Un nuevo amanecer, capítulo 4.
Sofía, llevaba unas horas despierta sin conciliar el
bendito sueño y demás estaba decir que si no conseguía un poco de descanso
mañana tendría algunos problemillas de humor y más, tomando en cuenta que
tendría que poner a prueba a Florencia.
Desde que salió de la constructora, la imagen
de Carla, desafiarla con la mirada le terminó por perseguir todo el camino y
aún en ese minuto le acompañaba como un fantasma.
─ Se puede saber qué diantres le sucede a Carla ─ se
preguntó para sí, Sofía ─ Es muy extraño que en los años que lleva con nosotras
nunca he tenido la menor queja de su persona y hoy es totalmente desafiante.
La Arquitecta, no dejaba de darle vueltas al asunto y
como hienas al asecho; la imagen de Florencia y Carla muy acarameladas, le
volvió a contraer el corazón y a hervir la sangre e involuntariamente, golpeó
la almohada que estaba a su izquierda.
─ ¿Qué rayos me está
pasando? ─ Se preguntaba Sofía ─ ¿Por qué me da tanto coraje un hecho así? Que
dos mujeres se besen o se muestren en público ya no es noticia en este país.
¿Por qué me tiene que afectar verlas juntas?
─ Ha de ser por mi nueva
condición de viuda, que estoy más sensible que nunca y por eso todo me molesta
al punto de discutir dos veces hoy. Tiene que ser por ese motivo y no otro que
esté gatillando este tipo de conducta en mí.
Cansada de divagar
motivos y excusas, simplemente se dedicó en cerrar sus ojos y cuando ya estaba
por quedarse dormida una vocecilla le susurró…
« Florencia…es por ella, que
estás así»
De golpe abrió sus ojos y
quedo sin aliento, con un corazón que se disparó a mil tras oír semejante
salvajada. Se sentó en su cama y quedo con la vista perdida, sin dar crédito a
lo expuesto por su lado oscuro…sus pensamientos más sórdidos.
El estar sometida a tanta
presión, la pérdida de su esposo y la casi no aceptación de esto último,
simplemente la estaba desquiciando al punto de estar consiguiendo que su mente
le jugase una mala pasada.
─ ¡Eso es imposible! ─
exclamó Sofía y llevando su mano hasta su corazón, añadió ─ ¿Qué una mujer me
tenga así? Debo estar confundiendo las cosas por la ausencia de Cristóbal, ha
de ser sólo por eso.
Volvió a recostarse en su
cama, ya un poco más calmada por sus razonamientos, que le devolvían la
serenidad a su alma. Sin embargo, en el centro de su corazón, una pequeña
distorsión o latido, vino de plano a contradecir los planteamientos de la mujer
y es que no se puede engañar ni ocultar lo inevitable.
Al poco tiempo, logró
conciliar el sueño y su cuerpo pudo relajarse. Mientras que en el firmamento,
las estrellas seguían titilando, testigos de todo cuanto ocurre en la noche
infinita.
Las horas transcurrieron
velozmente y comenzó en todo Santiago a despuntar el alba y la claridad
comenzaba a apoderarse del valle capitalino.
En una pequeña
residencia, Florencia, ya está en pie y son recién las 5 de la mañana y ello se
debe a que desde Maipú a Providencia, le lleva un buen tiempo tomar transporte
y hoy tendrá que utilizar el sistema de metro para llegar a la hora, ya que
debía estar una hora antes de lo acostumbrado por órdenes expresas de la dueña
principal, Sofía Almagro.
Al pensar en ella y lo
sucedido ayer en la tarde, no pudo evitar volver a sentir coraje por las duras
palabras de una mujer que le pareció cruel, egoísta, clasista y para colmo,
homofóbica.
Le costaba un poco
asociar a la mujer que conociese esa primera vez, que aunque triste, trastocó
su ser más interior y sin importarle nada más en ese momento que brindarle un
poco de apoyo y así, revertirle la mano a ese dolor que se estaba adueñando de
un corazón y un ser que merecía ante todo ser feliz y que nada debía truncar
ese dictamen de la vida.
