mujer y ave

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domingo, 7 de septiembre de 2014

El desafío de Krastian.


La Maldición de la luna, capítulo 24.

Londres…

En el edificio de Hyde de Park, el guardia, tomó nota del nombre del padre de Cristina Loren y tras un chequeo juntos al departamento de la joven, pudieron comprobar que ésta no se encontraba en el edificio, por lo que dicho señor, abandonó el edificio un tanto mal humorado, ya que ha tenido una serie de retrasos e inconvenientes para encontrarse con la menor de sus hijas.
El guardia quedo un tanto sorprendido con la reacción del hombre, puesto que se noto enseguida su molestia en su voz como lo rígido de sus facciones al descubrir que la joven no estaba en su departamento. Sin embargo, le resto importancia al asunto, ya que estaba acostumbrado a lidiar con personas un poco «alteradas» ya que el estrés de la ciudad suele tener ese efecto en muchas personas de ponerlos de mal humor en un parpadear de ojos.


Reino de la luna…

A cientos de kilómetros de ese lugar y distante de lo que es la tierra y su constante ajetreo.
En el espeso bosque de secoyas del reino de la luna. Dos mujeres se encontraron de frente y tanto su actitud como disposición eran signos evidentes que algo estaba por gestarse entre ambas, ya que ambas estaban vestidas con sus armaduras de guerra y la mirada de una de ellas, mostraba un excesivo enojo, tornando sus ojos carmesí más profundos de lo normal, ya que estaban cargados por el sello de la maldición que tenía la familia de la luna.

Un desastre se aproximaba para la familia de las gemelas de la luna o tal vez no…Quizás el destino ya estaba trazado, después de todo.

─Madre, te advertí en todos los tonos que no intervinieras en mis asuntos y menos, que utilizaras a los guardianes del reino a tu entera voluntad ─mencionó con una voz dura, Ankerius. ─la única que puede despertarlos soy yo, por algo soy la soberana de este mundo y tu deber es respetarme como tal.
─Lamento que no entiendas la importancia de mis actos y el objetivo final de todo esto ─replicó seca Ikarus.

La mujer idéntica a la reina de la luna, caminó en dirección de su hija, sin perder de vista ningún movimiento de ella, pues estaba consciente que su espada estaba en el punto más alto y eso significaba que podría perder la vida de un segundo a otro, pues el legado carmesí, desata un poder devastador y que dependería únicamente de las emociones que tuviese su portador, podría ser un arma de doble filo, si estas estaban dominadas por la ira o el rencor.

─Veo que ya no me has dejado más alternativa madre ─amenazó Ankerius ─voy a detener todos sus planes y librar a mis hijas de tus garras.
Ikarus, detuvo en seco sus pasos a dos metros de estar al alcance de su hija y de su temida espada.
─Es una lástima que tantos años de entrenamiento y aún no consigas entender el propósito con el cual te prepare para que seas la actual reina, por sobre mis otras hijas ─señaló Ikarus, de cuya mano surgió una espada roja.
─Los motivos que has tenido siempre son del todo egoístas y crueles por lo demás ─rebatió Ikarus ─y no puedo permitir que te salgas con la tuya, yo seré quién decida quién será mi próxima sucesora.
─Entonces no tenemos más nada que decir ─advirtió la antigua reina y de súbito de una de sus manos surgió una espada roja y blandiéndola en dirección hacia su hija, agregó. ─es hora que se cumpla nuestro destino y se acabé todo de una buena vez.
─Que así sea madre ─replicó Ankerius.

Avanzando veloz en dirección de la que es la responsable de una de las mayores tragedias de la familia de la estrella azul y que provocó casi su total exterminio y exilio de los escasos sobrevivientes a la tierra.

Un intenso destello iluminó el firmante al chocar las espadas de ambas hijas de la luna, desatándose por completo la profecía que lanzara hace siglos el hechicero, Erguz, en represalia por haber sido traicionado por la menor de las hijas de la luna hace cientos de años luz.

Mientras en palacio…

Después de haber reunido al consejo de ancianos y decretar su encierro por ordenes de su madre y apostar guardias en el salón que fueron colocados hasta que la orden fuese revocada por la soberana de la luna.

Balderius, iba en busca de sus demás hermanas para saber el estado de Adamarys y a la vez, para estar preparadas para ciertos sucesos que podrían caer sobre la familia. Y en ese preciso instante, sus marcas de nacimiento comenzaron a brillar sin motivo aparente: su frente, su pecho y su brazo izquierdo, todos símbolos claves de que era un miembro de la familia real y que además, la importancia de dichas marcas tenían relación con las nueve faces de la luna e incidían en la vida de muchas criaturas.

─Para que esto suceda tan de improvisto, sólo puede significar una sola cosa. Ha comenzado el desafío para mis hermanas ─concluyó Balderius ─debo darme prisa, pues mi madre de seguro se está enfrentando con ella.
El entrecejo de la joven princesa, se frunció de solo imaginar a su reina ante un eminente peligro, ya que se enfrentaba a un adversario de los más temidos de todos los tiempos, como era la antigua soberana, su abuela.

En cosa de segundo llegó a la recámara de recuperación donde estaban sus hermanas.

─Balderius ─exclamó Edryn, ─ ¿qué está sucediendo?, ¿Por qué nuestras marcas brillan de repente?
─Creo que las puertas del olvido se han abierto para nuestras hermanas ─explicó ésta.
─Estás equivocada Balderius ─refutó de súbito Adamarys, que abrió sus ojos en ese momento.

Todas las demás voltearon a ver a la menor de las hijas de la luna, que se suponía que estaba inconsciente.

─¿ Qué quieres decir hermana? ─preguntó la mayor de las hijas de la Luna.
─ A que no sólo han comenzado las pruebas para nuestras hermanas ─mencionó Adamarys ─sino que además, la profecía de Erguz, ya comenzó a gestarse y por este motivo es que brillan las marcas de nuestra familia y la marca de la rosa negra cobrara su significado al final del desafío.
─¿ Quién te ha revelado todo esto Adamarys? ─Inquirió una asombrada Balderius, cuyos ojos purpuras reflejaban preocupación al respecto.
─Como todas ustedes ya saben, el pergamino azul sólo es conocido por los miembros de nuestra familia y en él se revelan la historia de la maldición de la luna que fue objeto por parte del hechicero Erguz en contra Crystalidien (luna de cristal) por falta a su promesa de unión ─explicó ésta, reclinada sobre las almohadas que pusieran a sus costados.
─Eso no explica lo que preguntó Balderius ─refutó Selkin.
─No comas ansias hermana, aún no he terminado mi explicación ─confrontó Adamarys ─respondiendo a la pregunta, sólo las dos princesas de la profecía podrán conocer la verdad llegado el momento. Una vez que ambas hayan recibido el legado carmesí de manos de la actual soberana de la luna.

