Capítulo 3. Entre la espada y la pared.
Destino Implacable
Aunque el día había comenzado con una
mañana hermosa, cuyo sol aunque tibio y que no lograría calentar por estar en
la parte más fría y austral del continente, dejaba entrever que sería
favorablemente en lo climático. No obstante, y como si se tratase de una
confabulación de todo, de un repente a otro se nublaron los cielos australes y
una persistente fina lluvia con algo de viento se dejó sentir en las pampas y
en el área de Posesión.
Era un presagio de que las cosas cambiarían en el lugar como en la vida de todo ese grupo de personas que vivía en aquellas desoladas tierras.
En la casa de I de mujeres, una joven,
guarda sus últimas cosas en su bolso, aún dominada por el coraje que no la hace
pensar en nada sensato y reflexionar un poco las cosas y buscar una solución
más centrada a lo que le toco vivir.
Sus ojos grises, echan chispas por
doquier y la dulzura que la caracteriza se ha ido a las pailas como se dice en
jerga chilena. Son pocas las personas que consiguen sacarla de sus cabales y
menos que se enfrente de buenas a primera con un desconocido, pero no quita que
sea directa en sus planteamientos desde que tiene uso de razón o que se vio
obligada en ser ella misma o dejarse influenciar por los demás, negándose a ser
ella, como lo que le sucedió de pequeña y para que mencionar como lo fue
también en otra vida.
─ ¡Si me vale madre! lo que ellos
piensen de mí en
estos momentos ─ rabió una molesta Bianca─ ¿Desde cuándo debo dejar menoscabarme por unos cuantos idiotas? que lo
único que les interesa es ascender en la vida en base a halagos que nacen de la
codicia y la hipocresía.
Terminó de guardar sus documentos y
subió el cierre de su chamarra. Tomó las llaves de su auto y salió
con su bolso y mochila afuera de la casa y en eso, se encontró que había
comenzado a llover.
─ Lo último que me faltaba, que llueva para
arruinar el bendito camino ─ resopló la joven.
Como un santiamén, lanzó bolso y
mochila en la parte trasera de su jeep y subió rauda al mismo, encendió el coche
y arrancó velozmente, tanto así, que volaron piedrecillas por toda la acera en
su paso veloz, dejando con la boca abierta a un empleado de sodexo.
─ Esa chica está loca, ¿cómo fue que le dieron su
licencia? ─ se preguntó el hombre ─ ¡Dios
hay cada loco al volante!
Lejos estaba Bianca, de escuchar
aquellas palabras y poco le importarían en ese momento, ya que lo menos que
deseaba era darle en el gusto a alguien y menos respetar las normas imperante
del lugar en cuanto a velocidad se refería; que no se debía andar en el
campamento a más de 35 Km. Eso se lo paso por la suela de sus zapatos y arrancó
a 80 de un paraguazo, casi atropelló a varios en el camino que levantaron sus
manos en clara señal de grosería para con ella y no bastando con eso, antes de salir
del campamento y llegando a la parte de estacionamiento de ganadería y
administración paso a 100, levantando una gran ola de un charco de agua que se
hallaba en el sector de lluvias anteriores y le fue a caer directo a dos
personas que se encontraban pasando por el lugar.
─ ¡¿Qué mal nacido es el que se atrevió a mojarnos?! ─ exclamó un
furibundo hombre, que interpuso su cuerpo para que no mojasen a su acompañante.
Por respuesta, obtuvo que unos verdes
ojos, centellearan en dirección del coche que se perdió veloz por el camino en
dirección de cañadón grande.
Desconocedores de todo ello, iban tres
personas en una camioneta rumbo a la casa I.
─ Descuida Alejandro ─ señaló Marcela ─ ya verás
que la convenceremos de quedarse y hablaremos con Héctor para que se deje de
idioteces.
─ En honor a la verdad, en estos
momentos poco me interesa lo que piense Héctor ─
mencionó
Alejandro ─ en lo tocante al departamento técnico, el jefe soy yo y él es el encargado de
relaciones ganaderas nada más. No le consentiré que
se inmiscuya en mi área.
─ Hombre, tranquilízate ─ Refutó Atalía
─ no es para tanto y por lo demás, suena extraño de tu parte, referirte
de ese modo a tu gran amigo y compañero de trabajo.
─ Por mucho que seamos amigos, no
debemos confundir nuestro trabajo ─
recalcó
Alejandro ─ lo sucedido hoy me ha permitido ver y
apreciar un buen elemento, el que quiero conservar y tengo la plena confianza
que el tiempo me dará la
razón.