─ Ella es una mujer
implacable, será prudente de mi parte mantenerme al margen de su vida ─
concluyó Florencia, que llevó a sus labios, el tazón de café.
Entre sorbo y sorbo,
trazó mentalmente un plan para conseguir su objetivo, de alejarse de Sofía
Almagro y abocarse solamente a su trabajo.
─ De seguro, será lo
mejor ─ convino en sus pensamientos.
Florencia, de inmediato
guardó todo en la alacena y tomó su mochila y salió rauda de la pensión con
rumbo a la parada.
20 minutos después tomaba
el metro con dirección de la estación Manquehue y poder llegar a las
dependencias del nuevo proyecto de Almapric.
A las 7: 20 llegaba a la
estación y solo le restaban diez minutos para llegar a Alonso Córdoba con los
militares. No supo como voló por las cuadras de la capital y alcanzó a poner
justo un pie en la obra y que para su sorpresa estaba en el proceso de cierre
perimetral.
Le preguntó al portero en
dónde estaba el reloj de control y éste le indicó que se hallaba frente al
conteiner que se desempeñaba como oficina técnica.
Cuando halló los tres
únicos módulos que hacían de oficinas, encontró lo que estaba buscando y
procedió a marcar su ingreso, pero no se pudo porque la joven aún no estaba en
los registros de la obra y en eso se escuchó a sus espaldas.
─ No prosigas con eso ─
señaló una voz muy conocida ─ Mas tarde
pediré tu ingreso
Florencia al darse
vuelta, se topó de lleno con el rostro de Sofía, que la observaba detenidamente
en ese momento. Había algo extraño en su
mirada, aparte de tener un rostro algo cansado tal vez por insomnio; tenía un
brillo especial como cuando alguien tiene cierta curiosidad.
Otra particularidad que
resaltaba, era no verla vestida formalmente como el día de ayer, sino que hoy
lucía mas como una chica a todo terreno: enfundada en unos jeans, una camisa de
cuadros con una chamarra sin mangas con el logo de la empresa, sus botines de
seguridad, su cabellera resguardada en una cola y bajo su casco plateado; color
solo para el mandamás de una obra.
Esa sola escena, dejo un
tanto boquiabierta a la joven Villar, ya que era muy poco tiempo de conocerse y
le costaba asociar la imagen de mujer sofisticada, pulcra y elegante que le
había visto con anterioridad a verla con un perfil típico de una universitaria
que recién comienza a trabajar.
Era impactante ver a una
mujer que parecía una princesa descender a niveles de los plebeyos. Al menos
eso pensó Florencia y es que le estaba costando ver a esa mujer con ropajes de
distintos o simplemente ya comenzaba a verla con otros ojos.
─ ¿Sucede algo? ─
preguntó Sofía, acercándose más a la joven y ver la profundidad de esos ojos,
su verdad. ─ Te has quedado como perdida en tus pensamientos.
─ Nada ─ Balbuceó
Florencia, desviando en el acto su mirada de aquellos ojos azules ─ No sucede
nada.
Sofía, empequeñeció sus
ojos al notar la actitud hostil de la muchacha para con ella, que además le
dolió un poco.
─ Si tú lo dices, debe
ser de ese modo ─ comentó Sofía y un tanto parca, agregó ─ Acompáñame.
Sin mediar más palabras
entre ellas, fueron hasta el primer módulo y la Arquitecta, sacó las llaves de
su pantalón y abrió el candado y luego, hizo pasar a la muchacha.
─ Deja tus cosas en ese
escritorio ─ indicó Sofía, mientras ella dejaba sus pertenencias en un mueble
equipado para ello ─. Mañana tendrás tu propio compartimiento a más tardar.
─ Descuide ─ Señaló
Florencia ─ Puedo acomodar mis cosas en cualquier lugar.
─ Florencia, veo que no
estás entendiendo ─ refutó Sofía, cuya postura de manos en su rostro, denotaba
severidad ─ Esta será la oficina principal y la vamos a ocupar nosotras dos,
por lo tanto, tus pertenencias no andarán de un lado a otro.
─ Pero ─ murmuró
Florencia.
─ ¿Pero qué? ─ indagó
Sofía algo contrariada.
