mujer y ave

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martes, 11 de marzo de 2014

Una verdad que siempre ha estado ahí.


Aún no te das cuenta.

Sentía que la cabeza me daba vueltas de tanto evaluar y corregir planos. Amaba mi profesión, pero de un tiempo a esta parte, me estaba cansando más de la cuenta. 

Tener que ir y venir a la oficina, las charlas de trabajo forzadas, las visitas a terreno y cientos de hombres, confinados a un espacio reducido, dónde el ruido ensordecer de las máquinas trabajando, los gritos de unos a otros, era demoledor y me estresaba más de la cuenta.



Resoplé con toda la fuerza que tenía y el poco aire que tenía en los pulmones, pareció salir disparado, dejándome una sensación de alivio, en verdad, me sentí mejor.

_¡Rayos que bien se siente! –Alcancé  a murmurar, cuando de improviso una risita peculiar me sacó de mi submundo.
Alcé mis ojos frente a mi escritorio y ahí, pude verla. Tan radiante como siempre, con esos ojos grises traviesos, que parecen desnudarte el alma en un santiamén.
_Sara – Exclamé  un poco cansada – ¿Cuándo será el día en que dejes de hacer eso? Sabes muy bien, que no me gusta que me asustes.­­­
-¡Por Dios mujer! –Se burló Sara –No he hecho nada malo. Relájate, tan solo me causó gracia verte refunfuñando.
_ ¿En qué puedo ayudarte? –pregunté sin rodeos.
-Venía a entregar estos planos, de parte de Carlos –señaló Sara –dice que lo revises, pues el capataz de estructuras, aduce que hay errores en el diseño y no concuerdan con las especificaciones técnicas del proyecto de Bosques del mar.
-¡Qué! –Mascullé en el acto – ¿por qué, yo? Eso le corresponde al encargado de esa sección. Es otra obra y Carlos, no puede pretender que me haga cargo de todos los proyectos de la empresa.
-A mí, no me reclames –refutó Sara- sólo cumplo con el encargo nada más.
-¡Maldición! –Rabié –estos idiotas, se creen que uno es pulpo y a todo, debe decir sí, como perrito con el rabo entre las piernas.
-Cálmate o te saldrán muchas arrugas de tanto fruncir ese ceño –acotó mi compañera –yo puedo ayudarte más tarde, si quieres.
-¡Olvídalo! –Expresé con resignación –de todas formas, tendré que hacerlo.
-Rani, él confía mucho en ti. Por ello, siempre toma en cuenta tu opinión. Sabe muy bien, que no dejarás pasar nada por alto –comentó Sara.
-Eres una aduladora de lo peor al igual que Carlos –exclamé entre risas –dile a ese bastardo, que lo haré, pero que uno de estos días, deberá pagarme todos esos favores.
-Como tú digas, encanto –agregó Sara, cerrándome el ojo.

No sé por qué, me quedé hipnotizada viéndola como se marchaba de mi oficina. Realmente, Sara, es una chica preciosa y no puedo entender que no tenga alguna novia todavía.
¿Novia?, se preguntaran. Sí, novia. Ella, es les y eso, lo sé desde hace mucho, ya que nos crecimos juntas. Compartimos los mismos colegios y luego, en la universidad, elegimos la misma carrera y por esas, casualidades de la vida, entramos a la misma empresa. Claro que ella, entró a otro departamento, que es Magsa y está relacionado con estructuras metálicas. En el transcurso de tres años, terminamos en la misma obra y desde ahí, no nos separamos más.

Ahora, en lo que iba. Sara, asumió su condición, cuando tenía 14 años y se lo comentó a sus padres. A su mamá, Diana, casi le dio un infarto y estuvo un buen tiempo disgustada con el asunto. Se reprochaba una y otra vez, el que su hija, fuese una lesbiana. En cambio, Pietro, su padre, fue todo lo contrario. En un principio, quedó mudo ante la confesión, pero luego, apoyó a la menor de sus hijos. Para él, Sara, estaba por encima de cualquier condición y le molestaba que fuese catalogada por ese apelativo; tan denigrante a su parecer. Nos comentó, que para el amor, no existen clases sociales, géneros ni mucho menos tendencias, que simplemente el amor, no es para ser encasillado por un grupo que se cree dueño del concepto.

