mujer y ave

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domingo, 7 de septiembre de 2014

Vida y muerte, el eclipse de la luna llena.


La Maldición de la Luna, capítulo 25.

En la habitación, un sonoro estruendo se alcanzó a escuchar y luego de ello, se oyó…

─ Detente Kiara─ ordenó Elizabeth, cuyas manos impedían que el báculo se enterrase en el cuerpo de Alexander.
─ ¿Qué me detenga? ─ masculló ésta. ─ no voy a escucharte, hija de Durían.


Al terminar de hablar, cambió de movimiento su tridente y de un solo golpe, envió a Elizabeth y Jamiel, contra la pared de la habitación e iba de nuevo por su victima, cuando Baltros de un zarpazo le arrebató su báculo.

─ Princesa, recapacite en sus acciones ─ instó el sigran ─ si lo mata, habrá sellado su destino como el de su hermana y todo lo que sacrificaron habrá sido en vano.
─ Será mejor que te apartes de mi camino, sino quieres morir ─ advirtió la princesa de la luna roja, cuyos ojos estaban completamente carmesí.
─ No haré tal cosa ─ señaló Baltros, que a la velocidad de la luz, la sujetó de los brazos y la encadenó a su cuerpo. ─ Mi deber es velar por mi ama y aunque ello, me signifiqué irme en contra de su hermana.
─ Insensato ─ masculló Kiara, al mismo tiempo que su anillo se abrió de golpe desatando todo su poder y con rápidos movimientos, le dio una paliza al guardián de Cristina, hasta casi dejarlo noqueado en el piso.

En eso, solo un destello brillante se dejo ver y terminó por golpear de lleno a la princesa de la luna e interrumpiendo el ataque. El golpe fue directo y consiguió lastimar a Kiara, en cuyo rostro se dibujó una línea gruesa de sangre y sacudiendo su cabeza un poco, volteó a ver en la dirección en que provino la agresión.

Sus ojos se entrecerraron un tanto al contemplar la figura que había osado interrumpir su propósito.

─ Así que la heredera de la estrella azul, se ha mostrado de una vez ─ siseó Kiara ─ y pensar que tu apariencia humana, te hace parecer débil y frágil.
─ Las apariencias engañan, Kiara ─ confrontó Jamiel, quién lucía muy distinta, envuelta en un vestido blanco y que estaba adornado por una armadura de cristal azulino en forma de estrella en todo su centro, en su frente también había una pequeña armadura en forma de diadema e igual de cristal, en su mano sostenía un cetro de igual material y lo que más resaltaba en ella, eran sus dos pares de alas, que se parecían mucho al segundo coro de Ángeles celestiales.
─ Aunque tu apariencia sea diferente, no podrás conmigo ─ amenazó Kiara ─ los hijos del sol nunca serán rivales para nuestra estirpe.
─ No estoy aquí para luchar contigo, no por el momento ─ advirtió Jamiel ─ más no dejaré que arruines el desafío de mi esposa y aunque seas su hermana, te detendré.
─ Son loables tus intenciones, pero cualquiera que ose interferir con mis planes se convierte en mi enemigo ─ repuso Luna roja y con tridente en mano, atacó con todo su poder. ─ Mi único objetivo en todo esto, es la muerte de ese hombre y lo conseguiré.
─ Si lo haces, será el fin de las dos ─ mencionó Jamiel ─ y no lo consentiré.

Tras chocar sus poderes, ambas fueron despedidas violentamente contra las paredes del departamento e incluso traspasaron una habitación, pulverizándola a su paso.

Al segundo de después y dentro de la bruma de polvo que dejó el choque entre ambas, un brilló se vislumbro y unos ojos carmesí emergieron, una vez más en la persona de la princesa Kiara, que no estaba dispuesta a perder y aunque lastimada más de la cuenta, consiguió ponerse en pie y estaba a punto de alcanzar su cetro, cuando una garra blanca se lo arrebató y lo mando muy lejos de ella.

─ No me has dejado más alternativa, Kiara ─ murmuró Elizabeth, transformada en Enkion, el lobo blanco de la maldición.

Sin duda que su aspecto era intimidante, ya que era el más grande de los tres sigran de lobos y aunque Mantrus fuese el más poderoso de todos, Enkion, jamás perdió una batalla en el reino de la luna y por su nobleza se destacó como el lobo del espíritu de la sabiduría e inteligencia, por lo que muchas culturas indígenas en la tierra lo respetaron, en especial en Norteamérica.

