mujer y ave

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viernes, 28 de febrero de 2014

Suspicacia.


Atada por un testamento, capítulo 7.

Todas las vivencias del día anterior la habían dejado muy inquieta. Aunque, durmió profundamente y relajada al máximo; cosa que  le sentó de maravillas por el cansancio acumulado de las noches; no evitó despertarse más temprano de lo acostumbrado y su primer pensamiento, fue relacionado con la joven Rosemberg y todas sus insinuaciones. Por más que le dio vuelta al asunto, para encontrarle una explicación más o menos lógica, fue inútil.

Al final de cuentas, todo le llevó a pensar que era una más de las tantas manipulaciones que solía tener con ella y así, ver su reacción, pues nada bueno podía esperar de una mujer que le privó de su libertad y el derecho de decidir por ella misma y eso jamás se lo perdonaría.


Cansada de gastar su tiempo en una persona como Akiane. Decidió levantarse y así, aprovechar de platicar un poco más con Greta y de paso, ver qué más podría descubrir de esa hacienda.

Luego de ducharse y buscar algo de ropa en su armario, se percató que las compras que hizo junto a Ignacia, fueron pocas y al paso que iba, mucha de ella terminaría por echarse a perder por el trabajo. Aunque no le gustase tendría que hablar con su jefa para que le permita salir de la hacienda y poder comprar un poco más de vestuario para el  trabajo.

-Ya veremos qué me dice al respecto –se dijo Karina- de seguro que saldré con escolta.

Suspiró con resignación, ya que jamás en su vida había tenido que tomar el parecer  a alguien, por cosas tan insignificantes como aquella y menos, solicitar permisos para una salida. Ni su madre, tuvo semejantes atribuciones y eso, que siempre le respeto y consideró todo lo que le sugería. Sacudió su cabeza y optó por vestirse rápido.

 Escogió unos jeans negro, una blusa cuadrille con colores tierra y un chaleco verde. Antes de salir, revisó su móvil y quedó asombrada con el mensaje que halló, pero muy pronto el asombro dio paso a una sonrisa de satisfacción.

-«Al fin –murmuró Karina- ahora, a poner en marcha la segunda parte de este plan»

La joven Sotomayor, se apresuró a enviar un mensaje a su amiga Ignacia y otro para Majo.

 Luego de ello, trenzó sus cabellos y se fue rauda hasta la cocina y se encontró con una Greta, que preparaba las cosas para el desayuno, mientras tarareaba una melodía Alemana de los años 30. Aquello, le causó gracia a Karina, pues su madre, solía hacer lo mismo, cada vez que se sumergía en el mundo de la gastronomía y no permitía que jamás nadie tocara nada sin su consentimiento, pues solía tener una pequeña varilla, con la cual dejaba mostrar su cariño.

-¡Buenos días, Greta! –saludó la joven.
-¡Buenos días, Karina! –saludó ésta con una amplia sonrisa- ven, acércate, quiero mostrarte algo que estoy preparando para ti.
-¿Para mí? –preguntó con asombro Karina.

Greta, le mostró una fuente con unos paninos y cantuccini, típico desayuno de italiano, cosa que dejó pasmada a la joven Sotomayor.

-¡Mmm! ¡Qué rico!, es mi preferido –comentó Karina- ¿cómo es que sabes eso?
-La niña Adriana, me comentó una vez que había una persona muy importante en su vida, a la cual le fascinaba aquello –comentó Greta- no sabía que ella, tuviese una hermana en ese tiempo. Pero, restando y sumando; una vez que tú apareciste en  nuestras vidas; sospeché que se trataba de ti.
-¡Vaya! –Exclamó pensativa Karina- no sabía que Adriana, pudiera recordar esos detalles. No después de aquel incidente.
-¿Tuvieron algún problema? –preguntó Greta, con un tono de voz preocupado al contemplar como la joven fruncía el ceño.
-Tuvimos un altercado hace muchos años –dijo con pesar Karina- no supe comprender lo que mi hermana, quiso mostrarme en esa ocasión y terminé por marcharme de su lado y del país.
-Si aquello, te hace mal todavía, Karina –comentó Greta- es porqué debes perdonarte tú misma y dejar salir de todo ese dolor acumulado.

Karina, fijó su mirada en la de Greta. Esa mujer le transmitía mucha paz y confianza, como si estuviese en presencia de su madre y por primera vez; después de lo acaecido hace siete años; sintió deseo de exteriorizar aquellas emociones que le produjese su enfrentamiento con Adriana.

La joven, tomó asiento en uno de los bancos cercanos a esa gran isla o mesada y desde ahí, comenzó a hablar.

-Hace siete años. Mi hermana y yo, tuvimos una fuerte discusión –comentó Karina –Todo se debió, a una relación que tuve con una mujer casada, cuando era apenas una chiquilla. Claro está, que ella, estaba separada en ese tiempo. Me enamoré locamente de Melissa y no me importó lo que dijesen los demás al respecto.

Mantuvimos a escondidas nuestra relación por tres años y al momento de fallecer mi padre. Decidí cambiar aquello, pero desde ese momento comenzó mi calvario, ya que nunca imaginé que ella me traicionaría con dos personas a la vez.

