mujer y ave

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lunes, 1 de septiembre de 2014

El despertar del pasado I parte.


En Aras del pasado, capítulo 40

A pesar de estar cerca de la época estival en el hemisferio norte, se siente aún, algo de frío en las mañanas. Es muy temprano en las inmediaciones del castillo de la familia Calguieri y a pesar de ello, ya hay una joven levantada desde hace mucho y está pronta a salir a dar un paseo en su caballo.



La joven no ha podido conciliar el sueño y tuvo que pasarse casi toda la noche en vela, por causa de sentirse incómoda desde ayer.

Los pensamientos van y vienen, cómo aves migratorias en su peregrinaje.  Rondan constantes por su mente y consiguieron inquietar a la muchacha, qué decidió dejar  el cálido lecho que comparte con su prometida, por un poco de aire fresco y poder pensar con mayor tranquilidad, sin traer inconvenientes en la vida de su pareja.

-Espíritu, ya está ensillado, señorita Raniel –señaló Ralph.
-Te lo agradezco Ralph –dijo ésta- puedes volver a casa. Siento haberte molestado tan temprano y sacarte de tu descanso.
-No se preocupe –expuso Ralph –es mi deber y además, que usted nunca me ha molestado. Al contrario, no suele venir mucho por este sitio.
-Tienes razón –comentó Raniel –desde que comencé a estudiar, ya casi ni tiempo tengo para cabalgar.
-Bueno, pero eso es prioridad en la vida de cualquier joven –agregó Ralph –ya que es el porvenir de cada uno, para más adelante.
-En efecto –acotó Raniel – no se deben descuidar. Ahora si me disculpas, me marcho, nos vemos más tarde, Ralph.
-De acuerdo –señaló éste –vaya con cuido, se lo ruego.
-Descuida. Siempre tengo precaución –señaló la joven- si llegasen a preguntar por mí, por favor hazles saber.
-Como usted diga, señorita Raniel –afirmó Ralph –buena suerte y disfrute del paseo.
-Vale –respondió ésta.

La joven Larson, montada en su caballo alazán, salió a galope tendido. Necesita reflexionar sobre algunos hechos.  Se internó por los bosques de la propiedad de la familia de su prometida y desapareció río abajo. Perdiéndose entre el follaje.

 Raniel, iba sumida en los recuerdos. Fugaces chispas del pasado que asolaban y atormentaban su mente y su corazón…