Al escuchar las palabras de la joven princesa, todas sus hermanas se miraron entre sí, incapaces de creer del todo lo que habían escuchado. Hasta que Arsyus rompió el silencio incomodo que se creó a cusa del escepticismo que inundo el corazón de las jóvenes.

─Adamarys, estás insinuando que tú eres una de esas princesas de la profecía ─indagó Arsyus.
─Así es hermana ─respondió ella ─el ciclo lunar comienza con la manifestación en el firmamento de la luna negra y como he recibido por castigo ese legado, me he convertido en el escudo de la futura reina de la luna y está marca, así lo demuestra (mostrando en su antebrazo un prisma en forma de escudo)

Todas sus hermanas observaron detenidamente la marca en el brazo de la joven Adamarys y comprobaron sus palabras con ese signo.

─Si tú eres el escudo, entonces eso significa que ella podría ser la nueva reina ─dedujo Balderius.
─Eso dependerá exclusivamente de nuestra madre ─argumentó Adamarys ─y no sólo eso, nuestra hermana deberá sobreponerse a su mayor temor en su desafío y si tiene éxito, tendrá que enfrentarse con la reina y decidir entre su vida y la de su gemela.
─Eso es injusto ─reprochó Fardinem ─significa que todo lo que ha tenido que enfrentar habrá sido inútil después de todo, ya que deberá renunciar al amor de su vida por salvar a su hermana.
─En eso consiste la verdadera maldición de la luna ─reveló la luna negra ─ «un sacrifico de amor»

Tras oír las últimas palabras de la joven princesa, todas se sumieron en un silencio sepulcral, pues comprendieron que una de las gemelas renunciaría al amor de su vida y sería lo más doloroso de asumir.

Mientras en los bosques de la luna…

Después de unas horas, había finalizado el enfrentamiento entre madre e hija, del cual resultó una vencedora, sin embargo, se desconocía cuál de las dos había triunfado y en el camino de rosas que daba con palacio, se podía distinguir la figura de una mujer de cabellos plateados, que hacía grandes esfuerzos productos de las heridas del combate resultante en los bosques.

Minutos más tardes, en uno de los salones de palacio…

─¿Se puede saber cuánto tiempo más debemos estar encerrados como prisioneros? ─demandó Eratus, el mayor del consejo de ancianos.
─Permanecerán en este lugar hasta que nuestra reina regrese ─replicó Balderius, sin dejarse amedrentar por el consejo.
En eso, la puerta del salón se abrió dando paso a que una mujer cruzará el umbral.
─Eso no será necesario, Balderius ─acotó, la mujer de cabellos plateados, cuyo semblante denotaba cansancio y sus ropas estaban salpicadas con sangre.
─¡Madre! ─exclamó con espanto la joven, al ver el estado de la soberana. ─¿Qué sucedió?
─Luego te explicaré. Ahora necesito que los guardias se los lleven a prisión hasta que se inicie un juicio en su contra por traición ─ordenó Ankerius ─y has venir enseguida a Arsyus, debemos detener a Mantrus, cuánto antes.
─Como ordenes, madre ─obedeció Balderius ─pero debes atender tus heridas antes que eso.
`─Para ello es que necesito del poder de Arsyus ─explicó Ankerius ─ahora ve cuanto antes y ejecuta lo que te ordene.
─Su majestad, permítame protestar, pero se nos está culpando sin cargos previos y eso es una falta muy grave para una soberana de la luna ─Replicó molesto Eratus.
─No estás en posición de refutar mis órdenes ─reprochó con encono la reina y mostrándole el anillo de su madre, prosiguió. ─esto es suficiente prueba de tu alianza con mi madre y la traición se paga con la muerte. Ahora salgan de mi presencia.

Tanto Balderius como todo el consejo, abandonó de inmediato el salón y fueron conducidos por guardias hasta las mazmorras de palacio a la espera de que la reina dicte sentencia.
Una vez que quedó completamente sola, Ankerius se desplomó y cayó sobre sus rodillas debilitada por sus heridas.

«Ha llegado la hora hija mía, de que enfrentes tus temores» murmuró la reina a la espera de poder restablecerse del todo.

Mientras todo ello ocurría en el mundo de la luna. En la tierra se cernía un desenlace muy inquietante, dónde una de las protagonistas estaba a punto de experimentar una de las experiencias más aterradoras, en otras palabras; sus miedos más profundos.

Londres, club Heaven…

El ambiente ensordecer que había en la pista, además de la elevada temperatura y aire un tanto pesado por la gran cantidad de personas ahí reunidas, hacía algo denso la atmosfera para un par de chicas, que por su condición de embarazadas, ya comenzaban a sentir algunos síntomas típicos de su estado. Por ello, decidieron descansar un rato, mientras tomaban refrescos y desde ahí, podían observar cómo sus esposas compartían con Pilar.

─Al menos Pilar puede divertirse en grande ─comentó Kiara.
─Me alegro que así sea, ya que vino desde muy lejos para advertirme de mi padre y sus pretensiones ─indicó Cristina, que no dejaba de ver a su hermana.
─Espero que ese granuja se mantenga lo más lejos de ti o de lo contrario, esta vez sí lo denunciare ─advirtió Kiara.
Con un suspiro de agobio, Cristina, quiso cambiar de tema enseguida para no arruinar la paz y felicidad que estaban viviendo.
─Olvidémonos ya de una vez de él ─demandó Cristina─te parece que después de tomar los refrescos volvamos a la pista.
─Por mi encantada ─concordó Kiara.

En ese preciso momento, el destino vino hacer una de sus jugarretas; y un fuerte dolor atravesó el pecho de dos mujeres, que las paralizó por completo y un sudor frío recorrió sus cuerpos…
─¡Madre! ─alcanzó apenas a murmurar Jamiel, y la heredera del clan dinkaire, que alcanzó a ser sostenida en brazos de su hermana.