Estaba recién egresada de mi carrera y ya tenía una oferta de trabajo que me hiciera una empresa de telecomunicaciones. Por tanto, decidí aceptar y probarme a mí misma, qué tan capaz era de asumir los riesgos de trabajar y llevar algunos negocios que dejará papá. El problema fue, que me sumergí en todo ello y causó, que mi pareja estuviera furiosa por eso, al punto de amenazarme con abandonarme si no le daba el lugar que ella se merecía y toda mi atención.

Comprenderás, Greta, que eso no podía aceptarlo, pues de algo debíamos vivir, era lógico. Sin embargo, Melissa, me hizo sentir todo su disgusto por la decisión que había tomado. Lo que siguió después, simplemente fue penoso, ya que las peleas surgían de la nada y cualquier cosa era motivo para discutir.

Al cabo de unos meses, mis nervios estaban destrozados y caí  irremediablemente en una depresión, que puso mi mundo al revés. Al punto, que perdí el juicio de poder distinguir lo correcto de la estupidez, ya que la complací en todo, con tal de no perderle. Salíamos dónde ella quisiese, sin darme cuenta estaba bebiendo más de la cuenta y motivó que renunciará a mi trabajo. Todo eso se volvió una espiral de desastres y malas decisiones.

La gota que terminó por rebalsar el vaso, fue descubrir los engaños de mi novia, al encontrarla en mi propia cama con otra mujer, que resultó ser una amiga muy querida. Y Cómo si eso no bastará, apareció Adriana, la que me hizo ver que Melissa, me engañaba desde hace mucho con su marido y que su único objetivo, era adueñarse de mis bienes. Por tanto, contra mi voluntad, traspasé todo a nombre de mi hermana. Fue muy duro encontrarse con la realidad de sorprender a tu pareja engañándote por segunda vez.

 Luego de ello, me interné en una clínica para rehabilitarme de mi dependencia por el alcohol. Tuve tres meses en ese lugar, por suerte no era tan grande mi adicción por la bebida y en poco tiempo me dieron de alta. Al salir, contacté a una tía en Inglaterra y ella me convenció de que era hora de darle un giro  a mi vida.

Por razones más que obvias tuve que volver hablar con Adriana, pero eso fue un desastre, ya que mi hermana se opuso de inmediato a que me fuese del país y de su lado. Su intención, era llevarme a vivir con ella y su esposo al sur del país, dónde podría cuidar de mí y de paso, ayudarme a olvidar a Melissa. Claramente, me negué a sus deseos y terminamos discutiendo muy fuerte. Al final, cedió y dispuso de una cantidad de dinero para la compra de mis pasajes y algo para mi estadía. Eso me enfureció de sobremanera, pues adujó que no estaba en condiciones de administrar mi dinero hasta estar del todo bien y que debía comenzar desde cero. Desde ese día, le quité la palabra a mi hermana y me fui al poco tiempo. Estuvimos sin hablarnos por espacio de cuatro años.

Después de aquella confesión, Karina guardó un profundo silencio y dejó perdida su mirada en los baldosines de la cocina.

Greta, observaba a la joven en completo silencio. Ahora, se hacía una idea de por qué la niña Adriana, nunca comentó nada acerca de su hermana menor, pues era un tema muy delicado para ella.

 Escuchar, la confesión de parte de Karina y ver cómo abría las puertas de su corazón, le hizo comprender que estaba necesitada de un desahogo que la liberase de ese tormento que calló por tantos años. Todo ello, vino a profundizar aún más la simpatía que tenía por la muchacha, pero el ver asomar lágrimas en sus ojos que demarcaban un rápido camino por su rostro. Conmovieron a la mujer que en un acto reflejo, ya la estaba estrechando en sus brazos, para confortarla y darle un poco de cariño, pues comprendió que estaba necesitada de ese sentimiento, por más que lo disfrazara en una coraza fría y distante.

-Llora muchacha, deja salir todo aquello que guardas en tu corazón –susurró Greta –verás que todo va a estar bien.

Karina, entre sollozos, asintió, pues todo esos recuerdos, la superaron y terminó por dejar salir todas las emociones que encerró en lo más profundo de su ser. Había callado por mucho tiempo su dolor, no permitiéndose mostrar ninguna debilidad ante los demás y se enfrasco sólo en su trabajo y en las ganas de seguir perfeccionándose en el mundo de los negocios, volviéndose una mujer detallista y extremadamente trabajólica. Con ello, compensó el vacío de su corazón y sólo de vez en cuando, se permitía disfrutar de una que otra salida en compañía de sus socios y aventurarse con alguna chica, pero nada de relacionarse en el plano afectivo.

Después de unos minutos. Era la misma, Greta, quién limpiaba el rostro de Karina y le obsequiaba mimos en su  rostro y un beso sobre su frente.