FLASH BACK
-¡Ya era hora! De que te dignaras en venir, Rowine –dijo con saña, una joven de cabellos cobrizos.
-¿Qué deseas de mí, Vivian? –Preguntó ésta –creo que tú y yo, no tenemos nada de qué hablar. Fui bastante clara la última vez que nos vimos.
-Estás equivocada, si pensaste de que dejaría las cosas de ese modo –rabió al instante Vivian –te quiero lejos de la vida de Anabelle. Ella está casada ahora.
-Eso lo sé muy bien –siseó Rowine –conseguiste que tu primo se casará con ella, así que, no veo la necesidad de que me hayas citado en este lugar.
-Quiero que te marches de Calguiere –exigió sin remordimientos la joven Bringston –desaparece de su vida o me obligarás a recurrir a otras instancias con Henrieta.
-No haré tal cosa –afirmó molesta Rowine –estoy cansada de que pretendan manejar mi vida a su entera voluntad y me tiene sin cuidado tus amenazas.
-No te permitiré que continúes viéndola –amenazó Vivian –estás poniendo en riesgo su vida. Ella es de la nobleza y tiene obligaciones, que no puede descuidar por una insana relación con una mujer.
-¡Disculpa! –Exclamó Indignada Rowine –tienes el descaro de llamar “insano”  a lo que siento por Anabelle. Cuándo tú, has estado enamorado de ella, desde que eras una niña y te has atrevido hacer las bajezas más grandes en nombre de ese sentimiento. Lo tuyo es enfermizo Vivian.
-No es lo mismo –protestó iracunda ésta –no puedes compararte conmigo, provengo de una familia de renombre y prestigio. Mientras que tú, eres una simple campesina, burda e Insulza.
Antes de que terminase de hablar. La mano de Rowine,  se dejo sentir en el rostro de su enemiga.
-¡Detén tus palabras! –Demandó Rowine –no te consentiré que oses insultarme cada vez que se te venga en gana. Una mujer que se precia de provenir de cuna de nobles, debería dar el ejemplo.
-¿Pero quién te crees para golpearme? –Masculló enajenada Vivian, que se encontraba con un látigo de montar listo para castigar a la joven- te voy a enseñar modales, maldita bastarda.
En lo que deslizó el látigo, con un fuerte y ágil movimiento en busca del rostro de la joven Mcraune. Ésta,  alcanzó a esquivarlo y enredó su mano a propósito en su trayectoria y así, quedó asida de éste y tiró fuertemente, enviando de bruces al piso a la joven Bringston.
-Te advertí que no siguieras insultándome, Vivian –replicó Rowine –ni tú o Henrieta, podrán conseguir  apartarme de su lado. Además, no depende de ustedes. Anabelle, me ama como yo a ella.
-Nunca podrán estar juntas –dijo furiosa ésta, mientras limpiaba sus labios del barro que tuvo que tragar –me aseguraré de ello. Te lo juro.
-No importa los trucos sucios que utilices, no conseguirás que ella, deje de amarme. Aunque me enviasen al mismo destierro o infierno –rebatió Rowine – el corazón de Anabelle me pertenecerá hasta la muerte.
-¡Nunca! –siseó Vivian.
-Eres una completa idiota –comentó cansada Rowine –tienes un corazón carcomido por la envidia y los celos. Jamás, sabrás lo que se siente amar y ser amada, pues lo tuyo es egoísmo puro.
-No estaría tan segura de eso –se ufanó Vivian –cuando consiga apartarlas, ya verás que me quedaré con todo y tú no podrás apreciar mi triunfo, pues estarás lejos o en el mismo infierno.
-Sólo puedo sentir lástima por ti en estos momentos –agregó Rowine –eres incapaz de comprender lo que te he dicho. Estás obsesionada con Anabelle  y con su título de Duquesa, que no te permite ver la realidad.
-Di lo que quieras –rabió con más cólera la joven Bringston –ella será mía al final. Me quedaré con todo y tú con las manos vacías.
-Se nota qué no me conoces. Nunca me ha importado las pertenencias de Anabelle –comentó Rowine –sólo un apersona de la calaña tuya, da prioridad a ese tipo de cosas.
-¡Cállate mal nacida! –Gritó fuera de sí, Vivian –voy  acabar contigo. No sabes cuánto te he odiado, desde que apareciste en nuestras vidas.
-¡Estás demente! –Mencionó Rowine –sólo un corazón enfermo y vacío,  puede sentir esa clase de emociones hasta el punto de desearle mal.
-Tú no mereces nada –gritó como loca Vivian –lo único digno para ti, es…¡La muerte!
Rowine, clavó sus ojos verdes en la joven y sintió un hielo clavarse en su corazón ante las palabras de quién creyó por un breve tiempo, una amiga de infancia. Con pesar comprendió, que esa muchacha estaba loca de odio y celos, y que no servía de nada tratar de explicarle las cosas. Se marchó del lugar, dejándola sola...ésta reía como una desquiciada y blasfemaba todo tipos de barbaridades en su contra.
Subió a su caballo y se alejó lo más rauda que pudo, en dirección del castillo, precisaba hablar con Anabelle lo más pronto posible. Antes de que las intrigas y maldad de la joven Brigston consiguieran su objetivo.
Sin embargo, el destino truncaría sus planes y sería acallada por las malas. Dejando un corazón destrozado en el camino y una herida profunda en el suyo, que prevalecería con el paso del tiempo.
FIN DEL FLASHBACK

Mientas en el castillo…

En la recámara de la joven Duquesa. Sólo se distingue su silueta, que da la espalda a la puerta de entrada y no se percató de la ausencia de su prometida, ya que cayó rendida al sueño, producto de cansancio acumulado, tras un viaje largo de noche, su trabajo y el pasar dos días intensos ayudando a su novia en su proyecto.

Al cabo de unas horas. El sol comenzó asomar tímido por la puerta que daba al balcón, que en su mayoría, era de vidrios labrados con motivos de la campiña y caza de zorros. A los pocos minutos, ya había inundado toda la habitación y acarició con su tibieza el rostro de la joven durmiente, que en ese preciso momento abrió esos ojos azules y sonrió profundamente al descubrir que se hallaba en su antigua habitación y con presteza se estiró a sus anchas y giró para saludar a su pareja, pero mayúscula fue su sorpresa de no encontrarla a su lado. Lo que motivo que brincara de su cama y fue hasta el baño para ver si se encontraba ahí, pero tampoco estaba en ese lugar.
-¿En dónde estás Raniel? –Se preguntó la Duquesa – es muy temprano para que estés en pie.

Anabelle, quedó reflexionando por unos instantes en lo sucedido anoche al llegar a casa y en lo que su prometida le había confesado acerca de hacer una visita  a casa de su prima y de ciertos asunto que harían al llegar a su país natal.

La Duquesa, tuvo una extraña corazonada e influenciada por ella, decidió vestirse e ir en busca de su prometida, por lo que tomó una breve ducha y buscó ropa cómoda para montar, pues algo le decía que Raniel, estaba fuera del castillo.

En cosa de minutos ya estaba arreglada y cuando se disponía en salir de su hogar, se topó con su madre.