─Jamiel, ¿sucede algo? ─preguntó asustada Pilar, que vio palidecer a su cuñada.
─Elizabeth, mi madre está en peligro ─señaló Jamiel─debo ir cuanto antes a su lado.
─Claro que la escuché, Jamiel ─indicó ésta─pero no irás sola, mi instinto me dice que algo no está bien, sólo escuchamos su quejido, algo bloqueó el resto.
─De todas formas, debo ir cuanto antes ─urgió Jamiel─mi demora puede ser fatal.
─Lo sé ─afirmó Elizabeth y mirando a la joven Loren, ordenó. ─Pilar ve en busca de las chicas cuanto antes, es preciso irnos enseguida.
─Cuenta con eso ─respondió ésta y se perdió en el recinto en busca de las otras dos.

Minutos después las gemelas, ya se encontraban juntos a sus esposas y puestas al tanto de todo cuanto estaba sucediendo.

En cosa de segundos, el coche de la marquesa, se retiraba del lugar con tres de las cinco mujeres, James, tenía órdenes expresas de llevarlas a buscar ropa al departamento de Cristina e irse cuanto antes a la mansión de la marquesa y evitar por todos los medios la amenaza que se cernía sobre las hermanas Loren.

Por muchos resguardos que se suela tomar, hay cosas que simplemente no se podrán evitar en un determinado momentos y sólo queda la opción de hacerle frente sí o sí.

En un apartado callejón entre las calles John Adam st y York buildings, colindantes con el Victoria Embankment Gardens…

Jamiel, prepara el umbral que las llevará directo a Escocia en el lugar que se encuentra su madre.

─Elizabeth, ya está casi listo ─señaló Jamiel, mentalizando la puerta con la ayuda de su anillo y conjuro que se le enseñara desde niña.
─Cuando tú digas, Jamiel ─contestó ésta─tengo una mala corazonada de todo esto.
─Comparto tu mismo sentir, hermana ─añadió Jamiel─siento una fuerte carga de energía negativa aflorando desde el portal. Debes prepararte a convertirte en lobo, Elizabeth, pues hay un hedor muy fuerte de tu misma especie que está chocando con mi aura.
─¿Entonces hay más criaturas como yo en este mundo? ─preguntó la marquesa.
─Eso es correcto hermana. ─confirmó la princesa dinkaire. ─mi madre, hace un tiempo atrás, me reveló que hay tres lobos de la luna, pero que nunca estaban en el mismo plano los tres, a menos que fuesen invocados por la soberana de la luna.
─ Sabes, Jamiel, ya comienzo a detestar a esa tal reina y sus dictámenes. En verdad me estoy cabreando de tanto misterio e intriga ─reprochó una hastiada Elizabeth─no permitiré que se salga con la suya, y me importa un carajo si es tan poderosa como dijo Durían.
─Elizabeth ─trató de calmarla Jamiel. ─no actúes precipitadamente. Debemos actuar con prudencia, ya que estoy segura que va tras las gemelas y al igual que tú, no tengo intenciones que me aparte de mi esposa.
─No soy una mujer que se intimide con nadie Jamiel y si tengo que irme contra la misma madre de mi esposa lo hare ─refutó seca Elizabeth.
─¡Listo, el portal se abrió! ─Exclamó Jamiel─hora de irnos hermana.(Un dantesco túnel del tiempo se abrió entre ellas, y con ello, una fuerte energía negativa se dejó sentir y al mismo tiempo que destellos negros golpeaban las paredes)
─Esto no puede verse más aterrador ─advirtió Elizabeth, cuyo instinto enloqueció al sentir dicha energía. ─siento que no estamos solas.
─Ya te lo había advertido ─indicó la princesa dinkaire─no tenemos más tiempo que perder.

Dicho lo último y tras entrar la marquesa, Jamiel, cerró el portal con ellas viajando a tierras escocesas.

Sin embargo, todas sus acciones fueron observadas desde un costado y en el borde del edificio, por unos ojos carmesí que relampaguearon al momento que ambas entraron al túnel.

─Todo marcha según lo planeado ─murmuró un rostro pálido como la nieve. ─es hora de que él entre a escena y comience el juego, querida mía.

Tan pronto como acabó de hablar, una bruma negra se situó en el lugar y la sombra de esa persona se esfumó como arte de magia.

Al cabo de un tiempo, en Hyde Park, el coche de la marquesa se detuvo en el estacionamiento del edificio, y tres mujeres descendieron muy raudas, tomando el ascensor que las llevó directo al piso 9 y dos de ellas, se fueron al apartamento 905, mientras que la otra, entró en 907.

Momentos después en el departamento de Jamiel…

─¿Crees tú que Durían se encuentre bien? ─preguntó preocupada Kiara.
─Eso espero Kiara, no soportaría ver sufrir a mi esposa ─mencionó con cierta inquietud Cristina. ─ninguna de las dos quiso tocar más del tema y para ser honestas, desde hace un rato que me vengo preguntando cosas que aún no me calzan del todo.
─¿Cómo qué cosas? ─preguntó Kiara.
─Como los anillos y su similitud ─comentó Cristina─aunque ambas explicaron el porqué de ello, siento que no fue dicha toda la verdad.
─Tengo la misma impresión, siento que nos están ocultando algo ─acotó Kiara.

Ambas se quedaron viendo por unos segundos tras aquellas palabras, algo no estaba bien del todo, ya que mentalmente ambas pensaron en…

─Durían ─murmuraron al unísono ambas.

Era la primera vez que podían sentir como telepáticamente, los pensamientos que estaban en la otra. Aquello, les dejó una sensación extraña y a la vez inquietante y fue Cristina, la que rompió el silencio, tras mirar su reloj y ver que su hermana estaba tardando mucho.

─Kiara, espérame aquí, voy por Pilar, está tardando demasiado ─señaló Cristina.
─¿Estás segura de ir sola? ─inquirió Kiara, terminando de guardar unas cosas.
─Por supuesto que sí ─afirmó seria Cristina─no exageren tanto las cosas, mi apartamento  está a una puerta de este.
─Está bien, pero no te enojes, te ves muy fea cuando lo haces ─se burló Kiara.
─ Muy chistosita ─ reprochó Cristina─ estaremos de vuelta en menos de lo que canta un gallo.

Antes que Kiara, pudiese hacer alguna broma de lo que acaba de decir, ya estaba cerrando la puerta.

