mujer y ave

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domingo, 23 de marzo de 2014

Sospechas.


Un nuevo amanecer, capítulo 4.


Sofía, llevaba unas horas despierta sin conciliar el bendito sueño y demás estaba decir que si no conseguía un poco de descanso mañana tendría algunos problemillas de humor y más, tomando en cuenta que tendría que poner a prueba a Florencia.

Desde que salió de la constructora, la imagen de Carla, desafiarla con la mirada le terminó por perseguir todo el camino y aún en ese minuto le acompañaba como un fantasma.



─ Se puede saber qué diantres le sucede a Carla ─ se preguntó para sí, Sofía ─ Es muy extraño que en los años que lleva con nosotras nunca he tenido la menor queja de su persona y hoy es totalmente desafiante.

La Arquitecta, no dejaba de darle vueltas al asunto y como hienas al asecho; la imagen de Florencia y Carla muy acarameladas, le volvió a contraer el corazón y a hervir la sangre e involuntariamente, golpeó la almohada que estaba a su izquierda.

─ ¿Qué rayos me está pasando? ─ Se preguntaba Sofía ─ ¿Por qué me da tanto coraje un hecho así? Que dos mujeres se besen o se muestren en público ya no es noticia en este país. ¿Por qué me tiene que afectar verlas juntas?
─ Ha de ser por mi nueva condición de viuda, que estoy más sensible que nunca y por eso todo me molesta al punto de discutir dos veces hoy. Tiene que ser por ese motivo y no otro que esté gatillando este tipo de conducta en mí.

Cansada de divagar motivos y excusas, simplemente se dedicó en cerrar sus ojos y cuando ya estaba por quedarse dormida una vocecilla le susurró…
« Florencia…es por ella, que estás así»

De golpe abrió sus ojos y quedo sin aliento, con un corazón que se disparó a mil tras oír semejante salvajada. Se sentó en su cama y quedo con la vista perdida, sin dar crédito a lo expuesto por su lado oscuro…sus pensamientos más sórdidos.

El estar sometida a tanta presión, la pérdida de su esposo y la casi no aceptación de esto último, simplemente la estaba desquiciando al punto de estar consiguiendo que su mente le jugase una mala pasada.

─ ¡Eso es imposible! ─ exclamó Sofía y llevando su mano hasta su corazón, añadió ─ ¿Qué una mujer me tenga así? Debo estar confundiendo las cosas por la ausencia de Cristóbal, ha de ser sólo por eso.

Volvió a recostarse en su cama, ya un poco más calmada por sus razonamientos, que le devolvían la serenidad a su alma. Sin embargo, en el centro de su corazón, una pequeña distorsión o latido, vino de plano a contradecir los planteamientos de la mujer y es que no se puede engañar ni ocultar lo inevitable.

Al poco tiempo, logró conciliar el sueño y su cuerpo pudo relajarse. Mientras que en el firmamento, las estrellas seguían titilando, testigos de todo cuanto ocurre en la noche infinita.

Las horas transcurrieron velozmente y comenzó en todo Santiago a despuntar el alba y la claridad comenzaba a apoderarse del valle capitalino.

En una pequeña residencia, Florencia, ya está en pie y son recién las 5 de la mañana y ello se debe a que desde Maipú a Providencia, le lleva un buen tiempo tomar transporte y hoy tendrá que utilizar el sistema de metro para llegar a la hora, ya que debía estar una hora antes de lo acostumbrado por órdenes expresas de la dueña principal, Sofía Almagro.

Al pensar en ella y lo sucedido ayer en la tarde, no pudo evitar volver a sentir coraje por las duras palabras de una mujer que le pareció cruel, egoísta, clasista y para colmo, homofóbica.

Le costaba un poco asociar a la mujer que conociese esa primera vez, que aunque triste, trastocó su ser más interior y sin importarle nada más en ese momento que brindarle un poco de apoyo y así, revertirle la mano a ese dolor que se estaba adueñando de un corazón y un ser que merecía ante todo ser feliz y que nada debía truncar ese dictamen de la vida.

