mujer y ave

mujer y ave

jueves, 4 de septiembre de 2014

Mantrus, el espectro del lobo de la luna.



La Maldición de la Luna, capítulo 22

El sol asoma tímidamente sobre Londres, disipando de a poco, el manto de bruma que suele acompañar las estivales mañanas en la ciudad. El movimiento, ya se percibe casi por todas sus calles, miles de personas, yendo a sus trabajos, a sus constantes y a veces, demoledoras rutinas.



En la residencia de la Marquesa de Cronwell, una pareja se apresta para desayunar  y así, comenzar también ellas, con su jornada laboral, ya que les espera una larga reunión con el nuevo personal, que pasará a ser parte del equipo de elite de la Marquesa y que estará a cargo de todas las empresas que ésta posee.

En el rostro de ambas mujeres, se puede apreciar claras muestras de cariños de una por la otra y de sus ojos se vislumbra un brillo especial que sólo pueden tener las enamoradas. Todo ello, coronado por la dicha de saber que serán madres y que sus malos entendidos han quedado superados y en el pasado. El lazo que las unió en el enlace, se ha estrechado fuertemente, dejando en una excelente posición a Elizabeth, para su siguiente prueba junto a su esposa, dónde se develará el origen de Enkion. Por este motivo, ha comenzado muy despacio a revelarle sucesos concernientes a su pasado, para ir preparando a Kiara, para el siguiente desafío que ambas deben enfrentar.

Elizabeth, se siente con plena confianza de que podrán superar este último obstáculo, ya que después de aquella reunión en el apartamento de Cristina, su esposa tenía una nueva disposición para con ella y al contemplar la profundidad de esos ojos miel; que tanto ama; percibe un sentimiento de cariño de su parte, aún no se atreve a preguntarle directamente, sí es amor lo que pueda estar sintiendo, ya que está muy consciente de cuanto la lastimaron. No quiere presionarla, por ello, se conforma con ver ese cariño reflejado en sus ojos. Pondrá todo de sí, para ganarse ese corazón y ser su única dueña.

-¿qué sucede Elizabeth? –Preguntó Kiara, al contemplar su semblante pensativo- ¿en qué piensas?
- En lo mucho que te amo –mencionó Elizabeth- -tomando entre sus manos, la de su esposa y depositando besos en ellas-. –nunca imaginé que podría vivir un sentimiento tan hermoso como éste.
-Tampoco yo –respondió Kiara- después de Mariana. Jamás, pasó por mi mente volver a relacionarme con otra mujer y todo esto; que estoy viviendo contigo; me demuestra que estuve profundamente equivocada al cerrar mi corazón al amor.
-Kiara –Inquirió Elizabeth- no quiero presionarte con un tema que fue muy delicado para ti, pero me gustaría que puedas confiar en mí y así, juntas podamos cerrar ese episodio en tu vida, sin que hayan sombras entre nosotras.
-comprendo lo que me quieres decir, Elizabeth –manifestó Kiara- no dudes que en su momento lo haré, pero aún no me siento preparada para hablar de Mariana.
-¿tanto la amaste? –preguntó Elizabeth, con un dejo de tristeza en su voz.
-mucho –respondió ella- tanto que la puse por sobre mi vida, amistades y llegó a ser la razón  principal de mi existencia.
-ya veo –contestó Elizabeth- -sus ojos verdes se perdieron en los miel de su esposa, por más que le doliera, deseaba indagar un poco más-. -¿aún la amas, después de tanto tiempo?

Kiara, percibió enseguida la angustia en las palabras de la que ahora es su esposa y eso, la hizo comprender, que ella no merecía seguir sufriendo por una mujer que ya no significaba nada y que era precisamente la que estaba frente suyo, la que debía recibir todas sus atenciones, tiempo y afectos. Ahora, con mayor razón, ya que tenían un motivo muy poderoso para estar  unidas y como era, el hijo que estaba por nacer. Era hora de dejar de lado sus temores y abandonarse por completo a las manos de Elizabeth.

-Elizabeth –mencionó Kiara- no debes preocuparte más con respecto a Mariana, sin duda la amé demasiado, pero eso, ya acabó y lo único que me quedó fue decepción y temor, pero estoy segura que a tu lado aprenderé a amar una vez más. Sí, es que ya no lo estoy haciendo.
-¿segura? –preguntó un tanto dubitativa la marquesa.
-muy segura de ello –afirmó Kiara- a tu lado he comenzando a vivir nuevas emociones y te aseguro que tú ya tienes un lugar muy especial en mi corazón. Sólo te pido un poco más de tiempo, para poder hablar del tema y así, juntas comenzar una etapa sin ninguna sombra en nuestras vidas.
-mi vida –pronunció Elizabeth- -visiblemente emocionada de poder escucharle y saber que estaba abriendo de par en par las puertas de su corazón-. –te daré todo el tiempo que necesites y verás que con mi amor, curaré todas tus heridas y temores. Eres todo en mi vida, Kiara.

Fue la propia Kiara, la que dejó de lado su desayuno, para acercarse al lado de su esposa y corresponder a ese amor, por medio del más simple acto y que a la vez, dice mucho más que mil palabras. Un beso, cargado de todo el sentir y anhelo de un corazón.

-espero que con esto –comentó Kiara- te quede claro, que estoy hablando muy en serio, Elizabeth. Tú eres, a quién yo quiero amar y no habrá otra mujer después de ti, porque  ya significas mucho en mi vida.
-No te imaginas, lo feliz que me hacen tus palabras –expuso Elizabeth- -rodeando la cintura de su esposa y así, sentarla entre sus piernas y adueñarse de sus labios-. –Te amo demasiado, mi linda esposa.

Después de dejarse llevar por sus corazones y disfrutar del exquisito placer de sus besos. Kiara, se separó de esa boca y le susurró muy despacito.

-yo, también te quiero, Elizabeth –murmuro ésta- -poniendo uno de sus dedos sobre los labios de la marquesa y perdiéndose en su mirada-. –ahora debemos irnos. Recuerda, que las chicas nos esperan y estamos invitadas por Jamiel, para que almorcemos juntas, las cinco.
-tienes razón, amor mío –dijo ésta- hoy será el primer día para Cristina y mi hermana Jamiel en la empresa. Además, que voy a disfrutar ocupándome de ver que te alimentes bien de ahora en adelante.
-¿qué estás queriendo decir, Elizabeth? –preguntó risueña Kiara.
-que me ocupare personalmente de tu alimentación –mencionó ésta- ya que nuestra hija, se está formando en ese vientre tuyo y requiere que crezca fuerte y sanita.
-¡cielos! –Bromeó Kiara- ¿quién lo iba a decir? Que la Marquesa de Cronwell, fuese tan dulce y tierna, cuando se trata de niños.
-Debo confesarte, que adoro  a los niños, aunque nunca me planteé tener los míos, hasta que te conocí –comentó Elizabeth- y déjame aclararte, que no estamos hablando de cualquier niño, sino más bien, de nuestra hija. La cuál, tendrá todo nuestro amor, ¿no es así, mi vida?
-por supuesto que sí –respondió Kiara- no sabes, cuán feliz me hace descubrir esta faceta en ti, ya que no lo hubiera imaginado siquiera.
-tengo mis encantos muy ocultos, amor mío –murmuró coquetamente Elizabeth- aún te queda mucho por conocer.
-ya lo creo –dijo con picardía Kiara- tengo todo el tiempo del mundo, para descubrir esas bondades de las cuales tanto hablas. Verás que no dejaré rincón sin explorar.
-¡Eres, una provocadora! –exclamó sensual Elizabeth, muy cerca de sus labios- y nada me dará más gusto que lo intentes, pero ahora, no podrá ser.

Después de depositar un fugaz beso en sus labios y sin previo aviso, tomó en brazos a su esposa. Dejándola totalmente sorprendida, no sólo por su fuerza, sino por su ternura y delicadeza con la que trataba.

-¿qué haces Elizabeth? –Preguntó atónita Kiara- puedo caminar perfectamente.
-de eso estoy segura –mencionó ésta- pero no me privaré de tratarte como a una princesa.
-¡estás loca! –Exclamó complacida Kiara- ¿lo sabías?
-pero de amor –respondió muy risueña Elizabeth, mientras besaba su mejilla y se abría paso hasta llegar a su coche.
-¡Buenos días, mi señora! –saludó James.
-¡Buenos días, James! –saludaron las dos.
-¿dónde iremos hoy? –Preguntó James- permítame recordarle, mi señora, que tiene una reunión con los abogados de gobierno.
-había olvidado ese detalle, James –señaló Elizabeth- -mientras acomodaba a su esposa sobre el asiento-. –primero iremos a la empresa y luego, acudiré a la corte.