─ ¿Qué estás haciendo, Enkion? ─ inquirió la princesa y ama del sigran.
─ Impidiendo que cometas una locura ─ respondió éste ─ acaso no te das cuenta que con la muerte de Alexander, sólo conseguirás facilitarle las cosas a tu madre, truncando el destino de tu gemela y enviándola directo a casa.
─ ¿Mi madre, está detrás de todo esto? ─ preguntó un tanto incrédula, Kiara. ─ eso es imposible. Eso es una infamia.

Y sin mediar más palabra, intentó atacar a su sigran. Sin embargo, no lo consiguió por estar mal herida y sus ataques fueron infructuosos, ya que Enkion los evadió todos y  sin mucho esfuerzo, consiguió someterla y solo el brilló en sus ojos se mantenía en pie de guerra.

─ Debes anularla de una vez, antes que el legado carmesí se renueve en ella ─ indicó Baltros, que estaba nuevamente en pie.
─ ¿El legado carmesí? ─ preguntó Enkion. ─ ¿Qué es eso?
─ El legado carmesí, es la maldición con la que fue castigada la familia de la luna y se despierta cuando el odio inunda el corazón de las herederas de las silver moon Light, provocando que la ira se multiplique al céntuplo y no cegará hasta derramar mucha sangre para calmar su furia ─ explicó Baltros.
─ Estás insinuando que la ira, es el alimento con el cual ese legado se incrementa ─ indagó Elizabeth. ─ ¿cómo es que no he podido recordar eso?
─  Eso se debe a que tú eres el sigran protector de la princesa Kiara y además, la mujer que ella ama, por lo que al momento de legarte la maldición, se borró todos tus recuerdos como su guardián y así, no pudieses intervenir con tu poder y conseguir tu propósito como una simple humana ─ reveló Baltros.
─ ¿Cuál es mi propósito? ─ demandó Elizabeth.
─ Eso debes averiguarlo sólo tú y la princesa en su propio desafío ─ mencionó Baltros ─ ahora debes concentrarte y anularla.

 A la Marquesa, en nada le agradaron las palabras de Baltros, ya estaba cansada de tanto misterio y acertijo, con un gruñido amenazante, indagó…

─ ¿Cómo rayos conseguiré eso? ─ preguntó Elizabeth.
─ Recuerda el ritual Enkion, en ello está la clave ─ señaló Baltros.

En un abrir y cerrar de ojos, Enkion, recordó aquella ceremonia en que su madre Durían, le explicó su importancia y justo en ese momento, la princesa de la luna roja, ya recobraba sus fuerzas, cuyos ojos se volvieron más intensos, llenos de odio y una sonrisa torcida se formó en sus labios…

─ Demasiado tarde, lobito ─ murmuró entre dientes Kiara, en el momento que su mano empuñada se alzó para matarle.
 ─ «Enerin dalzen kamir, esprictrum de laftenae Inkebien zolder» (como tu consorte, me debes lealtad y tu espíritu está conmigo hasta el final) ─ recitó Elizabeth, en el momento preciso en que el anillo se abría para desatar todo su poder.

Tras recitar aquellas palabras, su esposa, se desvaneció de golpe, cayendo en los brazos del lobo blanco y recuperando Kiara, su apariencia de humana.

─ Al fin ha terminado todo ─ susurró Elizabeth.
─ Aún no ─ señaló Jamiel, que sostenía en brazos a su esposa Cristina, cuyo parte baja de su cuerpo, estaba teñida en sangre.
─ Mi señora ─ balbuceó Baltros. ─ debemos asistirla cuantos antes.
─ No malgasten su tiempo, déjenla que muera de una vez. Es una inútil que no sirve para nada ─ fueron las crueles palabras que salieron de la boca de su progenitor.

En menos de un segundo, las garras de Baltros, rompían las costillas de Alexander Loren.

