Reunión familiar.

Un nuevo amanecer, capítulo 9.

Faltando 15 minutos exacto para que el reloj de péndulo ubicado en la sala principal, marcase las ocho de la noche.

En ese preciso momento, un coche se abría paso por el largo sendero de jardines coloniales que formaban parte de la propiedad de la familia Almagro Subercaseaux y que estaban completamente iluminados por faroles de fierro forjado.  Por donde se mirase, podía apreciarse incontables estatuas de mármol que adornaban los hermosos jardines que estaban inspirados en lo que se hallaban en Versalles.

Florencia, no cabía en sí al contemplar tanta belleza arquitectónica como de paisajismo presente en todo  ese edén privado de la familia de su novia.

─ ¿Te gusta lo que ven tus ojos, cariño? ─ preguntó Sofía, que la veía por el rabillo de sus ojos, al tiempo que mantenía la vista en el camino.

─ Son jardines muy bellos, amor ─ afirmó Florencia ─  Se nota mucho que en tu familia la Arquitectura, la llevan en la sangre.

─ Jajaja…En el nombre de mi familia, agradezco ese cumplido ─ dijo entre risas Sofía ─ mi ancestro Evaristo Almagro, fue quién trajo consigo ideas de construcción en ladrillos y fue uno de los pioneros en la Arquitectura de la entonces emergente Santiago de afines de 1810.

─ ¡Wow! ─ exclamó asombrada Florencia ─ tu familia sí que tiene una vasta tradición familiar son más de 200 años de historia.

─ Así es cariño. Somos una de las familias más antiguas de Santiago ─ mencionó Sofía, que le enorgullecía hablar sobre sus antepasados. ─ Y en todas las generaciones de los Almagro, han habido Arquitectos y es como dices tú, lo llevamos en la sangre.

─ Ahora entiendo porque te apasiona tanto tu profesión ─ expuso Florencia, que tocó su barbilla meditando en ese punto.

─ Como tu amas la construcción, cariño ─ acotó Sofía, que detuvo su coche en la entrada de la mansión familiar ─ En ese aspecto, somos muy parecidas. Estamos ligadas profundamente a la construcción y nos desvivimos por nuestra profesión.

─ Amo la construcción como no tienes idea ─ afirmó con vehemencia Florencia, cuyos ojos brillaban como dos luceros en el firmamento.

─ De eso me di cuenta con solo verte ─ mencionó la Arquitecta Almagro, que desabrochó el cinturón de su novia y luego, giró para hacer lo mismo con el suyo. ─ Hemos llegado, mi dulce Flo y no has reparado en ello.

Sofía, estaba en lo cierto, pues su novia estaba tan sumida en la conversación y que ni cuenta se dio que estaban frente a la casa de sus futuros suegros. En verdad que Florencia Villar es la reina del despiste hecha mujer.

Los ojos negros de la joven, se dilataron muchísimo al comprobar las palabras de su pareja y tamaña sorpresa se llevó al contemplar la hermosa mansión de la familia, que era como ver una de esos palacios veraniegos que suelen verse en la Riviera Francesa. Un chateau de tres plantas en color verde limón y adornado además de varias columnas Greco Romana que lo hacían diferente a ese tipo de construcción. Una mansión única que constaba además de varias estatuas de leones  descansando a la entrada de la escalinata de mármol verde que daba la bienvenida al hogar familiar.

─ ¿Cuántos miembros habías dicho que eran ustedes? ─ preguntó incrédula Florencia, mientras se bajaba del jeep de su novia y quedaba viendo algo pasmada esa edificación.

─ Cariño, somos apenas ocho hermanos ─ respondió una risueña Sofía al contemplar el rostro atónito de su novia ─ Aunque debo confesarte que somos la más pequeña de las demás generaciones.

─ ¿En serio? ─ Inquirió con más asombro Flo, cuyo rostro era un poema al desconcierto.

─ Sí ─ respondió Sofía y alzando un dedo de su mano, agregó ─ En la mayoría de nuestra familia solían ser hasta de catorce miembros como mínimo.

─ ¡¿Qué?! ─ chilló Flo, con sus ojos un tanto saltones y es que ya le comenzaba a dar un poco de miedo al recordar que su pareja quería tener una familia junto a ella.

─ ¡Cariño! ─ exclamó una sonriente Sofía, que hacía esfuerzos por no largarse a reír del todo por la expresión sublime que tenía el semblante de su mujer, pues podía hacerse una idea de qué podía estar pasando por su cabecita. ─ Eran otros tiempos aquellos, por lo que las familias debían ser numerosas por cuestiones de demografía.