La joven Milovic, vio como el semblante de su esposa quedaba sombrío después de oír las palabras de James. El sexto sentido, le advertía que podía tratarse de un asunto concerniente con ella y Cristina, y, el propósito que tiempo atrás tenían de librarse de la presencia de Elizabeth.

Por su parte. La Marquesa, se sumió en sus pensamientos, tras escuchar los de su esposa, ya que comprobaba con pesar, sus sospechas al respecto de una denuncia que había recibido y que estaba dirigida hacia su persona. En cierta forma, no podía culparla y tampoco reprocharle nada al respecto, ya que fue ella misma, responsable de gatillar en Kiara, tal determinación de querer denunciarla por engaños y abuso de poder.

En ese preciso momento, Kiara, recibía una llamada en su móvil y era de Cristina e intuyó de qué podría tratarse.
-¡Buenos días, Cristina! –saludó cariñosa Kiara.
-¡Buenos días, Kiara! –Saludó ésta- amiga, debemos hablar urgente.
-¿qué sucede? –inquirió Kiara.
-Acaba de llamarme, mi abogado –mencionó Cristina- por la denuncia que tenemos contra de Elizabeth y su compañía.
-ya veo –comentó Kiara- ¿dónde te encuentras?
-voy camino a Erlington Company, en estos momentos –señaló Cristina- Kiara, debemos desistir de alguna forma, no quisiera perjudicar a Elizabeth.
-Estoy consciente de ello, Cristina –expuso ésta- sin embargo, no veo cómo podamos hacerlo.
-Hay una forma, amiga mía –comentó Cristina- pero antes debemos hablar con Elizabeth al respecto y ver que tiene qué decir sobre el asunto.
-De acuerdo –respondió Kiara- apenas llegue, solucionaremos aquello. Ahora es nuestro turno de explicar las cosas tal como sucedieron y disculparnos.
-Tienes razón –señaló Cristina- te espero entonces.
-Vale –contestó Kiara, cortando la llamada.

Por su parte, Elizabeth, se limitó a escuchar en silencio y permaneció con la mirada perdida a través de la ventanilla de su coche. No quiso referirse al tema y mucho menos, hacer preguntas. Sólo debía buscar el modo de solucionar el problema sin perjudicar a su esposa y tampoco a Cristina.

-lo lamento, Elizabeth –pronunció de súbito Kiara- es muy probable que hoy te encuentres con una denuncia mía en tu contra. Es algo que hice hace mucho tiempo y que tenía el único fin de poder irme de tu empresa y así, librarme de ti.

La Marquesa, volteó a ver a su esposa y escudriñó lentamente su rostro hasta clavar su mirada en esos ojos miel y en ellos, encontró una sinceridad tal, que la estremeció muchísimo. Pues comprobaba, que de parte de ella, no había mentiras y tampoco hipocresías y eso, era fundamental para una mujer como Elizabeth. Realmente, la conmovía y emocionaba a la vez, ver la integridad de su esposa, ya que tantos años vagando por este mundo y podía decir con certeza y derecho, de que son pocas las personas que se pueden preciar de ello.

-Ven acá –demandó Elizabeth.

Kiara, sin pensarlo se acercó a ella, hasta quedar casi pegada a su cuerpo y fue la misma Elizabeth, que la estrechó contra su pecho y levantando su mentón y con la misma sinceridad le respondió…

-Descuida, amor –expresó Elizabeth- de alguna forma lo sabía, pero no puedo culparte, ya que fui yo, quién no te dejó más alternativa que buscar una vía legal para poder obtener tu libertad y soy yo, la que debe disculparse contigo, por llevarte a esos extremos.
-Tampoco debes estar todo el tiempo disculpándote –comentó Kiara- ambas hemos cometidos errores, pero, me comentó Cristina, que existe una posibilidad de anular, aquella denuncia.
-comprendo –señaló Elizabeth- ¿puedes decirme en qué argumentos se basaron? Tal vez, así, podremos encontrarle solución y ver sí, concuerda con el de Cristina.
-Tiene relación al contrato de trabajo que me hicieras –mencionó Kiara- pues no estaba claro la duración de éste y tampoco, mi obligación de permanecer los diez años que tú mencionabas, y eso fue tomado como malas prácticas.
-ya veo –dijo asombrada la marquesa- pues, eso tiene una solución muy sencilla, mi querida esposa y todo dependerá de ti.
-¿A qué te refieres? –preguntó de lleno, Kiara.
-Verás –explicó Elizabeth- primeramente. Puedo decir a mi favor, que la razón que motivo tal omisión, se debía a que muy pronto cambiaría la naturaleza del contrato y que estaba a la espera de un tiempo prudente para ello.
-continua –animó Kiara.
-otra opción sería, que aceptarás delante de ellos, una compensación por daños y perjuicios de mi parte  –expresó ella- permitiéndote exigir, que se celebre un nuevo contrato o…
-¿o qué? –preguntó un tanto seria Kiara.
-Que yo asuma, la equivocación en la cual incurrí –expuso Elizabeth- dejándote en completa libertad de acción, asumiendo que eres dueña de escoger el camino que más desees.
-Elizabeth –comentó Kiara- estás consciente, que te estarías exponiendo a una sanción, si yo aceptará esta última opción.
-Estoy plenamente consciente de ello –respondió ésta- debo asumir mis errores como tal.
-Acaso no eras tú, la que hasta hace poco –desafió Kiara- pregonaba, que nunca renunciaría a mí y que por sobre su cadáver, me libraría de ti.
-jajajaja -estalló en carcajadas la Marquesa- pero que buena memoria tienes, amor mío. Tienes toda la razón, lo que dije antes, lo sostengo y qué bueno que hayas hecho mención a ello, porque voy aclararte que mi ofrecimiento sólo hacía mención a lo estrictamente laboral.
-con que esas tenemos –desafió aún más Kiara- y ¿qué harías al respecto, si escojo esa alternativa?
-muy simple, preciosa mía –respondió descaradamente Elizabeth- dejaría que firmases en presencia de los abogados y una  vez, que se fuesen, buscaría el modo más seguro de sacarte un sí, para que vuelvas a trabajar conmigo.
-Eres una tramposa de lo peor –murmuró traviesa Kiara- no tienes límite alguno.
-cuando se trata de ti –expresó coqueta Elizabeth- no conozco esa palabra y por mi amada esposa, estoy dispuesta a cualquier cosa.
-Eres, una descarada, Elizabeth –susurró Kiara- -mientras sus labios se posaban sobre ésta y rodeaba con sus brazos, su cuello-. –admito, que ya me gusta tu forma de ser.
-¡mmm! –murmuró entre dientes ésta, que no pudo continuar porque fue completamente silenciada por su esposa y ambas caían sobre el asiento, perdiéndose en un mar de caricias.

Mientras ellas, se perdían en su mundo. Una sonrisa se dibujaba en el rostro de James. Era él, el que más disfrutaba de ver aquella escena de amor, entre su ama y su joven esposa. Con toda tranquilidad, subió el volumen de su radio y conectó el separador que dividía en dos ambientes y fijó su vista en el camino.

-“al fin, comienzas a ser feliz, mi querida Elizabeth. Ya falta muy poco para que seas completamente libre de esta maldición. Sólo dos pruebas más y todo habrá acabado y tu sucesora asumirá su destino” meditaba James.

Muy lejos de ahí, en un sitio apartado de Escocia…

Flash Back

La reina de los Dinkaire, presiente un inminente peligro que la asecha entre el follaje de ese bosque. Contempla con detenimiento todo a su alrededor, cuando otra vez, vuelve a sentir, ese golpe de energía negativa contra su aura. Esta vez es mucho más fuerte y desafiante que la vez anterior, es muy claro el mensaje para ella.

En ese preciso momento en que dispone a usar un encantamiento para descubrir al enemigo. Dentro de los helechos, surge la figura siniestra de un lobo y no cualquier lobo. Si no, uno que esta erguido como cual hombre, su aspecto es feroz y aterrador, sus ojos rojos sedientos de sangre al igual que sus fauces, dejan vislumbrar signos de disponerse a atacar a su víctima.