-¿Mejor? –preguntó Greta.
-Sí –respondió Karina –Gracias, Greta. Me has hecho recordar y sentir como si estuviese con mi madre.
-No me agradezcas –señaló Greta –es un honor que hayas confiado en mí, para desahogarte de aquellas cosas, que hacen mal guardarlas por tanto tiempo.
-Es extraño, Greta –comentó la joven –Que pueda hablar de estas cosas con una persona que recién estoy conociendo.
-Las almas afines, siempre encuentran el modo de comunicarse entre sí –indicó Greta –no importa la edad, el tiempo o la distancia. Siempre están rondando nuestra vida.
-Un punto de vista muy interesante –acotó Karina –de todas formas, muchas gracias por haberme escuchado.
-Cuándo gustes –señaló Greta –ahora dejémonos de tanta plática y hazme el honor de desayunar conmigo.
-Encantada de acompañarte –respondió Karina.

En ese momento, ambas mujeres al girar, se percataron de la presencia de Akiane. Ésta, estaba apoyada sobre el marco de la puerta de la cocina, con los brazos cruzados, su rostro tenía una expresión indescifrable y su mirada tenía un dejo de molestia y a su vez, era algo intimidante.

Lo que motivo que Karina, se sintiera más intranquila que nunca en su presencia. El hecho de pensar que podía haberlas escuchado y haberse enterado de algo que era privado e íntimo, detonó en ella, una serie de sentimientos encontrados. Por más que  intentará esquivarla, esa mujer siempre se las arreglaba para entrometerse en su vida. Ahora, debería esforzarse el doble para levantar una muralla entre ambas, que la mantuviera lo más alejada de su persona.

Akiane, dejó su posición y se dirigió hasta dónde estaban ambas.

-¡Buenos Días!, mi querida Greta –Saludó Akiane- -y al momento de pasar al lado de la joven Sotomayor, sus ojos verdes centellaron intensamente, más fríos que nunca-. -¿has dormido bien Karina?
-¡Buenos días mi niña! –saludó Greta.

Tomó una silla y la situó junto a la de Karina y le quedó viendo más irónica que nunca. Se podía decir, por la forma en qué la miraba, estaba buscando algo en ella, pues su mirada era muy penetrante e hizo que la joven Sotomayor, volteará sus ojos en otra dirección.

-Aún no respondes a mi pregunta, Karina –demandó Akiane.

«Qué nunca se cansará de fastidiarme” pensó Karina.

-Creo que no tiene relevancia aquello –dijo seria Karina.
-Al menos por educación, se responde a una pregunta –expuso Akiane.

Karina, respiró profundamente y con una mueca de desagrado que se formó en sus labios, se dispuso a responderle a la demandante de su patrona.

-Sí, dormí bastante bien –respondió con molestia en su voz –espero que estés satisfecha ahora.
-Aún no –acotó con un tono áspero Akiane –cuando llegue el día en que realmente quede satisfecha en todo lo tocante a ti. Habrá significado que tú, ya no serás ni la sombra de lo que eres ahora.

Karina, ladeó su cabeza y clavó su mirada en la persona de Akiane y de los ojos celestes de la joven Sotomayor, se desprendió un brillo peligroso. En ellos, se reflejaba claramente el disgusto que le provocó oír las palabras de sus jefa.

-Realmente eres arrogante  y muy presumida –masculló Karina –no quieres entender que no soy parte de tu propiedad. Tarde o temprano te darás cuenta de ello, de un modo desagradable.
-Acaso me estás amenazando –desafió Akiane- porqué sí es así. Déjame aconsejarte que necesitarás mucha ayuda para intimidarme querida.
-Guárdate tus consejos para quién realmente necesite de ellos –provocó Karina –no perderé mi tiempo en una persona como tú y ahora, te dejo para que desayunes tu veneno con alguien más.

Hastiada de su arrogancia, Karina, se levantó de golpe y se mandó a cambiar a cualquier otro sitio, en dónde no tuviese que verla. Estaba por llegar a la puerta de entrada y su mano sujetaba la manilla de la puerta de entrada, cuando una mano la giró velozmente, quedando de frente con Akiane. Que la veía con enfado.

-Me importa un comino si te desagradan mis palabras –sentenció Akiane- pero aquí no harás tu santa voluntad. Aprenderás a que no siempre te saldrás con la tuya, como acostumbrabas hacerlo.

Arrastró a la joven nuevamente hasta la cocina y la sentó en el mismo sitio y también ella, ocupó su anterior lugar.

-Por  favor nana, puedes servirnos el desayuno –demandó Akiane.
-Cómo digas mi niña –respondió Greta.
-Por cierto, señorita remilgos –Comentó Akiane –hoy te asignaré nuevas labores y espero que seas más rápida esta vez.

En ese momento Greta, le servía el desayuno a ambas y miraba de soslayo a la joven Sotomayor, que echaba chispas por los ojos y su rostro estaba completamente rígido.

«Estas dos, un día se matarán al paso que van. ¡Hay Adriana! Has puesto a la pólvora y el fuego en un mismo sitio y se armará una hecatombe de proporciones» deliberaba para sus adentros Greta.

Minutos, después…

-Gracias, Greta –señaló Karina –estuvo todo muy rico.
-Me alegra saber que fue de tu agrado, Karina –mencionó ésta.
Cerca de la puerta de cocina…
-Nos vemos más tarde nana –se despidió Akiane y mirando a la joven –vámonos yendo, súper tortuga.