─ Puede ser ─ repuso una no muy convencida Florencia, que estaba intranquila con respecto al tema de la familia.

─ Tranquila, cariño ─ mencionó Sofía, que tomó de la mano a su pareja y añadió ─ yo nunca te obligaría hacer algo que tú no quieras.

─ Sin embargo, tú deseas mucho tener una familia ─ repuso Flo, con pesar y bajo un poco su cabeza al proseguir su plática. ─ Yo no sé qué razones habrás tenido para postergarla, pues eres una mujer muy hermosa y joven, por lo que la sociedad esperaría ver a una madre de un par de pequeños revoloteando a tu alrededor.

Al instante los pasos de la Arquitecta se detuvieron y clavó sus ojos azules en el rostro de aquella morena, cuyas palabras calaron bastante profundo y trajeron al presente un viejo y rancio sentimiento de dolor y carencia que fue impuesto por el destino. Era inevitable sentirse algo incómoda en rememorar viejos sucesos de su vida, no obstante, le gustase o no; debía darle una explicación de lo contrario confabularía en un futuro cercano en ser un obstáculo. Debía ante todo ser honesta para evitar inconvenientes en su relación y de pasadita contarle algo de su pasado.

─ Flo, debes saber que si no fui madre antes, no fue porque yo no lo desease sino que con Cristóbal, tuvimos problemas de infertilidad y nos privo del derecho de ser padres ─ Confesó Sofía, sin dejar de verle y con un profundo suspiro, prosiguió. ─ Por ese motivo nos vimos en la obligación de hacer los trámites para adoptar un niño, cosa que hasta el momento está en curso y es incierto si me darán la adopción al no estar él.

─ Sofía ─ murmuró con pesar Florencia, dándose cuenta de su egoísmo ─ yo…

─ Por favor déjame terminar ─ interrumpió ésta ─ Como toda mujer esperaba formar una familia junto a mi esposo, más la vida se encargó de que no fuese así y para colmo de males, me terminó por arrebatar al hombre que amaba, dejándome sin nada. A pesar de ello, la vida ha sido generosa al brindarme una nueva oportunidad de amar y el anhelo de formar una familia.

Y por más que acaricié este sueño ¡óyeme bien! Jamás te forzaré a nada que tú no consientas y que no desees en tu vida ─ concluyó una Sofía más seria de lo habitual.

Aquella exposición y confesión, produjeron un sinfín de emociones en el corazón de la joven Villar, que en ese momento comprendió el sentir de la mujer que amaba.

─ ¿Por qué lo haces? ─ fue la pregunta que brotó de los labios de Florencia, que respondían inconscientemente a lo que dictaba su corazón. ─ ¿Acaso no deseas ser feliz? ¿Por qué te postergas?

Fue el turno de Sofía, de quedar algo aturdida ante aquella pregunta, pues había sido muy clara en sus planteamientos y aquella consulta vino a sobrecogerla aún más, como si no fuese suficiente tener que remover su pasado,  él que deseaba dejar atrás.

─ Por la sencilla razón… de que yo te amo más que a mi vida ─ murmuró con dolor Sofía, conteniendo al  máximo las lágrimas que pujaban por salir. ─ Y jamás podría exponerte al sufrimiento ya que mi obligación es hacerte feliz y velar por que ello siempre ocurra, agotando todo lo que está a mi alcance.

─ Sofía, por favor perdóname ─ se apresuró en decir Florencia y la envolvió en sus brazos, trasmitiendo todo lo que su corazón profesaba por ella. ─ Yo sí deseo formar esa familia contigo y sólo te pido que me des un tiempo para prepararme para tener a nuestros hijos.

─ Cariño, tendrás todo el tiempo que haga falta ─ mencionó Sofía, que terminó por dejar salir ese nudo en su garganta y dio pasos a lágrimas que ya eran de felicidad a esas alturas. ─ Yo sabré esperar hasta que estés lista.

─ Sofí ─ susurró conmovida Florencia, limpiando aquellas lágrimas de sus ojos ─ Dijimos que no más lágrimas en tus ojos pues solo quiero verte sonreír. Además, debo decirle mí querida Arquitecta Almagro que no va a ser mucho tiempo el que deberás esperar, ya que no pasará más que un año a lo sumo.

─ ¡Mi amor! ─ exclamó extasiada Sofía, que cabía de sí de la dicha que la embargaba en ese instante. ─ No sabes cuán feliz me haces con tus palabras, más yo también debo confesarte algo.