-¡Buenos días, hija mía! –Saludó Anette – ¿dónde vas tan aprisa y tan temprano?
-¡Buenos días madre! –Saludó Anabelle – ¿Has visto a Raniel, por casualidad?
-No, para nada –contestó Anette – ¿sucede algo hija mía?
-Al despertar, no he encontrado a mi prometida –Indicó ella – tampoco está en el castillo y algo me dice que podría estar cerca de Alesia. Anoche estaba extraña y no me quiso decir que tenía.
-Comprendo –mencionó Anette –debemos llamar a Mariana y saber si Raniel se encuentra ahí.
-De acuerdo madre –contestó Anabelle.

Juntas fueron hasta el recibidor, el lugar más cercano con teléfono y fue Anette, la que llamó a casa de su hermana. Sin embargo, ésta les informó que la joven Larson no se encontraba con ellos y tampoco tenían noticias suyas al respecto, ya que la esperaban en la tarde como habían acordado.

-¿Dónde puede haberse metido? –inquirió pensativa Anabelle.
-Tranquila, Anabelle –señaló su madre –no debes desesperarte. Más que seguro debe andar cerca.

En ese momento, fueron interrumpidas por su mayor domo que venía en compañía de Ralph.

-Siento interrumpir, mi señora –Expuso Albert.
-¿Qué sucede Albert? –preguntó Anette.
-Es sobre la prometida de la señorita Anabelle –comentó éste.
-¿qué sucede con Raniel? –Exigió nerviosa ésta –habla ya, Albert.
-¡Cálmate, Anabelle! –Demandó su madre –déjalo hablar primero.
-Discúlpame –respondió ésta, dirigiéndose  hacia el hombre –dime, ¿qué sucede con mi prometida?
-Ralph ha venido a avisarles, que la señorita Raniel, salió temprano del castillo junto a espíritu y que no regresará pronto –informó Albert.
-¿Te dijo dónde iba, Ralph? –inquirió Anabelle.
-No me dijo precisamente dónde iría, pero que debía visitar un viejo lugar –comentó Ralph –llevaba mucha prisa y la noté, un poco nerviosa.
-Comprendo –acotó Anette –Ralph, ensilla los caballos. Saldremos a buscarla.
-Enseguida, mi señora –respondió éste –con su permiso, me retiro.
-Ve –indicó Anette – Albert, prepare algo para llevar y avísele a mi esposo, que nos reuniremos en casa de mi hermana.
-Cómo usted ordene –respondió éste y se marchó del lugar.

Al marcharse ambos. Anette quedó viendo a su hija y por su semblante pudo apreciar que estaba angustiada.

-Debes tranquilizarte, Anabelle –mencionó su madre –ella estará bien.
-No me gusta que salga sola –replicó Anabelle –esta propiedad es muy grande y el que no haya dicho dónde iba, no me permite estar tranquila y tengo la certeza de que anda en busca de respuestas.
- Es inevitable que lo haga –refutó Anette –no es fácil para Raniel, tener que vivir con esas incertidumbres. Trata de comprenderla y apoyarla.
-Eso trato de hacer madre –afirmó Anabelle  -pero, no quiero que exponga su salud al intentar recordar. Tal vez no sea necesario hacerlo, ya estamos juntas en esta vida, eso es lo que cuenta.
-Puede que tengas razón, hija mía –acotó Anette –sin embargo, su historia no tuvo un buen final y quedaron cosas por resolver  y deberán hacerlo en esta vida. No te cierres a los hechos, nada sucede porque sí, Anabelle.
-No quiero que nada malo le vuelva a suceder –agregó seria Anabelle – no puedo darme el lujo  de perder dos veces, a la mujer que amo.
-Nadie ha dicho que lo harás –refutó su madre –sólo debes dejar que ella, encuentre sus respuestas. Es por el bien de ambas y tú lo sabes muy bien. Acéptalo de una vez.
-Trataré, madre, pero no te puedo asegurar nada –contestó Anabelle –ella lo es todo para mí y la protegeré de cualquiera que ose lastimarla.
-No estás sola en esto, Anabelle –agregó Anette –por favor entiéndelo. Todos deseamos que ustedes puedan ser felices y cuentan con todo nuestro apoyo.
-Lo sé, madre –acotó ésta –y se los agradezco en verdad, pero no puedo evitar esta sensación que oprime mi pecho desde que ella apareció nuevamente en mi vida. No quiero perderla otra vez.

Anette, comprendió que no era aconsejable continuar con la conversación, pues el dolor y el miedo, se podía apreciar nítidamente en los ojos de su hija. No era nada sencillo, asumir una pérdida que la marcó de por vida  en el pasado y que  se manifestaba con la misma intensidad en el presente.

Gracias a las cartas que dejará su antigua antecesora, Henrieta, dónde dejaba de manifiesto todo lo sucedido con su hija, la Duquesa XVII y el gran dolor que vivió con la desaparición del gran amor de su vida, Rowine Mcraune.  En dichas cartas, pedía disculpas a su hija y sus descendientes, por haber sido la causante de su dolor y haberse prestado para las maquinaciones de la joven Bringston.