─ Disculpe si mi pregunta
le molesta ─ aclaró Florencia ─ Pero… ¿No es está la oficina del administrador
de obra? Es decir, usted.
─ Claro que lo es ─
respondió Sofía ─ ¿Cuál es el problema
con eso?
─ Se supone que le
corresponde al administrador y al jefe de obra, estar en este lugar ─ Explicó
Florencia ─ No veo que tengo que hacer yo aquí.
─ ¡Por Dios, Florencia! ─
exclamó la Arquitecta Almagro, que no daba crédito a las palabras de la
muchacha. ─ Parece mentira que seas tan ingenua para tus cosas. Si te he traído
a trabajar en el proyecto Sapunar, es porque claramente, vas a ser mi mano
derecha y en consecuencia, tú serás a contar de este instante, el jefe de obra,
¿quedan aclarada tus dudas?
La joven Villar, sintió
como el rubor inundó de rojo sus mejillas de la vergüenza que sentía en ese
momento por ser tan ilusa. A pesar de
estar lidiando con ese apocamiento, quiso protestar.
─ Pero yo no poseo aún la
suficiente experiencia para una responsabilidad como esa ─ rebatió entre la
timidez y el razonamiento.
Sofía, con un pequeño
resoplido, se armó de paciencia para responderle a la joven empleada.
─ ¡A ver mujer! ─ señaló
Sofía, que levantó la barbilla a la muchacha y la miró directamente a los ojos,
sin permitirle que se escabullese. ─ Está claro que aún te falta mucha
experiencia para el cargo y no es menor lo que acabas de decir. Sin embargo,
llevas cuatro meses en esta empresa y he seguido todos tus pasos por medio de
mis socias y el balance te ha sido muy favorable.
─ Ahora es mi turno de
prepararte y guiarte hasta que alcances un nivel de maestría ─ continuó Sofía ─
Por lo tanto, trabajaremos codo a codo para alcanzar esa perfección y créeme
que de las tres, soy la más exigente e inflexible y no permito las excusas para
los errores y la ineficiencia.
─ ¿Por qué yo? ─ se
atrevió a preguntarle Florencia ─ Teniendo tanto personal.
─ Porque necesito alguien
de confianza, que tenga el espíritu de lucha como el que tú tienes y no lo digo
porque seas una mujer y ser solidaria entre nosotras ─ respondió Sofía ─ Eres
un diamante en bruto que debe ser pulido y voy a prepararte para que seas la
mejor en tu especialidad.
─ ¿Está seguro de que soy
la persona que necesita? ─ indagó no muy convencida Florencia.
─ Muy segura, Florencia ─
contestó Sofía, que inconscientemente paso su dedo pulgar por las mejillas de
la joven. ─ Debes tener un poco más de confianza en ti, porque tus capacidades
hablan por sí solas. Y si Mariela, en el poco tiempo que llevas con nosotras,
ya te respeta, es por algo.
Esa pequeña caricia,
estremeció el corazón de la joven, que no sabía cómo actuar ni qué decir ante
el comentario de su jefa y sólo atinó en decir…
─ ¿La Arquitecta Sopric,
me respeta a mí? ─ preguntó tontamente Florencia, que batallaba con las
emociones que estaba surgiendo en su corazón.
Un brillo muy particular,
se desprendió en los ojos azules de Sofía ante la timidez y vulnerabilidad de
la muchacha.
─ Así es ─ respondió con
dulzura Sofía y volvió a rozar la mejilla de Flo ─ Para ganarse el respeto de
Mariela, hay que ser muy bueno y convincente. Y créeme que son contados con una
mano los que lo han conseguido.
─ ¡Ya veo! ─ balbuceó
Florencia que se había perdido en ese azul profundo y por más que trataba de
zafarse de su magnetismo, no lo conseguía.
Sin darse cuenta, ambas
quedaron por más de diez minutos prendidas una de la otra en su mirar y sólo
rompieron el hechizo, cuando un golpe en la puerta cortó abruptamente el
momento.
─ ¡Adelante! ─ apremió
Sofía, que rápidamente se separó del lado de la joven y puso atención en la
puerta.
