Capítulo
1. Encuentro. Destino implacable
El aire silbaba constante e implacable en el rostro de la joven, casi
arrancándole el aire que podían inhalar a duras penas.
En verdad que por mucho tiempo había oído sobre los vientos que
imperaban en esta zona del país, eran más fuertes y severos que el
mismo puelche, que solía sentirse en la región de los lagos.
Sin
embargo, esto superaba con creces todos los dichos y advertencias que recibió
antes de trasladarse al lugar más inhóspito de todo Latinoamérica y que no
todos deseaban llegar y si lo hacían era sólo por un aspecto económico y nada
más, pues estar tan aislados de todo, en donde el paisaje estepario era la
única compañía y panorama a lo largo de toda la jornada y de todos los días.
─ Bianca ¿te quedarás ahí todo el día? ─ preguntó un hombre mediano, de cabellos
grisáceos y que sujetaba firme su casco que ya se lo arrancaba el viento.
─ Claro que
no ─ respondió la muchacha ─ no
pensaba quedarme aquí, querido Atalía.
─ Eso me
parece bien, ya que este jodido viento no va arreciar con nada y estoy más que
seguro que deben haber ráfagas sobre los 130 kilómetros y así, no se puede
trabajar o pararemos en la desembocadura de la primera angostura ─ mencionó algo cansado Atalía.
─ Es increíble que sólo en esta región
soplen vientos tan fuertes ─ agregó Bianca.
─ Por eso
me da coraje que en otras partes hagan un berrinche porque sopla una brisa de
80 kilómetros y decretan emergencia
nacional y a nosotros nos dejan a la buena de Dios ─ señaló con cierto disgusto Atalía,
quien era el jefe de la joven.
─ ¿Entonces continuaremos un rato
más o haremos otra cosa? ─ Inquirió la joven.
─ será mejor que regresemos al
campamento y hablemos con Marcela, para que envié un informe a Santiago, con estás condiciones
es imposible soldar esa línea y expondríamos a estos viejos a un posible
accidente ─ expuso su jefe.
─ ¿pero esto no debe entregarse
hoy a más tardar? ─ preguntó Bianca ─ esta es
la batería principal y no puede estar
detenida más de dos días.
─ Muchacha,
créeme que en los 30 años que llevo en este lugar, Enap, nunca ha dejado de
producir el crudo que se lleva el resto del país en forma gratuita ─ mencionó Atalía ─ así que sube a la camioneta y
veamos que nos dice Marcela.
─ OKa, cómo tú ordenes ─ afirmó la
joven.
Antes de que el Inspector
subiese al vehículo, ordenó a todo el personal de Nexo, abandonar el lugar por
razones de seguridad hasta nuevo aviso. Luego de ello, se quitó su odiado casco
y subió más que raudo a la camioneta y salieron raudos del lugar, ya que nada
se podía hacer contra las condiciones climáticas de la zona.
A medida que el vehículo de la
empresa se desplazaba por ese polvoriento camino de ripio, que hacia recuerdo a
esas largas carreteras australianas que no se veía un alma por los alrededores,
ya que eran grandes predios de estancieros que se dedicaban a la crianza de
corderos y caballos y que habían llegado a un acuerdo con el estado de explotar
petróleo y gas sin perjudicar sus negocios, ya que por resquicios legales, nunca
se les pudo expropiar como era la idea de muchos parlamentarios y entidades de
gobierno.
Los ojos grises de Bianca, se
perdieron contemplando la basta pampa de la Patagonia, que eran tan desolados
como el desierto del norte del país y que solía causar estragos en el ánimo de
las personas, ya que muchos caían enfermos ante tanta soledad y silencia, como
decían, los ovejeros; te que trabajaba en el campo a cargo de piños de oveja.
Hay que amar la tierra para sentir ese apego por el campo y sus costumbres.
Atalía, ¿quién conducía la
camioneta? no dejaba de ver la aguja en el tablero y resoplaba con
resignación, ya que no debía pasarse de los 80 Km en la velocidad, de lo
contrario la chicharra y eso alertaba en el acto a operaciones y esto al RP,
que por acuerdos con los ganaderos habían puesto como máximo esa velocidad para
no estresar al ganado y perder futuras generaciones de ovejas que sería
exportadas rumbo a Asia.
