una pareja de amantes se entregaban en cuerpo y alma, solían
sellar su promesa de amor, mediante un tatuaje con el nombre de su amor y que
le pertenecía para siempre.
─ ¿Lo recuerdas, Anaí? ─ preguntó
Ariza, llevando su mano hasta donde está el nombre de su viejo amor. ─ Ese fue tu voto ante ley de mi pueblo…eres mía para siempre.
Bianca, simplemente se desplomó en
suelo, cayendo de rodillas y su cuerpo, temblaba sin control, presa de los
nervios y de la desazón de volverse a encontrar en esta vida con su viejo y
único amor, que tanto dolor le provocó al mismo tiempo.
Un nudo en la garganta, amenazaba
con arrancarle la voz de un momento a otro y como fieras hambrientas, a su
mente vinieron imágenes de ella y de Arlyn, viviendo su amor en todo su
esplendor, su engaño y traición y las incontables noches de llanto que se
sumergió por tener roto su corazón.
Anaí, nunca más volvió a creer en el
amor y por más que fue cortejada por varios pretendientes jamás consiguieron el
milagro. Su vida fue gris y solitaria, y el vació en su pecho, lo llenó con
trabajo y servir a niños huérfanos de una lejana tierra que la acogió como
hogar y nación, se podría decir que había conseguido arrancar de su vida a la
mujer que amó y nunca más volvieron a cruzarse, ya que había un vasto océano
que las separaba la una de la otra.
Cumpliendo su amenaza que lanzase ese
día lluvioso…arrancó del corazón todo rastro y emoción que tuviera relación con
Arlyn.
Claro está, que uno cree
vanamente que puedo salirse con la suya y volver como si nada a una nueva vida
y es bien sabido que dónde hubo fuego cenizas quedan y que ni el tiempo puede
borrar o acabar con algo que fue escrito con fuego en el corazón.
Ahora, el destino estaba de parte de
Arlyn, mejor dicho, Ariza y le daría un duro escarmiento a la joven Rangel,
mostrándole que la soberbia y tozudez, no conseguirían arrancar el amor que se
concibió en su corazón y que ella, insensatamente condenó a una larga espera y
en muy poco tiempo más, cobraría cada lágrima de sangre que se originó en su
ser…lágrimas de un corazón enamorado.
─ Aunque me condenaste a la peor de las
desgracias, jamás
conseguiste tu objetivo ─ murmuró gravemente Ariza, que la veía con una gélida mirada
desde lo alto y no se conmovió con el dolor de la muchacha.
─ ¿Qué quieres decir? ─ preguntó a
duras penas Bianca, alzando sus ojos grises hacia donde estaba su viejo amor.
─ Que ese corazón jamás ha dejado de amarme y
sigo siendo su dueña ─ sentenció secamente Ariza.
Al escuchar aquellas palabras, el
corazón de Bianca, se contrajo fuertemente en respuesta a su comentario,
dándole la razón. No obstante, la joven Rangel, no estaba dispuesta en
someterse de buenas a primeras y se había hecho una promesa en el pasado y que
en esta vida se encargaría de cumplir. No entregaría su corazón, nunca a la
misma mujer.
─ Estás equivocada, si piensas que te saldrás con la tuya ─ masculló
Bianca, que se puso de pie y encaró a la estanciera más altiva que nunca. ─ una vez te amé
como a nadie, pero eso fue en el pasado, ahora es otra historia. No creas que
he venido a la vida para amarte nuevamente porque eso no será así, lo único que albergo por ti
son sentimientos hostiles desde que te vi y la mejor prueba de mis palabras es
que ni siquiera te reconocí por tu apariencia y eso viene a demostrarte que no
hay amor dentro de mi corazón para ti.
