mujer y ave

mujer y ave

domingo, 9 de febrero de 2014

Las cuatro criaturas de la tierra.


Las Cuatro Criaturas de la Tierra, autora, Angelusdrakul

La tierra esta amenazada.

Un ser maligno proveniente del Infierno esta empeñado en desterrar a los mortales al Abismo Eterno. Las Cuatro Criaturas de la Tierra son las guardianas de la misma, pero si el ser maligno se apropia de las Cuatro Reliquias de estas criaturas, se abrirá el portal hacía el abismo, quien se tragará a todo ser vivo del mundo. En toda la tierra, solo hay una persona capaz de detener al ser maligno. Una sola chica humana.
Kassandra de la Cruz, es una joven que desea ser una artista, pero la vida no se lo pone nada fácil. Una noche mientras duerme, sueña con un unicornio plateado que le pide ayuda para salvar el mundo. Al despertar la chica da por hecho que es solo un sueño, pero no es así.
Días después de ese sueño, un hombre de negro asesina a toda su familia ante sus ojos. Ella también esta por ser asesinada, hasta que aparece un unicornio rojo oscuro con alas de negras.
A partir de hay, la vida de Kassandra cambia totalmente. Con ayuda de ese  unicornio llamado Red, la joven emprende un largo viaje para conocer a las Cuatro Criaturas de la Tierra y el peligro que corre el mundo si ella no lo evita con los poderes que esas criaturas le dan. Con tal de vengar la muerte de su familia, Kassandra acepta la petición, y desde allí emprende una peligrosa pero emocionante aventura.




Prólogo

Era una noche de luna roja. En noches como esa, solían pasar cosas desagradables. Por ese mismo motivo, la Hada Amarilla del Sur, Yellow, ordenó a sus hadas y duendes que montarán guardia esa noche. Tanto ella como las otras Criaturas que protegían su mundo tenían un mal presagio.

No andaban mal encaminados.

Pocos después de la medianoche, se oyen gritos de unas cuantas hadas que están siendo atacadas de repente por el lado oeste del Templo del Sur. Yellow junto a sus mejores duendes y hadas corren al auxilio, y lo que ven los deja petrificados. O mejor dicho, a quien ven.

Un ser vestido todo de negro con capucha, ocultando así su rostro, pero dejando ver un brillo carmesí que indicaba el lugar de sus ojos tenebrosos, estaba de pie junto a varios duendes y hadas desplomados en el cielo, inmóviles y sin vida. La hada suprema reconoce a ese sujeto sin necesidad de verle la cara. Sabía perfectamente quien era.

--No puede ser... ¡Eres tu! – exclama Yellow sorprendida – ¡¿Cómo es posible?!

--Tiempo sin vernos, Yellow. – saluda ese sujeto de negro, con una voz seductora y segura de si misma – Te veo muy bien, para ser tan “brillante”.

--¡¡LARGO DE AQUÍ AHORA MISMO, SANTANDER!! – Grita la hada con toda la fuerza de su voz. – ¡Este lugar es sagrado para mi pueblo! ¡Los seres malignos como tu, que vienen del mismo infierno no tienen permitido esta ni aquí, ni en este mundo!

--Que poca paciencia tienes querida. No recordaba que tuvieras ese carácter – comenta el de la capucha negra totalmente tranquilo, como si no pasará nada grave – Supongo que los años no pasan en balde para nadie ¿no?

--¡¿Qué quieres, Santander?!

--Que pregunta más tonta, Yellow. Ya sabes lo que quiero. Y he venido... a por El.

--¡¡NO TE DEJAREMOS COGERLO!! ¡¡A POR ÉL!!

Todas las hadas y duendes cargaron a por él, sin dejar un solo hueco en el lugar para que pudiera huir. Bajo el ala de la capucha, el sujeto se ríe alzando la comisura levemente, y entonces, para sorpresa de la Hada Amarilla, todos son lanzados lejos, algunos se estrellan contra arboles o rocas, otros simplemente al suelo inconscientes o malheridos por un ataque directo. Solo ella y el intruso quedan en pie.