─ Ella es una mujer implacable, será prudente de mi parte mantenerme al margen de su vida ─ concluyó Florencia, que llevó a sus labios, el tazón de café.

Entre sorbo y sorbo, trazó mentalmente un plan para conseguir su objetivo, de alejarse de Sofía Almagro y abocarse solamente a su trabajo.

─ De seguro, será lo mejor ─ convino en  sus pensamientos.

Florencia, de inmediato guardó todo en la alacena y tomó su mochila y salió rauda de la pensión con rumbo a la parada.
20 minutos después tomaba el metro con dirección de la estación Manquehue y poder llegar a las dependencias del nuevo proyecto de Almapric.

A las 7: 20 llegaba a la estación y solo le restaban diez minutos para llegar a Alonso Córdoba con los militares. No supo como voló por las cuadras de la capital y alcanzó a poner justo un pie en la obra y que para su sorpresa estaba en el proceso de cierre perimetral.

Le preguntó al portero en dónde estaba el reloj de control y éste le indicó que se hallaba frente al conteiner que se desempeñaba como oficina técnica.

Cuando halló los tres únicos módulos que hacían de oficinas, encontró lo que estaba buscando y procedió a marcar su ingreso, pero no se pudo porque la joven aún no estaba en los registros de la obra y en eso se escuchó a sus espaldas.

─ No prosigas con eso ─ señaló  una voz muy conocida ─ Mas tarde pediré tu ingreso

Florencia al darse vuelta, se topó de lleno con el rostro de Sofía, que la observaba detenidamente en ese momento. Había algo  extraño en su mirada, aparte de tener un rostro algo cansado tal vez por insomnio; tenía un brillo especial como cuando alguien tiene cierta curiosidad.

Otra particularidad que resaltaba, era no verla vestida formalmente como el día de ayer, sino que hoy lucía mas como una chica a todo terreno: enfundada en unos jeans, una camisa de cuadros con una chamarra sin mangas con el logo de la empresa, sus botines de seguridad, su cabellera resguardada en una cola y bajo su casco plateado; color solo para el mandamás de una obra.

Esa sola escena, dejo un tanto boquiabierta a la joven Villar, ya que era muy poco tiempo de conocerse y le costaba asociar la imagen de mujer sofisticada, pulcra y elegante que le había visto con anterioridad a verla con un perfil típico de una universitaria que recién comienza a trabajar.

Era impactante ver a una mujer que parecía una princesa descender a niveles de los plebeyos. Al menos eso pensó Florencia y es que le estaba costando ver a esa mujer con ropajes de distintos o simplemente ya comenzaba a verla con otros ojos.

─ ¿Sucede algo? ─ preguntó Sofía, acercándose más a la joven y ver la profundidad de esos ojos, su verdad. ─ Te has quedado como perdida en tus pensamientos.
─ Nada ─ Balbuceó Florencia, desviando en el acto su mirada de aquellos ojos azules ─ No sucede nada.

Sofía, empequeñeció sus ojos al notar la actitud hostil de la muchacha para con ella, que además le dolió un poco.

─ Si tú lo dices, debe ser de ese modo ─ comentó Sofía y un tanto parca, agregó ─ Acompáñame.

Sin mediar más palabras entre ellas, fueron hasta el primer módulo y la Arquitecta, sacó las llaves de su pantalón y abrió el candado y luego, hizo pasar a la muchacha.