─ Aún no puedo entender como una
muchacha inteligente y buena moza, allá escogido
este lugar para venir a encerrarse por un año completo ─ inquirió Atalía, para entrar en una plática y hacer ameno el viaje.
─ Jajaja ─ bromeó Bianca ─ eres único Ata.
─ ¿Por qué dices que soy único? ─ preguntó el aludido.
─ Primero,
reconoces que la inteligencia por sobre la belleza y eso es algo poco usual en
un hombre ─ explicó la chica ─ segundo, ¿por qué piensas que casi me vine a
perder a este lugar? Acaso no hay más chicas
que son ingenieras químicas que
trabajan como ayudante de los operarios de planta. ¿Qué me dices de ellas?
─ Aclaremos
una cosa pequeña, que son solo cuatro chicas
que acaban de egresar de la universidad
y recién llevan un par de meses
trabajando ─ expuso Atalía ─ y a diferencia tuya, ellas
trabajan roles de 7 x 7 y no como cierta señorita que
conozco que estará todo un condenado año sin salir de este lugar. ¿No se le
llama a eso, encerrarse?
─ Bueno, viéndolo de eso modo, tienes razón ─ admitió Bianca ─ Pero la
verdad, mis motivos para haber solicitado tan larga estadía, ya que regresar a Iquique continuamente iba a
desgastarme y debía alejarme cuanto antes de ahí.
Atalía, le quedo viendo por el
rabillo de sus ojos y se percató que la joven, quedaba algo melancólica después
de haber dicho esa infidencia y buscó la forma de animarla.
─ Comprendo
bien ─ acotó el
inspector ─ sin embargo, nosotros somos privilegiados de tener a la primera y
única mujer que es ingeniero en
minas y que además, se
perfeccionó en un país tan difícil como Australia, que son los
reyes de la minería. Pero lo
mejor de todo, es que es muy guapa, sexy y sencilla y muy buena jugando basquetbol,
por Dios que nos has dado paliza a los más «avezados» muchachos de las viejos
estandarte.
Aquel comentario, le causó
mucha gracia…
─ Jajaja, veteranos, diría yo ─ se mofó con picardía la chica.
─ ¡Discúlpame! ─ exclamó con espanto y risueño, Atalía. ─ muchachos
avezados, veteranos sueña a muy
arrugado, como pasa, ¡Cuácale!
─ Jajaja ─ rió de buena gana Bianca ─ dejémoslo sin comentarios.
─ Sí, es lo mejor que oído en todo el santo día ─ concordó Ata ─ mira que
si los muchachos oyen eso, se mueren ahí mismo.
─ Y así dicen que las mujeres son
sensibles ─ acusó Bianca ─ ustedes
se pasan.
─ Compréndenos, cuando pasan los añitos, debemos mostrarnos recios
o sino nuestras brujas nos mandan a volar ─ acotó divertido Atalía.
─ ¡¿Brujas?! ─ exclamó con espantó Bianca ─ ustedes
son el colmo, cuando llegan a casa te apuesto que le dicen, mi amor, mi vida, i
princesa cada día estás más hermosa y nunca bruja, sino
el tonto garrote que les espera.
─ ¿tú cómo sabes? ─ preguntó un asombrado Atalía, que no
dejaba de verle con ojos saltones.
─ ¡OH Vamos Ata! ─ comentó Bianca ─ porque es
más que obvio que no vas a tratar
así a tu esposa, porque si no los coscarean
de lo lindo. Bien es sabido que en casa manda la mujer y no el hombre.
─ Eso se
oyó demasiado feminista ─ evidenció Ata.
─ Crecí viendo a mi padre ser un macho
recio, fortachón y todo eso, pero llegando a
casa con un solo grito de mi madre, llegaba a correr ─
confidenció la muchacha ─ y no es que
sean brujas sino que a ustedes les encanta que las mujeres tomen las riendas en
casa.
─ Eso no te
lo voy a negar ─ confesó Atalía ─ es un
asunto de estrategias nada más, no
podemos abarcar todo en la vida.