--No puede ser...

--Lo siento mucho, Yellow. Debes tener mucho cuidado cuando haces que ataquen a un ser como yo. – advierte Santander estando cara a cara ante ella. Yellow aprieta los dientes frustrada y algo asustada – Muy bien. Es tu turno, querida.



Capítulo 1. Un Amanecer Teñido de Rojo

“Esta vez si. Tengo que conseguirlo como sea”

Esa era la frase que me había dicho nada más levantarme de la cama esta mañana para la prueba de arte. De nada me ha servido. De nuevo no he sido admitida por mi poco toque artístico. Con la ilusión y preparación que tenía, y todo para nada.

Desde pequeña que me había gustado dibujar, me encantaba hoy en día. Tanto mis padres como mis hermanos decían que tenía talento para dibujar, sobretodo las criaturas mitológicas; unicornios, dragones, sirenas... Pero parece ser que los profesores que evalúan a los interesados en el curso de cuatro años no piensan lo mismo. No les interesa para nada ese tema, más bien los paisajes reales y los autorretratos.

No se ni para qué me esfuerzo. Los ignoraría... si no fuera porqué quiero tener el titulo de artista oficial, ser una pintora conocida por mi arte de dar imagen propia todo aquello que veo en mi imaginación y en mis sueños. ¿Tanto les cuesta entender eso a los profesionales de ahora? ¡Joder! No es justo.

Nada más llegar a casa fui directa a mi habitación sin saludar a mis padres, quienes estaban en la sala de estar. Al entrar por la puerta me vieron y me saludaron con una sonrisa. Supongo que al ver la cara de amargada que tenía, no se atrevieron a preguntar.

Se lo agradecí en gordo. Subí al segundo piso y me encerré en mi habitación con pestillo y todo. Quería estar totalmente sola. Sin que nadie me molestará durante un par de horas. Completamente sola, con el olor de oleo que impregnada mi habitación repleta de cuadros que yo misma había pintado y colgado.

Medio ocultos junto a los pies de mi cama había un par de cuadros que estaban a medias, pero en ese momento no tenía ganas de moverme de mi cama. Estaba agotada. No tarde ni dos minutos en quedarme dormida con los brazos cruzados tras mi nuca sobre el cojín.


De nuevo ese sueño. El mismo sueño de las últimas semanas. El del unicornio plateado plantado ante mi con el cuello estirado hacía delante para dejarme tocar su hocico. Estabamos en un lugar oscuro, pero no era nada tenebroso, todo lo contrario. Era como estar en el cielo nocturno de la noche, rodeados de las diminutas estrellas y de pie sobre una superficie que hacía de espejo en ese cielo estelar.

Yo estoy vestida solamente con un camisón de lino blanco, de tirante y largo hasta los pies. Estoy arrodillada ante el animal con la mano extendida para tocarlo, como una niña pequeña e inocente. Soy incapaz de moverme, pero me da igual. Estoy emocionada ante la hermosa presencia de ese unicornio grande, fuerte y noble.

Siempre que estoy delante de él, siento que me esta protegiendo. Pero también, como si me estuviera advirtiendo de algo malo. En sus enormes ojos negros se reflejaba claramente la angustia y el peligro. En mi mente estoy oyendo una voz que se acerca, pero nunca acabo de entender lo que dice. Siempre que estoy a punto de oírlo con claridad, me despierto. Quiero saber quién es y qué intenta decirme.

“...ligro”

Allí está. La oigo de nuevo acercándose. Ahora se oye más nítida, más clara. No dejo de mirar al unicornio, pero prestó suma atención a esa misteriosa voz en mi mente. Tras un momento largo, finalmente la oído alto y claro. No puedo evitar mirar a mi alrededor.

“Se acerca un terrible peligro. Estate alerta, Kassandra”

– ¿Qué?


– ¡Kassa, despierta ya!

Abro los ojos sobresaltada, y justo encima de mi cara esta el rostro engreído de Mike, mi hermano mayor. Estaba inclinado de cintura para arriba hacía delante sobre mi cara. Con esa mirada suya era capaz de despertar a un muerto. Pero a mi ya no me asustaba nada.