Al salir al pasillo, le llamó mucho la atención ver que estaba totalmente oscuro y eso era muy extraño, ya que no hacían ni quince minutos que subieron y estaba todo iluminado. Algo, no estaba bien, pero Cristina, no es una mujer temerosa y como ya conocía el lugar como la palma de su mano, sólo dio unos cuantos pasos y ya estaba frente a su departamento, pero…

─¿Qué rayos está pasando aquí? ─se preguntó Cristina, al toparse con la puerta abierta y que además estaba todo oscuro.

A tientas dio con el interruptor de encendido y al momento en que se encendió las luces de la sala de estar, mayúscula fue su sorpresa al ver tirada en el piso a su hermana Pilar.

─¡Por todos los cielos, Pilar! ─exclamó Cristina, que en un dos por tres ya estaba junto a ella y al girarla, quedó en shock al ver un corte en su frente. ─pero, ¿quién demonios te hizo esto?
En eso...
─Buenas noches hija mía ─se escuchó decir una voz varonil y cerrar de golpe la puerta.

Cristina, al oír esa voz, palideció de golpe y su corazón se aceleró a mil por hora. La hora de la verdad había llegado para una de las hijas de la luna y comenzaba así… su desafió.

No necesitaba volver la mirada para saber de quién se trata, ya el simple saludo lo decía todo. Un sudor la recorrió por completo al igual que lo hiciera hace muchos años, cuando fue descubierta por su progenitor en que mantenía una relación con una mujer. Ese día jamás pudo olvidarlo, ya que en su espalda tenía el fiel recordatorio de la respuesta de su padre ante tales inclinaciones sexuales y si no fuese por Kiara, otra historia se contaría.

─¿Acaso no vas a saludar a tu padre, Cristina? ─demandó secó Alexander─creí haberte enseñado modales hija mía, veo que deberé recordarte quién soy y cuál es tu lugar frente a mí.

La joven Loren, tragó en seco, ya conocía ese tono autoritario y lo que implicaban sus «recordatorios» todos sus hijos lo sabían de sobra. Por un segundo, su vista se clavó en el rostro de su hermana y le dolió en el alma ver la herida y el hilacho de sangre en su frente.

«Todo tu esfuerzo fue en vano mi querida Pilar» se reprochó mentalmente Cristina.

Con mucho cuidado, limpio la sangre sobre su frente y la acomodó de la mejor manera posible, se enderezó con pesadez y clavó sus ojos azules en la figura de su padre y señaló…

─Que yo sepa no tengo padre. Pues éste me maldijo y renegó de mi persona y terminó por lanzarme a la calle sin misericordia ─masculló con total indignación Cristina. ─no vengas a hora a llamarte padre y decirme que soy tu hija, Alexander.
─¡Cuánta desconsideración de tu parte hija mía! ─señaló Alexander─ veo que no sabes agradecerme todos los años de estudio, alimentación y dinero que invertí en ti, para que oses levantarme la voz de esa manera.
─No sabía que fui una cifra más en tu vida ─escupió Cristina─¿se puede saber a qué has venido a mi casa?
─Ya que lo preguntas sin rodeos, te responderé de igual manera ─adujo sin tapujos Alexander. ─he venido a que me pagues la inversión que hice en ti al igual que todas tus hermanas.
─Estás muy equivocado si piensas que voy a continuar la misma senda que obligaste a mis hermanas ─desafió Cristina. ─ya no tienes ninguna autoridad sobre mí, ya que perdiste ese derecho el día que salí de casa.
─Pues creo que tenemos un conflicto de intereses Cristina, ya que todo deudor debe pagar sus deudas y tú me debes mucho ─explicó sarcástico su padre.
─No puedo creerlo, qué te puedas llamar padre y cobres a tus hijos por haberlos traído al mundo ─se lamentó Cristina─pero si dinero es lo que estás buscando, déjame decirte que de mi parte no lo tendrás, ya que tú te apoderaste de la herencia que nos dejaron nuestro abuelos y tú hiciste usufructo de ese dinero.

Es bien sabido que la ambición mueve a muchos hombres hasta el punto de ser capaces de transar a su familia por riquezas y poder: Y cuando estos son desenmascarados y llamados como tal, se producen en ellos, un estado de catarsis que por unos breves segundos, muere el único vestigio de cordura que estaba presente en su persona, para traer a la vida su verdadero yo, un ser totalmente codicioso y despiadado, incapaz de razonar y que su único objetivo es su sed insaciable de riquezas y una vida llena de lujos y despilfarros.

Del mismo modo, Alexander Loren, perdió toda objetividad y las palabras de quién es su hija menor, vinieron a gatillar en él, el más oscuro apego a lo material y a la vez, despertaron un excesivo encono tras las palabras de la joven, que no sólo venían a contradecir sus mandatos sino se convertía en un enemigo que había que someter al precio que fuese necesario. No podía permitirse que le quitaran lo que se le había prometido al heredero de Timoty Loren, pues se habló de una cuantiosa fortuna y esa era para él y nadie le privaría de ello, ni su propia hija.

─Cristina, Cristina ─refutó Alexander─veo que la arrogancia inglesa te ha afectado un poco, aunque es natural, ya que nuestro antepasado es de este país y en cuanto a la dichosa herencia, hubiese sido un desperdicio dejarla en sus manos.
Ahora, en cuanto a no responder por tu deuda, tengo malas noticias para ti, niña insolente. Tú vas a devolverme cada centavo que invertí en ti y será con intereses al mil por ciento.
─Ya te dije que no lo haré ─negó Cristina─ te sugiero que salgas por la misma puerta que osaste entrar, antes que te denuncie a la policía por agresión e intento de homicidio.
─Con que esas tenemos ─bramó de súbito Alexander─¿amenazarme a mí?
En eso, sustrajo del bolsillo de su chaqueta, una 9 mm con la que apuntó directo al corazón de la joven.
─¿Pensaste que vendría sólo a charlar contigo? ─inquirió enajenado Alexander─aún no olvido como tu amiguita Kiara, osó amenazarme aquella vez y si hubiese tenido a mi lado esta preciosura, otro gallo le cantaría a las dos.

Cristina, no sólo quedo helada al verle sacar el alma sino que sintió un sudor frío recorrerle toda su espalda. Comprendía que su padre estaba desesperado por recuperar sus empresas e iba a negociar con el nuevo dueño por medio del ofrecimiento de casamiento con su persona y no se detendría hasta conseguirlo al precio que fuese.