─ Deja tus cosas en ese escritorio ─ indicó Sofía, mientras ella dejaba sus pertenencias en un mueble equipado para ello ─. Mañana tendrás tu propio compartimiento a más tardar.
─ Descuide ─ Señaló Florencia ─ Puedo acomodar mis cosas en cualquier lugar.
─ Florencia, veo que no estás entendiendo ─ refutó Sofía, cuya postura de manos en su rostro, denotaba severidad ─ Esta será la oficina principal y la vamos a ocupar nosotras dos, por lo tanto, tus pertenencias no andarán de un lado a otro.
─ Pero ─ murmuró Florencia.
─ ¿Pero qué? ─ indagó Sofía algo contrariada.
─ Disculpe si mi pregunta le molesta ─ aclaró Florencia ─ Pero… ¿No es está la oficina del administrador de obra? Es decir, usted.
─ Claro que lo es ─ respondió  Sofía ─ ¿Cuál es el problema con eso?
─ Se supone que le corresponde al administrador y al jefe de obra, estar en este lugar ─ Explicó Florencia ─ No veo que tengo que hacer yo aquí.
─ ¡Por Dios, Florencia! ─ exclamó la Arquitecta Almagro, que no daba crédito a las palabras de la muchacha. ─ Parece mentira que seas tan ingenua para tus cosas. Si te he traído a trabajar en el proyecto Sapunar, es porque claramente, vas a ser mi mano derecha y en consecuencia, tú serás a contar de este instante, el jefe de obra, ¿quedan aclarada tus dudas?

La joven Villar, sintió como el rubor inundó de rojo sus mejillas de la vergüenza que sentía en ese momento por  ser tan ilusa. A pesar de estar lidiando con ese apocamiento, quiso protestar.

─ Pero yo no poseo aún la suficiente experiencia para una responsabilidad como esa ─ rebatió entre la timidez y el razonamiento.

Sofía, con un pequeño resoplido, se armó de paciencia para responderle a la joven empleada.

─ ¡A ver mujer! ─ señaló Sofía, que levantó la barbilla a la muchacha y la miró directamente a los ojos, sin permitirle que se escabullese. ─ Está claro que aún te falta mucha experiencia para el cargo y no es menor lo que acabas de decir. Sin embargo, llevas cuatro meses en esta empresa y he seguido todos tus pasos por medio de mis socias y el balance te ha sido muy favorable.
─ Ahora es mi turno de prepararte y guiarte hasta que alcances un nivel de maestría ─ continuó Sofía ─ Por lo tanto, trabajaremos codo a codo para alcanzar esa perfección y créeme que de las tres, soy la más exigente e inflexible y no permito las excusas para los errores y la ineficiencia.
─ ¿Por qué yo? ─ se atrevió a preguntarle Florencia ─ Teniendo tanto personal.
─ Porque necesito alguien de confianza, que tenga el espíritu de lucha como el que tú tienes y no lo digo porque seas una mujer y ser solidaria entre nosotras ─ respondió Sofía ─ Eres un diamante en bruto que debe ser pulido y voy a prepararte para que seas la mejor en tu especialidad.
─ ¿Está seguro de que soy la persona que necesita? ─ indagó no muy convencida Florencia.
─ Muy segura, Florencia ─ contestó Sofía, que inconscientemente paso su dedo pulgar por las mejillas de la joven. ─ Debes tener un poco más de confianza en ti, porque tus capacidades hablan por sí solas. Y si Mariela, en el poco tiempo que llevas con nosotras, ya te respeta, es por algo.

Esa pequeña caricia, estremeció el corazón de la joven, que no sabía cómo actuar ni qué decir ante el comentario de su jefa y sólo atinó en decir…

─ ¿La Arquitecta Sopric, me respeta a mí? ─ preguntó tontamente Florencia, que batallaba con las emociones que estaba surgiendo en su corazón.

Un brillo muy particular, se desprendió en los ojos azules de Sofía ante la timidez y vulnerabilidad de la muchacha.

─ Así es ─ respondió con dulzura Sofía y volvió a rozar la mejilla de Flo ─ Para ganarse el respeto de Mariela, hay que ser muy bueno y convincente. Y créeme que son contados con una mano los que lo han conseguido.
─ ¡Ya veo! ─ balbuceó Florencia que se había perdido en ese azul profundo y por más que trataba de zafarse de su magnetismo, no lo conseguía.

Sin darse cuenta, ambas quedaron por más de diez minutos prendidas una de la otra en su mirar y sólo rompieron el hechizo, cuando un golpe en la puerta cortó abruptamente el momento.