-Nos volvemos a encontrar, Durían –exclamó telepáticamente éste.
-¡Mantrus! –Exclamó Durían- -sin dejar de observar cada movimiento que éste hacia-. – Se puede saber, ¿qué haces acá?
-¡no lo adivinas, Bruja! –provocó éste.
-no –respondió seca Durían- aún no es tú hora, muchacha.
-¡qué lástima! –Ironizó Mantrus- pues he venido por ti y a probar un pequeñito detalle que falta por afinar y a su vez, a devolverte el favor que me hicieras hace unos meses atrás.
-No me digas qué… - no alcanzó a terminar de pronunciar más palabras Durían, cuando unas garras enormes, desquebrajaban un árbol en el veloz ataque, que surgió de improviso…

6 meses atrás…

En una cabaña en Maitencillo, en el único dormitorio que había. Una joven comienza a abrir sus ojos y mientras intenta mover su cuerpo, siente a su costado la presencia de alguien más. Voltea a ver y se da cuenta que otra mujer yace desnuda a su lado. La nueva amante en turno, una desconocida, como ya se le ha hecho habitual, cada vez que va de cacería a algún pub o discoteca.

Con un suspiro de fastidio al ver lo mismo de siempre. Intenta ponerse de pie sin despertar a la mujer que yace dormida, no está interesada en escuchar estupideces o declaraciones absurdas de amor. Sin embargo, al momento de ponerse en pie, sintió una punzada sobre su sien y casi aúlla del dolor, pero logra ahogar todo sonido.

-¡mierda! –Exclamó para sus adentros la joven- se me pasó la mano con el alcohol. Deberé tener más cuidado para la próxima y no permitir que otras idiotas me convenzan.

Con sigilo se fue hasta el baño, se duchó más que de prisa y mientras se vestía, no dejaba de ver a la mujer que dormía plácidamente y una sonrisa cínica bordo sus labios. Una sonrisa carente de emociones, totalmente fría, cómo lo era su corazón.

Cuando ya había terminado de vestirse, hecho una ojeada al espejo de la habitación y contempló su figura. Estaba elegante como siempre, enfundada en un traje de sastre negro de Armani y con un corte juvenil, que era acompañado de una blusa ocre y unos finos zapatos  Zara. Su cabello recogido en un prendedor, le daban un aspecto muy distinguido y no era para menos, era la única hija y heredera de Bernard Santillán, el Industrial Francés más reconocido de esta parte del mundo y obviamente en su natal Francia.

Su imagen en el espejo, no desmentía en nada los comentarios que siempre le rodeaban desde que era una niña, pues era una morena muy hermosa, era bastante alta y de buena complexión física, sus ojos celestes y su larga y ondulada cabellera, le daban un aspecto muy sensual. Sin embargo, era una belleza superficial, ya que su interior distaba mucho de lo que había en su exterior, no tenía más que vanidad, egoísmo, prepotencia y un desenfrenado apetito sexual, jamás ha conocido el termino amor y mucho menos la palabra compasión.

Cabreada hasta lo indecible de ver la dureza de sus ojos, optó por tomar las llaves de su coche y mandarse a cambiar de ese lugar. Le daba igual, lo que sucediera con aquella joven al igual que todas las que le precedieron. Tal vez, hubo una chica que en cierta forma le importó en su tiempo, pero su patético amor, terminó por cabrearla y terminaron, cuando fue descubierta en una habitación del hotel Kennedy, en Santiago y no pudo esconder los hechos, lo que derivó en una desagradable pelea y en su rompimiento. A partir de ese momento, no quiso involucrarse sentimentalmente con nadie, pues encontraba insoportable aquellos gestos melosos y frases clichés que siempre suelen acompañar a un cortejo.

Hastiada de su vida, echó  andar su coche y tomó la carretera que la conduciría de vuelta a Santiago, para ponerse al día con sus negocios y a su vez, ayudarle a su padre con las empresas. En eso momento, una llamada, la saca de su ostracismo y clava la vista en la pantalla, con un ágil movimiento activa su manos libres y responde…
-dime, Carlos, ¿qué deseas? –Preguntó ella- no son horas para qué me estés llamando, te lo he dicho más de una vez.
-nunca cambiarás –contestó éste- no te llamo de gusto. Simplemente, te aviso para que puedas detenerte en cualquier sitio y compres el periódico y así, veas la última de tus jugarretas.
-vete al demonio –contestó ésta, enfurecida por el tono de voz de su asistente y sin más cortó la llamada.

Condujo por espacio de dos horas, hasta que tuvo que desviarse a una estación de servicios por combustible. Mientras esperaba que llenasen su estanque, descendió del coche para estirar sus piernas y se acercó al mini Market que había en el lugar, para comprar unos cigarrillos. Cuando estaba haciendo su pedido, recordó el mensaje de Carlos y buscó entre los que tenía enfrente de ella y una noticia llamó su atención.

“Una joven, estudiante de medicina, fue encontrada muerta en su departamento, se presume que su deceso habría sido un suicidio, motivado por razones sentimentales, pues se cree que la joven, Eliana Fernández, tuvo una affaire con una conocida empresaria de Santiago, según la carta que fue encontrada junto a su cuerpo”

Aquella noticia, dejó pasmada y muda a la morena, pues el nombre de aquella muchacha, le era muy conocido y no pudo evitar enfurecerse al saber, que podría estar su nombre en aquella carta.

-maldita estúpida –rabió ella- ahora por tu culpa, estaré metida en un lío con la policía. Al final cumpliste tus amenazas, grandísima perra.
Tan absorta estaba en su rabia, que no se percató que desde hace rato que el joven, que estaba detrás del mostrador, le hablaba.
-Señorita –dijo éste- ¿va a querer algo más?
En eso la joven reaccionó al sentir las manos de otra joven, que le hizo ver que le estaban hablando.
-¡Disculpa! –Dijo en forma arrogante- ¿me hablabas?
-sí –respondió él- ¿va a necesitar algo más? O para que le deje libre el lugar  a otros, que están esperando.
-no –dijo cortante y altiva- -tirándole un par de billetes en el rostro del joven-. –cancélate la cajetilla y quédate con el vuelto, pobre diablo.

Sin esperar respuesta y como tampoco, le importó los comentarios de los demás clientes, salió dando un feroz portazo. Canceló el monto del combustible y subió a su coche, invadida por la ira y salió chirreando sus neumáticos contra el asfalto.

Después de un tiempo, llegó a Eliodoro Yáñez, en la comuna de Providencia. En dónde se encontraba sus oficinas, aparcando su coche en el lugar de siempre y que en cierta forma, le daban más altivez desde que comenzó con sus propios negocios. Tenía razones para sentirse una triunfadora, a sus cortos 24 años, ya era reconocida en el mundo de los negocios, tenía fama de ser muy visionaria, como también muy exigente para con su personal.  En su vida sentimental, siempre estaba acompañada de hermosas jóvenes con las cuales se dejaba ver en las reuniones sociales, sin darle esperanzas a ninguna de presumir que eran dueñas de su corazón.

Cuando llegó a su despacho, fue recibida enseguida por Carlos, su asistente y con él, se entabló en una fuerte discusión, que dejó al hombre más decepcionado de haber aceptado trabajar para una joven como aquella, que era una completa miserable, pero que por razones económicas debía callar, pues había dejado de lado un trabajo con menor salario, por seguir a la mujer de sus sueños, pero que muy pronto descubrió el demonio de mujer que era.

-Espero que te quede claro, que no aceptaré que me vuelvas a llamar la atención –demandó la joven- recuerde que soy yo, la que te mata el hambre y paga tus cuentas, por tanto, te exijo respeto o de lo contrario,  te mandas a cambiar en el acto.
-descuida, Mariana –dijo Carlos, humillado consigo mismo- no volverá a suceder.
-perfecto entonces- dijo burlona ésta- ahora puedes volver a tu trabajo.
-cómo digas –señaló él- por cierto, tu padre deseas que lo llames, cuanto antes.
-gracias por el mensaje –dijo Mariana- -con un visible dejo de fastidio en sus ojos, tras oír las palabras de su asistente-. –no me pases ninguna llamada, hasta que yo te avise.
-de acuerdo –comentó Carlos, retirándose del despacho de su jefa, con un semblante sombrío.