Cuando, Anette, por accidente dio con aquellos escritos. Creyó morir, pues sabía del dolor en qué se sumió por muchos años  la familia de su socio, al no saber el paradero de  su única hija mujer y jamás, Enios, se recuperó de esa pérdida y se maldijo de por vida, por haber obligado a su hija a casarse en contra de su voluntad, causando que desapareciera de sus vidas.

Tanto el padre y la madre de ambas jóvenes. Debieron cargar con esa cruz y sentirse culpables de haber provocado el sufrimiento de sus hijas. Aunque en esos tiempos, no era bien visto y menos aceptado un hecho de esa naturaleza, cualquier cosa hubiera sido preferible, antes de ver lo que sucedió después de someterlas a su decisión.
Anette, suspiró al recordar cada palabra de la antigua Duquesa y se juró ahí mismo, que no dejaría que la historia se volviera a repetir, no dejaría que Camille, lastimará a su hija del mismo modo en que lo hizo en el pasado. Ella no era, como Henrieta y jamás se dejaría manipular por una víbora como esa.

Abrazó  a su hija, para tratar de serenar su corazón y de paso, darle algunas indicaciones, que les ayudarían a encontrar a Raniel.

-Llama a Alesia y hazle saber, que nos reuniremos en límite de ambas propiedades –ordenó su madre –puedo hacerme a la idea dónde puede estar Raniel.
-¿Dónde madre? –preguntó de lleno la joven Duquesa.
-Haz lo que te digo primero –demandó Anette –luego iremos, a un lugar que no visito desde hace mucho.
-Cómo ordenes, madre –respondió Anabelle.

Luego de ello, la Duquesa, llamó nuevamente a casa de su prima…

-Anabelle, ¿qué sucedió? –Preguntó Alesia, al cabo de un rato – mi madre, me dijo que Raniel no está en el castillo.
-Así es, prima –señaló ésta –no sabemos dónde está y por eso mamá, quiere pedirte que te reúnas con nosotras en los deslindes de ambas propiedades.
-Comprendo –acotó Alesia –cuenta conmigo.
-Gracias –dijo Anabelle –nos vemos en una media hora más.

Tras cortar la llamada con su prima, se fue junto a su madre en busca de ciertas cosas antes de partir.
Lejos de ahí y en medio de un bosque, bastante húmedo a esas horas y con algo de niebla aún, se encontraba la joven Larson, que trataba de abrirse paso con su caballo por medio de la espesa vegetación que dificultaba un poco su caminar.

-¡Rayos! –Exclamó Raniel –esto, parece una jungla por lo impenetrable. No puedo creer que todavía queden lugares así en este país.

A medida que se internaba más en el bosque, de improviso sintió una corriente helada cruzar en su camino, detuvo en seco a su caballo y se quedó al pendiente por un espacio breve. Observó detenidamente todo a su alrededor y aunque, no vio nada fuera de lo común que no fuese lo típico de un bosque. Sentía, la presencia de alguien más observándola, su corazón comenzó a latir más a prisa y eso logró inquietarla. Raniel, no es una persona temerosa, pero está muy consciente de que sus sueños son confusos y abrumadores y eso sí, le infunde un cierto temor.
Aspiró profundamente y decidió continuar con su cabalgata. Al poco andar, volvió a sentir ese frío una vez más y en eso, entre los árboles logra vislumbrar a lo lejos, la silueta de una joven, que está apoyada en uno de esos árboles. Muy despacio trató de acercarse y casi al llegar al lugar, la imagen desapareció por completo.

-¿Qué rayos fue eso? –Se preguntó la joven, que no daba crédito en lo absoluto a esa visión –será mejor que continúe o de lo contrario me perderé.

Por un buen trecho del trayecto, no volvió a sentir ese frío como tampoco la imagen de la muchacha. Sin embargo, Espíritu desde hace un rato, bufaba sin sentido y estaba intranquilo.

-¿Qué sucede bonito? –Preguntó Raniel, mientras acariciaba a su compañero –no hay qué temer, ya verás que todo saldrá bien.

Acercó lo más que pudo su cuerpo hacia delante de su caballo y colocó su mano sobre la frente de su compañero, transmitiéndole un poco de su paz interior hasta que consiguió tranquilizarlo. Sólo así, pudo proseguir la marcha. Sin embargo, a los pocos minutos de haberlo hecho, se escuchó el llanto de una persona muy cerca suyo. Por más que volteó a ver a su alrededor, no logró dar con el sitió de dónde provenía aquel lamento.

-¡Ánimo, Raniel! –murmuró, dándose valor –deben ser imaginaciones mías, por falta de sueño.

Con determinación, prosiguió y aunque varias veces más, volvió a escuchar más fuerte y claro ese llanto, prefirió restarle importancia y cuando ya estaba por salir de ese bosque.