─ En eso concuerdo contigo ─ expuso Atalía y en eso añadió haciendo indicaciones con el dedo. ─ creo que llegamos tarde.
Tanto Alejandro como Marcela, clavaron
la vista en dirección de la casa y comprobar que el jeep de la muchacha no
estaba.
─ ¡Mierda! ─
exclamó
molesto Alejandro.
─ Cálmate, Alejandro ─ señaló al instante Marcela ─ tal vez fue a dar una vuelta para despejarse, yo iré a ver si están sus cosas en la casa.
─ OKa ─
respondió éste.
La rubia jefa de los inspectores, bajo
de la camioneta y sacó las llaves de casa, ya que no sólo era jefa de Bianca
sino compañera de casa.
No obstante, al entrar se percató de
que la gorra de la joven que siempre colgaba del perchero, ya no estaba en su
lugar y en dos zancadas ya estaba junto a la puerta de la habitación de la chica
y golpeó un poco y al no recibir respuesta alguna entró en aquella habitación y
ahí pudo corroborar que nada de las pertenencias de la joven Rangel estaban en
la habitación.
─ ¡Rayos que mal! Ella sí se fue ─ exclamó
Marcela ─ Alejandro no le va a gustar nada esto.
Al poco rato, salió de la casa I y con
un simple movimiento de cabeza, les hizo comprender a los otros dos que la
chica no estaba y sus pertenencias tampoco.
Un puño se dejó sentir en el volante de
la camioneta y desde afuera, Marcela, veía a su compañero Atalía, calmar a su
jefe.
En un abrir y cerrar de ojos, la
camioneta arrancaba rápido del lugar para darle alcance a la muchacha y estaban
llegando a la salida cuando fueron interceptados por Héctor y la dueña de la
estancia los pozos.
─ ¿Qué rayos te sucedió para que estés tan mojado? ─ preguntó
Alejandro.
─ Un idiota que paso a más de 80 y nos
hizo el favor de bañarnos
─ respondió un malhumorado Héctor. ─ ¿y tú? ¿Dónde vas tan aprisa? No
se te olvide que debemos ver el caso de Bianca y su despido.
─ Precisamente a eso voy, a buscar a
Bianca ─ replicó seco Alejandro ─ te aclaro de ante mano que ella no será despedida.
─ ¿Qué estás diciendo? ¿Cómo que no la despedirás? ─ inquirió un
desconcertado Héctor.
─ acaso no viste como se comportó con Ariza y el daño que
le causó a su ganado.
─ Eso no se ha esclarecido del todo ─ refutó
Alejandro y dirigiéndose
a la mujer, añadió. ─ Ariza, tú me
perdonarás
pero no hay ninguna causa justificada para despedir a mi empleada y por lo de
la oveja, Enap, pagará como siempre y tú lo sabes bien.
La susodicha, se limitó en hacer una
mueca con los labios antes de responder…
─ Lo que deban hacer ustedes con ella,
no es asunto mío ─ comentó ácida Ariza. ─ En cuanto al cordero, ya saben que deben pagar el equivalente a cinco
de estos.
─ Estamos consciente de ello ─ replicó
Alejandro ─ sabes muy bien que siempre lo hemos
hecho, ¿acaso dudas de nuestra palabra?
A la estanciera le molestó la pregunta
insidiosa del mandamás de la empresa y protestó en el acto.
─ Si tengo dudas, en el acto paralizo
todo sus trabajos y no necesito su consentimiento para ello ─ confrontó
altiva Ariza. ─ vine porque Héctor lo pidió nada más, los problemas internos
con su personal no es de mi competencia, salvo ahora que te obligo a qué me digas, si en ese jeep
iba la señorita
Rangel.
Alejandro, tuvo que morderse el labio
del coraje que le provocó las amenazas de la dueña y aunque no quisiese, tuvo
que responder a la pregunta con la verdad.
─ ¿Era un jeep azul? ─ inquirió
Alejandro.
─ En efecto, era azul con grabado de un
halcón
peregrino en sus puertas ─ indicó Ariza ─ ¿es ella o no?
─ Efectivamente, es el jeep de Bianca ─ respondió un
alicaído
Alejandro.
─ ¿Quién más podía ser sino ella? ─ soltó
burlona Ariza, que hizo sonar sus nudillos al apretar una mano contra la otra. ─ ahora sí,
tiene asuntos pendientes conmigo.