─ ¡Aha! Si como tú digas ─ expuso
Bianca, moviendo su cabeza, ya que nunca admitirían que la esposa gobernaba en
casa.
En eso van llegando al
campamento, cuando de pronto, el inspector, recordó algo…
─ ¡Por la cresta! ─ exclamó de súbito Atalía.
─ ¿Qué sucede? ─ preguntó Bianca, cuando ya la camioneta
se estacionaba en obras.
─ Olvide
las mediciones que hiciera Carlos, en el tanque de Daniel Este. ─ explicó Atalía, que llevó su mano a la frente y dando
pequeños golpes por el descuido.
─ Y esas
las necesita don Alejandro ─ recordó Bianca.
─ Ese es
precisamente el problema, tendré que ir hasta Daniel Este y traerlas de lo
contrario, queda un hecatombe mañana en Punta Arenas ─ explicó Atalía.
─ Pero tú
debes hacer el informe de la batería 1 ─ señaló la chica y añadió ─ si gustas voy yo de una
carrera hasta Daniel y se las pido al operador de turno.
─ ¿Harías eso por mí? ─ inquirió su jefe.
─ Pues
claro que sí hombre ─ respondió Bianca.
Justo cuando la chica, se
disponía en subir nuevamente a la camioneta, el inspector la detuvo…
─ Bianca,
por lo que más quieras ten cuidado en el
camino, ya que esta es la hora en que la dueña de los pozos, recorre con sus
hombre todo la estancia para ver que sus animales estén bien y nosotros no
hayamos provocado ningún daño ─ previno Atalía ─ será la primera vez que irás sola, ya que llevas muy poco
tiempo en este sitio y no sabes que todo Enapino, evita cruzarse en esta hora
con la dueña, porque si la pillas de malas pulgas es capaz de meterte un tiro
sin asco.
─ Vaya, esa
mujer tiene muy mala fama. ─ concordó Bianca ─ desde que
llegue hace un mes que oído cosas horribles de esa señora.
─ Ruega
para que en toda tu estadía, no te
topes con la dueña ─ aconsejó el inspector ─ a
nosotros nos detenido a punta de escopeta en el camino y a detenido las faenas
durante una semana y solo RP han podido negociar con ella, bajos muchas multas
para la empresa.
─ ¿Ella les impone sanciones? ─ preguntó una asombrada Bianca. ─ ¡Por todos los cielos! Se parece
a la Quintrala.
─ Un
consejo, guárdate para ti ese comentario ─ explicó Atalía ─ mira que
si llega a sus oídos, no entras más a la estancia.
Bianca, quedó de una pieza ante
las palabras de su superior y con un suspiro de resignación, se limitó
encoger sus hombres y asentir con su cabeza en señal de haber entendido
el mensaje.
─ Sigue mi
consejo y todo estará bien ─ indicó Atalía y palmeó el hombro de la muchacha. ─ ahora ve
y ojo al camino, modera la velocidad, te sugiero a 40 no más.
─ Está bien, Ata ─ convino
Bianca y se apresto a subir al vehículo.
En cosa de segundos, la camioneta se perdió de la vista del inspector y en eso,
se topó con Marcela, jefa de inspectores que salió a su encuentro…
─ ¿Dónde va Bianca? ─ inquirió Marcela, una mujer muy alta y
rubia, de carácter muy alegre y jovial.
─ Va a
Daniel Este por unas mediciones que olvide, ya que yo debo entregarte el
informe del desperfecto de la Batería 1 ─ explicó Atalía.
─ Ata, ¿Qué has hecho? ─ exclamó una preocupada Marcela ─ Bianca
está recién conociendo todo (exhaló una bocanada de aire) ruega
para que no se tope con ella o de lo contrario estaremos en problemas, si esa
mujer, la considera un peligro no dudará sacarla a patadas de su estancia.
El hombre, giró su cabeza y
quedo viendo el camino por dónde se fuera la joven y una sonrisa se pintó en su
rostro.
─ Confiemos
en que todo saldrá bien y no
seamos tan pesimistas ─ señaló Atalía.