Karina, resopló y se mordió el labio inferior, de la impotencia que la estaba embargando.
Tras abandonar la casa. Ambas jóvenes, toman la mano izquierda con rumbo desconocido y al poco andar, logran apreciar, la silueta de otra edificación muy similar a la de los establos, pero que en envergadura es mucho mayor. Al momento de ingresar en sus dependencias, Karina, tomó conciencia del lugar que se trataba.

-¡Buenos días, patroncita! –saludó un señor mayor, cuya apariencia, era un tanto desgarbada para sus años.
-¡Buenos días! –saludó Akiane –Luis, te quiero presentar a Karina, quién trabajará contigo a partir de hoy.
-¡Buenos días! –Saludó Karina, estrechando la mano del trabajador.
-¡Buenos! –correspondió el hombre, cuyo rostro mostraba sorpresa de ver a una joven como ella, trabajar en un sitio como aquél, ya que sólo estudiantes de veterinaria solían hacerlo nada más.
-Luis –ordenó Akiane –quiero que le enseñes a Karina, todo el manejo de este lugar y además, que la pongas a ordeñar algunas vacas, para que se vaya familiarizando con todo.

El hombre, miró confundido a su patrona. Aquello debía tratarse de una broma, pues se notaba a leguas que aquella señorita, no tenía madera para hacer trabajos como esos. Sin embargo, no quiso rebatir a su jefa y examinó, por un buen rato a Karina y sacudió su cabeza, en señal de no creerla capaz de soportar ni media jornada antes de que tirase la esponja.

-Cómo usted ordene –respondió éste- ¿cuántas deberá ordeñar?
-Con unas diez, creo que será suficiente para empezar –indicó Akiane –mantenla con esa cantidad por espacio de tres días y luego, auméntale la cantidad al triple.
-Muy bien –respondió Luis.
-Una vez que termines con todo lo que te indique Luis. Deberás proseguir con la limpieza de los establos –ordenó Akiane –así que deberás arreglártelas para distribuir tu tiempo y cumplir con todo. ¡Queda Claro!
-Bastante –respondió Karina, sin emoción alguna.
-En ese caso los dejo trabajar –señaló Akiane– -antes de dejar el lugar, se giró para ver a Karina-. –te veré a la hora del almuerzo. Ni se te ocurra saltártela.

Karina, no respondió. Se quedo viendo todo el lugar y tras comprobar que se trataba de una lechería. Recién, sopesó lo que se le venía encima. No pudo evitar temblar involuntariamente.

«¡Maldición! Por qué de todas las tareas, tenía que designarme ésta» se preguntaba Karina «¿qué haré ahora?...se van a dar cuenta y eso, sería mi perdición»

-Señorita Karina –llamó Luis.

Karina, reaccionó de inmediato, tras las palabras del hombre y dejó de lado sus temores y puso atención a lo que le estaban entregando.

-Este le servirá –indicó Luis, entregándole un delantal blanco de cuero, un par de botas y unos guantes.
-Gracias –contestó Karina y tomó la ropa que le ofrecían.

Minutos más tarde, ya vestida, Karina, se dispuso a seguir al pie de la letra todas las indicaciones que le diera Luis. Recorrieron las inmediaciones para acostumbrarla a reconocer todo el lugar. Dicho recorrido, comprendía: los corrales, el lugar dónde se guardaban las lecheras y sala de ordeño.

Luego de ello, comenzaron limpiando toda la sala de ordeño, y una vez concluido esa faena. Se dieron el trabajo de ingresar a los animales y así, proceder con limpieza y secado de las ubres, antes de ordeñarlas.

-Luis –preguntó Karina –no se supone que esta labor, no se debería hacer en forma manual, ya que existe tecnología que te permite hacerlo en menos tiempo y abarca un mayor número de ejemplares.
-Claro que sí –contestó esto- en esta hacienda, eso se hace desde hace mucho y más tarde le enseñaré ese método. Pero, usted debe aprender a ordeñar a la antigua usanza.
-Ya veo –señaló resignada Karina.

El hombre, le indicó que se lavará las manos y luego, le acerco un banco. Una vez, acomodada, le enseñó cómo debía tomar las ubres de la vaca, antes de proceder a ordeñar.

Karina, tragó en seco, cuando le tocó su turno de poner en práctica todo lo aprendido. Su corazón estaba a mil revoluciones y se sentía morir. Con movimientos torpes y lentos, apenas succionaba un chorrito de leche. Sus manos temblaban de tener aquella parte de ese enorme animal. Su vientre estaba endurecido, producto de los nervios y gotas de sudor frío, comenzaban a deslizarse por su rostro.

La joven, trató al máximo de concentrarse en aquella ingrata labor y a pesar de estar dándose mentalmente ánimos. Nada pudo evitar, lo que sucedió de un momento a otro. El vacuno se movió de improviso, sacudiendo todo su cuerpo y bufando desaforadamente. Hecho que gatillo que Karina, cayera al suelo, desparramando toda la leche que había en el recipiente y mirándolo aterrada, se levantó de golpe y se fue corriendo del lugar.

Tras correr un buen trecho. Llegó hasta los pies de un viejo Raulí y en él descargo toda su frustración, pues lo golpeó con ambas manos y toda la fuerza que tenía dentro de sí. Mientras que gruesas lágrimas caían sobre el suelo.

«Adriana, cómo deseo tenerte en frente, en estos momentos» vociferaba Karina.

