Capítulo 2 Interludio.
Los ojos grises estaban atascados
en aquellos, verde pradera, que no dejaban de verla con cierta burla y a la
vez, con curiosidad.
Nada le hubiese preparado para un momento tan hostil como el que estaba
viviendo, Sí tan sólo hubiese seguido su camino y no de dárselas de buena
samaritana con una oveja, nada de eso estuviese ocurriendo y exponerse a ser
juzgadas por sus superiores y de la más temida mujer de todo el sector.
A veces la vida, se vuelve incierta e
impredecible y juega con tus emociones a su entero antojo, sintiéndote como
marioneta en sus hilos que no se dejan de mecer a su entero capricho y quedas
colgado en el limbo, por más que trataste de zafarte de los lazos del
destino, un duro escarmiento que debes asumir con amargura y resignación,
porque no tomaste en cuenta que tú eres un simple actor y no el director de la
orquesta del anfiteatro de la vida.
«Esto sólo me puede estar pasando a mí»
se cuestionaba duramente la joven.
─ Bianca ─
llamó Héctor ─ ¿estás bien?
Sin embargo, no hubo respuesta de su
parte…sólo silencio.
─ Bianca ─
insistió
ahora, don Alejandro, que se vio obligado a intervenir al no conseguir reaccionar
a la joven y tocándole su hombro.
La muchacha, recién ahí, despertó de su
ensoñación y quedo viendo a su jefe y parpadeó varias veces al no comprender
nada.
─ Bianca, ¿te encuentras bien? ─ preguntó un
preocupado Alejandro.
─ ¡Eh! ─
balbuceó la
muchacha y añadió ─ este…sí (fue su escueta respuesta)
─ ¿Segura? ─
inquirió don
Alejandro para nada convencido.
─ Claro ─
mencionó la
muchacha, que no conseguía
reaccionar del todo.
─ A ver mujer ─ propuso Héctor,
dándole
u vaso de agua
para la
chica. ─ veo que tu conmoción es muy grande
aún. Anda y tómate lo todo.
La joven, obedeció sin chistar y se
bebió de golpe el vaso de agua como si con ello, quisiera despejarse
mentalmente de todo el caos en su cabeza.
─ Más despacio chiquilla, nadie te apura ─ indicó don Alejandro.
Segundos después, el mismo RP, retiraba
el vaso de las manos de la joven por temor a que pudiese hacerse daño
con él, ya que aún no estaba bien del todo.
─ Mira Bianca, nosotros no pretendemos
juzgarte ni castigarte, por lo que te rogamos que te lo tomes con calma y sólo
nos des algunas respuesta para esclarecer lo sucedido junto a la señorita
Pedrales ─ explicó Héctor.
Fue ahí, que sus ojos grises volvieron
a chocar con los de Ariza Pedrales y basto solo eso, para volver a ponerla incómoda,
ya que recordó que fue una estupida al creerla la hija de la dueña de la
estancia los pozos.
─ ¿Qué tienes que decirnos Bianca? ─ preguntó con
suavidad don Alejandro.
─ Nada tengo que ver con esa oveja ─ se defendió
Bianca ─ yo se lo expliqué a la señorita
Pedrales.
─ Ariza, ese es mi nombre ─ replicó en
seco ésta ─ ayer no tuviste empacho en llamarme por mi nombre, así que dejemos las
formalidades de lado que no vienen al caso.
Tanto Alejandro y Héctor,
intercambiaron miradas entre sí, ya que se notó al instante el aire tenso entre
ambas mujeres y eso era sinónimo de problemas para Enap. Y la dura reacción de
la dueña de la estancia, vino a dejarles en claro que solo un milagro salvaría
a la joven empleada como también la producción de petróleo para esta
semana.
─ Le vuelvo a repetir que nada tengo que
ver con su oveja herida ─ protestó Bianca ─ y
con respecto a confundirla con otra persona, lo lamento, nunca fue mi intención cometer semejante
tontera y menos tutearla.
─ ¿Estas admitiendo que te equivocaste? ─ siseó
Ariza con deliberada provocación. ─ Ayer tu actitud era distinta, señorita Rangel.
─ Usted está gozando con todo
esto, ¿no
es así? ─ rabió la
joven ─ seguro está acostumbrada que todo el
mundo corra a un tronar de dedos suyos y no caer en desgracia ante sus ojos y
por eso la complacen en todo.
Como si un rayo se sintiera en la sala,
ya que las palabras de la chica, causaron el mismo efecto en los tres, ya que
nadie y absolutamente nadie en 20 años osó siquiera alzar la voz frente a una,
de los mayores estancieros y más fieras de toda la pampa austral.
Un silencio sepulcral envolvió el
ambiente, entre los dos hombres, que temían que se desatará la tercera guerra
mundial ahí mismo, porque temían las represalias del Ariza Pedrales y sabían
que ese era el fin para la joven Rangel, y ya se podía ir despidiendo de la Patagonia.
─ Pues fíjate que no es el caso ─ sentenció
mordaz Ariza. ─ sólo me extraña que una chica tan
descuidada como tú, se
le permita trabajar en un lugar de alto riesgo como es Enap, ya que siento que
para nada estás
calificada para un trabajo como el que aquí se realiza. Siento que no das la
talla y pones en riesgo a tus compañeros.
─ ¿Cómo se atreve a juzgarme
de ese modo sin conocer mis aptitudes profesionales? ─ reprochó
indignada Bianca. ─ ¿quién se cree que es?
─ Pues una mujer muy observadora que ve
el peligro a primera vista ─ contra atacó Ariza ─ y que además es
la dueña de
este lugar, querida.