─ ¡Adelante! ─ apremió Sofía, que rápidamente se separó del lado de la joven y puso atención en la puerta.
─ Disculpe, Señora Sofía ─ dijo un hombre corpulento, que entró y traía una serie de papeles con él ─ Pero acaban de venir del municipio, solicitando los permisos para cerrar la cuadra y falta el de dirección del tránsito, ya que hoy debemos cerrar la calle por dos horas.
─ ¡Buenos días, Manuel! ─ saludó primero Sofía, que no soportaba la falta de educación y  luego tomó los documentos que el hombre le entregase.
─ ¡Buenos días, señora Sofía! ─ correspondió éste.
─ Manuel, quiero presentarte a Florencia Villar, quién es constructora civil y a contar de hoy será la nueva jefa de obra ─ mencionó Sofía al mismo tiempo que echaba un vistazo a toda la documentación.
─ Encantado de conocerla señorita Villar y sea bienvenida a nuestro equipo ─ saludó el hombre, que extendió su mano a la joven.
─ Muchas gracias, Manuel ─ respondió Florencia.
─ Florencia para que te vayas familiarizando con todo. Manuel es el capataz mayor ─ mencionó Sofía, sacando de una carpeta el documento faltante ─ y cualquier cosa debes entender con él, previas consultas con mi persona.
─ Entendido ─ respondió la joven.
─ Aquí tienes ─ Mencionó Sofía, entregando todos los documentos a su capataz ─. Despacha cuanto antes ante a los inspectores y si tienes algún inconveniente, ubícame en la excavación.
─ Como usted ordene ─ respondió Manuel ─ con su permiso.

Cuando el hombre salió, Sofía, tomó una caja de herramientas y una carpeta, que le entregó a Florencia, esa última.

─ Es hora de comenzar con tu preparación ─ mencionó Sofía, cerrando con llave su oficina y agregó ─. Como puedes ver, llevamos una semana instalados y aún no está la instalación de faena completa por la demora en los permisos. Por lo que necesito que las cosas se agilicen cuanto antes. El tiempo apremia y cualquier demora es pérdida para mi empresa.
─ Comprendo ─ dijo Florencia ─ ¿cuánto dura el proyecto?, ¿y cuánto es lo que tiene usted contemplado en la carta gan?
─ El proyecto en sí, está pensado para 14 meses y según lo planificado no debe exceder los 12 meses ─ explicó Sofía, mientras caminaban ─ Nos quedaría un margen de dos meses para ultimar detalles y limpiar antes de entregar al mandante.
─ ¿Dos meses será suficiente tiempo para finalizar todo? ─ inquirió con reservas Florencia.
─ Florencia, aquí vas aprender a optimizar el tiempo ─ concluyó Sofía, que veía de reojo a la joven y sus reacciones ─ Personalmente dos meses es mucho tiempo, pero sería irresponsable de mi parte no prever contratiempos de clima, materiales y rectificaciones.
─ ¡Ya veo! ─ murmuró Florencia ─ La experiencia en terreno hace la diferencia con respecto a una aula de clases.
─ Sin lugar a dudas ─ acotó Sofía ─ Lo  que se aprende en la universidad es apenas un 20% de lo que la escuela del trabajo te aporta en tu formación profesional. Los primeros pasos en terreno no es más que una prueba de ensayo y error con la cual adquieres conocimientos de lo que no se debe hacer.
─ Gracias por el aporte ─ repuso Florencia ─ Tendré en cuenta su consejo.

La Arquitecta Almagro, no respondió al comentario de la joven. Se limitó en continuar avanzando por el estrecho pasillo entre materiales apilados y algunas máquinas estacionadas. Tenía todo el tiempo por delante para sacar profesionalmente lo mejor de la joven y de paso conocerla más a fondo.

Y es que para Sofía, la joven le provocaba una serie de sensaciones y emociones; entre ellas: curiosidad de saber por qué en el instante en que la conoció trastocó su ser entero. No podía hallar una respuesta al poder que la muchacha tuvo en aquella ocasión de conseguir arrancar el dolor de su corazón y dejar incrustado trozos de ternura que la hacían añorar más y más ese sentimiento en su pecho.

─ Hemos llegado ─ señaló la propia Sofía, acabando sus cavilaciones de golpe.