Desde ese día, mi gran amiga Sara, lleva una vida plena, por así, decirlo. Sin embargo, de amor, nada de nada en su vida y por más que le pregunté las razones del porque no. Ella, siempre esquivó la pregunta con un sagaz comentario que nos llevó a cualquier parte y acabé, dándome por vencida. Sara, es una especialista para evadir temas complejos. Aunque hay veces, que le he sorprendido mirándome tan fijamente y cuándo le pregunté por ello, ésta simplemente guarda silencio y me obsequia una hermosa sonrisa.

Creo que la mujer, que llegue a conquistarla. Será muy afortunada, ya que mi amiga tiene un corazón de oro, de esos que ya quedan poco. Tanto así, que le confiaría mi vida ciegamente. Reconozco que siempre he sentido emociones encontradas con respecto a Sara. Hay ocasiones en las cuales, tengo deseos de abrazarla y perderme en sus brazos, de respirar su aroma y sentir el sabor de su piel, pero, pronto la señora conciencia, viene a ponerme los pies en la tierra, señalándome que es mi amiga del alma y que no debo verla con otros ojos.
Cansada de divagar y torturar la mente con hechos que son imposibles. Terminé por sumirme en mi trabajo y así, pasaron las horas. Para variar pasé por alto la hora de colación y si no fuese por Sara, que vino a mi rescate, trayéndome una rica porción de pizza, hecha por sus padres, pues ellos tienen un restaurante de comida Italiana.  Si no hubiese sentido el flagelo del hambre, desatar su furia en mi estomago y reclamarme por mi descuido.

Casi al terminar, mi jornada de trabajo. Fui llamada a terreno, para supervisar unas fundaciones, que debían haber estado listas en el transcurso de la mañana, pero, cómo en todo hay un grandísimo pero, ésta no fue la excepción a la regla. De malas ganas fui y quedé de una pieza, al descubrir que estaban más atrasados de lo que me suponía. En menos de lo que canta un gallo, me vi, dando órdenes a destajo a todos cuantos estaban a mí alrededor. Despaché, dos camiones Mixer de vuelta a la planta, por traer dosificaciones incorrectas y ello, conllevó una serie de reclamos del jefe de la planta de hormigón, pero, para su desgracia, admitió el error y en menos de una hora, ya tenía de vuelta, dos camiones con el bendito material.

En resumen, hice trabajar a esos pobres hombres como locos y al capataz, lo despaché directo con el jefe de obra, pues su incompetencia me tenía harta, ya que no era la primera vez, que debía solucionar sus equivocaciones y falta de conocimientos. Trabajamos por espacio de tres horas, lo que redundó  que me fuese a casa a eso de las 10 de la noche. Con un genio más que podrido, como diría mi hermano, de muy mala leche.

Mi martirio, no acabó ahí, pues al llegar a mi hogar, ya me esperaba mi madre, con su sermón rutinario. Sin embargo, Nataniel, me salvó de una pelea más que segura y aproveché la ocasión y fui directo a mi dormitorio. Tomé una ducha larga, que manera de disfrutarla a plenitud. Luego, envuelta en una gruesa toalla, salí del baño y me fui derecho al closet, para buscar algo cómodo para esta noche, pues era viernes y no tenía contemplado quedarme en casa, para acompañar a mis padres y sus amigos en su ya acostumbrado juego de canasta y Brigde. Era lo último que tendría como panorama.

Había escogido un conjunto de pantalón de gabardina negro, una blusa de satín fucsia, botines negros y una campera de cuero. Estaba, ya acomodándome la blusa, cuando sonó mi celular y al ver en la pantalla de quién se trataba. Sorpresa…

-¡Sara! –Dije con emoción- justamente estaba pensando en ti.
-¡Así! –Exclamó entre risas, Sara –porqué será que no te creo.
-Cómo eres –reproché –una, te dice la verdad y tú, dudas de mi palabra.
-Te conozco muy bien, Rani –puntualizó Sara –y a mí, no me haces comulgar dos veces con una misma historia.
-¡Válgame el cielo! –Protesté en el acto –entonces, Sara, ¿puedo saber el porqué de tu llamada?
-Mensa, qué razones tendría para llamarte, que no fuera para saber, ¿Si saldrás esta noche? –explicó Sara.
-Claro que lo haré –señalé –no me quedo en casa ni amarrada. Estaré en el mismo lugar de siempre con mis hermanos.
-Vale –acotó Sara –nos vemos allá entonces, ¿vendrás en auto o en moto?
-En auto –señalé.
-Perfecto –dijo mi amiga, entre risas.