La joven Santillán, tomó su teléfono y marcó el número de su progenitor…

-Padre –dijo Mariana- ¿a qué debo, tu urgencia?
-Puedes, explicarme- demandó Bernard- ¿qué demonios tienes que ver en la muerte de Eliana?
-que yo sepa, nada –bufó cansada Mariana- sólo fue una imbécil, con la que salí un par de veces.
-pues eso, no es lo que me indicó el comandante de carabineros –bramó su padre- déjame decirte, que en su carta, te hace responsable de sus actos, ¿Qué rayos está pasando por tu cabeza, Mariana?
-tranquilo, Padre –comentó burlona ésta- tus amigos de la policía, siempre exageran las cosas. Sólo puedo decirte, que no tengo nada que ver con la muerte de esa joven o me vas a culpar a mí, de todos los males de este mundo, porque  no quise involucrarme en una relación seria con ella.
-¡Por todos cielos! –Rabió Bernard- ¿cuándo vas a entender, qué no puedes ir por la vida lastimando a las personas? Y que no se puede jugar con los sentimientos de otros, por  el simple hecho de que tu corazón sea frío como el hielo.
-no exageres, Padre –desafió Mariana- simplemente no quiero verme envuelta en algo complejo como es una relación, ya tuve suficiente una vez y no voy a cometer dos veces el mismo error.
-¡Error! –Ironizó su padre- eso fue tu relación con Kiara. Lamento decirlo, pero estás tan mal hija mía, pues esa chica en verdad te amó y fuiste una completa necia al dejarla ir de tu lado.
-¿has terminado, Padre? –Preguntó Mariana- no tengo todo el día para seguir escuchando tus reproches. Recuerda que ya no soy una niña y no necesito que me tomen de la mano para cruzar la calle.
-no tiene caso, hacerte ver tus errores –mencionó con pesar el hombre- sólo espero que algún día recapacites, antes de que sea demasiado tarde para ti.
-Descuida, sé que cuidarme perfectamente –dijo con soberbia Mariana.
-Bueno –exclamó Bernard- sólo mentalízate para un interrogatorio, pues es no pasa de mañana para que seas citada a declarar.
-Gracias, por avisarme, Padre- acotó Mariana y procedió a cortar la llamada.

Con un suspiro de resignación, por  todo lo que estaba viviendo en tan poco tiempo. Se dejó llevar por la serie de documentos que tenía frente suyo y fue así, que se sumergió despacio en su labor y no paró hasta que Carlos, ingresó para entregarle los últimos informes y despedirse, pues la jornada de trabajo llegaba a su fin.

Mariana, echó un rápido vistazo a su reloj de pulsera y vio que éste marcaba las 9 de la noche. Con una sonrisa burlona que se dibujó en su rostro; al comprobar que su joven asistente como siempre era el último en irse y que fiel a su costumbre, no dejaba pendientes hasta finalizar con su trabajo; tomó sus cosas y se fue rumbo a su coche, la joven, no era de despedirse de su personal afablemente, sino, que una mirada gélida era todo lo que recibían de su parte.

La joven, iba sumida en sus pensamientos, mientras conducía por  costanera norte, en dirección de lo Barnechea, dónde se encontraba su casa, situada en un lugar bien apartado y quitado de todo bullicio. Minutos más tarde, guardaba su auto en la cochera. Todo estaba en silencio, sus empleados estaban con días libres, así que todo el lugar estaba casi en penumbras, de no ser por la única luz que se dejaba programada para encenderse a las 7 en punto.
Cuando se disponía a entrar a su hogar, un escalofrío la recorrió de pies a cabeza, sin explicación alguna. Volteó a mirar a su alrededor, pero no vio nada y con un bufido que se desprendió de sus labios, posó su mano sobre la perilla de la puerta y ya estaba  dispuesta a entrar, cuando de repente escucho una voz detrás de su espalda…

-Es increíble, que estés tan tranquila, después de saber que eres la responsable de la muerte de esa muchacha- dijo una voz de mujer.
Mariana, se giró bruscamente a ver a la impertinente que osaba llamarle la atención de ese modo. En eso descubre a una mujer muy alta, que estaba totalmente cubierta por una capa y una capucha, que apenas dejaba ver sus ojos grises.
-¿quién eres? –Preguntó desafiante Mariana- ¿qué estás haciendo en mi propiedad? Habla antes que te saque a patadas de este lugar.

La mujer, se limitó a esbozar una sonrisa un tanto irónica y luego, sus manos, retiraron su capucha, para mostrarse sin ningún temor a los ojos de la joven y su mirada se clavó en los de la muchacha.

-Mariana –expresó la mujer- has de saber que hoy seré tu peor pesadilla, pues he venido por ti y no es para hacerte una visita de cortesía, si no que entregarte el legado que mereces por tus actos tan bajos.
-¿de qué estás hablando, mujer estúpida? –Desafió ésta- ¿Cómo diantres es que sabes mi nombre?
-Por años, te he observado –mencionó ella- esperando que cambiases tu conducta y así, evitar tu cruel destino, pero no se puede esperar, que una joven con el nivel de maldad y perversión que tienes dentro de tu corazón, lograse un cambio sincero.

La joven; de poca paciencia; explotó enseguida, cansada de tanta palabrería y dispuesta a darle una lección a esa mujer, empuñó su mano en dirección del rostro de ésta. Sin embargo, su golpe no dio más que con  el aire, pues aquella mujer, se desplazó muy velozmente, impidiéndole que pudiera concretar sus planes de agredirla.

-¡Con un demonio! –Bramó la joven- -volteando su cuerpo rápidamente; pues sus reflejos eran buenos también; y ya estaba chocando su puño contra el rostro de aquella mujer-. –a mí, nadie me amenaza, sin recibir su castigo.

Tras aquel golpe, la mujer se limitó a tocar levemente su mejilla y posó sus ojos en la muchacha y su semblante cambió radicalmente.

-¡Castigo! –Exclamó ella- Sí, eso quieres, eso tendrás.

En un pequeño parpadeo, ya estaba sobre la joven y la levantaba desde su cuello, para luego, arrojarla contra la pared de la casa. Aquella joven, no alcanzó a ponerse de pie, cuando era violentamente lanzada contra el cercó de su propiedad y en el proceso, sintió como se rompían algunas de sus costillas y su cuerpo se convulsionaba, expulsando  gran cantidad de sangre por su boca.

-te rindes, niña estúpida –preguntó la mujer- -que levantó, el cuerpo de la muchacha, quedando ambos rostros enfrentados-. –aún persistirás en tu actitud de desafío.

Mariana, con los ojos inyectados por el odio, escupió el rostro de la mujer…

-¡Púdrete en el infierno! –pronunció a duras penas.
-Ahora, vas a conocerlo –señaló la mujer-  -arrojando una vez más aquel cuerpo contra la fachada de la casa-. -y para cuando el sol se ponga nuevamente, habrás maldecido tu existencia, así, como tus actos.

Las horas transcurrieron lentamente para aquella joven, sólo las estrellas y la luna, fueron testigos de la golpiza que recibiera. Ni una sola alma, escuchó sus lamentos, no hubo nadie que la socorriese en ese momento, pues ni sus lágrimas o sollozó conmovieron a la mujer gestora de su dolor. Después de que su cuerpo, resultará totalmente lastimado y no tuviese ni un ápice de fuerzas como para seguir luchando, recién ahí, cesó su tormento.

Aquella mujer, observó detenidamente aquel cuerpo casi inerte, no sentía lástima por aquella muchacha, pues nada en ella, podía merecerse un gramo de misericordia, pues había mucha maldad dentro de su corazón. En eso, los ojos grises de la mujer, se alzan para observar el astro en el firmamento, la luna llena está en el punto más alto, momento para dar inicio a un viejo ritual.

-ha llegado tu hora, niña –comentó la mujer- hoy  se dará inició a un camino de reformación, pero dudo que te agrade. Has de redimir toda el dolor y sufrimiento que hiciste padecer a otros.

La joven, no pronunció palabra alguna, pues su cuerpo estaba hecho un harapo, era incapaz de gestar un solo sonido de su garganta por causa del dolor  y sólo, sus ojos celestes, casi sin brillo, observaban a la mujer.

-Anatian –llamó ésta.

Al segundo surgió de un costado de la casa, la figura de dos hombres, vestidos de blanco y el mayor de ellos, se apresuró en ir al lado de la mujer que lo llamaba.

-tú, dirás, mi señora –expuso Anatian.
-Levántenla y sujétenla firme –ordenó ella- pues, esta muchacha, no es como Enkion, su fuerza, la excede por mucho.
-cómo ordenes, mi señora –contestó Anatian.

Tras aquellas palabras, los dos hombres procedieron a levantar a la joven y entre ambos, la sostenían, tal como le indicase, su señora. Una vez lista, la ropa que cubría su torso fue arrancado de golpe. La mujer, extrajo un báculo y procedió a presionar a la altura de su lado izquierdo con mucha fuerza, mientras recitaba su encantamiento…

“ Idirchian diem das fusen gealach leac leigheas iomartas gealach brat  neach fach mallacht eineaclann  fola athgaháil..arrachat   re gealach flaith gealach”

-“De los confines del tiempo y por medio de la luna. Hoy te invoco, espíritu del sigran de la luna negra y envuelve con tu manto el cuerpo de la nueva portadora y sella en su cuerpo la maldición de vivir eternamente vagando por este mundo, hasta que la sangre y el llanto derramado, haya sido vengado. Resurge como el espectro del lobo en este mundo, hasta que se complete el ciclo lunar y te conviertas así, en el nuevo heredero de la luna”.