--¿Qué pasa, Mike? – preguntó apartando su cara de mi para poder incorporarme, sentarme y estirarme – ¿Porqué me despierta siempre así? Tu cara da miedo.

--Eso no es verdad. Las chicas adoran este rostro y este cuerpo, listilla – dice él con orgullo y presunción. Yo suspiró en bajo – Eso aparté. Papá y Mamá quieren verte.

--¿Qué? ¿Ahora? Pero si me acabo de tumbar.

--¿De qué hablas loca? Llevas durmiendo cinco horas seguidas.

--¡¿Qué dices?!


Por más que me comiera el coco en ello, no conseguía entender porqué de tanto dormir. En el sueño no parecía tanto tiempo. Madre mía. Ahora mismo estoy floja de fuerzas. Mis padres me habían llamado porqué estaban preocupados por mi regreso de la prueba. No tuve más remedio que decirle que había suspendido de nuevo la prueba de entrada.

--Vaya, lo siento mucho mi niña – dice mi madre, Rosalinda, totalmente sincera – Es una verdadera injusticia que no sepan ver tu talento.

--No te preocupes – dice mi padre, Julio, con fuerza y animo en su cara – Seguro que acabarás entrando allí, solo tienes que seguir insistiendo.

--No se yo... ya van varios intentos fallidos – dije yo cabizbaja y derrumbada.

--¿Quieres decir que te estás rindiendo? ¿Es eso? Porqué si es así, no pienso consentirlo – dice mi padre, alzó la cabeza y lo miro – Ya se que al principio no estaba de acuerdo con que te dedicarás a esto del arte, pero... tras ver tus cuadros y la ilusión que pones en ellos, he comprendido que es tu sueño. Y los sueños hay que seguirlos hasta el final.

--Papá...

--Así que, por nada del mundo te rindas, Kassandra de la Cruz ¿me has entendido?

--Tu padre tiene razón cariño. Aún es pronto para rendirse. No pierdas la esperanza todavía ¿si? – me animá mi madre junto a mi padre, frotando su brazo totalmente a su favor.

Sus palabras y su consuelo me animaron mucho, tanto que me dio ganas de pintar de nuevo. Con una sonrisa me puse en pie y los abracé a ambos con fuerza e ilusión. No tarde en subir corriendo a mi habitación y empezar a terminar los dos cuadros que tenía pendientes. Tras unas cuantas horas largas, hasta la hora de cenar más bien, estuve en mi cuarto con la puerta abierta para oír a mi madre cuando tuviera la comida hecha. A esa hora, ya tenía los dos cuatros terminados al fin. Satisfecha los miré de lejos, y baje a cenar.


--Vaya, si que son bonitos. Tal y como esperaba de ti, Kassa – me dice mi mejor amigo y vecino, Hector Toledo. – Una prueba más de que esos idiotas no saben preciar arte.

--Muchas gracias. Me alegra saber que te gustan.

Hector y yo nos criamos juntos desde muy pequeños. Somo como uña y carne. Muy pocas veces nos hemos peleado y separado, pero siempre nos hemos reconciliado para seguir juntos hasta ahora. Mis padres y los suyos también se criaron juntos en el instituto, y alguna vez –de broma espero– nos propusieron a Hector y a mi salir juntos.

Reconozco que Hector es un chico muy atractivo, fuerte y amable. Pero no acabo de verle como un posible novio. Desde niña le he visto como otro hermano más. Aunque, nunca ha salido con nadie. Ni yo tampoco ya que estamos en el tema. En fin, cada uno a su ritmo con el tema de las relaciones amorosas. Yo de momento lo dejo apartado.

--¿Qué vas a hacer ahora? ¿Volver a intentarlo? – me pregunta Hector, con las manos en la cintura mientras sigue contemplando mis pinturas recién terminada de ayer.

--No lo se... tal vez. Entrar en esa escuela es mi gran sueño, pero...