─ Maldito engendro, deberías ser tu quién muera ─ gruñían con rabia, Baltros.
Ni todo el dolor que le ocasionará el sigran, mermo la maldad de Alexander, que con una sonrisa retorcida, acotó…
─ Si hablamos de engendro, ¿Qué eres tú, querida Pilar? ─ siseó Alexander ─ admite hija mía, que le harán un favor al mundo, librándose de una fatalidad como lo es tu hermana, no sirve ni siquiera para venderla como mujerzuela.
─ Cállate bestia ─ aulló Baltros, propinándole la paliza de su vida. ─ ¿cómo puedes llamarte padre?, ¿desde cuándo el dinero te lavó el cerebro hasta el punto de condenar a los tuyos a un infierno?
─ El poder y la riqueza lo es todo en este mundo ─ apenas balbuceaba palabra Loren, tras cada golpe que le propinaba su propia hija. ─ fortuna es la que me prometieron.
─ Infeliz ─ rugió Baltros.
─ Ya basta, Baltros ─ ordenó Enkion, al mismo tiempo que detuvo el brazo del sigran. ─ No vale la pena mancharse las manos en sangre con un hombre que ya está muerto en vida.
─ Haz caso, Cristina, no vale la pena ─ se burló Alexander, tomando un respiro, aunque su aspecto era deplorable.

Fue la propia Elizabeth, que le asestó el golpe de gracia, dejándolo inconsciente y así, no siguiera sembrando cizaña.

─ Debemos llevar a Cristina cuanto antes a un hospital ─ señaló Elizabeth.
─ No puedo llevarla a un lugar cómo ese, ya que harían muchas preguntas ─ explicó Jamiel ─ además, solo la medicina de mi pueblo podrá curar a mi esposa y a mi hija.
─ Eso quiere decir, ¿que la bebé se encuentra bien? ─ preguntó Baltros.
─ Ambas están delicadas y es preciso irnos cuánto antes ─ demandó Jamiel.
─ ¿Qué haremos con todo esto? ─ inquirió Baltros ─ deberemos limpiar todo el lugar, antes de que la policía haga acto de presencia.
─ Eso no será necesario ─ indicó Elizabeth ─ Jamiel, al momento de salir del portal lanzó un hechizo sobre el edificio por lo que los demás no pueden ver ni oír nada.
─ De la misma forma restaurare todo el departamento, mientras ustedes dos vuelve a su aspecto normal ─ ordenó Jamiel. ─ debemos irnos cuanto antes.

A escasos segundos en que la joven princesa de los dinkaire, terminase de hablar y fuese ella, misma quién por medio de una invocación, que dejó el departamento del mismo modo que lucía siempre.

Mientras Elizabeth y Pilar, recobraban su apariencia humana y cubrieron sus cuerpos con nuevas ropas que les entregará Jamiel.

─ ¿Qué haremos con él? ─ preguntó Pilar ─ la ley de este país no hará nada al respecto y sólo en mi país podrá ser juzgado.
─ Alexander, vendrá con nosotros y juzgado por la ley de mi pueblo, ya que atentó en contra de un monarca y ello, significa ser desterrado a los abismos del tuermo ─ mencionó Jamiel.
─ Eso se oye aterrador ─ acotó Pilar.
─ Es una caverna oculta dentro de un acantilado y donde todo es yermo y frío ─ explicó Jamiel ─ los que son llevados ahí, terminan enloqueciendo por la soledad y la falta de alimentos.

Por un instante, el pecho de la joven Loren, se contrajo tras oír el relato. Sin embargo, ese hombre por mucho que fuese su padre, no merecía ningún tratamiento especial, ya que el fue incapaz de tener misericordia con su familia.

─ Es hora de irnos, Pilar ─ demandó Elizabeth, que había puesto su mano sobre el hombro de la joven a modo de consuelo. ─ la vida debe continuar y él, buscó su destino.

Pilar, sólo asintió y se dispuso en seguir a la Marquesa, que en sus brazos cargaba a Kiara, al igual que Jamiel hacía lo propio con Cristina. Mientras que James, se hacía cargo de Loren.

Los siete, desaparecieron por el portal que fue invocado desde otro lugar y por otra persona. De este modo acababa, el mayor desafío en la vida de una de las gemelas de la luna.

No obstante, las verdaderas consecuencias de este desafío, estaban por dejarse sentir muy pronto, ya que muy lejos de ahí, unos ojos carmesí, observaron atentamente todo el desenlace ocurrido en la tierra.