─Veo que ya no estás tan soberbia como hace un momento, hija mía ─recriminó burlón Alexander.
─No es necesario que tengas un arma para hablar conmigo ─instó ella.
─Es que no vamos a hablar tú y yo. Sino que harás todo cuanto te mande y como no quisiste hacerlo por las buenas lo haremos por las malas ─adujó sin reparos su padre.
─¿Se puede saber qué deseas? ─preguntó Cristina, aunque la respuesta ya la sabía, pero debía calmarlo o expondría a su hermana a una desgracia, ya que no estaba pensando en su propia seguridad.
─Antes que nada, te sugiero que te sientes, me fastidia que estés de pie ─demandó Alexander.
Cristina, no solo no obedeció, sino que se puso tapando el cuerpo de su hermana y agregó…
─Estoy muy bien de este modo. Sólo di lo que tengas que decir ─ apremió Cristina.
Alexander, nunca ha soportado que le desobedezcan y de prisa sale a relucir su furia…
─Maldita sea, te dije que te sientes ─vociferó éste, volcando la mesa de centro de un solo punta pie, tratando de intimidarla.
─No lo haré ─desafió Cristina.
Manteniéndose en el mismo lugar y sin inmutarse cuando su progenitor se acercó a ella y le volteo la cara de una cachetada.
─Mocosa insolente y mala agradecida ─espetó Alexander─¿con quién crees que estás hablando?

Sin piedad alguna, haló de su cabello y la arrastró hasta uno de los sillones y la azotó contra éste y no conforme con ello, volvió a estrellar su mano en su rostro, esta vez con más furia que la anterior, dejando la mejilla de Cristina totalmente enrojecida con la brutalidad.

─Más te vale que no sigas desafiándome o terminaras mal trecha para tu futuro esposo y no queremos que vea toda machucada a su flamante mujer ¿no es así? ─preguntó con cinismo Alexander.
─Eres un hipócrita, siempre pensando en guardar tu imagen de padre perfecto, cuando eres una basura ─ escupió sarcásticamente Cristina.

No alcanzó a terminar de hablar, cuando su cabeza se estrellaba con el borde del respaldo del sillón y la mano de su padre la hundía más en el.

─Con que sigues altanera maldita bastarda ─ bramó su padre.

Azotando más y más la cabeza de Cristina en el mueble y no conforme con ello, ejerció toda su fuerza en ello, privándola de la respiración y solo cuando ya estaba desvaneciéndose por completo, la soltó.

Para que se recuperase más pronto de su conmoción y reaccionará rápido, estampó una vez más su pesada mano en el rostro de su hija.

Por su parte, Cristina, tras la doble agresión. Sólo tosió un poco porque le dolía hasta el aire que entraba por su garganta.

─No puedo creer que seas una Loren y tengas poco aguante, bien debilucha me saliste después de todo y eso que te envíe a los mejores centros deportivos y sólo conseguí una fracasada como tú ─ se avergonzó Alexander.

Cristina, no dijo nada al respecto y sólo se enderezó en el sillón para mirar aquel monstruo que tenía por padre y luego de un breve segundo le preguntó…

─¿Qué quieres de mí? ─inquirió apenas Cristina.
─¡Al fin unas palabras razonable después de todo! ─se mofó Alexander─es muy simple hijita mía, quiero devuelta mis empresas y tú te encargarás de hacerlo.

El termino «hijita» le dolió hasta el alma a Cristina, y sin embargo, continuó con la «platica familiar»

─¿Qué quieres que haga? ─preguntó sin emoción la joven.
─Qué pregunta más estúpida Cristina, usa las neuronas que tienes o me vas a decir que solo la empleas para acostarte con marimachos ─insultó su padre.
─ Ahórrate el comentario que no es de tu incumbencia con quién yo me acueste ─rabió ella ─ dudo mucho que pueda ayudarte con ese tipo de “estrategias” que usas para recuperar los negocios.
─¿Qué no es de mi incumbencia? ─soltó furioso éste y en eso, agarró un jarrón y lo estrelló contra la pared y pasó zumbando por la oreja izquierda de Cristina. ─¿crees que vine acá para que continúes con tus jueguitos de libertinaje que tienes?
─Tú nunca vendrías por mí. Sólo te interesa el dinero nada más ─respondió ésta.
─Pues claro, ¿qué más podría interesarme?, ¿Mi hija? ─peguntó Alexander y prosiguió. ─¡Mírate bien!, ¿Podría sentirme orgulloso de una hija como tú?...asco es lo único que me causas.

El corazón de Cristina, se contrajo de golpe y por dentro sintió como algo se rompía y no era para menos, era su padre después de todo, aún le quedaba algo de afecto por su persona.

─Al menos tus hermanas, que son una buenas para nada, tuvieron la decencia de no tener las fijaciones tuyas ─ironizó el hombre, sin piedad alguna. ─pensándolo bien, me da igual tus inclinaciones, pues una vez que te cases con el nuevo dueño, sí quieres invitas a tu amante a formar un trío y así tal vez al mostrarte más complaciente puede favorecerme con alguna otra inversión.

Los ojos azules de la joven, miraban con espanto aquella figura que se suponía era su progenitor, el ser que debía amarla y cuidarla, y no la bestia que tenía enfrente…ese mismo hombre que en un tiempo más iba a ser abuelo. Por un instante, sintió verdadero pánico por la criatura que llevaba en su vientre, sí Alexander se llegaba a enterar, era capaz de arrancarle con las manos a su hijo con tal de no perder sus empresas.

─Soy peor que una mujerzuela para ti, ¿no es verdad Alexander? ─inquirió Cristina.
─No, ya que la mujerzuela solo me darán unas cuantas monedas y en cambio tú me devolverás todo y me traerás la fortuna que me prometieron ─dijo cegado éste.
Sólo un suspiro de resignación salió de los labios de la chica, ya que dijera lo que dijera, no haría entender a ese hombre, pues su codicia era tal que no lo dejaba razonar siquiera.

Cansada y para no dilatar más el asunto, preguntó…

─¿Con quién se supone que me vas a casar para recuperar tus empresas? ─ inquirió Cris.
─Con el hombre más rico de Londres y que tengo entendido que es un Marques ─indicó Alexander.

Cristina, cuando oyó de que se trataba de un Marques, no rebatió nada, simplemente quiso indagar cuanto sabía su padre con respecto al nuevo dueño de las industrias Loren.