--...pero esos vejestorios que se hacen llamar “pintores” no te van a dejar entrar ¿verdad? – termina Hector con ironía, mirándome de reojo. No podía tener más razón en eso. Asentí resignada – No te preocupes, tarde o temprano se darán por vencidos si sigues insistiendo así. Yo ya tengo claro que eres una gran pintora.

--Eso es porqué me conoces de toda la vida, Hector. Lo dices para animarme.

--¡No es verdad eso que dices! – exclama él sonando ofendido. Lo mire sorprendida – No tendré conocimientos de arte artístico, pero si se que pones tu cariño y ilusión en cada pintura que haces. Y yendo a esa escuela seguro que serás aún más buena.

Ante las palabras de Hector, fui incapaz de decirle nada en contra. Sus palabras me llegaron al fondo del corazón. Me costó mucho contener las lagrimas de la emoción, tanto que tuve que darme la vuelta para calmarme. Entonces, para mi sorpresa, Hector me abrazaba por detrás, rodeándome con sus enormes brazos de atleta, con fuerza.

--Hector...

--No dejes que te venzan esos sabelotodo, sigue luchando hasta el final ¿si? – me animó él apoyado sobre mi cabeza. Sentí su aliento en mi cabello negro azul-noche.

--Te lo prometo. Muchas gracias.

--Venga, vamos a dar una vuelta por hay. A ver si con eso te inspiras para otro cuadro tuyo.

--Como se nota que no te dedicas a esto – me burle resignada – Pintar uno solo de estos ya cansa, eh.

--Bah... no te quejes tanto, que lo haces por placer. – me dice él divertido mientras tira de mi para salir de mi cuarto y bajar las escaleras para salir a la calle, a nuestro barrio.

--Tu ganas. Anda vamos.


No se cómo, pero Hector y yo nos pasamos la tarde entera dando vueltas por nuestro barrio. Ni siquiera estábamos cansados. Paseamos sobretodo por el gran parque municipal que cruzaba un buen trecho de la ciudad donde vivíamos.

Ya estaba atardeciendo en el horizonte, y Hector y yo no detuvimos en un banco en ese parque para contemplarlo. Ese atardecer era muy rojo. Algo que no pasaba a menudo. Era casi tan rojo como la sangre. Daba algo de miedo, pero era algo bello que pintar. Lamente no tener un lienzo y un pincel en ese momento.

Entonces, ante mis ojos, aparteció una pequeña cámara digital sujeta de los dedos de Hector. Me giré sorprendida para ver que mostraba una sonrisa traviesa y triunfal.

--¿De dónde la has sacado?

--Mis padres me la compraron hace poco. Pensaba que te gustaría inmortalidad algún paisaje como este para pintarlo después – dice él animado. Entonces se pone en pie para hacerle una foto a ese atardecer – Vamos allá.

--Espera. Dejame hacerlo a mi por favor.

--¿Eh? ¿Si? Toma, adelante.

Tras prestarme la cámara y ponerse detrás mio cogiendo mi cintura, coloque la cámara ante mis ojos y apunte a ese atardecer. La imagen era muy buena, especial para esos paisajes. Me tome mi tiempo para captarla bien. Entonces pulse el botón. La imagen se guardo instantáneamente y se vio en la pantalla. Estaba perfecta, con todo detalle.

--Es perfecto – dije en voz alta. Emocionada y feliz – ¿Me la podrás imprimir?

--Por descontado. Esta misma noche la tendrás.

--¡Muchas gracias!

Tan feliz que estaba, no pude evitar abrazarlo por el cuello y darle un besito en la mejilla. Ese gesto hizo que Hector se quedará de piedra durante ese instante, y luego lo petrificado como una estatua unos momentos, entonces pete los dedos ante su cara y reaccionó. Me reí a carcajadas de ello y él se puso rojo como un tomate.

--¿Qué pasa? ¿Ninguna chica te ha dado un beso en la mejilla o qué? – pregunte con diversión. Él infló las mejillas enojado y molesto – Oh vamos... no te pongas así.

--No te burles de mi y no lo haré – se quejo él, disimulando su enfado – Anda vamos.

--No te enfades hombre.

--Dejame en paz.