─ Sin duda subestime a esta jovencita ─ murmuró la mujer ─ tendré que tomar cartas en el asunto.
─ ¿Todo está bien, su majestad? ─ inquirió un hombre que estaba con una rodilla inclinada a la espera de nuevas órdenes.
─ Ya es hora que todo prosiga su curso, ve hasta dónde se encuentra Mantrus, muy pronto la luna llena estará en su clímax y en ese preciso momento, se abrirá la puerta del olvido para Kiara ─ ordenó la mujer.
─ Cómo usted ordene, mi reina ─ respondió el lacayo.

Después que el hombre se retiró de la habitación, se escuchó decir…

─ ¿No dejarás que ella se recuperé para el último encuentro? ─ preguntó la voz.
─ De este desafío depende que la nueva reina asuma su derecho y devuelva la paz al reino y libere a nuestra familia de la maldición, mi querida, Balderius ─ explicó la mujer.
─ Comprendo madre. ─ respondió Balderius ─ pero, ¿qué harás si ella se niega en convertirse en nuestra soberana?
─ Siempre ha existido esa posibilidad en la historia de nuestra familia que un echo así ocurra, más nunca la escogida ha dimitido a tal responsabilidad ─ explicó Ankerius.
─ Madre, esta situación es muy distinta de todas las que han debido vivir las otras monarcas de la luna ─ argumentó Balderius ─ estamos hablando de la princesa de la maldición, la que tiene sobre sus espaldas, la mayor condena de todas. Sacrificar su vida por amor. Según veo, ella tiene todo el derecho del mundo en negarse.
─ Si ello, llegase a ocurrir, habrá sellado el destino de todo un reino y quedaremos sometidos al yang, a vivir en oscuridad por siglos ─ explicó Ankerius. ─ Sólo ella tiene el poder en sus manos o mejor dicho en su corazón para dar paz a nuestro mundo y acabar con una enemistad que ha durado por mucho tiempo.
─ Entonces, ¿Por qué nuestra abuela se oponía tanto a que ella sea la reina? ─ inquirió la princesa mayor.
─ Las razones porque Ikarus, se opuso siempre, serán conocidas cuando reina y escudo enfrente al pasado ─ comentó Ankerius ─ principio y fin se verán las caras, en la última prueba de la maldición.
─ Entonces, Argus, planeó todo esto a sabiendas que dentro de dos mil años, volvería a pender de un hilo nuestro destino ─ señaló Balderius.
─ Hija mía, aprende la mayor lección de tu vida, que nada en la vida es lo que parece. ─ mencionó Ankerius ─ que todo aquello que tu crees que fue malo en su tiempo, con el paso del tiempo cobra su real valor y propósito con el que fue hecho.

La anatema con la que Argus, castigó a nuestra familia tiene una doble cara y se dejara ver solo cuando tu hermana y yo nos enfrentemos en el duelo final.
─ ¿Qué quieres decir madre? ─ pregunto la hija mayor de Ankerius.

─ Por ser tu la mayor de mis hijas y quién fue nombrada como la sacerdotisa del templo, puedes ver y comprender mas cosas que tus hermanas ─ explicó la reina ─ cuando el ciclo de la luna llena esté en su punto, podrás ver uno de los tres espectros y ahí tendrás la respuesta a tu pregunta.
─ ¿Porqué todo debes envolverlo en un manto de misterio, madre? ─ inquirió contrariada Balderius.
─ Desde que el universo se creó, hay enigmas ocultos que deben ser descubierto para hallar las respuestas a las preguntas de toda criatura ─ aclaró Ankerius ─ la vida es un hecho y un proceso divino, por lo cual toda criatura debe pasar y evolucionar, nunca será fácil, pero la conquista a todo obstáculo darán la corona al final. La vida no es casualidad o producto de un error, es un don y hay que vivirlo plenamente.
─ He de serte sincera, madre. ─ expuso la princesa ─ no comprendo muy bien tus palabras en este momento, más he de seguir tus indicaciones, ya que toda palabra de un mayor tiene una verdad que se demostrara en su tiempo.
─ Has comenzado a dar muestras de tu sabiduría, hija mía ─ alabó Ankerius.
─ No sólo soy la hija de la soberana de la luna, sino una súbdita de tu reino y como tal te debo obediencia en todo ─ respondió Balderius ─ ahora con tu permiso, madre, veré que todo marche como debe ser.
─ Puedes retirarte ─ indicó la reina.