La conozco bien, algo estaba planeando, tanta pregunta no era habitual en ella. Suspiré pesadamente y continúe arreglándome. Usé un maquillaje suave y a tono con el color de mi blusa. Tome mi reloj de pulsera  y me coloqué unos zarcillos de amatista. En eso, tocaron a mi puerta.

-Adelante –dije mientras buscaba las llaves de mi coche.
-¿Estás lista? –Preguntó Gonzalo- ¡wow! Que preciosa que estás hermanita. Si no fuésemos hermanos, te aseguro que estarías en la lista de mis conquistas.
-¡Mira tú! –Exclamé entre risas –pobre de la que te tome en serio.
-¡Oye! –Protestó Gonzalo de inmediato –El que tú seas escéptica en cuestión de amores, no significa que nosotros compartamos el mismo pensamiento guapa.
-jajajaja –reí de buena gana con ese comentario –creo en el amor, pero estoy muy ocupada con mi trabajo.
-No dejes pasar la oportunidad de amar, hermanita –aconsejó Gonzalo.
-Cuando llegue el momento, ya veré –solté irónica.
-Eres un caso Raniel –mencionó mi hermano –saldrá alguien en el camino, que no te permitirá que lo apartes de su lado.
-Lo dudo –repliqué –en mi vida mando yo. No me gusta que nadie me imponga cosas que no deseo.
-Eres una tarada –resopló cansado Gonzalo –mejor será que nos vayamos, pues esta conversación no nos llevará a ningún lado.
-al fin dices algo coherente, Ma chérie –expuse pícara.
-jajaja –bromeó Gonzalo –te salió el lado romántico, my Darling.
-no  te burles, idiota –refuté –una te trata dulcemente y tú lo único que haces es mofarte.
- Adoro cuándo te sacó de tus casillas, mi princesita –se jactó mi hermano.
-Eres un patán –mascullé con coraje –salgamos o te mato antes de irnos.
-¡cómo te gustaría! –se mofó Gonzalo.

La verdad, ya no pude contenerme más y le di su buen coscacho en la cabeza por idiota. Sin embargo, éste se aprovechó y  me regaló su tan afamado abrazo del oso y juro, que sentí morir, pues el bueno de mi hermano, jamás está consciente de la fuerza que tiene. Es un animal en ese sentido. No razona.

Entre risas, llegamos al living, dónde ya esperaban el resto de mis hermanos. Además de contar con mis padres y sus amigotes de siempre. No es que me enfade verlos, pero es que son tan empalagosos con sus discursos y consejos rancios, que terminan por sacarme de mis casillas. Gracias al cielo, esta vez no fue el caso, ya que estaban absortos en unas botellas de licores que habían traído uno de ellos de Europa, que su único tema fue ese. ¡Bendito sea el cielo que oyó mis plegarias!

-Bueno –señaló Carlos –nosotros, nos retiramos padre.
-Vayan y diviértanse, que la noche es joven –dijo Emanuel, nuestro padre.
Salimos más qué rápido, antes de que los amigos de papá, se recuperaran de la impresión y volviesen a la carga con sus tan acostumbrados “Cuando yo fui joven, esto…” parecerá una exageración de mi parte, pero ¿a quién no le ha sucedido algo similar en una plática con los mayores? Realmente, es patético por donde se le mire.

En menos de 20 minutos, ya estábamos en el centro de la ciudad, en un céntrico pub y discoteca a la vez. Aparcamos los coches en el lugar de siempre y nos dirigimos al interior, era un lujo ser llevada del brazo por dos de mis hermanos y que son gemelos, pero me fascinaba ser consentida por ello.

Al entrar al lugar, estaba lleno hasta decir basta, era un enjambre de cuerpos en la pista. Paseé la vista por todo el lugar, en busca de mis compañeras de trabajo y no di con ellas. En eso Carlos, tiró de mí hacia el centro de ese tumulto de gente, mientras Nataniel, fue a la barra en busca de unos tragos. El ruido era ensordecedor al ritmo de Katy Perry. Cómo pudimos nos hicimos espacio entre ese mar de cuerpos y decidimos olvidarnos de todo lo vivido en este día y sólo disfrutar del baile y el momento.