La figura de la joven, volvió a reflejarse sobre otro sitio, esta vez, un árbol caído a la mitad de su camino. La imagen se veía difusa y  sin embargo, se podía apreciar ciertas cosas. Su rostro estaba oculto por su larga caballera cobriza.  Su cuerpo estaba semi  inclinado sobre sus rodillas y no dejaba de llorar. Sus manos, estaban posesionadas una sobre la otra, como si estuviesen haciendo algo.

Raniel, parpadeó muchas veces y a medida que se acercó al lugar. Quedó hipnotizada viendo a la muchacha, hasta que ésta levantó su rostro en su dirección y su mirada gélida, la traspasó por completo y nítidamente le oyó decir…

-¿Qué haces tú acá, Rowine? –murmuró la muchacha, con odio en sus ojos.
-¿Qué estás haciendo? –se oyó preguntar a la joven Larson, con otra voz que provenía de su interior.
-Todo es tu culpa –señaló dolida la joven, mostrándole una de sus manos, toda ensangrentada –vete de una vez y deja a Anabelle en paz.

En ese preciso momento, espíritu relinchó bruscamente, sacando del transe a Raniel, que sacudió su cabeza para despejarse de esa visión y trató de calmarse, pues el bufido de su caballo, le asustó en verdad. Al conseguir calmarse un poco, volvió sus ojos en dirección del tronco caído, pero su sorpresa fue mayúscula al constatar que la joven ya no se encontraba ahí y no había rastro de ella en sus alrededores.

-¿Por qué me llamó Rowine? –se cuestionó Raniel, confundida.

La joven, movida por un fuerte deseo de salir cuanto antes de ese lugar. Tiró fuertemente de las riendas de espíritu y clavó los estribos en las costillas de su compañero, saliendo velozmente a galope tendido hasta perderse por la campiña. Su loca carrera continuó por un largo trecho por tierras que ya no eran de la familia Calguiere, sino que pertenecían a la Condesa de Bringston, es decir, a Alesia y su familia.

El semblante de la joven Larson, estaba visiblemente pálido, tras presenciar aquella visión, que la dejó con un dolor punzante en su pecho y un dejo de tristeza, comenzó a inundarla. Viejas emociones florecían una vez más en su mente como en su corazón.

Su cabeza, estaba hecha un lío y ese dolor, sólo venía a mortificarla más, al no poder recordar y por más que se esforzaba por tratar de encontrarle una explicación lógica para todo lo que estaba sintiendo, simplemente no podía. Necesitaba que algo sucediera o alguien pudiese brindarle una salida para su desasosiego.

Sin darse cuenta, ya que no estaba concentrada en el camino. Sus ruegos, fueron escuchados y espíritu se detuvo sin orden alguna a la entrada de un viejo panteón familiar. Al alzar sus ojos esmeraldas sobre las puertas de entrada, se veía claramente la inscripción en ella “Familia del Conde Bringston y sus descendientes”

-Esto debe ser una especie de cementerio familiar y por lo visto, pertenece a la familia de Alesia  –concluyó Raniel.

Raniel, descendió de su caballo y dirigió sus pasos hasta la entrada, comprobando que la reja se encontraba sin llave y que además, estaba entre abierta, cómo si alguien más la hubiese dejado a propósito de esa forma, para que ella pudiese entrar sin problema alguno.

-Discúlpame Alesia, por entrar a tu propiedad sin permiso, pero debo aclarar mis dudas  de una buena vez –murmuró la muchacha.

Tomó de las riendas a espíritu y se abrió paso con la reja, que era bastante pesada, pues era de hierro forjado con adornos alusivos a ángeles mayores y querubines. Dejó una hoja abierta, para indicar a otros que había alguien en el lugar y no fuesen a cerrar con llave, dejándola encerrada en aquel sitio.

Al ir adentrándose en el lugar, pudo apreciar que era bastante grande y antiguo, ya que encontró lápidas  en mármol con fechas de 1500. Todas ellas, tenían un aspecto tétrico y lúgubre a la vez, pero en  otras, tenían un aspecto más agradable  a la vista, pues habían variados estilos de Arquitectura en algunos mausoleos, que iban desde los Jónicos (griegos), Romanos, góticos y renacentistas, pero todos tenían algo en común. En el frente y sobre la puerta de entrada, había la figura de un serafín que daba la bienvenida a cada visitante a su nueva morada.

Otro aspecto que llamó la atención de Raniel, fue ver que las fechas de deceso de la mayoría de sus ocupantes en tiempos antiguos, era muy breve, es decir, fallecían siendo muy jóvenes y sólo en tiempos más recientes, ese fenómeno al parecer había sido cambiado, ya que se apreciaba más longevidad.