─ Disculpe, Señora Sofía
─ dijo un hombre corpulento, que entró y traía una serie de papeles con él ─
Pero acaban de venir del municipio, solicitando los permisos para cerrar la
cuadra y falta el de dirección del tránsito, ya que hoy debemos cerrar la calle
por dos horas.
─ ¡Buenos días, Manuel! ─
saludó primero Sofía, que no soportaba la falta de educación y luego tomó los documentos que el hombre le
entregase.
─ ¡Buenos días, señora
Sofía! ─ correspondió éste.
─ Manuel, quiero
presentarte a Florencia Villar, quién es constructora civil y a contar de hoy
será la nueva jefa de obra ─ mencionó Sofía al mismo tiempo que echaba un
vistazo a toda la documentación.
─ Encantado de conocerla
señorita Villar y sea bienvenida a nuestro equipo ─ saludó el hombre, que
extendió su mano a la joven.
─ Muchas gracias, Manuel
─ respondió Florencia.
─ Florencia para que te
vayas familiarizando con todo. Manuel es el capataz mayor ─ mencionó Sofía,
sacando de una carpeta el documento faltante ─ y cualquier cosa debes entender
con él, previas consultas con mi persona.
─ Entendido ─ respondió
la joven.
─ Aquí tienes ─ Mencionó
Sofía, entregando todos los documentos a su capataz ─. Despacha cuanto antes
ante a los inspectores y si tienes algún inconveniente, ubícame en la
excavación.
─ Como usted ordene ─
respondió Manuel ─ con su permiso.
Cuando el hombre salió,
Sofía, tomó una caja de herramientas y una carpeta, que le entregó a Florencia,
esa última.
─ Es hora de comenzar con
tu preparación ─ mencionó Sofía, cerrando con llave su oficina y agregó ─. Como
puedes ver, llevamos una semana instalados y aún no está la instalación de
faena completa por la demora en los permisos. Por lo que necesito que las cosas
se agilicen cuanto antes. El tiempo apremia y cualquier demora es pérdida para
mi empresa.
─ Comprendo ─ dijo
Florencia ─ ¿cuánto dura el proyecto?, ¿y cuánto es lo que tiene usted contemplado
en la carta gan?
─ El proyecto en sí, está
pensado para 14 meses y según lo planificado no debe exceder los 12 meses ─
explicó Sofía, mientras caminaban ─ Nos quedaría un margen de dos meses para
ultimar detalles y limpiar antes de entregar al mandante.
─ ¿Dos meses será
suficiente tiempo para finalizar todo? ─ inquirió con reservas Florencia.
─ Florencia, aquí vas
aprender a optimizar el tiempo ─ concluyó Sofía, que veía de reojo a la joven y
sus reacciones ─ Personalmente dos meses es mucho tiempo, pero sería
irresponsable de mi parte no prever contratiempos de clima, materiales y
rectificaciones.
─ ¡Ya veo! ─ murmuró
Florencia ─ La experiencia en terreno hace la diferencia con respecto a una
aula de clases.
─ Sin lugar a dudas ─
acotó Sofía ─ Lo que se aprende en la
universidad es apenas un 20% de lo que la escuela del trabajo te aporta en tu
formación profesional. Los primeros pasos en terreno no es más que una prueba
de ensayo y error con la cual adquieres conocimientos de lo que no se debe
hacer.
─ Gracias por el aporte ─
repuso Florencia ─ Tendré en cuenta su consejo.
La Arquitecta Almagro, no
respondió al comentario de la joven. Se limitó en continuar avanzando por el
estrecho pasillo entre materiales apilados y algunas máquinas estacionadas. Tenía
todo el tiempo por delante para sacar profesionalmente lo mejor de la joven y
de paso conocerla más a fondo.
Y es que para Sofía, la
joven le provocaba una serie de sensaciones y emociones; entre ellas:
curiosidad de saber por qué en el instante en que la conoció trastocó su ser
entero. No podía hallar una respuesta al poder que la muchacha tuvo en aquella
ocasión de conseguir arrancar el dolor de su corazón y dejar incrustado trozos
de ternura que la hacían añorar más y más ese sentimiento en su pecho.
─ Hemos llegado ─ señaló
la propia Sofía, acabando sus cavilaciones de golpe.