Las dos mujeres se detuvieron en el sector de la excavación que se ubicaba justo al costado de otro inmueble, que además era muy antiguo y requería de medidas de precaución.

─ Como puedes ver. Nuestro mayor obstáculo es ese edificio que es de los años 60 y las excavaciones podrían socavar sus cimientos y provocar un accidente ─ Mencionó Sofía, al mismo tiempo que llegaba insitu al lugar ─ Necesitamos reforzar esto en primer lugar mediante un doble talud. Para ello, vas agregar unas barras de anclaje cada metro y media de la zapata de fundación y de ahí, haremos el primer talud hormigonado.
Una vez reforzada estas bases podremos comenzar con nuestro trabajo.
─ Entonces, manos a la obra ─ apoyó Florencia, regalándole una sonrisa como premio.

Sofía, mandó a buscar una estación topográfica y ver cuán desnivelado estaba el terreno. Entre ambas calculaban, los desniveles y cuánto debían sacar y rellenar  en los 7 puntos de referencia.

Entre apuntes, cálculos y discusiones, hubo un factor incidente que marcó a la nueva dupla y era una atmosfera de mucha complicidad y acoplamiento que sin darse cuenta, el roce de las manos o dedos al pasarse las herramientas; estaba comenzando a causar estragos en la mente de ambas mujeres. Pues con cada roce, algo dentro de su corazón se contraía y la prueba palpable de ello, era el brillo que se desprendía de sus ojos, una luminosidad cargada de intensidad y necesidad de prolongar un poco más esa dulce sensación.

Fueron 6 horas de trabajo arduo en que ninguna de las dos, quiso hacer un alto y descansar para tomar alimentos  y si no fuese porque llegó Mariela, a interrumpirlas hubiesen pasado de largo por otras horas más.

─ Ustedes dos son realmente hechas a la medida ─ acusó con burla Mariela ─ unas trabajólicas empedernidas que no saben cuando parar aunque sea para un café.
─ Sin trabajo somos almas vacías y sin objetivos ─ apuntó en contraste Sofía, que sabía cómo picar a su socia ─ el trabajo dignifica a todo hombre.

Sopric, dejo escapar una sonora carcajada por la brillante respuesta de su colega, pues alababa su ingenio para salir airosa de cualquier situación adversa e incluso de palabras capciosas como la suya.

─ Puede ser querida mía ─ mencionó Mariela ─. El asunto es que llevo más de media hora observándolas y como Mahoma no va a la montaña, la montaña debe ir a Mahoma como siempre.
─ Sin duda que una llamada soluciona ese tipo de situaciones ─ replicó Sofía, con una ceja inquisitiva por el tono de malicia que intuyó en su socia.
─ Tomando en cuenta tu gran esfuerzo ─ espetó Sofía ─ Podrás decirme a qué debo su visita, su excelentísima montaña.
─ Jajaja ─ se burló Mariela por el comentario ─ lo digo y lo sostengo, ustedes dos son tal para cual. Olvidan por completo que hoy tenemos una reunión con Osvaldo para ofertar la licitación de la Dehesa.
─ ¡Por todos los cielos!...lo olvide por completo ─ repuso con fastidio Sofía ─ el trabajo me absorbe tanto que pierdo la noción del tiempo.
─ No solo el trabajo te absorbe por lo visto ─ refutó Mariela, viendo de reojo a Florencia.
─ ¿Qué insinúas? ─ confrontó de inmediato Sofía.
─ Nada mujer, no insinúo nada ─ respondió entre bromas Mariela ─ Te has dado cuenta que el viaje te sentó de maravillas, mira que estás más peleona que nunca y has vuelto hacer la Sofía de siempre.

No supo cómo ni por qué, instintivamente, aquellos ojos azules se clavaron en el rostro de Florencia, al escuchar las palabras de Sopric. Y es que no fue producto del viaje que había comenzado a dejar atrás el dolor y los recuerdos, sino que la responsable de su mejoría, tenía nombre y apellido y estaba frente a sus ojos.