─ ¿Qué sería eso que debes confesarme? ─ preguntó sin más Florencia y con más curiosidad que nunca.

Sofía, al ver su reacción no pudo evitar sonreír ante la expresión de su mujer y acariciando su rostro, añadió…

─ Que no serás la única en prepararte para ser madre ─ confidenció Sofía muy suelta de cuerpo y más pícara que nunca ─ pues tengo contemplado en pasar por esa experiencia al igual que tu, mi amor.

─ ¿En serio? ─ preguntó asombrada Florencia que no imaginaba un hecho así, puesto que se creía que solo a ella le tocaría ese rol, dado por la juventud.

─ ¿Lo preguntas por la edad? ─ inquirió divertida Sofía, como leyéndole la mente.

─ Yo… ¡Este!...sí ─ respondió apenada Florencia, que no pudo ocultar el rubor en sus mejillas.

─ Cariño ─ repuso Sofía, que con un sutil movimiento hecho un vistazo a su reloj y guiñando un ojo, acotó ─ Aún soy muy joven y puedo darte muchos niños parecidos a ti preciosura.

─ ¿Cuántos hijos deseas tener, Sofí? ─ indagó con tamaños ojos Florencia, pues intuyó que lo último en sus palabras hablaban de varios bebitos.

─ Jajaja ─ soltó en risas Sofía, pues el rostro de su chica era impagable y sin más tiró de ella para ponerse en marcha y llegar a tiempo ─ los que hagan falta, cariño.

─ ¡Sofí! ─ protestó Florencia.

─ Ya lo dije ─ rebatió con ternura Sofía, jalando escaleras arriba a su novia. ─ Los que hagan falta y si es el equipo completo de futbol, por mí estará más que bien.

─ ¡Sofía Almagro! ─ escupió con pavor Florencia y no alcanzó a decir nada más, porque fue acallado por un beso de su pareja.

En ese mismo instante, fueron revidas por una señora de edad, quién abría la puerta de la mansión e interrumpió justo a tiempo a la pareja.

─ ¡Mi niña Sofía! ─ Intervino la mujer, envolviendo en un abrazo a la Arquitecta. ─ llegas justo a tiempo, tu padre ya comenzaba a preguntar por ti.

─ ¡Buenas noches nana! ─ saludó cariñosamente Sofía con un beso a la mujer.

─ ¡Estás guapísima, mi niña! ─ exclamó una emocionada Margarita, que rompió el abrazo con su niña y le dio un vistazo de pie a cabeza y la hizo girar sobre sí misma para apreciarla mejor.

─ Muchas gracias, Nana ─ expresó chispeante Sofía, que complació a su nana y en el acto, tomó la mano de su pareja y agregó. ─ Quiero presentarte a Florencia Villar, la mujer que amo y es mi novia. Cariño, ella es Margarita, la mujer que me crió desde que era una bebe y aún sigue haciéndolo.

─ ¡Buenas noches, Margarita! ─ saludo Florencia ─ encantada de conocerla.

─ ¡Así que tú eres la jovencita que consiguió un verdadero milagro! ─ manifestó espontáneamente Margarita, posando sus ojos en la joven y extendiendo de prisa su mano. ─ Encantada de conocerte Florencia y muchas gracias por devolverle la alegría a mi niña.

─ No debe agradecer, ya que el amor no tiene precio ─ expuso turbada Florencia con ese halago que no se creía digna de recibir. ─ Cuando uno ama entrega todo sin limitaciones y el no hacerlo es egoísmo simplemente.

─ ¿Qué edad tienes pequeña? ─ preguntó sin rodeos Margarita, pues llamó mucho su atención la forma de pensar de la muchacha.

─ Veintitrés ─ respondió Florencia.

─ ¡Interesante! ─ exclamó Margarita, que volteó a ver a su niña en ese instante y agregó ─ Cuida a la mujer que tienes y no dejes que otros la contaminen.

─ Por supuesto que lo haré, Nana ─ acotó en respuesta Sofía, que irradiaba por los poros lo orgullosa que se sentía  de su pareja ─ Mi mujer es  fenomenal y única.

─ Sin duda que lo es ─ concordó Margarita, ─ es hora de que vayas con ellos y presentes a tu pareja.

Sofía, asintió y la pareja fue conducida por Margarita a través de un largo corredor que las llevó hasta dar con el salón principal, cuyas puertas de bronce forjado, resaltaban por su diseño como lo pulida que estaban. Una verdadera obra de arte.