─ ¿Qué vas hacer? ─ preguntó con
espanto Alejandro.
─ Ajustar cuentas con tu empleada y
luego, se las dejo para que vean qué hacer con ella ─ provocó
Ariza, que ya estaba caminando rumbo a su camioneta que estaba estacionada a
200 metros más
allá.
Héctor y los tres miembros de esa camioneta,
palidecieron al escuchar los argumentos desmedidos de la dueña de la estancia
los pozos. Consiguiendo en el acto, la reacción de Marcela, que como toda mujer
astuta, vio una salida antes que los planes de la estanciera se concretaran.
─ Alejandro, váyanse de prisa y traten
de alcanzar a lo loca de Bianca ─ señaló Marcela ─ yo iré al Cop
para que el operador de Buque quemado la intercepté y la oculte de esa
bruja.
Al instante, los dos hombres
reaccionaron y siguieron la indicación de Marcela, que bajo de un brinco
del auto y arrastró de la mano con ella a Héctor.
─ ¿Qué haces mujer? ─ preguntó un
aún
confundido Héctor.
─ ¿Qué más podría estar haciendo? ─ inquirió
Marcela y luego, añadió ─ salvando tu pellejo idiota, acaso no ves que si esa chica habla en la
inspección, te acusaran de discriminación y persecución contra un trabajador.
─ Es su palabra contra la mía ─ refutó en
el acto Héctor.
─ Puede ser, pero déjame aclararte, que tú
iniciaste esta cacería de
brujas contra ella sin prueba alguna en su contra y por lo demás, la dichosa
oveja no está muerta. ¡Grandísimo tonto! ─
reprendió
duramente Marcela─ ¿Qué no te das cuenta que llevas todas las
de perder?
─ ¡Mierda! ─
exclamó un
atolondrado Héctor.
─ ¿Te das cuenta de la tremenda embarrada
qué te has mandado? ─ preguntó una seca Marcela, que ya en ese
momento entraba por la puerta del Cop.
─ Por favor, no me lo recuerdes ─ contestó Héctor apenado.
─ Nada de eso, querido mío ─ puntualizó
Marce ─ vas a ser tú mismo, quién llamé a Mario y le explique
todo.
─ Está bien. Cómo tú digas ─
respondió éste.
─ Así me gusta oírte ─ exclamó una
triunfal y sonriente Marcela.
Cuando ambos, llegaban al mesón del radio
controlador de operaciones. Solicitaron contactarse con el operador de buque
quemado y 10 minutos más tarde, hablaban con él, aunque está por verse si
tendrían éxito en su empresa y librar a Bianca de las garras de Ariza Pedrales.
Por otra parte, la camioneta de Enap,
iba rauda por el camino de ripio, ya había rebasado ya los 100 Km para así
burlar la chicharra, acusete de la empresa.
─ Esperemos que Marce, tenga éxito y logré interceptarla a tiempo ─ mencionó
Alejandro.
─ Descuida lo conseguiremos, ya verás ─ respondió un
optimista Atalía ─ concéntrate en el camino para ganarle a esa
odiosa mujercita.
En eso…Una camioneta Ford, los rebasó a
160 Km y sólo alcanzaron a vislumbrar una caballera ensortijada color azabache,
hacerles morder el polvo.
─ ¡Maldición!... Bianca ─ murmuró
Alejandro, al ver pasar la camioneta de Ariza Pedrales.
Como telepatía su voz alcanzó a
percibirla la joven Rangel y por acto reflejo, estornudo.
─ ¿Qué fue eso? ─ se preguntó la
muchacha al volante, que ya a esas alturas el camino estaba muy resbaladizo con
la lluvia que ya no era finita sino muy copiosa y la aguja del velocímetro
indicaba 160 Km, saltaban disparadas las piedrecillas a los costados del camino
entre arcilla jabonosa y todo.
A unos cuantos kilómetros y en el paso
libre número 25, una camioneta Ford, levantaba una cortina de agua que se
surgían de los charcos de agua que estaban en el camino y que al pasar tan
raudos formaban dicha manto de agua.
Los ojos verdes veían el camino con
cierta incredulidad, mientras conducía ya a 180, en un camino que es
considerado malísimo por los entendidos y que ha causado ya varios accidentes,
que derivaron en volcamiento y muertes que lamentar.
─ No podrás escapar de mí…Anaí ─ susurró
Ariza ─ ¿quién me iba a decir que dejar Antofagasta
cuando pequeña, iba a entregarme en estas tierras en bandeja de plata a la
mujer que el destino me negó en otra vida?