En eso, se acercó Luis, que llevaba unos minutos observando toda la escena y que dejó pasar un tiempo prudente para que la joven se calmara. 

Para él, estaba claro que esa muchacha no había nacido para el campo y ninguna labor que estuviera relacionado con éste. Sin embargo, se había percatado que a pesar de los nervios que hicieron presa a la joven, continuó con lo que se le había encomendado.

Otra, en su lugar, hubiera dejado todo votado y se hubiera marchado de aquel sitio. Eso, le venía a demostrar que era muy perseverante a pesar de las circunstancias adversas. Por este motivo, decidió ayudarla, para que consiguiese dominar esa técnica y no se iba a dar por vencido, hasta ver a la muchacha consiguiendo su objetivo.

-Volvamos a intentarlo, señorita Karina –indicó Luis –no se deje vencer por unos simples nervios. Yo sé, que usted puede conseguirlo.

Karina, tras escuchar, aquellas palabras de aliento de parte de Luis. Se giró y con el dorso de su mano izquierda limpió las lágrimas que aún brotaban de sus ojos y con un suspiro casi ahogado. Decidió hacerle caso y juntos volvieron a la sala de ordeño. Lavó sus manos y rostro, antes de proseguir con nuevas indicaciones.

Una vez, que la joven ya estaba lista. Luis, colocó otro banco a su lado y le mostró otro a forma de ordeñar y tomando las manos de la muchacha, fue guiándola en todo el proceso y a ratos, le regalaba una sonrisa, a modo de aprobación de que estaba haciendo las cosas correctas, y juntos, se sumergieron en dicha labor.

Mientras todo aquello ocurría en la lechería. En el sector de los sembradíos. Akiane y su capataz, revisaban todos los cultivos y daban instrucciones a los empleados de lo que debían hacer para mejorar la calidad del suelo y así, no faltase los nutrientes respectivos para las diversas especies.

-A este paso, tendremos una cosecha temprana –señaló Pedro.
-Pienso igual –agregó Akiane –pero no debemos bajar la guardia, ya que comienza la época de las heladas y cualquier descuido, significaría la pérdida total de toda la plantación.
-Descuida, no dejaremos que aquello suceda –afirmó Pedro –hemos contratado más personal, para asegurarnos de que todo salga bien.
-No quiero equivocaciones, Pedro –manifestó Akiane –no se trata de sólo tener más hombres, sino que hay en  juego una serie de factores que no se deben descuidar.
-Lo sé –respondió éste –por cierto, Úrsula, ya se integró nuevamente.
-¿En qué sector se encuentra? –preguntó Akiane.
-Fue directo a ver los rebaños de ovejas –contestó Pedro –irás a preguntarle cómo le fue en su seminario.
-Más tarde –respondió Akiane –tengo cosas más importantes que resolver por el momento.

Pedro, contempló a la joven por el rabillo de sus ojos y notó enseguida, que las facciones de su jefa, estaban más serias de lo usual. Podía hacerse una idea de lo qué la preocupaba en esos momentos.

Desde la llegada de su huésped a la hacienda. Ésta, acaparaba toda la atención de su patrona y no era para menos, ya que cualquier cosa que a ella, le sucediese, pasaba a ser responsabilidad de Akiane y tendría serios problemas con las autoridades, pues recordaba muy bien, que en Santiago, había un par de enemigas a la espera de que se equivocase y así, poder quitarle a Karina de su lado.

El capataz, alzó su vista hacia los cielos y dejó vagar su mirada sobre unas nubes.

«Será un año, muy largo y tenso. Cómo sea, te apoyaré en todo, hasta que consigas tu sueño, Akiane» se dijo mentalmente Pedro.