Fue en ese preciso momento que sintió como su corazón comenzó a latir rápidamente, como un fuego que quemaba su pecho y fue ahí que se percató  de que algo no estaba bien dentro de ella o no eran las mismas emociones que tuvo en otro tiempo.

« ¿Será posible que ella esté provocando esto en mí? » reflexionó en su mente, Sofía.


─ ¿Sofía, estás bien? ─ preguntó Mariela.
─ ¡EH!...sí. ¿Por qué me preguntas eso? ─ respondió con otra pregunta Sofía.
─ Porque te has quedado hipnotizada viendo a Florencia y ni siquiera pestañeabas, mujer ─ mencionó una inquisitiva Mariela.
─ Ha de ser porque me perdí en mis recuerdos ─ expresó Sofía, que de paso dio por terminada la conversación ─ Será mejor que nos vayamos a esa reunión.
─ Sí. Como tú digas ─ dijo no muy conforme la Arquitecta Sopric.

Las tres se fueron del sitio de la excavación y Sofía, dio instrucciones a su capataz de los trabajos que deseaba para la tarde y que esperaba ver mañana terminados a primera hora.

Sopric, se fue en su camioneta. Mientras que Sofía, llevó a Florencia en su jeep. En cosa de 20 minutos ya estaban en las oficinas de Almapric, justo a tiempo para la reunión.

A las 5:40 acabó la reunión con el encargado de la licitación y que no tenía buen semblante dado que por tres votos contra dos, decidieron no postular al proyecto por verlo muy inviable en lo económico y quedaron en estudiar las otras dos ofertas en dos días más.

Florencia, dado a que no había probado alimento en todo el día, comenzó a resentirse y su estomago protestó con un gruñido de tripas y por suerte nadie la escuchó, ya que era la última en salir.
─ ¡Rayos qué vergüenza! ─ murmuró entre dientes Florencia, con una mano en su panza ─ Tengo tanta hambre que  me comería un elefante.
─ Entonces déjame traerte el zoológico a tu mesa ─ se oyó decir a una voz, muy risueña y conocida a sus espaldas.

Las palabras, le taladraron los oídos del susto y la vergüenza de que la hubiesen oído, aunque ya sabía de quién se trataba y al girar pudo comprobarlo.

─ Carla ─ pronunció Florencia, roja hasta las orejas ─ uno de estos días me vas a matar del susto.
─ ¿O de la vergüenza de que oigan tus más sórdidos pensamientos? ─ molestó con malicia Carla, jugueteando con sus cejas de arriba abajo.
─ No seas idiota ─ protestó Flo ─ Yo sólo tengo hambre y por eso digo sandeces cuando mi estomaguito reclama sus alimentos.
─ Jajaja… ¡Qué ternucha eres Florcita! ─ bromeó con pica Carla ─ Eres una delicia que te comería a besos.
─ Déjate de payasadas, que tú no harías eso ─ confrontó Florencia ─ Mejor será que me invites algo de comer sino desfallezco aquí mismo.
─ ¿No me crees capaz de darte un beso? ─ preguntó Carla, cuyos ojos mostraban mucha picardía en ese instante.
─ Claro que no ─ respondió Florencia sin adivinar las intenciones de su compañera.

La contadora, ni tonta ni perezosa no se hizo esperar y sin previo aviso, se plantó a su lado y deposito un beso en la comisura de los labios de la joven Villar al mismo tiempo que por el rabillo de sus ojos, estaba pendiente de la presencia que tenía a su lado izquierdo.

─ Ejem… ─ fue el sonido emitido de una voz de mujer, que interrumpió a las jóvenes.

Florencia, no sólo quedo de una pieza por el beso de Carla, sino que quedo de piedra al ver a quiénes tenía de espectadoras en esta oportunidad.

Frente a sus ojos, estaban Mariela, Casandra y para colmo de males…Sofía. La incredulidad de las dos Arquitectas no la sorprendía mucho que digamos, aunque sus nervios estaban por colapsar en ese minuto.
Lo que más  la asustó fue ver el rostro de Sofía, totalmente desencajado y su mirada era un cumulo de emociones contenidas y es que por segunda vez la había pillado infraganti en muestras de afecto con su compañera y siendo que ya le había advertido al respecto.