─¿Un Marqués? ─preguntó aparentando no saber. ─¿Cómo se llama?
─Tengo entendido que es el Marqués de Cronwell, no estoy al tanto de su nombre por completo, pero sé que es un tal E. Erlington, muy conocido en este país ─comentó él.
─Vendes tus empresas y ni siquiera te tomas la molestia de saber o investigar más acerca del nuevo propietario ─ reprochó Cristina ─parece mentira que seas un hombre de negocios.
─¡Cállate! ─gritó molesto Alexander y volvió a lastimar el rostro de su hija. ─no estoy para que me corrijas y me digas cómo debo manejarme en mis negocios. Lo que realmente importa en este momento, es que ese hombre será tu esposo, sí o sí.

Cristina, llevó su mano a su ya resentida cara y en eso noto como algo tibio y liquido corría por sus dedos. Al quitar y revisar su mano, se dio cuenta que era sangre.

Efectivamente en el último golpe, su padre pasó a llevarla con la parte más dura del arma, causándole un pequeño corte.

Alexander, al ver que lo que hacía su hija, le recriminó…

─No seas alharaca ─se burló descaradamente éste. ─es tan sólo un inofensivo rasguño.
─Ya veo, para ti todo es inofensivo, «Padre» ─señaló Cris, más que decepcionada y prosiguió. ─ya que todo es tan simple como arreglar el matrimonio de tus hijas por tus «insanas» ambiciones, te advertiré que estos fracasaran en esta ocasión, ya que quién tú presumes que es el «dueño» no lo es en verdad.
─¿Qué mierda estás insinuando? ─explotó su padre, tomándola del cuello de la blusa. ─ habla de una buena vez.

Los ojos azules de Cris, se volvieron burlones y lejos de intimidarle la furia presente en los azules de su padre, sólo consiguieron mostrarse más desafiantes, ya no mostraban temor como años atrás.

─Déjame decirte que ese tal Erlington que tanto presumes, es nada menos que una mujer y se llama Elizabeth Erlington ─Cristina, escupió cada palabra con saña y alevosía. ─creo que ahora ya no podrás casarme «padre».

Las últimas palabras fueron un verdadero veneno que recorrió las extrañas del hombre, pues se venían abajo sus planes de recuperar sus empresas y la sola idea, lo enloqueció al punto de que sus ojos se inyectaron en sangre.

─Maldita desgraciada ─aulló con odio Alexander y golpeando con la cara del arma sobre el rostro de la joven. ─búrlate ahora de mí.

No contento con eso, levantó con tal furia a su hija del sillón y la azotó contra la pared contraria, sintiendo enseguida como una de las costillas de Cristina, se rompía por el impacto, quitándole hasta el aire de sus pulmones. No obstante, la ira de su progenitor estaba lejos de calmarse y no tuvo tiempo siquiera de reponerse, cuando la mano empuñada del hombre se dejaba sentir en la parte media de su vientre y todo el cuerpo de la chica se convulsionó y cayó de bruces al suelo, abrazada a su vientre.

Alexander, no satisfecho con verla casi inerte en el suelo, la tiró de sus cabellos e iba arrastrarla por el piso, cuando de pronto se escuchó…

─ Suéltala maldito infeliz ─ ordenó con ira Pilar, que había conseguido despertar de su estado de inconsciencia; y con un certero golpe con un jarrón consiguió librar a su hermana de la paliza que le estaba propinando su «progenitor y padre»

Mientras su padre caía de rodillas al piso, Pilar, giró el cuerpo de Cristina, y con horror, vio como tenía rota su nariz y todo moreteado su ojo derecho. No obstante, no fue eso lo que la alarmó sino ver como de entre sus ropas y a la altura de su entrepierna, se teñía con sangre y sólo un pensamiento cruzó por su mente…

─¡La bebe! ─exclamó consternada Pilar, revisando en el acto el cuerpo de su hermana y al ver que no había ninguna herida que la causase, su corazón se contrajo violentamente ─ ¿Qué has hecho?

Alexander, que ya se reponía del golpe y se ponía de pie un tanto mareado por el impacto en su cabeza, no logró comprender la pregunta y buscó a tientas su arma, que había sido lanzada cerca de la ventana.

─No se a qué diantre te refieres ─murmuró éste ─y poco me interesa. Además, debo recordarte Pilar, que tú ni nadie van a interferir en mis planes y este es un asunto entre tu hermana y yo, así que más te vale que te largues.
─¡¿Largarme?! ─exclamó una furiosa Pilar ─crees que te voy a permitir que te salgas con la tuya y más aún con lo que acabas de hacer.
─¿Y se puede saber qué hice, hija mía? ─preguntó con total descaro Alexander. ─ que yo sepa sólo le estoy enseñando unas cuantas lecciones de respeto y obediencia a Cristina.
─¡Respeto! ─masculló con ira Pilar, que ya había comenzado a perder la paciencia. ─ Acaso ese es tu concepto de respeto por tu familia, por tu sangre, al punto de dejar a mi hermano lastimado y ahora, las emprendes con Cristina, ¿acaso no sabes que ella está embarazada?

Los ojos azules de Alexander, se dilataron muchísimo, no dando crédito al comentario.

─¡¿Embarazada?! ─preguntó impávido éste, quién detuvo en seco su caminar y su garganta como su mandíbula se tensaron en el acto. ─Cómo pudo atreverse a traer al mundo un bastardo, nacido de sus inclinaciones asquerosas.

Esas palabras tan despectivas que pronunciase, fueron la gota que rebalsó el vaso y un sentimiento hostil y lleno de odio, fue lo que hizo presa a la joven Loren, sin darse cuenta sus manos estaban empuñadas y su cuerpo había comenzado a desprender una vapor gris a medida que la ira, iba haciendo presa a la muchacha.

Justo en el momento en que Alexander, va a coger el arma del piso…

─ No lo harás ─ amenazó Pilar, y tiró de su padre y lanzándolo contra la puerta principal, sacándola de cuajo con el impacto.

Tal fue la fuerza de ese golpe que alertó enseguida a Kiara, que estaba en el departamento de Jamiel y salió de prisa para ver de dónde provenía dicho ruido. Sin embargó, todo estaba en penumbras y la tenue luz proveniente del departamento de su amiga, le indicó qué algo muy malo estaba ocurriendo.