Los ojos verdes se empequeñecieron al
punto de dar la impresión de estar cerrados, más ese no era el caso, había sido
un duro revés escucharle decir aquellas palabras, pues no dejaban de tener
cierta razón, sólo Ariza, recordaba todo y desde que la vio bajarse de la
camioneta y pudo acercarse a unos cuantos metros que tuvo la certeza de que era
la viva imagen de la mujer que amó en su pasado y sólo necesitó cruzar algunas
palabras para confirmar que era ella realmente su gran amor. A pesar de lo duro
del comentario, estaba muy lejos de darse por vencida y si el destino las
volvió a reunir era para zanjar lo que no pudieron concluir antes, ahora tenían
esa nueva oportunidad y Ariza Pedrales, no dejaba cabos suelto y jamás
renunciaba a nada y mucho menos lo haría tratándose del amor de su vida, porque
ella, jamás dejó de amarla y aún ahora, su corazón latía para la que es ahora,
Bianca Rangel.
─ Ya te lo dije una vez, no podrás conseguir arrancarme de
tu corazón ─ advirtió
Ariza y para demostrarle que no mentía y sin previo aviso, la cogió entre sus brazos y se
adueñó de
sus labios, sellando el destino de las dos.
Bianca, algo aturdida por el movimiento
sorpresa, no consiguió reaccionar enseguida y una vez que lo hizo, luchó con
todas sus fuerzas por zafarse del agarre y de los labios que la tenían cautiva.
Sin embargo, ya era muy tarde para ella, porque desde el minuto en que Ariza,
poso sus labios sobre los suyos, el corazón de la joven Rangel, simplemente se
fracturó por completo, rompiendo todos los cerrojos y muros que fueron
construidos como prisión. Al igual que una persona que se creyó muerta por el
médico, de un momento a otro consigue el mayor milagro y enigma, al mostrar en
la pantalla de la maquina pequeñas y nuevas pulsaciones que indican que ha
vuelto a la vida.
El beso de Ariza, no era brusco o
dominante, sino suave y delicado, una caricia que venía a demostrar todo el
amor que tenía dentro de sí y que sin alternativa tuvo que dejar suspendido en
el limbo a la espera de una nueva oportunidad para dar rienda suelta a su
sentir y esa ocasión había llegado, el sediento de amor reclamaba lo que era
suyo por derecho y provocarían en la otra joven, un tornado de sensaciones en
todo su cuerpo, ya que oprimido al fin había sido dejado en libertad.
Como torrentes de lava, la memoria del
cuerpo, mente y corazón de la antigua Anaí, bullían en descontrol y hacían de
la muchacha presa de todo lo que iba sintiendo por medio de un simple beso,
como las flores al paso del sol, abrían su capullo dándole la bienvenida al
astro rey, así su ser respondía a esa profusa y delicada caricia, ese beso que
le robaría todo en su vida.
Los minutos parecieron eternos y eso
que solo eran unos tres a lo sumo y que fueron finalizados por la falta de aire
de ambas mujeres, apartándose lentamente la una de la otra.
Los ojos verdes de Ariza, ya no eran
altivos ni duros como antes y tampoco los de Bianca, que estaba aturdida y sus
ojos denotaban claros signos de estar conmocionada, pero no había indicio de
enojo en su ser.
Y Ariza, aprovechó parara recordarle la
promesa que hicieran tiempo atrás…
─ Nuestros corazones fueron unidos y
sellados ante las estrellas y ante el creador por lo que mano alguna podrá borrar u apartar ─ concluyó una
nostálgica
Ariza, evocando viejos votos ante el altar de los cielos.
De los grises ojos de Bianca, un brillo
fugaz y profundo se desprendió por unos segundos, compartiendo el mismo sentir
que una vez las unieron y las convirtió en un solo ser complementadas a la
perfección, fueron la una de la otra, amantes y un solo corazón.
Tiempos distintos se funden en ese
preciso instante en que Bianca, admite internamente que esa verdad, la marcó a
fuego y que por cientos de años añoró como nunca y que a la vez fue su martirio
que le corroyó el alma cada vez que los cielos se tapizaban de estrellas,
recordándole una promesa que ella misma rompió por causa de la traición sin
darle una chance a que se explicará a quién creyó su mitad, su alma gemela,
Arlyn.
─ Ni tú ni yo podremos borrar el pasado, Ariza
─ esgrimió una taciturna Bianca, que se dispuso a
alejarse de la estanciera.
─ Podemos mejorar nuestro presente y
hacerlo distinto, Bianca ─ refutó Ariza, que la detuvo al sostenerla del
brazo e impidiendo que se volvieran a dar las mismas circunstancias pasadas.