Las dos mujeres se
detuvieron en el sector de la excavación que se ubicaba justo al costado de
otro inmueble, que además era muy antiguo y requería de medidas de precaución.
─ Como puedes ver.
Nuestro mayor obstáculo es ese edificio que es de los años 60 y las
excavaciones podrían socavar sus cimientos y provocar un accidente ─ Mencionó
Sofía, al mismo tiempo que llegaba insitu al lugar ─ Necesitamos reforzar esto
en primer lugar mediante un doble talud. Para ello, vas agregar unas barras de
anclaje cada metro y media de la zapata de fundación y de ahí, haremos el
primer talud hormigonado.
Una vez reforzada estas
bases podremos comenzar con nuestro trabajo.
─ Entonces, manos a la
obra ─ apoyó Florencia, regalándole una sonrisa como premio.
Sofía, mandó a buscar una
estación topográfica y ver cuán desnivelado estaba el terreno. Entre ambas
calculaban, los desniveles y cuánto debían sacar y rellenar en los 7 puntos de referencia.
Entre apuntes, cálculos y
discusiones, hubo un factor incidente que marcó a la nueva dupla y era una
atmosfera de mucha complicidad y acoplamiento que sin darse cuenta, el roce de
las manos o dedos al pasarse las herramientas; estaba comenzando a causar
estragos en la mente de ambas mujeres. Pues con cada roce, algo dentro de su
corazón se contraía y la prueba palpable de ello, era el brillo que se
desprendía de sus ojos, una luminosidad cargada de intensidad y necesidad de
prolongar un poco más esa dulce sensación.
Fueron 6 horas de trabajo
arduo en que ninguna de las dos, quiso hacer un alto y descansar para tomar
alimentos y si no fuese porque llegó
Mariela, a interrumpirlas hubiesen pasado de largo por otras horas más.
─ Ustedes dos son
realmente hechas a la medida ─ acusó con burla Mariela ─ unas trabajólicas
empedernidas que no saben cuando parar aunque sea para un café.
─ Sin trabajo somos almas
vacías y sin objetivos ─ apuntó en contraste Sofía, que sabía cómo picar a su
socia ─ el trabajo dignifica a todo hombre.
Sopric, dejo escapar una
sonora carcajada por la brillante respuesta de su colega, pues alababa su
ingenio para salir airosa de cualquier situación adversa e incluso de palabras
capciosas como la suya.
─ Puede ser querida mía ─
mencionó Mariela ─. El asunto es que llevo más de media hora observándolas y
como Mahoma no va a la montaña, la montaña debe ir a Mahoma como siempre.
─ Sin duda que una
llamada soluciona ese tipo de situaciones ─ replicó Sofía, con una ceja
inquisitiva por el tono de malicia que intuyó en su socia.
─ Tomando en cuenta tu
gran esfuerzo ─ espetó Sofía ─ Podrás decirme a qué debo su visita, su
excelentísima montaña.
─ Jajaja ─ se burló
Mariela por el comentario ─ lo digo y lo sostengo, ustedes dos son tal para cual.
Olvidan por completo que hoy tenemos una reunión con Osvaldo para ofertar la
licitación de la Dehesa.
─ ¡Por todos los cielos!...lo
olvide por completo ─ repuso con fastidio Sofía ─ el trabajo me absorbe tanto
que pierdo la noción del tiempo.
─ No solo el trabajo te
absorbe por lo visto ─ refutó Mariela, viendo de reojo a Florencia.
─ ¿Qué insinúas? ─
confrontó de inmediato Sofía.
─ Nada mujer, no insinúo
nada ─ respondió entre bromas Mariela ─ Te has dado cuenta que el viaje te
sentó de maravillas, mira que estás más peleona que nunca y has vuelto hacer la
Sofía de siempre.
No supo cómo ni por qué,
instintivamente, aquellos ojos azules se clavaron en el rostro de Florencia, al
escuchar las palabras de Sopric. Y es que no fue producto del viaje que había
comenzado a dejar atrás el dolor y los recuerdos, sino que la responsable de su
mejoría, tenía nombre y apellido y estaba frente a sus ojos.