Estuvo recorriendo el lugar mucho tiempo, por sus diversas callejuelas de piedra y nada se asemejaba a lo que estaba buscando y que había percibido a través de esas visiones. En un momento en que pensó abandonar y regresar a la entrada. Sintió esa corriente de aire helado y una sombra pasó rauda a su mano izquierda y clavó de inmediato su vista por ese lugar. Un pálpito le indicó que debía ir en esa dirección y así, lo hizo, perdiéndose por ese estrecho corredor.

Mientras todo ello sucedía en el cementerio de la familia Bringston.

En otro sitio, en el cual convergen las dos propiedades de las familias más antiguas del sector. Llegaba al encuentro, Alesia, montada en una pura sangre de color marrón, cuya frente resaltaba por su mancha blanca en forma de luna menguante, característica de todos los ejemplares que nacían en los establos de su familia y cuya finalidad era obtener una raza única.

-Siento la demora, pero tuve algunos inconvenientes antes de salir –explicó Alesia -¡Buenos días!
-¡Buenos días, Alesia! –saludaron madre e hija.
-Tú dirás tía –señaló Alesia – ¿en qué puedo ayudarte?
-Quiero que nos acompañes a buscar a Raniel al cementerio de tu familia –comentó ésta –tengo la leve sospecha que ella se encuentra ahí.
-¿En el cementerio de mi familia? –Inquirió con asombro Alesia – ¿Qué puede estar buscando Raniel en ese lugar?
-Querida sobrina, no pierdas tu toque, y piensa qué podría estar buscando Raniel –instó Anette.

Alesia, se quedó reflexionando por unos instantes y luego de ello, acotó…

-Veamos…-comentó Alesia, llevando su mano empuñada y colocándola debajo de su barbilla –según me comentará Anabelle y tomando en cuenta lo que me pidieron. Raniel, sólo puede estar  en busca de…no es posible…Vivian
-Exacto, sobrina –Afirmó Anette –ella debe estar en busca de tu pariente.
-Entonces debemos ir rápidamente –acotó inquieta Anabelle –me preocupa lo que le pueda suceder y me refiero a la parte emocional.
-Tienes toda la razón, hija mía –agregó Anette –no debemos olvidar los consejos de Fabiola.
-Hay algo que no entiendo –señaló Alesia – ¿cómo podría dar con el cementerio? Ella no conoce el lugar.
-Existe una sola posibilidad para todo ello –mencionó Anette.
-Sus recuerdos –se apresuró en responder Anabelle.
-Entonces debemos movernos rápido –instó Alesia –no quiero pensar en la impresión que puede causarle encontrarse con esa tumba y que su memoria aflore de un momento a otro.
-Eso es inevitable, Alesia –explicó Anette –desde su llegada a Inglaterra, estaba destinada a encontrar las respuestas para los vacíos en su vida. Además, no olviden que esta tierra fue su hogar en la otra vida.
-Comprendo –respondió Alesia –ella simplemente ha vuelto a casa.
-Raniel, ha regresado al lugar al que siempre ha pertenecido y del cual nunca debió partir –sentenció Anabelle.
-Exacto –aseveró Anette – y nos encargaremos de que ello nunca más vuelva a suceder.
-Tenlo por seguro, madre –dijo Anabelle –esta vez será distinto. No se volverá a repetir la historia.
-Andando entonces –demandó Alesia –debemos hallarla cuanto antes.

Las otras dos mujeres asintieron y partieron a galope tendido con dirección al cementerio.

New York…

En la autopista de Van Wyck Expy. Un taxi conduce lo más rápido que le permite el intenso tráfico a esa hora. Mientras en su interior, el móvil de una joven suena al interior del abrigo.

-Dime, Robert –contestó Camille.
-Deseaba saber si ya habías llegado –comentó Robert.
-Voy camino al aeropuerto en estos precisos momentos –mencionó Camille –con esta congestión llegaré justo para abordar el vuelo que me llevará a Londres.
-Cuando llegues a casa, avísame por favor –indicó Robert.
-Descuida. No lo olvidaré querido mío –acotó ella –una vez que logre solucionar tus inconvenientes y tal como acordamos, te mandaré a buscar.
-Estaré esperando ansioso –señaló él –me vengaré  de ella en lo que más quiere.
-No comas ansias, Robert –expuso Camille –todo a su tiempo, ya tendrás tu revancha. Ahora, acaba con tus negocios y no hagas ninguna estupidez en mi ausencia. De lo contrario, arruinarías todo.
-No haré tal cosa, te lo prometo –respondió éste –mi único anhelo en este momento es hacer pagar a Anabelle, toda la humillación que me hizo pasar. Quiero que sufra en carne propia lo que yo sentí.
-Cálmate, querido o el odio te carcomerá vivo –ordenó Camille  –deja que yo me encargue, ya verás que esas dos no volverán a estar juntas.
-Eso espero –dijo con rabia Robert.
-Ahora, me despido Robert. No olvides mis consejos –demandó Camille, cortando la llamada.