« ¿Por qué a mí? » se cuestionaba mentalmente Florencia.

─ ¡Chicas en qué travesuras andan! ─ inquirió burlona Casandra, tratando de bajarle el perfil a la situación.

Esa fue la oportunidad perfecta que estaba esperando Carla, no se hizo esperar para continuar con sus propósitos y sacar provecho de ello.
Muy astutamente tomó del brazo a su compañera y añadió…

─ Estaba dando ánimos de algún modo a Mi Florencia, ya que no ha probado bocado en todo el día y estaba a punto de invitarla almorzar cuando nos interrumpieron ─ expresó sin empacho Carla ─ Claro está si ustedes no tienen inconvenientes al respecto por el horario.

Las palabras calaron fuerte en las tres Arquitectas al percatarse de ese descuido y fue Casandra que salió en apoyo de las dos chicas.

─ ¡Por Dios, Sofía! Te estás volviendo una negrera de lo peor ─ dijo entre bromas Casy y con un ademán de manos insto a que se fueran ─ Vayan tranquilas chicas y haz que se coma todo Carla.
─ Claro que lo haré ─ respondió coquetamente la contadora ─ De ella me ocupo yo.

Sin más, la contadora, se llevó al casino a Florencia para que almuerce. Mientras que las otras tres mujeres se tuvieron que conformar con solo verlas irse y sólo una de ellas, estaba a punto de estallar.

─ ¿Crees que esas dos sean pareja? ─ preguntó Casy a sus colegas.
─ No lo sé ─ respondió Mariela, que no quiso omitir un comentario porque a juzgar por el rostro de su mejor amiga, las palabras sobraban en ese momento.
─ Desde un comienzo, esas dos se han llevado de maravillas, sólo que sería una lástima que se expongan mucho ante los trabajadores ─ Continuó Casandra ─ Nuestra sociedad es muy hipócrita en ese sentido.
─ Será problema de ellas si se arriesgan de ese modo ─ acotó seca Mariela, que no deseaba proseguir con la plática por respeto a Sofía. ─ será mejor que continuemos con nuestro trabajo y no nos inmiscuyamos en un tema de otros.
─ Quizás tengas razón por ahora ─ manifestó Casandra ─ pero una decisión deberemos tomar si pasa a mayores.
─ Ya veremos en su momento ─ replicó Mariela, bastante cabreada por la insistencia de Casy.

Cuando Casandra, entró a su oficina. Sopric, miró de plano a su amiga y socia.

─ ¿Estás bien? ─ preguntó preocupada Mariela.
─ Déjame sola un momento ─ señaló Sofía sin emoción alguna y entró a su oficina.

« ¿Será posible? » reflexionó Mariela.

Cuando ya la jornada concluía, una joven guardaba sus cosas en su cartera y se disponía a marchar oyó decir…

─ ¿Qué pretendes? ─ preguntó una voz de mujer a sus espaldas.

Carla, lentamente se giró y quedo de frente con la otra mujer, que por cierto ya estaba esperando, no en vano se quedo hasta el final.

─ Que te des cuenta pronto o de lo contrario, seré yo quién me quede con ella ─ desafió abiertamente Carla a su contraparte.

Unos ojos azules se empequeñecieron y su mirada se volvió fría como el hielo mismo y dejaron sentir toda su molestia guardada de hace un rato atrás.

─ Tú decides ─ provocó aún más Carla─… Sofía.

Un choque de miradas se enfrentó en ese momento y dos mujeres se veían las caras en un escenario muy distinto al profesional.
El juego de la vida, había comenzado y una decisión debía ser tomada por una de las protagonistas de esta historia.

¿Arriesgarse o dejar las cosas como estaban?

2 comentarios:

Unknown dijo...

Siiiii, muy linda la historia, como siempre escribes fantástico =). Sigue así!!

Anrhia dijo...

Muchas gracias a ti por acompañarme en este viaje de líneas. Que tengas una buena semana.
Anrhia

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