En el preciso momento que termina de hablar, una marca de fuego comienza a formarse en el pecho de la muchacha y un desgarrador grito, nacido de lo profundo de sus entrañas, se deja oír por todo el lugar. Comenzando a así, el ritual de la conversión de hombre a bestia, pues un fuerte dolor traspasa el corazón de ésta, señal para que los dos hombres la suelten y de paso a una metamorfosis.

La joven cae de bruces al suelo, doblándose al instante de dolor, pues siente como sus huesos se quiebran dentro de ella y en todo su interior, un fuego comienza a devorarla sin compasión. Fue grito tras grito, mientras su cuerpo iba transformándose gradualmente, por los poros de su piel comenzaba salir fluidamente sangre y como si tratase de la lluvia que nutre un bosque, todo su cuerpo fue cubriéndose de una gruesa piel negra. Mientras que  en su torso podía verse aún, la marca de la luna negra atravesada por una espada y en las palmas de sus manos, el signo de la rosa de los vientos todavía humeaba, cual marca se hace con el ganado. El tono celeste de sus ojos, fue reemplazado por un rojo sangre y su rostro fue desfigurándose paulatinamente, a medida que los gritos comenzaban a ser gruñidos salvajes de un animal. En cosa de minutos, todo acabó, dando paso a un nuevo hombre lobo.

Al momento en que la bestia se irguió en dos patas, pudo apreciarse en toda su magnitud, aquella criatura y fue justo ahí, que la mujer intervino, clavando en su frente su báculo hasta conseguir someter al monstruo y crear así, un fuerte lazo Psíquico y con ello, conseguir anular todo posible ataque, pues la bestia estaba consumida por la ira. Cuando consiguió completamente su sumisión, retiró su báculo y esperó por un largo espacio de tiempo a que la joven volviese a la normalidad y recién ahí,  se presentó…

-Mariana –llamó la mujer- -mientras sus hombres cubrían el cuerpo de ésta con una tela blanca-. –a partir de hoy, estarás unida a mí y más adelante, a mi sucesora. Has de saber que mi nombre es Durían y seré tu guardiana como tu regente hasta que completes tu ciclo en este mundo.
-con que te llamas, Durían –murmuró ésta- ¿acaso, eres una especie de bruja?
-sí lo quieres ver de ese modo –mencionó Durían- por mí, no hay problema niña.
-ya veo –señaló Mariana- -visiblemente cansada y adolorida-. – se puede saber, ¿qué deseas de mí, ahora?
-ya te dije –sentenció Durían- debes redimirte de todo el mal que hiciste y para ello, te voy a entrenar estas dos semanas hasta que llegue tu momento en que inicies el camino de los desafíos que te liberen de esta maldición.
-¿cuánto tiempo debo vagar por este mundo? –preguntó un poco alicaída la joven.
-en comparación a tu predecesora, tu  vida errante, durará poco –comento Durían- serán cincuenta años, pero serán los más dolorosos de tu vida, ya que la mujer que te liberé de esta anatema debe amarte y créeme, será lo más difícil en tu caso.
-¿una mujer que me ame? –Inquirió ésta- qué absurdo, solo ha habido una en mi vida.
-La que tú despreciaste, niña estúpida –comentó Durían- a pesar de ello, debes buscar a quién te libere.
-porque me dices todo esto –preguntó la joven- a simple vista, parece fácil, pero, siento que escondes algo.
-eres muy perspicaz, Mariana –esgrimió Durían- lo que mencioné hace poco es la verdad. La persona que está destinada para ti, será tu calvario de principio a fin. Ahora, dejemos la plática aún lado y prepárate, ya que vendrás conmigo a entrenar y te aseguro que es algo que no lo olvidarás.
-Tienes razón en ello bruja –murmuró entre dientes Mariana –nunca lo olvidaré

FIN DEL FLASHBACK

Presente…

Mientras el árbol caía a un costado, apoyada sobre las ramas de otro, se encontraba la chamán que a duras penas alcanzó a esquivar el ataque de la criatura.

-Te  lo dije, bruja –exclamó Mantrus- -mientras trepaba velozmente ese mismo árbol dónde se encontraba su presa-. –que jamás iba a olvidar aquel día. Ahora, siente lo que es ver la cara de la muerte en las manos de la misma bestia que creaste.
En cosa de segundos, las garras de aquel lobo se dejaban caer en el abdomen de la reina de los Dinkaire y así, daba inicio a una feroz y cruenta batalla.
Londres, en las empresas Erlington…
El coche de la Marquesa se aparcaba en el estacionamiento y de él, descendían sus ocupantes, entrando raudas a las dependencias y se fueron directo a la sala de reuniones, pues les esperaban el nuevo equipo de trabajo.
-¡Buenos días! –saludó Elizabeth.
-¡Buenos días! –fue la respuesta de los demás miembros que ya estaba sentado sobre esa gran mesa.
-Marquesa –dijo Jules- ya está todo preparado y en línea con cada director de sus empresas.
-Perfecto, Jules –dijo ésta—tomando su lugar en la mesa-. –primero que nada, quiero darles la bienvenida a Cristina y a Jamiel a nuestra compañía y agradecerles el hecho que hayan aceptado nuestra proposición. Tengo plena confianza que dentro de muy poco se afiaten con el resto de mi personal y puedan trabajar en conjunto y a  gusto con ellos.
-Gracias por considerarnos para su nuevo proyecto –acotó Cristina- por mi parte responderé a su confianza dando lo mejor de mí.
-me sumó a las palabras de Cristina –agregó Jamiel- será un placer para mí, trabajar codo a codo con todos ustedes y más aún, en una compañía que tiene un prestigio tan grande como ésta.
-Bien señores –comentó Elizabeth- -dirigiéndose a sus directores de las otras empresas-. -como ya se los mencioné, a contar de hoy todos ustedes, trabajaran directamente con este nuevo equipo, que estará a cargo de todas mis empresas.

En la parte operacional estará a la cabeza, Jules. En el área de finanzas, le corresponderá a Jamiel y todos los proyectos comerciales, serán llevados por Kiara y Cristina. Claro está, que todo será apoyado y asistido por mí. Por lo tanto, cada uno de ustedes deben dirigirse a ellos; ya que son mis representantes directos; en todo lo concerniente a las empresas, ya que desde hoy, no funcionarán como entidades separadas. Espero haber sido muy clara en mis argumentos, ya que no deseo errores de ningún tipo.

-perfectamente –respondieron todos los directores.
-tienen como plazo tres días, para contactarse con mi personal y ponerlos al día de todo el funcionamiento de las empresas que tienen a cargo –ordenó Elizabeth- además se programará una visita al mes por cada sucursal. Jules, estarás a cargo de agendar dichas visitas.
-como usted ordene, Marquesa –contestó éste.
-antes de finalizar esta reunión –señaló Elizabeth- -levantándose de su asiento y dirigiéndose hasta llegar al lado de la joven Milovic y tomando su mano-. -quiero aprovechar la ocasión de presentar a ustedes, oficialmente  a Kiara, como mi esposa.

La mencionada, quedó con estupor tras oír las palabras de su esposa, pues quedó bastante sorprendida, ya que no cruzaba por su mente o planes, un hecho de esa naturaleza. Sin embargo, lo que para ella, fue sorpresa, para el resto de sus empleados, no lo fue, ya que estaban conscientes de los gustos de su jefa. Además, que jamás se atreverían a juzgarla o criticar sus preferencias, pues su fama, persistía con más fuerza que nunca.