Fue en ese preciso
momento que sintió como su corazón comenzó a latir rápidamente, como un fuego
que quemaba su pecho y fue ahí que se percató de que algo no estaba bien dentro de ella o no
eran las mismas emociones que tuvo en otro tiempo.
« ¿Será posible
que ella esté provocando esto en mí? » reflexionó en su mente, Sofía.
─ ¿Sofía, estás bien? ─
preguntó Mariela.
─ ¡EH!...sí. ¿Por qué me
preguntas eso? ─ respondió con otra pregunta Sofía.
─ Porque te has quedado
hipnotizada viendo a Florencia y ni siquiera pestañeabas, mujer ─ mencionó una inquisitiva
Mariela.
─ Ha de ser porque me
perdí en mis recuerdos ─ expresó Sofía, que de paso dio por terminada la
conversación ─ Será mejor que nos vayamos a esa reunión.
─ Sí. Como tú digas ─
dijo no muy conforme la Arquitecta Sopric.
Las tres se fueron del
sitio de la excavación y Sofía, dio instrucciones a su capataz de los trabajos
que deseaba para la tarde y que esperaba ver mañana terminados a primera hora.
Sopric, se fue en su
camioneta. Mientras que Sofía, llevó a Florencia en su jeep. En cosa de 20
minutos ya estaban en las oficinas de Almapric, justo a tiempo para la reunión.
A las 5:40 acabó la
reunión con el encargado de la licitación y que no tenía buen semblante dado
que por tres votos contra dos, decidieron no postular al proyecto por verlo muy
inviable en lo económico y quedaron en estudiar las otras dos ofertas en dos
días más.
Florencia, dado a que no
había probado alimento en todo el día, comenzó a resentirse y su estomago
protestó con un gruñido de tripas y por suerte nadie la escuchó, ya que era la
última en salir.
─ ¡Rayos qué vergüenza! ─
murmuró entre dientes Florencia, con una mano en su panza ─ Tengo tanta hambre
que me comería un elefante.
─ Entonces déjame traerte
el zoológico a tu mesa ─ se oyó decir a una voz, muy risueña y conocida a sus
espaldas.
Las palabras, le
taladraron los oídos del susto y la vergüenza de que la hubiesen oído, aunque
ya sabía de quién se trataba y al girar pudo comprobarlo.
─ Carla ─ pronunció
Florencia, roja hasta las orejas ─ uno de estos días me vas a matar del susto.
─ ¿O de la vergüenza de
que oigan tus más sórdidos pensamientos? ─ molestó con malicia Carla,
jugueteando con sus cejas de arriba abajo.
─ No seas idiota ─
protestó Flo ─ Yo sólo tengo hambre y por eso digo sandeces cuando mi
estomaguito reclama sus alimentos.
─ Jajaja… ¡Qué ternucha
eres Florcita! ─ bromeó con pica Carla ─ Eres una delicia que te comería a
besos.
─ Déjate de payasadas,
que tú no harías eso ─ confrontó Florencia ─ Mejor será que me invites algo de
comer sino desfallezco aquí mismo.
─ ¿No me crees capaz de
darte un beso? ─ preguntó Carla, cuyos ojos mostraban mucha picardía en ese
instante.
─ Claro que no ─
respondió Florencia sin adivinar las intenciones de su compañera.
La contadora, ni tonta ni
perezosa no se hizo esperar y sin previo aviso, se plantó a su lado y deposito
un beso en la comisura de los labios de la joven Villar al mismo tiempo que por
el rabillo de sus ojos, estaba pendiente de la presencia que tenía a su lado
izquierdo.
─ Ejem… ─ fue el sonido
emitido de una voz de mujer, que interrumpió a las jóvenes.
Florencia, no sólo quedo
de una pieza por el beso de Carla, sino que quedo de piedra al ver a quiénes
tenía de espectadoras en esta oportunidad.
Frente a sus ojos,
estaban Mariela, Casandra y para colmo de males…Sofía. La incredulidad de las
dos Arquitectas no la sorprendía mucho que digamos, aunque sus nervios estaban
por colapsar en ese minuto.
