El verdadero enemigo...Una eterna (Ikarus)

La Maldición de la Luna, capítulo 23

Luego de que las chicas compartieran un grato almuerzo en familia. Retornaron a su rutina de trabajo, tras ser avisadas por Jules que los requerimientos de la Marquesa habían sido cumplidos a cabalidad.
Fue la propia Elizabeth, quien se ocupó personalmente de acompañar a su hermana y presentarla con las respectivas personas que trabajarían codo a codo con ella y estás  eran: el director de finanzas y Stephanie, su secretaria.



Luego de las presentaciones. El grupo se dedicó a analizar el método de trabajo y objetivos que deseaba alcanzar la Marquesa.

Por su parte, en el tercer piso del edificio…

Jules, hacía lo propio con Kiara y Cristina, al mostrarles su nuevo despacho y  presentarlas con Jazmín. Luego de ello, las chicas comenzaron con su trabajo.

─Quién lo iba a decir, que terminaríamos trabajando juntas nuevamente ─comentó Cristina.
─La vida da muchas vueltas ─acotó Kiara.
─Ni que lo digas ─puntualizó Cristina ─jamás pasó por mi cabeza trabajar para Elizabeth. Creí que Global sería mi única empresa.
─Por cierto, Cristina ─inquirió Kiara ─ ¿tuviste muchos inconvenientes para dejar Global?
─ ¡Uf! ─Exclamó ésta  ─ellos no deseaban que dejásemos la empresa. En un principio se molestaron mucho y si no fuese porque Elizabeth intervino, no hubiéramos podido partir.
─Ya veo ─señaló Kiara ─de seguro Elizabeth, sabe cómo tratar con sus pares.
─Ella es muy buena negociadora, por algo ha llegado tan lejos en el mundo de los negocios ─comentó Cristina.
─Ni que lo digas ─bromeó Kiara ─estamos hablando de la terrible Marquesa de Cronwell, su fama le precede dónde quiera que vaya.
─Jajaja ─se burló Cristina ─ que no te oiga, sino tomará severas represalias para con su adorada esposa.
─No me quejaría si llegase hacerlo ─mencionó risueña Kiara.
─Claro que no lo harías ─acotó pícara Cristina ─has conseguido domar a semejante mujer y la tienes comiendo de tu mano.
─No digas eso ─ reprochó Kiara ─jamás pretendería hacer algo por el estilo.
─Pero no puedes negar que tu esposa te consciente en todo ─agregó Cristina ─y viene a demostrarte lo mucho que te ama.
─Es verdad ─acotó Kiara ─cada acto que ella tiene, me parece encantador y reflejan su hermoso corazón  y debo confesarte que me gusta mucho descubrir esa faceta en ella. Mi esposa es perfecta y está llena de cualidades.
─Se nota que ya has comenzado a quererla ─comentó Cristina, muy feliz de ver el proceso de cambio en su querida amiga.
─Por supuesto que sí ─agregó kiara ─con sus acciones ha conseguido conquistarme y tiene un lugar privilegiado en mi corazón. Sabes Cristina, he comenzado a enamorarme de Elizabeth, y a su lado soy complemente feliz.
─Me alegra mucho saber eso, tontita ─acotó ésta ─ella es la mujer perfecta para ti y estoy más que segura que dentro de muy poco tiempo, la amarás con todo tu corazón y como nunca antes lo has hecho.

Tras oír lo último, la joven Milovic, no pudo evitar traer a la memoria a su viejo amor…Mariana.

Sintió una puntada dentro de su corazón con aquellas remembranzas. Suspiró profundamente y trato de distraerse en su trabajo para no despertar las sospechas de su amiga y recibir una reprimenda de su parte.
Sin embargo,  Cristina, no es nada tonta y se percató al instante de ello, tras contemplar su semblante y ese suspiro  vino a confirmar sus sospechas.

─Ya verás que la olvidaras de una buena vez ─mencionó Cristina ─ y te darás cuenta que tu único y verdadero amor, es y será Elizabeth.
─Eso espero, Cristina ─dijo apenas audible Kiara ─no sería justo seguir atada a una mujer que no vale la pena.
─Deja que el amor de tu esposa borre de tu corazón el nombre de esa bestia ─añadió seca Cristina.
─Tienes razón ─concordó Kiara ─será mejor que cambiemos de tema, ¿no te parece?
─Definitivamente ─señaló Cristina ─por cierto, es increíble ver la cantidad de empresas que tiene Elizabeth en esta ciudad.
─Esto es sólo la punta del iceberg ─señaló Kiara ─espera a ver, cuando debamos revisar todos los informes de sus otras empresas repartidas en otras ciudades.
─ ¡Cielos! ─dijo anonada Cristina ─entonces deberemos repartirnos el trabajo.
─No lo creo amiga ─acotó Kiara ─es cosa de que nos organicemos bien, ya verás que en poco tiempo lo tendremos todo resuelto.
─Te concedo la razón ─expuso alegre Cristina ─somos el dúo dinámico. Nada puede contra nosotras.
─Jajaja ─bromeó Kiara ─como en los viejos tiempos, más unidas que nunca.
─Nada de eso ─rebatió Cristina ─nunca te desharás de mi personita preciosa.
─ ¡Ay no! ─ Se quejó Kiara ─ya has vuelto a la carga, grandísima idiota.
─ ¡Obvio! ─Exclamó pícara Cristina ─pensabas acaso que dejaría de acosarte así como así. Déjame decirte que eres una ilusa si creías eso.
─No tienes arreglo ─ dijo resignada Kiara- definitivamente Jamiel, tiene una difícil tarea. Conseguir domesticar a una bestia como tú.
─Jajaja ─ estalló en risas Cristina, al escucharla. ─ mi esposa sabe muy bien que la amo y tiene plena confianza en mi persona.
─Merece que le hagan un monumento, por la paciencia y el valor─–soltó con ironía Kiara.
─ ¡Bruja! ─Reprochó Cristina ─deberías aprender de ella y demostrarme tu cariño por medio un besito. (Guiñando un ojo lo más coqueta del mundo)
─ ¿Así? ─inquirió Kiara, que dejó su asiento y se acercó al escritorio de su amiga. Inclinó su cuerpo y su rostro quedando a la altura del de  Cristina y muy cerca de sus labios y en un tono muy sensual, susurró…
─-¿cómo lo deseas? Y ¿dónde?
─Apasionado  y en los labios ─señaló con descaro y sin amilanarse con la proximidad de su amiga.