-“Desde un principio supe que serías alguien especial en la vida de la Marquesa, pues ella, jamás hizo nada parecido por otra mujer, como lo hizo contigo, Kiara. Al final de cuentas, Elizabeth Erlington, siempre sabe lo que hace” medita Jules Paterson, al contemplarlas a ambas.
-¡Felicidades!, Marquesa por su matrimonio  -felicitó Jules-  y lo mismo digo para ti, Kiara.
-¡en hora buena! Marquesa – felicitaron los demás directores.
-En nombre de mi esposa y el mío, les doy las gracias  por sus deseos –expuso ésta- además, quiero  pedir el mayor respeto para ella, por sobre su relación de trabajo. Sepan que para mí, Kiara, está ante todo y no consentiré que nadie ose tratarla en una forma denigrante u/o de otro modo.
-Descuide, Marquesa –señaló Jules- ella recibirá el trato que se merece y velaré porque ello sea así.
-un momento –pidió Kiara- sepan, que soy una profesional ante todo e independiente a mi relación con Elizabeth, quiero ser tratada como todos los demás miembros de esta compañía y les garantizó que recibirán de mi parte, el mismo respeto como colegas que somos. No quiero recibir un trato especial, por ser la esposa de Elizabeth Erlington.
-De nuestra parte lo tendrás –dijo Bryan, director sucursal de Manchester.
-Creo que hablo en nombre de todos –comentó Jules- has de saber Kiara, que sabemos hacer la diferencia entre una cosa de la otra, pero eso no quita, que te veamos como tal y tengamos en cuenta que tú ya no eres una simple compañera de labores, sino que la esposa de la Marquesa y se te entregue el respeto adecuado.
-comprendo –mencionó Kiara- de todas formar, les agradezco su apoyo.
-Bien, señores –demandó la Marquesa- ya que todo está claro. Les ruego, vuelvan a sus labores.

Una vez, que los demás directores, dejaron el enlace en línea. La Marquesa, aprovechó la ocasión de ver el lugar en qué lugar acomodaría a las chicas.

-Jules –demandó Elizabeth- dispón todo para acomodar a Jamiel, en el despacho que antes utilizara Kiara y asígnale a Stephanie como su secretaria. En el caso de Cristina y Kiara, debes ubicarlas en el tercer piso en un despacho compartido y que sea Jazmín, su secretaria.
-como usted diga, Marquesa –contestó éste- por cierto, debo informarle que ha llegado una demanda de parte de su ex socia, la señorita Victoria Calaghan.
-lo que me faltaba –refutó molesta Elizabeth- por favor, Jules, que los abogados de inmediato se hagan cargo de la señorita Calaghan.
-como usted lo ordene –afirmó Jules- ahora, si me disculpa, iré enseguida a hacerme cargo de lo que me ha solicitado.
-Jules –señaló la marquesa- cuándo esté  todo listo, házmelo saber, pues ellas tienen un tema que tratar conmigo antes.
-comprendo –contestó éste- la mantendré informada, apenas esté solucionado todo.
-cuento contigo –dijo Elizabeth.

El hombre se retiró de la sala de reuniones. La Marquesa, se volteó a ver a las demás y pudo ver en sus rostros, cierta expectación de lo que se podría tratar, el  tema que ella mencionará.

-por favor, acompáñenme –demandó Elizabeth.
-¿a dónde iremos, Elizabeth? –Preguntó Kiara- pues hay mucho por hacer y lo lógico sería empezar cuanto antes.
-Tranquila, amor –señaló ésta- hasta que no estén ubicadas en sus respectivas oficinas, no comenzarán a trabajar y ese tiempo lo aprovecharemos para compartir entre nosotras, ¿les parece?
-de acuerdo –respondió Kiara.
-como tú digas, Elizabeth –comentó Cristina.
-perfecto –acotó ésta.

Las cuatro abandonaron la oficina y fueron hasta el elevador, que las condujo hasta el octavo piso, lugar en que se encontraba la suite privada de la Marquesa. Ésta, digitó su clave e ingresaron al lugar. Causando sorpresa en las otras dos.

-no sabía que tenías un lugar de descanso en tu empresa, Elizabeth –comentó Jamiel- por cierto es muy acogedor.
-me complace saber, que es de tu agrado, mi querida hermana –expuso ésta- respondiendo a tu pregunta, es ideal para cuando hay mucho trabajo y evita que deba estar yendo a casa.
-comprendo –señaló Jamiel.
-por favor, pónganse cómodas –indicó Elizabeth- - a las demás y viendo a Jamiel-. -hermana, hoy vamos cocinar juntas para nuestras esposas y así, aprovechamos para hablar del tema pendiente, ¿te parece, Kiara?
-vale- respondió ella- con la condición que nos dejen acompañarlas, mientras ustedes cocinan.
-tú ganas, mi vida –acotó risueña Elizabeth- -mientras le robaba un beso a su esposa y arrastraba de la mano a su hermana-. –sabes que no te negaré nada.

Mientras ellas, fueron hasta la cocina. Las demás dejaron sus cosas sobre uno de los sillones y se dispusieron a seguirlas.

-estás siendo muy consentida, bribona –bromeó Cristina- ahora tienes a tu propia chef personal.
-¡mira, quién habla! –Exclamó burlona Kiara- pues a mí, no es la que me llevan el desayuno a la cama, querida.
-¡Aha! –Exclamó divertida Cristina- ¡con qué celosa!, pues si quieres, yo te lo preparo. No tengo ningún inconveniente.
-¡No seas ridícula! –Protestó Kiara-  ¿cómo se te ocurre decir una cosa así? Acaso no piensas en los sentimientos de tu esposa.
-Descuida, Kiara –acotó Jamiel- -qué alcanzó a escucharlas y sonreía muy serena, mientras se disponía a cortar algunos vegetales-. –estoy muy segura del amor que me tiene Cristina y también sé, lo mucho que te quiere y lo que le agrada molestarte.
-Ves, bruja –se burló con malicia, Cristina- tengo licencia y luz verde para conquistarte.
-eres una idiota –dijo entre risas Kiara- tú no tienes arreglo. Además, debo aclararte que yo tengo esposa y no necesito otra mujer en mi vida. Por tanto, guárdate tus atenciones, mensa (sacándole la lengua a Cristina)

Tanto Jamiel como Elizabeth, estallaron en sonoras carcajadas al ver aquellos gestos de niñas. Siendo ésta última, quién disfrutará aún más, pues le fascinó escuchar a su esposa y ver cómo iba asumiendo su condición de casada y dándole su lugar delante de las demás.

-Elizabeth –señaló Cristina- -una vez que se ubicaron en unos pisos junto al mesón-. –hay un tema que deseamos aclarar contigo.
-¿tiene relación con cierta demanda? –Preguntó ésta- -que las observó con una mirada inquisitiva y deduciendo la respuesta-. – ¿o estoy equivocada?
-De eso queremos hablarte –afirmó Cristina- verás hace tiempo que decidí ayudar a Kiara, en poder obtener su libertad “laboral” y para ello, recurrí a un abogado.
-continúa, por favor –demandó Elizabeth, al ver que hacía un alto y guardaba silencio.
-El asunto, es que consiguió que fallaran a favor de Kiara –explicó la joven- el problema radica en cómo están las cosas, no quisiéramos perjudicarte; menos en tu relación con tu esposa; por eso, deseamos desistir de esa demanda.
-¿qué propones? –inquirió Elizabeth.
-Existe un modo de anularlo. Para ello, debes aducir que tenías contemplado, modificar a corto plazo el contrato de Kiara  -explicó Cristina- permitiendo que se celebre un nuevo contrato entre ambas en presencia del representante.

La Marquesa, no dejó de asombrarse en la solución que su  “cuñada” le diese, ya que coincidía con lo que conversará antes con su esposa y eso, le hacía comprender que la joven era muy inteligente y perspicaz para encontrar soluciones, sin ser una especialista en temas legales. Este hecho, le llevó a pensar que hubiese sido muy complicado,  para su persona, sí, la joven Loren, hubiese sido una verdadera adversaria por el corazón de Kiara. Mentalmente, agradeció ese hecho, pues Cristina, es un hueso duro de roer y jamás hubiera cedido a la mujer que amaba.

Aquel pensamiento, también llegó a su hermana Jamiel, la que no dejó de observarla por unos breves segundos, ya que sus deducciones no estaban para nada erradas. Ambas, cruzaron sus miradas y un brillo en ellos, dejaba entrever que concordaban, en lo afortunadas que eran, de que eso no hubiese ocurrido.

“Es una mujer muy tenaz, hermana y jamás, se hubiera rendido o entregado a Kiara a ninguna mujer” concluyó mentalmente, la Marquesa y la joven Atkinson, asintió a modo de respuesta.