Los ojos grises de la joven Renout, se perdieron por los cristales del coche. Mientras dejaba su mente sumida en viejos recuerdos. El taxi, proseguía raudo por la autopista que conducía al aeropuerto internacional John F. Kennedy.

Mientras en Inglaterra…

Después de caminar por un buen rato por esa angosta senda de piedras. La joven Larson,  se detuvo al final de ésta y desde su ubicación, pudo distinguir una solitaria y abandonada tumba, que daba el aspecto de haber sido dejada a propósito en ese sitio. Lejos del resto de los demás sepulcros.

En cierta forma, aquello le causó extrañeza. Sin embargo, dejó sus pensamientos para sí misma y se prestó en amarrar bien a su caballo y fue en dirección de aquella solitaria tumba.

En la medida que sus pasos la acercaron al lugar, pudo comprobar  y a juzgar por su aspecto, que llevaba mucho tiempo abandonada. No tenía ni una mísera flor seca que indicase que fuese visitada por persona alguna y que contrastaba mucho con el resto de los sepulcros, que rebosaban sus jarrones en flores de todas las variedades.
Cuando ya faltaban más que un par de pasos para quedar de frente. Posó sus ojos verdes sobre la lápida de mármol, toda agrietada y a mal traer con el paso de los años. Muy lentamente,  la recorrió con la vista hasta detenerse en aquellas letras esculpidas a cincel y en ese preciso instante detuvo sus pasos al leer el nombre que estaba grabado sobre ella…

Vivian Bringston Bayot 
MDCCXCV – MDCCCLXXV

Un viento frío se dejó sentir al momento de finalizar la lectura y en ese momento, una fuerte puntada se hizo sentir a la altura de su pecho, pues un escalofrío la recorrió por completo, tras comprobar que dicho nombre era el mismo que viese en visiones el día anterior, y como si esto fuese poco, bajó su mirada de golpe,  en un pequeño mensaje al pie de dicha lápida que estaban en diminutas palabras…

«Que tu alma encuentre alivio y paz en el otro mundo, a pesar de todo el mal que causaste en nuestras vidas.
Por ser mi sangre, no te guardo rencor alguno, pero jamás podré olvidar el dolor que le provocaste a la mujer que tanto amé.

Dejo este mensaje para la posteridad y para mis descendientes, que han de saber de ti y de tus actos »
Tu primo…Jonathan, quién alguna vez te amó y confió en ti.

El tenor de aquel escrito, estremeció por completo a la joven Larson, y antes de que pudiera recuperarse de esa impresión, se oyó…

-Todo es tu culpa –exclamó una voz –tú eres la responsable de mi desgracia, Rowine.

Raniel, volteó a ver de dónde provenía aquella voz y quedó conmocionada al descubrir  que a su izquierda, se encontraba nuevamente la figura de aquella muchacha que viese en el bosque.

-¿Quién eres? –se atrevió a preguntar Raniel.
-No me reconoces acaso –dijo la joven –mi nombre está escrito en esa lápida, Rowine.

Raniel, quedó de piedra al percatarse, que se encontraba en presencia de un espectro, pues  a sus ojos, aquella joven, parecía de carne y hueso como cualquier mortal…a excepción de un pequeño detalle…

-¿Tienes miedo de mí, Rowine? –exclamó la joven, cuyos ojos era escalofriantes.

La joven sacudió su cabeza en señal de respuesta, pues sus palabras estaban atascadas en su garganta y no era para menos, ya que la impresión de estar frente a una persona fallecida no era apta ni siquiera para los más osados. Superaba cualquier explicación lógica que se le quisiera dar.

-No debiste regresar nunca, Rowine –susurró la joven, mientras atravesaba su cuerpo y desaparecía –lo lamentarás…
-Espera –alcanzó a pronunciar Raniel, movida por un fuerte deseo de saber más y que superó sus miedos al momento de sentir sobre sí, la presencia de la muchacha – ¿por qué me llamas Rowine?
-Tú eres…Rowine –se escuchó susurrar, mientras se perdía su voz en el vacío.

Raniel, sintió entumecer todo su cuerpo al momento que era traspasada por la joven y justó en ese instante, al igual que se desata una tempestad en el mar y surgen veloces sus olas. Del mismo modo, cientos de imágenes inundaron su mente…

Ante sus ojos, vio desfilar escenas que formaban parte de la infancia de la joven colorina y que en todas ellas, siempre fue acompañada por otra niña de cabellos dorados. Todo era paz y alegría entre ambas niñas hasta que ello, fue interrumpido por la presencia de una pequeña de piel morena, cabello azabache y ojos esmeraldas. Su sola presencia fue motivo de una fuerte disputa y que desató desde ese instante el encono en la pelirroja.