La joven princesa, solo vio por el rabillo de sus ojos a su madre antes de salir del salón. Había algo que no quedaba claro para ella, desde que retornó del bosque algo había cambiado en su madre. No sabía exactamente qué era, pero su corazón se lo indicaba cada instante que estaba frente a la reina, era un pálpito que le señalaba que algo no estaba bien y sólo había una forma de averiguar qué estaba sucediendo.

Reviso que todo estuviese en su lugar, los guardias apostados en todo el castillo y reviso que su hermana Edryn, ya estuviese lista para comenzar su ciclo. Luego de ello, se fue con rumbo al bosque, necesitaba respuestas antes de continuar con la prueba final y que la incluía a ella directamente como sacerdotisa.

─ Saldré de mis dudas de una vez por todas ─ murmuró Balderius. ─ necesito saber qué sucedió realmente.

Al mismo tiempo que la joven princesa se adentraba por el bosque y en forma paralela, era seguida por una sombra que no había perdido detalle de cada una de las acciones que la joven realizaba.

─  A mí no puedes engañarme, tú vas en busca de respuestas ─ susurró apenas, la sombra ─ sin duda, esto se pondrá muy interesante.

Cada vez más, el manto de misterio se iba descorriendo en la historia de la familia de las Silver Moon Light. Desde que la actual reina trajo al mundo a las gemelas, supo en el acto que estaba frente a las princesas de la profecía y que debía prepararlas para ello. Sin embargo, jamás contó con la mayor dificultad de todas, que ambas se enamorasen de mujeres provenientes de reinos enemigos, ya que cuando decidió enviarlas en representación suya para ciertas festividades, no cruzó nunca por su mente que dichas jovencitas fueran una hija del sol y la otra del reino de las sombras, ambas tribus asentadas en la tierra desde tiempos inmemoriales, cuyo origen paso desapercibido para ella y sus antepasados que de una forma u otra trataron de evitar un hecho así.

Al momento en que la verdad fue descubierta, no le quedo más remedio que mandarlas a buscar y hacerlas desistir de aquel « amor absurdo» No obstante, todo esfuerzo fue  infructuoso por lo que debió recurrir a la única alternativa posible para ella y era someterlas a las pruebas de la profecía y para ello, recurrió a un encantamiento para ambas jóvenes, consiguiendo que la primera no volviese a nacer hasta pasado medio milenio y la otra, sellándola en una maldición que la convirtió en lobo y a la vez quedo sellada en el espíritu del sigran de la justicia.

Todas las acciones de la reina Ankerius, quedaron ocultas a los ojos de sus hijas menores y así, demostraran por sobre todas las cosas que podían sobre ponerse a las dificultades y luchar por el verdadero amor y de este modo revertir la maldición de Erguz.

Dentro de poco, se abriría la segunda puerta del olvido y la princesa faltante se enfrentaría a su mayor temor o dolor en la vida terrenal, para que luego de ello, emergiera la sucesora de Ankerius y diera comienzo así, a la puerta akros o más conocida como la puerta del tiempo, en donde el presente y el pasado, se enfrentarían en una batalla final, por AMOR.

Mientras que en los bosques de la luna, la mayor de las hijas de la luna, llegó al lugar dónde se enfrentaron su madre y su abuela, más lo que halló en aquel sitio la dejo pasmada.

─ ¿Qué es todo esto? ─ se preguntó Balderius, al encontrar cristalizadas las espadas y armaduras de Ankerius e Ikarus, sin rastros de su abuela y al momento de tocar con la palma su mano, una imagen cruzó veloz por su mente. ─ No puede ser.
─ ¿Así que tú eres la sacerdotisa del templo? ─ murmuró una voz en las penumbras.

En el acto, Balderius, se irguió y buscó con la mirada de dónde provenía la voz y detrás de dos cedros antiquísimos, un destello se dejó ver en la oscuridad.

─ ¿Quién eres? ─ demandó la princesa lunar.
─ Soy quién menos te puedes imaginar ─ susurró la voz, emergiendo y dejándose ver.

Los ojos verdes de Balderius, se abrieron de golpe al ver al dueño de la sombra, no podía dar crédito a lo que estaba enfrente de suyo.