-descuida, Cristina –comentó Elizabeth- ya había hablado con Kiara, sobre el asunto y precisamente eso haré.
-quisiera disculparme contigo por este hecho –agregó Cristina- sólo buscaba el bienestar de ella y en ese tiempo, sentí que tú, buscabas el modo de someterla por la fuerza y no estuve dispuesta a permitirlo. Nunca dejaría que nada ni nadie, la lastime.
-comprendo –acotó Elizabeth- en tu lugar hubiera hecho lo mismo. Por tanto, no tengo nada que disculparte, por el contrario, agradezco que hayas cuidado de ella, todo ese tiempo.
-¿cuándo, vendrán ellos? –Preguntó Kiara- me gustaría estar presente y poder hablar con ellos, para evitar que te cursen una sanción.
-tranquila, amor –expresó Elizabeth- aunque lo hicieran. Debo asumir, las consecuencias de mis errores, por lo demás, no serán tan graves al darles a conocer, en qué se basó la omisión.
-Eso espero, Elizabeth –acotó Kiara-  -un poco alicaída con todo lo que sucedía-. -pues no dejaré que mis actos te perjudiquen. No imaginé que todo ello, iba a lastimar más adelante a la persona que quiero.

Elizabeth, detuvo en el acto lo que estaba haciendo, tras escuchar el tono acongojado de su esposa, quiso confortar su corazón y de paso evitar que ello, la estresara innecesariamente, perjudicando su embarazo. No permitiría que nada arruinase el normal desarrollo y formación de su hija. Limpió sus manos y fue a su lado, rodeándola con un brazo, mientras que el otro se dirigió a su vientre, para trasmitir su cariño y paz a sus dos amores.

-todo va estar bien, amor –susurró Elizabeth- -mientras  besaba su mejilla-. –deja de preocuparte ya.
-pero –se quejó Ella.
-nada de peros –exclamó resuelta Elizabeth- no quiero verte de este modo. Debes estar tranquila. Recuerda que nuestra hija nos necesita a ambas.

La mano de la Marquesa, acariciaba en forma circular y lentamente todo el vientre de su esposa. Mientras que ésta, quedaba asombrada de ver la ternura que Elizabeth le prodigaba a ambas y eso la hacía sentir tan bien y a su vez muy especial, aunque fuese su primera experiencia, ya que el vínculo materno, la estaba uniendo muchísimo a las dos.

-aún, es muy pequeña –comentó Elizabeth, radiante- -mientras en la palma de su mano, sentía pequeñas vibraciones de parte de la bebé-. –pero, será muy fuerte.
-¿cómo lo sabes? –indagó curiosa Kiara.
-Pues tiene la sangre y el carácter de ambas –expuso una emocionada Elizabeth, que cada vez, sentía más fuerte la conexión con su hija y ello, hacía latir más fuerte su corazón-. –ella, será una niña preciosa.
-De un carácter complejo e impulsivo, querrás decir  –refutó Kiara, risueña antes las palabras de su esposa.
-Como sus madres –bromeó Cristina.
-Tú lo has dicho –replicó feliz Elizabeth- será una Kiarita, en potencia.
-¡Elizabeth! –chilló ésta.                                             
-Jajaja –estallaron en risa las demás, al ver las protesta de Kiara, para con su esposa.
-Esa pequeña, va  a ser mi adoración –dijo con ternura y orgullo, Elizabeth- lo mismo que tú (mientras envolvía en sus brazos a su esposa y la apretujaba con delicadeza)

En ese momento suena el teléfono de la suite y Elizabeth, atiende.

-Hazla pasar y acompáñala hasta acá, Jules –ordenó ella.
-¿quién es? –preguntó Kiara.
-Pilar –repuso Elizabeth- la mandé a llamar, pues no iremos al departamento de Jamiel, como habíamos quedado, por lo tanto, era lógico que le invitáramos a almorzar con nosotras y así, aprovechamos para salir juntas en la noche.
-¿saldremos esta noche? –inquirió Cristina.
-así es, amor –comentó Jamiel- mi hermana me lo propuso y acepte en nombre de las dos. Además, como anfitrionas corresponde mostrarle la ciudad.
-tienes razón –concordó Cristina- he pasado por alto ese detalle.
-para eso nos tienes a nosotras –indicó Elizabeth- te apoyaremos en todo lo que necesites, Cristina.
-gracias por todo, Elizabeth –señaló Cristina.
En eso sonó el timbre, anunciando la llegada de la otra miembro de la familia Loren.
-Iré yo, abrir –indicó Cristina.
-Vale –acotó Elizabeth, mientras continuó cocinando junto a su hermana.

Cristina, al momento de abrir la puerta, se topó de frente con una serie de paquetes y bolsos de compras y sólo segundos más tarde, asomó el rostro de Pilar, cuyos ojos azules, brillaban con picardía al observar el rostro de asombro de su hermana y no pudo, evitar sonreírse con todo ello.

-¿No me invitas a pasar? –Preguntó Pilar- mira que estas cosas pesan un poquito.
-Este…claro –dijo Cristina, saliendo de su conmoción y ayudándole a cargar con los bolsos.
Una vez, adentro de la suite, dejaron las cosas sobre otro de los sillones y la mayor de las hermanas Loren, procedió a saludar a las demás.
-¿Se puede saber, qué traes ahí? –Preguntó Cristina- ¡cualquiera diría que vas de viaje!
-Jajaja –bromeó Pilar- nada de eso, hermanita. Son algunos encargos que me hiciera Elizabeth y otros son un regalo que deseo hacerles a mis dos sobrinas.
-¿Encargos de mi esposa? –inquirió con curiosidad Kiara.
-¿Regalos para tus sobrinas? –Preguntó Cristina-  -tomó asiento en otro piso, para dejarle el suyo a su hermana-. –Explícate, Pilar Loren.
-Dejen de hostigar a la pobre de Pilar –demandó Elizabeth- debe venir agotada de las compras.
-No te preocupes por mí –respondió ésta- disfrute muchísimo hacerlo. En especial con el ajuar de las bebés y espero que sea de su agrado.
-Espera un momento –expresó Cristina- los regalos de los cuales mencionaste, son ajuares para nuestras hijas, ¿o estoy equivocada?
-En efecto, son un presente para mis dos sobrinas –comentó Pilar- que yo sepa, no tengo más sobrinos. Además, Kiara, ya es un miembro más de nuestra familia y su hija, es mi sobrina y tengo todo el derecho de consentirla.
-Eres un caso, Pilar –exclamó su hermana, muy divertida al ver el cambió que se produjo en ella, tras conocer la noticia de sus embarazos.
-No debiste molestarte –comentó Kiara- aún así, aprecio mucho tus palabras y que hayas pensado en mi hija  como tu sobrina.
-Concuerdo con mi esposa –agregó Elizabeth- gracias por demostrar tu cariño para con nuestra hija.
-Dejen de agradecer tanto –refutó sonriente – ya les dije, fue un placer para mí. Por cierto, traje todo lo que me pediste.
-¿qué le encargaste? –preguntó Kiara.
-Verás, como vamos a salir a la noche. Pedí a Pilar, que fuese de compras y nos viera una tenida para las cuatro –comentó la Marquesa- y así, evitar  tener que ir casa y después regresar.
-Elizabeth –exclamó Cristina- luego me dices el monto de la compra de mi esposa y mía, para cancelártela.
-Nada de eso –replicó ésta- es un presente de mi parte y no quiero reproches. Además, que con mi hermana debemos comunicarles algo.
-¿Qué cosa? –preguntaron las otras dos.
-Cuando el embarazo de ambas esté más avanzado. Deberán permanecer aquí –comentó Jamiel- pues no es aconsejable el estar viajando continuamente y nosotras deseamos que tenga la mayor tranquilidad posible.
-pero es ridículo –exclamó consternada Cristina- no tenemos ni un mes de embarazo y ustedes dos están haciendo mucho alarde con todo ello.
-Pienso igual que tú, Cristina –se quejó Kiara- no voy dejar de trabajar porque esté embarazada. Te lo advierto, Elizabeth, no vas a conseguirlo y será mejor que dejen de exagerar las cosas.

Pilar, que sólo era una simple oyente, no dejaba de sonreírse con todas las protestas de su hermana y Kiara, pues en el fondo sintió un poco de compasión por su cuñada y la Marquesa, pues no les iba a ser nada sencillo, someter a esas dos. Eso, ella, lo sabía de sobra, pues conocía el carácter independentista de ambas jóvenes.

Por su parte, la Marquesa, haciendo caso omiso de las berrinches de las otras dos y viendo fijamente a su hermana; mientras preparaban la mesa para almorzar; decidió seguir adelante con los planes que tenían en mente.

-Jamiel –señaló Elizabeth- si gustas podemos mandar a llamar a un decorador y que arregle el dormitorio cómo  más te guste, ¿qué me dices?
-Sería genial –acotó ésta- -mientras disponía todo en la mesa y devolviéndole una sonrisa a su hermana-. –buscare algo cómodo y que la mantenga lo más relajada posible.
-perfecto –agregó Elizabeth- lo llamaremos después de almorzar y así, juntas vemos que todo esté bien para nuestras hijas.