─ ¿Desde cuándo te has vuelto tan
confiado, Ata? ─ inquirió con asombró Marcela, que nunca creyó oír semejante palabras de los
hombres más cuidadosos de todo el
campamento.
─ No me
preguntes porqué mujer,
pero le tengo fe a esa chica ─ admitió el inspector.
─ Te estás volviendo viejo mi querido,
Ata ─ reprendió cariñosamente Marcela.
─ Los años no pasan en balde, Marce ─ concordó Atalía ─ ahora,
vamos por ese informe y dejemos que el destino escriba una nueva historia, en
estas tierras de nadie.
─ Ni modo ─ asintió Marcela.
Ambos inspectores, se perdieron
en las instalaciones de obras.
Mientras rumbo a Daniel, la
camioneta seguía curso por el polvoriento camino. La joven Ingeniero, pensaba en
algunos sucesos que le hicieron recordar su hogar y sintió nostalgia de añorar
a sus padres y hermanas.
No se dio cuenta de cómo
piso el acelerador y ya bordeaba los 80 y estaba próxima a rebasarlo, cuando se
percató a tiempo y evito que esa condenada chicharra suene.
─¡Ups! Por poco y meto las patas ─ se dijo
Bianca. ─ va a ser
un largo año para acostumbrarme a todo
esto y a tanta regla que impera en
este lugar.
Bajo despacio la velocidad e
hizo caso a los consejos de Atalía y se fue a 40 Km por hora hasta llegar a Daniel
Este y cruzar los dos portones que le impedían llegar a las dependencias
de la planta en la que estaban dichas mediciones.
Una vez que cruzó los dos
portones y cerrarlos, se encaminó a la planta que quedaba cercano a la playa.
El trayecto le tomó cuarenta
minutos exactos y en verdad, era un viaje agotador sicológicamente, porque se
debía tener mucho cuidado con las ovejas en todo el recorrido y así, no
atropellarlas y darle motivos a la dueña de la estancia los pozos para quejarse
y cobrar severas multas por los daños. Por lo que se debía detener cuando cada
animalito que estuviese en el camino se dignará a cruzar y recién ahí,
proseguir con la marcha.
Una vez que vislumbro la
planta, pudo respirar más aliviada y ver que la camioneta del operador se
encontraba en el lugar y no tendría que esperarlo por espacio de una hora y
media que solían tardar de un lugar a otro, porque ellos tenían más de dos
instalaciones a su cargo y que ver que todo funcionará en perfecto orden y sin
alteraciones, para que así cada cliente en la ciudad pudiera recibir
tranquilamente de su gas como su combustible.
─ Al fin
llegué ─ exclamó Bianca con una sonrisa en los
labios y estacionó en el único lugar que quedaba
disponible y como norma de la empresa debía ser en
ese lugar y de cola.
Una vez que dejó su vehículo
estacionado, se fue al módulo del operador, pero quedo sorprendida de no
hallarle y solo ver que tampoco estaba la carpeta de Atalía.
─ ¿Dónde rayos se metió? ─ se
preguntó para sí.
Salió del lugar y comenzó a recorrer
las dependencias del lugar en busca del operador, ya estaba casi cerca de uno
de los compresores, cuando oyó…
─ Bianca,
por aquí ─ llamó un muchacho alto y moreno, que
desde la torre, la hacía señas a la muchacha para que se
acercará.
─ Mauricio,
no sabía que estabas tú de turno esta
semana, ¿no se suponía que estabas con descanso? ─ inquirió ésta.
─ Se suponía, pero Manuel enfermó y debí venir a reemplazarlo hasta que
llegue Gonzalo de Punta Arenas ─ señaló el joven, mientras bajaba las
escalerillas.
─ Eso
quiere decir que te irás pronto a casa ─ comentó Bianca.
─ Más que seguro que mañana en la tarde ya estaré a bordo de ese bus rumbo a
casita ─ comentó Mauricio ─ por
cierto, ¿qué haces aquí y a estas horas?
─ Es una
larga historias, jejeje ─ bromeó Bianca ─ sucede
que he venido por una carpeta que se dejó olvidada
y tiene cierta mediciones que tomará Carlos.