Más tarde llegó mi hermano con los tragos y para mi fortuna, traía mí preferido, un daikiri frambuesa, el cual disfrute mucho, pues estaba tal como a mí me gustaba. Entre copas y baile, la noche fue transcurriendo. Estaba en lo mejor del baile, cuando de repente unos brazos envuelven mi cintura por detrás y siento como un cuerpo se apegaba bien al mío, su respiración la sentía pegada a mi oído y en eso susurran…

-No pares nena –murmuró una sensual voz de mujer –He estado esperando por esto, todo el día.
-¿Quién es la que miente ahora? –Pregunté provocadoramente -¡Sara!

Escuché su risa, taladrar mi oído y adormecer mis sentidos.

-No miento y tú lo sabes, preciosa –ronroneó Sara, tan pegado a mi oído, que sentí aquello, cómo una brisa que penetró mi ser y un escalofrío me recorrió por completa.

 Justo en ese momento cambiaron de tema y empezaba a sonar “Rain over me” Pitbull y Marc Antony, qué tema, pues incitaba a la seducción y se prestaba para la ocasión; ya sea por los tragos o la adrenalina del momento; pues olvidé por completo mis planteamientos con respecto a mi amiga y me dejé envolver por el ambiente. 

Apegué más mi cuerpo al suyo, gire de medio lado mi rostro y dejé descansar mis labios sobre el cuello de Sara. Mientras ella, tenía una de sus manos en mi cintura y me apretaba más hacía sí y la otra, descendía lentamente por mi pierna en la forma más atrevida y sensual que nunca había visto en ella. 

Nuestros cuerpos se acoplaban tan bien, que parecía que hubiésemos nacidos una para la otra. Lentamente comenzamos a descender a la par que nuestras respiraciones se confundían entre sí, pues su boca estaba a escasos centímetros de la mía y fue ahí, que ya no supe nada más, porque mi corazón se disparó y mis sentidos se nublaron del todo.

-Esta noche. Sabrás toda la verdad –susurró Sara sobre mis labios antes de apoderarse de ellos y perdernos en un beso, que nos transportó a otro  mundo en un abrir y cerrar de ojos, ya que encendió todo dentro de nosotras. Desatando el deseo y la pasión que nos arrastraría a vivir la noche más intensa de nuestras vidas.

Todo pasó tan rápido, que lo último que recuerdo; aparte de ese beso y el hecho que no me separé de su lado en todo el resto de la noche; fue el hecho que mis hermanos nos felicitaron a ambas y celebramos con más tragos. Mientras que Sara, sostenía mi mano entrelazada con la suya y bromeaba con todos ellos, pues la verdad, de mi parte, ya comenzaba a sentirme muy mareada.

De verdad, nunca supe, cómo fue que llegué a mi casa de campo; que llevaba construyendo desde hace unos meses y faltaban unos pequeños detalles interiores para terminarla; cómo tampoco,  fue que llegué a mi cama. De lo único que estuve segura al despertar, fue un pequeño peso sobre mi hombro y  unos cabellos cobrizos, que picaban en el borde de mi nariz y causantes de que despertará. Pestañeé más de una vez, para asegurarme que lo veía, no era una imaginación mía o producto de la resaca que tenía encima.

Abrazada a mí, yacía desnuda Sara; mejor dicho ambas lo estábamos; era algo que me dejó perpleja en un comienzo y luego, recordé todo lo que sucedió entre nosotras en ese pub y eso, hizo que los colores subieran a mis mejillas, tras comprobar que al fin había dado rienda suelta a esos sentimientos que tenía reprimidos por Sara. No pude evitarlo y tampoco quise hacerlo y la verdad, no me arrepentía, pues lo que experimenté anoche con ella, fue algo sublime.

En eso, sentí como ella se movió y sus parpados se abrían, quedando frente a los míos, esos hermosos ojos grises.