─ Eso no le da derecho alguno a poner en
tela de juicio mis conocimientos y mi formación ─
replicó en
el acto Bianca. ─ Si lo que desea es que me vaya de sus
tierras podría ser más honesta y no andarse con tanto rodeo, eso es de
cobardes.
Un silbido involuntario, fue lo que se
le escapó de los labios de Héctor, que casi cayó en un colapso cardiaco al oír
el tenor de las palabras de una simple y desconocida empleada. No obstante,
vino a interrumpir justo a tiempo, esa acalorada discusión. Obligando al hombre
de mayor autoridad a intervenir.
─ Les ruego que no olvidemos que esta es
sólo
una reunión
que pretendía
esclarecer los hechos ─ carraspeó Don Alejandro, aunque en sus
palabras estaban cargadas de cierto nerviosismo mal disimulado.
─ Usted me disculpará don Alejandro, pero yo
no acepto que nadie me trate de este modo, aunque esta señora sea la misma reina de
Inglaterra ─ argumentó una furiosa Bianca. ─ Una cosa es mi trabajo, el cual amo, pero no por eso me tengo que dejar
atropellar por cualquier patán.
─ Bianca, mida sus palabras ─ ordenó
cabreado Héctor
─ cómo no se da cuenta de que es una
empleada nada más y
que está
tratando de una manera grosera a la señorita Pedrales, que por cierto, no está
a su nivel.
─ Me vale un carajo que no esté a la altura de esta señora ─ desafió
Bianca, que ya a esa altura perdió toda cordura. ─ no soy ninguna lame botas y tampoco arribista social para dejar que
barran el piso conmigo. Con su permiso, no tengo más nada que hacer en un sitio
que son clasistas a morir.
Tras las furibundas palabras de
la joven, un sonoro portazo se dejó escuchar en la habitación, dejando pasmados
y enmudecidos a los dos hombres.
Solo los ojos verdes de Ariza,
permanecían impávidos y con cierto dejo de malicia en su mirada.
Era verdad, todo lo que se decía de
ella, era más mala que los calambres y ya había hecho trizas a su víctima sin
mucho esfuerzo.
Su fama, la precedía donde quiera que
vaya y eso la regocijaba en demasía y esta no era la excepción. Aunque…
─ Ariza, te ruego disculpes a tan mal
educada jovencita ─ se disculpó Héctor, que corrió a su lado y besando la
palma de la mano de la estanciero y fomentando que el ego de esa mujer se fue a
las nubes cada vez más. ─ Nuestra empresa está perdiendo el rumbo al contratar a personal de esa calaña.
«Por Dios, hasta dónde te puedes
rebajar amigo mío. Bianca, tiene toda la razón, eres un lame botas de lo peor»
meditó hastiado Alejandro.
Sin decir nada, salió de la sala y fue
en busca de la muchacha, pero no le halló y se fue directo a donde sus
subordinados inmediatos.
─ ¿Han visto a Bianca? ─ preguntó
Alejandro.
─ La vimos salir como alma que lleva el
diablo ─ señaló Atalia.
─ ¿Sucede algo malo, Alejandro? ─ preguntó una
inquieta Marcela. ─ Por tu cara, veo que hay
problemas.
─ Esa chica, tiene los cojones que
nosotros nunca hemos tenido ─ aclaró Alejandro. ─ y la verdad, no quiero perder a una funcionaria como esa, por culpa de
estos estancieros de mierda.
─ Alejandro, ¿qué sucedió para que te expreses de
ese modo? ─ advirtió Marcela. ─ me estás
preocupando. ¿Qué fue lo que hizo Bianca?
─ Se los contaré en el camino. Ahora
necesito que me acompañen
hasta su casa ─ ordenó Alejandro a sus dos empleados. ─ no estoy dispuesto a perderla, ya veré cómo lo haré, pero esa chica de este lugar no se
va, aunque arda Troya.
Tanto Marcela como Atalía se quedaron
viendo, pues en los años que llevaban en Posesión, nunca había visto a su jefe
tan molesto y dispuesto a desafiar al sistema imperante por los ganaderos del sector.
Estaba más que claro, que las cosas ya
no volverían a ser las mismas y se iba a escribir una historia bastante
peculiar y que encerraban ocultos misterios de un pasado tormentoso para las
protagonistas.
En sitio distante de lo que en aquellas
tierras sucedía...
En las áridas arenas del desierto
nortino. Una mujer mayor, cuya tez estaba marcada por los surcos del paso de
los años, veía en dirección del mar y sus negros ojos, brillaban con cierta
nostalgia al recordar a una persona muy querida por ella.
─ Cuídate pequeña mía ─ murmuró la
anciana ─ ella, nunca estuvo en este lugar. Y no
dejaste que te explicará que
en tierras sureñas
ibas a reencontrarte nuevamente con la mujer que más amaste y la que causo
tu mayor sufrimiento y desgracia.
Una gruesa lágrima se desprendió de sus
ojos, resbalando lento por su mejilla, como si no tuviese prisa por caer al
suelo, ya que estaba vestida de luto por aquella muchacha que intentaba
vanamente torcerle la mano al destino.
A Kilómetros de ahí...
« Así que no estuve equivocada en mi
impresión de ese primer encuentro...Eras tú, Anaí» susurró una delicada voz,
que pertenecía a una morena de aspecto gitano, cuyos ojos verdes no dejaban de
centellear. Destello típico que se desprende de un cazador que está listo para
saltar sobre su presa.
1 comentario:
Jejeje... Como se pone la cosa por este fic jajajajaa. Ariza ha reconocido a Bianca como su amor de una vida pasada, Anaí. Bufff... No lo tendrá fácil, y menos con los amigos de Bianca intentando aguarle los planes.
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