Mientras ellas planeaban todo para la futura estadía de sus esposas en la suite. Éstas, las veían con rostros horrorizados, sin poder dar crédito a lo que estaban escuchando.

-Nos están ignorando rotundamente –protestó Cristina- -viendo a su amiga y buscando algo de apoyo-. – están haciendo planes sin tomar en cuenta nuestra opinión.
-¡es el colmo de la desfachatez! –Concordó Kiara- te juro que no entiendo, ya que se supone que somos nosotras las embarazadas y las que deberíamos tener preferencia al escoger.
-Eso mismo pienso –agregó Cristina- pero ese parcito, no piensa igual.
-Jajaja –se carcajeó Pilar- ¡ya párenla de una vez!. No hagan tanto berrinche por algo tan simple. Además, ellas, saben lo que hacen, pues son sus esposas y quieren lo mejor para ustedes.
-¡Ah no! –Exclamó anonada Cristina- una cosa es ser casada y otra muy distinta ser dominada, querida.
-Ellas se han confabulado contra nosotras –acotó Kiara- creo que tendremos que hacer algo Cristina, ¿no te parece?
-A este paso, no quiero ni pensar que harán más adelante –expuso Cristina- así que te propongo que salgamos por nuestra cuenta.
-apoyo esa moción, Cristina –afirmó desafiante Kiara- nos divertiremos como en los viejos tiempos, solas que mal acompañadas.
-En tus sueños harás una cosa así –sentenció Elizabeth- -que llegó a su lado y se la llevó de la mano hasta la mesa-. –no dejaría que fueses a ningún sitio sin mí. Ahora amor, dejarás de protestar y comerás todo lo que te sirva.
-Lo mismo puedo decir de ti, Cristina –demandó Jamiel- -tomándola del brazo y tiró de ella hasta conseguir llevársela consigo, sin ninguna queja-. – eres una mujer casada y dónde tú vayas iré contigo y no cederé en ese punto.

Con aquellas palabras, Pilar, pudo comprobar que las chicas, ya tenían a alguien que las anularan y dejarán en jaque, pues ninguna de las dos protesto más y se acomodaron al lado de sus esposas de lo más felices. Con ello, quedaba claro que aquellas mujeres harían hasta lo imposible por procurar a sus esposas y jugárselas por hacerlas felices. Las cinco mujeres ahí presente se dedicaron a disfrutar de una deliciosa comida y de un rato ameno en familia.

Mientras todo ello ocurría en otro sitio…Glasgow…

Sólo estruendos se escuchaban en aquel bosque, que había venido a perturbar la paz del lugar. En medio de todo ello, se apreciaba dos criaturas enfrascadas en una batalla campal, no se daban tregua alguna y usaban todo su poder y fuerza para contrarrestar los ataques de su oponente. Los únicos perjudicados de toda esa lucha, eran los elementos a su alrededor, especialmente los árboles, que uno a uno iban cayendo o perdiendo parte de sus ramas. El resto de animales huían despavoridos del lugar por temor resultar heridos al paso de estas dos bestias que  no cesaban en su combate.

En un minuto determinado. El oso pardo, dejó de atacar, pues estaba profusamente herido, en todo su cuerpo se apreciaban hilachos de sangre producto de mordidas o rasguños, provenientes de su contrincante.
Por su parte, su adversario, un lobo negro como la noche con aspecto de demonio, por lo siniestro de su cuerpo al estar erguido en dos patas, su quijada  amenazadora, que dejaban ver unos enormes colmillos ensangrentados con la sangre de su enemigo. No dejaba de rondar  deliberadamente alrededor del oso, sopesando cualquier punto de ataque que pudiera tener a su favor, de sus ojos rojos se desprendían un intenso brillo, indicio de provocación para continuar con su enfrentamiento.

-¿Qué sucede Durían? –se mofó Mantrus- ¿ acaso has llegado a tu limite?
-No te creas que soy tan fácil de vencer –señaló ésta.
-Pues no lo parece –desafió Mantrus- la reina de los Dinkaire, no está en su mejor momento.
-Eres muy confiada –expuso Durían- y eso, será tu perdición.
-Ya lo veremos –acotó Mantrus- dejémonos de palabrerías y veamos si estoy equivocada.

Al momento de terminar de hablar, ya se estaba abalanzando sobre su enemigo, pero el oso, con un fuerte manotazo lo arrojó contra un árbol y retomaron la lucha. La luna que estaba en el firmamento, era testigo de tan sanguinaria disputa entre dos seres que estaban bajo su protección, mejor dicho, influencia.

La vida tiene muchas vueltas y a veces resulta irónico para aquellos que se han mantenido fieles a las reglas y principios del universo, sufrir el revés más grande de su existencia. Ésta no es la excepción para la reina de los Dinkaire, que, sin percatarse se vio envuelta en una telaraña de hechos que la llevaron directo a la trampa que estaba preparada para ella, ya que Mantrus, venía con un firme propósito y ésta sería la mayor prueba para Durían.
Sí bien, ella fue la responsable de convertir a la joven Santillán en el monstruo, llamado Mantrus. Él cual entrenó y dio parte de sus conocimientos, para que llegado el momento asumiera su legado, ya que deseara lo o no, la joven pasaba a ser su protegida. Sin embargo, la chamán, desconocía dos hechos demasiado importantes y que tenían relación con su nueva protegida y su ascendencia lunar.

En el plano astral. Los sigran son espíritus muy poderosos en el mundo de la luna. Son 12 guardianes, cuyo propósito es servir a cada uno de los miembros de la familia de la Silver Moon Light. De éstos, tres son lobos y él más peligros de ellos es él de la luna negra, que al igual que ella, posee un poder oculto que se desata cuando su dueña lleva consigo el legado maldito de la rosa negra. En pocas palabras, toda la fuerza que ésta tenga, la tendrá su sigran y el nexo entre ambos será muy fuerte al punto de retroalimentarse de su mismo poder. No importando la distancia física que existiera entre los dos.

El segundo factor que desconoce Durían, tiene relación con el conocimiento acabado que posee Mantrus. El cual fue concedido por una tercera persona involucrada, que reveló los misterios que ella encierra y que además, liberó la marca de vida que lo ata a la princesa de la luna negra, adquiriendo toda su energía.

Muy lejos de ahí y en una sala apartada de palacio…

Mientras en aquellos bosques se desataba una lucha sin igual. Ésta era observada con mucha atención por una mujer de cabellos plateados. Ella, era la gestora de las pruebas y responsable del discernimiento del sigran y que dentro de muy poco se presentaría ante las gemelas y sus últimos desafíos.

-“ya falta muy poco, para que las puertas se abran y escoja a la nueva soberana de la luna” murmuró en voz alta aquella mujer –“tú eres, la llave que abrirá las puertas del olvido”
-¡está todo listo! –Señaló un hombre- cómo usted lo ordenó.
-muy bien –Contestó ella- hazle saber a ella, que llegó la hora.
-cómo usted ordene –respondió el hombre.

En ese mismo momento, en los jardines de palacio, dos jóvenes disfrutan de una plática. Cuando de improviso, una de ellas siente una punzada dentro de su pecho, haciéndole perder el control de su cuerpo.

-¿estás bien, Adamarys? –preguntó Fardinen, que alcanzó a sostenerla antes de que se desplomará en el suelo.
-¡Mantrus! –exclamó Adamarys, viéndola fijamente.

Londres…

En las inmediaciones de Global…

Desde hace un buen rato, un hombre observa el lugar y regresa su vista al papel que sostiene en su mano derecha. Las facciones de ese hombre moreno, dejan entrever molestia y severidad. Sin embargo, sus ojos azules, denotan un brillo burlón.

-Hasta que te encontré –murmuró éste.

Guarda en su gabardina el papel y entra en las instalaciones de la compañía…

Glasgow…Escocia...

La lucha prosigue en ese húmedo bosque y sus ataques son cada vez más feroces. Dejando destrucción a su paso y unos cuantas heridas más en el cuerpo de aquel oso pardo, que no puede contener del todo los ataques del lobo, ya que se han incrementado estrepitosamente su poder.
-Se acabó –masculló Mantrus- llegó la hora de poner fin a todo esto y tú serás, la llave que abra las puertas.


Con un veloz movimiento, el lobo, saltó encima del cuerpo de su oponente, clavando sin ninguna piedad sus colmillos sobre el cuello de éste.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Un recuerdo

 Un presente para ustedes de la capital de la Patagonia y parte del campamento de Posesión. Trae muchas nostalgia de la pampa magallanica, e...