─ Ahora preséntala con tus padres y el resto de la familia ─ instó Margarita al momento de abrirles las puertas.

Sofía, instintivamente abrazó a la mujer en forma de agradecimiento por ese pequeño gesto de apoyo que le brindase su nana y luego de ello, miró a su novia y con un profundo suspiró, abrieron esas puertas que las separaban del resto de la familia.

Y era esto último  lo que más le preocupaba a la Arquitecta y aunque estaba muy segura del amor que le profesaba a la joven Villar, no podía evitar sentir esos nervios y es que fundamentos tenía de sobra, ya que no era nada sencillo presentar a la nueva persona que formaba parte de su vida ahora. Y es que toda su familia había sido testigo de cómo Cristóbal formó parte de su todo, su cable a tierra, dicha, proyectos, esperanzas como sueños. Tantas cosas que con él se proyectó y que por cosas de la vida y del destino, se fue precipitadamente; dejándola sola y frente a otro escenario. Uno que resultó ser muy inesperado y diferente.

Llevar ahora a una mujer como compañera de viaje, resultaba toda una experiencia, hermosa; pero totalmente opuesta a lo que una vez se creyó y se planteó como propósito de vida. Sofía, había cambiado radicalmente su escenario sentimental, llevándolo al extremo opuesto e inimaginable para un cierto nivel social, en que aquello era considerado una aberración y objeto de muchos desagradables momentos y estaba expuesta a conocer el lado más siniestro de la alta sociedad.

Al momento de traspasar las puertas y ambas mujeres entraron de lleno al salón, quedaron expuestas a todas las miradas que se hallaban en el lugar e inevitablemente fueron el centro del escrutinio de la familia.

Florencia, sintió como de repente se le secó la garganta y su visión se volvió un poco borrosa producto de los nervios, pues sentía una carga muy pesada hacia su persona y un leve temblor comenzó a invadirla. Sabía de antemano que un día muy cercano debería enfrentar a la familia de su pareja y muchas supuso que eso sería cuando ella estuviese establecida y con más edad de la que hoy contaba, puesto que estaba consciente de que no era de andar por la vida como loca detrás del amor, ya que eso nunca funciona y sólo se ganan sinsabores y malos ratos. Cometiendo el peor de los errores.

Sin embargo, una cosa era imaginarse ciertos hechos a futuro y otra muy distinta vivirlos en carne propia y eso era lo que le tocaba palpar directamente a la joven Villar. Nada es como te lo dicen los amigos y familia, pues cada vivencia es diferente y las personas son muy distintas. Nada se compara a lo que le toca vivir a cada uno y este era el momento de la verdad para la muchacha.

Una gota de sudor brotó espontáneamente por su mejilla debida a la enorme presión que sintió sobre su persona y es que todas las miradas recaían en ella y es que no podía ser de otra manera, ya que en resumidas cuentas era ella, el motivo principal  de esa reunión al convertirse en la nueva integrante de esa familia y quién había conquistado por completo el corazón de la menor del clan Almagro y ya con eso, bastaba para ser blanco del mayor de los escrutinios.

No obstante, no era la única bajo presión, puesto que la Arquitecta estaba en igualdad de condiciones y aunque fuese una mujer fuerte y decidida; y como mencionamos anteriormente; el escenario sentimental era ya de por sí muy opuesto a su antigua relación con Cristóbal. Sofía, no podía evitar sentir algo oprimido su corazón debido al estrés de presentar a su pareja ante sus padres y hermanos. No podía suponer cuál sería la reacción de su familia, aunque su madre le asegurase que todo estaría bien, otra cosa era palparlo en vivo y directo. Nada te prepara a un momento como ese. Simplemente es de mucho nervios y suposiciones al por mayor.

Ambas mujeres, estaban viviendo un momento único e irrepetible. Ser aceptadas por sus respectivas familias y tener el apoyo de ellos para consolidar aún más su relación y dar pasos importantes para conformar la propia más a futuro.

─ ¡Sofía! ─ exclamó de pronto un señor alto de aproximadamente unos 70 años, muy alto, tez blanca como la nieve, con una diminuta barba colorina y unos penetrantes ojos azules como el cielo. Quién estaba impecablemente vestido en un traje café y que en su mano derecha, descansaba una preciosa pipa. ─ ¿Sucede algo? Porque te has quedado estática y todos estamos esperando a que nos presentes con cierta jovencita.

La aludida, fue liberada de sus temores personales, ya que aquellas palabras fueron como una descarga eléctrica que la estremeció por completo arrancando de golpe esas debilidades y con ello, consiguió sobreponerse y volvió a ser la misma mujer segura de sí misma y muy decidida.