Kiara, entrecerró sus ojos y una sonrisa burlona asomó en sus labios…

─Deseo concedido ─murmuró sensual Kiara. Mientras descendía hasta los labios de la joven Loren y cuando ya estaba  rozándolos con los suyos. De pronto una mano, asomó detrás de la nuca de ésta y…se dejó caer en ella.
─ ¡Auch! ─Exclamó Cristina, tras sentir que golpeaban su cabeza y ver cómo Kiara, se alejó de su rostro muerta de la risa. ─ ¿por qué hiciste eso?
─Por fresca y sinvergüenza ─indicó divertida Kiara ─además, cumplí con tus caprichos tal cómo me pediste. Así que no te quejes.
─Esas no son formas de demostrarme cariño, granuja ─reprochó Cristina.
─Tú tienes la culpa ─se mofó Kiara ─por descarada.
─Eres una bruta ─dijo con malicia Cristina ─tendré que enseñarte métodos para ser más complaciente y sumisa.
─No me hagas reír─–señaló Kiara, alzando un ceja en señal de incredulidad. ─quiero verte intentarlo. Te aseguro que perderás tu tiempo.
─No me desafíes, dulzurita ─acotó pícara Cristina ─ en menos de lo que crees, te tengo besando mis pies.
─Tu descaro no tiene límites, Cristina ─comentó risueña Kiara, apoyando su mentón en el hombro de ésta y a la vez que, pellizcaba el brazo de la joven a  modo de respuesta.─ aunque debo confesarte que es divertido verte hacer el ridículo.
─ ¡Oye tú! Córtala de estar maltratando mi pobre humanidad ─reprobó en el acto ésta-  dejarás todo marcado a este pobre cuerpecito.
─No te quejes guapa ─bromeó Kiara ─tómalo con una muestra de mi amor por ti.
─ ¡Amor! ─ Rebatió indignada Cristina ─voy a demandarte por daños y perjuicios, ya verás bruja, pediré cadena perpetua en tu contra.
─ ¡Inténtalo! Si es qué puedes ─desafió Kiara, entre risas  y a la vez que ocupaba nuevamente su lugar en su escritorio.
─No te confíes Milovic ─esgrimió Cristina, con cierta provocación. ─conseguiré que caigas rendida en mis brazos.
─ ¡A ti se te zafó un tornillo definitivamente! ─Exclamó resignada Kiara ─será mejor que te comportes como una mujer casada y no como la sabandija que eres. Siento pesar por la pobre de Jamiel.
─Eres una aguafiestas ─Refutó Cristina ─no tienes sentido del humor alguno.
─Si tú lo dices. Supongo que ha de ser así ─comentó Kiara ─ahora, concéntrate en el trabajo será mejor.
─A sus órdenes mi capitán ─dijo divertida la joven Loren a la vez que le lanzaba un beso desde su lugar. ─con gusto cumpliré sus deseos.
─Déjate de payasadas ─demandó Kiara, que no pudo evitar reírse tras el gesto de su amiga, que siempre se las arreglaba para sacarle más de una sonrisa con sus idioteces.

Kiara, se quedó viéndola disimuladamente por el rabillo de sus ojos. Mientras ésta, se sumergía en su trabajo.  

El contemplarla ahí, frente  a ella, era un sueño hecho realidad. Disfrutar de su compañía nuevamente al trabajar codo a codo, simplemente un placer y una gran dicha. Sin embargo, pese a ello, había algo que le tenía inquieta…

La joven Milovic, con gran esfuerzo y astucia de su parte, había conseguido mantener oculto a las demás, su preocupación. Y esta tenía nombre y apellido, Alexander Loren. El saber que la sombra de ese hombre, se ceñía amenazante sobre su querida amiga, la tenía demasiado intranquila.

Su temor no era infundado, ya que conocía de sobra los métodos que empleaba ese señor, para someter a sus hijas a sus caprichos. Sin embargo, podía disfrutar de cierto respiro, todo gracias a Elizabeth, que brindó la oportunidad de tenerla trabajando a su lado. Aún así, no quería confiarse del todo, hasta no ver a ese rufián tras las rejas o muy alejado de su amiga.

Después de reflexionar  en todo ello, una hermosa sonrisa inundo su rostro y retomó su trabajo, perdiéndose en él.

Momentos más tarde…

Tras unos leves golpes en la puerta…

─Siento interrumpirlas ─dijo Jazmín ─les traigo más carpetas que les envían desde finanzas.
─Déjalas acá por favor ─indicó Kiara ─y no te preocupes Jazmín. No interrumpes, cumples con tu deber nada más.
─Aprecio tus palabras, Kiara ─comentó ésta ─es un gusto para mí, trabajar para ustedes dos.
─También para nosotros ─acotó Cristina, que no dejó de observarla desde que entró al despacho.
─Quién lo iba a decir, que las tres terminaríamos trabajando juntas ─expuso Kiara ─la vida tiene muchas sorpresas.
─Por lo visto ─respondió Jazmín, cuyos ojos brillaban mucho al verse reflejados en los miel de Kiara.
─Haremos un buen equipo de trabajo ─Comentó Cristina, colocándole énfasis en las últimas palabras e interrumpiendo la escena.

Aquello, tuvo el efecto deseado, pues la joven despertó de su ensoñación con la que veía a su nueva jefa y en eso recordó algo…

─Antes que lo olvide por completo─–señaló Jazmín ─la Marquesa, les pide que la esperen aquí, ya que tiene unos asuntos que resolver antes y luego se podrá reunir con ustedes.
─Gracias por informarnos ─mencionó Kiara.
─Ahora si me disculpan, debo regresar a mi trabajo ─señaló Jazmín.
─Puedes retirarte tranquila ─indicó Kiara.