El corazón de la joven Milovic, se contrajo de golpe porque sus temores se hicieron realidad, la peor pesadilla se había materializado al fin y al cabo. A pesar de todos los resguardos que tomaron, nada pudo detener la aparición del padre de Cristina y por un momento, sintió que le faltó el aire en sus pulmones, porque un mal presentimiento se apodero de su mente y al llegar junto al umbral de la puerta del departamento de su amiga, lo que vio en aquel lugar, le heló la sangre, pues sus ojos miel instintivamente buscaron en la habitación a su amiga y compañera y le halló inconsciente en el piso.

─ ¡Por todos los cielos, Cristina! ─ Exclamó una consternada Kiara, cuyos ojos no daban crédito a lo que tenía frente de sí.

No supo como acorto la distancia del marco de la puerta hasta donde yacía el cuerpo inerte de la joven Loren, no reparando en lo más mínimo en la otra presencia que estaba unos pocos metros más allá.

─ ¡No, no, Cristina! ─ se lamentó Kiara, mientras observaba el rostro todo amoratado de su amiga del alma y sin darse cuenta, gruesas lágrimas se escurrían por sus mejillas. ─ esto no puede estar pasando.

En eso se escuchó…

─ Por favor saca de este lugar a mi hermana ─ demandó una extraña voz a sus espaldas.

En eso, Kiara, se giró un poco su cuerpo para buscar de dónde provenía aquella voz y al momento de hallarle, sus ojos miel se abrieron como platos ante la presencia que estaba detrás de ellas.

Lo que sus ojos estaban viendo, no correspondían en nada a un ser humano y muchos menos a quién la joven Milovic, creía que  podría ser y que le venían a confirmar sus palabras de hace un momento.

Ante ella, se encontraba una criatura híbrida o sobrenatural, jamás antes vista, sólo mencionada en mitos y leyendas europeas. Su transformación aún no estaba completa, ya que su cuerpo estaba mutando en ese preciso momento, ya que aún quedaba rastro de un grueso vapor gris sobre muchas partes del cuerpo de aquella criatura.

No obstante, a pesar de eso, se podía distinguir a la perfección de que se trataba de una especie de lobo, uno muy particular y que a diferencia de los otros dos que ya habían aparecido. Este tenía, un aspecto distinto y era más grande que los anteriores y su lomo era de un color grisáceo, cuyos ante brazos estaban llenos de púas filosas como dagas. Su torso era blanquecino y a la altura de su pecho se podía distinguir en forma de flamas, la marca de la luna nueva y que también estaba presente en su frente.

Sus patas estaban cubiertas de metal lunar semejante al acero pero con destellos púrpuras y resaltando doble garras, que además eran muy largas y curvadas.

De su espalda asomaba, una doble cola ambi Color;  gris y blanca; que oscilaba en forma amenazante y cuyas puntas culminaban en prismas, apuntando en dirección de la puerta, como presintiendo al enemigo.

En ese preciso instante, su rostro acabó por transformarse y al igual que sus patas, estaba cubierto por una armadura de metal que cubría casi todo, solo dejaban al descubierto la marca y sus ojos. Ahí, estaba la última diferencia y era que sus ojos eran bicolores, de tonalidad azul y carmesí.

Sin lugar a dudas, que su aspecto era demasiado intimidante para Kiara, que jamás en su vida imaginó estar frente a una cosa como esa o mejor dicho, estar frente a un monstruo que había sido sacado de películas de ciencia ficción. Y en un acto involuntario e instintivo, abrazó el cuerpo de la joven Loren, como protegiéndolo de aquella criatura.

─ No temas Kiara ─ murmuró la criatura ─ No te haré nada, soy Pilar.
─ Creo que en nada te pareces a la Pilar que yo conozco ─ rebatió ésta.
─ Comprendo bien lo que quieres decir ─ Concordó la joven ─ sé que todo esto te resulté muy difícil de asimilar, te diré que incluso para mí, también lo es, pero en el momento en que me transformaba, mi mente despertó y recordé quién soy y porqué vine a la tierra.
─ ¿Qué quieres decir con venir a la tierra? ─ preguntó incrédula Kiara.
─ Yo no soy de este  mundo, Kiara ─ develó Pilar ─ mi nombres es Baltros y soy el sigran de Cristina y provengo del reino de la luna y mi misión es proteger a la princesa de la luna nueva.

Digamos que si los tornados tienen un efecto devastador sobre la tierra una vez que tocan su piel. Del mismo modo, las palabras del sigran, vinieron a detonar una serie de sentimientos en la joven Milovic, cuyos ojos miel perdieron su brillo y se volvieron fríos y duros como el hielo.

Al fin comenzaba a desaparecer el manto de misterio que cubría la vida de las gemelas de la luna y cuyo propósitos solo era conocido solo por Durían y por la soberana de la luna, Ankerius.

Algo se rompió dentro del corazón de la joven Milovic, con las palabras de la bestia, que trajeron consigo imágenes borrosas de una mujer de cabellera plateada, cuya mirada denotaba mucha hostilidad como autoridad.

─ ¿Qué son todas estas imágenes? ─ se preguntó a si misma, tratando de sacudirse de esas visiones.
─ Kiara, no luches contra lo que estás comenzando a recordar ─ demandó la Baltros. ─ muy pronto será la hora en que tú enfrentes tu prueba.
─ ¿Prueba? ─ preguntó una confundida Kiara.
Que no tuvo tiempo a volver a formular otra pregunta cunado fueron interrumpidas…
─ ¡Vaya, Vaya! ─ exclamó la voz irónica de Alexander desde el umbral de la puerta. ─ ¿pero qué tenemos aquí?

Apenas estaba pronunciando esas palabras, las colas del lobo, tomaron postura defensiva, volviéndose sus puntas de un rojo intenso amplificado por sus prismas.

Baltros, en un veloz movimiento se colocó enfrente de las chicas, dispuestas a defenderla de quién es el enemigo de su ama, la princesa de la luna nueva, Krastian.

─  Parece que tenemos reunión de fenómenos en este lugar ─ provocó Alexander. ─ Primero, mi hija y sus asquerosos gustos por las mujeres, luego, la culpable de llevarla a esa perdición y ahora por si fuera poco, una bestia.
─ Sí de bestias se trata, tú eres la más vil todas, Loren ─ rebatió indignada Kiara ─ o acaso el modo en que tratas a tus hijos es muy humano qué digamos.
─ Pero miren quién habla, la mayor de las zorras ─ insultó Alexander sin asco y con una sonrisa retorcida.
─ No me ofendes en absoluto tus palabras, Loren ─ contraatacó Kiara ─ hombres como tú se aferran a cualquier cosa para mostrarse poderosos e imponen por la fuerza sus convicciones a punta de amedrantamientos.
─ Será mejor que te mantengas calladita ─ advirtió éste, sacando una navaja de su bolsillo. ─ esta vez, no consentiré que te inmiscuyas en mis asuntos.