─ ¡Disculpa padre! ─ se apresuró en responder Sofía, que envolvió con fuerza y delicadeza la mano de su pareja y a modo de seguridad, le obsequió una sonrisa a su mujer, para luego agregar. ─ Estaba un poco distraída, pero ya pasó y por supuesto que voy a presentarles con quién me acompaña esta noche.

─ Hija mía, no te quedes ahí y acérquense un poco más ─ interrumpió Alicia, haciendo un ademán con la mano y a la vez, romper el hielo del momento. ─ No deseamos que nuestra invitada piense que somos una familia fría y distante.

Sofía, agradeció mentalmente a su madre por tan valiosa intervención y ese respaldo le confirmaba que lo expresado en su conversación iba muy enserio y que había planeado las cosas cuidadosamente y con anticipación para otorgar un dialogo fluido con su futura nuera.

La Arquitecta, condujo a su pareja hasta situarla al centro de la sala y frente a todos; frotó delicadamente la mano de su mujer y luego, la elevó a la altura de sus labios y depositó un tierno beso; que venía a manifestar que sus sentimientos eran genuinos y muy serios. Dicho acto, provocó una serie de sentimientos en cada uno de los presentes en el lugar y es que la situación no era fácil de asimilar de buenas a primeras.

Sofía, sintió como todas esas miradas se clavaban en ella. El momento de la verdad había llegado, luchar con todo por la persona que se ama. Alzo su mentón en forma desafiante como orgullosa y con una amplia sonrisa; cargada de cierto nerviosismo; procedió a presentar a su compañera.

─ Familia, quiero presentarles a la responsable de que hoy sea la mujer más feliz de esta tierra y que me haya devuelto las esperanzas de volver amar ─ habló con total autoridad y emoción la joven, que se notaba que sus palabras eran dictadas por su corazón. ─ Ella es Florencia Villar, la mujer que amo con toda mi alma y quién es además, mi novia.

Sofía, sin prestar atención al resto, volteó a ver a su pareja y posando sus ojos en ella, quiso demostrarle todo el amor que le profesaba no solo con palabras sino que fuese testigo de que estaba dándolo todo por ella y que se arriesgaba a todo con tal de tener el privilegio de ser su pareja.  Y su mirada era el fiel reflejo de toda la adoración que sentía por la muchacha y es que Sofía, resplandecía mucho al lado de Florencia, brillaba cual flor al recibir el beso del astro sol y cuyas gotas de rocío la hacían; la más bella de todas.

─ Esta hermosa mujer es la responsable de haber sanado a mi corazón ─ prosiguió Sofía, cuyos ojos brillaban con tal intensidad al hablar de sus sentimientos. ─ Con su sencillez, me conquistó por completo, su ternura despojó la tristeza de mi vida y le dio alas a la esperanza para soñar con un futuro mejor y lo único que les puedo asegurar en este momento; es que ya no puedo concebir mi vida sin ella.

La pareja estaba tan absorta una en la otra, que no notaron la presencia que se situó a su lado y depositó su mano en el hombro de la joven Arquitecta e interrumpió aquella escena romántica.

─ ¡Hija mía! No hace falta que digas más ─ repuso su padre, que la veía tan complacido de ver feliz a su pequeña. ─ El solo verte es prueba de que tus palabras son sinceras, ya que estás más reluciente que nunca y eso es el reflejo de lo que provoca un amor genuino como el que estás sintiendo en estos momentos. Sofía, no sabes lo mucho que te amo y lo feliz que me hace verte de este modo.

─ ¡Papá! ─ exclamó emocionada Sofía, que se abrazó instintivamente a él ─ Yo también te amo mucho. Ustedes son muy importantes para mí y por ello, quería que acogiesen a mi novia en esta familia.

─ Sofía ─ instó su padre, acariciando sus cabellos y viendo a la joven Villar, prosiguió ─ Cualquiera persona capaz de conseguir el milagro que ha provocado en ti, puede considerarse parte de esta familia y le estaré eternamente agradecido y contará siempre con todo mi apoyo.

Al escuchar aquellas palabras desprendida de un corazón sumamente sincero, provocó que Florencia, se estremeciera bastante, puesto que al ser su novia de una clase social alta, se tienen ciertos patrones de vida por los que se rigen y a veces afectan mucho en las decisiones que toman los más jóvenes; ya que están sometidos constantemente a la rigurosidad del sistema, causando algunas veces que deban posponer su parte más soñadora y transformarse en personas altamente competitivas y con un marcado sentido materialista, por así decirlo. En la vida, la balanza no está ni viene equilibrada para ninguno de los dos sectores de una sociedad; es algo que deben hallar por sí solos y descubrirla a tiempo antes que la fecha de expiración acabe para cada cual.