--Vale. Puedes darme uno a mi si quieres. – le propuse con inocencia. Él se detuvo en seco – A mi tampoco me ha besado ningún chico en la mejilla. Así estaremos empatados ¿que me dices?

--No seas tonta. Olvidalo.

--Anda vamos. Hazlo. Te dejo hacerlo. Venga – le insistí con una sonrisa animada.

Para que viera que lo decía en serio, me puse recta con los pies juntos, las manos cogidas por detrás y con los ojos cerrados alzando un poco la cabeza, ya que él era muy más alto que yo. Estaba en la posición perfecta para que me diera el beso en la mejilla. No le oí caminar, así que supuse que estaba mirándome dudoso.

--Venga vamos... no seas tímido. – le insistí de nuevo. – Será uno pequeño, venga.

--¿Estás hablando en serio, Kassa?

--¡Claro que si, tonto! Es solo un beso. Vamos. – le dice con los ojos cerrados, señalando con el dedo indice la mejilla izquierda de mi cara, luego dejaba la mano de nuevo en mi espalda sujeta con la otra mano – Venga, date prisa.

No le oí moverse. La espera se me hizo algo cansada, y estaba a punto de rendirme. Pero entonces oí sus pasos acercarse y me mantuve quieta. Sentí como me cogía del rostro con su mano izquierda sobre mi costado derecho de la cabeza, alzándome un poco más. No pude evitar ponerme un poco nerviosa, pero me mantuve quieta.

La sorpresa fue la siguiente, cuando sentí el beso sobre mis labios en lugar de sobre la mejilla. Y lo más impactante fue la intensidad del beso, la profundidad que fue cogiendo mientras estaba sujeta por las dos manos de Hector. Me estaba besando de verdad. Y con pasión absoluta.

Fui incapaz de moverme. Abrí los ojos del todo y le vi besándome con los ojos cerrados, todo un seductor. El corazón se me acelero, pero no me resistí. No era capaz de apartarle. Tuve que admitirlo. El beso era muy dulce y apasionado. No me disgusto. Me estremecí notablemente cuando la lengua de Hector entró en mi boca, atrapando la mía. Fue entonces cuando si pude moverme para apoyar las manos en su pecho y empujarlo para poder respirar. Él captó el gesto y se separó de mi jadeando como yo.

--Kassa...

--¿Qué... ha sido eso? ¿Porqué has...?

--Lo siento, yo... no pude evitarlo, de verdad. – se disculpo él tapándose los labios con el lomo de la mano, sonrojado y avergonzado. – Pero es que... yo...

--¿Hector?

Mi corazón seguía latiendo a mil por hora. Viendo la cara que tenía, me hacía pensar que ese beso lo había echo a conciencia. La había besado de esa forma porqué así lo quiso. Ese pensamiento hizo que jadeará nerviosa y intimidada. Entonces, Hector me miró a los ojos decidido y directo. Me costó respirar con una mirada así delante mio.

--Me gustas mucho, Kassandra.


--¿Kassandra? Cariño, ¿no bajas a cenar mi niña? – me pregunto mi madre al otro lado de la puerta de mi habitación, cerrada con cerrojo.

--No mamá. No tengo hambre.

--¿Estás bien? ¿Estás enferma?

--Quiero estar sola, por favor. No te preocupes por mi – insistí sin moverme de la cama.

Mi madre no dijo nada más, y entonces la oí marcharse, sin insistir más. Esa era una de las cosas buenas de mis padres: no te agobiaban demasiado y te daban espacio. En esos momentos lo necesitaba más que nunca, sobretodo tras lo ocurrido antes con...

¡Dios! ¿Cómo ha podido pasar esto? ¿Cómo? Por más que pensaba, no lograba dar con una respuesta firme. Hector estaba enamorado de mi, y yo no me había dado cuenta hasta ahora que me beso de esa forma tan apasionada. Me duele todo el cuerpo el solo recordar la sensación placentera que me dio ese profundo beso.

Soy una cobarde. Nada más oírle decir que le gustaba, salí corriendo de allí como una loca asustada de un asesino en serie. Ahora seguro que no querrá saber de mi. No fui capaz de captar las indirectas, y encima le animó a besarme como si tal cosa.