-Vámonos, Pedro –demandó Akiane –hay mucho por hacer y quiero terminar temprano. Además, quiero almorzar con ella, esta vez.
-No estaría tan seguro de ello –mencionó éste –Karina, es especialista en evadirte y créeme, se las arreglará una vez más, para no toparse contigo.
-Eso, está por verse –desafió Akiane –nunca tranzaré en nada que tenga relación con ella.
-Eres una terca –bromeó Pedro –parece mentira, desde que ella llegó a esta hacienda. No la dejas ni a sol ni a sombra. Son claros síntomas, de que estás enamorada de Karina.
-No te lo negaré –contestó Akiane.
-Al fin, lo admites –inquirió Pedro –ya era hora, mujer.
 –Sé que parecerá absurdo lo que te diré –explicó Akiane –pero, desde el momento en que la conocí en Puerto Varas, mi vida cambio y aunque, en un principio lo quise negar para estar segura de lo que estaba sintiendo, al poco tiempo sucumbí a esa fuerza.
-¿por qué hiciste eso? –Preguntó de plano Pedro – ¿cuál fue el motivo?
-Ya lo dije, necesitaba estar segura de lo que estaba sintiendo por Karina, era realmente amor y no un capricho, influenciado por las confesiones de Adriana –explicó Akiane.
-Comprendo –afirmó Pedro –Igual es poco tiempo para tener tanta certeza, ¿estás segura de lo que sientes?
-Completamente –aseveró Akiane –todo este tiempo, ha sido más que suficiente para mí y estar segura de lo que siento por Karina.
-Entonces, tendrás que luchar mucho para que puedas conquistarla, Akiane –expuso Pedro –dudo mucho que ella, sienta lo mismo por ti. Me atrevería a decir, que es odio lo que siente en este momento.
-Eso lo tengo muy claro –aseguró Akiane –te aseguro que transformaré todo ese odio en cariño de su parte. Voy a conquistar el corazón de Karina,  a mi modo y no basándome en sueños.
-¿Irás contra el destino? –Preguntó admirado Pedro –Adriana fue muy clara contigo.
-Lo sé –afirmó Akiane –pero no quita que lo intente. Si es necesario correr contra el destino, lo haré, Pedro.
-Te creo –comentó éste –necesitarás mucha paciencia, ya te lo dije una vez, quién se enfrente con Karina, se expone a salir lastimado. Esa mujer, no es nada sumisa y tiene un carácter de los mil demonios.
-Jajaja –Bromeó la joven –hay que ver que le tienes terror, amigo mío.
- Terror, no –aclaró Pedro –pero lo llamaría, prudencia. Nunca estaría en mis planes acercarme a una mujer como ella. Es intimidante con sólo verla a los ojos.
-De verdad, tú y Carlos, son cobardes –acotó Akiane- ¿cómo puede intimidarlos una mujer de ese modo?
-Es que tú, estás demente mi querida Akiane –refutó el hombre –la he visto lanzarte una miradas, con claros indicios de hacerte desaparecer de la faz de la tierra.
-Exageran las cosas –reprochó burlona Akiane –ustedes se dejan impresionar mucho. Reconozco que tiene porte, pero no es más que una fachada para ocultar su verdadero yo.
-Sí tú, lo dices –afirmó Irónico Pedro –ha de ser de ese modo.
-Ya verás que el tiempo, me dará la razón –indicó Akiane –ahora continuemos con nuestro trabajo. Antes que mi bella citadina, se escape.
-Jajaja –sonrió Pedro –adoras molestarla. No tienes remedio alguno.
-Ella saca lo mejor de mí –Se burló Akiane –y no me privaré de disfrutar de ver sus distintas reacciones.
-Definitivamente, eres una sádica, Akiane –Acotó entre risas Pedro.
-Jajaja –Bromeó ésta –Se llama disfrutar de los placeres de la vida, estimado Pedro.
-Tú has reinventado ese concepto –agregó más que divertido éste –ahora sí, que siento pena por Karina. No sabe la que le espera contigo. Eres tremenda.
-Ese será nuestro secreto mi querido Pedro –acotó traviesa, Akiane, guiñándole un ojo.

El capataz, explotó en carcajadas tras escuchar a su jefa. Definitivamente, Karina, llegó a cambiar las cosas en la hacienda. Ambos se fueron caminando entre risas, hacia otro sector de la hacienda.

Las horas fueron avanzando rápidamente en la hacienda y en el sector de la lechería. Karina, terminaba de ordeñar la última de las vacas y lo hizo completamente sola. Luego de ello, limpiaron entre ambos el área.

-La felicito, señorita Karina –comentó Luis –usted es capaz de salir adelante, con ese tesón que posee y ahora, le ruego que me acompañe, para que le muestre la forma en qué hacemos el ordeño normalmente.
-Gracias a ti, Luis, por enseñarme y tenerme paciencia –expuso Karina –con gusto te acompañó. Tengo deseos de aprender más. Es interesante tu labor y los cuidados que le das a tu trabajo.
-No agradezca. Estamos, para servirle, señorita –acotó éste –aprecio sus palabras, pues son pocos los que reparan en que los oficios sencillos, tienen la misma importancia que las profesiones de hoy en día.
-Todo va de la mano, Luis –agregó Karina –un profesional no es nada sin la ayuda de otros. Por ejemplo, un Agrónomo, no puede salir adelante sin los conocimientos y experiencia de sus trabajadores. Sin duda, hay personas que poseen una amplia experiencia que la vida les entregó y sin necesidad de tener estudios y eso, le da más valor aún.

Luis, se quedó viendo a la muchacha y sonrió complacido, de ver que personas instruidas para otras áreas, pudiesen valorar y reconocer la valía de gente que no poseía estudios, pero que se esforzaban por superarse a sí mismo y tomaban todo lo que la vida les ofrecía, como una enseñanza diaria.

-¡¿Lista para otra lección?! –demandó Luis.
-Cuando tu digas –se apresuró en responder Karina –soy materia dispuesta para tus enseñanzas.
-Perfecto –dijo Luis –comencemos entonces.

Con la ayuda de otros dos trabajadores. Hicieron entrar más de 50 vacunos a la sala de ordeño e iniciaron enseguida, la labor de la limpieza de ubres y terminado esto. Colocaron las pezoneras en cada animal. Una vez, que finalizaba el tiempo de ordeño. Era el recambio de nuevos ejemplares. Así, estuvieron por espacio de dos horas y luego, procedieron asear el lugar.

Karina, vio la hora al concluir con su labor y se despidió de Luis, quedando en verse mañana. Se fue rauda a los establos, pues el tiempo apremiaba, de lo contario no alcanzaría a hacer todo lo que le habían ordenado.
En cuanto llegó a los establos. Su amigo besador, relinchó al reconocerla, provocando que una sonrisa se escapará en los labios de Karina.