Luego de ver que la joven secretaria dejará el despacho. Cristina, volvió su vista hacia su amiga y tras unos minutos de silencio, comentó…

─Kiara –señaló Cristina ─debes mantener la distancia con Jazmín. Ella siente algo por ti y tú lo sabes bien y podría traerte problemas con Elizabeth.
─Estoy plenamente consciente de ello ─explicó Kiara ─fue un error estúpido de mi parte y buscaré el modo de enmendarlo y evitar así, que Jazmín pierda su empleo por mi causa, ya que Elizabeth es muy celosa.
─Ella, simplemente cuida con celo lo que considera suyo ─comentó Cristina.
─Lo sé muy bien –respondió Kiara ─veré el modo de arreglar las cosas.
─Busca el momento adecuado para hablar con Jazmín y dejar las cosas claras ─señaló Cristina.
─Eso haré ─contestó Kiara y volvió a su trabajo nuevamente.

Mientras en el despacho de la Marquesa…

─Marquesa, esa es la situación con la señorita Calaghan ─comentó su abogado.
─Ya veo –mencionó Elizabeth ─así que Victoria, desea una indemnización por rompimiento de contrato. Hay que ver que es una descarada.
─¿Cuáles son sus órdenes al respecto, Marquesa? ─inquirió el abogado.
─Responderemos de la siguiente forma ─explicó ésta ─quiero que presentes una demanda en su contra por acoso y discriminación hacia una de mis funcionarias, y tendrás por testigos a: mis demás socios, Jules y a Stephanie.
─Se procederá de inmediato ─respondió el hombre.
─No tengas contemplación alguna ─demandó Elizabeth sin asco ─si Victoria quiere guerra, pues guerra es lo que tendrá.
─ Tendré presente sus deseos ─contestó el licenciado.
─Muy bien –señaló Elizabeth ─lo dejo en tus manos y mantenme informada de cualquier cosa que suceda con esa mujer.
─Cómo usted ordene ─respondió éste ─estaré en contacto con usted. Ahora me despido, Marquesa.
─Perfecto ─comentó Elizabeth ─puedes retirarte.

Luego de que su abogado se retiró de su despacho. Elizabeth, quedo reflexionando sobre el tema.

─Vas a lamentar tu decisión Victoria ─dijo en voz alta, Elizabeth ─fue mala idea la tuya, la de poner en tus planes  de conquista a mi esposa.

Tras echarle un rápido vistazo a su reloj de pulsera. Tomó su teléfono y marcó con la oficina de…

─Jamiel ─dijo Elizabeth ─te espero dentro de cinco minutos en la suite.
─Acabo esto y voy enseguida ─señaló ésta.
─No demores mucho ─señaló la Marquesa.
─Descuida, no lo haré ─respondió Jamiel ─nos vemos allá
─Perfecto ─contestó Elizabet y cortó la llamada y tras ordenar sus cosas, abandonó su despacho con rumbo al ascensor.

Momentos más tarde…

─Ha sido una tarde muy provechosa─–comentó Cristina, haciendo un alto a su trabajo.
─Mucho diría yo─–comentó Kiara, viendo su reloj. ─después de que te dignarás a dejar de lado tus idioteces.
─ ¡Amargada! ─Exclamó risueña Cristina, a la vez que guardaba los documentos dentro de una de las tantas carpetas que estaban sobre su escritorio.
─ ¿Yo? ─Inquirió con desenfado Kiara ─No te confundas querida mía. Centrada que es distinto.
─Sí, sí ─dijo burlona ella ─lo que tú digas. Los hechos no mienten preciosa.
─ ¿Qué estás queriendo decir? ─preguntó de lleno Kiara.

Justo en ese momento tocan a la puerta del despacho…

─Adelante ─indicó Kiara.

En eso, asomó la inconfundible figura de Elizabeth, ataviada en un hermoso conjunto azul, dándolo un aspecto muy sensual y que dejó a Kiara con la boca abierta, causando una pequeña risita burlona en Cristina, tras ser testigo de lo boba que lucía su amiga del alma al ver a su esposa.

─ ¿Ya están listas? ─preguntó Elizabeth.
─Por supuesto ─respondió Cristina, con un dejo muy divertido en sus ojos azules al mirar a su jefa. ─me parece que tendrás que despertar a la bella durmiente de su ensoñación.

La Marquesa, captó enseguida el mensaje y guiñó un ojo a la joven Loren a modo de respuesta. Se desplazó hasta el escritorio de su esposa, despacio, con un caminar sensual y provocador, no apartando en ningún momento la mirada de su esposa. En cierta forma, le complacía el impacto que causaba en ella, el verla sonrojarse a menudo por algún dicho o gesto suyo.

Agradecía cada día ver  un nuevo brillo en sus ojos miel: asombro, ternura, cariño y dicha. Era sin duda esto, lo más extraordinario que le ha ocurrido, ser testigo de la metamorfosis de la que ahora es su esposa y el gran amor de su vida. Lejos quedaron los tiempos en que esos ojos brillaban con desprecio e indignación. Tenía motivos  para estar alegre y agradecida de la vida, por haber encontrado el camino de la redención de su vida y pasado.