 Las escenas que se sucedieron, dejaron ver el sufrimiento, dolor y envidia de parte de la muchacha de cabellos rojizos, ya que pasó a un segundo plano en la vida de joven de cabellos dorados. Sin embargo, de estas imágenes que iban y venían; lo más impactante fue ver cómo dicha joven, descubrió a las otras dos en las orillas del río, desnudas y completamente entregadas a la pasión. La expresión que se dibujó en su rostro al momentos de sorprenderlas en esa escena tan íntima, denotaba un dolor y odio a la vez, que se reflejó al instante en esos ojos grises, que dejaron salir un caudal de lágrimas que no pudieron ser contenidas.

Al viento lanzó una maldición sobre las dos muchachas y se juró ahí mismo, que no descansaría hasta apartarlas, costará lo que costará y antes de abandonar el lugar, clavó su mirada en ellas y maldijo su amor por toda la eternidad. Llena de ira, se apresuró en subir a su caballo y  salió velozmente con dirección al castillo de la Duquesa de Calguiere, Henrietta.
De golpe, todas esas imágenes se esfumaron en la mente de la joven Larson, y ésta,  cayó de rodillas al suelo con su rostro inundado en lágrimas, pues el sentimiento de aquella joven la sobrecogió en lo más profundo de su ser, tras comprobar el nivel de dolor y maldad que inundó a la muchacha, mejor dicho, a  ese espíritu que se presentó ante ella.

Quedó en esa posición por mucho tiempo, con la mirada perdida y sin poder reaccionar, sólo su llanto vino a perturbar esa paz y sus lágrimas besaron la tierra reseca de aquella tumba olvidada.

A unos metros más allá, se distinguía la silueta de otras personas que se acercaban al lugar, pero que no consiguieron sacar a la muchacha de su ensimismamiento en el que se sumió, producto de todo lo que descubrió…
-Raniel –se oyó a lo lejos.

Ya más cerca suyo, volvió a escucharse…

-Raniel –llamó más fuerte esta vez.

Pero aún así, no hubo cambio alguno en la joven Larson.

-Raniel –exclamó Anabelle, que la tomó entre sus brazos al no tener respuesta de su parte –amor, ¿qué sucede contigo?, por favor háblame.

Sin embargo, la joven Larson, sólo atinó en levantar sus ojos y quedar frente a esos azules, desvaneciéndose en el acto y dejando a su prometida con el alma en un vilo.

-Maldición –rabió Anabelle, tratando de levantarla del suelo –no otra vez.
-Procura calmarte, prima –demandó Alesia –no conseguirás nada poniéndote nerviosa.  

Entre ambas, levantaron a Raniel y la llevaron hasta dónde las estaba esperando Anette, junto a los caballos.

-¿Cómo quieres que me tranquilice? –dijo angustiada Anabelle –si cada vez que sucede algo o logra recordar. 

Emocionalmente sufre con esos malditos recuerdos, que lo único que consiguen es ponerla cada vez más triste.

-Comprendo a la perfección tu sentir y tu postura –añadió Alesia, en el momento que llegaban donde se encontraba su tía. -, recuerda que es parte del pasado de ambas y lo único que puedes hacer es apoyarla hasta el final.
-A costa de su salud –exclamó Anabelle –déjame decirte que no haré tal cosa.
-No seas obstinada, Anabelle –reprochó severa Alesia –no puedes impedirlo. Ella, es libre de escoger buscar sus respuestas, que no te das cuenta que negárselo, es atarla a más sufrimientos.

Anette, escuchó en silencio las últimas palabras de su sobrina y concordó plenamente con ella. Sin embargo, ver a su hija, cuyo rostro reflejaba angustia y dolor  al contemplar la figura desvanecida de su prometida. No pudo abstraerse de ese sentimiento y además, de ser testigo privilegiado de que el amor que ambas se profesaban,  había conseguido superar la barrera del tiempo y renacía con la misma fuerza de antaño, tal como lo describiese en cartas su antecesora y la propia Anabelle XVII.

-Hija mía, sube a tu caballo –ordenó Anette –con Alesia, te ayudaremos a subirla y la llevaremos a casa de tus tíos, para que pueda descansar y sólo ahí, veremos si está en condiciones de ver el retrato.
-Cómo tu digas, madre –respondió ésta, subiendo rauda a pegasus  –prométeme, que  si no está emocionalmente bien, lo dejarás para otro día.
-Tienes mi palabra –respondió Anette, mientras subían a la muchacha al caballo de su hija.
-Conforme. Por mi parte, prometo apoyarla en todo si ella decide ver ese famoso cuadro –acotó una seria Anabelle.
-Ya verás que todo va a estar bien, prima –animó Alesia, subida ya en su corcel  y tomando las riendas de espíritu –ahora, volvamos a casa.


Ambas asintieron a modo de respuesta y en cosa de minutos, abandonaban el viejo panteón familiar. Ignorantes de la situación que se vivió en aquel lugar y que era un presagio de que se venían tiempos difíciles para la pareja de prometidas, que serían puestas a prueba una vez más, como un ciclo vicioso y caprichoso, que no mostraba signos de querer cerrarse favorablemente.

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