─ Ha llegado la hora de que cumplas tu rol y recites la profecía una vez más, sacerdotisa ─ ordenó la sombra al mismo tiempo en que lanzó una rosa negra en dirección del pecho de la joven princesa.

En el momento en que el tallo de la flor, rozaba ya los atuendos de Balderius para incrustarse en su corazón, una ráfaga logra desviarla de su trayectoria y se oyó…

─ No te dejaré que toques a mi señora ─ masculló un guepardo, ubicándose delante de la princesa.
─ Vaya, vaya ─ exclamó burlón,  la sombra ─ por lo visto, ya todos los sigran comienzan a surgir.
─ Cuando el reino esté amenazado por la oscuridad, nosotros resurgiremos para defender a la reina y sus habitantes ─ expuso el sigran ─ siendo invocados por el pergamino azul y tú debes ser el responsable de todo.

Tras las palabras del sigran, una sonrisa maléfica se dibujó en la comisura de los labios de la sombra y luego de ello, acotó…

─ No cabe duda que eres el sigran de la luna menguante, posees sus mismas cualidades…la inteligencia  y sagacidad ─ manifestó la sombra. ─ Más ni tú ni los otros podrán evitar que se lleve a cabo mis planes.
─ Eso está por verse ─ masculló el sigran, que ya se prestaba a atacar al intruso.

Antes que el sigran pudiese dar un solo zarpaso, la sombra, huyó bajo un manto de bruma sin antes lanzar la siguiente amenaza…

─ No lo olvides, Balderius, muy pronto recitarás mi plegaria y tus hermanas se presentarán ante mí ─ advirtió la sombra.

Al terminar las palabras, una nueva rosa volvió a ser lanzada desde otra dirección y dio de lleno en la espalda de la princesa y un grito se escuchó de sus labios, alertando a su sigran, de que la sombra había conseguido su objetivo.

Con un movimiento veloz, alcanzó a cortar a la mitad la flor, más el daño ya estaba hecho  y como cual veneno, recorrió el torrente sanguíneo en busca del corazón de la joven y sin perder tiempo, el sigran, cargó sobre su espalda a su ama y salió raudo del lugar.

Corrió la carrera de su vida, ya que la vida de su dueña pendía de un hilo y debía conseguir ayuda cuanto antes y así, evitar que se cumpliese la profecía del hechicero.

En cosa de minutos, ya estaba llegando al palacio y al momento de poner una pata en el escalón principal fue recibido por Arsyus y Fardinem, que presintieron el grito de dolor de su hermana y fueron en su busca.

─ ¿Qué sucedió Ferkus? ─ preguntó Arsyus, al tiempo que tomaba en sus brazos a su hermana.
─ Fue atacada con una rosa negra, mientras estábamos en el bosque ─ señaló el sigran.
─ ¿Atacaron con una rosa negra a Balderius? ─ inquirió Fardinem ─ eso es imposible, ya que sólo, la soberana de la luna puede otorgarla y también…eso es inadmisible.

En eso se oyó decir…

─ Llévenla cuanto antes a mi recámara ─ ordenó Ankerius, desde el umbral de la puerta de palacio.
─ Cómo ordenes, madre ─ asintió Arsyus.
─ Fardinem, lleva a ferkus contigo y vayan a la fuente de los antepasados en busca de Adamarys ─ ordenó su madre ─ dense prisa.
─ Enseguida ─ afirmó Fardinem, yéndose junto al sigran rumbo a los manantiales del reino.

Tan pronto la luna creciente se fuese con el guardián. La reina, se fue con su otra hija a su recámara y con ayuda de está, consiguieron detener por un breve tiempo, que surtiese efecto el veneno de la rosa negra.

─ ¿Madre, qué está pasando? ─ preguntó Arsyus, que por orden de su madre, otorgo un poco de su poder, que constaba en sanar heridas y reponer el poder perdido.