─ ¿No me digas que Atalía se fue a
olvidar de eso? ─ preguntó un risueño Mauricio ─ creo que él
está afectando trabajar con una
mujer tan hermosa como tú, lo tienes loquito.
─ Déjate de hablar payasadas ─ recriminó Bianca ─ y dame
esas carpetas será mejor.
─ Cómo usted mande mi lady ─ contestó divertido el operador, cuadrándose ante la joven como lo
hace, la milicia.
─ Realmente
eres un tonto ─ acotó la chica ─ dime dónde están antes que se me haga más tarde y pueda ver a cierta
persona.
─ Ok, mujer
─ respondió Mauricio y fueron hasta el
modulo para entregarle la carpeta. ─ toma y espero no la vayas a
perder tú ahora.
─
Graciosito ─ amonestó Bianca ─ será
mejor que me vaya cuanto antes.
─ Sí, es lo más aconsejable, porque puedes
toparte con el monstruo de las pampas y hacerte que te pierdas ─ bromeó Mauricio, haciendo gestos
fantasmales para asustar a la joven.
─ Muy
chistosito ─ recriminó divertida
Bianca ─ ¡Cómo si existiera!
─ Pues, déjame decirte que ella existe,
mi estimada señorita Rangel ─ corrigió Mauricio. ─ es el
terror del sector y la región.
─ ¿Te refieres a la dueña de los pozos? ─ preguntó Bianca, que ya se subía al vehículo.
─ ¿Quién más? ─ aseveró
el operador ─ su fama es conocida por todos los ganaderos de la región. ─ es una
mujer intimidante y dicen que, es más mala que
los calambres.
─ Por lo
visto, esa mujer tiene méritos para ganarse la fama que tiene ─ concluyó Bianca. ─ en todos
los casos, no conozco una así desde la dama de hierro.
─ Créeme que le gana y por lejos ─ acotó Mauricio.
─ ¿La conoces en persona? ─ preguntó Bianca, un tanto curiosa.
─ Yo no,
pero Manuel y Gonzalo sí, y dicen
que es el mismo mandinga hecho mujer ─ narró el joven.
─ Creo que
ustedes exageran un poco.
Una cosa es que sea una mujer de carácter
fuerte tal vez, pero de ahí que sea más mala que el mismo mal, no lo
creo ─ rebatió la joven.
─ Quizás ─ dijo
Mauricio ─ como sea evita, estos horarios y estarás tranquila.
─ De
acuerdo, lo tendré presente ─ repuso
Bianca ─ nos vemos
en el campamento.
─ Vale, cuídate ─ dijo
Mauricio y se despidió de la
joven, alzando su mano y entrando a su módulo.
La camioneta, tomó el camino de
regreso y como ya comenzaba a ponerse el sol, había que tomar más resguardos al
conducir, ya que las ovejas se acercaban más al camino porque en la orilla se
encontraban charcos de agua y solían beber cuando el sol se ocultaba.
Después de pasar los portones,
todo el camino estaba casi lleno de algunos ejemplares que hacían de las suyas
bebiendo a placer.
Así, que para remediar
esto y no ponerse tensa con tanto animal en el camino, encendió la radio del
vehículo, pero no consiguió sintonizar ninguna señal por la lejanía de todo,
por lo puso un CD que ya estaba puesto y se escuchó «More than this» de one
direction. El tema, le trajo de inmediato recuerdos de cierta persona y eso, le
provocó tristeza. No obstante, no quiso apagar el aparato y se dedicó a
conducir y no pudiendo evitar que los recuerdos inundaran su mente.
La canción aún no acaba
de sonar, cuando justo en una curva y en pendiente, se topó de lleno con un
corderito echado sobre el camino y por más que espero, para que se pusiera de
pie y decidiera salirse del camino, no consiguió nada.
Estuvo más de 10 minutos
esperando que aquella criatura se levantara y ya cansada de la espera, se bajó
de la camioneta para ver que sucedía con aquel corderito.
Mayúscula fue la sorpresa, que
cuando llegó a su lado, se encontró con la sorpresa de que estaba herido de una
de sus patitas y por eso estaba echado sobre el camino.