─ Ahora, mi querida Sofí ─ demandó con cariño su padre ─ Ten la bondad de presentarme con tan valiosa jovencita.

─ Por supuesto ─ respondió ella y rompiendo el abrazo con su progenitor, volvió a tomar la mano de su pareja y procedió a presentarlos. ─ Cariño, este señor tan bonachón que tú estás viendo, es Rafael Almagro, mi padre.

─ Encantada de conocerlo, Don Rafael ─ saludó respetuosamente Florencia al mismo tiempo que extendía su mano en forma cordial.

─ El gusto es mío, Florencia ─ saludo de igual modo el padre de la Arquitecta ─ y por favor muchacha, sólo llámame Rafael, mira que estamos en confianza y que además, así no luzco tan mayor.

─ ¡Por Dios, querido! ─ amonestó su esposa con una sonrisa reprobatoria ─ No pierdes ocasión de mostrarte galante ante las jóvenes, ¿qué va a pensar la pobre de Florencia con semejante picaflor?

─ Sólo la estoy integrando del modo en que los Almagro solemos hacerlo ─ se excusó Rafael muy pícaro ─ como todo un caballero que sabe tratar a una damisela. ¿No es así Florencia? O ¿es incómodo para ti?

La susodicha en cuestión, estaba tan pasmada con el recibimiento que no pudo evitar sentirse avergonzada y los colores se le subieron al rostro y es que aquello jamás lo hubiese imaginado de parte de los padres de Sofía. A decir verdad, esperaba algo más frío y clasista de su parte.

─ De ningún modo me incómoda ─ mencionó algo nerviosa Florencia y siendo fiel a su esencia, continuó ─ Por el contrario, agradezco sus palabras anteriores como su forma de acogerme en esta familia.  Ahora, comprendo porque son tan importantes en la vida de Sofía, ya que el amor que ustedes tienen los unos por los otros, se percibe desde el primer instante en que se les conoce.

Alicia, que en ese momento se aproximaba a ellos, detuvo sus pasos y se quedo contemplando a la joven por un breve lapso de tiempo. Estudiando detenidamente a la mucha y al verle a los ojos, pudo comprobar algo muy importante para ella como madre.

─ Florencia ─ señaló Alicia, retomó su camino y siendo muy espontanea, besó la mejilla de la muchacha y agregó ─ No sabes cuánto deseaba conocer a la mujer responsable de que mi pequeña Sofí, volviese a sentirse tan viva y llena de ilusiones; después de la tragedia de Cristóbal. Y es que hoy mi hija está reluciente y más esplendida y todo es gracias a ti. No podré pagar nunca el milagro que has hecho en ella.

─ Cariño, ella es mi madre, Alicia Subercaseaux ─ presentó Sofía,  que estaba emocionada de que ambas se conocieran.

Los ojos negros de la joven Villar, brillaron al instante ante lo expuesto por Alicia y al igual que una niña pequeña que no esconde sus impresiones; su mirar era un poema a una pugna entre dos sentimientos que se agolpaban en su retina y es que sus ojos mostraban lo feliz que se sentía en este momento como lo era a su vez de vergüenza, pues no podía comprender que fuese objeto de tanta alabanza.

─ Encantada de conocerla ─ señaló Florencia, que estrechó su mano con la de la mujer y añadió ─ Usted no tiene deuda alguna conmigo, puesto que el amor jamás podrá tener precio alguno; ya que es un sentimiento incondicional, pleno y libre de manifestarse en su total esplendor y sería de una bajeza querer rebajarlo con egoísmos y temores. Y tan solo le puedo suplicar que me permita estar al lado de su hija y brindarle todo mi ser, vida, tiempo, dedicación y amor que hay dentro de mí y hacer cada momento, un motivo de dicha en la vida de Sofía.

Tanto Alicia como la propia Sofía, se estremecieron tras oír a la joven, que a pesar de estar luchando contra su timidez y la vergüenza que la embargaba, se las arreglaba para dejar claro sus sentimientos ante todo. Y tal como lo dijese en una ocasión la joven Almagro, aquella muchacha era muy transparente en su actuar como pensar, por ello, resultaba casi un libro abierto.