Los ojos miel de Kiara, se abrieron mucho al ver que ese hombre estaba dispuesto a todo con tal de obtener lo que ambicionaba.

─ Eres tan ruin, que te sirves de armas para conseguir tus fines ─ reprochó Kiara, que molesta con la situación, dejó el refugio de Baltros y encaró al hombre. ─ acaso no te das cuenta que esta vez tus planes no resultaran, ya que la persona que compró tus empresas es una mujer y no podrás casar a Cristina, como lo habías concebido en tu retorcida mente.
─ Eso esta por verse ─ amenazó Alexander, que en una sola zancada ya estaba frente a la joven y arremetía contra ésta. ─ Si mi hija tanto gusta de las mujeres, no será impedimento para casarla con la nueva dueña.

Sólo la rápida acción de Baltros, evitó que la navaja se hundiera en el vientre de la joven Milovic, y fue quién recibió la certera estocada del padre de las chicas Loren, quién era un avezado espadachín y esgrimista.

Un aullido desgarrador salió de inmediato de las fauces del lobo y en respuesta con un violento manotazo mando por los aires al hombre, rasgando parte de sus ropas y provocando profusas heridas en su cuerpo producto de la fuerza que empleó para ello.

─ ¡Pilar! ─ exclamó una alarmada Kiara.
─ Ponte a salvo ─ demandó Baltros ─ él no dudará en matarte, está completamente enceguecido por la codicia y su objetivo es mi señora.
─ Pero tú estás herida ─ mencionó Kiara. ─ y para tu información no le tengo miedo, no voy a dejar sola a Cristina por ningún motivo.
─ Eres una necia que no mide las consecuencias de sus actos ─ reprendió Baltros ─ ya una vez te libraste de él, no te confíes que resultaras ilesa esta vez.
─ ¡Aha!, lo que tu digas  ─ ironizó Kiara y añadió  ─ tus comentarios no conseguirán que cambie de parecer, yo nunca abandono a las personas que amo y no dejaré que este patán se salga con la suya y poco me importa si expongo  mi vida con tal de librarla de ese monstruo.
─ Se nota que el lazo sanguíneo corre muy fuerte dentro de ustedes dos ─ admitió Baltros.
─ ¿Lazo sanguíneo? ─ inquirió Kiara.

En eso…

La figura de Alexander, se cierne sobre ambas, que por un leve descuido no le vieron ponerse de pie y que fue a caer justo donde se encontraba su revolver.

─ Pilar, porque no le confiesas la verdad y le dices de una buena vez que este par de idiotas, son hermanas ─ escupió con saña Alexander.

Aquellas palabras, fueron puñales que atravesaron el corazón de kiara, dejándola totalmente aturdida y en su mirada se clavó en forma automática en donde se encontraba Cristina.

─ ¡¿Hermanas?! ─ Apenas murmuró aquellas palabras la joven Milovic y sus ojos miel perdieron su brillo, tornándose opacos.
─  Y no sólo hermanas, Kiara, sino que ustedes dos son gemelas ─ Siseó Alexander.

Con ello, terminó de dar el golpe de gracia a la muchacha, que sintió como su corazón se contrajo fuertemente  y todo a su alrededor se volvió gris y no pudo oír ya más nada, estaba totalmente conmocionada con la noticia que ese hombre le revelara.

─ ¿Qué necesidad tenías de decirle la verdad? ─ inquirió con molestia Baltros. ─ ¿Qué pretendías con ello?
─ Mira lobito, me acusan de ser un desalmado, pero acaso, tu gente no lo es también al tenerlas engañadas tantos años. ─ acusó Alexander ─ además, necesitaba dejar a Kiarita fuera de mi camino y que mejor forma de darle un NK, te aseguró que no se repondrá.
─ Eres un maldito ─ rabió Baltros, que se disponía a destrozarlo, cuando en eso se oyó.
─ Nunca debiste lastimar a Cristina, sabiendo que era mi hermana ─ sentenció una furiosa Kiara, cuyos ojos tenían su verdadera apariencia azulina y se mezclaban con el color carmesí de la ira. ─ Jamás te  lo voy a perdonar.

No sólo el color de sus ojos fue el que cambio, sino que toda su apariencia cobró el aspecto de la princesa de la luna roja y de su mano derecha surgió un báculo en forma de tridente y de su cuerpo se desprendía una aura maligna, producto del odio que sentía hacia la persona de Alexander Loren.

Por primera vez en su vida, Loren, sintió una corriente helada recorrerle su cuerpo y tragó en seco, ya que el aspecto de la compañera y amiga de su hija, era aterrador y sin embargo, intentó zafarse de la situación, acudiendo a una bajeza.

─ No es conmigo que debes descargar tu ira, kiara, sino con tu verdadera madre por ocultarte que Cristina y tú son hermanas ─ incidió Loren. ─ yo sólo busco lo que me prometió Durían a mi antepasado.
─ Eso no te va a librar de tu castigo ─ amenazó Kiara. ─ No debiste tocar a mi hermana.

En un fugaz movimiento se abalanzó sobre Alexander y su tridente estaba a escasos milímetros de penetrar su abdomen, cuando algo se opuso a ello y un disparó se escuchó en la sala…

─ Detente Kiara ─ ordenó Elizabeth, cuyas manos impedían que el báculo se enterrase en el cuerpo de Alexander.

Y no sólo eso, sino que Jamiel, sostenía el brazo alzado del mismo con el arma apuntando hacia el cielo raso.

Ambas hijas de Durían, habían llegado justo a tiempo para evitar una desgracia y que el desafió de la joven krastian se hubiese truncado. No obstante, el futuro era incierto tanto para Elizabeth como Jamiel, ya que las gemelas conocedoras ahora de la verdad, tenían motivos para alejarlas de su lado.

Por un lado, estaba el delicado estado de Cristina y su bebe. Y por el otro, Kiara, que aborrecía la mentira mas que nada en este mundo.

Muy lejos de todo ello…

Unos ojos carmesí, observaban toda la escena con profunda molestia.

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