Ankerius, guardó silencio por unos minutos. Sus ojos carmesí se volvieron profundos y empequeñecieron de súbito y luego, agregó…

─ Ha comenzado, nuestra peor pesadilla se está cumpliendo ─ mencionó Ankerius, que volvió su rostro hacia el ventanal de su alcoba. ─ deben estar listas para servir a la nueva soberana y convertirse en su lanza.
─ Madre ─ murmuró una intranquila Arsyus. ─ ¿qué sucederá contigo?
─ Cumplir con mi destino al igual que tu abuela ─ respondió Ankerius, su mirada estaba perdida en el horizonte y de pronto volteó a verla. ─ Hija mía, de nosotras depende que la historia no se vuelva a repetir.
─ Comprendo ─ afirmó Arsyus, que abrazó a su madre y beso su mejilla, añadió ─ nosotras somos distintas de nuestras antepasados. Ten por seguro, que ella lo conseguirá y vencerá esa anatema, porque su nombre está escrito con fuego y significa fuerza.
─ Así es hija mía ─ concordó Ankerius ─ desde un comienzo todo ha estado relacionado con ella y ya comenzó a dar muestras de su poder.
─ Ella no es como Cristaladiem y es algo que ese hechicero nunca tomó en cuenta ─ agregó Arsyus ─ vencerá, ya lo verás y lo mismo sucederá con su gemela. Ambas lo conseguirán.
─ Deben conseguirlo, de lo contrario serán las que más pierdan ─ señaló Ankerius ─ y todos nuestros esfuerzos habrán sido en vano, sumiendo a nuestro  reino a una oscuridad total.
─ Yo confío plenamente en mis hermanas y en especial, ella ─ manifestó Arsyus.
─ Lo sé muy bien ─ señaló Ankerius ─ ahora debemos ocuparnos de Balderius y vigilar a tus hermanas para que cumplan con sus objetivos.

Ambas mujeres, quedaron viendo en dirección de la tierra, en dónde se encontraban sus seres queridos y mentalmente, emitieron una plegaria por las dos jóvenes y su futuro.

Mientras todo ello ocurría en el reino de la luna, en los bosques de Glasgow…
Un portal se abrió de golpe frente a un templo de cristal amatista y siete personas salieron de él y fueron recibidos médicos del clan dinkaire.

─ Princesa Jamiel ─ preguntó Anatiel ─ ¿consiguió llegar a tiempo?
─ No del todo Anatiel ─ contestó ella, recostando a su esposa sobre una cama hecha de cristales de cuarzo amatista. ─ llegamos cuando mi esposa, ya había sido herida por su padre y ahora debemos conseguir detener esa hemorragia.
─ Entiendo ─ respondió Anatiel ─ mandaré por yerbas para la princesa Krastian.
─ Te lo agradezco ─  señaló Jamiel, haciendo una reverencia.
En el acto, el hombre, mandó en busca de las yerbas y se dispuso a cooperar con su señora en restablecer la salud de su Kamir.
─ ¿Cómo sigue mi madre? ─ preguntó Jamiel,  a la vez que sus manos dejaban las siete gemas en el cuerpo de su esposa, en sus siete chacras.
─ Aún continua inconsciente, nuestra reina entró en el letargo del sueño del oso y pasará mucho tiempo para recuperarse del ataque de Mantrus ─ explicó Anatiel.
─ Ya veo ─ exclamó Jamiel, incorporando su cuerpo y viendo de frente al hombre. ─ no podremos contar con Durían y estoy segura que ese sigran, no fue el responsable de esa herida en su corazón, alguien más está detrás de ese ataque.

En ese instante, llegó una joven con las yerbas que solicitó la heredera del clan dinkaire y ésta con ayuda de los médicos, hicieron un ungüento que derramaron en el cuerpo de la Cristina y luego, envolvieron su cuerpo con una manta blanca y en su propia lengua, recitaron una oración que fue encendiendo uno a uno los doce cirios apostados en la cama donde se encontraba la joven Loren y de cuyas mini vasijas, una llama de fuego violeta comenzó a arder a la vez que los cristales de amatista comenzaron a destellar intensamente en reacción a la frecuencia en que vibraban unos a otros en repuesta a la conversión de energías que estaban siendo invocadas.

En cosa de segundo, Cristina, fue envuelta en un manto de fuego violeta que cubrió todo su cuerpo y comenzó a transmutar sus energías y dio paso a que las corrientes de vida que en ella se habían roto e interrumpido, se restablecieran paulatinamente.
El sangrado se detuvo en el interior de su cuerpo y la vida que se estaba gestando dentro de ella, estaba a salvo y contaba con nuevos bríos para seguir luchando en su formación: No obstante y a pesar de recuperar su salud, había algo que no estaba bien y era que la joven princesa lunar, estaba en el limbo del silencio y su mente yacía dormida en sus recuerdos y si no era sacada de ese sueño profundo quedaría atrapada por siempre, quedando muerta en vida.