¡¡MIRA QUE SOY IDIOTA!!


No he pegado ojo en toda la noche. Son apenas las siete de la madrugada y apenas he dormido. Mi madre no tardará en llamarme para que me levante temprano y aproveche el día. No se cómo, con lo ocurrido con Hector ayer.

Me he quedado dormida, pero eso no es lo más extraño. Son las once pasadas. Mi madre no ha venido a llamarme, y tampoco oigo nada fuera de mi habitación. Extrañada me frotó los ojos para acabar de despertarme y levantarme de la cama para salir al descansillo. Esta todo en silencio, pero notó que algo no va del todo bien.

--¿Mamá? ¿Papá? –llamó, pero nadie me responde. Entonces, oigo un ruido que viene del piso de abajo. Dio un sobresalto y le agarro al umbral de la puerta–. ¿Hola? ¿Mamá, papá, sois vosotros?

--Kassa, hija. –la voz de mi madre. Suspiró aliviada con la mano en el pecho– Cariño, por favor... baja al salón.

--¿Mamá, va todo bien? –pregunto preocupada. El tono de su voz me escama. Parece nerviosa y inquieta. Ella nunca esta así–. ¿Dónde está papá?

--Estoy con tu madre, cielo. –me responde él casi al momento. Eso me extraña todavía más. Algo no va bien. Eso seguro–. Baja al salón como te ha dicho tu madre.

No estoy segura de si obedecer o no. sus voces suenan raras, como si estuviera pasando algo sin que yo lo pudiera ver. No se si debería bajar, pero tal vez sean imaginaciones mías.

–¿Kassa cariño? ¿Estás hay? –me llama mi madre.

–¡Si! Ahora bajo.

Algo asustada y inquieta, voy avanzando por el descansillo pegada a la pared, con las zapatillas de ir por casa y con mi pijama favorito puesto. Apenas hay luz en el piso superior, pero si bastante en el piso inferior, sobretodo en el salón.

–¿Papá? ¿Mamá?

–¡¡KASSA, CORRE!!

De repente, oigo ruido de forcejeo y cosas romperse al suelo. Alarmada no dudo en asomarme al salón cuando acabo de bajar por las escaleras. Nunca debí hacerlo.

Ante mi, mis padres están tirados al suelo, con cortes profundos en varias zonas del cuerpo, cubiertos de sangre y con los ojos abiertos como platos. Ambos inmoviles. Muertos. Y a espaldas de mi veo a un hombre misterioso vestido de negro, con una enorme hacha ensangrentada en una de las manos.

Yo estoy paralizada de horror y miedo, viendo a mis padres muertos sin remedio. El sujeto se da la vuelta hacía mi, con el hacha chorreando sangre a su paso. Debo correr, gritar y pedir ayuda. Eso lo se, pero mi cuerpo y mi voz no responden.

Veo muerta de miedo como ese hombre de negro avanza hacia mi alzando la hacha para atacarme. Me veo muerta de verdad como mi padre, cuando un estallido me pilla por sorpresa a mi y a ese asesino. Los cristales de las ventanas del salón estallan por algún motivo, y yo me cubro como puedo para que los trozos no me den en la cara.

Cuando el estruendo termina, me quedo de piedra. Delante de mi, plantando cara al asesino, hay un enorme caballo con alas. No. Un caballo no. Es un unicornio rojo de alas negra, protegiéndome de ese individuo armado con un hacha.

1 comentario:

Ángelus dijo...

De nuevo muchas gracias por públicar uno de mis fics en tu blog, querida amiga y compañera. Te debo un gran favor jejejejeeje. No dudes en pedirme lo que sea que pueda hacer. Estaré encantada de ayudarte a ti o a Mireille.

NOS VEMOS!!!

Ángelus Drakul

Publicar un comentario

Pequeñas diferencias.

  capítulo 59, En aras del pasado Pequeñas diferencias. Un tiempo después un auto de locomoción colectiva aparcaba justo enfrente de una...