─ ¡Ahora puedo comprender de cómo conquistaste a mi hija! ─ señaló una complacida y sonriente Alicia y viendo a Sofía ─ Sin duda tienes una mujer esplendida a tu lado, Sofía.

─ Así es madre ─ respondió ésta, cuyo rostro lo decía todo, era inmensamente feliz a su lado ─ Soy muy afortunada de que Dios, la haya puesto en mi camino.

─ ¡Bienvenida seas a nuestra familia, Florencia! ─ dijo Alicia.

─ Muchas gracias, señora ─ repuso ésta, algo turbada aún, entre tantas muestras de cariño de la madre de su pareja.

─ Por favor, dime, Alicia nada más ─ contradijo con cariño la madre de la Arquitecta.

─ Está bien. Alicia ─ aceptó Florencia.

─ Sofí ─ instó su madre ─ creo que es hora de presentarla con el resto de la familia.

─ Tienes toda la razón, madre ─ convino ella.

Y tomando del brazo a su pareja, procedió a presentarla con los demás. Algunos de los cuales, ya dejaban sus asientos para saludar a la joven y nueva integrante de la familia. Las primeras en saludar, fueron las hermanas de la Arquitecta.

─ Mi vida ─ presentó Sofía ─ Ellas son mis hermanas: Antonella, Catalina y Leticia.

─ Encantada de conocerte, Florencia. ─ saludó Catalina, una rubia de ojos azules y que era la mayor de los Almagro.

─ Como dijo mi madre, seas bienvenida a esta familia ─ intervino Leticia, besando la mejilla de su futura cuñada.

─ El gusto es mío el de conocerlos, ya que Sofí, siempre habla lo maravillosa que es su familia ─ mencionó Florencia, un poco más relajada.

─ No le hagas caso a todo lo que dice, Sofía ─ advirtió muy risueña Antonella, quién es  la más traviesa de la familia ─ Ella siempre exagera las cosas. Mi hermanita como es la menor es dada a ponernos en un altar y aún no corta el cordón umbilical.

─ ¿Sofía, exagera? ─ preguntó confundida Florencia, que no captó el sentido del humor de Antonella.

─ ¡Anto! ─ reprendió Sofía.

─ ¿Qué? ─ inquirió ésta, con cara de inocencia absoluta y a la vez, algo sorprendida de ver la ingenuidad de la joven pareja de su hermana.

─ Recién estás conociendo a Florencia y ya le gastas una de tus bromas ─ reprochó Sofía.

─ ¡Relájate Sofía! ─ instó la colorina de Antonella ─ Como dijo papá es la forma natural en que los Almagro le damos la bienvenida a Florencia.

─ Te conozco bien, Anto ─ aclaró Sofía, que no se fiaba mucho de su hermana porque sabía de que era muy dada en gastar bromas a los demás. ─ Por esta vez déjalo para otra ocasión, ya que mi Flo, es muy especial y no deseo que la asustes.

─ No hace falta que lo digas. ─ mencionó divertida Antonella, que se mordió su dedo ─ Ya me di cuenta de ello.

Al escuchar esto último, Sofía, fulminó con la mirada a su hermana; que tan solo era mayor por un año nada más. Estaba claro que la Arquitecta tendría que lidiar con las jugarretas de Antonella y buscaría la forma de preparar a su pareja para que no fuese el blanco de sus bromas o de lo contario podría Florencia ofenderse con algunas de ellas dado que no estaba acostumbrada a ese tipo de situaciones, al menos eso presumía la joven Almagro.

Por su parte, Alicia, que no perdió detalle de la conversación entre sus hijas y como toda madre conocía muy bien a cada uno de sus hijos; supo al instante que Sofía estaba molesta por los comentarios de su hermana para con su pareja. Ella sabía que todos ellos se adoraban entre sí, más estaba más que consciente  de lo celosos y protectores que resultaban ser cuando se refería a sus parejas.

─ Descuida Sofía, sabes muy bien que así es la forma de ser de Anto y que ella nunca hará nada tonto como para lastimar a tu pareja ─ refirió Leticia, posando su mano sobre el hombro de la Arquitecta y devolverle la calma.

─ ¡Ya vez! ─ exclamó Antonella, encogiéndose de hombros y en cuyo rostro se veía cierta inocencia pícara de su parte.

Sofía, no alcanzó a decir nada más puesto que fue impedida de hacer comentario alguno por unos de sus hermanos.