─ ¡Pobrecito! ─ exclamó Bianca, que se limitó a acariciarlo para
tranquilizarlo, pues estaba muy temeroso y bramaba pidiendo ayuda.
Bianca, se enderezó y observó a
todos lados en busca de algún trabajador u ovejero, pero no halló a nadie hasta
donde sus ojos le permitían abarcar.
─ Por lo
visto, no puedo dejarte así y aunque
me metas en problemas, te ayudaré en lo que
pueda ─ dijo
Bianca al pobre corderito.
Sacó de su pantalón, un pañuelo
y limpió la herida del animalito, aunque bramaba del dolor, consiguió completar
su misión, lo tomó en brazos como pudo y en eso, se escuchó…
─ ¿Qué se supone que estás haciendo? ─ exclamó una potente voz femenina a sus
espaldas.
Bianca, sintió un escalofrió
recorrerle toda la columna vertebral, tragando en seco y sólo con un suspiro
profundo, decidió voltearse a ver, con el corderito aún en brazos.
Al dar la vuelta, se topó con
una mujer que la apuntaba con una escopeta directo a la cabeza.
Ésta tenía un aspecto muy frío,
cuyo rostro moreno denotaba autoridad, sus cabellos rizados y de un negro
azabache, que se perdían por su espalda, le daban un aspecto como de gitana.
Sin duda que la mujer era
hermosa, pero en ese momento su belleza paso a segundo plano, porque el arma
que tenía en sus manos, era lo que realmente preocupaba.
─ Te lo
vuelvo a repetir, ¿qué estás haciendo con ese cordero? ─ preguntó en un tono amenazante la
morena.
─ Pues lo
que ves. Estoy ayudando a esta criatura que estaba herido y llevarlo a un lugar
seguro para que no vayan atropellarlo ─ comentó Bianca.
─ ¿Cómo sé que no
fuiste tú la que lo atropelló? ─ acusó la mujer.
─ Perdóname, ¿pero vez acaso que mi
vehículo tenga algún daño? o ¿sangre en la carrocería? ─ confrontó Bianca ─ si no te
importa, me gustaría dejarlo
en la orilla porque está asustado
y porque además, pesa bastante y mis brazos
se resienten un poco.
─ Muy bien ─ dijo
ella, mientras bajaba del caballo y seguía
apuntando con el arma a la muchacha.
La ingeniero cruzó el camino y
lo llevó hasta un lugar apartado en dónde no se expusiera y se regresó hasta
dónde estaba su camioneta sin dejar de ser apuntada por la desconocida.
─ ¿Podrías dejar de apuntarme con esa
cosa? ─ demandó Bianca ─ mira que
no soy ninguna delincuente y como te darás cuenta soy una empleada de Enap y
sabrías dónde hallarme si quisiera arrancarme.
─ Me extraña que Héctor, no te
previniera al respecto de que ningún
trabajador puede andar en horarios de arreo de animales ─ aclaró la mujer, bajando el arma y
sin dejar de ver a la joven.
─ A decir
verdad, se me informó, pero
dado que surgió un imprevisto tuve que salir y
no me quedo más remedio que asumir ─ explicó la joven ─ además, ¿porque debo darle
explicaciones a una desconocida? que ni siquiera tiene la educación de
presentarse antes de hacer cualquier interrogatorio.
La mujer, clavó en ese instante
sus ojos verdes en la muchacha y sin más rodeos, se presentó.
─ Mi nombre
es Ariza ─ informó la mujer,
cruzando sus brazos sobre su pecho en forma muy arrogante y preguntó. ─ Y... ¿Cuál es el tuyo?
─ Bianca ─ dijo la
ingeniero y no quiso saludar de manos como se debía por la postura de la otra. ─ supongo que ¿tú has de ser hija de la dueña de la estancia de los pozos?
Los ojos verdes centellearon
ante las palabras de la chica y se entrecerraron muchísimo.
─ ¿Qué te hace suponer eso? ─ preguntó con vivo interés Ariza.
─ Por tu
aspecto juvenil, porque dudo mucho que tu madre; digo esto con respeto; ande a
caballo recorriendo sus tierras ─ Comentó Bianca.