Sus ojos, se entrecerraron mucho al
recordar sucesos un tanto dolorosos para ella y que estaban ligados en la
persona de Bianca Rangel. Aunque en otra época, no solía llamarse así.
Inconscientemente o a propósito, piso
el acelerador y sobre paso los 200 Km en el tablero, poco le importo si hacía
reventar los amortiguadores de su auto, lo único que era relevante para ella, es
que debía darle alcance a su presa y cobrarle revancha a la vida por todas las
penurias que debió pasar en la otra vida.
Llevaba ya unos veinte minutos de
conducción y estaba ya asomando en la parte final de una subida muy empinada,
cuando justo alcanzó a divisar a lo lejos el coche de su víctima y una sonrisa
maliciosa se dibujó en sus labios, era el retrato de la perversión hecha mujer.
Cómo en los juegos de montañas rusas,
la camioneta descendió como rayo la pendiente e iba sorteando los hoyos que
pudiesen hacerle perder el control de su vehículo. Aun así, esto no fue
impedimento para incrementar aún más la velocidad, nadie la detendría en su
afán de someter a quién creía suya por derecho e iba a hacerle honor a su
sobrenombre obtenido en las pampas australes...La reina de las estepas.
─ ¡Ahora sí! te tengo ─ murmuró
Ariza ─ ya veremos si el destino se atreve a
apartarte de mí
otra vez. Seré yo quien gane en esta
oportunidad.
En un abrir y cerrar de ojos, le dio
alcance al jeep, rebasándolo y con un movimiento brusco de volante, se atravesó
delante del jeep, frenando en seco y haciendo rechinar sus llantas.
La brusca maniobra, obligó al jeep a
girar a toda prisa el volante a mano derecha para no chocar de frente con la
camioneta y debido a esto por poco queda incrustado en uno de los cercos y con
pie firme frenó en seco o de lo contrario se hubiese dado vuelta de campana por
causa del alambrado.
Bianca, golpeó su cuerpo contra el
volante y de no ser por el cinturón, hubiese salido inyectada por el
parabrisas. Dejándola por un segundo, un poco aturdida y en la medida que se
recuperó de la conmoción, se percató que sus manos temblaban como coctelera y
sus ojos parecían desorbitados producto de esa maniobra imprevista y del susto
que le calo hasta los huesos, pues se creía pasando a otra vida en esa fugaz
introspección que palpo por leves segundos.
Tratando de respirar lo más calmada que
podía y así, bajar la frecuencia cardíaca que ya parecía a los 100 metros
planos de cómo estaba acelerado su corazón y en eso algo la distrajo, pues a
unos metros más allá se veía la figura de una mujer bajo la lluvia y se
proyectaba por medio de su espejo lateral.
Cómo si de un resorte se tratase y sin
importarle nada más, bajo de su coche y fue a encarar al animal que casi
intento matarla.
Apenas puso un pie el suelo, un
aguacero de agua se dejó sentir en todo su cuerpo y lo fría de esta, vino a
provocar una descarga en su agitado cuerpo por todas las emociones que le tocó
vivir, pero aún estaba por venir lo peor, ya que al girar para ver de quién
rayos se trataba, quedo petrificada al piso de comprobar la identidad de
aquella figura.
─ ¡Tú! ─
exclamó
Bianca, cuyos ojos grises miraban consternados a la causante de su tragedia. ─ ¿qué demonios quieres de mí?
Como si de una pesadilla se tratase, en
los cielos se escucharon unos ensordecedores truenos, que el dieron el marco
perfecto, para que la figura de la reina de las pampas, cuyo cuerpo empapado
por la lluvia y cuyos ojos verdes brillaban de un modo sin igual, le daban en
un aspecto siniestro e intimidante para sus víctimas.
─ Sólo hay una cosa que quiero...─ exclamó con
voz potente Ariza y luego, arrastró las palabras.─ lo...que...quiero...es... a...Ti.
Tras terminar de decir esto, con un
dedo la señaló y una sonrisa retorcida se bordó en todo su rostro al comprobar
el espanto que se asomó en los ojos grises de Bianca.
Sin duda, por más que huyese de su pasado,
éste le seguía fieramente, mejor dicho era un DESTINO IMPLACABLE.
1 comentario:
Jajajajajajajajaa... ¿Ves? Lo que yo decía, y además una carrera como a TODO GAS jajajjaa, me encanta. Y sobretodo... el último parrafo, dejando un momento intenso y apasionante.
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