─ ¡Hermanita, déjala ya! ─ reclamó éste. Un joven de unos cuarenta aproximados, tan alto como todos en esa familia, de tez blanca, rubio de ojos azules, impecablemente vestido en un traje azul marino, de una excelente compleción física y cuya sonrisa seduciría a cualquier mujer, todo un adonis nórdico. ─ Aún faltan miembros de esta familia que deseamos ser presentados con Florencia y no hacerlo es descortés de tu parte ¿No te parece?

─ Tienes razón, discúlpame. ─ repuso Sofía, que por primera vez se sintió algo avergonzada de sus actos y cogiendo la mano de su novia, continuó con las presentaciones ─ Cariño, él es Federico, el mayor de mis hermanos.

─ Un gusto en conocerte, Flo ─ saludo éste, besando la mejilla de la joven. ─ Mi madre me habló mucho de ti y estaba esperando conocer a la mujer que nos devolvió la dicha de ver feliz a Sofía nuevamente.

─ Disculpa Federico que no concuerde con ustedes en ese punto ─ rebatió Florencia algo cansada de toda esa situación y tratando de no ser grosera. ─ Yo no he hecho nada que no dicte mi corazón y por lo demás, el amor no es cosa de una sola persona sino de a dos. Sofía, también es responsable por la dicha que estoy viviendo junto a ella y ninguno de ustedes le otorga el crédito que se merece.

Aquellas palabras nacidas de un corazón sencillo, dejaron en el ánimo de todos los presentes una profunda impresión de perplejidad en algunos, sorpresa en otros  y alegría en el caso de los padres de la Arquitecta.

─ Cariño mío ─ susurró enternecida Sofía, tomando entre sus manos la de su mujer, añadió. ─ Ellos solo quieren agradecer esta dicha que tú me brindas y no es su deseo incomodarte sino que ellos han visto el cambio que en mí se produjo tras la muerte de Cristóbal y es su forma de mostrarte ese su gratitud.

─ Pero Sofí ─ protestó Florencia ─ Yo te amo y tú también mereces que se reconozca como debes ser. Además, no deben agradecer nada ya que el amor es desinteresado.

─ Mi vida, eso yo lo sé muy bien ─ rebatió Sofía, en cuya mirada se reflejaba todo su sentir ─ más debes entender que esta es la forma en que mi familia te muestra su cariño y te integra en ella.

Florencia, instintivamente bajo su cabeza algo frustrada porque no conseguía hacerles ver que así era su forma de ser, sin mezquindades, simple y trasparente como cualquier persona que ama no antepone al ser amado sino que vive para entregarle su vida a esa persona que lo es todo en su existencia.

─ Cuñada ─ mencionó Federico, sonriente por la actitud de la novia de su hermana ─ Nosotros entendemos tu postura y la respetamos, por ello, te pido que nos perdones y te invito a que sigas conociendo al resto de la familia.

─ Está bien ─ susurró Florencia y acompañó a su novia ante la atenta mirada de los presentes.

Sofía, retomó las presentaciones y fue el turno de Exequiel, Osvaldo y Efraín, quiénes se abstuvieron en decir algo que pudiese seguir perturbando a la joven. Luego de ello, fue el turno de los esposas y esposas de los hermanos Almagro.

Todo fue una rutina de saludos y gestos de bienvenida. En dónde todos expresaron su alegría de conocerla y de ahí en adelante se dio un ambiente distendido entre todos los presentes, salvo por un pequeño detalle que empañaría la dicha de la pareja.

Y es que al momento de que Sofía presentó a su novia con una de sus cuñadas. La esposa de Efraín, quedo viendo con malos ojos a la Arquitecta y no oculto su malestar en toda la velada y cuando se fueron al comedor para disfrutar de una rica cena, ésta aprovechó la ocasión para acercarse hasta la joven Almagro y hacer sus descargos.

─ Si Cristóbal estuviese vivo, jamás te hubieses atrevido a humillarlo con una mujer ─ soltó irónica la mujer.

─ Colomba ─ se defendió en el acto Sofía ─ él está muerto, ¿Qué deseabas que hiciera?

─ Que guardaras luto por mi hermano como lo haría cualquier mujer decente ─ escupió con saña Colomba ─ Mis padres jamás te perdonarán esta traición.

La Arquitecta, se detuvo en seco en ese instante y sintió enrarecerse el aire  a su alrededor y es que ahora debía enfrentar las consecuencias de sus actos y ver el otro lado de una sociedad que no perdona los cambios de los que considera sus súbditos o esclavos.

En la vida no todo es dicha, hay muchos sin sabores de los cuales debemos asumir y convivir con ello y vencerlos para conseguir el más preciado don,  de todos… La felicidad.