Cuando Bianca, se disponía a
responderle, de súbito se escuchó un grito proveniente de la planta baja de la
casa y ambas mujeres, quedaron expectantes tras esa voz. Y segundos, después,
se volvió a escuchar ahora más nítido…
─ B I A N C A ─ se escuchó una
vez más ─ ¿en dónde estás?
─ ¿Marcela? ─ se
preguntó a sí
misma, Bianca.
En eso, la estanciera reaccionó y su
rostro se tensó en el acto y profirió…
─ ¿Quién diantre se cree para venir a gritar
de ese modo en mi propia casa? ─ masculló una airada Ariza, que ya
cerraba la puerta de golpe.
Segundos más tarde, cuando la rubia
jefa de Bianca, ya se disponía a subir la escalera para buscar a su compañera,
se topó de frente con la estanciera, que la recibió tal cual estaba vestida y
con cara de muy pocos amigos.
─ Se puede saber, ¿qué haces en mi casa
y quién te dejo entrar? ─ inquirió seca Ariza.
─ No estaría aquí, si tú no hubieses traspasados los límites con respecto al
personal de mi empresa, que por cierto no te pertenece, has ido muy lejos esta
vez ─ espetó duramente Marcela, que no dejó de
subir las escaleras y enfrentar a la dueña de la estancia los pozos.
─ ¿Traspasar límites? ─ preguntó
Ariza, que se plantó
delante de la inspectora, impidiéndole seguir avanzando. ─ ¿de
qué
rayos hablas?
─ Te parece poco atentar contra la vida
de uno de mis empleados y más encima secuestrarlo ─ acusó
Marcela, en el mismo tono imperativo de la otra mujer.
─ Vienes sin permiso alguno a mi casa,
dando gritos cosa que ni yo hago; y tienes la tupeza de levantarme
semejante calumnia ─ reprochó cabreada Ariza ─ para ello, necesitas una orden de un juzgado para allanar mi hogar.
Marcela, no se dejó amedrentar por la
fiera mirada ni las palabras de la estanciera, por lo que puso una de sus manos
sobre su cadera, clara señal de provocación; y levantando su barbilla,
respondió…
─ Entonces me dirás, ¿por qué el jeep de mi empleada,
está
abandonado e incrustado frente a un cerco de otro estanciero, indicios muy
claros de que intentaste provocar que Bianca, volcase su coche. ─ enunció las
infracciones con saña Marcela y por si esto fuese poco, la señaló con un dedo
para proseguir. ─ y tengo la suficiente autoridad para
hacerlo, porque en este momento soy la encargada de todo mi personal y por
ello, estampé una
denuncia en el retén de carabineros por intento de homicidio y secuestro de
Bianca Rangel.
─ ¿Que tú hiciste qué cosa? ─ inquirió rabiosa
Ariza, sujetando de las solapas de la chaqueta a la inspectora, tal era el
agarre que la levantó
unos milímetros
del piso y amenazó. ─ acaso no sabes con quién te estás enfrentando, pobre estúpida.
Los ojos verdes de Marcela, centellaron
en el acto y sin inmutarse ante la situación, prosiguió…
─ Quítame las manos de encima, será mejor ─ demandó
cortante Marcela y añadió. ─
tienes todas las de perder con semejante actitud de forajida y dime dónde tienes a Bianca.
La respuesta de Ariza Pedrales, no se
hizo esperar y en el acto la palma de su mano se estrelló con el rostro de la
inspectora, girándole en 90 grados al mismo tiempo que se escuchó…
─ Detente Ariza ─ ordenó
Bianca, que sostuvo la mano de la estanciera que iba por un segundo intento. ─ ¿cómo te atreves a golpear
de ese modo a Marcela? Acaso te has vuelto loca o qué.
La mencionada, sólo se dignó a mirarla
contrariada por la interrupción y menos viniendo de la mujer que aún seguía
amando.
─ No permito que se me insulte de ese
modo y mucho menos en mi propia casa ─
aclaro con disgusto Ariza.
─ No malgastes tu tiempo, Bianca ─ señaló Marcela ─ está
mujer está
acostumbrada a comportarse cómo se le da la gana y nunca ha permitido que nadie la contraríe. Piensa que todo le
pertenece y es dueña del
mundo.