─ ¿Sucede algo amor mío? ─inquirió Elizabeth, a la vez que la tomó por el talle y buscó sus labios para depositar un breve beso.
─No sucede nada…solo qué ─repuso Kiara, luego de que su esposa  la besase y no podía dejar de ver lo hermosa que lucía.
─ ¿Qué cosa? ─apremió Elizabeth y una coqueta sonrisa se dibujó en su rostro al ver que su esposa no dejaba de verla de pies a cabeza y sin poder articular palabra alguna.
─ ¿Cuándo te cambiaste? ─logró al fin preguntar y darse cuenta que fue muy obvia al verla de ese modo, tan…embobada.
─Después de dejar a Jamiel en compañía de los otros ─respondió Elizabeth y girando sobre sus talones para que su esposa la observara por completo. ─ ¿crees qué me veo bien?
─Estás hermosa y muy sexy ─se apresuró en responder Kiara y no pudo evitar sonrojarse al ver el brillo que se desprendiera de esos ojos verdes de su esposa.
─Me alegra saber que puedo conquistar a mi esposa y  que ella me vea hermosa ─señaló la Marquesa con mucha naturalidad. ─ahora vámonos. Pilar nos espera.
─De acuerdo ─respondió Kiara y aceptó la mano que le ofrecía Elizabeth y entrelazándola con la de ella.
─Por cierto amor… ─comentó Elizabeth, antes de salir del despacho. ─no voy a compartirte con mujer alguna.
─ ¿A qué te refieres?─preguntó asombrada ésta, después del comentario.
─Me refiero lisa y llanamente a tu secretaria… Jazmín ─señaló sumamente serena Elizabeth. ─no le des pies a falsas esperanzas a esa joven.
─Descuida, Elizabeth. No haré tal cosa ─respondió en el acto Kiara, al momento de cerrar la puerta de su despacho.
Perfecto ─acotó Elizabeth al momento en que ambas pasaban frente al escritorio de la  mencionada y en ningún momento soltó la mano de su esposa, dejando muy claro el mensaje a su empleada.
Cristina que las esperaba al costado del ascensor, apreció todo y en cierta forma sintió un poco de pesar por jazmín, al ver el asombro y la tristeza reflejados en su rostro al momento de ver a la pareja tomadas de la mano.

«Si no hubiese conocido a Jamiel, tal vez, estaría en la misma situación que la de Jazmín» reflexionó Cristina.

─Jamiel es la mujer que amas y con ello debe bastar ─acotó Elizabeth, clavando su mirada en los ojos azules de Cristina, que se abrieron más de la cuenta al escuchar sus palabras.
─Claro que sí ─admitió una perpleja Cristina, que entró junto con ellas al ascensor. ─Jamiel es mi esposa y a ella me debo por completo.
─Así debe ser Cristina ─acotó Elizabeth, tras contemplar su rostro. Comprendía su asombro, pues gracias a los anillos y al lazo de sangre con su gemela al momento de estar cerca la una de la otra, podía oír sus pensamientos.

Dos horas más tarde y luego de que todo el personal se retiró de las instalaciones. El coche de la Marquesa, enfilaba rumbo a la autopista de….

Por otro lado, también en la misma ciudad…

─Agradezco su gentileza en brindarme la información sobre mi hija –comentó un moreno de ojos azules.
─Espero haberle servido de ayuda, tomando en cuenta que ha hecho un viaje desde tan lejos y es lo menos que puedo hacer por Cristina ─mencionó el gerente.
─Le estoy muy agradecido ─respondió el hombre ─será una sorpresa para mi hija y que estoy seguro la dejará conmocionada.
─De los años que conozco a Cristina, puedo asegurarle que es una mujer extraordinaria y una excelente profesional ─expuso su antiguo jefe.
─No lo dudo –respondió él ─a eso debemos agregarle que dentro de muy poco, será una perfecta esposa.
─No me cabe la menor duda ─dijo complacido el gerente.
─No le quito más su tiempo y le expreso mi gratitud de ante mano por facilitarme la dirección de mi hija ─señaló el padre de Cristina, extendiendo su mano para despedirse del gerente de Global.
─El placer ha sido mío en ayudarles ─respondió éste y correspondió al gesto, acompañándole hasta la puerta de su despacho para despedirle.

Al poco de irse el padre de la joven Loren, el gerente quedó reflexionando en cuanto a las palabras dichas por éste.

«Acaso no estará enterado de que su hija está casada y que es la joven Atkinson, su esposa» metido unos segundos.

Mientras divagaba en aquellas ideas, tomó asiento en su escritorio y de repente sus ojos se abrieron desmesuradamente…

─Si este hombre dijo aquello, es indudable que no sabe sobre la condición actual de Cristina ─concluyó el gerente ─espero no haber sido imprudente y que esto no traiga inconvenientes en la vida de ella.
El gerente  se quedo viendo por los cristales de su oficina, perdido en sus pensamientos. Sin duda, éste desconocía las verdaderas intenciones del progenitor de la joven Loren, que abordó un taxi que lo llevó directo al centro de la ciudad…
─Muy pronto nos veremos las caras hija mía ─susurró burlón Alexander ─y esta vez, no habrá nadie que te salve. Vas a obedecer por las buenas o por las malas.

Mientras todo aquello transcurría en Londres. En la parte baja de Glasgow…

Un ensordecedor rugido, se escuchó por todos los alrededores de los húmedos bosques escoceses. Aquel escalofriante sonido vino a quebrar la relativa calma que se sentía en todo el lugar y muchas criaturas nocturnas que ya se aprestaban a comenzar una nueva lucha por la supervivencia, detuvieron de golpe su andar y muchos expectantes y otros atemorizados, olían en el viento indicios de peligro tras aquel gruñido. Minutos después todo volvió a la normalidad.

Por su parte, la caída de las ramas de un frondoso árbol, venían a indicar que la lucha que se desarrolló en aquel sitio aún estaba lejos de acabar.

De un salto, aquel siniestro lobo, logró asirse una vez más sobre el lomo del oso pardo. Sin embargo, éste se sacudió rápidamente de su agresor y sus garras también causaron estragos en el vientre del cánido que aulló de dolor por una fracción de segundos.
─Nada mal bruja ─admitió Mantrus, ya recobrado del ataque de su oponente, ya que sus heridas se cerraron en el acto, gracias al poder de su dueña, la luna negra, Adamarys.
─No podrás vencerme tan fácilmente muchacha ─murmuró Durían ─aunque estés usando todo el poder de la princesa.
─Veo que te has percatado de ello, bruja ─soltó con ironía Mantrus ─sin embargo, aunque lo sepas de nada de te servirá, ya que estás muy mal herida y ya no eres oponente para mí.
─Ese siempre ha sido tu problema, Mariana ─reprochó Durían ─el menospreciar a los demás y es por ello, que vas a sufrir como nadie cuando debas enfrentar tu destino.
─Descuida bruja ─se ufanó ésta ─no tengo miedo al destino, ya verás que voy a quedarme con Kiara y la inútil de tu protegida con las manos vacías.
─No estaría tan segura de eso ─expuso Durían ─deduzco que no sabes toda la verdad y Ankerius, se ha reservado el final para sí misma y sólo te ha utilizado para dar inicio al último desafío de las gemelas.
─Tienes razón bruja ─señaló Mantrus ─ estoy muy consciente de que sólo soy una pieza más en este juego. Sin embargo, no es ella la que detrás de todo esto y mi misión es demostrarles su error.