Lo que más la asustó fue ver el rostro de Sofía,
totalmente desencajado y su mirada era un cumulo de emociones contenidas y es
que por segunda vez la había pillado infraganti en muestras de afecto con su
compañera y siendo que ya le había advertido al respecto.
« ¿Por qué a mí? » se cuestionaba
mentalmente Florencia.
─ ¡Chicas en qué
travesuras andan! ─ inquirió burlona Casandra, tratando de bajarle el perfil a
la situación.
Esa fue la oportunidad
perfecta que estaba esperando Carla, no se hizo esperar para continuar con sus
propósitos y sacar provecho de ello.
Muy astutamente tomó del
brazo a su compañera y añadió…
─ Estaba dando ánimos de
algún modo a Mi Florencia, ya que no ha probado bocado en todo el día y estaba
a punto de invitarla almorzar cuando nos interrumpieron ─ expresó sin empacho
Carla ─ Claro está si ustedes no tienen inconvenientes al respecto por el
horario.
Las palabras calaron
fuerte en las tres Arquitectas al percatarse de ese descuido y fue Casandra que
salió en apoyo de las dos chicas.
─ ¡Por Dios, Sofía! Te estás
volviendo una negrera de lo peor ─ dijo entre bromas Casy y con un ademán de
manos insto a que se fueran ─ Vayan tranquilas chicas y haz que se coma todo
Carla.
─ Claro que lo haré ─
respondió coquetamente la contadora ─ De ella me ocupo yo.
Sin más, la contadora, se
llevó al casino a Florencia para que almuerce. Mientras que las otras tres
mujeres se tuvieron que conformar con solo verlas irse y sólo una de ellas,
estaba a punto de estallar.
─ ¿Crees que esas dos
sean pareja? ─ preguntó Casy a sus colegas.
─ No lo sé ─ respondió
Mariela, que no quiso omitir un comentario porque a juzgar por el rostro de su
mejor amiga, las palabras sobraban en ese momento.
─ Desde un comienzo, esas
dos se han llevado de maravillas, sólo que sería una lástima que se expongan
mucho ante los trabajadores ─ Continuó Casandra ─ Nuestra sociedad es muy hipócrita
en ese sentido.
─ Será problema de ellas
si se arriesgan de ese modo ─ acotó seca Mariela, que no deseaba proseguir con
la plática por respeto a Sofía. ─ será mejor que continuemos con nuestro
trabajo y no nos inmiscuyamos en un tema de otros.
─ Quizás tengas razón por
ahora ─ manifestó Casandra ─ pero una decisión deberemos tomar si pasa a
mayores.
─ Ya veremos en su
momento ─ replicó Mariela, bastante cabreada por la insistencia de Casy.
Cuando Casandra, entró a
su oficina. Sopric, miró de plano a su amiga y socia.
─ ¿Estás bien? ─ preguntó
preocupada Mariela.
─ Déjame sola un momento ─
señaló Sofía sin emoción alguna y entró a su oficina.
« ¿Será posible? »
reflexionó Mariela.
Cuando ya la
jornada concluía, una joven guardaba sus cosas en su cartera y se disponía a
marchar oyó decir…
─ ¿Qué pretendes? ─
preguntó una voz de mujer a sus espaldas.
Carla, lentamente se giró
y quedo de frente con la otra mujer, que por cierto ya estaba esperando, no en
vano se quedo hasta el final.
─ Que te des cuenta
pronto o de lo contrario, seré yo quién me quede con ella ─ desafió
abiertamente Carla a su contraparte.
Unos ojos azules
se empequeñecieron y su mirada se volvió fría como el hielo mismo y dejaron
sentir toda su molestia guardada de hace un rato atrás.
─ Tú decides ─ provocó
aún más Carla─… Sofía.
Un choque de
miradas se enfrentó en ese momento y dos mujeres se veían las caras en un
escenario muy distinto al profesional.
El juego de la
vida, había comenzado y una decisión debía ser tomada por una de las
protagonistas de esta historia.
¿Arriesgarse o
dejar las cosas como estaban?
2 comentarios:
Siiiii, muy linda la historia, como siempre escribes fantástico =). Sigue así!!
Muchas gracias a ti por acompañarme en este viaje de líneas. Que tengas una buena semana.
Anrhia
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