─ Veo que
piensas que la gente mayor no puede desenvolverse al igual que uno más joven ─ recriminó Ariza.
─ Mira lo
dije con respeto, pero todos sabemos que llegada una edad y por salud, dejan de
realizar ciertas actividades que puedan resultar complejas para ellos ─ explicó Bianca.
─ Cómo se nota que de la vida del
campo no sabes prácticamente
nada, muchachita ─ soltó mordaz Ariza.
─ Pueda que
no sepa mucho, porque me crecí en la
ciudad y dónde las personas a cierta edad
se cuidan mucho y eso no tiene nada de malo ─ increpó Bianca, que comenzó a molestarse un poco por la
actitud de la otra joven.
─ Las
mujeres citadinas poco y nada saben de lo que es vivir en el campo y todo lo
que ello implica ─ reprochó Ariza ─ vienen
hasta acá dando lecciones de cómo vivir una vida saludable,
cuando lo único que consiguen en la ciudad, es enfermarse más.
─ No sé ¿cuál sea tu problema? ─ señaló Bianca ─ pero de
una cosa estoy segura, no metas al mismo saco a todos.
─ Y tú tampoco generalices con
respecto a las personas y que pueden hacer o no a cierta edad ─ rebatió Ariza.
Con un suspiro de cansancio,
Bianca, comprendió que no iban a llegar a ninguna parte, por lo que
decidió terminar la charla e irse al campamento.
─ Ariza, no
quiero ser descortés contigo,
pero si no tienes cargos en mi contra con respecto a lo que sucedió con el
corderito ─ expuso Bianca ─ me retiro, tengo un largo
viaje aún al campamento.
─ Puedes
marcharte cuando gustes ─ respondió ésta, fríamente ─ lo que si
no vuelvas a cruzarte en mi camino en este horario.
─ No me
digas. ─ Ironizó Bianca, que le molestó la amenaza de la joven. ─ ¿Acaso
eres como tu madre? que le corre bala a todo.
Ariza, que ya se alistaba para
subirse a su caballo, giró en seco y le quedo viendo fieramente y agregó…
─ Mide tus
palabras ─ advirtió Ariza, tras decir eso, dio la media vuelta y montó su
cabello. No sin antes lanzarle una severa mirada a la joven.
─ ¿Pero quién diablos se cree que es? ─ Rabió Bianca, que al subir a la
camioneta, tiro fuerte de la puerta. ─ Qué tipa más arrogante y engreída, ni
quiero ni pensar en cómo será la madre.
De lo molesta que estaba, se
fue al máximo de la velocidad permitida y aunque en cosa de segundo
estaba oscuro y media hora ya estaba en el campamento. No obstante,
sus esfuerzos fueron en vano, ya que la oficina de obras ya estaba cerrada y
tampoco halló a don Alejandro, por lo que se fue a su casa a descansar.
Tomó una ducha bien prolongada,
vio algo de Tv y se fue a dormir, pero mientras dormía, no dejó de soñar con
algo que la perseguía desde hace mucho tiempo…
«No importa dónde huyas, no
podrás evadirla, porque es tú destino encontrártela en esta vida, te guste o
no» susurró la voz de la anciana.
─ Nunca ─ fue el
gritó con el que despertó Bianca, asustada y que
traspiraba como si hubiese corrido una maratón.
─ Otra vez
esa pesadilla ─ murmuró Bianca ─ no me
importa lo que hayas dicho, yo no permitiré que eso
suceda, voy a truncarle la mano al destino.
Volvió sus ojos grises a su
reloj y vio que despertó 15 minutos antes que sonará la alarma y de un brinco
se fue a la ducha.
Minutos después se vistió
y se fue a los comedores a desayunar y comenzar así su jornada, como de
costumbre se sentó junto a su grupo de conocidos y platicaron los 20
minutos que les tomaba el desayuno.
A las 7:30 en punto estaba en
la oficina de obras y busco a su jefe. Lo halló en compañía de Marcela, quienes
le preguntaron sobre la carpeta y si no había tenido novedades en el trayecto.