El oso pardo, se detuvo en seco al escuchar esa confesión y sus ojos escudriñaron fijamente los del sigran y lo que vio en ellos, le produjeron escalofríos.

«Solo hay una persona capaz de todo ello» dedujo mentalmente la chamán.

─Ikarus (luna eterna) ─murmuró entre dientes Durían.
─ ¡Bingo! ─expresó con burla Mantrus  ─veo que no me decepcionas reina de los Dinkaire. Sigues siendo la más astuta e inteligente de los descendientes del clan de la estrella azul que escogieron vivir en la tierra hace más de tres mil años.
─Es precisamente por  culpa de Ikarus, que mi pueblo escogió este mundo como hogar ─confesó Durían ─evitando una nueva guerra entre las familias de la luna y los hijos del sol.
─Convirtiéndose en guardianes de los hombres ─mencionó Mantrus ─triste final para un pueblo tan poderoso.
─Las guerras a nada conducen y prueba de ello es la misma historia del hombre –confesó Durían ─solo tragedia y caos es lo que resulta de ella y en  el universo es exactamente igual.
─Puede ser bruja ─rebatió Mantrus ─escoger el camino de la huida como es en su caso, no es lo más honorable. Hay que hacerle frente a todos los obstáculos y no evadirlos para mantener a salvo su estirpe.
─Niña tonta y estúpida ─reprochó Durían molesta ─la falta de experiencia te hace hablar cosas sin tener un juicio acabado de una determinada situación. No sabes lo que significa una guerra y menos las intenciones de Ikarus.
─Te equivocas como siempre ─rebatió Mantrus ─sé lo justo que preciso para cumplir con lo que se me ha ordenado y de paso, quedarme con lo que siempre ha sido mío, desde hace muchos siglos atrás.
─Nunca te quedarás con el corazón de la princesa, Mariana ─explicó Durían ─lo que no pudo ser en otra vida, tampoco será en esta.
─Eso está por verse. Aún no está dicha la última palabra en toda historia ─sentenció ésta.
─No conseguirán su propósito niña necia ─desafió Durían, dispuesta a continuar la lucha y a no dejarse vencer por su enemigo. ─ni tú o la antigua reina Ikarus, podrán romper el vínculo que ellas forjaron aquel día.
─No he venido a eso precisamente, Durían ─confesó Mantrus ─vengo por otro motivo más importante, ¿adivinas cuál es?

Ante la pregunta que formulase Mantrus. La reina de los Dinkaire velozmente reflexionó sobre el real objetivo de la que fuera la antigua reina de la luna y enemiga de su pueblo y llegó a la conclusión de que sólo había una cosa de tal importancia y esta era…

─La nueva heredera de la luna ─concluyó Durían ─entonces, una de las gemelas ha de ser la que se convierta en la reina de las Silver Moon light.
─Has acertado nuevamente, bruja ─respondió burlona, a la vez que sus garras desquebrajaron una rama, debido a que el oso evadiera su ataque ─ha llegado la hora que la nueva reina asuma su destino.

En un abrir y cerrar de ojos, volvían a enfrentarse nuevamente las dos bestias y las garras del lobo, causaban estragos en el cuerpo del oso y todo su pelaje se teñía en sangre.

Golpe tras golpe, fue perdiendo velocidad y habilidad para repeler cada uno de los ataques de su adversario, que a esas alturas disfrutaba de ver el aspecto patético de quién la convirtiese en el monstruo de la noche de luna llena.

─Vamos Durían ─provocó Mantrus ─ ¿acaso este será tu final? Te creía digna de sostener una lucha más interesante y no un espectáculo tan vergonzoso como el que estás dando.
─No cantes victoria aún, niña ─respondió ésta ─no sabes de lo que soy capaz y voy a comenzar por arruinar tus planes que tienes en contra de Enkion.
─ ¿Qué puedes hacer para evitarlo? ─Desafió Mantrus, clavando sus garras en el cuello del oso. ─además, él no es oponente para mí como tampoco lo será la persona que escogió la futura reina, pues su destino no se concretará jamás.
─ ¿Qué es lo que insinúas muchacha? ─Inquirió perpleja la chamán.
─Soy el sigran más fuerte de la familia real y nada puede hacer tu protegido en mi contra ─planteó Mantrus ─perderá lo mismo que ella. No tienen oportunidad alguna.
─ ¡Maldición! ─Vociferó Durían, tras percatarse de la persona a la cual se refería la joven. ─no voy a dejar que te salgas con la tuya y menos que interfieran en el destino de mis hijas.
─Demasiado tarde Durían ─esgrimió la bestia ─esa unión nunca debió llevarse a cabo y la antigua profecía jamás se cumplirá, eso te lo doy firmado.

Sin darle tiempo a nada y evadiendo todos los infructuosos ataques, consiguió clavar sus garras en el pecho del oso, directo en su corazón…

─Llegó tu hora, reina de los Dinkaire ─expuso Mantrus, hundiendo con saña su mano en el pecho del otro ─muere y así, nuestra reina regrese a casa junto a su gemela.
─No vas a acabar conmigo ─aulló con rabia Durían, en un último impulso, logró asirse del brazo de su enemigo y todo un poder dormido de generaciones pasadas cobro vida dentro del corazón de la reina del clan de las estrellas.

En la frente de Durían, brilló en esos instantes una estrella azul de 7 puntas, símbolo de su legendario pueblo y las heridas en todo su cuerpo cicatrizaron en un parpadeo, un manto de niebla la envolvió y con un golpe descomunal envió a Mantrus directo a estrellarse contra un árbol, que quedó hecho añicos con el impacto.