«Al menos, mi presencia es grata para alguien» se dijo interiormente la joven.
Antes de empezar con su labor, fue hasta dónde estaba su amigo y le prodigó unas cuantas caricias…

-También me alegro de volver a verte, guapo –dijo entre risas, Karina –vas a portarte bien hoy, nada de travesuras.

Sin embargo, la joven Sotomayor, estaba pidiendo un imposible, ya que terminada sus palabras. Recibió una gran y prolongado lengüetazo de su acosador amigo.

-Eres el colmo –murmuró Karina, mientras limpiaba su cara – ¿en qué habíamos quedado bribón?

Suspiró resignada, ante el descaro de su amigo equino y con una sonrisa en los labios, procedió a comenzar su labor de limpieza del lugar.

Después de ordenar y limpiar todo el recinto, de cepillar a todos los caballos. Procedió a alimentarlos y se fue con su horqueta (horquilla) para el heno, ya que no encontró ninguna carretilla, con la que pudiera llevar más cantidad.

Estaba batallando con un fardo, que le estaba dando problemas en ese instante. Cuándo unas manos, se posaron sobre la suya y le ayudaron en su labor.

-Déjame ayudarte –murmuró una voz de mujer, detrás suyo.
-¡EH! –exclamó Karina, pegando un brinco por el susto que le diera esa voz, ya que se creía sola en el lugar.

Tras acabar de sacar el heno. Karina, se quedo viendo a su salvadora y entrecerró sus ojos al contemplar a la joven…Frente a ella, se hallaba, una chica muy joven, morena, de baja estatura, al menos 15 centímetros, menos que ella, al menos eso dedujo la joven Sotomayor.

Su rostro, dejaba entrever a una persona serena, sencilla y sus ojos, tenían un brillo de ser muy cordial.

 -Mí nombre es Úrsula – dijo la joven y se apresuró en presentarse y le tendió su mano –soy la veterinaria de esta hacienda.

Karina, por primera vez en su vida, no contestó de inmediato a un saludo. Algo, tenía en particular aquella muchacha, lo que causó sus reservas.

-Y… ¿tú eres? –preguntó Úrsula, al ver que la joven no reaccionaba como esperaba.

Esto último, vino a sacar a Karina de sus cavilaciones y se apresuró en responder.

-Perdona, mi descortesía –señaló la joven, estrechando su mano – mi nombre es Karina, un gusto en conocerte.
-¡Vaya! –Exclamó sorprendida Úrsula –Así, que tú eres, la famosa Karina. Hermana de Adriana. Al fin puedo conocerte.
-No sabía que fuera famosa –dijo cortante Karina –pero sí, soy hermana de Adriana.

Tras escuchar, el tono seco de la joven Sotomayor. Úrsula, se mordió el labio inferior, al percatarse que su comentario en vez de resultar gracioso, fue mal visto por la joven.

– Disculpa –añadió Úrsula –quise romper el hielo del momento.
– Descuida –expuso Karina –ahora, sino te importa, debo continuar con mi trabajo.
 ¿Puedo ayudarte? –comentó Úrsula –digo, sí es qué tú lo deseas.
 ¿No tendrás problemas por ello? –contestó Karina, enmarcando mucho su ceja derecha.
– Claro que no –respondió Úrsula –jamás nadie me ha dicho, que no puedo hacerlo.
– Eso será en tu caso –añadió Karina, reacia –En lo que a mí respecta, tengo prohibición de entablar vínculos con los trabajadores de la hacienda.
– ¿Quién te prohibió aquello? –inquirió curiosa Úrsula.
– Eso debes preguntárselo a la señorita Rosemberg –escupió cada palabra Karina.

Ante el tono de la joven. Úrsula, comprendió que había sido mala idea abordarla del modo que lo hizo, ya que se notaba que había tensión entre ellas y prueba de ello, fue esa última respuesta.

– Ya veo –acotó, la veterinaria– Karina, me permites hacer una última pregunta.
– Dime –señaló Karina.
¿siempre eres así de cortante con las personas? –preguntó de frentón Úrsula.
– No lo soy –respondió seria Karina– lamento que me veas de ese modo, pero quiero evitar problemas con tu jefa.
– Comprendo –añadió Úrsula– sin embargo, quiero que sepas, si te ofrecí mi ayuda, es porque no tendrás problemas. Eso te lo puedo asegurar.

Karina, se percató de que había sido muy antipática con la joven y decidió intentarlo nuevamente desde un comienzo.

– Perdóname –se disculpó Karina– no era mi intención ser grosera contigo, pero de verdad, créeme, cuando te digo que tengo restricciones en esta hacienda.
 – Eso no lo sabía –explicó Úrsula sucede que estaba fuera de la ciudad, cuando tú deberías haber llegado. Por ello, desconocía todo eso que cuentas.
¿Te parece, sí comenzamos de cero? –inquirió Karina.
– Por mi parte, encantada de hacerlo –agregó Úrsula –Entonces, me dejas ayudarte.
– Está bien –dijo Karina, más relajada– debo alimentar a todos estos señores cuadrúpedos.
– Jajaja –bromeó Úrsula– verás que una vez que los conozcas a todos, los amarás muy pronto.
¿Tú crees? –preguntó asombrada Karina.
Te lo doy firmado – aseveró Úrsula.