Una vez que concluyeron el ritual de sanación, Jamiel, tomó conciencia de que la única persona que podía ayudarla era nada menos que su gemela, Kiara.
Para eso, debía hablar con su hermana Elizabeth y pedir su consentimiento, ya que debía sumar a la joven en un sueño y poder conectarlas Psíquicamente y así, poder entrar a los recuerdos de Cristina y ayudarla a despertar.
Por su parte, la Marquesa de Cronwell, había dejado descansar a su esposa en otra cama de recuperación con cristales de cuarzo rosado para que su corazón pudiese calmar la furia que se desencadenó en ella.

Al momento en que Jamiel, entró a la habitación, supo que había problemas y con mucha paciencia, escuchó los argumentos que le planteó su hermana. Conocedora del gran amor que ambas se profesaban, y a pesar de que como toda humana, le costó un tanto aceptar exponer a su esposa a cierto peligro, pero pudo más su inmenso amor por su esposa que su egoísmo.

─ Lo dejo en tus manos Jamiel, tú mejor que nadie conoce los lazos que unen a Cristina con Kiara y no puedo oponerme a tu petición ─ respondió Elizabeth.
─ Te lo agradezco en el alma, Elizabeth ─ expuso Jamiel ─ no es fácil exponer a la persona que más amamos a algo desconocido.
─ Antes de que toda esta locura diera a lugar, le prometí a mi esposa, que no permitiría que le hiciesen daño a Cristina y sin embargo, no tome el resguardo correspondiente para ello y ese hombre consiguió su objetivo al final de cuentas ─ se lamentó Elizabeth.
─ También yo fallé, hermana ─ agregó Jamiel ─ era mi responsabilidad velar por mi esposa y mi hija. Debí prever que el ataque hacia mi madre, era una simple distracción para apartarme del lado de Cristina y así, dejarle el camino libre a su padre. La única culpable de que Cristina esté en este estado, soy yo, por no entender las señales y ponerla a salvo de Alexander.

Ambas mujeres, sintieron pesar en lo profundo de sus corazones al recordar las palabras de Durían al momento de encontrarle herida y tendida en el piso…

«Cristina, corre peligro en este momento, todo fue una trampa y has caído en ella, hija mía. Deben irse de prisa y evitar que ella muera e impedir que Kiara, mate al padre de tu esposa y consiga que la maldición cobre su precio en sangre en una nueva guerra. No hay tiempo que perder, vayan cuanto antes y eviten una nueva desgracia»

─ La única responsable en todo esto, es la madre de nuestras esposas y sus malditas pruebas ─ repuso con rabia Elizabeth.
─ La reina de la luna, fue muy lejos esta vez al lastimar de ese modo a mi esposa ─ replicó con igual molestia Jamiel ─ una cosa es que deteste a nuestro pueblo y otra muy distinta es exponer de ese modo a su hija al punto de que su vida corriese peligro, es algo que no dejaré pasar y en cuanto Cristina, se recuperé, buscaré la forma de ajustar cuentas.
─ No estarás sola en ello, Jamiel ─ apoyó Elizabeth ─ juntas enfrentaremos a esa tal reina, porque algo dentro de mi ser, me dice que ahora, ira por Kiara y yo no estoy dispuesta a que ella, pase por lo mismo que Cristina. Eso nunca.

En el corazón de ambas jóvenes, estaba despertando un profundo sentimiento de encono hacia la persona de Ankerius, el antagonismo iba creciendo a tal punto en que sino fuese por lo delicado de la salud de Cristina, ya estarían desafiando a la soberana de la luna, a quién culpaban de toda su desgracia y se incrementaría mucho más, cuando le develasen que fue la responsable de que en la otra vida se les privará de concretar su amor y fuesen apartadas cruelmente de ellas.

Arguz, estaba consiguiendo su objetivo, de enfrentar nuevamente a tres pueblos por causas del amor y ponerlos en jaque y tener que decidir por dos caminos a seguir, la vida o la muerte.

Desde el reino de la luna, Edryn comenzaba a entonar su canto y daba inicio al ciclo de la luna llena y el desafío que se gestaría para Kiara y su mayor temor de todos…Mariana Santillán.



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