Como un remolino sin control, la niebla cubrió por completo el cuerpo de la chamán sin dejar ver nada más a su contrincante y un pequeño destello azul brillo intensamente al centro del fenómeno y que abarcó todo lo que cubría la bruma, provocando pequeños sonidos muy similares a los truenos y luego de unos minutos, todo ese resplandor dio paso a una nueva criatura, nunca antes vista en mitologías antiguas.

Sobre una roca, se erguía el cuerpo de un magnifico lobo blanco de tres colas, cuyo pelaje espeso brilla cual cristal, en su frente tenía la marca de la estrella azul y en ambas patas delanteras una espada de fuego y lo más peculiar que se destacaba en él, era sus ojos bicolor mezcla de un violeta y aguamarina. En eso un golpe de corriente ultrasónica sacudió todo su cuerpo y un silbido que desgarraba cualquier tímpano se oyó de su quijada sin ser abierta siquiera.

─Ahora estamos en igual de condiciones Mariana –murmuró el nuevo aspecto de Durían ─conocerás el verdadero poder de mi raza y ya nada podrá detenerme hasta no acabar contigo y los planes de Ikarus.
Mantrus, que ya estaba repuesto del golpe que le fuese asestado de parte de la reina y quedó asombrado con la nueva apariencia que había tomado y en eso recordó, las palabras de la antigua reina, sobre las criaturas de que dominaban en los enemigos de la luna y cuyo poder era legendario. No obstante, lejos de intimidarse, se burló socarronamente de éste y más que nunca deseo un enfrentamiento.
─Nada mal tu nueva apariencia de cachorrito desvalido, bruja ─provocó mordaz Mantrus. ─me pregunto, si estás a la altura de un oponente como yo, cuya fuerza se alimenta de un miembro de la familia real y del legado carmesí de nuestra raza.
─Mi pueblo ya enfrentó a soberanas de la luna, cuyo poder se triplicaba por ese maldito legado.─ Reveló Durían, sin dejar de ver a su enemigo y tomando la postura de lucha, ya que sus colas estaban erizadas y un destello de fuego, asomó  en la punta de cada una de ellas. ─créeme que nada se compara a ese infierno, pero has de saber, que nosotros no tememos a la familia de la luna y su poder.
─Pues deberías, bruja –arremetió Mantrus. ─se dice que cada dos mil años nace dos hijas de la luna con un poder formidable y que una de ellas está llamada a ser la soberana y la otra su escudo, ¿Adivinas cuánto tiempo ha pasado desde la última guerra?
Los ojos bicolor de la reina de los Dinkaire, centelló de un modo peligroso al comprobar las palabras del sigran y lo que era una pequeña flama se volvió hoguera y pequeñas ondas de poder comenzaron a esparcirse por todo su alrededor, clara señal que se gestaría una lucha sin igual entre ambas criaturas de las estrellas…
─Además que sus hermanas han de ser la punta de la lanza de su poder y junto a su escudo, ésta será invencible. ─se jactó el sigran ─será el fin de tu pueblo y de todos los enemigos de la familia Silver Moon. Además, cuenta la profecía  lunar de que nacerá una soberana con un Tiúlfe (gemelo) y multiplicará todo a su favor.
─Por lo visto, Ikarus, no ha perdido su tiempo al entrenarte. Sin embargo, dudo que te haya develado todo ─refutó con ironía Durían ─Es muy propio de ella y no pondrá en riesgos sus planes.
─No hace falta estar al tanto de los planes de mi señora, pues mi deber es obedecerla al igual que mi ama, la princesa Adamarys –señaló Mantrus ─sólo cumplo con lo que se me encomendó, que  es abrir las puertas  del olvido y tu eres la llave para ello.
─Pobre ilusa ─argumentó Durían ─tu único deber en esta vida es obedecer a tu dueña y  a la reina, Ankerius. En cuanto a las puertas, siempre he sabido que es mi destino unir mi vida a la de las gemelas, lo asumí cuando mi estrella me unió con la reina de la luna y dudo que esté de acuerdo los planes de su madre.
─Entonces si ya sabes que eres la clave ─provocó Mantrus ─dejémonos de tanta platica absurda que no viene al caso y pongamos fin a todo esto.
─Has de lamentarlo Mariana ─Rugió el lobo, en un aullido ensordecedor que estremeció a toda criatura a kilómetros a la redonda, cuya cola se volvió un tornado de fuego candente y a la velocidad de la luz, se fue con todo contra de su adversario.
─ ¡Al fin Tengo un oponente a mi altura! ─dijo presuntuosa ésta, que salió veloz  a su encuentro, cuyas garras crecieron a unos 30 centímetros, sus colmillos también aumentaron su tamaño y de su torso brillaba la marca de la luna negra envuelta en llamas.─ hora de morir…cumple con tu destino al igual que la bastarda consorte de la futura reina.
─Pagarás tu insulto a mi hija, te lo juro ─masculló con ira Durían, que de su hocico brotó una bola de fuego, que fue en directo al rostro de Mantrus.
─No me asustan tus amenazas ─replicó con soberbia Mantrus, evadiendo el ataque y acercándose peligrosamente al lobo blanco. ─ahora tú conoce el poder de la rosa negra y el sigran de la noche.

Las garras de la bestia de la luna, se cargaron de relámpagos de luz negra y su velocidad se multiplico con cada ataque que dejaba asestar en su rival. No obstante, Durían, con nuevo cuerpo, era más ágil y certera en sus golpes, tornándose sus patas de color azul que brillaba cual relámpago y apenas se posaba sobre cualquier superficie, daba la impresión de flotar en el aire con tal velocidad que se movía.