Bianca, les narró cómo fue que
se topó con una mujer muy desagradable y les refirió todo con lujo de detalles
y cuando les digo el nombre de la mujer, tanto Atalía como Marcela se vieron
fijamente y palidecieron al toque.
─ ¿Has dicho Ariza? ─ preguntó Atalía.
La joven no alcanzó a
responder, cuando les interrumpieron…
─ Bianca, ¿podemos hablar un momentito? ─ solicitó un hombre delgado con aspecto
de serio.
─ Claro Don
Alejandro ─ Afirmó Bianca. ─ ¿sucede algo?
─ Tenemos
un problema ─ mencionó Alejandro
─ Bianca,
te presentó a Héctor, quien es de la RP,
asuntos ganaderos de Enap y que tiene trato directo con los estancieros.
─ Un gusto
en saludarla Bianca ─ dijo éste, extendiendo la mano a modo
de saludo. ─ Tal como lo mencionó Alejandro, soy el representante de la
empresa ante los estancieros y se podría decir que mi labor es llegar a ciertos
acuerdos con estas personas.
─ Comprendo
─ dijo
Bianca ─ ¿pero qué tengo que ver yo en
todo eso?
─ Mucho
Bianca ─ explicó Héctor ─ hemos
recibido una queja en tu contra.
─ ¿En mi contra? ─ preguntó anonadada la muchacha ─ ¿qué fue lo que hice y de quién?
En eso el RP, abrió la
puerta de su despacho e hizo pasar a la joven, encontrándose con una mujer que
estaba de espalda y dejaba ver su larga cabellera rizada hasta la altura de las
rodillas y que de ahí solo se apreciaban un par de botas negras de montar.
─ Bianca,
ayer protagonizaste un incidente con la dueña de la
estancia los pozos, quien te encontró fuera de
horas de trabajo. ─ informó Héctor ─ y que además, halló una de sus ovejas heridas.
─ ¿Cómo? ─ inquirió la joven y añadió ─ eso es imposible, con la única persona que me topé en el
trayecto fue con su hija, que se llama Ariza y nada tengo que ver yo con esa
oveja herida.
Héctor, la
quedo viendo fijamente y agregó unos segundos después…
─ Bianca ─ dijo Héctor ─ te
presentó a la dueña de la estancia los pozos,
Ariza Pedrales.
En eso, la mujer que estaba de
espalda, giró para ver directamente a los ojos a la muchacha.
Aquellos ojos grises de
Bianca, se abrieron como platos al contemplar de quién se trataba. Resultó ser
nada menos que la misma mujer que tuvo la desafortunada suerte de toparse y de
quién creyó que era la hija y que además, cruzaron algunos duros comentarios.
─ Nos
volvemos a encontrar, Bianca ─ señaló Ariza, con burla en sus ojos
verdes.
« ¡Cielos! no puede ser, ¡maldito
destino!» se lamentó interiormente Bianca.
En un plano, dos rostros se
cruzaron y se podía apreciar como chocaban miradas entre burlas y fastidio.
Unos ojos verdes cargados de ironía y unos grises que deseaban que la tierra la
tragase en ese momento.
Hay veces en la vida que por
más que trates, no puedes evadir la cita con el destino y más, si ésta
viene marcada desde hace mucho tiempo. Puedes huir, esconderte y desaparecer
por un tiempo, pero tarde o temprano llegarás a su puerta y tendrás que decir
seguir luchando o dar por perdido todo antes de siquiera comenzar.
La historia comienza a
escribirse para una muchacha que huyó desde muy lejos para no toparse con quién
la persigue desde la otra vida.
Podrá descubrir de quién se trata a tiempo, o quedará expuesta a un futuro
incierto. Quién sabe lo que les deparé el futuro a estas dos mujeres que
cruzaron caminos y comenzaron con el pie izquierdo.
1 comentario:
No importa las veces que lo lea, nunca deja de sorprenderme el primer encuentro entre Bianca y Ariza, discutiendo como dos niñas de colegio, y la sorpresa de Bianca cuando ve que Ariza es la famosa terrateniente a quien todos temen ^^.
Nunca dejas de sorprenderme, querida compañera. Y nunca dejes de hacerlo por favor.
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