-¡Buenos días, amor! –saludó ella.
-¡Buen día, preciosa! –Saludé – ¿Cómo has dormido?
-Divino –respondió Sara, que no apartó sus ojos de mí, escudriñando en mi interior – ¿Sucede algo?, Raniel, ¿Acaso te arrepientes de lo que sucedió entre nosotras?
-No, cómo crees –repliqué en el acto, acariciando sus mejillas –tal vez, de no haberme atrevido hacerlo antes. Anoche, descubrí que eres muy importante para mí, Sara.
-Me da gusto escuchar eso –confesó Sara –pues hace mucho que estaba esperando oírtelo decir. Nunca te diste cuenta…que era a ti, a quién amaba desde hace mucho y siempre estaba al pendiente tuyo.
-¿Desde cuándo? –pregunté no muy convencida aún.
-Siempre sentí un gran cariño por ti, desde que éramos niñas –comentó ella –sin embargo, todo cambió cuando asistimos a esa feria tecnológica y sentí celos porque tú, pasabas más tiempo en compañía de Ernesto, que en la mía.
-Eso fue cuando teníamos 14 ¿no es así? –pregunté asombrada de darme cuenta que fue el mismo año en que ella, confesó a sus padres su condición.
-sí –respondió Sara –desde esa vez, que he ocultado mis sentimientos a todos y en especial a ti.
-Hasta ahora –sentencié sin más.
-Tú lo has dicho –afirmó Sara –hasta hoy y fue gracias a Nataniel, que decidí cruzar esa línea y atreverme a confesarte mis sentimientos.
-Entonces, mi hermano, ¿sabía lo que tú sentías por mí? –inquirí con curiosidad.
-Rani –confesó Sara –toda tu familia estaba al tanto de mis sentimientos hacia ti. Por ello, Fabiola siempre insistía en que las verdades debían decirse de una vez y no esperar que los milagros ocurriesen por sí solos.
-Ahora, entiendo el comportamiento de mamá –comenté –siempre me reprochaba el hecho de que era muy ciega y que estaba dejando que mi trabajo, me privara del amor.
-Ella, es una mujer muy sabia –admitió Sara –y es mi turno de que ello cambie señorita, ya que no permitiré que me alejes de tu lado, ahora que somos novias.
Al escuchar aquellas palabras, de inmediato miré mi mano derecha y ahí, pude comprobar que me estaba diciendo la verdad. ¡Dios qué mal me hizo tomar unas copas de más!, ya que olvidé por completo ese detalle. Sin embargo, ver puesto ese anillo en mi mano, hizo que mi corazón se acelerara de golpe y a su vez, me llenó de emoción.
-Jajaja –bromeé  -es muy divertido todo esto. De ser tu amiga, pasé a ser tu amante y tu novia, todo en una misma noche. Todo un record.
-Pues claro –señaló descaradamente Sara –ni tonta para dejarte escapar. La apuesta debía ser a ganador.

Ese comentario, sí que no me lo esperaba, pero lejos de disgustarme, consiguió que también yo, me arriesgará a plantear un hecho que cruzó raudo por mi mente y sin rodeos se lo planteé…

-Sara, ya que somos novias –propuse –  y que nuestras familias no pondrán objeciones al respecto. Quiero que vivas conmigo en esta casa y cuanto antes mejor, ¿qué me dices?
-¡Vaya qué proposición más osada! –exclamó burlona ella.
Ahora fui yo, la que no quité mis ojos de los de Sara y para mayor presión, comencé a provocarla con pequeñas caricias para conseguir una respuesta   favorable.
-Con esa clase de incentivos –murmuró Sara entre jadeos –no hay nadie que se pueda oponer a tus deseos.
-Entonces, es un ¡¿Sí?! –exigí.
-Sí, amor –respondió Sara –tampoco yo quiero perder más tiempo, ya desperdiciamos muchos años tontamente por causa de nuestros temores.
-Claro –dije –ya no somos unas niñas. Sabemos muy bien lo que queremos y que buscamos la una de la otra. Te prometo que daré todo de mí y veré que seas feliz, mi amada Sara.
-Cállate de una vez –demandó Sara –y demuéstralo con hechos amor…

Eso fue lo último que escuché de su parte y la mía. Ella, tenía toda la razón, desperdiciamos muchos años para darnos cuenta de que el amor siempre estuvo presente en nuestras vidas. Ahora, tenemos 27  años cada una y toda una vida por delante para descubrir las maravillas que encierra el amor. 

Éste, se presenta de la forma más extraña que se pueden imaginar. Algunos son amores a primera vista, otros nacen lentamente en el corazón. Hay otros que vienen predestinados, algunos que vienen reencarnados de muchas vidas anteriores y algunas excepciones, que terminan enamorándose de su peor enemigo. Pero en mi caso; nuestro caso; me enamoré de mi mejor amiga, siempre el amor estuvo presente en nosotras, sólo que estuvo dormido a la espera que un simple hecho, lo liberara  y así, quitarnos la venda que teníamos en nuestros ojos.

Moraleja: El amor  llega cuando menos lo esperas, de la mano de quién menos te imaginas y jamás te libraras de sus redes. Quién diga que no, es porque nunca ha amado.

1 comentario:

Alexsa dijo...

Esta genial el fic, me encanto, MuchaS GracIaS por compartirlo *-*

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