La lucha había retornado con una intensidad abismal, dónde dos antiguos guerreros volvían a la vida una vez más y recordaban antiguas luchas ancestrales…los hijos del sol y la luna, volvían a enfrentarse sin piedad, teniendo por escenario la tierra y un nuevo motivo para tal enfrentamiento…los oscuros planes de Ikarus.
A millares de kilómetros del lugar y de ese combate…

─ ¡Adamarys! ─gritó Fardinen, tratando en lo posible de despertar el cuerpo de su hermana  que brillaba con tal intensidad y de  su frente y pecho, desprendían sus marcas de nacimiento con tintes carmesí.
En cosa de segundos, ya estaban Balderius (luna menguante), Edryn (luna llena), Selkin (luna azul), Arsyus (luna boreal) e Idrian (luna plateada) las otras hijas de la luna.
─ ¿Qué está sucediendo Fardinen? ─preguntó Idrian, acercándose a inspeccionar el cuerpo de su hermana menor.
─No lo sé ─fue la respuesta de ésta ─estábamos platicando e íbamos camino a uno de los altares para depositar flores en la tumba de nuestro padre, cuando emitió un gemido y luego mencionó a Mantrus y se desplomó.
─ ¿Has dicho Mantrus? ─inquirió Balderius con un rostro visiblemente preocupado.
─ ¿No es ese su sigran? ─Preguntó de lleno Selkin, recordando las antiguas leyendas de los guerreros de la familia real.
─Estás en lo correcto hermana. Mantrus es el guardián y sigran de Adamarys ─afirmó Balderius.

Al escuchar las palabras de la hija mayor de la luna, las restantes hermanas se contemplaron unas a otras, ya que comprendieron que algo malo podría estar sucediendo para que uno de los legendarios guardianes volviese a la vida.

─ Sólo existen dos explicaciones lógicas para ello ─comentó de súbito Edryn ─una es que enemigos de la luna estén próximos y la profecía se cumpla.
─O que alguien muy siniestro haya conjurado al sigran, planeando un enfrentamiento entre nuestra familia y seres que desconocemos. ─termino de agregar Selkin.
─Hermanas, ¿con esto no serían dos lo que retornan? ─preguntó Fardinen ─no está también el sigran de nuestra hermana Kiara en la tierra.
─ ¡Enkion! ─exclamaron a coro Balderius, Edryn y Selkin.
─Por el creador, esto no es bueno ─mencionó consternada Idrian ─significa que habrá una lucha entre Kiara y Adamarys.

Las conjeturas de la joven princesa dejaron en el ánimo de las demás una profunda tristeza e inquietud, ya que jamás ha existido una lucha entre miembros de la familia real. Salvo en tres ocasiones especiales, en que cada dos mil años nace dos hijas de la luna con un poder asombroso y sin la ayuda del legado carmesí, hubiese ocurrido una tragedia a causa de la ambición, obligando a la reina en turno a conjurarlo y hacerle frente aún a costa de su propia vida y así, restablecer la armonía en la familia y no poner en riesgo el reino y sus habitantes en una cruenta guerra civil.

No obstante, todas las generaciones de la familia Silver Moon Light viven a la sombra de una vieja profecía y maldición, que fuese decretada por Erguz, antiguo hechicero de los anillos estelares de Orión hace ciento de miles de años y que producto de ser burlado y engañado por una joven princesa de la luna, maldijo a toda su estirpe y que llevaría al exterminio de toda su raza.

Sin embargo, esa anatema encierra una doble profecía que solo las soberanas de la luna conocen y que muchas de ellas se esfuerzan por cumplir y así darle gloria a la familia, sin tener que llevar a cabo un ritual de unión para que ese hecho se concrete. Existiendo en la actualidad un solo miembro que se opone a que pueda suceder un suceso de esa naturaleza…Ikarus.

Ajenas a todo ello, las jóvenes princesas aún se debatían en sus deducciones. Mientras que Balderius utilizaba su poder de restauración para volver es sí, a su hermana, sin embargo sus esfuerzos fueron infructuosos, no consiguieron despertarle.

─ ¿Qué es lo que haremos Balderius? ─preguntó Fardinen ─debemos evitar a toda costa un enfrentamiento entre nuestras hermanas.
─Descuida Fardinen ─mencionó Arsyus, que envolvió a su joven hermana en sus brazos para así confortarla ─según tengo entendido, ese enfrentamiento solo puede darse en las puertas del olvido y con sus sigran nada más.
─En ese caso. Debemos informar de inmediato a nuestra madre ─apremió Edryn.
─Eso no será necesario ─dijo una voz gélida, detrás de ellas.
En el acto, todas las princesas voltearon  a ver y descubrieron la figura de la soberana, Ankerius, cuyo aspecto era atemorizante y en su mirada no había indicios de ternura y calidez que la caracterizaban.
─Fardinen, escúchame bien. No vuelvas a temer nunca más ─replicó Ankerius, mientras se aproximó al cuerpo desfallecido de su hija menor  y luego de ello, lanzó una dura mirada a todas sus hijas. ─todas ustedes son hijas de la luna y ninguna se enfrentará entre sí, no mientras yo viva.
─Madre ─expuso Selkin ─sabes que han regresado a la vida dos sigran y eso son signos de que se vienen problemas para nuestra familia.
─Han de saber que esos sigran han despertado para los desafíos de sus hermanas ─explicó enérgica Ankerius ─es decir, que habrá un enfrentamiento solo entre Enkion y Mantrus.
─Eso viene siendo en el caso de nuestra hermana Kiara ─inquirió Edryn ─ ¿qué sucede con Krastian? Ella no está acompañada de su sigran y no podría entrar a las puertas del olvido.
─Estas equivocada Edryn ─refutó la reina, tomando el cuerpo de luna negra y depositándolo en una banca. ─desde el momento de nacer, que Krastian está junto a su sigran y ahora que están alineadas sus estrellas, volverá a la vida y será su escudo en el desafío.
─Comprendo madre ─respondió Edryn ─no diré más.
─Ahora  debemos ocuparnos de tu hermana y anular a su sigran ─indicó Ankerius ─Arsyus, toma tu báculo y apunta directo al pecho de Adamarys y las demás, hagan un circulo a su alrededor y dirijan sus anillos y su poder a su marca de nacimiento. Yo me ocupare de despertar apropiadamente el legado carmesí.

En cosa de segundos, ya todas las princesas estaban en sus lugares y a la orden de su madre enfocaban su poder hacia su objetivo. Así mismo, Arsyus y Ankerius, volcaban todo el poder de sus cetros en dirección del cuerpo de la luna negra.