─ Eso
no le da derecho a tratarte de ese modo ─
espetó
Bianca, acariciando con sutileza el rostro de su jefa. ─ ahora dime, es verdad eso que mencionaste acerca de una denuncia o
escuché
mal.
─ Oíste bien ─
corroboró
Marcela ─ he venido acompañada de un móvil de carabineros para
comprobar mi reclamo del secuestro e intento de homicidio.
─ ¡Por todos los cielos! ─ exclamó
Bianca, viendo por el rabillo de sus ojos, la reacción de Ariza, que en ese
momento estaba impertérrita
ante la caricia de la joven Rangel como de las palabras de la inspectora. ─ ¿podemos
anular esa denuncia?
─ De ninguna manera ─ contradijo Marcela, viéndola fijamente ─ que no te das cuenta que casi provocó un accidente y que podrías haber muerto por su
culpa.
─ Pero estoy bien, Marce ─ alegó
Bianca en defensa de Ariza. ─ estoy viva y en una
pieza.
─ Lamento que no veas la gravedad del
asunto y le bajes el perfil ─ reprochó Marcela ─ porque yo no retirare la denuncia y sentará precedentes para el
futuro y que los estancieros aprendan de una buena vez, a respetar al personal
de Enap y no a tratarnos como a insectos que pueden pisotear cuando les venga
en gana.
─ Marce ─
imploró
Bianca, un tanto asustada por las consecuencias que ello, iba a implicar y todo
por su culpa.
─ No insista más ─ denegó
Marcela y tomándola
firmemente del brazo, la instó a seguirla ─ es mejor que nos vayamos y puedas
abrigarte o pescarás
una pulmonía.
─ Ella se queda ─ protestó al
instante Ariza, asiéndola
del otro brazo. ─ tú no vas a dar órdenes en mi casa.
─ ¡Perdón! ─
exclamó
molesta Marcela, quién se
volteó
enseguida hacia donde estaba la estanciera. ─
creo que no estás en
posición de
objetar nada, Ariza y por tu propio bien, más te vale que no sigas acosando a mi
empleada.
─ ¿Estás desafiándome? ─
inquirió con
un tono peligroso, Ariza al mismo tiempo que su rostro quedo frente al de la
inspectora.
─ Tómalo como una advertencia por ahora ─ provocó
Marcela con altivez y burla en sus ojos, y luego acotó. ─ además,
debo aclararte que yo no soy como Alejandro ni Héctor.
Ambas mujeres, sacaron chispas en sus
ojos verdes, pues por primera vez se veían en un escenario totalmente distinto
a los anteriores y que quedó demostrado que ninguna de las dos tenía la mínima
pizca de temor, sería un choque colosal a futuro por un mismo objetivo…Bianca.
─ Es hora de irnos, Bianca ─ demandó
Marcela, jalando a la muchacha y sin dejar de ver a la estanciera.
─ Espera, mi ropa ─ señaló Bianca, que en vano
trato de frenarla.
─ Ya te la enviará de regreso, la señorita Pedrales ─ sentenció
Marcela, quitándose
su chaqueta, la puso sobre el cuerpo de Bianca y de un solo tirón la llevo
escaleras abajo y en cosa de segundos, desaparecieron de la vista de Ariza.
Por su parte, Ariza, se quedó mordiendo
la rabia en su amor propio, ya que fue ridiculizada por una simple mujer que no
solo la amenazó en su propia casa sino que además, le quitó de las manos a la
mujer que amaba.
─ Ya vas a ver Marcela Paredes ─ profirió una airada Ariza, que apretó fuertemente los puños de sus
manos, que estaban inundados de coraje ante la afrenta de la mujer.
El destino es impredecible, juega a su
antojo con las personas y más encima pone tropiezos para que los salves y otras
veces, te pone algo que no contabas…Un rival.
1 comentario:
Lo que yo decía ^^... Ariza tiene competencia muy dura; Marcela jejejejeje. A ver como sigue esto, sobretodo ahora que ambas estan entre sus vidas pasadas y las presentes. Buff... Que intenso.
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