Entre pláticas y anécdotas de parte de la veterinaria, fueron alimentando a la mayoría de los caballos, que permanecían en el establo. Estaban a gusto trabajando y en el momento en que Úrsula, le enseñaba el modo de sacar heno; abrazándola por detrás y así, guiar sus manos; una voz como trueno, las interrumpió…

¡Karina! –gritó la voz a sus espalda.

No hacía falta darse vuelta, para saber de quién se trataba, ya que al momento de girarse, corroboró aquello y sus ojos celestes chocaron de frente con los verdes de Akiane, su mirada, decía más que mil palabras.

-¿Se puede saber, qué estás haciendo? –Preguntó seca Akiane –creí haberte dicho, que no debías relacionarte con los trabajadores.
-Akiane –se apresuró en responder Úrsula – ella no tiene la culpa, fui yo la que insistió en ayudarle.
-No me interesa las excusas, Úrsula –sentenció Akiane –Karina, sabe muy bien que no puede relacionarse con los demás y por cierto, más tarde hablaremos nosotras dos.
-De acuerdo –Respondió ésta.
-Karina, vendrás conmigo –ordenó Akiane –fui muy clara contigo esta mañana, en que no debías saltarte la hora de colación y esta será la última, que te permitiré.

Karina, hecho un rápido vistazo a su reloj y éste marcaba las 3 de la tarde. Sin el menor remordimiento y con un total desenfado, comentó…

-Que yo sepa, todavía tengo trabajo por hacer –desafió Karina –y lo último que deseo, es almorzar contigo, así que te rogaría que me dejases continuar con mis labores.

Los ojos verdes de Akiane, centellaron en el acto, ante la provocación de la joven Sotomayor.

-Tu trabajo aquí, ya acabó –demandó Akiane –y será mejor que me acompañes o atente a las consecuencias.
-Mi jornada termina a las cinco de la tarde, señorita Rosemberg – retó Karina.
-No me provoques, Karina –bramó Akiane –vendrás conmigo por las buenas o por las malas.
-¡Atrévete! –Desafió aún más Karina –no eres mi dueña.
-Tú lo has querido así –sentenció Akiane y con un solo movimiento, cargó sobre su espalda a Karina.
-Con un demonio –masculló furiosa Karina, quedando totalmente inmovilizada – bájame, maldita bestia.
-Bestia, será tu abuela –ironizó Akiane –y no te bajaré, así, revientes mis oídos.
-Uno de estos días, te mataré –amenazó Karina.
-Perro que ladra, no muerde, querida mía –se mofó Akiane.

Éstas fueron las últimas palabras que se escucharon, antes de que ambas desaparecieran de la vista de la veterinaria. Quién, estaba descolocada con toda la escena que le tocó presenciar. No daba crédito a lo visto y escuchado por parte de las otras dos.

«¿Qué fue todo eso?» se preguntó Úrsula.

Mientras la joven veterinaria, trataba de encontrar una respuesta a semejante espectáculo. Las causantes de todo su desconcierto, continuaron rumbo a la casa, entre amenazas e insultos de parte de la joven Sotomayor. Dejando con la boca abierta a los trabajadores que se cruzaban en su camino. Hasta Pedro, que venía de los sembradíos, perdió el habla al ver la escena entre ambas.

Cuando llegaron a la puerta de entrada de la casa. Akiane, recién bajo a la joven, pero al momento de hacerlo, una fuerte cachetada se estrelló en su rostro, girándolo en noventa grados. En respuesta a ello, con una fuerza excesiva de su parte, la jaló del brazo y la arrastró al interior de la vivienda, dejándola en la puerta de su habitación…

-Tienes diez minutos para estar en la cocina –amenazó Akiane – y no te atrevas a llevarme la contra una vez más o te juro que te lamentarás de verdad.

Karina, lejos de responderle, se entró en su habitación y se fue directo al bañó. La ducha fue rápida para no perder tiempo y darle en el gusto a la odiosa de su jefa. Se vistió rauda y cuando se disponía en dejar su dormitorio, sonó su celular, lo sacó de su escondite y procedió a contestar…

-Diga –dijo en un tono áspero Karina.
-¡Buenas tardes, Karina! –saludó una voz femenina.

En ese preciso momento, abrió la puerta de su dormitorio y…

-¡Majo! –exclamó Karina, mientras sus ojos quedaron de frente con los de Akiane.

1 comentario:

Mari Carmen dijo...

Anrhia buenas, me encantan tus historias y espero las continues pronto, la conti ha estado fenomenal como siempre, me gustaría preguntarte sobre un fanfic que subiste en Amor yayoi pero que no veo aquí en tus indices, era sobre una joven arquitecta que entra en una empresa y la jefa de esa empresa había perdido a su familia, te lo explico así porque no me acuerdo del título y no me gusta meterme mucho en esa página ahora porque parece plagada de virus XD, espero que sepas a cual me refiero y me ayudes a encontrar tu fanfic por la página porque no lo veo XD. Abrazos de tu admiradora número 1.

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