Una descarga colosal de energía se dejo sentir en el cuerpo de la joven. Mientras que rayos de luz (Amarillo, azul, rojo, verde, celeste y marrón, colores de cada una de las hijas de la luna) envolvieron la marca de la luna negra en su frente y torso.

En pocos minutos todo había concluido y la reina de la luna, ordenó  a Balderius reunir al consejo de ancianos a la brevedad posible. A Selkin llevar a su hija menor a las Fuentes de recuperación y a Edryn ocuparse de apostar guardias en todo palacio y no permitir  entrar a persona alguna.

Luego de despedir a sus hijas para que cumpliesen sus órdenes, la reina de la luna, se alejó rauda del lugar con rumbo desconocido. Sin embargo, conforme iba avanzando, su cuerpo comenzó a brillar intensamente…

─ ¡Madre! ─murmuró entre dientes Ankerius ─has pasado todo limite. Te lo advertí…con mi familia nadie se mete.

Los ojos carmesí de la reina, brillaron peligrosamente, clara señal de la furia contenida que había en ella y producto de todo eso, su anillo se abrió de golpe, desatando todo su poder y el cuerpo de la soberana de la luna, recibió su armadura y en su mano apareció la espada de fuego violeta…

En otro lugar del reino…

─Así que vas a enfrentarme hija mía ─susurró Ikarus, cuya melena plateada jugaba en la brisa del bosque ─nada es casualidad en este mundo…ha llegado mi hora y enfrentar mi destino.

Eran vientos de tiempos complejos y duros en el seno de la familia lunar, donde la tragedia y la maldición habían sido sombras fantasmales desde tiempos remotos. Un pasado que amenazaba con volverse cruento…a menos que la profecía se cumpliese y la nueva soberana acabase con todo eso.

Muy lejos del lugar y ajenas a todo ello…

Londres…

En una de las dos pistas de un céntrico pub. Un grupo de chicas compartían un grato momento de esparcimiento por medio del baile.

─Es verdad todo lo que dicen que aquí en Londres saben cómo divertirse en grande ─comentó Pilar, que bailaba junto a Kiara en ese momento.
─Aún no has visto nada hermanita ─señaló una sonriente Cristina, que se intercambió de lugar con su amiga y quedar junto a Pilar ─espera a que te lleve a otros lugares que solemos frecuentar con Kiara.
─Conociendo tus gustos mi querida Tina, más que de seguro que han de ser geniales ─acotó Pilar.
─Pilar ─exclamó una asombrada Cristina.
─ ¿Qué? ─preguntó divertida ésta, tras contemplar el rostro incrédulo de su hermana.
─Me has llamado Tina y eso no lo hacías desde que éramos unas niñas ─esgrimió Cristina.
─Lo sé muy bien ─añadió Pilar, que se fue acercando a su hermana hasta casi rozar el cuerpo de su hermana, mientras bailaban ─aunque ya estemos crecidas, te sigo queriendo como mi niña pequeña a la que siempre cuidaré.
─Pilar, yo siempre te he amado y nunca deje de hacerlo. A pesar de que ese hombre se encargó de separarnos el día de tu boda ─agregó Cristina, cerca del oído de su hermana y visiblemente emocionada.
─ ¡Shis! ─exclamó ésta con un dedo en los labios de Cristina ─No vale la pena recordar el pasado y menos a ese señor. Sólo dedícate a ser feliz al lado de tu esposa, que tus hermanos velaremos para que nunca se cumplan los planes de esa bestia. Es mi promesa para contigo Cristina.
─Hermana ─murmuró emocionada ésta que se abrazo con fuerzas a su hermana y debido a su estado, no pudo evitar llorar, estaba demasiado sensible.

En eso llegaba Elizabeth con algunos tragos para ellas y refrescos para Kiara y Cristina y ver esa escena, tampoco pudo abstraerse de esas emociones, ya que tantos años de vivir solitaria y sin familia, podía comprender a la perfección ese sentimiento que embargaba a ambas hermanas Loren.
Al entregar su bebida a su esposa, no dejo de ver sus ojos y ver  en ellos preocupación para con su amiga.

─Todo va a estar bien amor ─comentó la marquesa, depositando un breve beso en los labios de su esposa y al momento de cruzar sus miradas, quiso tranquilizarla. ─yo misma me encargaré de que nada le suceda.
─Me lo prometes ─suplicó Kiara con algo de angustia en su voz.
─Te lo prometo amor mío ─respondió Elizabeth, que la abrazó con mucha ternura y poder tranquilizar de ese modo su espíritu. ─no dejaré que nadie toque a Cristina.
─Gracias amor ─susurró Kiara.
Jamiel que las observaba en silencio, no dejó de estremecerse al ver las muestras de cariño para con su esposa. Sin embargo, ella sabía muy bien que le esperaba un gran desafío a su consorte y tampoco estaba dispuesta a que nadie tocará un solo cabello de su amada Cristina. Iría hasta las últimas consecuencias, aunque ello, le significara enfrentarse a la madre de las gemelas de la luna, no estaba dispuesta que nadie le arrebatara la dicha con la mujer que amaba y había llegado la hora de demostrar todo su poder por ser la princesa de los Dinkaire y lo que ello encerraba.

En eso, la mirada de Elizabeth se posó en su hermana y que al escuchar sus pensamientos, concordó plenamente con ella, que no dejarían que la reina de la luna se saliera con la suya y apartarlas de sus esposas.

Mientras ello sucedía…

En Hyde Park. En la pequeña oficina del conserje…

─Buenas noches ─saludó el conserje ─ ¿en qué puedo ayudarle?
─Estoy buscando a Cristina Loren y según me indicaron, ella viviría en este edificio ─señaló un hombre.
─ ¿Quién le busca? ─preguntó el conserje ─no podemos entregar esa información a menos que se identifique.
─Comprendo bien ─acotó él ─soy Alexander, su padre.

Comenzaba así a escribirse la historia y las puertas del olvido se abrieron para ambas hijas de la luna. Dependería de ellas sortear con éxito los obstáculos y quedarse junto a las mujeres que tanto amaban.